Dern: whispers of the hidden...

By Majo_Gutierrez

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Dern, un reino donde seres alados, mundanos y criaturas marinas coexistieron. Hasta que un día, un erudito em... More

Prólogo
Capítulo 1: Lo que debí desde un inicio
Capítulo 2: Un rugido abismal
Capítulo 3: Nunca fue una desgracia, sino una experiencia
Capítulo 4: entre ambos mundos
Capítulo 6: Durante la tormenta
Capítulo 7: Sostuve mi espada en alto
Capítulo 8: Cual fuego ardiendo en la oscuridad
Capítulo 9: El llamado de Alexandría
Capítulo 10: Un abismo de engaño
Capítulo 11: ¿Por qué resistir?
Capítulo 12: El camino hacia la verdad
Capítulo 13: El último rugido del León

Capítulo 5: una botella de cristal

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By Majo_Gutierrez

Eldar.

-Escucha bien lo que te voy a decir, Eldar. Porque cuando la luz se apague, entraras en tierra de nadie. Y una vez ahí, estarás solo. -

Ahora cierra los ojos.

Hipnótica indicó la voz detrás de la penumbra, causando inmediata obediencia por parte del chico. Quien, para ese entonces se habría cuestionado una infinidad de veces el valor de su propia vida, y aun cuando muchas eran las interrogantes que a raíz de lo anterior surgieron, no fue capaz de romper el silencio. Porque, tan pronto concluyó aquella advertencia, la carreta en la que iba abandonaría el recinto.

Los recuerdos que Eldar guardaba bajo llave, de pronto se volvieron difusos y aun cuando quiso recuperarlos al dar un último vistazo a la persona que lo despidió entre tinieblas. No lo hizo. Le habría hecho una promesa y esta dictaba que, bajo ninguna circunstancia debía levantar la manta que cubría la zona de carga, lugar donde permanecería oculto hasta quien sabe cuánto tiempo.

Desplazada la luz de las antorchas se vio gracias a la oscuridad del manto nocturno. Aspirándose en los alrededores un aroma que lejos de asemejarse al de la civilización, contenía gotas de rocío ¿habría sido eso a lo que la fémina se refería? Porque en un inicio, aquello que llamó "tierra de nadie" no lucia en lo más mínimo aterrador, al menos a través de la tela que limitaba en gran cantidad su visión. ¿Y si en lugar de ocultarlo, la manta fue colocada para que no recordase el trayecto, de modo que no pudiera volver? No. De ninguna manera. Iria jamás le jugaría en contra, o eso era lo que quería creer.

«-Con el transcurso del viaje, muchos serán los que querrán dirigirte la palabra. Al igual que en los cuentos, los malos harán lo imposible con tal de obtener tu confianza. Y encontraran la forma. Se harán sus aliados. Pero prométeme que no importa quien sea dueño de la voz que oigas durante ese tiempo. No confiaras en nadie. -»

Iria habría sido clara a la hora de otorgar a su hijo las instrucciones que le asegurarían su sobrevivencia. Lo último que Eldar podría hacer en respuesta a lo anterior, era desconfiar de la persona que le trajo al mundo. A excepción de lo ocurrido minutos atrás, no existía otro registro que le hubiese dado al joven razones para sentirse traicionado. Al contrario, ningún padre les daba a sus hijos la dedicación que aquella doncella le otorgó a Eldar mientras pudo. Y eso todo un reino lo sabía.

Era tan frecuente verlo acompañado de su madre, que el escenario menos probable ante una crisis inminente era el que se había dado en la actualidad. Después de haber sido participe de una amena jornada familia, el muchacho creyó podría reunir los antecedentes suficientes como para exponerlos con agrado durante el desayuno, del mismo modo en que lo habría estado haciendo por años. Ingenuamente su fe le llevó a pensar que en esas sacudidas desesperadas encontraría una sorpresa maternal. Y a decir por el mensaje que los azules orbes de Iria transmitían, en cuanto pudo apreciarlos con mayor claridad, entendió que su realidad estaba próxima a cambiar.

«-No tenemos mucho tiempo, hijo. Debes salir lo más rápido posible. -»

«-¿Mamá? ¿Qué está pasando? ¿Estás bien? -»

No hubo respuesta de parte de ella.

