Diario de Mandey

By CoronadoRey

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Diario de un artista que conversa con un Grillo. Diario de un loco que se enamora de una colegiala. Diario de... More

Día 1: Grillo
Día 2: Raquel
Día 3: Raquel en peligro
Día 4: La cita
Día 5: La verdad de Mandey
Día 7: Dolores
Día 8: Raquel debe morir
Día 9: Lo que Dolores oculta
Día 10: El hechizo de la rueca
Día 11: El regreso a la granja
Día 12: La prima Romelia
Día 13: Tragedia en las llanuras
Día 14: Regreso a la ciudad
Día 15: Valeria
¡Apoteosis final!
Despedida

Día 6: El encuentro

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By CoronadoRey

(interior- casa de Mandey)

Abriste la puerta y Raquel asomó...

Y la contemplaste unos instantes preocupado, ensimismado...

Ensimismado, sí, preocupado, porque sabía que la iba a perder,

que sería mía unos instantes, pero dejaría de serlo muy pronto...)


-¿Me vas a dejar pasar o vas a retratarme en el vestíbulo?

-Así que al final te arriesgaste a venir...

-¿Acaso lo dudabas?

-No, la verdad es que no.

-Aquí me tienes, dispuesta a descubrir al artista.

-Espero no defraudarte.

-Esperemos que no, por el bien de los dos.

-El reto es complicado y lo sabes.

-Pero no imposible para un artista de tu talla.

-Ya te dije que resulta imposible representar la belleza.

-Entonces me conformaré con que pueda reconocerme en tu dibujo.

-Trae, déjame que cuelgue tu chaqueta.

(Raquel se despojó de su prenda y llevó su mirada hacia el salón.

Lo hizo, sí, y descubrió el desorden reinante)

-Tienes una casa muy... peculiar.

-Disculpa el desbarajuste, pero me resulta más cómodo tener todo el material de dibujo a mano.

-¿De verdad puedes manejarte en medio de este caos?

-La única que tiene que estar ordenada es mi cabeza.

-¿Y lo está, Mandey?

-Para el Arte sí.

-¿Y el Grillo? Me dijiste que vivías con uno.

-Tranquila, estará callado. Le he dejado en su cajita...

-Entonces, ¿no hay nadie más?

-No. Ésta era la casa de mi tía, pero murió hace unos años.

-¿No tienes hermanos?

-Uno de cada sexo.

-¿Y dónde están?

-En la granja, con madre.

-¿Y padre?

-Padre murió hace años.

-Lo siento.

-¿Por qué? No has de sentir la muerte.

-¿Tanto aborreces la vida?

-¿Tanto la amas?

(Raquel quedó pensativa. Era la primera vez que alguien le mostraba el lado siniestro de la vida...

¡No, Mandey, no la contamines con tu angustia!

No la atraigas a tu pozo de amargura...

No lo haré, ¡no! Raquel ha de ser libre)

-¿Te apetece tomar algo?

-Así que es verdad que quieres envenenarme.

-Sólo es un ofrecimiento que te hago por ser tu anfitrión.

-No, gracias, no quiero tomar nada. He venido exclusivamente a que me pintes.

-Mucha seguridad demuestras para ser tu primer posado.

-¿Qué insinúas?

-Que tienes que estar muy convencida de tu amor por mí.

-De lo que quiero estar convencida es del tuyo por mí.

(Raquel se paseó por el salón y contempló las paredes orladas con tus pinturas...

Con mis pinturas, sí, y con mis preciosos bocetos de estudios anatómicos)

-Veo que llevas tiempo estudiando el cuerpo humano...

-También me apasiona la mente humana.

-¿La mente humana?

-Saber, conocer cómo piensa la gente que me rodea y qué les motiva para actuar de determinada manera.

-Y según tú ¿qué fue lo que me llevó a mí hasta tu apartamento?

-Lo sabremos cuando termine de retratarte.

-Tal vez me responda antes tu mano.

-¿Mi mano?

(ella te tomó la mano.

Me tomó la mano, sí, y procedió a leerla como hiciera yo con la suya el día antes)

-¿Qué ves?

-Tu línea del amor. Me parece que hoy estás de suerte, Mandey. Tus señales me indican que hoy tu piel se erizará y sentirás la pasión y el roce de mi cuerpo.

-No trates de tomar el control.

-"Control" es una marca de preservativos.

-No voy a desvirgarte, Raquel.

(Sí, vas a hacerlo, deseas hacerlo!

Sí, deseo hacerlo, lo deseo!)

-Nunca te lo pondré más fácil, Mandey.

-Entonces pareceré descortés si te rechazo.

