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By JeanRedWolf

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0. ยซIniciando...ยป
1. Atรญpico a lo convencional [*]
2. Sobrevive a cualquier precio [*]
3. No me abandones [*]
4. La peculiaridad de un Amo [*]
5. Tan joven y estรบpido [*]
6. Renacido y jodido [*]
7. Adiestra a un gato [*]
8. Algo peor que el ego [*]
10. ร‰rase la bรบsqueda de un oficio [*]
11. Un mal momento para el placer [*]
12. ร‰rase un cortejo y un momento de lรกstima [*]
13. Cuando el castigo sobrepasa la crueldad [*]
14. Saborea tu culpa [*]
15. Engaรฑos y trampas [*]
16. Obligado a luchar [*]

9. Sujeto de pruebas [*]

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By JeanRedWolf

Esa noche me paso varias horas practicando con aburrimiento en el río, jugueteando con las piedras y el barro mientras intento descubrir el por qué magia de creación parece asemejarse a la magia básica. Al principio sostengo la teoría de que no es una "magia" en sí porque no gasta maná, pero luego llego a conclusión de que en realidad yo sólo estoy tomando un material en mi entorno, empleándolo según mi comprensión, y luego le doy la forma que quiera.

Podríamos decir que puedo controlar la materia, pero al mismo tiempo no. Es complejo. No es como creer que puedo hacer una pelota de tierra sólo con tierra, es estúpido; en realidad va más allá: Los componentes de la tierra, calcular matemáticamente la circunferencia para su tamaño, y luego reforzarlo con algo más que esté ligado al material. Parece fácil, aunque es bastante complicado y me ha llevado mucho tiempo practicarlo hasta hacerlo de manera natural.

Crimson se ha ido a hacer una ronda para relajarse, y al mismo tiempo para reflexionar sobre su comportamiento en la taberna. 

Algo que me gusta del exterior es que aquí los monstruos en forma de peces son buenos para cocinar, y agradezco que no hayan sanguijuelas. Matarlos es fácil con estacas de piedra. Pero también me gustan porque es una buena manera de relajarse, reflexionar sobre el futuro, y de paso no querer matar a Toga a patadas por generarme problemas.

De repente, el movimiento del agua me hace ponerme en guardia conforme me alejo rápidamente de mis propios pensamientos. El tipo norme se termina metiendo como si nada en el río, dejando escapar un ligero suspiro de placer en lo que los flancos de su cara se cubre de pelo y, sobre su cabeza, aparecen dos orejas afelpadas del mismo color que el cabello. Es la primera vez que lo veo con eso ahí arriba, y por el movimiento del agua intuyo que también ha salido su cola para mojarse. La verdad es que no distan demasiado de mis cuernos ―que escondo con camuflaje― o el cuerno de Crimson para parecer ambos bastante humanos. 

Lo veo dejarse caer sin ninguna prisa, cubriéndole el agua tibia hasta la mitad del estómago como si no hubiera pasado nada en la taberna horas atrás. Después, al reparar en mi presencia, me dedica una mirada que oscila entre la incomprensión y la molestia.

―Qué ―le digo de mala gana―. ¿A qué viene mirarme de esa manera como si fuera un monstruo?

―Sigo sin saber bien lo que eres ―confiesa pasando un largo minuto de miradas silenciosas y muecas―, ya que tu olor es confuso. Los reptiles huelen a humedad, pero en sus pupilas se crea un patrón que tú no posees. Es decir... tu pupila es, literalmente, tan amarilla como un saco de pigmento propio de las caléndulas; pero también tienes una línea fina como si fueras un felino que está preparado para el ataque o está extasiado al recibir demasiado atención.

―Es obvio lo que soy.

Toga niega varias veces con la cabeza, llevando la mirada al cielo raso de esa noche. No hay ni una mísera nube desde el medio día y el calor del verano es agradable gracias al vientecillo; pero todavía sigo sin comprender el por qué los monstruos que nos hemos encontrado sólo son slimes. 

