Nerd 3: rey del tablero [+18]

By AxaVelasquez

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«Las mentiras terminaron, pero las obsesiones se multiplican». Sinaí cree ser la reina del tablero, y persegu... More

ADVERTENCIA Y ACLARACIONES
PREFACIO
Capítulo 0 [+18]
2: Definitivamente
3: Hoy lo siento
4: Un verano sin ti
5: Tres pecadores y una mentirosa
6: Volví
7: Happier
8: Freys y Mortem [+18]
9: Odisea [+18]
10: El tiburón y el mini demonio
11: Aysel Mortem
12: Beggin' [+18]
13: Liar
14: Llamado de emergencia [EDITADO]
15: Si tu ex es Axer Frey...
16: Los ángeles de Poison
17: Quédate lejos
18: Obediencia
19: A los enemigos de Víktor Frey [+18]
20: Vas a quedarte
21: Desnudarte
22: La ocasión [+18]
23: I see red [+18]
24: Blanco y negro
25: Ella es el veneno
26: Problemática [+18]
27: Positions [+18]
28: Madrugada
29: Jaque mate
30: No soy celoso, pero...
31: Dama de cristal
32: Doce horas para el gambito
33: Apertura
34: El rey ahogado
35: La satisfacción de un ganador
36: Diáfano
37: De reina a peón
38: La persona en la vida del otro
39: Anillos de esmeralda
40: Misión gambito

1: La Inocente

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By AxaVelasquez

Nota de una autora arrecha porque su internet no sirve: escuchen La Inocente de Mora con este capítulo, queda perfecta de Axer para Sinaí.

Ilustración de la familia Frey hecha por Lin Maddie.

Axer

—Espero que no hayas solicitado esta audiencia conmigo para decirme que tu novia está esperando un mini tú.

Viktor Frey estaba en su sala de estar privada luego de una jornada laboral agotadora. Con la inminente mudanza, había demasiado por hacer y muy poco tiempo para abarcar todo con la perfección inmaculada que un Frey demandaba. Casi no tenía momentos como ese para ser un individuo con necesidades, menos para ser padre.

Pero él y su hijo reservaron esa tarde con antelación para hablar de quién sabe qué.

Viktor ni siquiera se había quitado la ropa que tuvo todo el día, estaba sentado junto a una mesa redonda cuya superficie emulaba un tablero. Las piezas eran de cristal hueco, unas rellenas por la mitad de un líquido negro y el resto de algo espeso y plateado.

Su hijo Axer estaba junto a él, pensando en su siguiente movimiento, pues le tocaba jugar. Su padre le cedió las blancas para no tener que lidiar con la crisis que provocaba en él el color negro.

El resto del lugar eran aparadores con cientos de libros académicos, clásicos, thrillers, ensayos, guiones de las mejores obras y novelas aclamadas por la crítica. Todos en tapa dura o ediciones especiales y de colección. 

Había vitrinas con colecciones de licores, cofres con reliquias familiares, encimeras con adornos invaluables de cada viaje importante hecho por la familia.

Un lugar especial para Viktor, reservado para las conversaciones más importantes.

Axer había torcido el gesto con la insinuación de un embarazo, y prefirió concentrarse hasta encontrar la jugada perfecta que responder de inmediato.

—De ser ese el caso no habría venido ante ti, padre. Estaría planificando mi suicidio.

El señor Frey rio con ganas y espontaneidad, atesorando esos escasos momentos en que su hijo hacía uso de ese humor tan Frey que tenía.

Porque estaba bromeando, ¿no?

—¿Entonces nada de nietos por el momento?

—Pues dado que tengo la fertilidad de una roca en Marte, no, padre. No te preocupes por eso.

—¿De qué quieres que hablemos entonces? Parece ser serio. No habrás contraído una ETS, ¿o sí?

Axer detuvo su mano en seco a mitad de camino de tocar una pieza. Su rostro se mantuvo estático en su lugar, pero sus ojos se alzaron hacia su padre. No tenía que decir una sola palabra para revelar lo ofendido que estaba.

Dada su compulsiva necesidad de control y su inclinación insana por la higiene, era más probable que el cadáver de Lord Voldemort contrajera una ETS. Además, no es como si estuviese teniendo mucha actividad sexual por esos días.

A Sophie y Andrea les pidió un certificado médico antes de sus encuentros, y a Sina le hizo un examen de sangre con distintos reactivos para descartar. Se podía decir que era más que precavido.

