GATO: Deséalo y perderás [+18...

Por thebabypes

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... Más

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EPÍLOGO
E X T R A

V E I N T I S E I S | ¿S I G U E S E N F A D A D A ?

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Por thebabypes

«Quería entenderlo, pero era tan complicado... Pero no podía estar eternamente enfadada con él»

Felina.

GATO.

Me encontraba en el gimnasio de Venecia, en el cual yo también era, en parte, dueño junto con el guardián. Pegaba al saco de boxeo que siempre solía utilizar para entrenar o para desahogarme. En ese momento era para desahogarme.

No había mucha gente ese día en el gimnasio, por lo que aproveché para estar horas entrenando, dándole al saco, levantando pesas y correr en la cinta. Todo para poder desahogarme por todo lo que estaba sintiendo por Felina y por saber que había metido la pata hasta el fondo y ella, posiblemente, no me iba a perdonar tan fácilmente.

Llevábamos días sin hablar, sin que Felina respondiera mis llamadas, ni mucho menos los pocos mensajes que le enviaba, ya que odiaba utilizar cualquier cosa electrónica que existiera. Yo era más de hablar en persona y no tras un aparato electrónico. Era una de las cosas que menos me gustaban y habían muchas cosas que no me gustaban nada.

Felina era lo único que me hacía querer más, lo único que me hacía ver la vida de otra manera, con color y no en la inmensa oscuridad en la que estaba metido desde hacía años, querer saber lo que era una vida normal, con ella a mi lado como pareja. Pero solo podía soñar ya que eso no iba a ser así.

Yo solo quería hablar con ella, al menos, que se enfadase conmigo frente a frente para poder expresarle las cosas y darle la razón a ella. Ya los motivos se los había dado, la explicación también. Pero mi miedo, mi pasado... ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

Le di con más fuerza al saco, expresándole todo mi pesar, desahogándome por lo que ocurría.

Seguí con mis puñetazos, mejorando mi resistencia, sudando mucho más de lo que nunca había sudado. Hasta que vi la silueta de una joven dirigiéndose hacia mí, la cual me hizo frenar al instante.

Al verla, tan hermosa como siempre y con aquella maldita falda que me hacía tener ganas de levantársela y hacer que se inclinase hacía mí para hacerle maldades, sonreí sin poder evitarlo. Incluso, era tan raro en mí, que cualquiera se extrañaría de verme sonreír. Felina me hacía sonreír constantemente.

Con la protección que tenía en mis puños, me alejé del saco para poder mirarla como la reina que era.

—Felina... —susurré feliz.

La joven que estaba frente a mí, mirándome de arriba abajo con algo de nerviosismo, hizo todo lo posible para mirarme solo a los ojos, y lo consiguió.

—Te estaba buscando en el edificio del boxeo... —Miró hacia todos lados y luego volvió a mirarme—. ¿Podemos hablar?

No hizo falta hacerla esperar. Asentí rápidamente y, subiendo las escaleras, donde se encontraba el despacho de Venecia, nos metimos ahí dentro, cerrando la puerta tras nosotros.

Me acerqué a la silla elegante que tenía Venecia, el cual compartíamos despacho y la miré a los ojos, tras la mesa de roble.

Ella, en cambio, se acercó a la ventana del despacho, donde podía ver las vistas del gimnasio desde ahí. Nadie nos podía ver desde esa altura, así que había más que intimidad entre nosotros. Siempre y cuando, Venecia no decidiera interrumpirnos otra vez, como lo hizo hacía ya 2 meses, cuando mi cabeza estaba entre las piernas de Lisa.

Juré que Felina le despistaba verme sin camisa, por lo que sonreí de una forma divertida, hasta que me dijo;

—Podrías ponerte algo cuando vayas hablar conmigo.

Elevé la ceja y contesté;

—Pensé que habíamos superado esa fase. Sabes que yo y las camisetas no nos llevamos bien y tu ya me has hecho muchas cosas para preocuparte por verme sin camisa —provoqué, sonriendo mientras que ella solo negaba con la cabeza.

Y juraría que estaría pensado que era idiota. Me gustaba que pensara eso de mí, porque mientras pensaba eso, no estaba tan enfadada conmigo.

