Todo por ella

By LauraKatalinaCS

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Todos pensaban que Rizevim Liván lucifer tan sólo era un egocéntrico en búsqueda de poder, pero nadie sabía p... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10

Capítulo 11

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By LauraKatalinaCS

Las noches aciagas se han convertido en parte de la rutina del demonio de cabellos plateados, quien solo ruega por una última visión, sentirla entre sus brazos, regañarla y darle todo el amor del que tanto sus padres hablaban.

Aún recordaba la última conversación que tuvo con su cruel y adorada madre, quien le prometió mientras lo tenía sentado en su regazo, a pesar de que ya era un adolescente, que le entregaría una hermana, quien sería su pareja, toda suya, algo que debía proteger de todos aquellos quienes desearían hacerle daño, en especial cuando fuese pequeña. Así ella comprendería desde muy temprana edad con quien debería quedarse.

Suspira mirando a la luna desde un risco estando recostado sobre la hierba, la voz de su madre retumba en sus oídos regañándolo por no cuidar correctamente de su hermana y el castigo que vendría para él, debía encontrarla sino, la familia Lucifer caería en desgracia porque todo lo que alguna vez estuvo estipulado para suceder, ya no lo haría.

Una estrella fugaz cruza el cielo en penumbras y Rizevim sólo puede regocijarse en la masacre que ha logrado desarrollar en la armada angelical.

Cada vez que alguno de los angeles de Miguel acudía a detener la tragedia en el mundo humano, Rizevim aprovechaba para torturar a cada uno de estos, arrancarles las alas, despellejarlos vivos y cortarlos a trozos hasta comerlos con voracidad, en búsqueda de un gran poder que albergar para poder lograr su objetivo: que el mundo fuera un desastre y poder recuperarla, todo por ella.

Todo por ella, se repetía sin cesar, todo por ella. para que fuese capaz de entregarse a él, a su hermano, para que no lo traicionara y se conviertiera en la reina de su mundo. Pero sin ella no hay tal cosa.

Se levantó apurado, debía encontrarla, debe ir por ella. Pero no sabe como alcanzar el cielo, si es que la información de este espeluznante ángel caído era verdadera. si debía hacer caer al msmo recinto de los ángeles para que ella regresara, lo haría.

—Euclid, necesito que le saques toda la información a ese asqueroso ángel caído, ahora.

Este solo asintió desde las sombras y Rizevim metió las manos en su gabardina, extrayendo una piedra traslúcida con un símbolo demoniaco en el centro que apenas se notaba. la frotó entre sus manos para recitar una última parte de un conjuro en sumerio, el cielo se llenó de un dorado fulguroso y del espesor de las cenizas, por un momento el capullo de una larva se hizo presente en el lugar, pero este desaparece con los destellos y la piedra cayó al suelo hecha pedazos.

Rizevim tiró de su cabello con rabia y volvió a guardar el dispositivo mágico en la gabardina. Nada de lo que tenía planeado le estaba saliendo bien y eso lo preocupaba, cuanto más durara en hallar al dragón de la media luna y quizá a otros aliados, no la tendría devuelta, ni a ella ni al orgullo que poseía.

Desplegó sus alas de murciélago y eclipsó a la noche misma que iba tomando los colores de la madrugada, del tiempo más oscuro antes del amanecer.  Necesitaba respuestas y debía acudir al lugar donde quizá hallaría algo de los vestigios de su familia.

En silencio tomó rumbo hacia el río Sena que lo guiaría a su lugar de encuentro, no había ni un solo ser sobrenatural a la vista, lo cual podría ser un buen o mal augurio, según fuera quien lo observara.

El viento le dió la bienvenida y un atisbo de otoño llegó a sus fosas nasales, anunciando que próximamente vendría el invierno en el mundo humano y antes de ellos, el equinoccio de otoño, con ello el cumpleaños de su querida.

Gruñó en cuanto el pensamiento le atravesó la mente, ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella? Quien sabe.

Cayó al suelo con un suave golpe y comenzó a caminar buscando la calle adecuada, hasta sentir la presencia de seres sobrenaturales los cuales se dirigían hasta una de las alcanarillas, la más desleída y escondida en el suelo. Cada uno la atravesaba luego de decir unas palabras, por lo cual se aproximó tomando una actitud seductora a una elfa, ataviada con un vestido lleno de lentejuelas que danzaban al ritno de sus pasos en conjunto con su largo cabello blanco, muy similar al suyo, una belleza sin igual. 