—De tener una ETS podría manejarlo por mi cuenta —le contestó a su padre—. Y no vine a hablarte de nada que involucre sexo.

El señor Frey respondió a la jugada de Axer casi sin pensar en el tablero y luego se reclinó de su asiento, cruzándose de brazos a espera de que su hijo continuara.

—Es sobre Sinaí, sí. Pero... Está más en la categoría de viaje que de maternidad.

—Viaje —repitió el señor Frey quien, por la manera casi inexpresiva como escrutó a su hijo, parecía conocer ya el destino de la conversación.

—Más bien mudanza.

—Oh, mierda —dijo el señor Frey y se levantó de la silla para ir a prepararse un trago.

—Qué elocuente respuesta de tu parte, padre.

—No presiones —respondió el señor Frey sirviéndose algo parecido a Wisky en un vaso hondo.

—¿Vas a desmayarte?

—Espero que no.

—Parece que vas a desmayarte.

—Dije: «no presiones» —enfatizó el padre para luego beberse todo el alcohol en su vaso de un trago.

Axer lo dejó pasar, literalmente, el mal trago hasta que el señor Frey tuvo la suficiente entereza para volver a la mesita, pero entonces sin sentarse, con un segundo trago en la mano.

—He de suponer que si estás aquí hoy, discutiendo esto conmigo, es porque la respuesta a mi próxima pregunta es un rotundo «sí», pero por motivos legales voy a persistir en hacerla: ¿Estás convencido de esto?

«Por el contrario, me entusiasma más la idea de lanzarme de un puente», pensó Axer, y esperó que el tiempo que tardó en responder su padre lo tomara a bien, pues un sí de inmediato podría tomarse como impulsivo.

—Lo estoy, sí —dijo al fin, tan inexpresivo que podría estar refiriéndose a que no se olvidó de apagar la hornilla de la cocina.

—No imaginé que...

—Ni yo. —Axer se arrepintió de inmediato de esa respuesta. No podía humillarse de esa manera ni siquiera fingiendo—. De igual forma no es lo que parece.

—Lo que parece es que tu fiebre es terminal.

—Exacto: no es lo que parece. Es algo más bien frío. La necesito para mi tesis, no puedo dejarla aquí. Lo hemos discutido por mucho tiempo y llegamos a la conclusión de que no es tan descabellado. Ella no quiere seguir en Venezuela, su madre y ella se mudarán de todos modos luego de que termine sus estudios. Y no hay motivos para terminar nuestra relación más que la distancia. La solución a todo es que se venga conmigo luego de un tiempo.

Su padre entornó los ojos, parecía ver a través de lo que Axer no decía, que era básicamente todo.

—¿Un tiempo?

—Después de su graduación se irá a España a hacer el Máster de edición —explicó el hijo—. Será solo un año, luego de ese espero que se mude con nosotros a la isla. El «espero» es porque sigo a la expectativa de tu opinión.

—¿Estudiará edición? —inquirió el padre con un interés de doble filo.

—Tiene su propia editorial, puede estudiar pintura si le place —respondió Axer más cortante de lo que pretendía—. Sí. Estudiará edición.

Por algún motivo, eso dejó el atisbo de una sonrisa en parte del rostro del señor Frey.

—Bueno —siguió el padre—, si me dijeses que tu fiebre es terminal sería mucho más fácil digerir esto a que me presentes la idea con una mentira. Ahora no estoy tan seguro de estar de acuerdo con ese plan de última hora tuyo.

—¿Por qué asumes que estoy mintiendo? ¿En qué se supone que mentí?

—Dices que es una decisión fría porque la necesitas para tu tesis.

—Y es cierto.

—¿Vas a aplazar tus avances un año mientras ella se va a España?

Axer estaba preparado para esa pregunta. Llevaba un mes practicando para esa conversación.

—No, seguiré mi investigación por mi cuenta, como he estado haciendo todo este tiempo, pero para la exposición la tendré a ella. Me ahorro tener que conseguir otro espécimen voluntario y pasar nuevamente por los trámites del contrato.

—Claro, eso tiene mucha lógica. O lo tendría, si no dejara una equis en la ecuación: ¿qué hago pagándole una beca exorbitante a Sophia Shannon para que colabore en tu investigación y se mude junto a nosotros si ya tienes a Sinaí?

También tenía esa respuesta, Axer casi sonrió por ello.