Me hizo feliz ver su rostro después de días y esperé ansioso por lo que me iba a hablar;

—De verdad... Llevo varios días pensando en lo que pasó... En lo que decidiste hacer sin hablarlo conmigo. Tomar la justicia por tu cuenta, como te enseñaron y quiero entenderte... —Se tomó su tiempo y luego volvió. —Pero hay otra parte de mí que piensa si siempre harás esto.

Mi sonrisa se borró y me quedé callado.

Estuve por largos segundos sin saber que decirle, hasta que hablé con la sinceridad.

—Si existiese un botón donde pudiese apretarlo para ser una persona mejor para ti, lo haría sin dudarlo. Pero, Lisa... Me va a costar mucho ser esa persona que tú quieres que yo sea —susurré.

Pero Felina negó con la cabeza, se acercó a mí, dejando la mesa de lado y llegando a mi lado, consiguiendo que sus fabulosos pechos estuviesen a un metro de mis ojos y no ayudaba a tener esas montañas de ella tan cerca de mi rostro.

Se colocó sus manos cruzadas sobre su pecho, juntándolos más y respondió;

—No te confundas... No quiero que seas el hombre perfecto, ni mucho menos que cambies... Pero quiero que aprendas, poco a poco, a diferenciar cuando algo está mal y tomar la justicia por tu mano no es lo idóneo. —Se relamió los labios antes de seguir hablando y comprendí lo que quería decirme y sonreí por ello—. Me gustas tal y como eres y no quiero que cambies tu forma de ser, pero si la manera en la que actúas ante los problemas.

Asentí, mientras seguía mirando sus hermosos ojos ahora levantando mi cabeza para mirarla.

—No quiero discutir siempre contigo, Gato. Y siempre, siempre, siempre, acabamos discutiendo —contestó con cansancio aquello último y eso, eso fue lo que odiaba.

Odiaba hacerla sufrir, hacerla enfadar y quería cosas buenas para ella. Yo no era una de ellas. Y Felina debía comprenderlo, no traía nada bueno para su vida, solo enfado y malos días.

—Yo tampoco quiero discutir contigo —susurré.

Ella se acercó un poco más a mí y ya sus pechos estaban a centímetros de los míos y la boca se me hacía agua de tan solo desear quitar esas barreras y poder meterme sus pezones en mi boca.

De nada me sirvió el ejercicio si Felina me hacía sentir eso y no me sentía cansado. Ella era todo un monumento y me arrodillaría ante ella las veces que hiciera falta para demostrárselo.

—Comprendo que esto es lo que te han enseñado... Y en el fondo sabes que está mal... Y te daré todo el tiempo que quieras para saber diferenciar entre esas 2 cosas.

Volví a mirarla a los ojos y me olvidé de todo lo demás y solo me fijé en ella, y recordé los días de mierda que tuve sin ella a mi lado, sin saber de ella y de pidiese a Serpiente que la fuese a ver para saber que tal estaba... Cuando me preocupé al ver que no me contestaba y creía que Magnus le había hecho algo malo.

Tomé su mano, acariciándola con la mía y me centré en ese tacto tan delicado. Vi el equipo que hacíamos y supe que ella era mi alma gemela, mi compañera de viaje. Nada había tenido sentido hasta que ella apareció por la puerta de mi cuarto, cuando estaba a punto de salir a pelear. Y en ese momento no lo supe, pero fue el mejor día de mi maldita vida.

Era como ver a un ángel entrando en el momento justo, cuando más lo necesitabas. Y ella había sido mi salvación en el peor momento. Y aunque no saliera de este lugar tan horrendo, sabía que los mejores momentos los había tenido con ella.

La miré a los ojos y dije;

—Te he echado de menos...

Felina ladeó la cabeza y sonrió delicadamente.

—Es mutuo.

Estaba preocupado por ella y no sabía que hacer si le pasaba algo por mi culpa.

Volví a mirar sus pechos, tan cerca de mis ojos y susurré;

—No me ayuda que tus pechos estén cerca de mi cara.

Lisa solo elevó la ceja y sonrió, provocándome más todavía de lo que ya estaba.

Me levanté lentamente mientras susurraba;

—Jamás imaginé, que la chica nerviosa que entró por mi cuarto, donde me escondo de los combates, terminaría poniéndome nervioso a mí.

Comencé a caminar hacia ella mientras Felina caminaba hacia atrás hasta chocar con el pequeño mueble que había cerca de la ventana.

La tomé de la barbilla, levantándola y moviendo mi dedo pulgar sobre su labio inferior, pregunté;

—¿Te gustaría saber lo que me gustaría hacerte, nena?

