Overlord: La niña y el nigrom...

MichelWittman द्वारा

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Tras arribar de su aventura en el reino santo, Ains Ooal Gown descubre una capacidad desconocida de su cetro... अधिक

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
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Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
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Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
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Parte 23
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Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
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Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47

Parte 43

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MichelWittman द्वारा


El aroma matutino del café realmente alegraba el corazón de la pequeña comandante, que con calma se desplazaba por las calles semi destruidas de la ciudad costera.

"Como agradezco haber escondido esas bolsas de chocolate y café entre los suministros que trajimos...aunque gracias a eso no tenemos muchas municiones...bueno...supongo que Ains-dono nos proporcionará apoyo próximamente, así que no deberíamos esforzarnos mucho en perseguir a los rebeldes...simplemente nos acomodaremos y llevaremos a cabo la siempre confiable sitzkrieg; si intentan avanzar por el canal un par de salvas deberían ser suficientes como para alejarlos"

Una sonrisa confiada apareció en el rostro infantil a la vez que su mirada se desviaba a ambos lados de la calle para apreciar una curiosa imagen.

Soldados bien equipados y entrenados ahora se mantenían marchando como prisioneros bajo el atento cuidado de solo algunas soldados que, con el equipo recién capturado, intentaban de la mejor forma posible cubrir cualquier brecha por la que sus cautivos pudiesen escapar.

Chicas adolescentes, mayores, ancianos y algunos niños eran prácticamente todo lo que quedaba del ejercito santo en esa área, y a su vez los que ocupaban la ciudad costera.

En la plaza de la ciudad, sentados, heridos y desmoralizados, los prisioneros se acumulaban en un grupo tan numeroso que prácticamente, si decidieran rebelarse, retomarían a la ciudad sin muchos esfuerzos.

Aunque esta era una posibilidad, Tanya dudaba que fuese el caso, pues los sobrevivientes del ataque ostentaban miradas vacías y perdidas, marchando en silencio cabizbajos sin emitir ruido alguno además de el traqueteo de sus armaduras y sus botas golpeando el suelo nevado.

"Cuando un soldado pierde la voluntad de pelear es cuando más peligrosa se vuelve la situación para su nación, pues preferirá tirarse al suelo esperando que el enemigo lo sobrepase antes que resistirse a su paso"

-Mayor Degurechaff-

Una voz familiar llamó a la chica desde atrás, era la capitana de la unidad especial del reino santo, o al menos así pensaba Tanya de ellos, Neia Baraja.

-Oh, capitana Baraja, un gusto verla nuevamente-

-Lo mismo digo, se dirige a la plaza?-

-No, no, solo daba un paseo aprovechando que no tenemos mucho por hacer realmente-

Neia dio una pequeña risa mientras se rascaba la nuca

-Si...en verdad es impresionante...usted y sus hombres terminaron con un avance que nos mantuvo contra las cuerdas por tanto tiempo...la verdad me avergüenza un poco-

Tanya, sin dejar de lado el sabor amargo de su café, siguió con sus interacciones.

-No se avergüence de sus esfuerzos capitana, después de todo, si no fuera por su determinación y la de su gente, posiblemente el reino santo hubiese caído antes de que nosotros siquiera pudiésemos haber alcanzado a apoyarlos-

Palabras simples y bastante clichés, pero efectivas en momentos como ese, pues la arquera pareció alegrarse al escuchar a la niña.

-En verdad es usted una allegada al rey hechicero...es igual de amable que él-

Aunque la comparación no le agradaba del todo, era mejor no hacer más comentarios sobre ello a la chica ahora que su humor parecía bueno.

Entre su charla, la plaza apareció frente a ellas, donde decenas de prisioneros yacían sentados alrededor de el quiosco principal que se hallaba cubierto de una fina capa de hielo que reflejaba la luz con un hermoso tono de arcoíris.

-Mírelos... solíamos ser una única nación y ahora nos matamos unos a otros...-

"no es extraña la lucha de poderes dentro de naciones desestabilizadas, pero también, para establecer un golpe de estado exitoso, se necesita contar con tres cosas básicas, fuerzas militares, recursos y apoyo extranjero, sin esto último posiblemente el nuevo orden sería repudiado por las potencias vecinas y rápidamente suprimidas por las mismas, si bien no se optaba por ocupar el territorio con la excusa perfecta de reestablecer el orden...la pregunta sería...quién está patrocinando esta pelea?"

