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Día 25
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—Fyodor Dostoievsky, por haber cometido delito de robo de información, daño, secuestro y amenazas, quedas detenido y a custodia de Europol. Tienes derecho a un abogado y a guardar silencio, o todo lo que digas será usado en tu contra.
—¡Sueltenme! ¡Los voy a matar a todos! ¡¿Dónde está Chuya?!
—Excelente.
La voz que más odiaba en el mundo se hizo presente, de quien provenía se abrió paso ante el grupo que creaba una barrera para evitar que el ruso escapara.
—Señor —saludó Adam.
—Mis expectativas sobre La Orden de la Torre del Reloj han sido superadas. Gracias por tu gran trabajo, Adam.
—¡Tu...! —señaló Fyodor, tratando de apartar a Adam, quien lo mantenía aprisionado.
—Fyodor, este es el final. Debiste saber desde el principio que no ganarías.
—¿Dónde está Chuya? ¡¿Por qué me quitaste lo que es más preciado para mi?!
—Es cierto que Chuya está pagando una deuda, pero no hay nada de lo que debas preocuparte. Cuidaré de él, le entregaré todo de mí para que sepa que está en buenas manos... el dolor que has ocasionado en él no es nada comparado con la desesperación que estás sintiendo ahora.
Hubo unos segundos de silencio, Dazai le dio espalda al ruso. Adam inmediatamente entendió el gesto y se aseguró de llevar a Fyodor al transporte que se encargaría de trasladarlo a Rusia.
—El proceso será muy largo. No cometió el delito en Rusia, así que seguramente lo dejen libre porque no representa un peligro para la sociedad —una mujer rubia dijo acercándose al castaño.
—Esa si que es una mala noticia.
—Entiendo —rio para sí—. No me he presentado, mi nombre es Agatha Christie. Tengo que admitir que es la primera vez que se solicita a uno de mis hombres para la captura de un alguien así; usualmente, no somos una compañía que se dedique al rescate de criaturas en pena y se meta en misiones imposibles. Después de todo, nuestro trabajo es proteger la espalda de quién lo solicite, aún si se trata de una rata como él.
—Me hablaron de usted cuando solicitamos la intervención de su organización. Lamento haber tenido que pasar por su autoridad y solicitar el visto bueno de un subordinado.
—¿Te refieres a Shelly? Bueno, ella es buena. Entrenó muy bien a Adam. Como sea —dando la vuelta, alzó la mano en gesto de despedida—. Espero que nos podamos volver a ver pronto, y cuida tu espalda. Yo no diría que esto es el fin.
En el silencio, el celular de Dazai se atrevió a sonar. Fue hasta el último timbre que decidió responder el llamado.
—Si soy yo. Chuya fue llevado al hospital y Verlaine está siendo atendido con el equipo de paramédicos. Sí, entiendo. Le haré llegar el informe.
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La luz empezó a aturdirlo una vez que sus ojos se abrieron durante las primeras horas de la mañana. No podía mover el cuerpo porque le dolía, pero a primera vista dedujo que se encontraba en el hospital... no, el techo era diferente al de un hospital.
¿Estoy en casa?
Exploró con la mirada e intentando mover el brazo se percató que alguien estaba recostado: era Dazai. Ese hombre tan desesperante se encontraba dormitando con la cabeza recostada sobre el brazo de Chuya.
—¡Maldición, apártate! —se quejó conteniendo la respiración.
Sin embargo, el castaño lo ignoró y Chuya se rindió. No tenía fuerza, suspiró cansado y miró al techo.
¿Cómo es que después de todo tenía tiempo para dormir?
Nuevamente miró al bello durmiente, lucía cansado. Efectivamente no tenía derecho alguno de pedirle que se apartara cuando había maquinado todo para su rescate.
Se cuidarme solo, y aún así obligué a Dazai a rescatarme porque no tuve cuidado. ¿Qué voy a hacer con esa deuda ahora? Aunque, no es como si me importara... ese bastardo me toma y me deja cuando quiere, debería ser suficiente con eso.
—¿Estás despierto? —cuestionó con pesadez el castaño.
—Eso es lo que debería preguntar yo. No siento mi brazo, ¿serías tan amable de hacerte a un lado?
