LILITH | SUPERNATURAL (THE DI...

De vesnax

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LILITH ━━ ❛ LOOK AT ME MOM! YOU MUST BE SO PROUD OF THE WOMAN YOU RAISED ❜ supernatural au ─⊹⊱ season one ↺... Mais

recordatorio
LILITH: AND IT GOES SOMETHING LIKE THIS
SEASON ONE
━━ 01. the seal from another world
━━ 02. let's get in trouble
━━ 03. the old Maud
━━ 04. the bar
━━ 05. breaking point
━━ 06. crazy people
━━ 07. discontrol
━━ 08. devils trap
sam's special: college boy
SEASON TWO
━━ 09. you're my best friend
━━ 10. cry baby
━━ 11. moonlight kiss
━━ 12. you're a witch lilith
━━ 13. coven
━━ 14. my life so far
━━ 15. one week with dean
━━ 16. first mision
━━ 17. dorian monsieti
━━ 18. all hell breaks loose
regina's special: motherhood
SEASON THREE
━━ 19. figther
━━ 20. mommy
━━ 21. goodbye for a while
━━ 22. witches, witches and confessions
━━ 23. ¿quién es esa niña?
━━ 24. inside her mind
━━ 25. my twenty one halloween
━━ 26. my kind of christmas
━━ 27. jus in bello
━━ 28. the attempt before the storm
━━ 29. and i've hurt myself
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS
LIKE A PRAYER

dean's special: how to be a men

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De vesnax


◖𓈈﹗ ﹙ capitulo especial ﹚
❛ ▬▬ COMO SER UN HOMBRE . . . ❜


              DEAN WINCHESTER TENÍA OCHO AÑOS CUANDO VIO POR PRIMERA VEZ A LILITH. Había sido una rápida mirada antes de que su padre arrancara el motor y los llevara al Estado de Minnesota por unos fantasmas que molestaban a los pacientes de un psiquiátrico. Regina —una mujer que frecuentemente cuidaba a los hermanos Winchester— había dado a luz a una bebé niña tan roja como un tomate y de cabello rubio como finas hebras doradas. Dean pensó que papá ya no los dejaría a su cuidado. ¿Cómo podía encargarse de Sam y de una bebé? Dean no necesitaba cuidado, se valía por si solo, y, francamente, pensaba que podía responsabilizarse por Sammy. Ya lo hacía los trecientos sesenta y cinco días del año. Pero las suposiciones que hizo fueron incorrectas y, cada vez que transitaban Massachussets, regresaban a la casa grande y bonita de Regina Arduenn y, ahora también, de su hija, Lilith Venus Arduenn... vaya nombre que le había puesto y, para rematar, había nacido en Halloween.

      Escondía un profundo odio a esa casa, principalmente, porque los hacía débiles y hacía que Sam se acostumbrara a una vida que jamás tendrían. Al principio, uno o dos años después de la muerte de su mamá, a Dean le gustaba quedarse en casa de Regina o el deshuesadero de Bobby: podía mirar la televisión todo el día, Regina cocinaba riquísimo y no se preocupaba por pasar hambre, había un patio trasero en el que jugaba con una pelota y todos los fines de semana Regina le daba dinero para que se lo gastara en tardes enteras en los arcades. Eso estaba asombroso hasta que dejó de serlo. Un día su padre se enteró de lo que hacía y vaya que recibió una buena regañada con golpes que tardaron semanas en sanar. Papá tenía razón, estaba siendo un estúpido caprichoso perdiendo tiempo en juegos. Su deber era cuidar a Sammy y para hacerlo necesitaba volcarse en las leyendas sobrenaturales, aprender sobre los monstruos y cómo matarlos, debía de aprender sobre armas y a defenderse o los monstruos los matarían por su incompetencia. ¡Qué estúpido había sido! Jugar era de niños estúpidos, de ignorantes y de niñitas débiles. Su padre era una especie de superhéroe que cazaba monstruos durante la noche y, como su sidekick, debía de seguir sus órdenes y prepararse para cuando sea su momento de luchar. Era la preparación de Robin, él era Robin y, algún día, sería Batman.

      Pero esa casa le volvía a poner trabas. Para empezar, Regina los trataba como niños y eso le encantaba a Sam. Las comidas caseras, el horario para dormir (a las ocho de la noche, ¿quién carajos se acostaba a esa hora?), las salidas al parque con la mocosa de Lilith que siempre pedía manzanas acarameladas y como Regina no se negaba a sus pedidos se las compraba y, por consecuencia, le compraba una a Sammy y otra a él, que la aceptaba porque sabían rico y no podía desperdiciar una comida, y también estaba la escuela y las matemáticas. Odiaba las matemáticas y les llegó a tener un profundo odio cuando la niña podía resolver en segundos ecuaciones que le tomaban una eternidad... demonios, incluso Sam era algún tipo de genio en todas las asignaturas.

