I fancy you (Albocío)

By breakofgay

223 24 382

Tres días. Ese es todo el tiempo que tiene Alba para convencer a la artista más conocida del país de que es u... More

1. El vestíbulo
3. El concierto

2. El karaoke

52 8 156
By breakofgay

Inmortales, una de las primeras canciones que compusieron, suena mientras Alba se permite echar un vistazo a los comensales. Ya han tocado más de la mitad de su repertorio y los nervios han remitido un poco. Su vista planea sobre las mesas, asimilando las caras que, intuye, estarán viendo durante toda la semana.

La mayoría no les presta ni la más mínima atención. Se trata de señores extranjeros y adinerados que estarán acostumbrados a otro tipo de música. Algunas mujeres, las que más jóvenes parecen, levantan la cabeza de su plato cada cierto tiempo para dedicarles unos segundos de interés. Los únicos que no apartan la mirada del grupo de chicas son los pocos niños que hay.

Bueno, y una persona más.

Terminando de revisar la zona, la mirada de Alba se encuentra con la suya. Rocío Cabrera está sentada en una de las mesas más lejanas al grupo y las mira fijamente, dejando su plato intacto sobre la mesa. Alba distingue en sus ojos verdes un brillo de alarma al hacer contacto visual y lo siguiente que ve es a la cantante bajando la mirada para cortar un trozo de su comida. La de pelo rosa sonríe. Todavía tienen posibilidades.

—Para terminar, por hoy —anuncia Tamy con voz calmada—, esto es Todo a la vez. Buenas noches.

Las chicas cantan su última canción de la noche. Durante su parte, Alba vuelve a buscar la mirada de Rocío y la encuentra sin problemas. Vuelve a sonreír, y esta vez, la cantante no baja la mirada, sino que esboza una sonrisa de vuelta, un poco tensa. Sabe que la ha pillado.

Sweet California termina su pequeño concierto y las chicas se despiden, entre no muchos aplausos cordiales del público. Aprovechando que ya nadie les presta atención, Alba se excusa con sus compañeras y se mete entre las mesas hasta llegar a la de Rocío.

—Hola.

—Hola.

Alba espera por un posible mensaje de felicitación por el concierto, pero este no llega. De nuevo, se encarga de tomar las riendas de la conversación.

—Que aproveche.

—Gracias —dice Rocío con una leve sonrisa. Más que una artista con complejo de diva, a Alba se le antoja una persona que no está acostumbrada a socializar. Se pregunta si es posible que lo sea, dado su estatus y su ritmo de vida. Señala el edificio principal del hotel con el pulgar.

—Teníamos pensado ir más tarde al karaoke. Se hace en la sala de discoteca del hotel, empieza sobre las doce o así. Por si te interesa pasarte.

Rocío la mira fijamente en silencio, con la boca entreabierta. Alba se imagina que la ha pillado de sorpresa. Pensándolo bien, una cantante internacional no necesita una sala de karaoke para cantar. Ni tampoco es propio de una persona que pasa sola todo el tiempo posible acceder a ir de fiesta con tres chicas a las que acaba de conocer. A lo mejor ha sido mala idea proponérselo. A lo mejor se está cargando las últimas oportunidades que tiene el grupo de ser invitado a su concierto.

—Bueno —responde entonces la morena, con tono desenfadado—. Lo pensaré.

—Vale —responde Alba, sin poder evitar sonreír.

Como no sabe qué más puede decir, se despide con un gesto de la mano que la morena imita y vuelve con sus compañeras. Si Sweet California consigue esa oportunidad, será única y exclusivamente por ella. Después de la Rocío que vieron esa mañana, no pueden ser imaginaciones suyas si piensa que se está ganando su confianza. Y no puede evitar preguntarse si Rocío se habría planteado acceder a sus propuestas (tanto la de la sala de ensayos como la del karaoke) si hubieran ido las tres a preguntárselo en lugar de ella sola.

🎤🎤🎤

—¡Por Sweet California! —exclama Sonia, enseñando su vaso de chupito.

—¡Ole! —celebran las otras dos, dando paso al chillido agudo de la de mechas azules.

Las tres chicas brindan y se llevan el vaso a la boca. Alba y Tamy están bastante enteras, pero para Sonia no es el primero, ni el segundo vaso, ni será el último. La chica vacía el contenido de su vaso de un solo trago e inmediatamente se gira hacia el escenario para berrear la canción que dos hombres jóvenes están cantando en su turno del karaoke. Alba se gira para mirar a Tamy, que niega lentamente con la cabeza mirando a su novia, pero mantiene una suave sonrisa en sus labios.