-Más bien parecerás otra cosa...

-No quiero que pienses que te he invitado para...

-¿Para qué?

(vértigo, vahído!

Vahído, sí, al imaginarse nuestras mentes al uno sobre el otro, recostados)

-Túmbate en el canapé, por favor.

-¿El canapé?

-¿Tú no lo llamas así?

-No lo sé, es tu casa.

-Túmbate.

-¿Cómo vas a retratarme?

-Tumbada, ya te lo he dicho.

-¿No quieres que me quite la ropa?

-Quiero si tú quieres.

-Sí, quiero.

-Ponte cómoda entonces; ya sabes que estás en tu casa.

(lentamente, se desabrochó los botones de la camisa.

Se desabrochó la camisa, sí, y de ella manaron embriagadores perfumes y esencias que envidiaría una ninfa...

...y por un momento me sentí transportado al jardín de las delicias y apartado de cuanto me rodeaba...)

-Tu... túmbate mirando hacia mí con la cabeza sobre la palma de tu mano.

-¿Por qué vacilas?

-No es vacilación, es el desenfreno y la lujuria que hacen palpitar a mi cuerpo.

-¿Tan hermosa te parezco, Mandey?

-Toda la alabanza que pudieran expresar mis labios sería injusta.

(sonrió ella...

Sonrió, sí, y los destellos de su sonrisa me traspasaron el alma)

-No te pases de adulador.

-Para ti es fácil decirlo porque no te estás mirando a la cara en estos momentos.

-¿Qué ven tus ojos cuando me miras?

-Veo a un ángel al que le basta sonreír para remontarse sobre las nubes y burlarse de los hombres.

-¿Qué soy, una diosa?

-Eres una musa, sí, mi musa, al menos por esta noche...

-Sí, ésa soy yo: tu musa, Mandey, tu musa...

(el cuerpo desnudo que ante ti se mostraba obedeció y posó sobre el tapiz rojo del canapé.

Obedeció, sí, y tomé el carboncillo entre mis dedos y esbocé su figura, su linda figura, su figura desnuda...

Del papel no tardaron en brotar sus delicadas formas,

sus contorneados muslos,

a los que se unieron sus caderas y su vientre plano,

sus incipientes senos...

Y poco a poco la musa fue cobrando forma,

hasta que sus ojos esbozados contemplaron los míos, sí,

y los míos los suyos sobre el papel...)

-¿Has terminado?

-Así es.

-¿Por qué no te acercas?

-¿De verdad quieres que lo haga?

-De verdad.

(tus pasos te llevaron hacia ella, te arrastraron hacia ella!

me arrastraron, sí, y mis rodillas me postraron y mis ojos la contemplaron)

-¿Puedo ver el dibujo?

(sin apartar de ella la mirada, le mostraste su retrato, su precioso retrato, su perfecto retrato.

Le mostré el retrato, sí, pero la única obra de Arte que veían mis ojos era Ella...

Mi ninfa sobre mi sofá)

-Es... es maravilloso. Es como mirarme a un espejo.

-Es un espejo empañado

-¡Qué dices! ¡Es incluso mejor! Es... es el reflejo de un cisne en las aguas de un estanque. ¡Dios mío, Mandey! Me has retratado como a una diosa.

-Yo pinto lo que ven mis ojos.

-¿Así es como me ves?

-¿Qué otra prueba necesitas para que te demuestre que lo que siento es puro? Dímelo y lo haré.

-Mandey, ¿por qué te atraigo? ¿Por qué te fijaste en mí y no en otras?

-Es algo más allá de tu cuerpo y de tus facciones.

-¿Qué es? ¡Dímelo!

-Te cruzaste en mi camino y mis ojos leyeron en los tuyos y vieron al cisne reflejado.

-¡Oh, Mandey!

-Vieron un alma triste y solitaria... Un alma profunda y necesitada.

-¿Qué más vieron? ¿Qué más?

-Ya te dije que hay sentimientos que la boca no puede expresar más que mediante besos.

-¿No puede o no encuentra las palabras adecuadas?

-Un beso es una palabra, la palabra "amor" que se deshace en los labios...

-Mandey...

-Raquel.

-Acércate y susurra esa palabra sobre mis labios.

(con tu mano agarrada, la llevó hacia sus pechos, sus incipientes pechos, sus contorneados pechos y el deseo se apoderó de ti.

Se apoderó de mí, sí, y la amé y la poseí,

y fue mía!)

-Voy a ser tu musa, Mandey.

-Vas a serlo, sí, y voy a remontar contigo hasta los cielos.

(Afuera, se desató la tormenta...)

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