―Pareces humano, pero no hueles como tal ―arruga la nariz, sabiendo por su expresión que no le gustan en absoluto―. Apestan demasiado con sus perfumes intensos, y también son soberbios. No puedes confiar en ninguno. Hasta el que parece más tímido o infantil puede aprovecharse de ti, sólo porque no eres humano como él.

―Es que no soy humano ―obvio negando ahora yo con la cabeza. Lo veo mirando todavía hacia arriba, pareciendo bastante relajado, y entonces me vuelvo a acordar que hay que darle un escarmiento a este gato―. De todos modos no importa, porque todavía no sé que hacer exactamente contigo después de tu numerito de macho Alfa en la taberna.

Saco del almacén dimensional un pequeño tarro con paralizante de araña. No lo matará, y tampoco se moverá, pero me ayudará a ganar un poco de tiempo para preparar su castigo, ya que esto no quedará en el olvido.

―¡Oh, venga ya! ―pone los ojos en blanco― Las peleas son lo más normal del mundo, y todas las Bestias saben que es lo habitual. ¡Forja el carácter!

Como no quiero escuchar más tonterías, termino poniéndome de pie. Toga tiene el don de crispar mi calma, transformándola con irritación. Al ver que yo me levanto, él me mira por un momento mi cuerpo desnudo, al principio con una mueca burlona porque obviamente no soy tan enorme como él, pero después termina en asco cuando baja un pco más. Tarde es cuando repara en el objeto que se halla en mi mano, un pequeño tarrito del tamaño de una bellota con un líquido amarillo que brilla demasiado para considerarlo hermoso.

Es ahí, justo en ese momento, cuando Toga levanta rápidamente la mirada y recibe parte del líquido golpeándole en la cara aunque eso le duela un poco en los ojos. Así aprenderá a no generarme más problemas, y yo le enseñaré que conmigo hay que generar beneficios, ya que este negocio de ser el más fuerte y matar a un dios no se consigue en unos meses.

―Te voy a dejar un ratito a remojo, Toga, para que reflexiones sobre el por qué te acabo de tirar un potente paralizante ―le digo con una expresión relajada. No va a poder moverse ni hablar, por lo que único que recibo es una mirada enfadada y un gruñido bronco como queja―. Después enviaré a Crimson para que te saque del agua y ayude a vestirte, ya que es una dosis pequeña y estarás así durante un par de horas más. ―Salgo del agua por completo, pero antes de dejarlo solo me acabo de acordar de añadir algo―: Por cierto... como eres demasiado complicado de domesticar a las buenas, y yo quiero cobrar adecuadamente mi dinero con ciertos intereses, voy a recomendarte encarecidamente que memorices algo en esa mollera que tienes ―Hago un breve pausa, comprobando que me está prestando atención―: No soy una buena persona, pero puedo ser tolerante y justo si mis compañeros no me joden. No soy tan tiránico. Sin embargo, me gusta saborear el placer de aquellos que se creen mejores que yo y me toman como un debilucho que no puede hacer nada. Lo de esta noche te enseñará que yo no participo en juegos estúpidos, y que cobro lo que se me debe.

Terminado de hablar, lanzo la botella vacía al almacén y tomo la tela que utilizo como toalla para largarme de ahí. 

Un hombre poderoso necesita compañeros fuertes, y el error ha de eliminarse de inmediato.

No importa el tiempo que le dé vueltas a la verdadera identidad de Kay, porque definitivamente todo apunta a que él tiene que ser alguna clase de demonio que posee un buen control mágico para parecer humano. Tampoco el hecho de que lleváramos unos pocos días en Belekhia, y no hubiéramos hecho nada alejado de la rutina repetitiva. Bueno, al menos él y ese vampiro que le lamía el culo con sus buenos modales y esa asquerosa voz aterciopelada como si fuera el amor de su vida. 

Kay se la pasa yendo de un lado a otro, caminando relajado e indiferente: Entra en las tiendas, esa esa cosa raras con bolitas brillantes, y sino encuentra nada útil se marcha en silencio. También ingresa en zonas donde típicamente se aprende oficios para los que no son buenos peleadores, se tira unas cuantas horas mientras habla con los "Maestros de Oficio" y finalmente se va hasta que considera que es momento de salir de la ciudad.

