ยฒ beya โ˜… fred weasley

By Merodeadora05

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โช ๐—ฆ๐—ฎ๐—ด๐—ฎ ๐—•๐—ฒ๐˜€๐˜ ๐—™๐—ฟ๐—ถ๐—ฒ๐—ป๐—ฑ๐˜€, book two . . . โซ ๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฎ โ”Š BEYAใ€€แŸš๐–คœ โ˜… ๐—™red ๐—ชeasle... More

๐Ÿ’” . . . BEYA !
โฑ act one, megan's notes . . . ๏ผ
note 1
note 2
note 3
note 4
note 5
note 6
note 7
note 8
note 9
note 10
note 11
note 12
โฑ act two, megan's revenge . . . ๏ผ
i. fred weasley
ii. mixed feelings
iii. bad vacation?
iv. order of the phoenix
v. between jokes and tunics
vi. broken hearts
viii. unexpected news
ix. gifts and disappointments
x. the escape of the weasley twins
xi. bad mood and exams? a lousy combination
xii. department of mysteries
โฑ agradecimientos . . . ๏ผ
โฑ extra uno . . . ๏ผ

vii. locked in a closet

191 18 7
By Merodeadora05

capitulo siete
"encerrados en un armario"

Como Megan había tenido que confiar en la palabra de Fred con respeto a su "relación" y su futuro al ya no poder regresar a su casa, se encontraba mucho más pensativa que nunca. Layla y Wayne no tenían idea de todo lo que pasaba por su mente y no era su cosa favorita; mentirle a sus mejores amigos era horrible, se sentía mala persona y a pesar de que necesitaba su compañía y ánimos no se podía, poniéndola peor.

El lado «bueno» era que con Fred las cosas iban bien, como si tuvieran una relación más no oficial. Ya no se besaban como antes solo por provocar ni habían tenido sexo, sino que parecía que recién se conocieran siendo unos niños bobos. Nadie más se había percatado de eso, porque aunque a Megan le gustaba ese trato con Fred prefería no hacerlo oficial por miedo a que las cosas volvieran a ponerse mal igual que antes. Además, las cosas en el ED también fluían increíble; en ese momento se encontraban trabajando con el encantamiento patronus (no lo demostraba, pero la tenía muy emocionada).

El suyo había resultado ser un perro salchicha que en esos momentos perseguía a la urraca de Fred, mirándola con molestia porque no quería que atacarán a su patronus. Megan se se reía, y más cuando vio que minutos después Layla pudo realizar su encantamiento y no era más ni menos que un tejón.

—¡Y decías que no eras una Hufflepuff de pies a cabeza! —se burló Megan.

—¡No lo soy! —exclamó riendo Layla. Incluso el perro Jack Russell Terrier de Ron llegó a un lado de Layla y la miraba moviendo la cola, mientras que su tejón se acercó a él y jugaban.

—El mío es el mejor —habló Wayne señalando su patronus, siendo una ardilla y esta correteaba por toda la sala.

En ese momento la puerta de la Sala de los Menesteres se abrió y volvió a cerrarse. Cuando Megan intentó ver no era nadie y se demoró un poco al ver que se trataba de Dobby, el elfo doméstico, que contemplaba a Harry desde debajo de los ocho gorros de lana que no se quitaba ni para dormir.

—¡Hola, Dobby! —escuchó que exclamó Harry—. ¿Qué haces? ¿Qué pasa?

El elfo lo miraba con ojos desorbitados; estaba temblando de miedo. Los miembros del ED que estaban más cerca de Harry se habían quedado mudos y todos contemplaban a Dobby. Los pocos patronus que los alumnos habían conseguido se disolvieron en una neblina plateada, y la habitación quedó mucho más oscura que antes.

—Harry Potter, señor... —chilló el elfo, que temblaba de pies a cabeza—. Harry Potter, señor... Dobby ha venido a avisarlo..., pero a los elfos domésticos les han advertido que no digan...

Se lanzó de cabeza contra la pared. Detestaba verlo de esa forma, porque los elfos no merecían tener que autolastimarse al "hacer algo mal". Harry trató de sujetarlo, pero el elfo rebotó en la piedra, protegido por sus ocho gorros.