Al tenerla a unos pasos, se dispuso a comenzar con su juego.

—Agraciada dama, no esperaba encontrarla entre las sombras de la ciudad de la luz, ¿aún me recuerda? Bailamos hasta el alba, nos entregamos el uno al otro y forjamos una promesa, la de encontrarnos siempre a la luz de a luna... —Sonrió con gracia.

La mujer se hallaba ensimismada, las palabras calaban su corazón, una tras otra le aviavabn el recuerdo del hombre que prometió volver a verla desde hacía más de un siglo, pero que este no había regresado. Tenerlo allí en sus narices le provocó una gran excitación, deseos de un beso, de abrazarlo, de dejar sus pretenciones de lado aunque fuese por un aciago momento en el cual tendría el amor por el cual le había rogado a los dioses...

Las imagenes de sus deseos fueron captados por Rizevim desde el momento en que la vió, por lo cual lo aporvechó para cubrirse con algo de magia y darle lo que estuviera buscando, de esa manera también obtener la información que necesitaba.

La agarró de las manos y depositó un beso en la unión entre ellas, con eso bastó para que cayera en sus brazos y le susurrara absolutamente todo lo que había acontecido en su vida a lo largo del siglo y cuanto esperaba su regreso , de igual forma, el hechizo que le llevaría dentro.

Al poseer toda la información, Rizevim la tompo en sus demoniacos brazos para asi alejarse del lugar y en un callejón lo bastante alejado, sacarla de su trance  y analizar la mirada de horror que recorrió todo su ser que le hizo sentirse fascinado y orgulloso, en especial al recordar las palabras de su madre. "Los demonios no son héroes o seres con sentimientos más allá de la pertenencia, solo arrebatan lo que les pertenece, con brutalidad, con sevicia, no son seres llenos de bondad y eso lo entenderás con el tiempo".

Transformó sus uñas en largas garras con las que amenazó a la mujer pasmada contra la pared y esta intentó correr, antes de que el mismísimo hijo de demonio le clavara las garras en la garganta y cayera al suelo mientras se desangraba y este la dejara allí sin acatar los bramidos que salían expulsados de la contraria.

Volvió a posicionarse frente a la alcantarilla y susurró el conjuro, al segudo una leve marca se formó en su mano derecha, tomando la forma de una corona de espinas, la corona de príncipe que alguna vez fue suya. El hueco se abrió y lo engulló tan rápido que no pudo sumergirse en sus recuerdos antes de aparecer en una de las cámaras repletas de huesos humanos.

—Bienvenido, futuro rey de los demonios, ¿qué podemos hacer por usted? —una aterciopelada voz le saludó detrás suyo.

Se dió la vuelta para darse cuenta del espectro anfitrión, un humano que parecía ser perteneciente de la época en la que se construyeron las catacumbas, apenas era visible su rostro y no pudo determinar si este estaba molesto por hallarlo allí o si había algo más.

—Muchas gracias, mi estimado. Solo busco la manera de traer a la vida a ciertos artefactos que me pertenecen —Mintió.

El espectro solo asintió para señalarle una de las calaveras apoyada en la pared a su lado derecho, diferente a las otras, con cuernos sobresalientes de sus sienes, parecía ser un demonio. Esto no le causó el menor miedo, hasta que observó una imagen que bailaba en las cuencas de la calavera.

Una joven de apenas 14 años con el cabello castaño que corría lejos de algo o alguien, le pareció extraño hasta que se vió, de rodillas, rogandole que no se fuera y a ella renegando de espaldas antes de salir corriendo de la escena, dejándole una de las peores frases que pudo escuchar...

"Nadie nunca te amará, eres un demonio, y yo no seré parte de tu codicia"

La visió desapareció, dejándole una extraña opresión en el pecho, sus lágrimas descendiendo por las mejillas y el corazón latiendo como loco. Esto no podía ser real, no dejaría que esto sucediera. Volteó a ver al espectro.

—Ya conozco tus deseos, Rizevim... Puedo concederte lo que quieras, con ciertas condiciones.