Haga lo que haga cuando se larga solo al bosque no me importa, ya que me "permite" hacer lo que quiera con mi tiempo libre.

Careth fue mi primera opción para pedirle ayuda, e incluso dinero para reducir esa estúpida deuda, pero su familia me informó que no estaba en la ciudad y hacía dos días que se fue al este con un grupo de expedición para ganar algo de dinero. Así que, como él no estaba y yo tenía tiempo libre, hice lo que más me gustaba hacer: Juguetear con las preciosas mujeres del Barrio Rojo y beber algo de alcohol.

Sin embargo fue en vano.

Da igual las veces que me pasee por la zona de las prostitutas, admirando a esas preciosidades creadas por Záfira tras los cristales expositores, y decida entrar a divertirme. Todas las veces, conforme me acerco hacia la puerta, en mi cerebro suena la voz de Kay susurrándome "Tienes una deuda conmigo, Toga, y voy a cobrártelo". Una y otra vez, en bucle, incesantemente hasta que me alejo de la puerta y su tortuosa voz se silencia de golpe.

He intentado resistirme, entrando en el complejo y tomar a una chica cualquiera... pero existen dos problemas: No puedo concentrarme en lo que hago, y mi polla se mantiene flácida. Nada la pone dura. Ni siquiera la propia chica puede endurecérmela con una mamada, y mucho menos masturbándome. Literalmente se siente como si estuviera muerta.

Pero entonces salgo de Belekhia, avergonzado por ese bochorno que está circulando entre las chicas sobre que "mi pene ya no funciona", y de repente, cuando intento tocarme a solas... se pone dura en segundos en mi mano. 

No lo entiendo. De verdad que no entiendo qué coño ha hecho Kay conmigo para que esto, que siempre ha funcionado como un auténtico guerrero, termine siendo inservible cuando me acerco a una cariñosa.

Luego recuerdo el castigo de Kay y una amarga pelota de bilis aprieta contra mi nuez, ya que mi "castigo" durará cincuenta días. Diez días por cada moneda de plata gastada. Es absurdo, y si le contara a alguien sobre este tipo de tortura seguramente no me creería y se reiría de mí al sonar tan loco.

―No aumentes tu deuda conmigo, Toga, o comprobarás que puedo empeorar tu castigo sin siquiera pensarlo ―me advierte Kay en un tono suave, cuando termina de comprar algunos materiales de una tienda. Definitivamente Kay debe de estar emparentado con la familia del Rey Demonio, porque tanta maldad no es normal. Además, las maldiciones sólo puede hacerse a través de demonios o magos oscuros―. ¿Cómo llevas las pajas en solitario en el río? Escucho que gruñes mucho, ¿eso es que te gusta?

Un gruñido sale de mi garganta, mostrándome cabreado por esa maldita puya que considero una puta maldición terrible para cualquier hombre sexualmente activo.

―No es gracioso....

―Tienes razón, no lo es ―acepta, lo que me sorprende un momento, hasta que añade―: Pero tu castigo es ser mi cobaya experimental porque tu deuda es grande. ―Pasa por mi lado, y a nada estoy de arremeterle un puñetazo al recordar que estos tres días han sido infernales para mi autoestima. Cincuenta días es demasiado tiempo. Es por ello que me obligo a detenerme al saber que golpearlo no me ayudará a quitarme esta maldita deuda―. Y, por cierto ―habla por un momento para voltear en mi dirección―. Conozco los límites de mis castigos, así que nunca te daré nada que te mate o acorte tu vida. No eres mi objetivo para eliminarte, así que por esa parte puedes estar tranquilo.

¿Objetivo? pienso. ¿Qué clase de objetivo puede tener alguien como él? ¿O quién es? Debe de haberle cabreado mucho para querer matarlo de verdad, ya que él no bromea.

―Odio tu estúpido castigo ―objeto un vez volvemos a caminar―. Siempre siento que tienes ganas de matarme, y que en algún momento me mentirás.

