Cambiantes Libro III Trascend...

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa quién una. No importa lo que una. salvo un dios. Des... More

Saludos
Cuando un alfa se rinde
A cualquier parte
Alejarse de Narg
No hablas. No hables.
Porque yo quiero...
Amanas
Eliminando el amanas
Tú, ¿lo conocerías?
Sé que era raro
Porque, pase lo que pase, yo te protegeré
El secreto de Nalbrek
No puedes poder
Ella te amaba
Asilo
Llegada a Gammal
Tradiciones y una reunión
No el humano
Serpientes
Alejarse
Las reglas de la concordia
Heridas
Embarazadas
LLamada
Fargla
Pasa la eternidad conmigo
Un voluntario
Si puedo elegir
Pase lo que pase, no me sueltes
Un trato
La justicia de un zorro
Su pareja
Comienzo
No es un capítulo (Fuera de servicio)
En un pueblo tranquilo
Érase una vez un dios zorro

Dar la espalda a tu pareja

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By CCmyc02

Avanzó entre los árboles volviéndose de forma regular para asegurarse de que Nalbrek estaba allí. Este había regresado a su forma humana y lo seguía con paso vacilante abrazándose a sí mismo mientras temblaba de una manera más que evidente apretando los dientes, corriéndose solo por la insistente estimulación que le producía el andar, pero dudaba mucho que fuese consciente de aquello ya que solo pensaba en una cosa: Nalbrek quería tocarlo, más que quererlo, lo necesitaba hasta el punto de que hasta para él era doloroso a pesar de que su parte lógica sabía que este lo mataría en caso de copular.

Pero aquel lobo cabezota se negaba a ceder a aquella necesidad, a los afrodisiacos, usando cada fibra de su ser para contener aquel impulso y aquello le impedía prestar atención a cualquier otra cosa. De hecho, no lo seguía de manera consciente, solo su instinto lo empujaba a no dejar que él se alejase y lo perseguía a ciegas, pero estaba seguro de que ni siquiera era consciente de su presencia y lo sabía porque, cuando lo secuestraron los humanos, fue él quien siguió a Nalbrek a través del bosque en ese estado y, de repente, entendió por qué Nalbrek no se acercó a él ni una sola vez para ayudarlo: era imposible hacerlo.

En aquel momento un sudor frío lo recorría cada vez que el afrodisiaco afectaba a Nalbrek haciendo que este quisiese despedazarlo, pero se obligaba a ignorar aquella amenaza y estar pendiente de lo que le rodeaba ya que si aquellos lobos locos los encontraban no sería divertido. Su parte animal y humana estaban aterradas por la situación en la que estaban, por lo que sería de ellos si los encontraban y, aun así, el celo que sentía a través de su conexión era tan fuerte que le costaba trabajo pensar en cualquier cosa por la excitación.

Lo que estaba pasando era una locura. Y, para colmo, no solo las feromonas de Nalbrek lo afectaban, sino que su vínculo lo hacía sentir lo mismo que su pareja mientras su celo insistía en que debía ayudar a Nalbrek, aliviar su situación de alguna manera. Mantener aquello bajo control y obligarse a ser la parte racional estaba acabando con su cordura. Acarició la idea de masturbarlo de nuevo, para ver si se tranquilizaba, pero la rechazó. Ni tenían tiempo ni era seguro para él con Nalbrek suelto y sin anulador.

Se volvió por enésima vez y al ver que estaba detenido un poco más atrás mirando a su alrededor desorientado, se acercó a él.

—Nal —lo llamó tendiendo la mano, pero este retrocedió gruñendo.

—No —le advirtió con voz gutural.

—Está bien —asintió estremeciéndose a su pesar al sentir su deseo. Si lo tocase, lo despedazaría—. Pero te estás quedando atrás y eso es un problema, ¿entiendes? —le preguntó, pero Nalbrek no lo escuchaba, demasiado ocupado intentando no saltar sobre él como para prestarle atención.