No dijo nada, pensaba que era preferible quedarse a la expectativa de lo que pudiese suceder. El espectro continuó con su perorata, esperaba de su parte una alianza y un puesto en el infierno. Pero Rizevim ya tenía su mirada en otra parte, una calavera deslumbrante recubierta aún por carne. 

—Claro que lo haré, puede confiar en mi palabra.

El espectro a pesar de que poseía dudas, asintió mientras le guiaba al sitio donde debía hacer el trato de sangre, por supuesto. Los pesamientos de Rizevim eran un caos, solo una idea asomaba y es que debía hacer todo por tenerla a su lado así tuviera que obligarla.

Al acercarse a una de las bifurcaciones de la cámara, el demonio se hizo el tonto y se acercó a la calavera apenas descompuesta, la tocó y el espectro se abalanzó contra él, sin poder hacer nada en cuanto este activó las llamas santas que engulleron lo poco que quedaba de la humanidad de este.

—¡Te maldigo! Morirás en unos cuantos años mientras intentas que tu plan se lleve a cabo, nada de tu locura quedará en pie, siempre habrá quien te frene.

El espectro desapareció y Rizevim escupió en el lugar en que este había residido quien sabe por cuanto tiempo en realidad, no tenía tiempo de prestar atencióna  advertencias tontas.

El ruido de lo ocurrido llamó la atención de todos los seres sobrenaturales que se hallaban a lo largo de la galería, quienes corrieron en dirección a Rizevim. Intentaron atacarlo, pero este los encerró en un círculo en llamas divinas. El demonio se paseó entre ellos observando a cada uno, elfos, hadas, ninfas, enanos, seres de hielo, nada importante. 

Un leve carraspeo llamó su atención entre el cúmulo de seres que lo miraban enfurruñados y se vió observado por un par de ojos púrpuras, una muchacha de quizá 20 años que sonreía con placer al ver el fuego centelleante.

—¿Qué quieres, humana? —Contestó Rizevim con apatía.

—Destruir el mundo con esas llamas.

La respuesta le encantó, era la única que no parecía estar asustada, tan solo fascinada ante lo que estaba viendo y eso la hacía merecedora de lo que pudiera estar buscando. De repente, la joven bruja apareció sobre sus hombros mientras lo revisaba con curiosidad y sin la sonrisa de hace un momento, Rizevim no dijo nada.

—Puedo serte de ayuda, conozco sobre criaturas malignas que querrán poseer este mundo y como convocarlos... —Su voz se volvió un susurro en los oídos del demonio—. Solo me necesitas a mi...

No causó mayor sensación en él , pero su insistencia solo le hizo asentir. La agarró del brazo y con sus garras le hizo un símbolo en este mientras la sangre escurría hasta el suelo, profiriendo un contrato de pertenencia que le aseguraría la potestad sobre la bruja y que esta no lo usara.

—En cuanto decidas traicionarme, morirás. No hay palabras sobre la tierra que puedan anular este maleficio, ni demonio que desee intentarlo. Ahora eres mía, Walburga.

La bruja se quejó por el repentino dolor de cabeza y la herida en el brazo, pero no pudo refutar aquello que le fue sentenciado, su boca se hallaba en completo silencio. El demonio tan solo chasqueó los dedos mientras la mayoría de los seres dentro del círculo eran calcinados hasta no quedar pruebas de su existencia. Los otros, continuaron apresados hasta que el mismísmo Euclid apareció y los transportó hasta su laboratorio, buscando sonsacarles hasta la más mínima información sobre su especie.

Walburga se dejó guiar por su dueño hasta salir de las catacumbas, detestaba este mundo, en el que tuvo que crecer en las calles, desarrollar un poder para entretener a los demás por un trozo de pan, a costa de las burlas e insultos de los demás, quienes jamás quisieron que existiera.

Rizevim la tomó de brazo de nuevo y con eso regresaron a a mansión lucifer, un espectro de luz en medio del inframundo, del cual nadia podría saber, ni sabría incluso si sucediera una de las peores tragedias. 

La bruja se quedó en silencio observando la opulenta mansión, hecha de oro, plata y de los más finos linos que le hicieron codiciar aún más que el destrozar el mundo, quería todo para ella, todo, todo, todo.

Rizevim la dejó deambular por el lugar, mientras se dirigió al laboratorio de Euclid, a dedicarse de aquellos seres los cuales le traerían lo que tanto necesitaba, a ella.