—Mira a ver —advierte la de pelo rosa—, que no se te desmadre mucho.

—No creo que esté en mi mano pararla.

—Bien visto.

La puerta del karaoke se abre en ese momento, pero Alba solo lo sabe porque Sonia se gira hacia esa dirección, abre como platos sus ojos azules y se lleva el vaso de chupito a la boca como si de un micrófono se tratase, señalando a la puerta con el brazo estirado:

—¡Rocío Cabrera, leyenda bisexual de Alicante, un aplauso!

Alba se gira entonces para encontrarse con una Rocío Cabrera totalmente sonrojada, haciendo un amago de retroceso que se detiene cuando sus miradas se encuentran. Alba esboza una sonrisa de disculpa y agradece que nadie haya hecho caso a la borracha de su amiga.

—¿Es bi? —pregunta en voz baja para que solo la escuchen sus amigas, deseando que Rocío no sea muy buena en leer los labios.

—Si salió con el de One Direction, ¿no? —dice Tamy.

—Pero también con chicas, solo que de eso no se habla tanto —afirma Sonia. Para la siguiente parte de la frase, vuelve a elevar la voz—: ¡Por qué será!

Rocío se acerca al grupo esquivando mareas de gente mientras sus mejillas vuelven a su color original. Alba le sonríe con disimulo, confía en que Tamy hará lo mismo y comprueba con el rabillo del ojo que Sonia vuelva a estar distraída, pues de ella no puede fiarse.

—Has venido —observa Alba. La cantante asiente.

—¿Habíamos quedado? —pregunta Tamy, extrañada. Rocío cruza una mirada con Alba, enarcando una ceja con una sonrisa leve en los labios. La de pelo rosa intenta salvar la situación:

—No, bueno, le dije que nosotras íbamos a venir, por si se le apetecía.

—Ah —asiente Tamy, mirando a Alba con renovada atención y llevándose el vaso de chupito a la boca para disimular una sonrisa traviesa.

Alba frunce los labios. Este no es el panorama que había buscado. Aunque tampoco está segura de si se negaría, de darse el caso. Se gira para mirar de nuevo a Rocío, que espera su mirada con la misma sonrisa sutil de antes, aunque gira rápidamente la cabeza hacia el escenario.

—¡Rocío Cabrera! —Sonia aterriza de nuevo en la realidad y se acerca a la cantante, arrastrando las sílabas—. ¿Qué te trae por estos lares?

—Una invitación —responde escuetamente la cantante, volviendo a mirar a Alba.

—¿Una imitación? —responde Sonia, con dificultad para enfocar la mirada en la chica—. ¡Ah! ¿De las de Tu cara me suena?

Tamara reprime una risa sin mucho éxito y Alba le pone la mano en el brazo a la de mechones azules, mirando a Rocío.

—Discúlpala. Suele estar más entera.

—Tampoco tanto —puntualiza Tamy.

—¿Vas a ver nuestra actuación? —vuelve a hablar Sonia lentamente. Parece haberse olvidado ya del rumbo de la conversación hace treinta segundos.

—Sí, bueno, si quieres —accede Rocío, encogiéndose de hombros con una sonrisa. Se nota que ella también está haciendo esfuerzos por no reírse de la situación de la chica.

—Oleee —celebra Sonia—. Yo te tenía por más borde, tía. Pero ahora me pareces la puta ama. ¿Quieres ser mi amiga?

—Sonia, ya, ya. —Tamara deja su vaso sobre la barra y agarra a su novia por los hombros.

—Cantamos dentro de dos turnos —avisa la sevillana mientras la madrileña la empuja lejos de ahí.

Una vez se han ido, Rocío deja escapar una risita discreta mirando al suelo antes de dirigirse a Alba:

—¿No deberías ir con tus amigas?

—¿Antes de que se empiecen a liar y perdamos el turno del karaoke? Igual, sí.

La sorpresa de la cantante solo se ve en un breve movimiento de las cejas y un asentimiento cómplice.

—¿Te suelen dejar de sujetavelas?

—Depende del contexto. Cuando hay alcohol de por medio y estoy soltera, sí. —Alba se queda unos segundos mirando a la otra alicantina, debatiéndose entre si seguir hablando o no. Al final, decide que no pasa nada por mover ficha—: Así que llevo un tiempo sin salir de fiesta con ellas.

Rocío asiente de nuevo. Su sonrisa parece un poco mayor.

—¿Para evitar ser candelabro?

—Justo. —Las dos ríen en voz baja. Un cosquilleo en el estómago, acompañado de una sensación de nervios, avisan a Alba de que necesita un descanso—: Voy con ellas, que ya enseguida nos toca.