—¿Qué ha pasado, Dobby? —le preguntó Harry mientras lo agarraba por el delgado brazo y lo apartaba de cualquier cosa con la que pudiera intentar hacerse daño.

—Harry Potter, ella..., ella...

Dobby se golpeó fuertemente la nariz con el puño que tenía libre y Harry se lo sujetó también.

—¿Quién es «ella», Dobby?

El elfo levantó la cabeza, lo miró poniéndose un poco bizco y movió los labios, pero sin articular ningún sonido.

—¿La profesora Umbridge? —preguntó Harry, horrorizado. Dobby asintió, y a continuación intentó golpearse la cabeza contra las rodillas de Harry, pero él estiró los brazos y lo mantuvo alejado de su cuerpo—. ¿Qué pasa con ella, Dobby? ¿Estás insinuando que ha descubierto esta..., que nosotros..., el ED? —Como Harry seguía sujetándole las manos, Dobby intentó darse una patada y cayó al suelo de rodillas—. ¿Viene hacia aquí? —inquirió Harry rápidamente. Dobby soltó un alarido y exclamó:

—¡Sí, Harry Potter, sí!

Su corazón comenzó a acelerarse como loco al oírlo y se quedó muda. ¿Cómo carajos la cara de sapo había logrado encontrarlos? ¿Alguien había ido de soplon a decirle todo lo que sabía del ED? Porque no había otra forma en la que ella hubiera podido enterarse de no ser que los delataran, y solo esperaba fuera alguien que le cayera mal para poderlo golpear después.

Luego, Harry se enderezó y echó un vistazo a ellos.

—¿QUÉ ESPERAN? —gritó—. ¡CORRAN!

Entonces todos salieron disparados hacia la puerta, formando una marabunta, y empezaron a marcharse precipitadamente de la sala. Megan no lo pensó dos veces para salir corriendo, y aunque hubiera querido quedarse con sus amigos, los perdió entre el tumulto de gente. Al estar fuera de la sala, quiso soltar un suspiro de tranquilidad, pero escuchó una voz chillante.

—¡Te veo, Jones! —la voz de Pansy Parkinson se escuchó por todo el pasillo, apuntándola con su varita. Megan tragó en seco, sosteniendo su varita con fuerza y comenzó a correr por todo el pasillo. De pronto, unos hechizos golpeaban el piso o la pared, indicando que ella buscaba hechizarla—. ¡No te escaparas!

—¡En tus sueños, Parkinson! —le gritó con odio, lanzándole un expelliarmus, aunque, como iba en movimiento, no le dio, pero sí hizo que una banca se colocará frente a ella e impidiéndole pasar. Sabía que eso no haría nada, pero sí le daría unos minutos de ventaja, así que siguió corriendo.

Al llegar al final del pasillo se giró y vio que Parkinson aún estaba un poco lejos, y al cruzar al siguiente pasillo se puso de cuclillas, respirando aceleradamente. ¡Carajo, ella no tenía buena condición cuando se trataba de correr y menos siendo perseguida!

—¡No escaparas, te lo dije! —se escuchó nuevamente la voz de la chica a la lejanía, y por un segundo pensó en dónde se escondería.

Decidió seguir huyendo, cuando una mano la jalo hacia el interior de un armario sin darle permiso de si quiera ver quién la había atrapado. Megan estuvo a punto de gritar, pero le taparon la boca. Al mirar hacia arriba pudo ver qué se trataba de Fred y se relajó demasiado, así que él la soltó. Iba a decir algo, pero Fred le hizo una seña de que guardara silencio; al mismo tiempo se oyeron pasos cerca.

—¡¿Dónde carajos te metiste, Jones?! ¡Te voy a encontrar, maldita traidora de sangre!

Megan puso los ojos en blanco, pensando que, de todos los insultos existentes, tenía que usar el que más le daba igual. Fred la miraba fijamente, y ella por un segundo había olvidado dónde se encontraba y con quién, sintiendo un revoltijo en su interior al estar tan cerca de él, pudiendo escuchar los latidos de su corazón y su respiración. Ignorando todo alrededor, sintió como Fred colocaba sus manos en su cintura, rodeándola; también, cuando Megan abrió ligeramente la boca, algo se poso encima de sus labios.