Respiró hondo obligándose a centrarse para analizar sus opciones. En esos momentos podía alejarse dejando a Nal solo hasta que se tranquilizase lo suficiente para dejar de ser un peligro tan grande, lo cual significaría que su pareja vagaría por el bosque y no sabía que era peor, si que lo encontrasen los lobos y lo capturasen o que lo persiguiese a él como a una presa al notar que se alejaba hasta encontrarlo y matarlo. Desde luego podía atarlo a un árbol, pero dejarlo indefenso e inmovilizado en el bosque no era una alternativa.

La única opción era llevarlo con él, no lo había sacado de la ciudad para abandonarlo, pero ¿cómo? Nalbrek no era racional, dudaba mucho que los afrodisiacos lo dejasen, siquiera, entender lo que estaba pasando. En esos momentos dentro de aquel lobo solo existían dos cosas: el celo fuera de control y el instinto de protección de su familia. Una mezcla explosiva que no los ayudaba a salir de esa situación, sino todo lo contrario. La única manera de asegurarse de que Nalbrek lo seguía a buen ritmo sin perderse era sujetándolo, pero, en su estado, aquello sería un suicidio... 

En esos momentos se levantó una suave brisa desde su espalda que llevó su olor a su pareja y sintió como todo su vello se encrespaba al ver como lo miraba Nalbrek a la vez que palidecía al ver como cambiar a lobo y se preparaba para saltar sobre él. Tragó saliba en seco al saberswe muerto mientras pensaba en qué sería de Nal sin él cuando vio como regresaba a su forma humana mientras se mordía su propio brazo tan fuerte que escuchó el ruido de la piel y músculo al desgarrase a la vez que todo se llenaba del olor a la sangre.

—No —lo detuvo Nalbrek mirándolo amenazador cuando él iba a acercarse preocupado haciendo que se detuviese en seco.

—Muy bien. Espera aquí. Por favor, espera aquí —repitió antes de marcharse a toda prisa. Tenía que hacer algo.

Echó a correr en dirección al agua que llevaba oliendo un rato y, una vez allí, se revolcó en el barro tan rápido como pudo en un intento de ocultar su olor antes de regresar con Nalbrek y, mientras avanzaba, rebuscaba en los bolsillos hasta que lo encontró, sujetándolo con fuerza.

 Entró en el claro, descubriendo que estaba vacío sintiendo como el corazón se le aceleraba al pensar que la manada había encontrado a Nalbrek y lo habían llevado de regreso cuando se regañó. Si los lobos lo hubiesen encontrado, allí habría algo más que un claro vacío.

—Estúpido lobo, te dije que esperases —murmuró irritado dirigiéndose hacia donde lo sentía y poco después lo alcanzó.

—Vete —le advirtió Nalbrek aún antes de poder verlo.

—No.

—Vete —repitió amenazador.

—No —respondió llegando hasta él—. No te he sacado de la ciudad para que regreses por tu cuenta. Te llevaré de regreso al pueblo, así que haz el favor de colaborar. Y ahora dame la muñeca —le advirtió.

—No... puedo... contro... controlarme.

—¿Y? ¿Acaso te he preguntado? No. ¿Sabes por qué? Porque no me importa lo que tengas que decir. Te voy a sacar de aquí quieras o no, así que saca la jodida muñeca y deja de hacerme perder el tiempo —exigió exasperado.

—Tienes demasiado carácter —murmuró Nalbrek sonriendo a medias.

—Y eso es lo que te gusta de mí —replicó poniéndole el lazo que había hecho en la cuerda alrededor de la muñeca antes de alejarse con rapidez—. Y como se te ocurra cortarla, la siguiente vez, te la pondré en los huevos.

—Dau... te mataré...

—No, no lo harás. Confío en ti. Tú concéntrate en no atacarme, yo nos sacaré de aquí —le aseguró cogiendo el otro extremo de la cuerda con firmeza antes de comenzar a andar con decisión. 

 Primero recuperarían sus cosas, después saldrían de allí.