Porque de haber dado más explicaciones de la cuenta, ni siquiera habría conseguido llevarlo hasta el interior de la zona de carga. Es más, era tan determinado que se habría negado a abandonar el territorio sin la compañía de Iria. El solo hecho de mencionar la azul ráfaga que en su dormitar presencio, bastaría para desasosegar a Eldar y este, debido a su sensibilidad, habría sido incapaz de contribuir en la huida.

La decisión de haber dejado a su primogénito a su suerte, solo ponía en evidencia el esmero que ofreció a su maternidad. Ya que, cualquiera que fuese el peligro que los acechara. Atacaría primero a Iria. Y ya para cuando quisiera ir detrás del muchacho, este sería inubicable en el mapa.

Con la finalidad de hacer cumplir su prometido, habría la mujer solicitado el traslado de una carreta hasta un rincón despreciable del territorio. No habiendo pertenencia que revelara su estadía o el próximo paradero que tuviera su hijo. De este modo, alguien de confianza asistiría a su encuentro. Siempre y cuando hubiese esa persona atendido la correspondencia que horas atrás una lechuza habría enviado.

La silueta que dibujaban los árboles era exactamente como la recordaba, y solo quizás hasta un poco más aterradora que de costumbre, así que habría preferido mantener los ojos cerrados hasta que ya no formase esa imagen parte de sus pensamientos. Ahí, habría hecho memoria del hogar que creyó jamás extrañar tanto como ahora lo hacía. Mismo que ahora y conforme avanzaba la carreta, se evaporaba irrelevante junto a la brisa nocturna.

Si tal solo alguien le hubiera dicho que, de la noche a la mañana, debería huir, seguramente habría aprovechado de hacer lo que ahora se lamentaba. Su corazón fue testigo de lo mucho que anhelaba haberse despedido de la tierra que forjó su destino. Después de todo, múltiples fueron las personalidades que, con el paso de los años, guiaron sus pasos. ¿Y para qué? se preguntó.

¿Qué sentido tenía pasar una década, si es que no más, acompañado? Si cuando menos te lo esperas, todos los pilares que prometieron sostener tu vida, cual espejismo terminaron por desvanecerse. No siendo otra cosa que rostros anónimos y voces irreconocibles. Además, por mucho que Eldar se esmerara al luchar contra el olvido de sus seres queridos, sabía que era una de las tantas batallas donde el enemigo era tan fuerte, que ni con todos los astros a su favor, podría considerarse vencedor.

Porque, si de algo estaba seguro, es que el olvido era inevitable. Hasta para él.

Desde el otro la manta y conforme se acumulaban minutos de travesía; el páramo se apreciaba cada vez más sombrío, y es que no tuvieron mejor alternativa que surcar un camino cuya preferencia solían tener los peores bribones del territorio. Así, nadie podría sospechar lo que aquellos paseantes se traían entre manos. O al menos eso fue lo que creyó Iria al idear un efectivo plan de escape. Sin embargo, hasta la criatura más brillante contaba con irregularidades que en silencio amenazaban con estropear sus planes. Y esa minúscula cifra de probabilidad, se dio como nunca.

Proporcionó el destellar de la luna el panorama de lo que acontecía a una distancia cercana; el varón que orientaba a sus equinos, se mostraba demasiado tranquilo como para saber que se encontraba en una situación de vida o muerte. Al menos hasta que de un segundo a otro parecía otro haber tomado su lugar. Azogado se tornó su semblante y con una velocidad distinta a la que habría estado empleando al conducir, rebuscaría entre sus prendas un objeto de dudosa procedencia. Si tan solo supiera donde habría visto antes...

Una botella de cristal.

La cual pudo haber contenido una dosis reducida de alcohol o de algún otro bebestible. No lo sabría nunca porque el joven apartó la mirada. Como si nada del frívolo acto de beber fuese motivo suficiente para captar su atención. Por otro lado, y antes de que pudiesen los labios del hombre rozar la boca del frasco, este habría sido arrojado al suelo con una intensidad que consiguió fragmentar el vidrio en miles de pedacitos, además de haber desconcertado a los caballos debido a lo imprevisible del suceso.