Se acercó a las jaulas ancladas a las paredes y los seres allí aullaron con miedo, este sacó de su gabardina un látigo con el que los amenazó agitándolo en el aire y se quedaron callados. Apenas uno de ellos, una ninfa, se le quedó mirando y este la observó fijamente.

—No voy a darte nada de lo que le ofrecí a ella, solo quiero tu energía.

Las criaturas llenas de pavor se agitaron en sus jaulas, suplicando porque no las dejaran morir o si ese fuera el caso, su agonía cesara con rapidez. Rizevim se rió con gracia.

—Yo dicto las normas, nada de lo que su pequeñas bocas diga me tiene con cuidado, me da más gracia el verlos aquí, suplicando por su vida y yo... queriendo utilizarlos para atraer a mi reina entre mis brazos...

Euclid apareció tan rápido como un rayo y le señaló una de las jaulas más grandes, cerca a su puesto, el príncipe de los demonios se acercó, observando dubitativo al ángel caído que se estaba quejando por el espacio y no por los golpes que tenía en cada parte de su cuerpo grisáceo, el cual estaba desprovisto de alas, de piel en alguns espacios y de vitalidad, por resumir todos los males que lo aquejaban. Al ver al demonio comenzó a suplicar. 

—Mi señor, misericordia, le dije que su hermana estaba viva, ¿eso no es suficiente para que se apiade de mi y me dé la libertad? Le soy muy útil, bien lo reconoce cuando le doy información.

Rizevim metió su mano entre los barrotes y agarró de los cabellos al caído con fuerza hasta hacerlo gemir del dolor reverberante que se desplazó por todo su cuerpo, una carcajada lo sacó del trance y el par de ojos azules le estremeció.

—No se atreva a mencionar aunque sea un momento a alguien de quien no es digno, maldito esperpento de los cielos, tu información no ha servido para absolutamente nada, sabemos nada de los engranajes sagrados, espadas o algo por el estilo, mereces morir, en lugar de continuar con tus mentiras —Resopló.

Euclid dejó de prestarle atención a la conversación de aquellos dos quienes se amenazaban para tomar uno de los mechones plateados que en secreto había robado de la pequeña cuando despertó su poder. Aún le era extraño cómo era que este absorbía la energía de algunos de los seres, como si fuese una batería, ¿Sería ella algo como eso? Una atractiva polilla para la luz... 

Tenía que comprobarlo. 

—Si dice saber dónde está la princesa, dígalo —La suave y engañosa voz de Euclid se hizo presente—, o le aseguro que su final no será el más apropiado.

Esto hizo que el ser con alas de cuervo se quedara callado, dubitativo, aún mostrando su expresión llena de horror, ¿Quién le habría preparado ese destino? Era feliz haciendo creer a la estúpida de Gabrielle que estaba de su lado, disfrutando de todo en el cielo, pero ahora se encontraba en el peor de los agujeros del mundo, creyendo que si ayudaba al señor de los demonios, obtendría todo lo que quería, incluso un engranaje sagrado, pero esa no era la realidad.

El señor de los demonios solo tomaba en cuenta a aquellos que realmente le ayudasen en lo que él hubiese estipulado.

—Ya les dije, en el cielo, específicamente en el último nivel, con los líderes, la llaman la niña especial —susurró, esperando que esto llamase su atención.

Rizevim apretó los puños lleno de ira, la información no le servía, no existía manera de hacerla bajar y eso solo acrecentaba su locura, al igual que la sed de sangre.

—¿No cree que podría enviarle un mensaje con los ángeles que desea calcinar? No es extraño que acaten sus palabras.

Espero que caiga en la trampa, pensó el ángel caído. Para su sorpresa, una sonrisa macabra, mostrando todos los dientes perfectos, se formó en el rostro de Rizevim, quien volvió a tomar por el cuello a este y apretó hasta escuchar como el aire y la vida salían lentamente de su cuerpo, dejando como marca un grito agonico que lo llenó de satisfacción.

—Tu serás mi mensaje, maldito ángel caído—Murmuró con desdén.

Procedió con sus garras a estrujar el cuello hasta que esté se quebró en dos, dejando la cabeza a un lado en la jaula al igual que el cuerpo supurando la poca sangre que quedaba en su cuerpo.

Rizevim le dirigió una mirada a Euclid, quien continuaba atónito en su puesto, observando el mechón de cabello, tan solo se aclaró la garganta para llamar su atención y este saltó en su asiento.

