GATO: Deséalo y perderás [+18...

By thebabypes

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... More

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EPÍLOGO
E X T R A

V E I N T I C U A T R O | S E R P I E N T E

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By thebabypes

«Cada vez que lo miraba a los ojos, no veía chulería, veía su dolor»

Afrodita.

SERPIENTE.

El sonido que hacía mis puños al darle golpes al saco de boxeo era lo único que sonaba por encima de la música.

Necesitaba desahogarme, dejar de pensar en el dolor del pasado, de lo que la vida me arrebató. Necesitaba despejar la mente con el saco de boxeo, hacer que mi cuerpo se relajase de la mejor forma que había y dejar de lado las noches de sexo con mujeres que apenas conocía.

Quería algo más en mi vida, y debía dejar esas noches para poder estar con la persona que quería.

Había aprendido que la vida era bastante corta para perder el tiempo con cosas que no llegaban a nada. Y ella me lo había enseñado... Solo ella.

Dejé el saco de boxeo y caminé hacia la cocina, tomando algo de agua, cuando la foto que tenía colgada en la pared me hizo dejar de pensar.

Con el vaso de agua en las manos, caminé hacia dicha pared y miré aquella hermosa foto.

La joven rubia que me abrazaba mientras yo sacaba la foto, era una de las últimas fotos que nos habíamos sacado juntos antes de todo. Antes de que la vida nos diese un revés. La abrazaba con amor, mirándola y haciendo gestos con el rostro mientras ella reía.

Sonreí, mirándola y la añoranza, cuanto la echaba de menos y lo que deseaba volver a abrazarla, se llenaba junto con el dolor de saber que no volvería a verla.

Traté de hacer lo posible por salvarla de aquella dichosa enfermedad. Por ello me metí en el boxeo clandestino cuando alguien me dijo que era la mejor forma de ganar dinero. Me equivoqué y ni siquiera todo lo que hice, peleando y teniendo que someterme a torturas, pude hacer nada para que el destino cambiase.

El destino tenía planes para cada uno de nosotros y aquel día fue el peor de mi vida.

Alargué la mano, toqué con suavidad la foto, más precisamente a aquella hermosa rubia de la que estaba más que enamorado y susurré;

—El mundo sería un lugar mejor si tú estuvieras aquí.

Salí de mi piso cuando ya había caído la noche, tras entrenar toda aquella tarde y, dispuesto a ver a aquella mujer que conocía desde hacía años, me subí al coche y conduje por las calles de Londres hasta llegar al edificio donde trabajaba.

Después de tantos años sin sentir nada por nadie, después de lo que sufrí, me había enamorado de alguien y ese alguien era Afrodita, la cual estaba prohibida para mí. Pero era una relación difícil, por no decir que imposible.

Al bajar del coche, entré al edificio tras encontrarme con Venecia vigilando que nadie sin autorización entrase.

Lo saludé.

—Venecia, ¿cómo estás, tío?

Venecia sonrió, devolviéndome el saludo.

—Fenomenal. Afrodita está con el jefe, Serpiente.

Mi cara cambió nada más escuchar eso, y Venecia sabía que yo sentía cosas por esa mujer. ¿Quién no? Todo aquel que quisiera mirar más allá de su burbuja, podía ver que la quería. Pero, nuevamente, era todo tan complicado que no podía pararme a pensar en ello.

Asentí y le di las gracias al guardián.

Caminé por el bar, viendo de lejos a Felina, una mujer hermosa y joven, la cual tenía locamente enamorado al hombre más frío y duro que podía existir en ese edificio. Y, en efecto, a su lado se encontraba un hombre enamorado por como la miraba. Y es que, tan solo por la mirada, se podía ver el sentimiento de esa persona hacia la que estaba mirando.

Conocía muy bien a mi mejor amigo Gato, pero él jamás había sabido lo que era amar a alguien. Cuando entré en esto, ya él estaba, incluso antes de que cumpliese la mayoría de edad. No sabía mucho de su pasado, pero sabía que se había criado en este mundo y el amor no existía aquí. Le enseñaron a pelear, a vengarse, no a amar.

Y Felina le estaba moviendo los cimientos de su muralla.

Se podía ver desde lejos.

Ambos estaban discutiendo, como de costumbre y juré que tenía que tener una charla con Gato, para enseñarle como debía hablar con una mujer y más si la amaba, para no hacerla sufrir, para no discutir por cosas que él creía que estaban bien.

