𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼�...

Od ZaiJam

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El actor Na Jaemin nunca ha sido tocado amorosamente por nadie en sus veinte años de vida. Y cuando le ofrece... Více

1. Vienna
2. La opción indicada
3. Mujer bonita
4. Romeo + Julieta
5. Noche de Brujas
6. Cosas grises
7. Playa vs Ciudad
8. Quédate
9. Sígueme la corriente
10. Celos
11. Ataques al corazón
12. Bestias mimadas
13. Frágil por primera vez
15. Amor en blanco y negro
16. Hasta que sea aburrido
17. Narrador Testigo
18. Cómo te odio
19. Te necesito
20. El temor y la envidia en el placar
21. Todo lo que está entre nosotros
22. Con las venas abiertas
23. Lo que no puedes dejar ir
24. Al final del camino

14. Torbellino

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Od ZaiJam



Una canción de Bruce Springsteen sonaba desde el estero, Jeno movía la cabeza al ritmo de la batería, sus pies descalzos se deslizaron por el departamento recogiendo las prendas del mocoso y sus manos las doblaron con suma precisión, dejando la pequeña pila en el sofá y las converse cargadas de brillantina cerca de la entrada.

No podía creer que su día libre hubiese comenzado de esta manera. Eran las 8'am y él seguía poniendo en orden todo con lo que el torbellino durmiente en su cama había arrasado. Suspiró, acercándose a la mesita del centro para levantar la tapa olvidada del helado. El chocolate que se había derretido encima de la alfombra despertó un deseo primitivo en Jeno, el cual jamás podría expresar en voz alta porque estaba seguro de que "Asesinar al chico dorado de Corea" ameritaba una sentencia perpetua.

Miró hacia el pasillo que daba a la única habitación. ¡Al diablo con las leyes, iba a matar a ese tornado!

La siguiente canción fue una broma cruel del destino. Roy Orbison cantó «Pretty woman that you look lovely as can be. Are you lonely just like me?». Jeno arrojaría el estero por la ventana y luego arrastraría a ese gran problema fuera de la cama.

Dios. Él se consideraba a sí mismo un tipo firme que no dejaba sus convicciones caer ante ninguna sonrisa bonita. Pero allí estaba, fregando la cuchara que Jaemin había lamido y preguntándose cuándo fue que se convirtió en un blandengue por ese demonio con rostro de ángel.

Un bonito demonio que le llamaba prostituto y esclavo cada vez que tenía la oportunidad.

Se apoyó en el lavabo con la lengua empujándose contra la pared de su boca, pensando en que hoy sería un día de mierda y él no estaba en la mejor condición para afrontarlo. Limpió sus manos en el repasador y caminó fuera de la cocina. Bien, al menos todo estaba en su lugar exacto ahora.

Lo primero que detectó al entrar en la habitación fue un par de piernas desnudas que estaban abarcando la mayor porción del colchón. Jeno se agachó para quedar a la altura del cabello rubio de Jaemin que caía hacia abajo justo como su cabeza.

Puso las manos alrededor de su boca y gritó.

-¡Despierta!

El engendro del mal que roncaba suavemente se removió para seguir durmiendo. Jeno se preguntó como era posible que pudiese sentirse atraído por alguien que no solo usaba ropa ajena sin preguntar, sino que además estaba babeando su camiseta favorita justo en este instante. Iba a volverse loco, de eso no cabía duda, porque a pesar del desastre que era Na Jaemin en su vida... como que no pudo hacerse el tonto al querer estirar los dedos y acariciar la piel sedosa que se había sentido tan bien la noche anterior.

Desencajó la mandíbula al encontrar una mancha de crema inglesa en los pantaloncillos que Jaemin usaba. ¡Sus pantalones!

Quizá podría matar al mocoso y arreglárselas para que nadie lo descubriese...

Joder.

¿Cuándo fue la última vez que Jeno dejó que alguien entrase en su casa, se probase su ropa y además destruyese su perfecto orden?

Definitivamente había perdido algunos tornillos en estos días, eso, o estaba sufriendo una intoxicación por tanta brillantina. Suspiró, sentándose en el borde de la cama y moviendo ligeramente el hombro de Jaemin. Los ojos marrones, tan hermosos como perezosos, le miraron irritados al abrirse por primera vez.

