Vistiendo a la realeza

By antoenletras

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Se acerca uno de los acontecimientos más importantes de la década: el casamiento de la hija mayor de los reye... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
~Participantes~
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Retomando el viaje
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20

Capítulo 9

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By antoenletras

La creación me alejó de absolutamente todo lo que pasaba por mi mente y por mi corazón. Desde siempre había sido una anestesia para mi vida, un lugar seguro, un refugio... Y en ese momento, volví a recuperar la sensación que había perdido cuando mi madre falleció.

De pronto, sentía que había vuelto a casa después de mucho tiempo.

Con las telas ya seleccionadas, comencé a hacer pruebas en el maniquí, a dibujar los patrones y empezando a darle vida a lo que había sido un simple dibujo. Me quedé así, en mi mundo, hasta la hora de la cena.

—Creo que he podido hacer un diseño —me dijo Nai cuando se sentó a mi lado.

—¿Ya has empezado? —le preguntó Milo con el ceño fruncido.

—Si, estoy en eso. Me cuesta un poco tomar decisiones.

—Lo estoy notando —rio él—. Yo ya estoy terminando los cortes. Mañana empiezo a bordar. ¿Y tu Amy?

—Avance mucho por suerte. Aunque me faltan unos cortes de tela aún.

—Y si, si te pasas tiempo en el patio es entendible que te atrases.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Qué estaba insinuando? ¿Acaso había visto algo?

—Pero es necesario desconectar —interrumpió Nai—. Yo por suerte encontré mi escape en la música así que vivo con los auriculares puestos.

—Si, tienen razón. Hay que dedicarse a uno mismo también. Aunque yo prefiero las redes sociales o la televisión.

—Yo extraño mi bicicleta —les dije mas tranquila.

Tenía que dejar de estar tan a la defensiva porque terminaría complicándolo todo.

Cuando terminamos de cenar, una de las chicas propuso ir al salón principal del piso a escuchar un poco de música así nos relajábamos. La única que no se sumó al plan fue Rebeca.

—No me parece un buen plan para estas instancias de la competencia. Yo iré a descansar para estar lúcida en mis creaciones de mañana.

Se hizo un silencio en el comedor hasta que la puerta se cerró tras de ella. Entonces, un murmullo generalizado creció en el ambiente.

Por suerte, su comentario no cambió la idea de nadie y pudimos compartir un buen momento entre todos.

Luego de una hora, cuando algunos ya se habían retirado a su habitación, aproveché para irme yo también. El sueño comenzaba a cobrar protagonismo y en cierto sentido, Rebecca tenía un poco de razón. Había que descansar también.

Le mandé un mensaje a Emilia prometiéndole que al día siguiente la llamaría, programé la alarma y apagué las luces.

Un ruido leve pero constante logró sacarme de mi sueño. Un poco más despabilada, intenté entender de qué se trataba: eran golpes en la puerta.

Un tanto preocupada, prendí ambos veladores y fui a abrir.

Del otro lado me encontré con la persona menos esperada.

—¿Qué haces aquí?

Sin responderme y con un accionar un tanto torpe, se metió en mi habitación y cerró la puerta tras de sí.

—¿Qué haces aquí? —repetí dando un paso atrás.

—Sinceramente, no sé.

Caminó hacia la cama y se sentó en el borde, apoyó sus codos sobre sus piernas y llevó su cabeza hacia sus manos.

—No creo que sea buena idea que estés aquí, Giovani. De verdad.

—No me ha visto nadie. He venido por el pasillo de las mucamas.

—¡Peor aún! Es peligroso, más para mí que para ti.

—No pasará nada.

—¿Puedes irte?

—Solo quería hablar con alguien. Contigo siempre puedo hacerlo... Pero si quieres que me vaya, lo haré.

Se puso de pie, tambaleó un poco y caminó hacia mí.

—¿Has bebido?

Sonrió.

—Solo un poco. Es que... no estoy muy bien —dijo esquivándome para dirigirse a la puerta.

—¿Qué te sucede?

A pesar de mi esfuerzo por mantener distancia, no podía dejarlo ir en ese estado.

—He hablado con Fátima, sobre lo del viñedo y lo que hemos conversado a la tarde. De mi necesidad de escapar de todo esto, de pasar tiempo allí, de desconectar de este mundo.