Donde Eldar creyó no habría otra alma deambulando, pudo oír un sonido que más allá de causarle alivio, le provocó nerviosismo. El discurso de su madre con certeza aseguraba que no había forma de que en compañía de su transportador sufriera de algún percance, pero no recordaba que hiciera mención del no coincidir con alguien durante la carretera. Volvió su mente a recrear los minutos previos al escape, garantizándole un indicio de lo que estaba sucediendo.

Al igual que cualquier niño, el joven poseía la capacidad de oír a escondidas y durante los momentos menos apropiados. De modo que, el recuerdo se orientó a la charla que habrían tenido Iria y el hombre que hacía compañía a Eldar en la parte delantera de la carreta.

«-Karl, podré haberme referido a ti durante mucho tiempo como mi mejor amigo, pero ahora que hago entrega de lo más preciado que tengo a tu persona, ruego puedas ser quien haga valer la fiducia que a mi corresponde. -»

«-Así será, querida Iria. A partir de ahora, se hará tu voluntad-dichas estas palabras, los labios de aquel varón se posaron sobre la frente de la contraria.»

«-En ti reside el nombre de la única persona a la que he depositado mi confianza-la doncella de cabellera de fuego, haría entrega a su servidor un objeto que Eldar en la actualidad, no tardaría en asociar con el que segundos antes habría sido arrojado contra el suelo. -»

Protégelo a toda costa.

De líquido azulado que Karl derramó durante el trayecto, brotó una espesa neblina de color grisáceo. Hecho que ni siquiera en la oscuridad pudo pasar inadvertido. Pues, aun cuando varios eran los metros que separaban a la carreta de la civilización, hubo un acontecimiento que se tornó inevitable. Los depredadores que se encontraban al acecho, se habrían dado por enterados de su actual ubicación y después de eso, no había vuelta atrás.

El andar de otro jinete en muy pocas circunstancias podría significar algo bueno, y para alguien que estaba huyendo, no había manera de que fuese una buena señal. Pero eso no lo entendió hasta que el ruido incrementó en cantidad y también en volumen. Desafiando las reglas que su progenitora impuso previo al viaje, habría Eldar levantado una parte de la cubierta que privaba su vista del exterior, pudiendo así observar que era a lo que se estaban enfrentando.

Pisándoles los talones, y apenas visible, una multitud considerable de atacantes se aproximaba a la carroza, y Karl, muy lejos de reaccionar positivamente con este acto, fue testigo de cómo el muchacho daba aviso de lo que él ignoraba en la delantera.

Estaban en riesgo.

El muchacho introdujo sus dedos al interior del bolsillo de su pantalón, en busca de un objeto que pudiese servir para defenderse. Tenía la costumbre de recoger las piedras más bellas que encontrase cada vez que salía al exterior y como siempre, algún adulto solía confiscárselas. De modo que la única oportunidad que tuvo para hacer frente a una dificultad, le habría sido arrebatada descaradamente. Maldijo para sus adentros, como si esto pudiese solucionar los problemas que se acumulaban en su vivencia.

Acto seguido, rebuscó entre los cajones sin otra ayuda más que su ingenio, con el fin de hallar algún artículo de valor que pudiese ofrecer a cambio del perdonar de la vida de Karl y la suya. No encontrando nada que pudiese ser del interés de los malhechores, porque era tal su desconocimiento del mundo exterior, que ni siquiera se le pasó por la cabeza que era lo que estos podrían querer de un desvalido arriero y su encargo.

Porque, claramente, en el mejor de los casos, los perseguidores solo estarían detrás el contenido que era transportado. Después de eso, no habría motivo para temer. A menos que encontraran algo de valor en el joven, que era el escenario más probable dentro de la limitada lista de opciones que tenía debido a su condición. Eldar, por mucho se consideró así mismo la persona más ordinaria dentro de un mundo que mucho tenía para ofrecer, sin embargo, era poseedor de la ventaja por la que su madre corrió el riesgo de dejarlo a merced de un desconocido. Así que, y en un intento por intervenir en el ataque, el joven vacío el contenido de los cajones para luego arrojar estos hacia el exterior del vehículo. Un gesto que, si bien pudo haber resultado efectivo, estuvo muy lejano de serlo, todo gracias a la ágil equitación de quien quiera que conformara al grupo.