Avanzar no fue fácil, como zorro, tener a una manada de lobos buscándolo en un bosque que era su territorio de caza, hacía que tuviese los nervios a flor de piel, si a eso le añadían a Nalbrek detrás de él siempre a punto de perder contra su celo y matarlo, vigilarlo para que no cortase la cuerda, la imagen de lo que les harían si los encontraban, los repuntes en el celo de Nalbrek que hacían que hasta él cayese al suelo incapaz de mantenerse en pie mientras se mordía sí mismo para evitar generar feromonas, acabaron haciendo que todo se volviese extraño hasta que una de las veces que miró a su alrededor se dio cuenta de que no solo el sol estaba ya bastante alto en el cielo sino que, de alguna manera, lograron salir del bosque que rodeaba la ciudad de los lobos y se encontraban en algún lugar al otro lado de las montañas sin rastro de perseguidores. No entendía cómo lo habían logrado, pero estaba demasiado exhausto como para alegrarse.

Ahora que estaban fuera, se daba cuenta de que, de nuevo, solo era un pequeño paso y es que Nalbrek no estaba en condiciones de hacer el viaje de vuelta, de hecho, la única razón por la que estaba de pie era por la cabezonería de aquel lobo, que lo seguía a ciegas guiado por su conexión, lo sabía porque, cuando se quedaba un poco atrás, casi corría para alcanzarlo y ya no le hacía falta sujetar la cuerda para evitar que se desviase. Hacía mucho que Nalbrek se había convertido en una cáscara vacía que solo se movía para no alejarse y era consciente de que, en cualquier momento, caería al suelo y no se volvería a levantar y él no podía cargar con un lobo de aquel tamaño, incluso aunque estuviese descansado no podría.

En condiciones normales buscaría un pueblo y pediría ayuda, pero en la región de los lobos aquello no era una opción. Debía encontrar un lugar para dejarlo descansar, pero ¿dónde? Ni podía permanecer a su lado para protegerlo, ya que eso era una tortura para Nalbrek, ni podía dejarlo solo, ya que, en su estado, sería presa fácil de cualquier depredador. Y estaba planteándose qué hacer cuando lo recordó. Cuando fue él quien estuvo en esa situación, Nalbrek lo dejó en una cueva hasta que se recuperó. Tan solo esperaba encontrar una antes de que Nalbrek colapsase, pensó desviándose.

Se detuvo frente a la cueva mirándola antes de obligarse a centrarse y olfatear. Allí no parecía haber ningún animal, avanzó un paso dentro de la cueva entrando con precaución y, al comprobar que no había ningún inquilino anterior, comenzó a adentrarse en la oscuridad con Nalbrek detrás, intuyendo, más que viendo, las paredes hasta que todo se volvió tan negro que no era capaz de distinguir nada avanzando con la mano en la pared. Se detuvo dudando si seguir, ya que era peligroso caer por un agujero en el suelo cuando escuchó un golpe sordo. Se volvió con rapidez arrodillándose tan solo para encontrarse a Nalbrek desmayado. Se planteó qué hacer presa del pánico, cuando se obligó a tranquilizarse. No había nada que pudiera hacer, salvo dejarlo descansar allí y rezar porque el efecto del afrodisiaco acabase pronto para poder ayudarlo.

—Vendré en cuanto pueda acercarme. Tú solo resiste, por favor —le pidió antes de levantarse para salir y, una vez fuera, se sentó frente a la cueva enterrando la cabeza en las rodillas preguntándose qué hacer a pesar de saber que no existía una respuesta.




Bueno, Dawi comienza el tercer libro como empezó los demás: dejando claro que hará lo que quiere 😅 Por cierto, ¿habéis visto la hermosa portada que tenemos? Espero que os haya gustado tanto como el nuevo banner. Hay más y espero poder compartirlos con vosotr@s en los siguiente capítulos😍. Todos son de Dayi Rosa, porque yo no sé hacer cosas tan profesionales  👉👈

Gracias por comenzar a leer la tercera parte y espero que sigáis apoyando a estos dos en sus aventuras 💖

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