-Supongo que nuestra patria está agonizante...débil...-

Los pensamientos de la niña se esfumaron para responder por instinto a su acompañante.

-Ser débil no está mal capitana-

La aseveración de la niña fue tan sorpresiva como impactante, provocando que Neia girara tan rápido su cabeza a fin de verla, que parecía que se rompería el cuello.

-Disculpe?-

Dándose cuenta de que había respondido de manera descuidada, Tanya prestó atención esta vez, pero repitiendo lo mismo.

-Ser débil no es nada malo-

Neia quedó en shock, simplemente viendo a la pequeña frente a ella, quien parecía no comprender lo que había dicho mientras seguía sorbiendo su café.

-Me temo...que debo estar en desacuerdo...-

Palabras frías y rasposas salieron de la garganta de la capitana baraja, quien ahora miraba un poco molesta a la chiquilla a su lado.

-Si algo aprendí durante mi tiempo junto a su majestad el rey hechicero, es que la debilidad es un pecado en sí mismo que castiga tanto al culpable como a la gente a su alrededor-

Dándole un largo y muy satisfactorio trago a la taza en su mano, Tanya se tomó su tiempo para pensar una sola cosa.

"Está loca?"

-Capitana, si la debilidad fuese un pecado, la humanidad se hubiera extinto desde hace mucho tiempo-

-No le veo sentido a su lógica Mayor-

Esta vez una ligera molestia se segregó en el sabor amargo del amado café de la niña, quien comenzaba a preguntarse cómo era posible que una chica con esa mentalidad hubiese podido llegar tan lejos en la cadena de mando.

-Qué hay mas debil que un bebe?...significa que debemos eliminarlos por su pecado original?-

Neia se mantuvo pensativa.

-En primer lugar, míreme cuidadosamente capitana, le parezco una persona con poder?-

-Viendo lo que le hizo a esta ciudad?-

Una risita salió de Tanya mientras daba una expresión cansada sobándose la cabeza.

-Le estoy diciendo...yo no solía ser así de poderosa, el entrenamiento y la disciplina me hizo quien soy hoy día, pero incluso el hombre más fuerte o la bestia más feroz alguna vez fue débil-

-Pero dejaron de serlo...no?...abandonaron su pecado original para volverse seres de fuerza y poder...seres que pudieran ejercer su voluntad y proteger aquellos que lo merecieran-

Esta vez Tanya sintió una extraña empatía en su corazón, algo que la hizo dudar de sus propias palabras.

-Nacer débil es algo que nadie puede evitar, pero mantenerse así es un pecado mortal que solo la escoria escoge!-

Sin percatarse, los prisioneros cercanos habían comenzado a prestar atención a su charla.

-Incluso si abandonamos la debilidad en aras de la supervivencia, no es el hombre la criatura más débil de todas?-

Neia se vio intrigada por este argumento, sabiendo que existían humanos tan poderosos como Gazef o Remedios, pero inmediatamente comprendiendo a la niña al recordar la muerte del primero y las continuas humillaciones de la segunda, dándose cuenta de que, pese a la fuerza que un humano pudiese acumular, inevitablemente habría criaturas con la ventaja de su raza o el tiempo que los sobrepasarían, dejándolos como el eslabón más débil en la cadena alimenticia.

-Eso...es cierto...-

-Acaso eso significa que debemos ser erradicados de esta tierra por ser los más débiles?-

Neia guardó silencio, su capa se agitaba por la briza marina al igual que la gabardina que Tanya vestía, dándoles un aire extrañamente autoritario mientras el público que las escuchaba se volvía cada vez mayor, ahora incluyendo también a las guardias y los prisioneros recién llegados.

Neia apretaba los puños, sabía que las enseñanzas de su señor eran absolutas, pero no era lo suficientemente inteligente como para refutar los argumentos de esa niña.

-Sin embargo...-

Tanya prosiguió

-Hay una verdad en lo que usted dice...-

Neia escuchó atentamente las palabras de su acompañante, esperando encontrar la respuesta que buscaba.