Es más, tal habría sido su estrategia, que, por un instante, Eldar llegó a creer que habrían logrado burlarlos luego de desabastecer la zona de carga durante sus tiros, o que, sencillamente lograron apiadarse de él, una vez comprendieron que se trataba de un adolescente. Pero, muy lejano de la realidad, lo que realmente ocurrió, terminó por causar total incredulidad tanto al muchacho como en cualquiera que estuviese en su lugar.

La disminución de velocidad por parte de la carreta, hizo al muchacho mirar en todas direcciones, como si en algún punto del prado pudiese hallar la seguridad que solía otorgarle su madre con el simple hecho de existir. Esos cálidos brazos que con solo rodearlo bastaban para hacerle olvidar la pesadumbre de un mal día. Esa fortaleza y voluntad que solo era comparable a la de un ejército entero, y podía ser incluso más temible que un despiadado guerrero. Porque, en lugar de haber un aliado a la cercanía, lo que encontró fue una bofetada de desilusión y vacío.

-¿Karl? ¿Por qué te detienes? ¿Quiénes son ellos? -para entonces, habrían comenzado a ordenarse en su mente los acontecimientos que cual ráfaga nocturna percibieron sus sentidos. La elección del camino parecía en un inicio una buena forma de confundir a cualquier perseguidor, al menos para la estrategia de Iria, quien, ni en sus más descabelladas planeaciones llegó a pensar que la mano en la que depositó su posesión de mayor valor, sería la primera que le apuñalaría por la espalda. -

Aquel, que en su momento consideró lo más cercano a una figura paterna, y que habría sido el encargado de brindarle educación. Ahora, ante la luz de la luna, se apreciaba completamente irreconocible.

Cual alma en pena, fija e inerte la mirada de aquel hombre cruzaba el horizonte. Carente de energía se anunciaba su alma, porque a pesar de que le habría prometido a Iria velar por la integridad de su descendiente, hizo también falta de la palabra propia. Lo que provocó como resultado un monstruoso acto, y esta era una de las pocas cosas en las que los seres mágicos y humanos coincidían. La traición.

-Karl...no-

Poderoso fue el Dios que iluminó los cielos en forma de trueno. Un símbolo que haría a entender a los mundanos cuan furioso se encontraba frente al egoísmo de sus decisiones. Porque, como ninguno eran capaces de intercambiar aquello que se los ofrecía en excelencia, por algo tan banal como lo era la falsa gloria. Y así por los siglos de los siglos, no importaba cuantas veces aconteciera la oportunidad de redimirse, volvían a caer en la tentación de ser condenados.

De este modo y en completa obediencia, los caballos acatarían la orden que esbozó aquel que guiaba su camino. La travesía que juró Iria efectiva a manos de su confidente se dio por lo pronto finalizada. O quizás, ese habría sido el objetivo que Karl desde un inicio habría planteado para sí mismo. En solo cosa de segundos, logró el freno derribar a Eldar de su posición defensiva. Y nada más que su silueta esquelética pudo amortiguar el golpe que sufrió.

-Por un momento creí que habrías cambiado de opinión, y por lo visto, no he sido el único-las carcajadas distantes hacían del ambiente un lugar tenso, sobre todo cuando parecían los desconocidos dirigirse al varón con total confianza. Como si se tratase de una gran amistad de la que nadie «Iria» tenía conocimiento. -

Bajo un estado parcial de aturdimiento, limitadas eran las opciones de lo que pudo hacer para evitar lo siguiente. Pues al cabo de unos minutos, desde el exterior descendería la puertecilla de la zona de carga y lo único que pudo hallar Eldar en su campo visual fue la satisfacción de un grupo de desconocidos. Y lo que más le dolió de aquello fue el cómo el jinete estrechaba la mano del cabecilla del grupo, quien terminó por acercarse al muchacho que en la oscuridad se refugiaba, para luego tirarlo de sus prendas hacía fuera de la carreta.

-¿Sabes lo malo de recurrir a la correspondencia, Karl? Que las palabras dejaron bastante para la imaginación. Y cuando esperábamos enfrentarnos a algo legendario esta noche, lo único que tenemos en su lugar es...-Caidman, el primer encapuchado, se tomó unos segundos antes de continuar con el monologo que aseguraba su descontento hacia el menor-¿Es esto lo que representa una amenaza para ti? ¿De lo que estabas tan aterrado? -

Es solo un niño.