—La beca de Sophie la tiene más que ganada. La quiero porque es una excelente científica y creo que sus aportes le vendrían bien a Frey's empire independientemente de mi tesis y mi... relación. Mi decisión con respecto a Sinaí no influye en nada en este aspecto. Sinaí es un espécimen, Sophie quien los estudia. Son campos distintos. Además, mi hermana insistió.

—No, no lo creo. No creo que no hayas concluido lo que yo en tres minutos: te tomaría menos tiempo encontrar otro espécimen que aplazar la exposición un año por tu novia.

Axer en ese momento se tornó más frío, más serio.

—Es mi decisión, no espero que la entiendas. Quiero saber si tienes una oposición y nada más.

—Eso. Ahí está todo, en ese «no espero que lo entiendas». —El señor Frey tomó asiento frente a su hijo—. Siempre les he enseñado que no hay nada por encima de una formación académica, de una buena posición laboral, nada más que la entrega y la excelencia en lo que apasiona. Eso lo mantengo, yo mismo he sido ejemplo. Me he casado muchas veces, pero jamás me he divorciado de Frey's empire. Y creo que en algún punto te di la impresión que no era.

—No sé de qué estás hablando.

—Si tú... —Él ni siquiera podía decirlo, su mente sustituía de inmediato la palabra por alguna broma o un eufemismo—. Si «sientes» cosas por ella, no tienes que ocultarlo. Podría aceptar que vinieras aquí y me dijeras «padre, voy a mudarme con Sinaí porque estoy convencido de que es una persona que quiero en mi vida», pero todas esas excusas... Me temo que yo te he empujado a eso. No está mal, simplemente nunca hablamos al respecto porque las relaciones no son una propiedad. No al comienzo. Pero la familia sí, y llega un punto en que una persona con la que te relacionas de manera romántica por un tiempo... pasa a calar en ti de forma en que se crea ese vínculo solo comparado con el consanguíneo.

Axer dejó la pieza de ajedrez con la que estaba jugueteando y encaró a su padre con una actitud mucho más agresiva de la que pretendía.

—¿Eso le dijiste a Iván?

—Jamás he tenido un problema con tu hermano —contestó su padre con inquebrantable tranquilidad.

—Es una decepción para ti porque escogió una vida distinta —discutió Axer con una sonrisa fingida—. Lo es porque prefiere una familia en lugar de un título, y cumplir leyes en lugar de ser parte de Frey's empire.

—Dominik es el único que ha llegado a decepcionarme —repuso el señor Frey, inalterable—. Iván simplemente nos odia, prefiere hacer como que no existimos y no puedo hacer nada contra eso, nada más que seguir pagando su manutención porque quiero que los nietos que no conozco tengan la mejor vida posible.

—¿Entonces por qué en esta familia nadie habla de Iván? Es por ti, porque haces caso omiso, porque el ambiente se torna fúnebre cuando lo nombramos. Por eso dejamos de recordarlo cerca de ti.

—Si lo que esperas es una disculpa, déjame formularla a ver qué tal te sabe: lamento no demostrar entusiasmo cuando hablan de mi primogénito quien, no contento con habernos dado la espalda, usar otro apellido y fingir que es huérfano, acepta mi dinero pero se niega a decirme los nombres de sus hijos.

—Bueno, tal vez no tendría que aceptarlo si le dieras de una vez por todo lo que le corresponde de Frey's empire en lugar de hacerlo en cuotas.

—¿Cuáles fueron tus palabras? Ah, sí: «es mi decisión, no espero que la entiendas». No voy a darle esa cantidad sin nada que me garantice que sabrá invertirla o dosificarla para no dejar a mis nietos morir de hambre. ¿Algo más que quieras cuestionar? —Axer calló a regañadientes así que el señor Frey prosiguió más acalorado—. No tengo, ni he tenido desde el momento en que invité a tu novia a viajar con nosotros, un problema con tu relación. Tu rendimiento no ha bajado, tu investigación tiene tal potencial que quiere patrocinarte hasta la NASA, ella es una persona decente y ambiciosa, no estás con una analfabeta. No tengo problema alguno, excepto que creas que tienes que mentirme e inventar excusas incongruentes para decirme «Mierda, papá, no me quiero separar de ella».

Axer se mordió la lengua para calmarse. Le ardía la boca del estómago solo con escuchar las palabras «novia» y «relación».

—¿Entonces...?

—Dile que venga a cenar —terminó el señor Frey.