Fred se había acercado para besarla sin más, y Megan no había sido fuerte como para rechazarlo, simplemente se dejó llevar. Un calor inundó su cuerpo mientras se seguían besando, sintiendo las manos de Fred recorrer todo su cuerpo en un instante. Se separaron un poco para respirar, considerando que estaban en un armario, y Megan suspiró cuando Fred la tomó del rostro con delicadeza.

—Esto… no deberíamos hacerlo… —murmuró Megan en voz baja, aunque ya no se oían pasos cercas y era obvio que Parkinson ya se había alejado.

—¿Uh? ¿Por qué no? —le preguntó con curiosidad Fred, acariciándole el rostro. Megan lo miró mal, ya que él sabía que ese era un gesto que le gustaba mucho.

—Fred, nos pueden encontrar en cualquier momento…

—Eso a mí no me importa, lo sabes, Meg —susurró sobre sus labios, mirándola con seducción—. Podríamos estar un ratito aquí encerrados…

—No aquí —con voz firme, lo miró directamente a los ojos y se lo pidió—. De verdad… Aquí no.

—¿Segura?

Megan asintió. Fred la miró con cariño. Su corazón se aceleró al ver que él no tenía problema con respetar su decisión… porque, Fred Weasley podía ser todo, pero sabía respetar ese límite y era unas de las cosas que más quería de él. Le sonrió y le dio un beso rápido en los labios, provocando que Fred también le sintiera.

—De acuerdo… Entonces, ¿nos vamos?

Habían caminado hacia la Sala común de Hufflepuff, y Fred le había contado que tenía planes de hacerle travesuras a Umbridge, cosa que le hacía muy feliz. En todo el camino no se encontraron con nadie que no quisieran, así que, tras haberse despedido, ella entró a la Sala y se dirigió a su habitación, sorprendida de que no hubiera muchas personas. Claro que, después se había encontrado con Layla y Wayne, platicando entre ellos de qué había sucedido tras su casi atrapada por Umbridge; Layla se había ido a la Biblioteca con Ron y Wayne casi era atrapado, pero Theodore Nott lo había salvado.

Además, como sí el día no hubiera sido lo suficientemente malo en ese entonces, cuando Layla y ella iban a dormir vieron aparecer un cartel en el tablón de los anuncios, un nuevo decreto.

Y así, los carteles que nombraban a Umbridge la nueva directora, habían aparecido en el colegio durante la noche, pero eso no explicaba cómo era posible que todo el mundo, sin exceptuar a nadie en el castillo, supiera que Dumbledore había burlado a dos aurores, a la Suma Inquisidora, al ministro de Magia y a su asistente junior, y había escapado. Fuera a donde fuese, se comprobaba que el único tema de conversación era la huida de Dumbledore, y pese a que algunos de los detalles se habían modificado al volverlos a contar (oyó cómo una alumna de segundo le aseguraba a otra que Fudge estaba ingresado en el Hospital San Mungo con una calabaza por cabeza), resultaba sorprendente lo preciso que era el resto de la información que tenían. Todos sabían, por ejemplo, que Harry y Marietta habían sido los únicos estudiantes que habían presenciado la escena en el despacho de Dumbledore, pero como Marietta estaba en la enfermería, Harry se vio asediado por sus compañeros, que le pedían un relato de primera mano.

Layla había ido a platicar con el trío, y Megan y Wayne habían tenido una conversación muy interesante con el Fraile Gordo cuando estaban caminando juntos hacia el Gran Comedor. Cuando vieron a Layla acercarse a su mesa, le hicieron señas para que se apurará.

—¿Qué sucede? —les preguntó a ambos, sentándose a su lado. Megan se apresuró a responder.

—El Fraile Gordo nos ha dicho que
anoche la profesora Umbridge trató de entrar en el despacho del director después de buscar a Dumbledore por todos los rincones del castillo y los jardines. Pero la gárgola no se apartó de la puerta. El despacho se había cerrado para impedirle la entrada —sonrió con suficiencia—. Por lo visto, le dio un berrinche de miedo.