      Lo que más odiaba de estar en esa casa era ser un espectador de cómo Regina cuidaba de su hija. ¡Le revolvía el estómago! Pensaba que aquella niña iba a terminar siendo la cena para los monstruos y lo único que haría para defenderse sería llorar por su mami. Se la pasaba llorando por su madre. ¡Mami esto, mami lo otro, mami te amo! Mamá, mamá, mamá. Por el amor de Dios, que alguien las separara de una maldita vez. ¿Cómo alguien podía ser tan amoroso con su hijo? Regina se la pasaba pendiente de su hija. Si se caía y raspaba sus rodillas, la incentivaba a levantarse con risas y con unas banditas de corazones en la mano; le hacía los cumpleaños más excéntricos con un montón de comida y dulces y decoraciones llena de brillitos y cosas de niñas; si Lilith hacía algo mal, como tirar la comida al suelo o pintarrajear las paredes con fibra negra, Regina no le gritaba, no le pegaba, y el castigo era muy blando. Debería dejarla sin el chupete y quitarle el peluche del leoncito, aunque si lo pensaba mejor, no quería que sus tímpanos murieran por los llantos.

      —¡No! No puedes que escribir las paredes corazón... ay que desastre... paredes blancas, Dios... —retaba a su hija de dos años usando un tono muy suave, si fuera su padre sería uno que haría cagar de miedo a la niña—. En las hojas se escribe, aquí —la levantó y la llevó a la zona dónde tenía un montón de hojas desparramadas en el suelo y una caja con un montón de lápices, crayones y acuarelas.

      —Mira Lili —Sam estaba allí dibujando también, tenía las manos manchadas de azul—. Yo dibujo aquí en las hojas, está mal dibujar en las paredes, las arruina. No me di cuenta que se escapó.

      —No te preocupes Sam, son solo paredes —Regina le acarició la cabeza. ¡De eso hablaba! Los hacía débiles y por más que le obligara a Sam a rechazar ese tipo de trato, no le hacía caso.

      Lilith soltó unas risillas tratando de escaparse por entre las piernas y volver a la pared, pero en cuanto se lo impidió, empezó a llorar tan fuerte que tuvo que taparse los oídos. Esa niña era insoportable. ¿Por qué su padre no lo dejaba acompañarlo? El verano pasado había matado a un hombre lobo, ya era todo un joven hombre.

      —Ya sé que quieres pintar en la pared y te enoja no poder hacerlo, ¿No es así bebé? —Regina la alzó y bajó aún más su tono de voz, sonando dulce. A Dean le parecía de lo más ridículo. Lilith se estaba portando mal y molestando a todos con su llanto—. ¿Estás enojada? Dile a mamá cómo te sientes.

      —¡Quiero pintar la pared! —gritó en medio del llanto—. ¡Estoy enojada! Quiero pintar la pared.

      —¿Por qué? Se pinta en el papel.

      —¡Porque son feas y son lindas con mis dibujos!

      Regina ocultó el rostro de su hija porque se asomaba una carcajada y si se reía, Lilith pensaba que estaba haciendo algo bien. Cuando se recuperó, retomó la compostura e intentó detener su llanto. Sam se había reído, pero gracias a Dios no fue escuchado o Lilith le lanzaría la fibra que tenía en la mano. A veces se convertía en una niña salvaje.

      —Vamos hacer otra cosa. ¿Quieres hacer unas galletas conmigo? ¿Unas de San Valentín con forma de corazón? ¿O quieres ir a disfrazarte de la bella durmiente? ¿Cuál de estas dos opciones te gustaría hacer?

      —Quiero disfrazarme de Simba —Y así como el llanto apareció, se esfumó.

      —Muy bien, vamos a disfrazarte de Simba. 

      Escapaba del entendimiento de Dean lo volcada a la maternidad que era Regina y, no solo con su hija, la veía poner un gran esfuerzo en su hermano, como si intentara reemplazar a su madre. Dean aún recordaba a su madre y recordaba las llamas abrazando su casa y por, sobre todo, recordaba el calor y los gritos. Los días consiguientes a la muerte no pudo dormir y desde entonces le costaba muchísimo conciliar el sueño. Las pesadillas lo perseguían hasta dejarlo en vigilia y agotado, derrotado. Había noches en las que no sabía si dormía, entraba en un trance en la que parte de su cerebro estaba despierto para que los monstruos no atraparan a Sam y la otra parte dormía, o lo intentaba, realmente no tenía ni idea de si su cuerpo descansaba lo suficiente. Lo único que sabía era que funcionaba para mantenerlo a salvo. Regina había estado a su alrededor esos meses, intentando que hablara. Dean se había encerrado en su mundo y no hablaba mas que monosílabos. ¿Quién podía culparlo? Su madre había muerto brutalmente por un demonio. Necesitó procesarlo antes de convertirse en lo que su padre quería, un soldado. Claro, que el pequeño Dean distorsionó tanto su realidad que se convenció de superhéroes y villanos, y Regina estaba en la fina línea de antihéroe metiéndole ideas en la cabeza a Sam acerca de la vida perfecta que tenía con su hija. 