—Vale. Nos vemos luego. Si quieres.

—Claro.

Alba se marcha de allí con una sonrisa en los labios que, después de darle la espalda a la morena, crece todavía más. Se termina las últimas gotas de su chupito antes de llegar al encuentro de sus amigas y, de paso, le quita a Sonia el vaso de la mano antes de que le pida a alguien que se lo rellene.

—Bueno, ¿qué vamos a cantar?

—Algo de Paella Rebaño —dice Sonia sin titubear—. Que ahora es nuestra bestie.

—No es nuestra bestie, Sonia.

—No, pero es una buena estrategia para hacerle la pelota y que nos llame para el concierto, ¿no? —razona Alba—. ¿O es demasiado cantoso?

—Alba, si lo que quieres es comerle la boca, no nos hagas creer que quieres cantar en su concierto para no quedarte sola al frente. —Tamy la mira a los ojos con una sonrisa cómplice en los labios—. Tú no necesitas nuestra ayuda para ligar.

Las mejillas de Alba enrojecen y no está segura de que el alcohol tenga algo que ver cuando se le traba la lengua a la hora de explicarse:

—No, eh, yo nunca he dicho que me la quiera ligar.

—Nena, no me creo que estés usando todas tus armas solo para cantar dos canciones en un concierto que no nos va a salvar la carrera.

—¿Qué pasa? —Sonia levanta demasiado la voz y las otras dos se apresuran a chistarle, pero no sirve de mucho—. ¿Que la Alba se quiere liar con la Paella? Hombre, mi bollera valenciana, no podía ser menos.

—Que no... —Alba chasquea la lengua y decide no terminar la frase. A estas alturas, tampoco está segura de poder negar la acusación de sus amigas—. Bueno, que da igual. Vamos a cantar algo suyo. Total, tiene temazos.

—Está bien —accede Tamy.

Las tres amigas pasan un rato decidiendo la canción, entre la pachorra de Sonia, la indecisión de Tamara y las prisas de Alba. Al final, es esta última quien se acerca al chico que proyecta las canciones y le comunica la decisión del grupo. No pasa mucho más de un minuto hasta que las llaman.

—Sweet California —anuncia la voz del chico por los altavoces.

Sonia grita para animar a la ovación y consigue que el público les aplauda mientras suben al escenario. Alba y Tamy esconden su risa, un tanto avergonzadas. Entre el público, la de pelo rosa busca la única cara que conoce y que le importa en ese momento, a punto de enseñarle su voz por segunda vez en la noche. Los ojos de Rocío ya estaban fijos en ella y la sonrisa suave de sus labios se acentúa, enseñando los dientes, cuando hacen contacto visual. Alba también le sonríe y su pecho se hincha de una energía dulce y renovada. A lo mejor...

—¡Buenas noches, somos Sweet California! —saluda Sonia. Tamy le hace un gesto para tranquilizarla que no sirve de nada cuando la de mechones azules sigue hablando—: ¡Y queremos dedicarle esta actuación a nuestra nueva amiga, Rocío Cabrera! ¡Dale, jefe!

La última (y ridícula) exclamación va dirigida al encargado de sonido, que empieza a reproducir la canción de la artista que las observa desde el público. Cuando Alba vuelve a mirarla, sonrojada por las palabras de su amiga, finge no darse cuenta de que la morena la estaba mirando de nuevo y vuelve rápidamente la cabeza hacia Tamy, que empieza a cantar:

The fields in gray awaiting gold. The wilderness beside the road. A place on Earth you won't let go. There'll be a train to bring you home.

—The break of day, the perfect sky. The summer lake, your playground times. I'll be your boots, I'll walk the miles, I'd love to bring you home —continúa Alba sobrevolando al público con la mirada para evitar los ojos de Rocío.

—¡¿Cómo dice?! —exclama Sonia con voz extremadamente aguda antes de empezar el estribillo las tres a coro.

Do you believe what I say to you? I'm happy to show you to be ready to smile and shout: this is the life!

Al menos la mitad del público se sabe la canción y la canta con ellas, con más o menos ánimos. Al fin y al cabo, Rocío Cabrera es la cantante más internacional de España en ese momento y, por muy extranjeros que sean los huéspedes del hotel, la canción es en inglés. La propia cantante, sin embargo, no está cantando el estribillo cuando Alba la mira. Se limita a disfrutar del espectáculo con la misma sonrisa de antes, riendo a veces con las tonterías de Sonia.

Sweet California termina su actuación levantando a todo el público en mayor o menor medida y Alba espera que eso sea un punto a favor para una futura contratación en el mismo hotel, a pesar de la borrachera de Sonia. Las chicas se bajan del escenario para dar paso al siguiente grupo y se acercan a Rocío, que las mira esperando su llegada.

