Soy otra mujer

By EasyCuteWat

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La alocada hermana gemela de Camila se había quedado embarazada para atrapar a un rico playboy. Pero su amant... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Final

Capitulo 11

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By EasyCuteWat

A la mañana siguiente, cuando bajó con Georgia a la cocina, la primera cosa que Camila vio fue un cheque a su nombre en la banqueta, con justo el doble del dinero que el día anterior Lauren le había ingresado en su cuenta.

No sabía si sentirse enfadada o dolida. Agarró el cheque y lo estrujó, tirándolo contra la pared. Inmediatamente escuchó a Lucía detrás de ella hablando entre dientes.

—¿Desea que limpie eso, signora? —Preguntó Lucía mirando la bola de papel.

—No mi scusi —Contestó Camila, sin darse cuenta de que lo hacía en italiano—Ya me encargo yo—Lucía se la quedó mirando, haciendo unas extrañas muecas con la boca—Te lo debería de haber dicho antes. Entiendo y hablo italiano —Le dijo Camila con una leve sonrisa, muy diminuta.

—La signora Jauregui no me lo había dicho —Murmuró Lucía, frunciendo levemente el ceño.

—La signora Jauregui no lo sabe.

—¿No se lo ha dicho? —Los oscuros ojos del ama de llaves echaban chispas de odio.

—Hay muchas cosas que no le he dicho —Replicó Camila, volviéndose a mirar a Georgia—No le he dicho muchísimas cosas.

—La signora Jauregui me ha dicho que le diga que tiene algunos negocios de los que ocuparse. Llegará a tiempo para que todos nos marchemos al aeropuerto.

—Grazie, Lucía —Agradeció Camila, dirigiéndole a Lucía una titubeante sonrisa.

—Será una buena esposa—Le comentó Lucía tras unos segundos—Debe darle tiempo. Todavía está llorando la muerte de sus seres queridos; no está bien—Lucía miró a la pequeña—Georgia es una niña tan guapa. Ha traído alegría a la vida de la signora Jauregui.

—Es mi vida, ¿a que sí, Georgia? —Hizo pucheritos para después, besarle los deditos a su sobrina.

—Es usted una madre maravillosa —Sonrió Lucía levemente—Nadie lo podría dudar—Camila estaba sorprendida por aquel cambio de actitud del ama de llaves, ya que durante días había sido muy hostil con ella—La han llamado por teléfono mientras que estaba en la ducha —Le comentó Lucía.

—¿Ah? —Camila se puso nerviosa.

—No quería que su teléfono móvil despertase a Georgia, así que respondí a la llamada —El ama de llaves hizo una breve pausa—Espero que no la moleste.

—No —Negó Camila tragando saliva—No, claro que no me molesta —Camila se esforzó para parecer calmada—¿Quién... quién era?

—Una mujer, pero no me dijo quién era. Por un momento pensé que era usted. Me asombré, de verdad. Su voz sonaba tan similar a la de usted... —Parecía impresionada mientras la miraba curiosamente.

—¿Dejó... algún mensaje?'—Preguntó Camila con nervios.

—Dijo que volvería a llamar en otro momento.

—Grazie.

Hubo otra pequeña pausa en la conversación.

—La signora Jauregui me ha ordenado que la ayude a hacer su equipaje—Explicó en unos instantes.

—Está bien, Lucía. Me las puedo arreglar sola. De todas maneras, no tengo muchas cosas que llevarme—Se encogió de hombros mientras sentía la saliva de su sobrina empapar su cuello, pues la pequeña adoraba hacer burbujas de saliva.

—Si le puedo ayudar con alguna cosa, signora de Jauregui, sólo tiene que decirlo. Será un placer, se lo aseguro—Asintió para demostrarlo.

—Grazie, Lucía—Camila esperó a que el ama de llaves saliese de la cocina para soltar aire y suspirar—Estoy hasta el cuello, Georgia, y pronto me voy a ahogar —Le dijo a su sobrina.