      —¿Cuándo viene papá? —Sammy había regresado de lavarse los dientes. Eran las ocho de la noche, Regina lo había mandado a la cama y Sammy no rechistaba.

      —¿Ya te vas a dormir? —preguntó con la esperanza de que despertara del hechizo y le hiciera caso de una buena vez—. Regina no es nuestra mamá, no nos puede mandar a la cama.

      —Pero estamos en su casa —Se metió a la cama que era de lo más cómoda y acurrucó su cuerpo debajo de las mantas. Él estaba alegre, ahogado en una fantasía. Iba a terminar como Lilith, si no lo protegía sería carne para los monstruos.

      —¿Y qué tiene?

      —¿Qué no te gusta? Es mejor que los moteles. Tenemos comida todos los días, todos los platos: desayuno, almuerzo y cena. Estas camas son cómodas y calientes, no pasamos frío en la noche y hay televisión y un montón de juegos y Lilith pidió un trampolín para su cumpleaños, Regina se lo va a instalar afuera y me dijo que lo puedo usar cuando quiera. Eso es asombroso. Y mañana nos va a llevar al zoológico. ¿No te gusta esto? Dean, lo mínimo que podemos hacer es obedecer sus reglas y estar agradecidos, yo estoy agradecido. ¿No te gusta esto? Yo desearía que fuera mi mamá...

      Dean sintió el calor subir a su rostro.
      —No vuelvas a decir eso —lo amenazó alterando el tono de su voz al mismo que usaba su padre y, por primera vez, Sam mostró señales de obediencia—. Nuestra mamá era mejor y Regina nunca la va a reemplazar. Que te quede claro Sammy.

      —Nunca dije que la reemplazaría —intentó defenderse mostrando cohibimiento—, olvida lo que dije.

      Pero Dean había sido solo un niño al que le fue arrebatado su infancia y, junto con ella, la felicidad de un núcleo familiar estable y la inocencia que le correspondía para sus tan cortos e inexperimentados años. Al crecer cambió de perspectivas adoptando una visión más madura de lo que realmente había significado tener la casa de Regina como una constante en su vida, un lindo techo en dónde eran bienvenidos a descansar después de una larga cacería. Aquellos recuerdo que usualmente olvidaba repercutieron en la mente de Dean mientras se dirigía a la casa de las Arduenn, especialmente, por Lilith. La última vez que se vieron había hecho un comentario inoportuno sobre Dorian y se había enojado. Desde entonces no intercambiaron ningún mensaje —y eso era extraño, se mandaban muchos mensajes— o llamado, ni siquiera le envió saludos cuando estuvo hablando por teléfono con Sam sobre alguna nerdada. Lilith siempre lo saludaba, entonces, llegó a la conclusión de que seguía enojada por lo que dijo sobre Dorian. ¿Qué tanto problema? Se estaba muriendo, su trasero estaba a mitad de viaje para rostizarse en el infierno. ¿Haría problemas por el imbécil pretensioso de Dorian?

      Dorian Monsieti le había caído muy mal desde que lo vio sentado en el sofá de Bobby. Al principio pensó que estaba en casa de Bobby por alguna estupidez legal, era frecuente ver a tipos trajeados tratando de inspeccionar el deshuesadero, estaba lleno de cadáveres. Pero Bobby estaba en su despacho volcado en un libro y con una tasa de café, sin prestarle mucha atención al tipo.

      —¿Lilith despertó? —le preguntó Bobby en cuanto lo vio dirigirse a la cocina.

      —Si —respondió sin más.

      —No tardará mucho en bajar muchacho —le dijo al tipo y este asintió sin despegar la vista de sus manos que las tenía entrelazadas.

      Dean volvió a mirarlo, esta vez con más curiosidad y atención: un hombre joven, a la mitad de sus veintes. No era especialmente apuesto, pero aseguraba que era tan alto como Sam o más. Era un tipo grande. Dean notó que tenía los zapatos lustrados que podía ver su reflejo en ellos, un maletín que le sacó un resoplido burlón y vestía como los tipos del Wall Street. Tenía un reloj bastante caro en la muñeca. ¿Qué hacía buscando a Lilith?

      —Perdón, ¿Y tú quien eres?

      —Soy Dorian —respondió, tenía un tono de voz profundo, más grave que el suyo. Demonios, sonaba como una niñita en comparación. Dudó por un segundo que estuviera en sus veinte, el tipo sonaba como si tuviera cuarenta.

      —¿Estás esperando a Lilith? —Dean sacó una taza y echó del café negro que Bobby había preparado—. ¿Cómo exactamente la conoces?

      En ese momento, Sam apareció bajando su cabello desordenado.

      —Hola —saludó al muchacho. ¡Dios! ¿Cómo le hacía para ser tan educado?

      —Buenos días.

      —No me respondiste —avisó demandando las respuestas.

      —Nuestras madres son amigas, nos conocimos cuando visité a mi mamá en...