—Este no es el Chuya Nakahara que conozco, ¿te sientes bien? ¿Fyodor te lavó el cerebro? —levantándose de golpe, decidió tomar la temperatura del contrario llevando su mano a la frente.
—¿Qué mierdas estás diciendo, Osamu? Tsk... basta, no me hizo nada —apartó cuidadosamente la mano del más alto
—Chuya...
Lo que pasó a continuación su cerebro tardó un poco en procesarlo y cuando fue consciente, Dazai ya se encontraba encima de él, envolviéndolo en un abrazo. Los finos dedos del castaño se enredaron en el cabello desordenado de Chuya, acariciando lo que estaba a su alcance. Respiraba rápido, entendía que quería hacer de ese abrazo algo especial y que se estaba conteniendo para no lastimarlo.
—Lo siento.
La voz de Dazai se entrecortó.
¿Por qué?
—¿Quién diría que tuve miedo de quedarme solo otra vez? Yo... yo si quemaría al mundo por ti. No debí descuidarte, sabía que un guardia no era suficiente. Chuya, yo...
—No iba a morirme, Dazai...
Fue lo que atinó a decir, no supo como reaccionar a la repentina actitud del contrario. Y tampoco sabía que decirle respecto a alejarse de él, porque aún no entendía sus propios sentimientos.
—Tu no, pero yo sí... ¿no te hizo nada malo?
Cerró los ojos, se tomó su tiempo para contestar.
—Nada por lo que debas preocuparte. A pesar de todo, no soy tan débil como parece ¿Entiendes?
—Supongo que debo resignarme y creerte —dejó escapar una pequeña carcajada—... Oye, ¿me extrañaste?
Dazai se apartó un poco, asegurándose de que ahora sus labios quedaran tan cerca de los del pelirrojo; se vio incapaz de no reír, porque ahora la expresión de Chuya era una que no solía ver todos los días.
Sus mejillas tan rojas, encontrándose en un conflicto interno por dar una respuesta y en su lugar solo buscaba donde colocar su mirada para que Dazai no lo molestara.
¿Es este sentimiento lo que llaman "querer proteger a alguien"?
—¿Qué dices? Obviamente...
—No te atrevas a decir que no, porque ambos sabemos que estás mintiendo.
—¡¿Qué mierda se supone que vas a saber...?! Auch —por la fuerza corporal que había realizado al quejarse, la herida que Fyodor le había dejado como un recuerdo no grato le dolió.
—¡Chuya! ¡¿Te lastimé?! —Dazai inmediatamente entró en preocupación.
Chuya sonrió forzado para evitar el dolor y gentilmente llevó sus manos a ambas mejillas del contrario. Juntó valentía y se decidió por mirarlo, lo que él veía en Dazai también era único y solo por ese instante, pensó que quería verlo todos los días.
—Obviamente te extrañé... No pensar en ti siquiera un segundo es una tortura... Más tortuoso que tenerte a mi alrededor.
—¿En serio eres el Chuya Nakahara que conocí hace un mes?
—Tal vez solo quiero que esto sea diferente antes de que termine.
—Chuya...
Apretó los labios y en respuesta junto sus frentes mientras cerraba sus ojos con fuerza. No quería decir más, las palabras de Chuya habían sido suficientes para hacerle sentir tan mal; sabía que no existían palabras que representaran el amor que sentía, no había nada que pudiera hacer. Incluso si lo decía ahora, sería demasiado pronto para ellos.
Chuya no lo tomaría bien, creerá que solo es lo que siento en el momento.
—¿Aún estás dispuesto a escuchar lo que tengo que decirte cuando termine esto?
—Eres un hombre, cumple tu promesa.
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—¿Cómo se supone que vas a recompensarnos por eso? ¡¿Cómo se supone que ibas a remediar todo si Paul moría?!
—Rimbaud, no es para tanto.
—¡Tu cierra el hocico! ¡Mírate! ¡¿Por qué demonios te sacrificas de esa manera?! ¡¿Explotar con esa rata ahí dentro?! ¡Me aseguraré de que el jefe te de un castigo ejemplar, Dazai!
—Rando, sé que mil disculpas no van a solucionar nada. Sin embargo, ¿no ahora Verlaine se encuentra aquí contigo?