Cual ráfaga de aire, el comentario provocó en su espina dorsal un escalofrío. No porque se sintiera subestimado por la forma en la que por terceros era visto, sino que en la expresión señalada habría encontrado algo que a muchos no le habría sido posible detectar en situaciones de riesgo vital. Esperanza.

En el desconocido vio reflejada la preocupación y bondad desinteresada de Iria hacia el inocente. Porque no importaba cual fuese el escenario, ella siempre daría favor a quien menos aptitudes tuviera para defenderse. Otorgando la igualdad de condiciones que por muchos siglos batalló la raza humana. Y he ahí la razón por la que Eldar durante una cifra de segundo, se sintió como en casa. No obstante, también estaba la incertidumbre de su regreso.

Había pasado más tiempo concentrado en la defensa de la carreta que memorizando el trayecto que habrían recorrido en el intertanto. Y eso ya significaba un nuevo problema del cual hacerse cargo. Un problema cuya prioridad era tan intrascendente, que fácilmente pasó desapercibida entre sus pendientes. Pues, en busca de alguna orientación, los ojos oscuros de Eldar se balancearon en el perímetro como quien conoce el mundo por primera vez; no pudiendo notar ningún rostro amigable entre los presentes o señal que le permitiera desenvolverse en completa tranquilidad, porque, y a pesar de haber girado el destino en su beneficio hasta los últimos minutos transcurridos, necesitaba ayuda. La pedía a gritos.

-Podría jurar que no aprendiste absolutamente nada en Rimor. ¿Ya has olvidado la primera regla? "Nada es lo que parece." E incluso detrás de un inofensivo borrego podrás hallar la crueldad en su máxima expresión, y no podrás comprobarlo hasta observarlo con mayor detalle. -

Desde la multitud, Enoc se hizo oír a tal punto de opacar a quien los lideraba. Porque, bastaba con haber sido testigo de aquella interrupción como para saber que no le dejaría marchar tan fácil. Menos cuando alguien cercano parecía haber revelado una información, que, de acuerdo a los acontecimientos, se presentaba relevante en su historial.

-A menos que nuestro querido anfitrión guste hacer el honor de enseñarnos personalmente a su peculiar criatura. ¿Cómo dices que se llamaba...? -

-Eldar.

Pero esta vez, quien dio respuesta no fue el traidor, sino que el muchacho por el que habrían sido sometidos a largas horas de recorrido para hacer efectiva su captura. Y asombrado, el grupo de forasteros comenzaría a reír con incredulidad. Algunos, hasta habrían aplaudido la valentía con la que Eldar decidió enfrentarse a los leones.

-Por lo visto, Eldar parece mucho más entusiasmado que tú en querer cooperar, Karl. -de pronto, las armas que solían ir dirigidas al muchacho, cambiaron drásticamente su curso para así apuntar al causante de aquella emboscada. Caidman, como siempre, habría sido el encargado de un giro de último minuto- ¿Hay alguna razón?

Aquella interrogante azotó el pecho de quien hace unas horas atrás estaba huyendo. Porque si ese hombre habría sido capaz de romper un pacto con la persona a quien decía iba su lealtad, no quería ni imaginar que era lo que se traía entre manos para afrontar la furia de una multitud.

La única razón que hay aquí es la que tiene tu compañero. No has de haber aprendido mucho en Rimor si continúas siendo un iluso a pesar de las advertencias de los demás. Cualquiera que deseara salvar su pellejo, a toda costa cantaría, aun cuando pueda tratarse de una total mentira. -

-Dijo el lacayo que traiciono a su pueblo e hizo a otros viajar en vano. -

Seguramente y de haberlo oído Iria las palabras de su hijo, le habría ordenado guardar silencio, para luego en privado comenzar a reír de lo rápido que llegaban a su mente tales ocurrencias. Y de alguna forma era una de las cualidades que más admiraba de Eldar; que pudiese expresar con tanta facilidad aquello que el mundo silenciaba. Por otro lado, el silencio que se habría apoderado del valle, no contribuía en lo absoluto al nerviosismo que en ese momento hacia a su cuerpo temblar. Además, bastaba con ver el rostro de Karl como para saber que, si del dependiera, habría golpeado al chico en la boca por considerarlo un servidor. Y ¿Cómo podría serlo alguien que solo pensaba en sí mismo?