      —Eres un hijo de bruja —lo interrumpió y no solo alertó su sentido de cazador, también Bobby dejó el libro a un lado y discretamente deslizó su pistola a sus manos—. ¿Eres una bruja?

      —No, soy humano —dijo a la defensiva—. Muy humano.

      —Bueno, Lilith dijo que los hijos varones de brujas nacían humanos —Sam se adelantó a calmar los ánimos notificando que los cazadores mayores pensaban arrancarle la cabeza al tipo. Dean estaba a punto de hacerlo y no le importaba que fuera humano. No le creía nada—. ¿Es tuyo? —Sam se asomó a la ventana y Dean lo imitó: había un lujoso coche, enorme, un Lamborghini murciélago. Que espantoso—. Disculpa, yo soy Sam —fue a estrechar su mano. Dean viró los ojos,

      —Dorian —aceptó la mano encantado—, y si, es mío.

      —Lindo coche —aludió su hermano una vez regresó a la cocina, junto a él, y le golpeó en el pechó dándole su mejor mirada de me-estás-jodiendo—. ¿Qué, es verdad? —murmuró.

      Dean distorsionaba mucho los tipos de amores que llegaban a su vida sin saber diferenciar entre la amistad y el amor familiar y, si los limites diferenciales le costaba horrores identificarlos entre sus sentimientos, el amor romántico y sexual era un territorio que no sabía dominar. El hombre no tenía ni la más mínima idea de todos estos problemas, él avanzaba en la más gloriosa oda al carpe diem y a sobrellevar acostumbrado —en la normalidad mas vil— su vida llena de traumas infantiles sin tratar que le dejaron conformar una personalidad dónde expresar sus sentimientos, entenderlos y aceptarlos le costaba horrores. Dean usaba un espectro muy simplista y redireccionaba sentimientos —como el deseo incesante por pasar tiempo con Lilith— a la amistad o a la excitación desvinculada al afecto. Era impensable para un cazador de su talla pensar en amistades o parejas. Dean estaba tan mecanizado en ese aspecto que huía antes de dar la oportunidad a florecer sentimientos de apego. Abandonaba antes de ser rechazado y, presuntamente, abandonado en cuanto supieran la verdad sobre lo que hacía.

      Dean jamás arrastraría a un civil a su mundo, lo aprendió a las malas y no volvería a repetir el mismo error de Cassie. Dean ponía límites.

      Pero los tenía muy confusos con Lilith.

      —¡Hola muchachos! —ella sonrió al abrirles la puerta a la una de la noche—. ¿Cómo estuvo el viaje?

      Lilith era una joven chica de lo más hermosa, de esa belleza extraña y proterva. Durante años —y porque era una menor de edad y no se consideraba un depravado mental— no la había encontrado atractiva. No hasta que se metió de cabeza en el mundo sobrenatural y la convivencia con una Lilith que estaba por cumplir los veinte años despertó la visión que recaía en la mayoría de mujeres que cruzaban por sus ojos. Como había dicho, la belleza de Lilith era diferente a lo que normalmente le gustaba: mujeres que se veían en el peso ideal, ni esqueléticas ni con sobrepeso. Adoraba los pechos grandes y pasar sus manos por curvas, y un buen trasero. No le importaba los vientres extremadamente planos, se sentía mas atraído por los cuerpos de mujeres de su misma edad. Y luego estaba Lilith. Ella era delgada, estilizada, del cuerpo que se podía ver en una pasarela. De pechos medianos y un trasero increíble. Un cuerpo que aparentaba fragilidad, una cintura diminuta y la curva natural gracias a una buena genética dejaba la ilusión de reloj de arena. Tenía el abdomen plano y ejercitado. Era como Sam, unas personas activas en el ejercicio. Su rostro era la parte más oscura y la que lo había dejado hechizado. Sus ojos celestes fríos, desalmados jugaban con los estratos mas poderosos de la personalidad de la bruja y su sonrisa podía ser tan angelical como demoníaca. Dean tendía a poner a sus seres queridos en un pedestal y se rehusaba a bajarlos, pero con Lilith no podía hacerlo, no desde que era una bruja.

      —Largo —respondió bajando un simple bolso. Sam tardó en despejar el cansancio y su rostro adormilado.

      —¿Quieren unas cervezas? —les ofreció.

      —Yo me voy a la cama ya, pero gracias Lilith —rechazó Sammy sin tardar en subir las escaleras descansando sus pesados pies en los peldaños. Lilith siseó para que no hiciera ruido o despertaría a Regina y si la despertaba (como les ha pasado alguna vez) Lilith se enojaba y ya no se comportaba hospitalaria.

      —Yo si me tomaría una.

      Lilith hizo el camino de la cocina a la sala de estar en unos segundos y le lanzó una botella de cerveza mientras se sentaba a su lado y encendía la televisión moderando el volumen. La casa de Lilith era grande, con habitaciones que llegaban a ser dos veces el tamaño de las habitaciones de los moteles.