—M-mi señor, ¿Qué necesita? —las palabras de Euclid se convirtieron en un susurro inteligible.

Su señor como tanto lo nombraba, se quedó mirándolo fijamente antes de arrebatarle el mechón y hacerlo cenizas.

—No estás autorizado a tomar artículos de mi propiedad, si llego a ver qué vuelves a tomar algo que le pertenezca, estás muerto.

Euclid intentó refutar sus palabras, ¿Cómo podía pedirle abandonar la investigación? Ella les estaba dando las respuestas.

—Mi señor, ¿No se ha puesto a pensar en que ha sido ella quien nos ha guiado a los descubrimientos actuales? Ella puede ser la llave para arrebatarle el mundo a los demonios suaves y sembrar el terror en los humanos —carraspeó—, piénselo. Desde que era un bebé ha mostrado habilidades que ningún demonio posee, ni siquiera usted.

Con esas palabras, Euclid se alejó de la mesa y salió por la puerta de entrada, dejando a un Rizevim confundido y lleno de pensamientos inconexos, apenas resumidos en promesas, deberes y cosas que solo a un Lucifer deberían interesarle.

Las palabras de Euclid le dejaron conmocionado, comprendiendo que tenía la razón. ¿En qué momento había llevado las cosas hasta eso? No la dejó ser, la ocultó de todos y pretendió no ser el malo de la historia, pero lo estaba siendo. 

¿Cual era el verdadero propósito de su hermana? Su madre le hizo prometer que la protegería, que sería suya cuando creciera, pero los sucesos de los últimos meses estaban haciéndole sentir cosas extrañas, de cierta manera como si realmenteno conociera nada en absoluto y estaba haciendo las cosas por ella, si...

Todo por ella.

Intentaba recordar con exactitud las palabras de su madre y como sus castigo le dió la perspectiva que necesitaba para llegar hasta el camino actual, pero solo se encontraba el vacío inmenso en el que nada era importarte, valioso o lo que fuera.

sus ideas de supremacía estaban cimentadas en darle el mundo que ella, su hermana, suya, debía tener, pero no era consciente en realidad de que quizá eso no fuera posible. ¿Y si la hacía tener el pensamiento de su madre? Fácilmente lograría obtenerla, al igual que al mundo.

El mundo debía saber quienes eran ellos, y ella... comprender a quien le pertenecía.

Probablemente se estaba volviendo loco, pero a su forma de ver las cosas, todo estaba saliendo a la perfección y obtendría todo lo que quería, un mundo, una familia y a ella.

Si deseaba continuar con sus planes debía utilizarla y moldearla hasta ser lo que él deseaba.

—Sé que me estás escuchando, Euclid. Por lo que te doy la potestad para moldearla, entrenarla, si deseas que sea servil como Grayfia, hazlo —se quedó callado por un momento—. Sólo ayúdame a traerla devuelta.

Apenas logró escuchar los paso antes de salir del recinto, aún quedaba mucho por hacer y no podía perder el tiempo.

Unos días después se encontró tomando una taza de té al estilo Inglés, ante la mirada curiosa e intrigada de Euclid, ambos observaban a lo lejos en medio de las montañas a una pequeña granja, repleta de prados cultivables, en la cual, un niño ondeaba en el aire un báculo que resumía poder sagrado, intentaba hacer que este emitiera su poder, pero no lo lograba, se quejaba hasta caer al suelo por horas y luego volver a intentarlo, cosa que le intrigó al hijo de Lucifer, parecía que su orgullo era mayor que la derrota.

—No creo que pueda estar con nosotros, pero nos funcionará como un comodín, para llamar la atencion del cielo —Euclid asintió—. Será interesante ver como la sangre que corre por sus venas lo llevará a la victoria, si es que no se ha vuelto mi esclavo —se rió hasta hartarse.

Con sigilo, Rizevim se fue acercando a este pequeño niño con el cabello negro como el ébano, no se daba cuenta del peligro que se avecinaría de parte del demonio, quien simplemente lo tomó del hombro e hizo que lo mirara fijamente.

—Tu, Cao Cao, derrotarás a todos los demonios que se interpongan en tu camino, porque yo tu maestro te llevaré a la victoria y saciaré tu orgullo con la sangre de millones, no habrá quien quiera hacerte enojar, solo súbditos quienes te alabarán hasta que sientas que ya es suficiente, las naciones serán tuyas y quienes osen hacerte daño, caerán.