—¿Qué? ¿Te ha gustado? —pregunta Sonia. Alba espera la respuesta con más nervios de los que debería.

—Sí, bastante.

La de pelo rosa suspira. Eso es un alivio. Sabe que no están en las mejores condiciones para cantar una canción como si estuvieran en unas audiciones, pero también han demostrado lo que serían capaces de hacer con el público de un concierto.

—¡Hombre, si ya lo sabía yo! —celebra la sevillana.

—Me alegro de no haberla estropeado demasiado —la secunda Tamy con lo que Alba sabe que es falsa modestia.

Ella se limita a mirar a la cantante, un poco escondida con las manos en los bolsillos y una sonrisa que cada vez siente más tímida. De poco le sirve esconderse cuando Rocío se empeña en buscar su mirada a través de sus compañeras.

—¿A que cantas una con nosotras? —la anima Sonia, rodeándole los hombros con el brazo. Rocío abre mucho los ojos con sorpresa y trata de alejarse un poco de ella.

—No sé yo... No quiero llamar mucho la atención.

—Con el debido respeto —se adelanta Tamy—, todo el mundo se enteró de que estabas aquí cuando esta lo gritó, nada más que entraste. Y han seguido con sus vidas. No son tu tipo de público, les da igual que estés aquí.

Alba sabe que su amiga tiene razón, pero también sabe que ha disfrutado bajarle los humos disimuladamente. Aunque se haya portado muy bien con ella esta noche y sea la primera que está animando a la de pelo rosa a acercarse a la cantante, todavía no han pasado ni veinticuatro horas desde ese primer encontronazo en el vestíbulo. Alba debe entender que, si bien es posible que Rocío ya no le caiga exactamente mal a su amiga, la madrileña prefiera ir con pies de plomo con ella.

—Pero... —carraspea Rocío—, no puedo hacerme daño en la voz, tengo un concierto dentro de nada.

—Pues no cantes como nosotras —espeta Sonia, como si fuera obvio—. Ni que lo necesitaras. Vas a ser la mejor de las cuatro aunque no te esfuerces.

—Bueno, tampoco...

—No, ni bueno ni pollas. Venga, vamos a apuntarnos.

Sonia arrastra a la cantante a la mesa del encargado y Tamy le pega un suave empujón a Alba con el hombro. La madrileña la mira con los brazos cruzados y una sonrisa traviesa. A estas alturas, nada de lo que ella diga va a cambiar las sospechas de su amiga, por lo que Alba se limita a poner los ojos en blanco.

—¿Y qué cantamos? —pregunta Sonia, que ya está de vuelta con ellas. La cantante de Benissa todavía se abre paso entre la gente para alcanzarlas.

—Una de cuatro personas, ¿no?, para que podamos cantar todas. —Alba aprovecha que Rocío todavía no ha llegado para pronunciarse.

—Sí, tienes razón.

—O si no, no pasa nada, nosotras somos un todo y que cante ella de solista.

—¿Y por qué tiene que ser ella la protagonista?

—Chicas —las llama Rocío, que ya ha llegado—, no creo que sea una buena idea. No he calentado la voz...

—¡Excusas, excusas! —la acusa Tamy, haciendo un movimiento circular de la mano. Sonia chasquea los dedos y señala a su novia.

—¡Ya sé qué vamos a cantar! —Mueve su dedo para señalar esta vez a Rocío, de manera acusadora—. Espero que te la sepas.

Un rato más tarde, cuando las llaman por el micrófono, las chicas suben al escenario. Curiosamente, Rocío parece la más nerviosa de las cuatro. Alba no está segura de que Sonia le haya dicho de qué canción se trata, pero sí está segura de que Tamy no se ha encargado de ello, ni mucho menos ella.

Por suerte para la cantante, son las otras tres quien empiezan a cantar la canción:

Tú y yo en modo avión estamos volando por la discoteca y la pista temblando. Cuando me miraste me rompiste algo, mi corazón partido en dos.

Con el micrófono delante y la música sonando, Alba reúne el valor para mirar a Rocío de nuevo. La morena hace un gesto de rendición que acaba en una sonrisa divertida, negando con la cabeza.

Los graves, tu mirada, me tienen temblando. —Sonia empieza su parte de solista bailando y señalando a su novia—. Cuando me rozas, siento mis paredes retumbando.

—La música tan alta y tú desenfocando. —Tamy le sigue el rollo a su novia al principio, pero acaba sonriéndole al público—. Si me bailas más, voy a acabar delirando.