      —¿No tienes sueño? —Dean sabía que los horarios de Lilith estaban un poco revueltos, no como los suyos, pero se quedaba hasta tarde y se levantaba temprano y, luego, tomaba siestas.

      —No realmente y es sábado, no tengo que levantarme temprano e ir a la oficina de mamá —respondió atando su cabello en un moño desordenado, era una noche calurosa. Ella solo vestía una larga musculosa suelta, pero que dejaba ver cómo sus pezones se marcaban. Lilith se paseaba sin sostén cuando se ponía el pijama, y hasta la ha visto salir a hacer los mandados.

      —No me has mandado ningún mensaje desde la última vez que nos vimos —Dean había estado confundido. Esperaba que Lilith lo ignorara hasta que decidiera enfrentar la situación mas ella compartía una cerveza con él (en realidad una copa de vino) y su ánimo parecía el de siempre.

      —Estaba ocupada con cosas —respondió rápidamente—. ¿Quieres ver algo en específico?

      —¿Entonces no estás enojada conmigo?

      —Ya no —¡Lo sabía! Si se había enojado por la estupidez de Dorian, Pues nos se iba a disculpar por tener la razón: ese tipo no tenía buenas intenciones con ella. Dean lo había visto mirarla con deseo, como si fuera la cosa más perfecta del mundo y, recalcaba, cosa. Extrapolaba el gusto sexual o el amor, no, no, no, Dorian la quería posando junto a su lado porque elevaba su estatus. Ese tipo era todo sobre estatus y dinero—. ¿Quieres ver algo en específico?

      —Lo que tú quieras.

      El cazador exponía —sin tener ni la más mínima idea— tendencias a expresar amor y recibirlo del tiempo de calidad con las personas que le importaba y necesitaba en su vida, habiendo demostrado la dependencia en su hermano en el acto de entregar su vida por la de él. Cuando Sam se había marchado a la universidad, abandonando a la familia, Dean había sufrido el abandono tan intenso como la muerte de su mamá. Las cacerías estaban bien, eran él y su padre, luchando juntos, pero no eran los tres, no era toda su familia. Dean no soportaba cuando su padre lo mandaba a cacerías solo, separándose para abarcar más casos. Las órdenes eran la eficiencia y las cumplía callándose que preferiría poner el doble de esfuerzo, no dormir y conducir toda la noche, si podían hacer los casos juntos. Dean se sentía querido en la compañía, disfrutando de cualquier actividad —investigaciones interminables, limpiar las armas, arreglar el impala teniendo a alguien que le pasara las herramientas, beber y comer, mirar televisión basura y divertirse con juegos de mesa o escuchar música en el tocadiscos que Lilith le regaló—, con tal de estar con su hermano, con su padre y, ahora, Lilith se había hecho un lugar importante en su corazón.

      El tacto también era uno de los signos con los que demostraba afecto a falta de la valentía que suponía ponerlo en forma de palabras y soltarlas con la cabeza en alto. A Dean le gustaba tocar y sus movimientos eran comunes, fáciles de pasar por desapercibidos. Él tocaba los hombros de las personas cuando hablaba, tocaba las caras y abrazaba, oh, pero odiaba que se lo devolvieran, activaba todos sus sentidos siendo demasiado consciente al percibir que alguien ponía su atención en él —por ejemplo, cuando Bobby lo puso en su lugar después de enterarse que vendió su alma—. Era un hombre con manías. La persona que se había convertido en la representación máxima de esta característica era Lilith. Cualquier analista psicológico sacaba todo un ensayo de solo observar el comportamiento del cazador alrededor de la muchacha. Dean trataba de colocar las manos cerca para que rozaran, se sentaba a su lado y buscaba por mechones desordenados que pudiera acomodar o un poco de maquillaje corrido para acariciar sutilmente su rostro. Se retraía muchísimo en una habitación con otras personas, pero si estaban solos, se hacía evidente y, cuando tenían sexo, Dean recorría cada centímetro de su piel explorando por lugares desconocidos, buscando los puntos que la hacían volver loca. Usaba sus labios para depositar húmedos besos en dónde quisiera. La lamía y la mordía, y con intensa lascivia la acorralaba contra su cuerpo, sintiéndola pegada, atrapada con él, y al penetrarla llegaba al éxtasis de su necesidad por el contacto. No había un tacto más íntimo que la penetración. Sin embargo, el juego del sexo era diferente al momento en que sus cuerpos se recuperaban y estaban tendidos en la cama. Las formalidades surgidas por la etiqueta de amigos, se iba a la mierda y gobernaban posiciones más directas como reposar la cabeza en la espalda de la bruja, abrazarse a su cintura y dormir tan a gusto; en otras ocasiones, era la joven quien descansaba sobre su desnudo torso y las yemas de sus dedos jugueteaban acariciando su piel, su tatuaje y entrelazaba la mano con la suya y hacía magia que le cosquilleaba hasta la planta del pie. Esa posición le permitía acariciar su cabeza y besar su frente, cosa que Dean adoraba hacer.