El niño no podía decir nada, estaba abstraído, asintiendo poco a poco sin mostrar alguna expresión que pudiese dejar ver lo que sentía, pero Rizevim ya notaba como la codicia tocaba su pequeño corazón y eso le agradó.

Se alejó en el momento en que veia como recobraba la consciencia y se ocultó de nueva cuenta en las montañas, mientras aguardaba a que el primer ángel apareciese allí, salvando a uno de los campesinos, atacados por Euclid mediante sus sombras.

El pequeño Cao Cao se sentó en la hierba durante largo rato mientras observaba la lanza, tan brillante y llena de poder, que quería, tan solo para demostrar que no era ningún campesino y que no merecía ser golpeado, solo mantener su vida en paz.

Los gritos de los campesinos de la aldea aledaña llamaron la atención del joven, quien se aproximó corriendo hasta encontrar rastros de sangre por el pastizal, algo no andaba bien.

Cuánto más se iba acercando, el rastro de sangre se volvía un charco en el cual halló alrededor de diez cuerpos, incluidos el de su única amiga, Xia Leing.

Se mordió los labios antes de caer de rodillas y tomar en cuerpo como pudo, hace apenas horas la había visto deambular entre risas hasta el campo, mencionando la cantidad irrisoria de trabajo que tenían.

Acarició los lacios cabellos oscuros que se hallaban pegados a su frente, su pálida tez se encontraba inmóvil, a igual que su expresión que denotaba el horror que vió minutos antes de perecer.

Las lágrimas se deslizaron una tras otra sobre el cadáver y la rabia se fue desbordando entre sus manos, ¿De qué le servía ese bastón si a su amiga o a la gente importante no podía proteger? No podía dejar que alguien le arrebatara todo lo que era suyo o lo que sería suyo...

—Si yo no puedo proteger a los humanos, los vengaré

No pudo terminar de decir aquellas palabras, un suave batir de alas y el ligero sonido de una campanilla le hizo levantar la mirada, en el cielo se veían algunas figuras, mucho más grandes que los pájaros, quienes se iban acercando cada vez más a su posición. Cao Cao se levantó dejando el cuerpo de su querida amiga en el suelo y empuñó la lanza que emitía un resplandor dorado muy inusual.

Los rostros de ambos demonios se llenaron de satisfacción en el momento en que la lanza soltó la luz más iridiscente que alguna vez se pudo ver sobre la faz de la tierra, el odio y el dolor estaban impulsando un nuevo poder que nadie podría parar. El poder de un engranaje sagrado, en especial el poder sagrado del dios de la biblia, su único remanente.

Laa figuras aladas fueron tomando formas humanas, con algunos cambios, pareciendo seres hermosos, con cabellos largos y túnicas desbordantes de luz quienes se asombraron de ver de cerca el poder de su señor. Al rozar la superficie terrestre, se postearon de rodillas.

—¡Esto es un milagro! Nuestro señor nos ha bendecido con conocerlo por una última vez —sus voces resonaron como un coro, esperanzados.

El joven de cabellos oscuros observaba lleno de ira las acciones de los ángeles que se veían como seres llenos de escamas, alas oscuras, agrietados pies y manos que le causaron repulsión, la cual iba aumentando con cada alabanza que salía de sus repugnantes bocas, la lanza se llenó de un tono rojo y la luz se propagó por todo el campo, creando una especie de burbuja que solo encerraba a Cao Cao y a los demonios.

 —Que lástima lo que ha sucedido, espero tengan misericordia de ellos, tenían una vida de malvados... —las voces mencionaron intentando imitar un tono lastimero que sonó aún más a burla— Tan solo llevados por la codicia, como esa niña.

Un fuerte rugido reverberó desde el interior de pecho del joven, quien apenas comenzaba a correr hacia los seres y los embistió con la lanza al igual que envió un golpe desde su pecho al grupo de seres quienes emitieron gritos de dolor, pensando que su señor estaba equivocado y rogando piedad.

—No quisimos decir eso, mi señor... 