―Nunca nadie dijo que un castigo tiene que gustarle a la persona, pero creo que Crimson es la única excepción de que ama que lo torture ―lanza una mirada ligera al susodicho, el cual mantienen una cordial sonrisa en los labios y una mirada amable por él―. A veces me pregunto si estás bien de la cabeza, o es que estar bajo tierra por tanto tiempo te ha hecho carente de moral... ―murmura.

―Sus castigos son premios para mí, mi señor.

Pongo los ojos en blanco por esa respuesta de mierda.

―Estáis enfermos... ―comento en voz baja.

―No puedes entender la magnificencia y el arte que posee mi amo a la hora de atarme y ordenarme cosas ―objeta él orgulloso de ello, lo cual no tiene sentido para mí―. Tú sólo eres un sujeto de pruebas en su alquimia, mientras que yo disfruto de su creatividad.

―Crimson ―advierte Kay en un tono firme, consiguiendo que el vampiro se acerque a él se incline levemente―. No alardees tus perversiones conmigo, o Toga pensará que eres un amante en lugar de un sirviente.

El vampiro jadea ante de soltar una leve risa educada, negando con la mano.

―Los amantes no hacen prácticas tan calmadas, así que no se preocupe.

¿Llamas a ser atado como un cerdo "una práctica calmada"? ¿Qué clase de mierda tienes tú en la cabeza, mosquito esmirriado?

Entro en la tienda, preparado para afrontar mi destino, y porque soy lo bastante valiente para enfrentarme a lo que sea sin importar cuán peligroso parezca. Mi padre no crio a un cobarde ante lo desconocido. Sin embargo tengo derecho a dar mi honesta opinión, aunque eso moleste a otros, y sobre todo me irrita de sobremanera que ese larguirucho esmirriado no haya dejado de reírse desde la distancia hasta que entré en la tienda.

No soporto a ambos, son tal para cual. ¿Quizás es un rumor falso que los vampiros y demonios llevaban siglos enemistados según la historia? ¿O quizás han hecho un pacto para alcanzar alguna meta complicada? ¿Poder? ¿Fama? ¿Dinero? ¿Quizás transformar a Kay en rey en un territorio privilegiado? ¿Guerra contra los humanos?

Sé lo que tengo que hacer, por lo que me quito la camiseta sin que necesite que él me lo diga. Conozco el procedimiento, al igual que tumbarme en esa placa de piedra que Kay ha creado de alguna manera que todavía no comprendo bien. Hasta donde yo sé los demonios no utilizan magia elemental, pero él no formula conjuros, no evoca hechizos y mucho menos pronuncia nada como hacen los magos de otras razas.

Vuelvo a sentir esa sensación en el estómago: incómoda y punzante si le presto demasiada atención, pero al mismo tiempo ácida. 

Sé que golpearlo aquí, teniendo al vampiro fuera como un perro, tampoco es una opción viable porque Kay ha demostrado no ser tan débil. He comprobado a las malas que su saliva puede generar quemaduras, y tiene muy buena puntería; y aunque me defienda, de alguna manera consigue que una bola de barro me golpee en las pelotas. Lo intenté asaltar una vez cuando Crimson se fue, y terminé llorando en el suelo del bosque mientras me concentraba en amortiguar el terrible dolor generado de una patada por su pie.

Entonces Kay invoca raíces que salen del suelo con un movimiento vago de la mano cubierta con algún tipo de material viscoso solidificado, parecido a los slimes, para así inmovilizarme férreamente tanto las muñecas como los tobillos una vez mi espalda toca la placa de piedra. Lo hace siempre para evitar que me mueva demasiado o, como dice él, para "evitar hacerme daño a mí mismo" en el caso de que entre en un estado de locura e histeria.

Una vez aceptando el amarre él saca algo de la nada, una especie de "almacén" que siempre hablan tanto él como el vampiro, aunque yo no entiendo de qué hablan o de dónde sale realmente todas esas cosas que saca, y por fin voltea para mostrarme una diminuta botella de un tono rojizo.

―No me gusta ese color... es demasiado brillante.

Él se encoge de hombros.