      Al cambiar, siendo Lilith la que gobernaba con los tactos, Dean se paralizaba y se tensaba. Los problemas no aparecían mientras tenían sexo, aparecían después. Estaba cómodo entregando caricias, pero se tensaba al recibirlas. Lilith también lo abrazaba y paseaba sus dedos a lo largo de su pecho, le gustaba jugar con su tatuaje; besaba su cuello y lo llenaba de chupones. Los días de frío se acurrucaba contra él buscando calor, enredaba sus piernas y dios sabía que esas posiciones terminaban en una larga noche de sexo silencioso. Se levantaban tan excitados que volvían hacerlo una y otra vez. Le llevó un par de meses acostumbrarse a recibir el tacto de Lilith y, para ese entonces, se había hecho un adicto.

      —¿Qué hay de atar las armas a sus muñecas? ¿Sabes lo que te digo? Así no se les escapa en mitad de la pelea, ¿Eh?

      Se habían aburrido de ver televisión y decidieron tener sexo. Subieron a la habitación de la bruja silenciosamente y estuvieron una hora besándose y tocándose, y al caer rendidos comenzaron a hablar porque todavía no tenían sueño.

      —Eso sería humillante, prefiero que me maten antes de atar las armas.

      Dean abrazaba a Lilith que descansaba con su cabeza sobre su pecho desnudo, apenas los cubrían las mantas. La bruja le dio una mirada que decía no-seas-idiota, pero Dean hablaba en serio y no veía problema en aferrase a sus honorables principios. Pasó la mano por su cintura y la apretó mas a él, necesitaba sentirla, estar con ella lo distraía de pensar en el infierno. Dean necesitaba poner todo de si mismo para satisfacerla, le encantaba satisfacer a los demás y Lilith era muy exigente en el sexo. Era del tipo de personas que servían y cuidaban, su trabajo era cuidar a su hermano, era un cuidador.

      —Eres un tonto —dijo y pasó las yemas de sus dedos por todo su torso, dios, se derretía cuando lo hacía. Ponía su cuerpo a vibrar—. ¿Crees que podría ser una buena cazadora?

      —¿Lilith antes de los poderes o Lilith post poderes?

      —En ambas.

      —Lilith pre poderes definitivamente no, mira tu cuerpito, ¿a quién piensas derrotar? —En un limpio movimiento la subió encima. Dejó ambas manos en su cintura y la apretó a su pelvis despierta, luego, con los pulgares delineó toda su espalda en un deslizamiento lento y excitante, abarcando los huesos que sobresalían y la constelación de chupones que había hecho hacía unos minutos. Lilith gimió y su pene se agrandó. Sus manos bajaron hasta su trasero y lo empezó a amasar—. Incluso si te entrenara, necesitas muchísimo más peso. Yo adoro tu cuerpo, pero no te sirve para el combate.

      —Puedo pegar fuerte —se defendió—, ¿a que te doy un puñetazo?

      —Te puedo levantar con un brazo —Lilith lo miró a los ojos y, después de un momento, asintió convencida. Dean tenía razón, habían monstruos que lo derribaban y lo dejaban hecho mierda, si él se sentía a un paso de la muerte, Lilith, que era una tercera parte de su masa muscular, la dejaban muerta—. Con tus poderes eres más material para cazadora, podrías salir y matar algunos monstruos, pero no te veo soportando los moteles, los largos viajes y prácticamente la vida cotidiana de un cazador. ¿Alguna vez trabajaste en tu vida? Eres una privilegiada, te gastas el dinero de tu mami.

      —¡Hey! —le dio un pequeño pellizco que hizo a Dean brincar—. Una vez fui modelo y me pagaron bien...

      —¡¿Qué?! Quiero decir, me lo creo, ¡¿Trabajaste como modelo?! ¿Cuándo? —Estaba muy interesado en saber la historia detrás—. ¿Tienes las fotos?

      —¡Tenía diecisiete! —comentó antes de que dijera algo inapropiado—. Mi mamá me pilló fumando a las afueras del colegio con un bad boy que tenía de crush y me castigó sin poder ir al concierto de Christina Aguilera. No me quiso comprar las entradas, ni el viaje a Inglaterra porque no había fechas en estados unidos. Ella tuvo que cancelar por problemas de salud, y yo me moooríaaa por ir a su tour y mamá me dijo: si quieres ir, te lo pagas tú. Así que vendí mi cara y mi cuerpo a una marca de ropa local. Hice toda una campaña que salió en una revista, creo que la tengo por ahí, y también me subí a una pasarela y con lo que me pagaron pude comprar dos ticket de avión, dos entradas de último momento en reventa que me costaron el triple, estadía y merchandising. 

      —Carajo —suspiró—. ¿Hiciste una buena pasta solo porque eres linda? Dame ese contacto, necesito dinero.

      Dean la tomó por la nuca y le plantó un apasionado beso. 

      —¡Mierda! —de pronto dijo Lilith separándose de él y saliendo de sus brazos. Lilith se sentó en su lado de la cama y recogió el celular olvidado sobre su mesa de noche—. ¡Ya son las cinco y media! ¿En que momento se hizo tan tarde?