Más tarde ese mismo día, mientras se preparaban para marcharse al aeropuerto, Lauren se dio cuenta de que Camila evitaba mirarla. Hablaba con Lucía y estaba muy cariñosa con Georgia, pero cada vez que su mirada se cruzaba con la de ella, la retiraba rápidamente, poniéndose roja. Lauren no podía dejar de pensar en lo ocurrido la noche anterior. Le resultó imposible resistirse a Camila y no podía dejar de pensar en ella.

Durante años, había evitado establecer lazos emocionales con nadie, no le gustaba sentirse tan vulnerable. No podía creerse que la Camila con la que se había casado fuese la misma persona de la que le habló su hermano. Las personas podían cambiar, pero el cambio que se suponía había experimentado Camila era increíble.

—Por tu silencio, supongo que no tienes ganas de tomar el avión —Juzgó Lauren mirándola. Camila buscó en su bolso y le dio a Lauren el cheque que había dejado en la cocina esa misma mañana, mirándola con enfado—Me disculpo por lo que pasó anoche. Este viaje va a ser todavía más desagradable si no aceptas mi arrepentimiento —Estimó Lauren, evaluándola a lo que Camila la miró resentida.

—No es tu arrepentimiento lo que no acepto —Espetó Camila—Es tu dinero.

—No entiendo por qué estás tan enfadada. Teníamos una apuesta, yo la he perdido y, cómo acordamos, he pagado... Tal vez te arrepientes de haber apostado tan poco dinero —Lauren hizo una mueca—¿Quieres que lo triplique para que no te enfades? —Camila miró para otro lado. El odioso cinismo de Lauren hizo que las lágrimas aparecieran en sus ojos—Vamos, Camila —La reprendió suavemente Lauren—No es la primera vez que te pagan por tus encantos. André me contó cómo te gustaba que te regalara joyas. No tiene sentido que te hagas la víctima ofendida; simplemente tú no eres así.

Poco después, estaban sentados en el jet privado de Lauren. Camila tuvo suerte de que, en el aeropuerto, no pidieran más documentos de los que tenía, ya que ni siquiera llevaba el certificado de nacimiento de Georgia.

Cuando el jet empezó a despegar, a pesar de lo lujoso que era y de que el personal de Lauren trataba que todo fuese lo más confortable posible, a Camila le entró el pánico. Cerró los ojos y sintió cómo Lauren le tomaba la mano, ante lo cual los abrió, encontrándose con su profunda mirada.

Camila la miró avergonzada.

—Ya sé que es una tontería, pero no puedo evitarlo—Se encogió de hombros suavemente.

—No es una tontería —Reveló Lauren apretándole la mano—Cierra los ojos y trata de dormirte. Antes de que te des cuenta estaremos allí.

Trató de descansar, pero, aunque estaba exhausta, al tener a Lauren sentada tan cerca, no pudo dormirse. Podía oler su perfume y, cada vez que se movía, sentía su cálido brazo rozar el suyo. Se dio cuenta de que la miraba una o dos veces. Se preguntó si sospecharía de ella.

Después de lo que había pasado la noche anterior estaba segura de que lo haría. Cuando finalmente llegaron al aeropuerto de Nápoles, unos cuantos miembros del personal de la familia Jauregui los estaban esperando con un coche.

—¿Cómo está mi padre, Guido? —Le preguntó Lauren al conductor del coche mientras los llevaba a Sorrento.

—Está debilitándose, signora Jauregui. Vive por la ilusión de ver a la hija de André—Comentó mirándolas levemente por el retrovisor.

—Sí... —Murmuró Lauren. Camila oyó el profundo suspiro de Lauren, su tono de voz era enormemente triste—Lo sé.

La villa Jauregui estaba situada cerca de Sorrento, sobre un acantilado en la bahía de Nápoles, entre laderas llenas de olivos y exuberantes limonares y naranjales. Camila miró a su alrededor maravillada. Las vistas sobre el mar eran impresionantes.