―Ha salido de ese tono, pero he comprobado que no es venenoso ni pudrirá tus órganos una vez ingrese en tu cuerpo ―comenta, quitándole el tapón. Mi nariz se arruga en cuanto un olor asqueroso y picante llega hasta mí con levedad, lo que intuyo que habrá por lo menos unas cuantas plantas ahí metidas―. Admito que ayer el contenido era bastante más agresivo porque había un condimento que lo hacía más fuerte, pero ahora creo que he sacado algo mucho mejor ―explica, acercándose hasta que se coloca al lado de mi cabeza con una expresión serena. Es muy estoico―. Ya sabes cómo son las cosas: Abres la boca y yo sólo derramo una gota a la hora de comer y otra antes de cenar, ya que así me da tiempo a estudiar mejor mi habilidad con la alquimia.

―Sabrá horrible, como las otras veces que lo intentaste ―opino con desaprobación, aunque obviamente mi negativa no le gusta. Kay odia que retrase lo inevitable o no le haga las cosas fáciles, pero yo no soy un tipo dócil que se deje manejar por cualquiera―. Pero está bien, cooperaré de momento. Aunque agradecería que no volvamos a comer esa asquerosa carne que cocinaste las dos veces anteriores mientras el larguirucho iba a buscar otras cosas, ya que sabe a calcetín sudado y está incomible.

Kay inclina levemente el frasco y derrama, como ha dicho, una pequeña gota que golpea la base de mi lengua. Seguidamente coloca el tapón, lanza el objeto hacia atrás y éste desaparece en el vacío conforme espera con paciencia.

―Hasta donde yo sé, el cocinero eres tú, pero no tenemos utensilios que no se rompan en cuanto los agarras. Además, tampoco quieres cocinar porque "no eres un criado ni una mujer", lo cual me resulta ofensivo esa opinión. ―Con paso relajado se mueve hasta el nuevo taburete de piedra que sale del suelo con otro movimiento de la mano. Después saca una especie de libro muy pequeño y algo para escribir que no es un pincel, y se queda mirándome con una expresión neutra como siempre―. La vez anterior fue interesante saber que eras capaz de acumular bastante Ki en los brazos, siendo capaz de arrancar una de las enredaderas de un tirón, así que habrás notado que ahora son más gruesas y hay madera flexible de por medio. ¿Sabes? Es difícil sacar madera desde esta distancia, y más flexible, pero gracias a Crimson y mis estudios poco a poco puedo manejar la magia de una manera más creativa.

Kay me explicó que las personas que no pueden usar magia, tenemos una energía llamada "Ki", muy parecido al maná, que se mueve por las venas de las personas. Éste se recupera durmiendo o meditando, pero yo no entiendo bien cosas tan complicadas. 

Y no porque sea tonto, sólo soy práctico.

Tomo una bocanada de aire para concentrarme, pero me doy cuenta durante el proceso que empiezo a experimentar una aterradora sensación de asfixia. La siento se repite una y otra vez a través de mi cuerpo: Me hogo, respiro un poco, y vuelvo a ahogarme... Así repetidas veces, sin darme tiempo a saber el porqué me ahogo si no hay nada en mi cuello y estoy en tierra firme. Ver a Kay tranquilo tomando anotaciones tampoco ayuda, lo que genera más inquietud en mi mente.

El miedo evoca un recuerdo que lo transforma en terror, recordándome a cuando uno de mis hermanos me empujó a un pozo muy profundo como broma, diciéndome que en el fondo había escuchado que alguien tiró una perla porque la consideró una piedra. Recuerdo golpearme la cabeza durante la caída, el agua tiñéndose de rojo, y sentir que los pies se me enredaba con algo del fondo mientras el miedo me hacía hundirme cada vez más rápido mientras gritaba el nombre de mi padre.

Pero aquí no puedo gritar. 

Algo me sujeta. Me ahogo. 