       —Es lo que tiene pasársela bien —Dean se abalanzó en un movimiento parsimonioso sobre su cuello, intentando besarla y que volviera a recostarse encima suyo. Dean aprendió que Lilith profesaba un problemita con ser la dominante y cuando dos fuerzas se chocaban, había una que tenía que ceder y Dean estaba encantado de ser el pasivo—. ¿Qué haces?

      —Cancelando un desayuno con Dorian, se suponía que vendría hoy a las nueve y no creo que esté despierta —Escuchar el nombre de ese tipo enfrió su cuerpo como un baldazo de agua fría, hasta la expresión en su rostro mostró una mueca de disgusto y pómulos tensados llenos de odio—. Vi eso, ¿cuál es el problema con Dorian?

      —Ninguno —sonrió gracioso, escondiendo lo que sentía detrás del sarcasmo y bromas.

      Pero la bruja no lo compró.
      —Vamos —insistió—. ¿Por qué te cae mal?

      —Me da igual el tipo, me cae mal porque me cae mal. Tiene una vibra mala y honestamente prefiero hablar de cualquier otra cosa antes que esto. 

      —Muy bien —dijo Lilith estirándose en la cama y acurrucándose de nuevo bajo las mantas. El tono que había usado fue el vaticino que despertó la molestia—. Entonces, qué tal si hablamos de cómo te sientes. Tu trasero está a un paso del infierno.

      Esa mujer era diabólica cuando quería. El cazador le dio la espalda negándose a hablar sobre eso, no le interesaba desnudarse con sus emociones y mucho menos después del martirio que sufrió por culpa de un idiota que se metía en los sueños y casi mataba a Bobby. La bruja lo empujó buscando una respuesta suya o, siendo en sí, la respuesta a su negación. Un segundo después, sintió las manos de Lilith abrazarlo y empezar una secuencia de besos por toda su espalda que lo hizo tensar cada uno de sus músculos. Dean quería soltar algún comentario burlesco acerca de esta escena chick-flick, pero enseguida recordó que una vez Lilith había dicho que sus comentarios graciosos expresaban lo que realmente sentía y ella se daba cuenta, al igual que Sam. Entonces, cerró la boca.

      —No te quiero presionar y no te demando nada, pero deberías de hablarlo con alguien, soltar la presión de tu pecho. Compártela, no tienes que estar cerrado y no tiene nada de malo compartir tus emociones, ¿O acaso tienes miedo de que tu masculinidad frágil se rompa?

      La enfrentó dándose la vuelta en un limpio movimiento y la bruja no tardó nada en tomarlo de la cintura y besarlo.

      A veces se preguntaba si había veneno en sus labios o si le había hecho un hechizo y ni se enteró, porque sus trucos de magia funcionaban con él. El corazón se le apretaba y profesaba lealtad a sus palabras, a cada cosa que ella decía. En su cabeza armó una fantasía entorno a la bruja, algo que no era nuevo en él. También estaba enamorado de lo que representaba Lisa, una mujer que tenía un hijo y una cerca blanca.

      —No se qué quieres que te diga Lilith, ¿Qué no me quiero rostizar?

      —Para empezar si, eso es exactamente lo que quiero que me digas: que estás asustado, que no quieres morir y mereces ser salvado. Eres un humano, ¿no es lo que haces? ¿Salvar personas? —alzó sus rubias cejas—. Pregunto, creo que te olvidas que tu también eres un humano. ¿Te diste cuenta?

      —No realmente, alguien como yo no es de este planeta.

      Mierda, lo hizo. Desvió la conversación con una broma y ella lo notó. Dean dio la clara señal de incomodidad para que el tema se terminara de una buena vez y eso fue lo que hizo Lilith. Ya no lo sacó.

      —Buenas noches —le dijo después de darle un corto beso y se dio la vuelta, en la posición que siempre dormía y se tapó mejor con las mantas. 

      Dean se abrazó a ella, sintiendo el calor emanando de su cuerpo abrigarlo, pero no durmió hasta que salió el rayo del sol. Estuvo horas pensando en lo que le dijo sobre su humanidad, tema que había sido desatado después de una extraña confrontación con sus temores en un vívido sueño. 

      La aterradora diatriba contra sus propios temores caracterizados como él mismo poseyendo su imagen física alcanzaron el punto de ignición para que cambiara de perspectivas sobre todos aquellos meses de silencio plasmados en su inminente futuro en el infierno. Había podido encontrar su identidad desarraigada a las ataduras de su padre —constituyéndose como un reflejo plástico de lo que alguna vez fue su héroe: misma música, misma chaqueta vieja y apestosa, mismos hábitos tendenciales a la alcoholemia—, y una persona armada para cuidar de Sammy, como si no tuviera nada más que hacer con su vida y, en cierta forma, eso era verdad para Dean. Pero, al sentirse atacado por él mismo, surgió desde lo más profundo de su ser la defensa que proclamaba lícita hacia cualquier otra persona (especialmente a las que salvaba) de hallarse, en sí, para ser salvado. Él existía como un ser independiente, libre y auténtico que no era hijo de su padre, obediente a sus órdenes, o protector de su hermano. Dean era Dean y se estaba defendiendo a si mismo y como tal —en una complicada crisis de realidades—, era una persona que necesitaba ser salvada. Y pidió ayuda a la persona que mas amaba, le pidió ayuda a su hermano y, a partir de ese punto, ya no había vuelta a atrás.