Se acercaron hacia la entrada de la casa, donde había otro miembro del personal hablando con Lucía, que se había adelantado a ellas.

—Buon giorno, signora Jauregui. Su padre le está esperando en el salón—Informó con un tono respetuoso.

—Grazie, Paloma.

Los ojos oscuros de Paloma dirigieron su mirada hacia Camila, pero en vez de la frialdad con la que Camila esperaba que la recibieran, la mujer le sonrió afectuosamente. Totalmente diferente a la mirada de Lucía o la del conductor.

—Es usted muy bienvenida, signora de Jauregui. No hablo muy bien inglés, pero trataré de serle de ayuda—Le sonrió amablemente.

—Muy amable —Respondió Camila agradecida—Grazie.

Entraron en el palazzo y en la puerta del salón había otro miembro del personal que les abrió la puerta. Camila entró detrás de Lauren, e inmediatamente miró la figura que estaba sentada en una silla de ruedas al lado del sofá.

—Papá —Lauren se inclinó sobre su padre y le dio dos besos en las mejillas—Me alegro de verte—Su padre no la miraba a ella, miraba a la pequeña en los brazos de la morena—Éstas son Camila y tu nieta, Georgia.

Camila le ofreció la mano cortésmente, pero el anciano la ignoró y miró a la pequeña. Se le humedecieron los ojos y le tembló levemente la barbilla cuando acercó una mano para tocar a Georgia, la cual gorjeó y sonrió, marcándosele unos hoyuelos en las mejillas.

Camila tuvo que reprimir las lágrimas. Colocó a la niña en el regazo del anciano y se apartó, dándose cuenta de que Lauren estaba mirándola.

—Se parece tanto a André... y a tu madre —Dijo Vito en italiano, con la voz ronca por la emoción.

—Sí.

—Por una vez has hecho lo correcto, Lauren —Continuó diciendo el anciano en italiano—Sé que no quieres estar atado a una mujer como ésta, pero pronto terminará. Ya he buscado asesoramiento legal. Cuando llegue el momento, no vas a tener ningún problema para quitarle la niña—A Camila le fue difícil aparentar que no comprendía. El enfado le recorría todo el cuerpo—¿Crees que entiende algo de lo que estamos hablando? —Preguntó Vito, con una mueca de desdén, ya que Lauren parecía incómoda con la conversación—Entonces es que eres tonta, Lauren. André me dijo que es una mujerzuela inculta con la cabeza vacía. ¿No me digas que tienes dudas sobre ello? ¿Qué es lo que te ha hecho? ¿Se ha metido en tu cama? —Tan despectivo como su hija, pensó Camila.

Cuando Camila, que simulaba disfrutar de las vistas desde la ventana, se dio la vuelta, vio cómo a Lauren se le enrojecían las mejillas.

—¡No te olvides de lo que ha hecho! —Prosiguió Vito acaloradamente.

—No lo he olvidado —Declaró Lauren, tomando a Georgia en brazos—Es hora de que Georgia se vaya a la cama. Te dejaremos que descanses antes de la cena—Lauren miró de nuevo a Camila y le dijo en inglés—Vamos Camila, tenemos que acostar a Georgia y cambiarnos para la cena.

—Ha sido un placer conocerlo, signore Jauregui —Mintió Camila, sonriendo a Vito educadamente y tendiéndole de nuevo la mano, que de nuevo rechazó el anciano.

—¿Papá? —Lauren le frunció el ceño a su padre, forzándole a ser educado.

—Gracias por permitir que mi nieta viniese a visitarme. No me queda mucho tiempo. Ella es todo lo que nos queda de André —Le dijo Vito a Camila, tomando levemente su mano.

—Sí, siento mucho todo lo que tiene que haber sufrido —Camila no estaba mintiendo a su totalidad, pero ahora sentía aborrecimiento por aquel hombre que osaba en quitarle la niña.

