Silencio - Volkacio AU

By xJust_Thiefx

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"Volkov tenia una misión: atrapar al criminal más buscado de Los Santos" More

Parte uno: Silencio

Parte dos: Sonido escalofriante

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By xJust_Thiefx

El sonido de una bala atravesó el ambiente y Horacio vio como el cuerpo de Viktor caía al suelo. Todo paso tan rápido... Sin embargo, él vio todo a cámara lenta. La sangre salpicando del pecho de Viktor, su mirada completamente sorprendida (y podría decir que hasta algo decepcionada), su cuerpo cayendo al suelo de esa sala sucia y derruida. El sonido seco del cuerpo tocando el suelo. Horacio solo observó por unos segundos la escena y con rapidez giró su rostro para ver al tirador. Era uno de los suyos, un miembro de su organización que al parecer no había sido abatido por los agentes federales.

—Jefe ¿Está usted bien? ¿Le pasó al- —el hombre enmascarado preguntó, mientras se acercaba a Horacio. Sin embargo, no pudo terminar, porque Pérez cortó su habla.

— ¿QUÉ COÑO HACES, IDIOTA? —Gritó fuertemente, su ceño fruncido y su rostro denotando su furia. — ¿QUÉ COÑO TE CREES QUE HACES? —se acercó a su subordinado y lo sostuvo del cuello — ¡RESPONDE!

—Señor, y-yo... Lo estaba ayudando... Usted estaba desarmado y creí que estaba en peligro, en cualquier momento ese agente podría haberle dispara-

—Dígame... ¿Vio al agente con el arma en mano? ¿Lo vio armado? —le susurró de manera amenazante. —Respóndeme ¿Lo has visto? —lo zarandeó.

—N-no, señor. El agente estaba desarmado.

—Exacto... Estaba desarmado y ¿Me has escuchado a mí gritar, levantar la voz o tener miedo en algún momento? —apretó su agarre

—N...no, señor... Por f-favor... Suel-suélteme —el agarre que Horacio ejercía en su cuello le dificultaba la entrada de aire.

—Lo primero que harás cuando te suelte será llamar a nuestro médico de confianza, dile que se prepare. Avísale que le llevaremos a un herido de bala... Si este agente muere, tú estás muerto. —Amenazó con voz ronca y su rostro serio — ¿Entendiste? —su subordinado asintió frenéticamente y el moreno soltó su agarre.

El hombre enmascarado se acarició el cuello y tosió un poco, después salió de la habitación corriendo en busca de un teléfono. Horacio, en cambio, se acercó a Viktor y le tomo el pulso: era débil. Los ojos del ruso cerrados y su piel tornándose más pálida de lo normal. Con rapidez, el pelirrojo levantó la camiseta de Volkov y buscó la herida. En la parte baja del abdomen del ruso (parte que no cubría el chaleco, ya que al ser tan alto le quedaba pequeño) podía ver el agujero que dejó la bala al entrar y de dónde salía una gran cantidad de sangre. Rápidamente tapo la herida con una mano y con la otra comenzó a tocar la espalda del ruso, en busca de una herida de salida. No la encontró, la bala seguía dentro.

—Resiste, Vik. Te mejoraras, lo prometo. —susurró, asegurándose de tapar bien la herida, evitando que Viktor muera desangrado.

Segundos después, su subordinado ingresó a la habitación avisándole que el médico ya estaba al tanto de la información y que estaba preparando una habitación. Horacio le pidió, lo más amablemente que pudo, que le ayudará a trasladar a Viktor a una de las camionetas que guardaban en la parte trasera del edificio. Con cuidado, ambos hombres bajaron las escaleras y atravesaron pasillos cargando al agente del FBI en brazos. Al salir solo tuvieron que caminar un par de metros para llegar hasta los automóviles, cuyo interior se podía ver muy bien ya que permanecían con las puertas totalmente abiertas (seguramente, antes de iniciar la redada, los agentes del FBI debieron revisarlas), pero poco les podía importar. Sin mucho esfuerzo, subieron a Volkov a los asientos traseros y poco después, Horacio subió con él, mientras se aseguraba de mantener la herida taponada.

—Conduce. —Ordenó. Su subordinado acató la orden de inmediato y en un par de minutos llegaron a un edificio grande y lujoso, que funcionaba como una clínica hospitalaria. Estacionaron en la parte trasera, dónde varias enfermeras los esperaban con una camilla y quienes rápidamente retiraron a Viktor del vehículo y de los brazos de Horacio para llevárselo a cirugía.

Horacio permaneció en el vehículo por unos minutos más. Su corazón acelerado demostraba el miedo que sentía y sus manos temblando dejaban ver su ansiedad. Se dio un par de minutos para respirar profundamente e intentar calmarse, debía hacerlo, no podía permitir que la gente que trabajaba para él lo viera ser débil. Debía imponer miedo a los otros, pero no sentirlo. Una vez logró su cometido salió de la camioneta y a paso lento camino hacia la puerta corrediza. Su subordinado lo esperaba a un lado de esta, y una vez Horacio atravesó la entrada, él lo siguió realizando su labor de guardaespaldas. El olor a alcohol y desinfectante invadió sus fosas nasales. Las voces de doctores y enfermeros, los llantos de los familiares al recibir malas noticias, los sonidos de los pasos de la gente y todo el ambiente atareado lo descolocaron un poco, pero no tardo nada en componerse. Con paciencia buscó un lugar para sentarse y cuando lo encontró se desplomó en la silla como si sus pierna estuvieran muy cansadas para sostenerlo.