—Ya no sé ni dónde vivo, ya no sé ni en qué día estamos. —La parte de Alba es más lenta y la de pelo rosa la canta caminando hacia el borde del escenario con una sonrisa dulce. Sin embargo, un pensamiento fugaz le cruza por la cabeza y un cosquilleo en el estómago la anima a llevarlo a cabo: siguiendo la dinámica de sus compañeras, se gira hacia una sorprendida Rocío y le canta—: Solo quiero estar contigo. Si sale el sol, lo quemamos.

El estribillo empieza antes de que el corazón de Alba se haya estabilizado ante la boca abierta de Rocío y el brillo en sus ojos. Por suerte, sus compañeras sí lo están cantando mientras ella solo puede cruzar miradas y sonrisas con la cantante. Se acaba uniendo a ellas, aunque Rocío se mantiene en silencio. Alba solo espera, entre otras cosas, que la morena sepa cómo sigue la canción, pues su turno empezará en cuanto ellas terminen el estribillo.

Por suerte, así es. Rocío empieza su parte caminando lentamente hacia Alba, sus ojos verdes casi perforando los suyos, mientras canta:

Sabes que no veo nada cuando estás a mi lado. —Antes de que sepa qué está pasando, la mano de Rocío agarra la suya y le da una vuelta a Alba sobre sí misma—. No querían que pasara y al final ha pasado.

La cantante le guiña un ojo antes de soltar su mano con delicadeza y acercarse al público para seguir cantando su parte, interpretando una coreografía que casi parece haber traído preparada.

—Qué extra es —le susurra Tamy al oído. Alba le hace un gesto que quiere decir que se calle.

Todavía le falta el aire después de sentir el contacto de Rocío. No sabe a qué están jugando ahora mismo, pero sabe que a la morena se le da mejor que a ella. Y, si antes le quedaba alguna duda, ahora lo tiene claro: Rocío Cabrera es increíblemente atractiva y, si la cantante piensa lo mismo de ella, Alba se lanzará de cabeza a lo que quiera que pase entre ellas.

El último estribillo lo cantan las cuatro juntas y la última parte, repitiendo una y otra vez la misma frase, les sirve para saltar por el escenario y buscar la complicidad entre ellas y con el público. Acaban recibiendo un aplauso igual, si no mayor, al de la primera actuación del grupo. Aunque, cuando se encuentra la sonrisa de Rocío, Alba se olvida de mirar a la multitud que tienen delante.

Es Rocío la primera en bajar del escenario. Por un momento, Alba piensa que se va a marchar de la sala, pero la morena acaba por sentarse delante de la barra. Tamy, Sonia y ella terminan de bajar mientras ella sigue con la vista clavada en la melena de la cantante. Al menos, hasta que Tamy la agarra bruscamente de los hombros y la obliga a mirarla a la cara:

—Vete a por ella, ¿eh? Déjate de chorradas.

—Que sí, que sí, que ya voy.

La madrileña se encarga de llevarse a su novia a la otra punta del local. Sabe que Alba no llegará a nada si siente sus miradas en la nuca. Coge aire y se acerca a la barra, tomando el asiento de al lado de Rocío. Entrecruza los dedos y apoya los antebrazos en la barra, tomándose unos segundos para pensar lo que decir.

—No sé si estás en disposición de beber alcohol ahora, pero si quieres te puedo invitar a un vaso de agua.

Rocío se gira para mirarla con una sonrisa divertida.

—Gracias, pero creo que me lo puedo permitir. —Alba enrojece. Igual debería haberse tomado más tiempo para pensar—. Pero si lo que quieres es una excusa para hablar conmigo, te puedes quedar. O te puedo invitar yo a algo.

—No era esa la idea.

—Ya, no todo sale siempre como queremos. Si no, dímelo a mí...

Alba la mira y piensa si se supone que debería entender a qué se refiere. Lo único que se le viene a la cabeza es la conversación por teléfono de esa mañana en el vestíbulo. El motivo principal por el que ha querido acercarse a ella.

—Siento lo de Blas Cantó y tu concierto —tantea. El suspiro de Rocío le indica que ha dado en el clavo.

—Gracias.

—No eres tan borde como creía.

Rocío asiente sin levantar la mirada de la barra.

—Ya, tú también eres poco borde para ser indie.

Alba la mira y adivina un atisbo de sonrisa en sus comisuras. Disimula una risita en voz baja.

—Tendré que seguir practicando.

—No creo que lo consiguieras. —Por fin, la morena levanta la cabeza para mirar a Alba—. Perdón por lo de esta mañana. Me paso de borde cuando me enfado... ni tú ni tus amigas se merecían esa respuesta. No di la mejor primera impresión, la verdad.