—Al parecer esa mujer aún no entiende cómo son las cosas en Hogwarts —dijo Wayne riendo—, y me encantaría ver cómo actúa ahora, porque nadie la respeta.

Con un intercambio de palabras cortas acerca de que Megan había olvidado su pluma y tinta en su Sala Común, se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la salida del Gran Comedor.

—Los gemelos me dijeron que tienen una idea contra Umbridge —les susurró la rubia, sonriendo—, y sólo espero funcione.

—Esa vieja se lo merece —se quejó el castaño, frunciendo los labios.

—¿Quién se merece qué, Hopkins? —preguntó una voz con soberbia.

Cuando se giraron,vieron a Draco Malfoy sonriendo con autosuficiencia, junto con Crabbe, Goyle, y detrás estaban Zanini y Theodore. El Hufflepuff se quedó callado, y no tanto por el hecho de que estuviera a punto de ser probablemente castigado, sino que el chico que le gustaba lo veía con curiosidad, aunque no se notaba.

—Métete en tus asuntos, Malfoy —le respondió Layla con un tono de molestia. El rubio se rió.

—¡Mira cómo me puso tu advertencia! —exclamó y fingió que su mano temblaba, para después reír—. Tal vez debería bajarles puntos... De todas maneras, somos parte también de la Brigada Inquisi...

—¿La qué? —repitió Megan curiosa, pero sin su tono de amenaza. Estaba de más decir que Malfoy si se sentía intimidado de ella, pero evitó mirarla y respondió.

—La Brigada Inquisitorial, Jomes —repitió Malfoy, y señaló una «B» y una «I» diminutas y plateadas que llevaba en la túnica, debajo de la insignia de prefecto—. Un selecto grupo de estudiantes que apoyan al Ministerio de Magia, cuidadosamente seleccionados por la profesora Umbridge. Los miembros de la Brigada Inquisitorial tienen autoridad para descontar puntos a todos, incluyendo los prefectos... Así que, Wayne, diez puntos menos por traidor de sangre, Jones, a ti te descontare cinco por prepotente, y Dunnet, diez por sangre sucia.

Megan, furiosa, sacó su varita mágica, pero Layla la apartó y susurró:

—¡Quieta, Meg!

—Una actitud muy prudente, Dunnet —musitó Malfoy—. Nueva directora, nuevas reglas... Pórtense bien.

Y dicho eso se alejó riendo a carcajadas con Crabbe y Goyle. Theodore le dio una mirada nada discreta a Wayne y se alejó rápidamente de ahí con un curioso Zabini, que incluso se regresó y se despidió con la mano burlón.

—Los detesto —murmuró Megan, guardando su varita y caminando con grandes zancadas de nuevo hacia su sala común. Sentía que en cualquier momento estallaría en chispas.

—Somos dos —afirmó el castaño, resoplando, tal vez pensando en el chico serpiente.

—Creo que no necesito decir que yo también —añadió al final Layla, negando con la cabeza y siguiendo el paso de sus amigos.

Megan estaba preocupada por todo lo que sucedía, no lo iba a negar. Cada vez todo parecía ser peor, ¡pero al menos no los habían capturado la Brigada Inquisitorial ese día! Temía que la imbécil de Parkinson la hubiera delatado, pero seguro no había tenido el coraje suficiente, porque sabía que Megan se podía vengar. Era el lado bueno de estar con los gemelos Weasley.

Después, entre malas palabras de Megan, sorprendentemente de Wayne y suspiros frustrados de Layla, siguieron su camino, y no tardaron más de diez minutos en ir y regresar de la Sala Común para dirigirse a su próxima clase. Lo que son duda no esperaban encontrarse, fue un inmenso alboroto en el piso.

Alguien (evidentemente Megan sabía quién, o quiénes) había hecho explotar lo que parecía un enorme cajón de fuegos artificiales encantados. Por los pasillos revoloteaban dragones compuestos de chispas verdes y doradas que despedían fogonazos y producían potentes explosiones; girándulas de color rosa fosforito de un metro y medio de diámetro pasaban zumbando como platillos volantes; cohetes con largas colas de brillantes estrellas plateadas rebotaban contra las paredes; las bengalas escribían palabrotas en el aire; los petardos explotaban como minas allá donde mirara, y en lugar de consumirse y apagarse poco a poco, esos milagros pirotécnicos parecían adquirir cada vez más fuerza y energía.