-Quiero oír la versión del chico. -

Muy extrañamente se presentaban ese tipo de oportunidades, más aún si quien las ofrecía era Enoc pues jamás habría sido una persona de cuestionar a un homologo. Y para alguien que habría sido criado en un ambiente donde jamás fue necesario recurrir a la invención, le significó un verdadero desafío formular la historia. Sobre todo, cuando seguía sin estar al tanto del motivo que a los brazos de unos extraños lo habrían llevado.

-Siempre estuvimos en movimiento según recuerdo, coincidimos con muchas personas a lo largo del territorio, que luego de un tiempo desaparecían sin motivo, al igual que nosotros. Hasta que llegamos a una villa, ahí mi madre conoció a Karl y desde entonces estuvo con nosotros. -

Hasta ese punto del relato, cada palabra esbozada por su persona formaba parte de un acontecimiento verídico. Tanto que Eldar fue capaz de repasar en su mente las vivencias, como si las volviera a vivir. Incluso recordaba la enorme estima que le profesaba a su superior, porque lo habría considerado una figura de autoridad complementaria a la de su madre y era lo que volvió a su infancia un lugar seguro. No así la actualidad,

-Y según él, hoy serías trasladado. ¿Tienes alguna idea de hacia dónde te dirigías antes de que nos encontraras en el camino? -

-A recuperar lo que de verdad estabais buscando. Era algo a lo que solo quienes vivíamos ahí sabíamos existía, algo tan legendario que debía ser protegido, pero de un día para otro, Karl se propuso a robarlo. En un descuido, se le escapó de las manos y planeaba recuperarlo, pero mi madre sabía que un viejo como el no sería capaz de hacerlo solo. Aun cuando toda la villa dependía de ello, mi madre me ordenó ayudarlo en su búsqueda. Sabía que no debía, pero...-

En ese momento, la recolección de experiencias se centró en una demasiado actual como para carecer de exactitud. Porque habría acontecido esa misma madrugada, durante los minutos previos a su huida. Pero, en lugar de expresarlo al exterior y a unos completos desconocidos, optó por atesorar uno de los últimos instantes compartidos con quien le engendró.

«-No creo poder ser quien te asegure un buen porvenir en ese lugar, cariño. Hasta hace unos días me he encargado de otorgarte las herramientas para que forjes de buena manera tu destino y hoy llegó el momento en que alguien más ocupe mi lugar.-»

Por muy infantil que haya aparentado ser su descendiente, lo menos que esperaba Iria era recibir una pregunta tan elocuente como la que brotó de sus labios-¿Por qué le has elegido, madre?

«-Su fortaleza es lo que guio a mi decisión, Eldar. Así que te imploro puedas huir junto a él, y no olvides de donde vienes...la única opción que tuvo nuestro pueblo fue pelear por sí mismos, cualquier medio es y será siempre necesario-los dedos de Iria no dejaron ni un solo momento de jugar con el dije de su collar, manifestando nerviosismo o quizás algo más...- a fin de cuentas, no sobrevive el más fuerte, sino quien logra adaptarse al cambio. - »

Donde el muchacho creyó haber invertido más de una hora, realmente solo habían transcurrido segundos. Tiempo suficiente para que el fiel servidor de su madre tuviera tiempo de emitir una burla hacia la versión que habría quedado incompleta en el aire.

-¿Yo era como un padre para ti y quisiste salvarme el trasero? ¡Por favor! ¿Qué no se cansan jamás de inventar historias? Caidman...Enoc... -alzaba los brazos en busca de un aliado, pues poco a poco el brillo de los ojos de Karl fue reemplazado por una profunda incredulidad. De inmediato, dos del grupo decidieron enmudecer temporalmente a aquel que con intensidad bramaba injusticia. -

¿Y cómo no? Si lo que menos podía soportar un mentiroso es que otro decidiera jugar las mismas cartas y le arrebatase el beneficio de la duda.

Por otro lado, desde las sombras, un cuarto se sumó a la disputa y su función fue ser la esperanza, la voz del silenciado.

