Belleza Oscura

By LeylaliMD

360 36 14

La belleza física sí que existe. A Layla le gusta creer que todo chico que es lindo por fuera, también tiene... More

Prólogo
Antes de leer
1
2
3
4
6
7
8
9
E X T R A
10
11
12
13

5

13 2 0
By LeylaliMD

Aclaro que la canción no tiene nada que ver con el capítulo, simplemente me gusta mucho:)

Layla

31 de diciembre. 

10:30 p.m.

—¡Layla, termina de poner los vasos en la mesa y ven ayudarme con esto! —grita mamá desde la cocina.

—¡Voy!

Termino de poner el hielo en cada vaso y me dirijo a la cocina, dónde están mamá y Jhoali con el pavo.

—Ven aquí y pon las papas alrededor del pavo.

Tomo el tazón de cristal que contiene papas picadas por la mitad ya cocinadas, y las coloco de forma ordenada alrededor de lo que mi mamá horneó toda la tarde.

Acabo con eso, y tomo el tazón de la ensalada para ir colocando todo en la mesa. Papá está sirviendo el refresco, y al verme llegar sonríe.

—Te ves muy bien, hija —alaga.

Siento como mis mejillas se encienden con ese comentario. Le regaló una sonrisa mientras regreso a la cocina para terminar de poner todo en orden en la mesa.

No sé cómo es que siempre terminamos comiendo los treinta y uno de diciembre casi a las doce de la noche. Apenas y nos da tiempo de lavar los platos y volver a dejar todo como estaba antes de comer.

—Mi mamá siempre dijo que para cuando suenen los fuegos artificiales anunciando las doce —dice mamá—, hay que estar comiendo. Decía que indicaba prosperidad y abundancia.

¡Vamos a durar comiendo todo el año!

De mi boca siempre salían ocurrencias así, sólo que esa última no salió de mis labios porque tenía la boca llena de comida.

Al terminar la cena, y quedar hasta la garganta de comida, Jhoali se pone a lavar los platos mientras yo seco y guardo todo.

—¡Son las once treinta! —exclama mamá.

Nos apuramos y cuando terminamos nos reunimos en la mesa de afuera mientras que en la radio los locutores están tan ansiosos como debe estarlo el resto de la ciudad porque termine el año.

Ha sido un año, no como todos los demás —Habla Robert, uno de los locutores. Hay dos en estos momentos al aire—. ¡Once y cuarenta y seis, señores!

Siempre me pongo nerviosa cuando dan las once y cincuenta. Me pongo a recordar todo lo vivido en los doce meses del año, y  que año que se va no vuelve.

Uno empieza a valorar los momentos cuando son recuerdos.

Mi frase favorita. Y tiene razón.

¡Veinte segundos, gente! —Habla Jesús, el otro locutor—. Quince, catorce, trece...

Nos agarramos de las manos poniendo al aire nuestras copas de vino para brindar en cuanto den las doce.

—¡Cinco, cuatro, tres, dos...!

—¡Feliz año nuevo! —digo junto con mi familia al unísono.

Me gusta caminar por los alrededores de mi casa cuando más o menos son la una de la mañana. Antes iba con mi mamá, pero ahora que ya tengo diecisiete años puedo ir sola. Jhoali se queda en casa charlando con mis padres.

—Te quiero aquí en tres horas como máximo —dice papá.

¡Excelente!

Siempre era una hora.

Les dedico una sonrisa alegre y salgo. Me dispongo simplemente a ver a la gente reunida con sus familias en la parte de enfrente de sus casa mientras beben cualquier cosa y hablan.

Sé que debería estar en casa, pero no me gusta. Me pongo bonita y simplemente lo único que hago es tomarme fotos para el Instagram y ya. Nadie me ve y nada. Por eso salgo, en parte, je, je.

Me siento en la plaza y me quedo mirando el chocolate que tengo en mis manos, esperando el momento adecuado para abrirlo.

—¿Vas a compartir eso?

Levanto mi mirada asustada y preparada para sacar el gas pimienta del bolsillo de mi chaqueta. Pero me calmo al ver que es Santiago.

—Me asustaste —le sonrío.

—¿Cómo estás? —pregunta—. Creí que no te vería hasta mediados de enero.

Me levanto para darle un abrazo y decirle feliz año. Y no sé por qué, pero permanezco en ese abrazo más del tiempo prolongado.

—Bien. —Me hago a un lado para que nos sentemos los dos en aquella banca a la una y media de la mañana—. ¿Qué tal tú? ¿Qué haces en la calle a estas horas?

—Todo excelente. Y, debería preguntarte eso yo a ti, dado que soy un chico y sabré defenderme en cualquier caso. Pero tú, una chica más bonita de lo normal a la una de la mañana sentada en un parque sola. Hmm... No es lo correcto.

Río y saco de mi bolsillo el bote pequeño de gas pimienta para que lo vea.