Filch y la profesora Umbridge estaban de pie, petrificados, en mitad de la escalera. Mientras los tres contemplaban el espectáculo, una de las girándulas más grandes por lo visto decidió que lo que necesitaba era más espacio para maniobrar, y fue dando vueltas hacia donde estaban la profesora Umbridge y el conserje, emitiendo un siniestro «¡Iiiiiuuuuu!». Ambos gritaron de miedo y se agacharon, y la girándula salió volando por la ventana que tenían detrás y fue a parar a los jardines. Entre tanto, varios dragones y un enorme murciélago de color morado, que humeaba amenazadoramente, aprovecharon que había una puerta abierta al final del pasillo para escapar por ella hacia el segundo piso.

—¡Corra, Filch, corra! —gritó la profesora Umbridge—. ¡Si no hacemos algo se dispersarán por todo el colegio! ¡Desmaius!

Un chorro de luz roja salió del extremo de su varita y fue a parar contra uno de los cohetes. En lugar de quedarse parado en el aire, éste explotó con tanta fuerza que hizo un agujero en el cuadro de una bruja de aspecto bobalicón, retratada en medio de un prado; la bruja corrió a refugiarse justo a tiempo, y apareció unos segundos más tarde apretujada en el cuadro de al lado, donde un par de magos que jugaban a las cartas se levantaron rápidamente para dejarle sitio.

—¡No los aturda, Filch! —gritó furiosa la profesora Umbridge, como si el conjuro lo hubiera pronunciado él.

—¡Como usted diga, señora! —exclamó resollando el conserje y corrió hacia un armario cercano, sacó de él una escoba y empezó a golpear con ella los fuegos artificiales. Unos segundos más tarde, la parte delantera de la escoba estaba en llamas.

Aquella tarde los fuegos artificiales siguieron ardiendo y extendiéndose por el colegio. Pese a que ocasionaron graves trastornos, sobre todo los petardos, a los otros profesores no pareció importarles mucho.

—¡Vaya! —exclamó la profesora McGonagall con sarcasmo cuando uno de los dragones entró en su clase y se puso a volar describiendo círculos y lanzando sonoros estallidos y llamaradas—. Señorita Brown, ¿le importaría ir al despacho de la directora e informarle de que un dragón se ha escapado y ha entrado en nuestra aula?

El resultado de aquel jaleo fue que la profesora Umbridge se pasó la primera tarde como directora corriendo por el colegio y acudiendo a los llamamientos de los otros profesores, ninguno de los cuales parecía capaz de echar de su aula a los fuegos artificiales sin su ayuda. Cuando sonó la última campana y volvían hacia su Sala Común con sus mochilas, Megan vio con inmensa satisfacción que la profesora Umbridge, completamente despeinada y cubierta de hollín, salía tambaleándose y sudorosa del aula del profesor Flitwick. Éste le agradeció, burlón de que ella tenía que ser la que se encargará de todo ese asunto.

Sabía que debía ir a hacer deberes con sus mejores amigos, pero antes, Layla quería dar una vuelta para distraerse. Aunque sus planes no salieron como ella pensaba, porque al salir de su Sala Común (avisando a Layla y Wayne que volvía en un rato), se llevó la sorpresa de encontrarse con Draco Malfoy, y mucho más, sin que él la insultara.

—¿Qué haces aquí, Malfoy? —le preguntó con un toque de molestia, cruzándose de brazos y mirándolo con una ceja alzada. El rubio hizo caso omiso a sus actitudes y simplemente le respondió.

—Bueno… Quería hablar contigo, Jones.

Megan se sorprendió bastante, pero trató de que no fuera muy evidente. Miró el pasillo, asegurándose que no hubiera nadie ahí cerca (sobre todo alguien Hufflepuff), no quería que la vieran platicar con él.

—¿Qué es tan importante como para que no vengas insultándome? Me impresionas —se burló. Malfoy rodó los ojos.

—Algo personal, me gustaría poder hablarlo… en otro lugar que no sea en medio de un pasillo.