Ella sonrió, más callada de lo normal. Y cuando estaba así, era porque estaba tan excitada como lo estaba jodidamente yo.

—Siempre, gatito —contestó empeorándome más y poniéndome mucho más duro de lo que ya estaba.

La giré, dejando que su delicada espalda tocase mi pecho y empecé a jugar con los botones de su camisa, bajando lentamente, hasta llegar a su falda corta.

—Primero te daría la vuelta contra la pared, dejando que vieses las mejores vistas del gimnasio. —Me acerqué muy peligrosamente hacia su oído para susurrarle. —Luego te rompería esa camisa blanca tan apretada que tienes... Más tarde, te levantaría la falda, te rompería esas bragas, si es que las llevas puestas y te inclinaría, para luego follarte de la forma más salvaje que jamás te haya follado... ¿Quieres que haga todo eso, Felina?

Y ella susurró;

—Ya sabes mi respuesta, Gatito. Lo quiero todo.

Y lo hice todo.

Le rompí la camisa, dejando que su sujetador estuviese a la vista, subí hacia su cuello, colocando mi mano como collar mientras mordía el lóbulo de su oreja, escuchando como gemía, tratando de evitar hacer mucho ruido con ello. Después la puse contra aquel mueble, frente a la ventana donde veíamos toda la vista del gimnasio y, tras inclinarla, levanté su falda arriba, más arriba hacia su espalda y me relamí los labios al descubrir que no llevaba ropa interior.

Coloqué mis piernas de tal manera, que hice que ella abriese más las suyas, dejándome completamente con las mejores vistas que se podrían ver y, cuando tuve todo el acceso a ella, me bajé los pantalones de gimnasio, coloqué mis manos sobre sus caderas y la empecé a embestir con rapidez por detrás, escuchando el sonido que hacía nuestras pieles al chocar.

Movía mis caderas con agilidad, sin dejar espacio a la lentitud, aquí valía todo y ella lo quería salvaje como yo en ese momento. Ya habrían momentos para algo más suave, pero hoy no. Necesitábamos unirnos de aquella manera.

Y de que manera...

—Las mejores vistas, son verte como te mueves por cada embestida que te doy —murmuré, siendo la mejor forma de desahogarme jamás creada.

Continué mientras ella me pedía más y yo se lo daba.

Felina gemía, susurrando a veces cosas sin sentido que no comprendía, y sabía que lo estaba disfrutando porque ya la conocía a la perfección. Conocía su cuerpo y cuando algo no le gustaba. Y esto, esto le gustaba y continué mientras ella susurraba mi nombre de una manera que me hizo ponerme mucho más duro de lo que ya estaba.

—Cuando susurras cosas sin sentido, es que estoy haciendo las cosas bien... —dije, fresco como una lechuga.

Continuamos unas cuantas embestidas más, hasta que ambos nos corrimos juntos en aquel despacho, frente a la ventana. Me acerqué a ella, tomándola y colocando su cuerpo sobre la mesa de roble del despacho. Coloqué mi mano sobre algunos mechones de su pelo que interrumpían su hermosa mirada y los puse tras su pequeña oreja con cariño.

Me acerqué a ella.

—¿Todavía sigues enfadada conmigo? —pregunté agitado.

—Mucho —susurró ella con la voz completamente afectada.

Me acerqué a su oído, colocando mis labios sobre el lóbulo de su oreja y lo mordí con suavidad, consiguiendo que ella, aun algo sensible, gimiese.

Y susurré;

—Entonces, tendré que trabajármelo más.

La besé con amor, centrándome en su bienestar y acostándola sobre la mesa mientras mis labios le daban cariño por todo su rostro, bajando por su cuello, retirando su camisa rota y besando cada parte de su piel suave. Hasta que volví a levantar su falda, me agaché frente a ella y dejé que mi lengua, una vez ella se volviese a recuperar, hiciera magia para ella... Solo para ella. Haciendo que Felina se corriese en mi boca.

Y no deseé estar en ningún sitio más, sino con ella.

***

Están siendo capítulos cortos, pero son necesarios para llegar a ciertas partes muy importantes del libro.

¿Que les ha parecido?

¿Creen que deberían acabar juntos?

¿Como creen que se entere Gato sobre lo que le oculta Felina?

Nos leemos más el domingo :3

Patri García

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