Subí, ignorando a aquella pareja y caminé hacia mi cuarto, cuando al abrir la puerta me encontré al motivo por el cual estaba esa noche ahí.

Las piernas largas y hermosas de Afrodita se veían perfectas, con aquella falda corta, aquellos tacones y aquella camisa apretada que solía llevar la gran mayoría de las veces, mostrando bastante sus pechos voluminosos.

Tragué salvia, nervioso por aquella dama que estaba esperándome, como si supiera que iba a venir esa noche.

—Afrodita... Iba a verte para hablar contigo.

Afrodita, con un rostro lleno de tristeza, susurró;

—Yo también...

Me acerqué rápidamente, cuando vi como, de sus hermosos ojos, comenzaban a salir lágrimas.

Me arrodillé ante ella, aprovechando que estaba sentada en el sofá que tenía y, colocando mis manos sobre sus mejillas, susurró;

—No quiero meterte en problemas por Poeta, pero... Necesito hablar con alguien.

—¿Qué te hizo ese cabrón? —cuestioné con enfado.

Negó con la cabeza y dijo;

—Solo que no aguanto más en esto... Las vejaciones de ese hombre hacia mí y a mi familia... Muchas veces he pensado en tomar algo puntiagudo y clavárselo... —Me observó mientras yo seguía limpiando sus lágrimas—. ¿Eso me hace mala persona?

—No. Él es la mala persona —dije tajantemente.

Pero Afrodita no estaba tan de acuerdo con mi respuesta cuando escuché que me decía;

—Pero no está bien bajar al mismo nivel que él.

Me acerqué más a ella, sin dejar de mirar sus hermosos ojos y murmuré;

—Si pudiera, sabes que te sacaría de aquí. Haría que vivieses una vida tranquila con tu familia... Pero no puedo... —contesté apenado.

Afrodita sonrió, pero no del todo, sabiendo que no se podía hacer casi nada, a no ser que alguien nos salvase. Que alguien nos pudiese ayudar, encerrando a Magnus y desintegrando a todo este clan, esta mafia que nos absorbía.

—Lo sé...

Y entonces, algo ocurrió, no pudiendo dejar de mirar a Afrodita, la cual ella también me observaba a mí, pidiéndome algo que hasta ahora no me había pedido jamás.

Y no supe exactamente quien lo inició, pero ambos dimos un paso hacia adelante y pegamos nuestros labios por primera vez.

La tomé, tan rápido como pude, levantándola, colocando sus piernas alrededor de mis caderas y llevándola a la primera pared y pegando su espalda para intensificar más todavía el beso.

Con urgencia, necesitábamos más, y Afrodita me lo demostraba con su cuerpo, con sus manos haciendo que pegase más mi rostro al suyo, para sentir nuestras lenguas danzando juntas, en aquel lugar íntimo, en la privacidad. Lo que hacíamos estaba prohibido y si el jefe lo descubría, iba a ser catastrófico, pero ninguno de los 2 pensamos en ello en ese instante y continuamos con aquel tórrido beso que tanto ansiábamos tener.

Tan pronto como empezamos, me puse duro por ella y restregué mi erección entre su sexo, consiguiendo que Afrodita gimiese mi nombre en alto. Estábamos deseando ir a más, a consumir todo aquello que sentíamos desde hacía mucho tiempo, cuando Afrodita dejó de besarme, que me animó a seguir.

—Esto no está bien —susurró ella.

—Que le den a Magnus —murmuré, continuando con mi tortuoso movimiento de caderas.

Pero ella me hizo frenar y paré. La miré a los ojos completamente llenos de ganas por ella, cuando me contestó;

—Magnus te hará daño si lo descubre.

Negué con la cabeza.

—Me da igual. Yo no aguanto más ni un solo minuto sin poder tocarte.

Afrodita me acarició las mejillas y vi la preocupación en sus ojos, cuando respondió con lo que me imaginaba desde hacía tiempo, y el motivo principal para no querer nada conmigo.

—Eres un hombre de muchas mujeres.

Tenía razón, pero en cuanto me enamoraba, no había ninguna mujer que no fuese de la que estuviese enamorado.

—No cuando me enamoro.

Afrodita arrugó su frente y preguntó;

—¿Lo has hecho?

Asentí.