No lograron decir más, la luz los envolvió y lentamente la vida fue arrebatada de sus cuerpos, que caían inertes al suelo, repletos de quemaduras que desfiguraban aún más sus rostros. Un fúrico Cao Cao cayó de rodillas para así arrancar partes de las alas de los ángeles y lucirlas como trofeo mientras caminaba de un lado a otro, dejando la lanza en el suelo ya inerte.

No dijo nada por un buen rato, de sus ojos caían infinidad de lágrimas que eran imposibles de negar, su corazón sufría en silencio una soledad indecible, ya no existía quien pudiese acompañarlo mientras sus padres le dejaban de lado para trabajar o alguien que no lo creyera un estorbo para las tareas en el campo.

Todo había acabado.

¿Cúal era la dirección que debía tomar? No lo sabía y a ciencia cierta, era lo que menos le importaba, no tenía nada, solo un vacío que se iba propagando por todo su cuerpo que se sacudía preso de sollozos que no pararon hasta que este se quedó dormido.

Ambos demonios se acercaron al joven y con mucho cuidado, dejaron la cabeza del ángel caído apoyada entre los brazos del contrario, quien no daba señas de despertarse, de igual forma pusieron un símbolo que cubrió gran parte de las mejillas muertas que conteían un mensaje en sumerio el cual solo los ángeles comprenderían, en especial los de mayor rango.

Al terminar, salieron en su usual andar, como sino hubiese sucedido mayor cosa, en dirección hacia el extremo mas alejado del continente asiático, exactamente al sur, en donde la bruja callejera Walburga les esperaba, para así comenzar a buscar información sobre el Zoroastrismo.

 El cielo se hallaba en relativa calma, cada ángel realizaba las tareas que se le habían encomendado, los pájaros cantaban y la arcángel Gabrielle se dedicaba a observar como su protegida era entrenada por su hermano mayor quien la ponía a prueba para que ella pudiera sacar a la luz todo el pontencial curador y destructivo que poseía. Todo esto lo veía desde la ventana en su despacho mientras acariciaba al gato que aquella niña había creado hacía un buen tiempo.

El buen ambiente se vió opacado cuando un grupo de ángeles, subordinados de Miguel, quienes interrumpieron el entrenamiento y llamaron a los líderes a una reunión demasiado importante. No importó mucho el que la pequeña Catharina estuviera entrenando, fue llevada con ellos hacía uno de los salones más importantes del cielo, sin esperar la conversación que se avecinaba.

—Mis señores, los problemas en la tierra están creciendo cada vez más, no sabemos que hacer.

La pequeña Catharina no comprendía nada de lo que decía, por lo cual se quedó callada, apenas prestando atención a la reunión, le parecía sumamente complicado todo lo relacionado con el mundo de los adultos y prefería su burbuja personal en la que estaba recordando los movimientos que su maestro le enseñó para defenderse de cualquier ataque y tener la oportunidad de usar sus poderes.

—Necesitamos la presencia de los líderes en la tierra, tenemos que frenar la espiral de violencia que se está presentando actualemente y no puede esperar.

La sala se llenó de barullo de las voces de todos los presentes quienes continuaban dando ideas que deberían acatar, pero no lograban llegar a un consenso. Unos deseaban exterminar a los demonios, otros castigar a los humanos que llamaban a los demonios y otros frnar las bendiciones que les estaban dando para que así frenaran las brechas y por fin poder decir que existía la paz.

—Como objeto principal, debemos investigar el último incidente, por lo cual, iremos un pequeño grupo a la tierra, encabezado por Gabrielle y por mi, no hay más que discutir.

Con las palabras de Miguel, la reunión se disolvió e hizo que Gabrielle se alistara con su ropaje de batalla, por si llegase a suceder algún evento de suma importancia en la tierra. De igual forma, Gabrielle se centró en dejar sus responsabilidades terminadas y designar a quienes debían encargarse de algunos temas, estaba a punto de irse a encontrar con MIguel cuando alguien jaló su túnica y dirigió su mirada a la pequeña Catharina.

—¿Dónde me voy a quedar, maestra? —la pregunta de la niña la tomó por sorpresa y se quedó pensando—. Yo también quiero ir...

La mirada de la niña se clavó en la suya, suplicando que la llevara, sus ojos se abrieron incluso más mientras aguardaba la respuesta e hizo el amague de comenzar a llorar, un puchero lastimero y se cruzó de brazos, impaciente.