—Bueno, ya tenía esa impresión de ti.

—Ah. —El tono de Rocío es sombrío y Alba siente la necesidad de explicarse.

—Es que... los medios no siempre te pintan muy bien.

Rocío asiente lentamente.

—Sí, la verdad es que no los leo mucho. Yo sé lo que soy y por qué lo soy. Con eso me basta.

—¿No los lees? —pregunta Alba, sorprendida—. Yo no podría aguantar la tentación.

—Es que me gusta estar tranquila.

—¿Te gusta estar tranquila y te haces cantante? —la pica Alba con una media sonrisa—. Y novia de otro cantante internacional, por si fuera poco.

—Exnovia —corrige Rocío, alzando las cejas con la misma sonrisa—. Y por eso no los leo. Dedicarte a tu sueño y seguir teniendo una vida privada es difícil, pero no imposible.

—¿Por eso pasas tanto tiempo sola?

—Bueno, no. Eso es porque me gusta. —La morena se sienta derecha y gira el cuerpo hacia ella—. ¿Tú quieres ser famosa?

Alba se encoge de hombros.

—Quiero seguir tocando con Tamy y Sonia y vivir de ello. Nos va más o menos bien así, de momento. Pero si algún día pasáramos de tocar en restaurantes a tener conciertos propios, no me quejaría.

Rocío asiente lentamente, con expresión más seria. Después, vuelve a mirar a la barra.

—Me gustó verte cantar con ellas.

—¿Cuándo? ¿Berreando tu canción o quedándome en blanco después de que cantaras tú?

Rocío suelta una breve carcajada y niega.

—No, durante la cena. ¿Eran canciones propias? —Alba asiente y se recoloca en su asiento, con un nuevo interés en la conversación—. Son muy buenas.

—Gracias —dice Alba con sincera sorpresa.

—¿Sigue en pie la oferta de sustituir a Blas?

La de pelo rosa alza las cejas. ¡Ya casi lo tienen!

—¿Te lo has pensado mejor? —La morena no contesta, sigue esperando una respuesta más concisa—. Pues, por mi parte, sí. Por la suya, no sé.

Rocío se muerde el labio inferior y asiente.

—¿Y cuándo me podrías dar una respuesta? Porque el concierto es pasado mañana y siempre se pueden llevar invitadas sorpresa, pero me gustaría avisar al menos de si hay o no hay.

Esta vez es Alba la que asiente fervientemente.

—Lo hablo con ellas esta noche y te aviso mañana desde que te vea. Ya no te vuelvo a tocar a la puerta a no ser que sea algo urgente, te lo prometo.

Rocío simplemente se ríe.

Al cabo de un rato, la morena ya se ha ido. Alba mira el reloj: no son ni las dos, sus amigas y ella están acostumbradas a irse mucho más tarde de fiestas y karaokes, pero hoy no tiene ganas de quedarse. Al fin y al cabo, comprueba cuando echa un vistazo a su alrededor en busca de Sonia y Tamy, sus compañeras se están liando y ella no quiere hablar con desconocidos esa noche. Mentalizándose de que va a tener que interrumpir a sus amigas, va a buscarlas.

—Me subo a la habitación —les anuncia tras tocarles los hombros, sobresaltándolas—. Dame la tarjeta, Tamy.

—Sí, hombre, que te quedas dormida antes de que lleguemos y a ver quién nos abre. Nos vamos contigo.

—¡No! —se queja Sonia con tono de niña pequeña—. ¡Jope, un poco más, Alba!

Pero Alba se niega a ceder, por lo que pronto están las tres saliendo de la sala y buscando el ascensor para dar la noche por terminada. Una vez que entran a la habitación y la chica de pelo rosa se asegura de que sus compañeras la escuchan, lanza la propuesta:

—Rocío me ha dicho que nos quiere como invitadas.

Las otras dos la miran con ojos como platos.

—Una polla —dice Sonia, sonando sobria por primera vez en toda la noche.

—Le habrás comido la boca o algo para que te lo dijera, ¿no?

—Que no. —Alba pone los ojos en blanco—. No necesito ofrecer servicios a nadie para vender el grupo. Le hemos gustado.

—Pero ¿qué dices? ¡Si estábamos cantando de coña!

—Ya. Pero en la cena no. Y, a lo tonto, fue la persona que más atención nos prestó del público.

—¡Qué buen gusto, Rocío Cabrera! —exclama Sonia, girándose para empezar a cambiar su ropa de actuación por el pijama—. Nunca juzgues a una diva del pop por su portada.