—Usted no sabe nada de lo que yo he sufrido. Nada —Masculló Vito, apartándose de ella. Lauren agarró a Camila por el brazo y se la llevó.

—Disculpa el comportamiento de mi padre —Se disculpó con Camila mientras se dirigían hacia la inmensa escalera que llevaba a los pisos de arriba—Todavía está llorando la pérdida de mi hermano —Dudó un momento antes de seguir hablando—Creo que no tengo que decirte que mi hermano era su favorito.

—Está bien, Lauren. Lo entiendo. Ha sido una época terrible para todos ustedes—Suspiró Camila, parándose a mirarla.

—A veces, me pregunto lo que habría pensado mi madre de ti —Susurró Lauren con una extraña y triste sonrisa.

—¿Tu madre?

—Sí, mi madre —Confirmó Lauren, señalando un retrato que había colgado en la pared.

—Es muy guapa —Alagó Camila al mirar el retrato, la mujer frente suyo era el vivo retrato de su madre.

—Sí... era muy guapa —Concordó Lauren, con un tono de voz que atrajo la mirada de Camila—Mi padre nunca me ha perdonado que la empujara hacia la muerte.

Camila trató de decir algo, pero no le salieron las palabras.

—Llegué tarde—Empezó a relatar sin quitar la mirada del retrato colgado—Habíamos quedado para vernos, pero llegué tarde. La llamé por teléfono para que hiciera tiempo hasta que yo llegara. Estaba al otro lado de la calle cuando me vio llegar. Me llamó y saludó con la mano... una moto la arrastró cuando trató de cruzar la calle.

—Oh, Lauren—Vio los preciosos ojos de su esposa empañarse de lágrimas, perdida ante los recuerdos.

—No vio al otro coche que se acercaba. Yo tampoco lo vi hasta que la levantó por los aires como a una muñeca de trapo —Lauren se dio la vuelta para mirarla antes de regresar su vista al retrato y suspiró—. Si hubiera llegado sólo unos segundos antes...

—¡No!—Interrumpió Camila agarrándola por los brazos—No. ¡No debes pensar eso! —No estaba gritando, pero tampoco susurrando.

Lauren se soltó de Camila casi inmediatamente, y siguió subiendo las escaleras, abrazando a su sobrina.

—No puedes cambiar el pasado, Camila. Tú, más que nadie, deberías saberlo. Todos hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos.

Camila pensó que ella tenía razón. Ella misma se arrepentía de no haberle dicho el primer día la verdad de lo que estaba pasando con Georgia.

—¿Lauren?

—Camila, ésta es la última oportunidad que tiene mi padre de tener paz. Sé que es difícil para ti... —Lauren no pudo terminar del hablar por la emoción.

—No. No lo es —Admitió Camila, tocándole suavemente el brazo cuando la alcanzo—.Le debo esto a la memoria de tu hermano. En otra vida o en distintas circunstancias tal vez hubiese aceptado a Georgia con mucho gusto. Simplemente no era el momento. Tú has asumido el papel de su... padre, una segunda madre. Yo soy... su madre. De nosotros depende que su vida sea como debe ser.

—¿Y no tienes problemas con toda esta situación? —Preguntó Lauren mirándola.

—No —Contestó Camila mirando a su sobrina—Por ahora.

Camila no podía dejar de observar el dolor que Lauren tenía reflejado en los ojos. Volver a su casa le había afectado profundamente, los recuerdos le habían despertado el sentimiento de culpa por la muerte de su madre. A Camila le ocurría algo similar. Aunque su madre había sido responsable de su propia muerte, ella sentía que de alguna manera le había fallado. Podía haber ido a visitarla mucho más de lo que lo hizo y, sobre todo, podía haber presionado más para que ingresara en una clínica, lo que tal vez habría ayudado a que las cosas hubieran sido distintas.

—Ven —Murmuró Lauren con su profunda voz—Lucía estará esperando para arreglar a Georgia. A mi padre no le gusta que le hagan esperar.

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