      ¿Cómo se salvaría? No tenía la más mínima idea, pero ahora estaba decidido a defender su derecho a la vida y buscar una solución. No moriría sin haber luchado, tuvo que haberlo recordado antes. Sin embargo, su revelación e intento por ponerse primero —cosa que repudiaba ser el centro de atención— todavía necesitaba pulirse porque seguía priorizando a su hermano. Sam estaba cambiando y eso no le gustaba a Dean. Una progresión que iba del "—Dean, no puedes matar un humano" al "—Tenemos que matar a Gordon". Esas eran sentencias que le correspondían y él tenia que ser la parte humana y emocional, el que lo detuviera, no el que lo alentara. No el que pensara como él. ¿Quién haría la crítica? Ese no era Sam, no era su hermano y tenía miedo de lo que le estaba causando, al fin de cuentas, Dean lo trajo de vuelta. ¿Qué había traído?

      Un movimiento de Lilith lo sacó abruptamente de sus pensamientos.

      —Dean, me estás apretando —susurró muy bajito, tanto que pensó que era ella hablando dormida. Lilith tenía la desgracia de hablar dormida, conversaciones largas y sin sentido que lo despertaban y lo hacían reír y otras que lo lastimaban. Ese no fue el caso, Lilith se sacudió entre sus brazos—. No me molesta la posición, pero bájale a la fuerza amigo.

      No se había dado cuenta que la estaba apretando muy fuerte.

      —Si, lo siento —se soltó un poco sin querer dejar de estar abrazado ella.

      —Está bien —dijo en un pequeño suspiro tierno, se acomodó en las almohadas y otra vez sintió su respiración pausada.

      ¿Qué estaba haciendo en esa habitación? Y lo peor de todo, ¿Qué estaba haciendo con Lilith? Dean no era de hacerse problemas por mujeres, había sido criado y aprendido por las malas a mantener una relación casual y sexual con ellas. Nada de involucrarse en sentimentalismos, conocer padres y mucho menos confesarle su verdadero trabajo. Eso era estúpido y no se consideraba un estúpido. Pero Lilith lo había envenenado y se había metido en un lio. Por supuesto que Dean alzaba la bandera de —sin sentimientos, solo sexo con su amiga— y realmente se lo creía teniendo la creciente idea de que tal vez y solo tal vez, se le escapaba algún que otro sentimiento. ¿Normal, verdad? Después de todo era imposible no confundir la amistad, el sexo y los sentimientos en meses de encuentros, charlas y tiempo juntos.

      Sus manos tocaban su vientre y la atraía a su torso. Ella se sentía tan pequeña y frágil y... oh, sabía que ella era una bruja que podía matarlo en un parpadeo. ¿Cómo era posible ser ambas cosas? Dean la quería como una amiga, una de las pocas amigas que tenía. De hecho, era la única amiga que calzaba a la perfección con lo que se conocía por amistad. Dean no tenía amigos, nunca tuvo amigos, solo eran su padre y su hermano, luego se unió Bobby y las Arduenn y hasta ahí llegaban sus seres más queridos. Ellen, Jo, y otros cazadores quedaban en su círculo aparte y afectivo, solo que las diferencias eran enormes. En los últimos meses —desde que Lilith se involucró en lo sobrenatural— las cosas cambiaron y ya no la veía como antes, la veía como una mujer.

      A Dean le gustaba el sexo con Lilith, le gustaba hablar con ella y le gustaba pasar el rato. Corrección: le gustaba el sexo con Lilith como su pareja sexual, y le gustaba hablar y pasar el tiempo como amiga. Si, eso sonaba mejor para Dean, así podría dormir mejor. Y, efectivamente, se quedó dormido luego de unos minutos determinando si los abrazos, los besos y las caricias entraban en amistad o pareja sexual, y si entraba en pareja sexual. ¿No tenía que significar nada, verdad? Dean pensó que no significaba nada y su fundamento fue el accionar de la bruja: ella estaba ligando con Dorian y también haciendo esto con él. Ella hacía la clara diferencia entre material para novio y solo un polvo, y Dean se autoproclamaba como solo un polvo. Y era la mejor explicación, ¿Por qué Lilith lo vería a él como material para novio? Si no tenía nada para ofrecerle y Dorian tenía mucho para ofrecerle. Hasta Dean lo elegiría antes que él, volviendo al punto de no ponerse primero y recayendo en el soldado de su padre, el protector de su hermano y el amigo con derechos de Lilith.



⛧.

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