—Pues ella sí nos juzgó a nosotras —replica Tamy, alzando una ceja—. Solo que ahora nos necesita.

—Ya, seguro que pensaba que éramos malillas solo porque somos unas who —concede Sonia. Alba siente la necesidad de reconducir la conversación:

—Bueno, pues ahora no lo piensa. Y le dije que mañana por la mañana le daría una respuesta. ¿Le digo que sí?

—No tan rápido, nena. Vamos a hablarlo.

—¿Qué tenemos que hablar? Nos viene súper bien. Va a tener muchísimo público, a alguien le tendremos que gustar. Nos publicitamos y nos suben los seguidores. Y a lo mejor la próxima vez que el hotel nos llame les podemos decir que no porque tenemos una oferta mejor. O sea, un bolo propio.

—Me corro solo de pensarlo.

—¡Sonia!

—Tía, Alba, eso no funciona así —le dice Tamy—. Te lo dije antes y te lo repito ahora: hacer de teloneras en un concierto de Rocío Cabrera no nos va a salvar la carrera.

—No, pero igual nos consigue diez oyentes mensuales más —interviene Sonia—. Que en principio serán pocos, pero se van multiplicando.

—¡Exacto! —la señala Alba—. Con que vayan compartiendo las canciones en historias, en Twitter... nos vamos dando a conocer. Claro que no nos vamos a poner a su altura solo por un concierto, ni probablemente en toda nuestra carrera, pero poco a poco vamos ascendiendo.

—Sí —asiente Sonia, más convencida—. A mí me parece bien. Yo voto sí.

—Guay —le sonríe Alba, que relaja la expresión para mirar a Tamy—. Y tú votas que no, supongo.

Tamy se encoge de hombros, acariciándose los brazos. Sonia la mira.

—Tía, es solo un concierto, no nos tenemos que hacer sus amigas. ¿Desde cuándo decimos que no a un curro?

—Es que me jode trabajar para ella, no te voy a engañar.

—Tía, solo tienes que hablar un poco con ella para ver que no es tan mala como la pintan —la defiende Alba.

—Pero si tú intentaste hablar con ella, Alba, y casi te arranca un brazo.

—Y ya me ha pedido perdón por eso —insiste la de pelo rosa—. ¿No viste cómo estaba con nosotras en el karaoke? Esa es la persona con la que vamos a trabajar, no la que se ha inventado la prensa.

—Bueno, a ver... —media Sonia, haciéndole un gesto con la mano a Alba—, creo que la estás idealizando un poco. Lo de esta mañana en el vestíbulo lo vimos nosotras, no lo leímos en la prensa.

—Y sabemos por qué ya no te parece tan mala, Alba —dice Tamy. Alba suspira y baja la mirada, dando la batalla por perdida, cuando su amiga vuelve a hablar—: Pero está bien. Nos viene bien la oferta. Si nos paga, ahí estaremos.

La de pelo rosa sonríe y vuelve a mirar a sus amigas, ilusionada.

🎤🎤🎤

A la mañana siguiente, antes de bajar a desayunar, Alba sale sin sus compañeras de banda y hace el amago de ir a tocar a la puerta de Rocío hasta que recuerda su promesa de la noche anterior. Se muerde el nudillo del dedo índice y se queda apoyada en la pared al lado de su puerta, mirando la de la morena y deseando que tenga pensado salir a la misma hora que ellas.

No puede creer en su suerte cuando la puerta de Rocío se abre antes de que sus compañeras hayan salido y la cantante cierra tras de sí, dispuesta a recorrer el pasillo hacia el ascensor. Alba se apresura a alcanzarla.

—¡Espera! ¡Rocío! —La morena se gira y le sonríe mientras ella corretea por el pasillo—. Buenos días.

—Buenos días —dice la cantante con dulzura—. ¿Tienes una respuesta?

—Sí. Cantaremos contigo —sonríe Alba.

—¡Genial! Pues te voy a tener que pedir un favor... ¿Te importa que quedemos las cuatro en la sala de ensayos desde temprano? Tipo desde las cuatro. Es que con Blas controlaba lo que íbamos a cantar y cómo, pero con ustedes tenemos que tomar decisiones, cuadrar voces y ensayar, todo entre hoy y mañana por la mañana porque por la tarde-noche es el concierto...

Alba parpadea.

—Ostias, qué agobio —susurra. Rocío exhala una risa nerviosa que provoca mariposas en el estómago de Alba y asiente con una sonrisa de disculpa. La de pelo rosa carraspea—: Vale, ahora se lo digo a estas. A las cuatro como un clavo.

—Perfecto —asiente Rocío sin borrar la sonrisa—. Muchas gracias, de verdad.