«Lo que me faltaba».

•••

—Llegó el germen de tu cerebro —dijo Aleksis en cuanto Axer le abrió la puerta de su habitación—. Ve a abrirle.

—Paso —cortó el mayor haciendo ademán de cerrar la puerta— Entreténla tú.

Aleksis interpuso su mano para que su hermano no volviera a encerrarse.

—Es tu fiebre, no la mía.

Axer le tomó por la cabeza como si de un mocoso de cuatro años se tratara y lo volteó con una maniobra de su mano para luego empujarlo.

—¿Es necesario que te marque el camino o puedes llegar tú solo?

Aleksis suspiró, cansino, y se giró de nuevo para encarar a Axer.

—¿Qué clase de noviazgo es el de ustedes?

—¿Qué sabes tú de noviazgos? —inquirió Axer con una ceja arqueada.

—Sé de conducta humana, y ustedes par de especímenes no se comportan como si disfrutaran de la compañía del otro.

—¿Qué te puedo decir, hermanito? Así es el amor. Ahora vete, estoy retrasando mis estudios.

Aleksis puso los ojos en blanco y se fue a atender al gato a regañadientes.

Axer cerró al ver a su hermano menor desaparecer por el pasillo. Se recostó en su cama con un tomo de ochocientas páginas que recopilaba algunos estudios de medicina. En ese momento leía sobre la producción de jugos digestivos y absorción y transporte de los nutrientes en la digestión. Una lectura ligera de domingo que le dibujó una sonrisa apacible a pesar de la molestia que acechaba su hogar ese día.

Pasó los mejores veintiocho minutos de su semana indagando en su lectura, tomando notas relevantes en su libreta y clasificando con post-its cuyo código de color ya había determinado. Hasta que volvieron a tocar la puerta.

Abrió y la vio a ella; su cabello azulado recogido en una coleta que le aportaba a su aspecto un aire despreocupado, sus ojos, enmarcados por sus lentes de montura dorada, tenían una profundidad intimidante ahumados con sombras que iban del vino al morado. Él podía cerrar los ojos y señalar cada marca en su piel, recrear en su mente la curvatura de sus labios —entonces pintados de un tono nude— o el efecto de sus cejas peinadas hacia arriba.

Ese día, ella llevaba una camisa negra que decía «Always» con las reliquias de la muerte en como la primera A, lo cual a Axer le pareció odioso porque estaba arruinando toda la franquicia de Harry Potter para él solo con llevarla puesta.

La reacción de él al notar a Sinaí fue arquear una ceja, expectante e inquisitivo, pero sereno.

—¿Está lista la cena?

—De ser así no vendría yo a avisarte, para eso está tú sirvienta —respondió ella a la defensiva.

Axer suspiró, a punto estuvo de llevarse los dedos al entrecejo, pero solo dijo:

—Te agradecería que no te refieras a Silvia como mi sirvienta, al menos no delante de mí.

—Bueno, últimamente te molesta que me refiera a cualquier cosa de cualquier forma cerca de ti.

—En ese caso tal vez no deberías acercarte —cortó él sin ningún tipo de emoción en la voz—. ¿Qué quieres?

—Tenemos que hablar de mi graduación.

Axer se limitó a profundizar el arco en su ceja para instarla a continuar.

—Bueno, es la semana que viene. ¿Cómo voy a explicarle a mi mamá que nos vamos del país con mi novio y su familia si el susodicho ni siquiera se presenta a la ceremonia de entrega de título?

—Es tu problema, no el mío. Aunque, si quieres una sugerencia de mi parte, yo veo una solución muy sencilla.

Sinaí sabía que no le iba a gustar la respuesta, pero de todos modos preguntó, cruzando sus brazos.

—¿Cuál?

—Quédate en Venezuela, devuélveme mi parte de la empresa, mi manuscrito y mi paz mental.

Ella solo desvió la mirada, era su única respuesta disponible por no ser capaz de responder el rotundo «sigue soñando». No a él. Ella no quería hacerle más daño.

La impotencia fluyó de nuevo en Axer. Él no tendría problema en insultarla, una y cien veces, hasta agotar su alfabeto conjugando palabras que describan el oprobio de sus pensamientos hacia ella. Lo haría sin remordimiento, pero prefirió abstenerse, porque la conocía lo suficiente para saber que le dolería más su silencio.