―Toga, puedes respirar en realidad. ―La voz de Kay suena extraña, sonando desacompasada del movimiento de los labios. La mirada que vislumbro es diferente a lo que veo de normal. Es extraña y salvaje mientras alza la mirada para observarme, pareciendo dos soles acercándose cada vez a mí para calcinarme vivo, mientras algo negro lo envuelve como lo harían las nubes en señal de huracán o una tormenta pesada―. Sabes que eres consciente de que estás en tierra firme, por lo que no puedes ahogarte. También tu cuello está libre, así que esa zona no tiene ninguna presión. Respira.

Mi visión inicia oscureciendo los bordes, y noto la piel quemándome levemente. Estoy sudando.

Pienso que me voy a hundir en este estado de desesperación, donde mi mente no deja de recordarme el sonido de agua y mis gritos de niño. Al ver que comienzo a hiperventilar lo veo levantarse, dejando rápidamente las cosas en el asiento y al llegar hasta mí pone una mano sobre mi pecho, justo en la zona del corazón que no deja de latir con demasiada fuerza.

―Una vez un niño cayó a un río ―murmura, haciendo círculos en el corazón con la punta de un dedo―. El niño tenía miedo, porque sus hermanos le empujaron diciéndole que encontraron una piedra muy brillante en el fondo, y quizás a su madre podría encantarle el regalo. Así que el niño se asomó con muchas dudas, pero cuando cayó el peligro no se encontraba en la caída sino en la corriente. ―Sigue hablando, haciendo que la sensación de puro terror poco a poco se transforme en algo extraño, una sensación de calma. Es cálido, parecido a acercar las manos al fuego durante el invierno―. El niño tuvo pánico al agua durante años, mientras sus hermanos sólo se burlaban de él diciéndole cobarde y llorica.

―¿Qué pasó... con el niño cuando... creció?

Kay se queda un momento en silencio, dejando de mover el dedo y me dedica una mirada seria. Sus ojos se asemejan ahora al sol en verano, mucho más brillante y sobrenatural que el corriente color entre la gente similar a la miel. Es un tono intenso, casi mágico.

Por desgracia no responde mi duda, sino que dice:

―Al principio parece que experimentaste taquicardia en base a un ataque de pánico, pero ahora pareces mucho más calmado. ―Apoya la palma en el corazón y yo lo noto raro―. La sudoración es abundante, por lo que deberás de recomponerlo bebiendo agua para no deshidratarte, aunque han pasado unos minutos. Mirada afectada debido al color de las escleras, ritmo cardíaco ascendiendo un poco... ¿Tienes sed? ¿Hambre? ¿Qué estás sintiendo ahora mismo?

―¿Por qué me siento... feliz? ―cuestiono. No tengo ni idea de por qué lo estoy sintiendo, al igual que desconozco todo lo que contiene ese frasco. Sin embargo es un hecho, una sensación que se siente genuina, ya que la calma y cierta boba felicidad se resiste a marcharse de mi cuerpo―. También tengo calor, pero... es primavera. Es normal.

¿O es verano? No sé qué días es. Ni mes. Ni estación. No puedo encontrar esa información por mucho que lo intente en mi cabeza.

―Lo sé, y estamos en verano según me confirmaste la primera vez que empezaste a hablarme ―confiesa, pareciendo bastante confuso con mi reacción―. Técnicamente esto tendría que haberte generado un poco de sueño por meterle polvo de pasiflora, pero a mi modo de ver pareces bastante despierto. ―Vuelve a apartar la mano, y mi estómago se aprieta a sí mismo como si alejarse generara algún tipo de queja en mi cuerpo. Eso es raro―. ¿Qué más pasa por tu cuerpo o mente?

Expongo una mueca incómoda al intentar moverme, pero al mismo tiempo me siento contento. Feliz, despierto y embobado. Se siente un poco a cuando te enamoras de adolescente, o al menos algo recuerdo haber sentido cuando me enamoré perdidamente de una chica pantera, pero la chica sólo me pegó una bofetada por halagar sus alargadas piernas y su cara perfilada.

―Quiero salir...