Verlaine decidió no decir más. Con el codo derecho recargado sobre el brazo del sillón, utilizó la palma de su mano como soporte para su mejilla; su brazo izquierdo había resultado lastimado y por ende, lo habían tenido que enyesar.
Como era de esperarse, los resultados —fueran cuales fueran— no iban a tener satisfecho a Rimbaud, no cuando la vida de su prometido se mantenía en riesgo por parte de esos dos demonios.
—Dazai, creo que no lo has entendido. Utilizaste los recursos de la compañía para procurar un amor que no es real. ¿Tu crees que eso nos beneficia? ¿Desde cuando te preocupa salvar realmente a la gente?
—Mi relación con Chuya...
—Tu relación con ese chico es lo que puso en riesgo la vida de Paul —interrumpió, su voz se volvió cada vez más seria—. La próxima vez, seré yo quien acabe contigo —advirtió.
—Rimbaud, es suficiente —Verlaine intervino, cansado de la discusión—. Por favor, retírate y dejame hablar a solas con Dazai.
—No olvidaré decirle al jefe, tenlo por seguro.
Enojado, Rimbaud dejó la habitación. Ambos, Verlaine y Dazai, mantuvieron su mirada en la puerta hasta que esta se cerró detrás del pelinegro. El castaño se encogió de hombros, ¿qué tanto podría hacerle el jefe por haber involucrado sus asuntos personales con el trabajo?
No era la primera vez que lo hacía, después de todo.
—Dazai, ¿cómo está Chuya?
—Está reposando. Akiko se hará cargo de atenderle sus heridas. Verlaine...
—Sí estás aquí para disculparte debes saber que no es necesario. Estaría bien si Chuya viene a tomar una taza de té en mi estudio.
—En serio que estás muy obsesionado con Chuya —hizo una mueca.
—¿Con qué derecho me lo dices tu? Tal vez no tenga mucho sentido, pero desde que lo conocí supe que había algo que me unía a él. No era el simple hecho de saber que escondían algo entre ustedes, Chuya para mí es... lo que tus amigos son para ti.
—No entiendo que es lo que quieres decir.
—Mentiroso —sonrió levemente.
—Como sea, le haré saber que estás preocupado por él. Y controla a Rando, no quiero que Mori-san me hostigue en el trabajo sobre que tipo de castigo debería ponerme. No quiero cuidar perros otra vez —alzando su mano en muestra de despedida, dio la vuelta.
—Una cosa más antes de que te vayas, Dazai.
—¿Qué ocurre? —detuvo el paso y giró la cabeza para ver al rubio.
—¿Has decidido algo respecto a Chuya?
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—¡Santo cielo, Chuya! ¡Se supone que debes estar en cama! ¡¿Qué piensas que pasara si tu herida se abre y se infecta?! —regañó Akiko al verlo frente la jardin.
—No quiero seguir durmiendo. Tal vez te estás preocupando demasiado, ¿no crees?
—¿Nunca te han enseñado a respetar la palabra de un médico? —con sus manos en la cintura, regañó.
—Estoy agradecido por lo que has hecho, pero no deberías esforzarte demasiado.
—Como sea, pero eso no quiere decir que no voy a seguir cuidando de ti —suspiró—. Por cierto, ¿que estás haciendo a esta hora mirando el jardín? No es que me moleste, pero...
—Solo recordé que este es el lugar favorito de Dazai, ¿te molesta?
Sin esperar respuesta, tomó una pequeña rosa y la colocó gentilmente en el cabello de Akiko.
—Combina muy bien con tu pasador.
—Estás actuando extraño, ¿Dostoievsky te lavó el cerebro? —sus mejillas enrojecieron.
Chuya se echó a reír por la pregunta, pero debido a la fuerza llevó su mano a la dirección de la herida.
—Ese bastardo... también preguntó lo mismo —apretó los labios, hasta que la punzada dejó de molestarlo—. Si te hace sentir tranquila, no estoy actuando extraño.
—Oye, Chuya —cruzándose de brazos, cuestionó—... ¿Has pensado que harás respecto a esos dos?
—Creo que estoy decidido, pero antes tengo una cosa importante que hacer.
Sus ojos azules, que brillaban bajo la luz de la Luna, estaban más lleno de determinación que antes.