—Mi mamá me lo regaló por si se presenta la ocasión de usarlo. Hasta ahora no lo he hecho, está nuevo —le explico—. Y gracias por lo de bonita, tú también estás muy guapo.

Vestía una sudadera color azul rey, pastalones de mezclilla ajustados sin roturas y unas converse, al igual que yo con eso último.

—No tanto como tú —vuelve a decir y esta vez no puedo evitar sonrojarme.

—¿Qué tal una foto? —pregunto.

Piensa.

—Si no la posteas a redes, está bien.

Asiento. Quiero mostrarle este chico a mi mamá.

Psicópata.

¡¡Shhhh!!

Saco mi teléfono y busco la cámara de Instagram para la foto. Un filtro bonito y en el que Santiago no se vea tan... ¿Niña? Sí, eso.

Él se sitúa más junto a mí y yo pongo la cabeza en su hombro. Tomo la foto en el momento en el que ambos sonreímos.

—¡Salió genial! —digo.

—Sí, pero no vayas a publicarla —pide de nuevo.

Eso hace que mi curiosidad se active.

—¿Por qué no?

—Sólo no lo hagas. Soy un poco... exigente con esas cosas. Confío en ti.

—C'est bien! Ne vous inquiétez pas, je ne le ferai pas —le digo en francés y espero respuesta. Pero no, hace una mueca.

—¿Qué dijiste?

—¿No sabes francés?

—Eh... ¿No? —Impactada, abro mis ojos de manera que queden bien abiertos—. Cuándo me topo con un extranjero lo único que hago es saludar con la mano o sacar el traductor de Google.

—Oh, Dios. ¡Santiago!

—¿Qué? No me gusta el idioma.

Le sonrío y me dispongo a abrir el chocolate. La verdad es que no esperaba que me respondiera, sólo que me entendiera, por lo menos. La próxima vez trataré de hablarle en alemán o portugués.

Eres mala.

Me gusta torturar a la gente.

Parto el chocolate en dos y muerdo un trozo al mismo tiempo en el que me levanto para tirar la envoltura en el cesto de basura. Al voltearme, me encuentro con un Santiago con un chocolate sobresaliendo de su boca, viéndome fijamente.

—¿Qué? —pregunto mientras vuelvo a morder el chocolate. No me siento, quiero que responda primero.

—¿A qué hora debes volver a tu casa? —responde con una pregunta.

—A las cuatro... ¿Por qué?

—¿Quieres ir a un lugar conmigo? —vuelve a preguntar levantándose y terminándose de comer su ración de chocolate.

Me lo pienso.

¿Algo malo podría pasar?

Si tus padres se enteran, sí.

Pero ellos no se van a enterar.

—Claro —asiento.

Me hace un gesto con su cabeza para que lo siga y lo hago.

Hay una motocicleta estacionada a una cuadra de ese sitio y un solo casco en ella, cosa que noto cuando veo que la moto es del chico que me acompaña.

—¿Te has subido a una antes? —pregunta dándome el casco.

—Sí, dos veces.

—Me parece excelente —dice, y no sé si es sarcasmo o no, así que prefiero quedarme con la duda.

Me pongo el casco mientras él sube a la moto. Luego me subo yo, sujetándolo del abdomen una vez que estoy arriba.

—Sujétate fuerte —dice y aprieto el agarre.

Enciende la moto y arranca a una velocidad bastante rápida, pero no importa, no sé porqué; me siento segura con él.

La brisa hace que el cabello que está fuera del casco me tape la cara, pero no puedo apartarlo porque eso significa que soltaré a Santiago y ni loca lo hago. Sin embargo, puedo ver un poco por dónde vamos y ya a esta altura no logro distinguir el lugar en dónde estamos.

—¿Dónde es esto, Santiago? —exclamo para que me escuche.

—Ya lo sabrás —responde de la misma manera que yo.

Poco a poco los autos van desapareciendo y los árboles van tomándose el lugar. Y al cabo de un rato Santiago detiene la motocicleta y bajo, quitándome el casco. Estamos en el monte de Seattle. Es un bosque pequeño no muy lejos de la ciudad, muy poco concurrido porque no llama la atención ya que un kilómetro más allá hay una playa.

—¿Vas a matarme y harás que mi cádaver se lo coma un animal salvaje?  —le pregunto para fastidiarlo.

Se ríe antes de responder.

—No. No me creo capaz de matar a nadie, y menos a un amigo mío. Además, aquí no hay animales salvajes, que lo sepas.

Pfff. Ya lo sabía —le resto importancia haciendo un gesto con la mano.

—Vamos, acompáñame.

Camina y yo lo sigo.

297 árboles, 5000 palos y 124 arbustos después.

Ay, por favor, no exageres.

¡Dios! ¡Es que hemos caminado por más de una hora!

Ni tanto.

Sin embargo...

—¿Cuánto tiempo llevamos caminando?

—Unos... quince minutos. ¿Por qué? —Se detiene y me observa—. ¿Estás cansada?