—Gracias a ti, Ro.

Alba culpa al diminutivo improvisado de que las dos se queden tan sorprendidas, mirándose sin saber qué decir hasta que Rocío se despide con un saludo tímido. Solo entonces se da cuenta de que se le ha olvidado preguntarle si su participación en el concierto estará pagada. Pero recuerda que tiene una nueva oportunidad esa tarde, cuando se reúnan para ensayar. Y la idea de pasar la tarde con ella le trae una sensación de nervios que se mezcla con alegría y prefiere parar de pensar antes de ponerse demasiado cursi con una chica que acaba de conocer.

🎤🎤🎤

—Bueno, vamos a aclarar lo importante antes que nada —se hace oír Tamy una vez están todas sentadas en sus puestos en la sala de ensayos—: ¿nos vas a pagar por cantar en tu concierto, sí o no?

—Claro, lo mismo que le íbamos a pagar a Blas.

—Por cabeza, imagino.

Rocío intercambia una mirada con sus músicos y se encoge de hombros.

—Supongo... Tengo que hablarlo con mi equipo.

—Eso, eso, vamos a llevarnos bien.

Rocío vuelve a mirar a sus compañeros, incómoda, y Alba se da una palmada disimulada en la frente.

—Bueno, entonces... —introduce la cantante—, tenemos que decidir qué vamos a cantar. Blas y yo pensábamos cantar nuestra colaboración primero y luego me iba yo a cambiar mientras él se quedaba cantando temas suyos.

—Pues hacemos lo mismo.

—¿Y por qué no cantamos juntas This is the life? —sugiere Sonia—. Ya viste que nos la sabemos, Rocío.

—A mí no me importa cantar la de Blas —repone Tamy—. No me dan miedo los retos.

—Pero el concierto es mañana... —dice Rocío.

—Ponnos a prueba. Antes de que terminemos de ensayar hoy, ya nos la sabemos.

—¿Y si cantamos las dos? —interviene Alba, más por conciliar las propuestas de sus amigas que por la gracia que pueda hacerle la idea de tener controladas dos canciones que no son suyas para el día siguiente—. This is the life y la de Rocío y Blas.

—Bueno... —dice Rocío—, entonces ustedes tendrían que cantar una sola propia. Lo siento, es que el repertorio del concierto es un poco largo.

—¿Y a ti te da tiempo a cambiarte en una canción? —pregunta Sonia, preocupada.

—Yo me apuro lo que haga falta.

—¿Y cuál vamos a cantar de las nuestras? —pregunta Tamy—. Tiene que ser una que le vaya a gustar a tu público.

—Bueno, a mí me gustó mucho la de "Seremos inmortales..." —canturrea Rocío tímidamente.

—¡No, hombre, no! —se queja Sonia—. ¡Mil poses!

—Bueno, le enseñamos las dos y que ella diga cuál se parece más a su música, que es su público.

Después de una hora ensayando, el listado de canciones de Sweet California está decidido: entrarán para cantar Si eres tú con Rocío, se quedarán cantando Inmortales mientras la solista se va a cambiar y volverá para cantar This is the life con ellas y darles la despedida. No bajan la guardia durante el resto de la tarde: continúan ensayando hasta dominar las canciones por completo, como se habían propuesto.

Alba espera que Rocío no se arrepienta de su decisión de colaborar con ellas. No se lo preguntará directamente, pero intenta intuir su respuesta en las risas que le arrancan los comentarios bromistas de Sonia, en las sonrisas que consigue sacarle a una cada vez más relajada Tamara a lo largo de la tarde y en las miradas cómplices que comparte con la propia Alba cuando consiguen escapar de los ojos del resto de la sala.

Para cuando se acerca la noche y el turno de Sweet California de cenar para luego tocar para el hotel, las asperezas que quedaban entre la cantante y el grupo ya han sido limadas. Rocío les da su número de teléfono y se guarda los de ellas tres, facilitando el contacto entre todas de cara al día siguiente. Y, con suerte, no solo para cuestiones de trabajo. Aunque eso solo lo piensa Alba.

El concierto es al día siguiente y Alba siente que lo han conseguido. Pero, para su angustia, también siente que ese logro ya no es suficiente para ella. No si Rocío se va a marchar después de cantar. No si a lo que están viviendo juntas le quedan horas para acabar.

Continue Reading

You'll Also Like

133M 8.7M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
392K 25.9K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
8.7M 1M 53
[COMPLETA] Adam tiene una fascinación por las frases de asesinos. Reachell ama tocar el piano. Adam es reservado y misterioso. Reac...
70M 3M 60
Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Disponible los 16 primeros capítulos! **Ganad...