—¿Y qué ha dicho?

—Que me entiende, pero que mi deber como futuro príncipe está aquí. Y si, lo entiendo, pero necesito un poco de paz o enloqueceré. ¿Será inapropiado que agarre mis cosas y me vaya igual? Ella dice que hay que cuidar la imagen pública. Detesto la imagen pública. La odio. No la soporto.

Todo esto lo dijo mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. Parecía estar descargándose de todo el peso que cargaba consigo día a día.

—Y lo que más me atormenta es que todo irá a peor por culpa de mi cuñado Braulio. Si no fuera por su huida de la corona, no tendría que estar viviendo todo esto. Hasta hubiera podido decidir el rumbo de mi vida.

—¿O sea que no estaba en tus planes convertirte en rey?

—Detesto esa palabra. Y por supuesto que no. De haberlo sabido supongo que mis decisiones hubieran sido otras. Definitivamente, hubieran sido otras.

—No entiendo por qué hablas de decisiones.

Suspiró y se acercó a la silla que estaba arrimada al escritorio. La alejó y se dejó caer en ella.

—No lo entenderías, Amanda. Este mundo no es tan... como el tuyo.

—¿En qué sentido?

—No somos tan libres.

—Sigo sin entender.

—No sé como explicarlo.

—Con palabras podría ser.

Rió y se pasó las manos por su rostro.

—Conozco a Fátima desde que éramos muy chiquitos. La quiero muchísimo, compartimos mucho juntos y quiero estar a su lado. Es una gran persona. Pero desde que esto de la corona se interpuso en nuestras vidas las cosas empezaron a complicarse. Es eso.

—¿Y cuando hablas de decidir...?

—Si hubiera podido decidir, no estaría acá.

—¿Renunciarías a quien amas para recuperar tu vida?

—No es una posibilidad existente, así que no pienso en eso.

—Es una posibilidad existente, que no quieras considerarla es cosa tuya.

—Amanda, no entiendes. Esto no se basa en elegir por uno mismo y ya. Las consecuencias de cada decisión que tomamos golpean a la familia y también a todo lo que hace al reino. Esto es... Es horrible, pero es así.

—O sea que estas como en una cárcel.

Su rostro se endureció tras esas palabras.

—Eso parece. Ni siquiera puedo ir al viñedo —su voz se quebró al final y no pude hacer mas que acercarme e invitarlo a un abrazo. Fue un impulso.

Su cuerpo tocando el mio, su corazón latiendo en mi pecho, su respiración en mi cuello... todo fue extraño y muy fuerte para mi sentir.

—Quisiera poder elegir otra vida.

—Hazlo. Y que el mundo se destruya. ¿Qué mas podría pasar? Tarde o temprano se tendrá que reconstruir.

Rio.

—Me gusta esa mirada. Es tan libre.

—Te regalo la idea. Quizás te sirve de inspiración.

Me tomó por la cintura y me alejó de él para observarme desde esa nueva distancia.

—Quisiera poder ser así de libre —dijo sonriendo—. Muchas cosas serían diferentes.

—Elige serlo —mascullé.

—No puedo.

Y en ese momento, sentí bronca. Bronca por su vida, por su falta de inacción, por el mundo de la realeza y por la forma en la que parecía condenar a sus miembros.

—Yo creo que le das más valor al deber y a la responsabilidad que a tu propia vida —le dije mientras caminaba hacia la cama—. Te la pasas queriendo cumplir y siendo responsable y te olvidas que tienes una sola vida. ¿Acaso esto es lo que quieres para ti?

—No.

Su respuesta llegó muy rápido y bien clara.

—Entonces vive. Rompe las reglas, lucha por lo que a ti te gusta, por lo que tu quieres, por lo que te hace bien a ti.

—No es tan fácil —me dijo desde donde estaba.

—Yo creo que no te animas —le dije dándome la vuelta y caminando hacia él.

—¿A qué no me animo?

—A hacer cosas que vayan más allá del deber, a romper las reglas...

—¿Eso crees? —me preguntó mirándome a los ojos.

—Eso creo —le dije dando un paso más hacia él.

—Pues yo creo que si me animo.

Tras esas palabras, rompió la distancia entre nosotros, tomó mi rostro entre sus manos y unió sus labios con los míos.

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