-Aquellos que nacen debiles...no poseen culpa alguna, si bien la humanidad es la más débil en la cadena, eso mismo nos hizo los más fuertes-

Los espectadores, las guardias, la propia Neia se asombró por estas palabras, pero no comprendían como la fuerza en sí mismo podría porvenir del pecado original.

-Fuimos elegidos para ser los más débiles...pero también es nuestra naturaleza desafiar el orden natural de las cosas!-

Cada palabra resonaba en la plaza, dónde las filas de prisioneros se habían detenido para escuchar al dúo hablar.

-No tenemos escamas que protejan nuestra carne, así que construimos armaduras para protegernos, no tenemos garras para salvaguardar nuestros hogares, así que hicimos espadas que nos volvieron los dueños absolutos de esta tierra; no somos rápidos, pero domesticamos criaturas que lo sean por nosotros; no somos fuertes...pero esa debilidad nos obligó a usar la mayor arma a nuestra disposición...el arma que nos vuelve la criatura más fuerte de todas...la adaptabilidad-

Neia comprendió finalmente, quizás no era la más fuerte de su país, ni siquiera de su ejercito, pero podía adaptarse, podía crear estrategias flexibles para que sus reducidas fuerzas se enfrentaran a una fuerza invasora completa.

Una sensación eléctrica recorrió el cuerpo de todos los presentes, dándose cuenta en ese momento Tanya de cuánta gente las espectaba.

-Tiene razón...-

Neia finalmente habló

-Puede que me volviera mas fuerte físicamente...pero mi mente aún es debil...necesito adaptarme-

Esta vez Tanya se sintió algo abrumada por lo que posiblemente se había convertido una simple discusión sin sentido para ella.

"Rayos...esto no era lo que deseaba..."

-ESCUCHENME TODOS!-

Con una voz fuerte y decidida, Neia se dirigió hacia los prisioneros atentos.

-Sus señores les han mentido!...los han enviado como hordas invasoras contra sus propios hermanos y camaradas...acaso eso es digno de alguien que desea hacerse llamar "su rey"?-

Los cautivos se miraron unos a otros, retirándose cascos y yelmos de sus cabezas para poder escuchar un poco mejor el discurso de aquella chica con ojos tenebrosos.

-Miren a los soldados contra los que apuntaron sus armas...mujeres, niños y ancianos...acaso eso es digno de su lealtad?-

La vergüenza atiborró el lugar mientras los soldados comprendían que luchaban contra nada más que las personas más indefensas del país...aquellos que se suponía debían proteger.

-Eligieron alzar sus armas contra el pueblo más vulnerable...sin embargo...no los culpamos...-

Las miradas extrañadas de todos se dirigieron a la chica, esperando seguir escuchando su sermón.

-Hicieron lo que los soldados deben hacer, siguieron a sus señores con la lealtad que un verdadero guerrero debe mostrar... fueron sus comandantes...sus condes, duques y señores quienes los traicionaron, obligándolos a deshonrar sus espadas al masacrar mujeres y niños-

Algunos soldados comenzaban a replicar aquí y allá, mientras que Tanya notaba algo extraño, su joya estaba reaccionando.

"Una firma de maná?"

-Caballeros, soldados del reino santo...únanse a nuestra causa y abandonen la debilidad que manchó sus espadas de pecado...únanse y reclamen la gloria que se les arrebató con mentiras y engaños!-

La mayoría de los prisioneros aclamaban a Neia con entusiasmo mientras arrancaban de sus uniformes las insignias de sus antiguos lords, en clara muestra de repudio hacia ellos. Tanya por su parte notaba cómo también empatizaba extrañamente con las palabras de Neia.

"Es algúna clase de hechizo?...no, la firma es demasiado tenue..."

Los ojos de la niña se iluminaron de forma azulada mostrando patrones circulares con runas imperiales que se centraron en analizar a Neia.

"Hmm...no parece estar activando magia de ningún tipo...pero está utilizando maná de alguna forma...esto es extraño"

-Le agradezco Mayor, me ah abierto los ojos-

-Me alegra ayudar capitana-

"Parece que otro problema se me pegó..."