Gabrielle no pudo resistir por mucho tiempo la mirada de Catharina quien al encotrarse con una respuesta positiva, solo se dedicó a dar saltos alrededor de su maestra y la siguió cuando esta continuó con su camino, para hallarse con la mirada un poco molesta de Miguel quien no dijo nada, solo asintió.

Se abrieron las puertas hacia la tierra y el grupo conformando por Miguel, Gabrielle, Catharina y otros ángeles subordinados se dejaron caer planeando por la bóveda celeste hacia la tierra a la que lentamente fueron viendo como se hacía más grande, llena de fulgor y árboles para explorar, o eso era lo que pensaba la pequeña quien no había podido conocer algo tan precioso como lo que veía.

Tardaron un largo rato en aterrizar, para darle una oportunidad a la pequeña de observar el panorama a su alrededor en especial a los animales alados que llamaron bastante su atención. Al descender en el lugar donde se originaron los hechos, un prado lleno de cultivos en el cual, se hallaba un agujero, desprovistos de cualquier tipo de vegetación. El aire se hizo helado y los ángeles solo se fueron acercando hacia allí, sin prestarle atención, a excepción de la pequeña que se estaba sintiendo mareada al igual que los escalofríos recorrían su espalda. Solo recordaba sentirse de esa manera cuando su hermano estaba cerca y la iba a castigar, pero no estaba cerca ¿o sí?

Miguel se aproximó hasta el centro del agujero y encontró la lanza de dios tirada a un costado y al joven Cao Cao con una cabeza decapitada entre los brazos, aún dormido profundamente y detrás suyo el montón de cuerpos de los ángeles que habían acudido al lugar por la perturbación anteriormente sucedida.

Los ángeles se espantaron al ver la escena y Gabrielle se aproximó hasta los cuerpos, sintiendo el aura divina del engranaje sagrado, solo pudo suspirar viendo los otros cuerpos que resumaban energía demoniaca, por lo que comprendó todo el asunto y no buscó castigarlo, eso fue hasta que vió la cabeza entre sus brazos.

—A-Al-Alphonse... —Apenas tartamudeó.

Miguel vió como su hermana cayó al suelo envuelta en lágrimas y un semblante lúgubre, que lo preocupó y se aproximó a ella, dejando a los otros integrantes del equipo, encargarse de los cuerpos a excepción del joven.

La pequeña Catharina quiso acercarse a su maestra, pero no la dejaron, escuchaba como lloraba y se culpaba por lo ocurrido y solo pudo adelantarse hacia el joven dormido, con intenciones de destrozar lo que hacía daño a la persona que quería, se quedó paralizada al ver la marca en la cabeza.

Era la marca de su hermano.

Miguel dejó a un lado a su hermana para acercarse a la niña quien había cerrado los ojos y se balanceaba a punto de desmayarse, ¿qué era lo que estaba sucediendo? Al aproximarse, la marca llamó su atención y la tocó, dejando que una suave y burlona voz se hiciese presente.

"¿Qué tal? Apuesto a que la bella Gabrielle habrá visto su esperado regalo, considerenlo como parte de una tregua, yo les entregué lo que mas anhelaban, ahora... la quiero a ella. Ya conocen mi alcance y continuaré propagando el caos por el mundo, hasta que ella regrese a mi, ustedes deciden, la tierra o ella.

Todo dependerá de ustedes, ¡Adios!"

   —¡Yo no iré!, ¡no! ¡No me dejen con él, no quiero que me haga daño! ¡No quiero!

La niña suplicó aterrorizada.

Gracias por leer...

Espero les esté gustando los giros dramáticos de esta historia, a primera vista pensaron que sería algo tierno de dos hermanos y su lucha contra el mundo, pero no es así y era algo que quería explotar, sinceramente siento que dejaron a Rizevim como algo meh en la historia original, si, la cita de los demonios en el tomo 21 es re genial, pero no hay más trasfondo para que haya caos y eso es importante para una historia.

En fin, espero sus comentarios y hagan llegar la historia a todos lados del fandom, quizá les guste leer algo que no tenga nada que ver con "Issei traicionado por todos y que se consigue un harem mas grade que se coge y es todo poderoso".

Muchas gracias a mis queridos lecores, adoro sus comentarios y que aprecien lo que hago en mi tiempo de ocio, por eso mismo traje este cap mucho más largo que los demás.

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