-¿Ya está el desayuno? - preguntó Jaemin, su voz ronca tornándose en un ronroneo al gatear fuera de la cama. -Necesito cafeína o estaré de mal humor todo el día.

Los pantalones cortos y la camiseta con una frase gastada no eran las prendas más estilizadas del mundo, es decir, Jeno no era del tipo de persona que gastaba sus ahorros en moda. Más bien valoraba lo que tenía y lo usaba hasta que se convertían en harapos. Y, sin embargo, con ellas puestas Jaemin se las arreglaba para lucir como si estuviese listo para una sesión de fotos.

Jeno parpadeó al darse cuenta de lo surrealista que era su vida en este momento. Tenía a uno de los actores más populares del momento usando su ropa y rascándose la panza mientras bostezaba... en su habitación.

Esperaba que el desorden no fuese contagioso.

-Desayunarás en casa- le dijo, mirando la hora en su reloj-, tienes tres minutos.

Jaemin parpadeó, despabilándose por fin.

-¿Me estás echando a la calle?

Jeno masajeó el puente de su nariz.

-No seas dramático, es mi día libre y tengo cosas que hacer.

Jaemin se dirigió al baño, quitándose la camiseta que no le pertenecía. Jeno le agradeció a quien fuese el dueño del milagro que hizo a Jaemin dejar la prenda usada en el cesto de ropa sucia.

-No sabía que tenías días libres- masculló, asomando la cabeza por le marco de la puerta, con el dentífrico ardiendo alrededor de su boca-, siempre andas acosándome por ahí.

Era increíble el mocoso nunca se hubiese fijado en que Jeno se ausentaba tres veces al mes. No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que este era Na Jaemin y en su apretada agenda no existía ni un lugarcito para que pudiese preocuparse por la explotación laboral de los empleados que trabajaban en torno a él.

-No puedes hablar de acoso cuando estás usando mi ropa y gastando mi pasta de dientes. Oh, y juro por Dios que te mataré si usas mi cepillo.

Jaemin salió del baño con el rostro humedecido y las marcas de la almohada todavía impresas en una de sus mejillas.

-Sé que siempre me miras a través del espejo cuando me cambio de ropa- murmuró, acortando la distancia entre ellos y metiendo los dedos por dentro del elástico de los pantalones deportivos de su guardaespaldas. Sonrió un poquito-, agradece que no te he denunciado.

Jeno sintió la sangre subir a su cara y miró al techo en busca de una salvación.

-Tu ropa está en el sofá, ve por ella de una jodida vez.

Jaemin dejó ir el elástico, el sonido al golpear contra la piel de Jeno fue gratificante.

-Aburrido- susurró, rozando el abdomen plano de su guardaespaldas al dirigirse fuera de la habitación.

Jeno se quedó paralizado unos cuantos segundos.

-No tengo salvación... -dijo, siguiendo al descarado torbellino.


La neblina de la mañana todavía decoraba las calles de la ciudad. A Jaemin le gustaba esta sensación que se esparcía por su cuerpo, relajante y soñolienta, causada por la vibración del motor, el olor a menta y detergente de vainilla, y de la estática de la radio desde donde un locutor intentaba sonar animado al hablar sobre alguna cosa relacionada con la política.

A él no podía importarle menos el tema, pero su guardaespaldas prestaba atención a cada palabra, y, por un segundo, Jaemin recordó su casa. Es decir, su verdadera casa. No ese castillo armado a gusto y semejanza de una persona que había deseado ser desde niño, pero que todavía se sentía un extraño bajo su piel.

Y esto era divertido. No ser un show ni una actuación por una vez en su vida. Ser normal por una pequeña porción de tiempo. Pero no iba a pensarlo demasiado porque las cosas siempre terminaban mal cuando uno hacía eso.

Se colocó la gorra sobre la cabeza en el momento en que Jeno aparcó en la entrada del estacionamiento. Las luces neón se encendieron para darle paso, pero Jaemin sabía que era ahí donde debían despedirse, así que tomó la manija de la puerta y empujó hacia abajo, excepto que no pudo salir del auto.