—No, sólo... No me gusta alejarme de casa.

Y es cierto. Con mi mamá caminamos muchísimo a dónde sea. Lo preferimos antes que andar el auto y ponernos obesas, sin embargo, para este momento con Santiago siento que he caminado unos diez kilómetros, y no es así.

—No sabes mentir. Si estás cansada debe ser las rocas y porque esos zapatos no deben estar ayudándote —los señala antes de seguir caminando.

Lo sigo de nuevo, y sé que tiene razón. Lo impresionante es que es la única persona capaz de descubrirme en un mentira. Ni mis padres lo han hecho, y con él, que es prácticamente un desconocido, ya me descubre.

Escucho a lo lejos agua y ya estoy suponiendo de qué se trata la sorpresa.

Estoy a unos pasos más atrás que Santiago y dislumbro la sonrisa que me dedica al voltear a verme cuando él también escucha lo que yo.

Al llegar observo un rincón del bosque con una pequeña montaña y ella emanando una cascada de agua cristalina. Algunas rocas en el río de más o menos unos cincuenta pies de largo y ancho. Hay algunas plantas de flores que hacen este sitio más bonito de lo que ya es.

Me acerco un poco a la orilla para captar un poco su profundidad, y sí, es bastante hondo. Fuera agradable si supiera nadar.

—Esto es... hermoso, Santiago —admito.

—Lo es. Es un lugar que nadie conoce porque por el camino (como lo habrás notado ya) no se puede caminar muy a gusto que digamos y la gente se arrepiente a mitad del desafío —explica—. Lo conocí gracias a mi hermano y a su gran insistencia de seguir caminando cuando ya no quería seguir haciéndolo. Hoy en día se lo agradezco mucho.

Bonita historia —aunque algo rara— para un bonito lugar. De verdad que está muy hermoso, y con el brillo que emite la Luna y se cola a través de los árboles se ve incluso más bonita.

—No sabía que esto existía —le digo—. No soy de plantas y esas cosas, por lo que no me gusta el bosque. Pero esto... Dios, esto vale cada paso que dimos hasta aquí.

—Coincido contigo.

El chico que me acompaña se quita la chaqueta y la arroja al suelo acomodándola para que ambos pudiésemos sentarnos sin mancharnos, y nos quedamos viendo el agua caer al río. Ninguna dice nada, y el silencio no es incómodo, por mucho que la gente piense lo contrario si lo hubisen visto. Es algo agradable, para ser sincera.

—¿Qué quieres hacer? —me pregunta y me espanto porque no pensé que fuera a hablar.

—Hmm... No se me ocurre nada y los temas de conversación no son mi fuerte considerando que la gente piensa que son aburridos.

—Puede que para mí no lo sean —me incita.

Suelto un suspiro y le digo lo que ya sé que no será de su agrado.

—Me gusta leer.

Hace una mueca muy notable y frunce el ceño.

—Olvídalo —dice y no me sorprendo. No tiene cara de que le gusten los libros—. Eso no es mi fuerte. Lo único que leo es la tarea que mandan en la escuela.

Río.

—Tienes cara de que lo tuyo es el anime —le digo, tirándola a pegar.

—Así es.

Entonces, la mueca la hago yo.

—Bueno... El anime no es tan malo —expreso—. Los únicos que he visto son Pokemon y Dragon Ball.

Pfff. De niños. El primero, el último sí es muy bueno. Aunque, considerando que te gusta leer, puedes leer mangas. Esa anime, pero escrito.

—Lo pensaré, pero igual no me gusta mucho —confieso.

Me sonríe y siento paz con tan solo ver esa pequeña sonrisa que no muestra los dientes.

—Trato.

El silencio vuelve a surgir y nos quedamos así por más de una hora, hasta que voy a ver la hora en mi teléfono y son las tres de la mañana.

—Tal vez ya deba volver —le digo. No quiero romper el momento, pero tampoco quiero que mis padres de enojen. A pesar de que debo llegar a las cuatro, prefiero llegar antes. Tal vez durante el segundo periodo de clases pueda sacarles una salida a mis padres.

Santiago se levanta y me tiende una  mano para ayudarme. En el proceso recojo su chaqueta y la sacudo.

—Te llevaré a casa —me dice y sonríe.

Pasar tiempo con él era como de otro mundo. Pero como dicen, «Nada dura para siempre», y claro, siempre promesas vacías que aunque él nunca llegó a dedicármelas, sí lo hiciste tú.

Continue Reading

You'll Also Like

3.7M 161K 133
Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo trato de estar planificada. Mi manía e...
77.5K 7.7K 22
Esto es despues de los sucesos de la pelicula (Extremadamente Goofy 2) despues de que Max junto a su padre lograron ganar la competencia de Los juego...
334K 27.8K 19
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho? Dinero, fama, éxito.. O tal vez... ¿nuestra propia vida? Fiorella se...
819K 42K 35
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...