Aunque le dio mala espina, terminó asintiendo. Sostuvo su varita con cautela mientras caminaba hacia una aula vacía cercana, dispuesta a atacar si a él se le ocurría hacerlo. Malfoy era extraño y más aún llegando sin gritar o insultar, no podía confiar en él. Al entrar al aula, Malfoy también lo hizo, y ella la cerró sin un hechizo por si era necesario huir; era gracioso todo lo que atravesaba por su mente tan rápido, pero tenía que ser precavida.

Se sentó en el escritorio, cruzó las piernas y lo miró con curiosidad al ver que no se movía de la puerta de entrada. Hizo un gesto de que podía hablar, y lo hizo entonces.

—Esto es algo que, créeme, no me agrada nada —empezó explicando con molestia, evitando su mirada curiosa—. No tengo nada que ver con esto y yo no estoy de acuerdo…

—¿Vendrás a platicar para escudarte o me dirás qué sucede? —lo interrumpió, resoplando. Quería alejarse de él lo más rápido posible y no lo hacía nada sencillo. Malfoy la miró mal antes de continuar.

—Bien. Tú madrastra ha contactado a la mía, le ha dicho que quiere… comprometerte conmigo —murmuró con disgusto, provocando que Megan abriera los ojos sorprendida y se quedara sin habla. Definitivamente, eso fue lo último que imagino que Malfoy diría—. Lo sé, tampoco me gusta la idea. Pero eres sangre pura y mi madre no vio mal la idea… lo está considerando. Y quiero que sepas que nunca me casaría contigo, primero muerto y echado al calamar gigante.

Aún sorprendida y nada contenta, Megan soltó una carcajada por su último comentario. ¿Acaso él creía que ella querría casarse con él?

—En tus sueños nos casaríamos, Malfoy —escupió con asco, lo suficiente para que él lo viera. El rubio la miró con malos ojos, pero no dijo nada—. Actualmente… tengo unos problemas con mi madrastra, así que no me sorprende mucho que vaya hecho eso. Pero, no te preocupes, nunca sucederá. ¿Ya le dijiste a tú madre que soy una traidora de sangre? —se burló con cinismo, guiñándole un ojo. Malfoy rodó los ojos.

—Lo he hecho. Quería comunicarte porque supuse que era en contra de tu voluntad. Y también sabía que no querías el honor de ser mi esposa…

—Cállate, Malfoy. Ni con maldición imperius lo haría.

Él se rio con sorna.

—Al menos en algo estamos de acuerdo, Jones. Espero puedas hablarlo con tu madrastra…

—¿Estás sordo? Te dije que estoy peleada con ella —murmuró con disgusto, y en sus pensamientos estaba el qué carajos estaba pensando esa mujer para comprometerla con ese chico tan horrible—. Ya veré qué hago con ella, no debiste tomarte la molestia —se levantó del escritorio y comenzó a caminar hacia la puerta, pero cuando pasó al lado de Malfoy, él la detuvo.

—Espero no insista, Jones, no quiero tener que hablar pestes de ti, más de lo que ya he hecho —le advirtió Malfoy, tomándola del brazo con fuerza y una mirada penetrante. Megan sonrió burlona, se soltó a la fuerza y caminó fuera del aula, dejando a Malfoy solo.

Saliendo de ahí pensaba, ¿qué rayos acababa de suceder? ¿Es que acaso esa mujer no se cansaba de joderle la vida? ¡Sino que también quería comprometerla! Debía estar mal de la cabeza o necesitada de dinero para aquello. Megan no pensaba escribirle, pero confiaba en que, aquel silencio, significará que tal vez no se lo tomaba muy en serio. Imaginaba que esa Sissia había esparcido cartas a todas las familias sangre pura para casarla, y de solo pensarlo se le hervía la sangre.

¡¿Por qué a ella?!

HOLA!! he arreglado el capítulo porque ví que había un par de errores basándome en el libro de layla y ron jqjsjs, así que lo edité
está ligeramente diferente al anterior capítulo, cambia una escena, pero los que la habían leído ya la volverán a ver solo que en otra ocasión para que no se sorprendan <3
espero traerles pronto el siguiente capítulo, ya ando trabajando en ese y por eso me di cuenta del error
les quiero y no olviden votar!!

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