¿Por qué últimamente era tan difícil alejarse sin más?

El asiento seguía vibrando y el aromatizante en forma de pino balanceándose. Jaemin dejó ir la manija y bajó su bufanda.

-¿Vendrás a trabajar mañana?

Cuadró los hombros esperando lucir más como la gran estrella que era y menos como el gato asustadizo en que se convertía ante la presencia de su guardaespaldas.

Los dedos de Jeno repicaron sobre el volante.

-Tengo que...

Jaemin rodó los ojos. -Deja de fingir que odias mi compañía.

-Me gustas más cuando te hago callar.

Eso envió una sensación rara a las extremidades de Jaemin, quizá era hora de dejarlo ir... pero todavía había algo picando en la superficie.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

El cabello negro había comenzado a crecer y últimamente Jaemin estaba acostumbrado a ver a Jeno más causal, con su cabello sin peinar y sin tanto negro en su ropa. Le gustaba esta imagen... aunque las corbatas seguían en el primer puesto.

-La harás de todas formas -respondió Jeno, apoyando el codo en la ventanilla.

-Cierto...- Jaemin se deslizó hacia el borde del asiento, casi tocando la palanca de cambios.

-¿Qué se supone que hacen las personas en sus días libres?

Jeno frunció el ceño.

-No lo sé, algo que te guste, supongo.

Sus ojos se encontraron.

-¿Así que eso harás?

-Tengo que encargarme de algunas cosas, nada divertido.

-Bien. Entonces te llamaré si me aburro.

-Día libre -masculló Jeno, bajando el volumen de la radio. -No contestaré.

Los ojos de gacela se entrecerraron, sorpresivamente Jaemin era tan bueno para pasar de la dulzura a la amenaza inmediata que seguía desconcertando a Jeno.

-Te despediré.

-Sabes que realmente no eres mi jefe, ¿no?

¿Ellos estaban coqueteando justo ahora? Jaemin no lo sabía, pero creía que podía ser el caso.

-Hmm- Los ojos de Jaemin destellaron, su dedo empujando la vena que comenzaba a sobresalir en la frente de su guardaespaldas-, pero puedo dominarte tan fácil... ¿No es casi lo mismo?

Aguantó la risa que surgió desde el fondo de su alma, lo que era tonto porque con sus pómulos rellenos y los labios temblando, bueno, era bastante obvio que esto le divertía. Jaemin comenzó a alejarse, pero una mano sujetó el cuello de su chaqueta, y, cuando giró, se encontró con los labios de Jeno a mitad de camino.

El jadeo de sorpresa se hundió sobre la rugosa lengua de Jeno y las hormigas que habitaban su carne hicieron una danza enloquecida. Jaemin mantuvo los ojos fuertemente cerrados, posando las temblorosas manos en los hombros de su guardaespaldas.

Y el beso se fue aflojando, convirtiéndose en una cosa más dócil, más suave, donde la nariz de Jeno acariciaba la suya y Jaemin podía obtener una probada del aliento mentolado. Nunca había entendido el concepto de vivir de la respiración de otra persona hasta ese mismísimo instante.

El beso terminó con un sonido bochornoso y Jaemin se convirtió en una masa cruda cuando Jeno le soltó.

-¿Qué ha sido eso? - preguntó, falto de aliento.

Jeno se recompuso detrás del volante, con la mirada en el frente y la boca cubierta con el dorso de su mano.

-Eras molesto- dijo, repentinamente olvidándose del frío que hacía en el exterior.

Jaemin bufó.

-Wow... realmente no puedes resistirte a mí, ¿A que sí?

Jeno resopló.

-Largo, torbellino.

-Aburrido- respondió, fingiendo que un beso no le había hecho sentirse como gelatina al caminar por el estacionamiento.

Por supuesto no miró por sobre su hombro ni una sola vez, todavía tenía que mantener su orgullo intacto, pero había una sonrisilla tonta en su rostro. Lástima que no duró demasiado porque las puertas del ascensor estaban abiertas y los ojos de su hermana mayor le miraban como un ave de presa.

Se detuvo en seco.

-Jisoo...

⭐️

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