―No puedes salir, no es seguro en tu estado actual ―espeta a modo de prohibición, pero la negativa provoca que mi felicidad se sienta agridulce. Es como todas esas bofetadas que me ha pegado una mujer cada vez que he dicho o hecho algo que no le gustaba que le hiciera. Duele, y al mismo tiempo me frustra―. Creo que debería cambiar la pasiflora por valeriana, aunque por aquí no he visto mucho. Supongo que este proceso ha sido un resultado negativo, otra vez, por lo que tendré que volver a empezar desde cero y crear algo nuevo.

Le veo suspirar, decepcionado, y me da la espalda para irse hacia sus papeles cuando alcanza el asiento. Yo mientras tironeo las malditas cosas que no me dejan salir de aquí, me privan de mi libertad. Son molesta. Puedo escuchar a mi tigre interior profundamente dormido y no responde a mis palabras internas; y ahora me doy cuenta que me ha salido la cola y duele al estar apretada dentro del pantalón por culpa de la piedra.

Quiero soltarme.

Quiero quitarme la ropa.

Quiero... No lo sé...

Kay se queda un tanto absorto con esa cosa en su mano, tachando y escribiendo algunas notas. Consigo arrancarme una de las ataduras después de unos escasos tirones, siguiéndole las demás, pero cuando me siento en el borde lo escucho balbucear mientras mis ojos están fijos en la pequeña obertura de la tienda.

Es la libertad. En la libertad hay agua. Si hay agua puedo nadar y sentirme bien.

Vuelvo a mirarle a él, que niega con la cabeza varias veces y tacha algunas líneas. Me pregunto por un momento si nadaría conmigo, si me contaría cómo es el mundo de los demonios, y si Crimson no miente cuando me aseguró una noche que él era una criatura muy especial. También por qué sus ojos son dos brillantes soles aunque su personalidad sea gélido como un glacial, por qué su cuerpo está lleno de líneas amarillas muy finas que parecen trazadas con la punta de una garra a partir del cuello, o el por qué no decidió matarme como lo haría un tipo sanguinario al saber que soy mucho más fuerte físicamente que él.

Doy un paso vago hacia él una vez me levanto, en lugar de alejarme de la entrada. Mi mente no deja de repetirme que lo agarre y le lleve conmigo al río para que nademos juntos, seguir viendo sus ojos en forma de sol y seguir las líneas luminosas de su piel.

Es un pensamiento obsesivo e intrusivo. Alto. Parece más bien una voz que inicia muy queda y, paulatinamente, está ascendiendo hasta parecer una orden gritada a pleno pulmón en mi cabeza.

Para cuando llego a su espalda y él se da la vuelta parece por un segundo sorprendido, aunque de repente su mirada me fulmina como lo haría un trueno que cae sobre un árbol. Hay algo ahí, en sus ojos, oscuro y podrido como si estuviera advirtiéndome que dentro de algo hay algo que está mal desde hace mucho tiempo. Cierra mi estómago, me quema por dentro, haciendo que mis venas chillen muy agudo... pero mis piernas se han sitiado en el lugar.

―Vuelve a tumbarte ―me ordena, pero no me muevo. De hecho bajo mi mirada hacia mis pies descalzos, recordándome que hace años que dejé de usar zapatos porque siempre los termino rompiendo cuando me transformo en tigre al igual que pasa con la ropa. Nada impide que me vaya. Entonces, ¿por qué no puedo moverme―. Toga, ¿me escuchas? Túmbate en la piedra otra vez, porque creo que ya sé en qué he fallado y necesito dormirte para que se te pase el efecto y así hablarlo en la cena.

No quiero.

En este momento quiero seguir sintiéndome contento, con un pensamiento que sé que no es real. No es la felicidad que siento cuando follo con una mujer, me emborracho en el bar con otras Bestias ebrias, o cuando cobro mi dinero de una misión. Es un sentimiento que, ahora mismo, me niego en rotundo a deshacerme.

Al notar mi negativa, Kay parece enfadarse.

Mi mirada se pone negra por un breve segundo, y cuando mi vista vuelve a mis ojos siento dolor en el trasero. Estoy en el suelo. Sentado. Estoy aplastando mi pobre cola que está enviando una secuencia de punzadas a mi columna vertebral aunque no es un dolor que duela en exceso, pese a ser incómodo.