-Hay algo que no me termina de convencer en el relato... si según tus palabras, estabas al tanto del trato que tenía con nosotros. ¿Por qué atacarnos? -Mei Ling, la única fémina dentro de esa expedición no dudo ni un segundo ante de manifestar su desconfianza, y para peor, habría avanzado varios pasos en dirección a Eldar, quien continuaba apoyado sobre sus rodillas en el suelo. -

La asiática era fiel creyente de cuan poderosa podría ser la intimidación por cercanía, a diferencia de las estrategias de las que poseían mayor conocimiento Caidman y Enoc. Un contraste que era de esperarse en tanto sus superiores habría dado la orden.

Y bastaba con apreciar superficialmente el semblante de cada uno, como para comprender cual era el lugar que les correspondía dentro de la jerarquía. El conocimiento, la audacia y el poder. Tres valores antagónicos, habrían sido capaces de aliarse con tal de descifrar uno de los más grandes misterios de la humanidad, y estaba claro que otros también lo harían tan pronto supieran de la existencia del mismo. Pues, así como ellos, un centenar habrían sido entrenados para una función en específico.

Someterse a la voluntad de otro más poderoso.

A unos pocos metros, un Karl furioso hacía hasta lo imposible por quitar la prenda que colocaron en su boca. Pues aun cuando habrían limitado su participación en la discusión, de Mei Ling obtuvo un hilo del cual tirar para desestimar la versión del adolescente. Más aun cuando la vida de uno, dependía de lo dicho por el otro.

-Porque la criatura estaba detrás de ustedes. Les estaba haciendo daño y a Karl también, lo hizo perder por completo el juicio; apenas tenía control de lo que estaba haciendo por la enfermedad, la carreta se descontroló, y el antídoto que pudo salvarlo de su enfermedad, me lo quitó de las manos para luego verter su contenido en el camino, ese fue el humo que los alertó. Ahora solo queda uno y es el que...-

El pecho del muchacho se alzó de pronto, como si algo mucho más fuerte que su voluntad, lo privara de continuar la historia. Hecho que recibió exaltación por parte de quienes atentos oían el relato, quienes a la brevedad acudieron en su auxilio. Apenas los jadeos escapaban de su boca cuando llevó ambas manos en dirección a la tráquea para después señalar con ellas a Karl, quien no podía parecer más desconcertado ante la puesta en escena que Eldar estaría llevando a cabo. El monologo de Iria no pudo haber tenido más sentido que en ese punto. La fortaleza de la que alardeaba Karl habría sido sometida por el observar del astuto, ya que, de la misma forma en la que una madre le transmitió sus deseos, habría hecho entrega del articulo que con tanta inquietud tomaba durante el intercambio de palabras con Eldar.

El collar.

Una muestra de que ni siquiera la separación podía hacer frente a la necesidad de proteger a su pequeño, porque este, desde que tenía memoria, habría sentido una inexplicable atracción hacia la minúscula botella de cristal que en el había. Pudiendo satisfacer de una sola vez la curiosidad que le invadía frente al contenido. Mismo que los forasteros habrían creído se trataba del antídoto para poder recuperar a su testigo.

En tanto terminaron de comprender las señales no verbales, Karl supo se trataba de una trampa, pero cualquier esfuerzo de su parte por evitar que accedieran al collar habría sido inútil. Dos fueron los encargados de recuperar el elixir, mientras que Enoc tan pronto como sintió al muchacho descomponerse, se arrojó al suelo para evitar una caída. Seguido de esto, lo habrían posicionado de manera que pudiese beber de la botella. Y en tanto el liquido traspaso su cavidad bucal, Enoc habría sentido la necesidad de quedarse con el objeto. O, mejor dicho, el arma homicida.

Lo que comenzó siendo actuación, a los pocos minutos se habría salido de control. Mei ling y Caidman se dirigieron a la brevedad a donde el adolescente pudo haber estado sufriendo de una inmediata mejoría, pero no. La piel de Eldar se tornó en palidez, cuando lo poco y nada que pudo observar fue la turbación de los presentes. La agonía se hizo presente casi a la brevedad, pues sus oscuros orbes se enmudecieron ante la voluntad de los cielos. No había duda de que él astuto hubiera preferido morir de esa forma antes de que sufrir en manos equivocadas. Lenta asfixia inundo su garganta al momento en que su frecuencia cardiaca sufrió de un abrupto detenimiento.

Entonces su cuerpo cayó finalmente al suelo.

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