— Dile a los chicos que estaré aquí lo que resta del día. Ordénales que revisen el edificio del tiroteo si los federales no están aún allí y retiren todo, incluido los cuerpos de nuestros hombres.

— ¿Si llegaron antes que nosotros que hacemos, señor?

— Nada, esperen a que se vayan y cuando lo hagan, ustedes entran y sacan todo lo que se hayan dejado. ¿Entendido? —dirigió su vista a los ojos del contrario.

— Entendido, señor. —su subordinado ya se marchaba para acatar sus órdenes, pero antes de que saliera del pasillo, Horacio lo llamó nuevamente.

—Por cierto, Blake... Si este federal muere, tú mueres ¿Entendido? — Horacio no lo miró, mantuvo su vista al frente, no necesitaba mirarlo para saber que lo tomaba en serio, él nunca decía los nombres de sus subordinados a no ser que uno de ellos lo haya hecho enojar.

—Entendido, señor. — Blake tragó saliva, nervioso y se dirigió a la salida lo más rápido que sus piernas lo permitieron. Había cometido un error, lo sabía y rezaba pidiendo que el federal al que le había disparado no falleciera.

Las horas pasaban y Horacio no recibía noticias del ruso. Cada vez que veía a una enfermera pasar recibía la misma respuesta

«Todavía está en cirugía, señor»

Comenzaba a impacientarse y los movimientos rápidos que hacía su pierna derecha al subir y bajar su pie lo delataban. Se preguntaba porque estaba tan preocupado por Volkov, la última vez que lo había visto había sido hacía más de 11 años y después de su ruptura no quedaron en las mejores condiciones. Se repetía a si mismo que solamente se preocupaba porque el ruso había sido alguien importante en su vida y que por esa razón no quería que nada malo le pasase. Aunque no mentía, por 5 años Viktor había sido su persona especial. Pero su corazón se debatía entre el ruso que era agente federal y el ruso que había conocido cuando tenía 17 años. No eran la misma persona, no podían serlo. Ni siquiera sabía lo que Volkov pensaría al despertar en el hospital con una bala en su abdomen bajo... Si despertaba, claro. Nada le aseguraba el estado de salud del peligris, las enfermeras no le informaban nada por el momento y no recibía noticias de ningún doctor.

Cuatro horas y cuarenta y siete minutos pasaron. Sentado en el suelo estaba Horacio, durante todo ese tiempo sus nervios le ganaban y lo hacían recorrer toda la extensión del pasillo de un lado al otro. Después de esperar y esperar, al fin una enfermera llamó su nombre.

— Señor Hache. El paciente ya se encuentra fuera de cirugía, el doctor fue capaz de extraer la bala sin dañar ningún órgano interno. Durante la cirugía el paciente sufrió una gran hemorragia, fuimos capaces de detenerla, pero debe mantenerse en observación durante un par de días. Ahora mismo lo están acomodando en una habitación, en un par de minutos podrá pasar a verlo.

— Muchas gracias, señorita. — Una sonrisa surcó su rostro.

— Si podría decirme el nombre del paciente para poder anotarlo en su ficha médica, se lo agradecería.

— Lo puede llamar Uve. — Su sonrisa se borró y miró serio a la persona con la que hablaba.

— ¿Uve? ¿La letra "v"? — Dudó la chica.

— Exacto, Uve.

La enfermera sostuvo el bolígrafo sobre el papel durante unos segundos, dudando en si cuestionar las decisiones del hombre que tenía en frente o no. Decidió no decir nada y anotó el nombre que el señor Hache le había proporcionado.

— Perfecto, le avisaré en cuanto el señor Uve este instalado en su habitación. —Sin esperar respuesta desapareció por la puerta corrediza.

Un par de minutos después Horacio hacia presencia en la habitación de Viktor. Vías de suero y otros medicamentos que desconocía colgaban a su alrededor, su piel pálida como la nieve y sus labios resecos dejaban ver a un hombre derrotado y enfermo. El monitor de electrocardiogramas marcaba su pulso, apacible y constante. El pitido era lo único que se escuchaba en la habitación. Horacio se acercó lentamente y se sentó en un sillón al lado de la camilla. El doctor le había informado que esperaban que Uve despierte en un par de horas, así que Horacio esperó y esperó. Sin embargo, el primer día pasaba y el agente federal no despertaba. Los doctores le decían que no se preocupase, que era normal, algunos pacientes necesitaban más tiempo para recuperarse. Pero los días pasaban y los ojos de Viktor continuaban cerrados.

Minutos, horas, meses y días pasaron. Horacio poco a poco perdía las esperanzas de que Volkov fuera a despertar. Había caído en un coma y nadie podía asegurarle con certeza que el ruso despertaría. Horacio lo visitaba siempre que podía, ser el jefe de una mafia lo mantenía ocupado. Cada día le hablaba y cada día no recibía respuesta. Solo aquel pitido que dejaba escuchar el electrocardiograma al marcar el pulso del agente federal. Ese sonido apacible y constante. Ese sonido que a oídos de Horacio era irritante, un sonido que deseaba dejar de escuchar. Un sonido que lo acechaba y que lo mantenía triste y decaído. Un sonido escalofriante.

~FIN~

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