Entre una multitud aguerrida por las habilidades de Neia, Tanya sintió un peso sobre sus hombros, uno que le recordaba aquella vez que había tenido que lidiar con los recién llegados magos de la academia.

Mientras tanto, otra batalla se desarrollaba en las lejanías de otro mundo.

El sonido de un cañón disparando agitó el ambiente, levantando la arena y humo a su alrededor, seguido rápidamente por las salvas de sus semejantes a los lados.

-Recarguen Rápido!-

A la orden de su capitán, el grupo de soldados imperiales se abalanzó sobre la artillería a fin de completar la carga de la siguiente salva.

-No entiendo nada...-

-No serías el único-

Cubiertos en trajes especiales para evitar contacto con los químicos que se encontraban disparando, el comandante de la división de infantería y el capitán de artillería observaban el fuerte a la distancia a través de periscopios detrás e la colina arenosa que les proporcionaba cobertura.

-Se supone que eso los hará salir?-

En la lejanía, el fuerte era envuelto en continuas y certeras explosiones que no parecían dañar las estructuras, pues solo detonaban en grandes y voluptuosas nubes de humo verdoso que poco a poco se asentaba en una neblina que cubrió toda la lejanía.

-Dicen que es una nueva clase de gas-

-Gas, gas, gas...esa cosa nunca nos ayudó en el rin-

-Si... es impredecible, volátil y apenas genera molestias en los ojos y la garganta-

-Es así?-

-Cuando estuvimos en el rin los altos mandos pensaron que usar gas contra los croasangs sería una buena idea, pero esa cosa es prácticamente inútil en campo abierto-

-Bueno...esta es la primera vez que usamos este tipo de munición...no parece muy efectiva-

-Si...eso parece...supongo que no lo averiguaremos hasta dentro de un par de horas-

Revisando continuamente su reloj, el comandante de la infantería revisó a sus tropas aún en pie; ciertamente habían recibido algunas bajas, pero nada verdaderamente serio a comparación de la infantería de montaña. Un montón de novatos que se congelaban en sus posiciones apenas y recibían unos cuantos disparos, eran imprudentes, poco disciplinados y estúpidos en general a la hora de moverse fuera de su zona de confort.

Por otra parte los blindados habían recibido un daño bastante considerable de igual forma; forzados a proteger a la mediocre infantería montañesa, tuvieron que frenar a la mitad del avance, dejando desprotegidos a la infantería regular y completando el ciclo de caos que se había generado gracias a la poca experiencia de la supuesta "infantería de élite"

-Comandante!-

Desde el interior de uno de los blindados, uno de los mecánicos, cubierto de aceite y semi desnudo, llamó al líder de la columna.

-Sí, qué sucede?-

-Eso sucede-

Señalando uno de los costados del vehículo, una de las orugas saltó a la vista, pues los engranes que la sostenían en su lugar estaban tan dañados que era evidente que se romperían en cualquier momento.

-El eje está a punto de romperse, las cadenas igual y ni hablar de la transmisión...no podremos aguantar otro ataque así-

-de acuerdo, buscaré que nos entreguen refacciones lo antes posible, de acuerdo?-

-No está entendiendo, la transmisión está ensamblada directamente al chasis del tanque, no podremos repararla aquí aunque tengamos las partes-

-Entonces?...dices que estamos varados?-

-No necesariamente, aún podemos hacer que avancen un poco, pero no resistirán otra marcha larga-

-Cuánto podrán resistir?-

El mecánico hecho un vistazo general al resto de maquinas, parcialmente desmontadas para arreglar desperfectos y fallas mecánicas, con el equipo de reparación desperdigado por todos lados.

-Diría que tal vez unos 4 o 5 kilómetros más antes de que se rompa la transmisión.-

-Haz que me den 10 kilómetros más y terminaremos-

Sin dar tiempo para replicar algo, el comandante abandonó el lugar, dejando al mecánico refunfuñando y quejándose.

Las cosas parecían calmadas en el lugar pese al rechazo general hacía la infantería de montaña, aunque nadie decía nada, pues sabían que necesitarían de todo el apoyo con el que contaran para el siguiente asalto a la fortaleza, en la que ahora mismo el gas invadía cada recoveco, incluyendo a los cuerpos que yacían tendidos en las trincheras y los fortines improvisados.












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