―¿Se puede saber qué intentabas hacer, gato pervertido? ―acota, dejándome tan confuso que no le estoy entendiendo. Miro mis manos, con las garras un poco salidas. ¿Intentaba hacerle daño? ¿Marcarlo?―. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? Asiente, al menos, si la respuesta es afirmativa. 

Ladeo la cabeza, mirándole con cierto aire de curiosidad, pero mi mente no está diciendo absolutamente nada. Hay ruido blanco.

―¿Por qué tienes el cuello manchado? ―se lo señalo con el dedo. Él parece confundido ahora, e incluso frunce el ceño y veo como lleva su mano hacia la mancha negra que bombea como un segundo corazón en un lateral de su cuello. Su cuello parece un poco grueso pese a tener un cuerpo estándar, también moreno como si a él también le gustara pasar mucho rato tomando el sol―. Oh... ―murmuro, ya que la mancha negra fea termina desapareciendo en un par de parpadeos―. Se ha ido.

Vaaale... tendremos que añadir también pequeños delirios ―comenta, llevándose la mano al mentón―. Creo que eso constaba en la lista de efectos secundarios posibles, pero no creí que fuera posible y... ―De repente sacude la cabeza, dejando de divagar, a lo que añade con un tono firme―: Toga, túmbate en la camilla a las buenas, o te aseguro que a las malas no voy a ser tan indulgente.

Mi ceño se frunce solo en señal de negativa.

―No.

―¿No? ―cuestiona, acortando la distancia hasta ubicarse a mi lado para, así, colocarse en cuclillas. Sus ojos queman como lo haría el fuego de una forja enana, una que no tiene límites y si te descuidas es capaz de calcinar un bosque milenario entero―. ¿Esperas conseguir algo a cambio de aceptar mi órdenes, como lo haría una mascota? ―vuelve a preguntar. No entiendo la pregunta en sí, pero tengo demasiado interés en salir y lanzarme al río para dejar de sudar―. Los felinos siempre son rebeldes y no aceptan órdenes como ocurre con los perros, pero podemos modificar un poco esa actitud con la acción adecuada.

Espero una bofetada, un grito, incluso que utilice una habilidad para obligarme a ponerme de pie. Sin embargo, en su lugar lo que hace es tomarme la mano y presionar hacia arriba para que yo también me levante. Lo hago, esperando todavía a que esta extraña felicidad desaparezca de una bofetada, me la robe, y después se la coma mientras se ríe al dejarme vacío y desdichado.

No deja de ser una alegría falsa, temporal, pero alegría a fin de cuentas y se siente bien.

Lo que antes parece un enfado contenido, poco a poco va desapareciendo para mostrar un gesto relajado. Seguidamente tirara de mí, intentando hacer que me tumbe, pero me niego de inmediato.

―Si te tumbas, te prometo que te enseñaré algo que ni siquiera Crimson ha visto todavía.

―¿Lo prometes de verdad? ―gruño con desconfianza, pues no estoy seguro por qué ha cambiado tan rápido de comportamiento―. ¿No me mentirás?

Él asiente, dejándome curioso por un momento sobre lo que puede enseñarme a mí. Sólo a mí. No a ese mosquito burlón y relamido, sino a mí. No habrán más gotas hasta mañana, mi falsa felicidad se disipará cuando despierte tras un descanso... pero pensar en que eso se marche me provoca una errática punzada de dolor en el pecho. Por ello, suelto un gemido quejumbroso y decido tumbarme sin soltarle de la mano, a lo que él se agacha hasta mi propio oído.

Espero sus palabras. 

Quiero saber ese secreto.

Pero lo único que recibo es que me meta algo en la boca, blando y que no tiene sabor. Parecen setas. Y seguidamente muerde mi oreja afelpada, lo que provoca que mi cuerpo queme por unos instante y un rugido sordo, que es tapiado por el objeto y su mano libre, sale de inmediato antes de sentir que todas mis fuerzas fallan.

No veo nada.

No siento nada.

Sólo soy un sujeto de pruebas para un diablo al que le debo unas pocas monedas de plata.

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