—Una vez... Y ahora, después de tantos años, me he vuelto a enamorar. Pero tu ya lo sabías... Sabías que estoy enamorado de ti.

Afrodita asintió y se mordió el labio inferior.

La bajé, para que pudiese pisar el suelo y cuando traté de besarla, ella volvió a frenarme, colocando sus manos sobre mi pecho.

—Debo irme, Bruce... —dijo mi nombre real de una manera que amé—. No me hagas esto... No quiero hacerte sufrir a ti por mi culpa.

Afrodita se marchó, nuevamente, dejándome solo en mi cuarto y me quedé observando el suelo mientras escuchaba como ella abría la puerta.

Y cuando escuché como la cerraba, no dejé tiempo a que se fuera de mi lado. La seguí por el pasillo, sin importar nada más y la tomé de la mano, haciendo que se girase y me observara.

—Venus, sé que podemos intentar algo... La vida es muy corta. No quiero perder ni un solo minuto más sin ti.

Afrodita va a decirle algo, viendo sus ojos enamorados de mí, cuando alguien habló;

—Suéltala, Bruce Scott.

Vi a Magnus pasar por el pasillo y llegar hacia nosotros. Pero yo no le hice caso y me puse delante de ella para que no le hiciera daño.

—Que bonito... ¿Estáis enamorados? —cuestionó en tono burlesco—. No te olvides de la cláusula de nuestro contrato, Venus. Nadie debe tocarte, excepto yo.

—Poeta... —Trató de decir Afrodita.

Pero Magnus no quería escucharla.

—Vete. No querrás consecuencias graves.

Afrodita se puso frente a mí, tomándome de la mano, evitando que Magnus lo viese y miró a nuestro jefe.

—No le haga daño.

Magnus sonrió, mirándome y teniendo un tono burlesco en su rostro, como si disfrutase de las desgracias de las personas.

—Solo será una conversación entre caballeros —ironizó.

Afrodita no quería irse, no quería dejarme solo con Magnus. Pero necesitaba que se fuera, que estuviese a salvo con su familia. Yo no tenía a nadie, nadie a mi cargo. Afrodita tenía una hija pequeña que la necesitaba completamente. Prefería mil veces que me hiciera daño a mí.

Por eso le dije;

—Ve, no me pasará nada.

Ella me observó, llena de dudas y no queriendo dejarme, pero al mirar a Magnus, supo que debía hacerlo. Tras costarle bastante, decidió irse, no sin antes mirarme una última vez en esa noche después de aquel beso que nos habíamos dado en mi cuarto.

Cuando ya ella se había ido, Magnus sonrió, ladeando la cabeza y diciendo;

—Es una verdadera Diosa... Pero es mía, Bruce —advirtió con un tono amenazante—. Tienes a todas las mujeres que puedas desear aquí. Puedes acostarte con todas las que quieras, todas te eligen a ti. Pero Afrodita está prohibida. Te lo he dicho desde el primer día.

Apreté la mandíbula y preferí elegir el camino de la mentira frente a Magnus.

—Solo hablábamos.

Él negó, dando un paso hacia adelante y diciendo;

—Eso no era hablar y ambos lo sabemos. —Me señaló con el dedo y continuó. —Así que la próxima te partiré en pedacitos y se lo enviaré a la casa de Afrodita para que ella, su hija y su hermana, vean lo que ocurre si alguien se salta las normas. ¿Vale?

Tragué saliva costosamente y asentí con lentitud.

Luego de que Poeta me diese varias palmaditas en el hombro, con esa sonrisa en su asquerosa cara, continuó amenazándome;

—Da lo mejor de ti en las próximas peleas. Porque desde que pierdas una, haré que desaparezcas.

Me guiñó un ojo y se marchó, dejándome solo en ese lugar, preocupado por Afrodita y sabiendo que no debíamos volver a cruzar el límite por culpa de ese hombre que nos tenía como marionetas en un teatro lleno de gente que pagaría por vernos.

***

¿Que les ha parecido este capítulo?

¿Les gustaría saber más sobre Serpiente y esa chica rubia de su pasado?

¿Y la relación de Afrodita y Serpiente?

Espero que les esté gustando y pronto se vendrán nuevas cosas. Sobre todo algo muy importante que todos llevamos esperando mucho tiempo.

¿Listas?

Nos leemos el domingo :3

Patri García

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