Para Sinaí lo difícil era que, justo en ese momento, cuando él parecía más distante que nunca, tenía un codo apoyado del marco de la puerta y su frente pegada a este brazo, lo que le daba un ángulo favorecedor a su rostro y un marco perfecto a su enervante mirada.

«Si me vas a odiar al menos ten la consideración de no verte atractivo, coño», pensó ella.

—Bueno —finalizó ella—, en ese caso nos vemos en la mesa.

•••

Habiendo llamado a todos a la mesa, incluida Diana, el señor Frey hizo acto de presencia vestido más formal de lo usual en sus cenas familiares, con las llaves de un auto en sus manos.

—Tomé una decisión de último minuto. Reservé una mesa para seis en el Grand Lore, un restaurante nuevo que me han estado recomendando hasta el cansancio. Tiene excelentes ponderaciones en sus reseñas y creo que es momento de ir a probarlo. Juntos.

Axer sintió que empezaban a formarse úlceras en su estómago por la frustración. De todas las oportunidades que su padre pudo aprovechar para invitarlos a una cena tan elaborada, escogía justo esa, cuando todo lo que él quería era que acabara en segundos para no tener que verle más la cara a Sinaí.

Pero no se resistió, ya que no tenía un motivo para ello que no implicara explicar por qué no soportaba la idea.

Sinaí no se sentía menos incómoda, aunque Aleksis parecía hasta agradable hablando en el camino al restaurante casi en un monólogo sobre el petricor y los estudios que garantizaban que este podía alterar el estado de ánimo de las personas para bien.

Era su intento «Frey» de ser un cuñado decente. Sina le dio puntos por la intención.

El restaurante era uno de esos lugares que hacía que Sinaí pensara que Venezuela se estaba arreglando, o que de pronto había viajado a Nueva York sin darse cuenta.

Fueron guiados a la mesa por el servicio, incluso apartaron la silla para que Sinaí se sentara.

—La carta —dijo uno de los meseros al entregarles un menú a cada miembro de la familia.

Sinaí lo ojeo de arriba a abajo buscando el arroz con pollo, pero solo consiguió platos con nombres que no reconocía ni de su experiencia culinaria viendo Máster Chef.

—Si pide la hamburguesa la saco del restaurante —dijo Veronika al notar a Sinaí perdida.

—Si pide la hamburguesa me voy yo primero —acotó Axer en voz baja.

Diana los exhortó a ambos con la mirada y se inclinó sobre la carta que sostenía Sinaí para guiarla.

—Algo clave cuando visitas un nuevo restaurante y no estás familiarizada con los platillos que ofrece es pedir recomendaciones —dijo ella—. Eso nunca falla.

Mientras Diana revisaba y señalaba los platillos del menú para explicarlos a Sina, la voz de Axer se escuchó por encima de sus murmullos; un tono neutro pero con un deje autoritario que no daba pie a la discusión, y lo dijo sin que sus ojos se despegaran de su propia carta.

—Para que sea una sopa de cebolla, de entrada. De plato principal los raviolis rellenos de camarones en salsa blanca con tocineta y extra de parmesano.

—¿Para compartir? —preguntó el mesero.

Axer arqueó una ceja al mesero en un aire relajado y casi de complicidad que no se le había visto en semanas.

—Dudo que deje nada en el plato —comentó él—. Con suerte dejará el plato.

Sin embargo, Sinaí parecía tener su propia opinión al respecto, pues carraspeó para llamar la atención hacia ella y de inmediato el buen ánimo de Axer se esfumó.

—De hecho —le dijo ella al mesero—, voy a pedir... —Se puso a dar un último repaso al menú y escogió algo que le sonaba remotamente familiar—. Carpaccio de pez blanco con caviar de limón.

Axer alzó los ojos de su menú. Le dedicó una mirada directa, infranqueable, pero sin nada que diera indicios de sus pensamientos. No había ni una ligera inflexión delatora en su rostro.

«¿En qué mierda estás pensando?», se cuestionó ella.

—¿Y de plato principal? —siguió el mesero luego de anotar.

—¿Cuál es la diferencia?

El mesero se notaba que hacía un esfuerzo por no reírse, casi ni respiraba. Tal vez tenía miedo de hablar y soltar la carcajada.

—¿Me dejas darte una recomendación? —ofreció Diana salvando el momento—. Pide los cortes de carne.

—Bien, eso.

El mesero anotó.

—¿Término? —siguió este.

—¿Perdone?

—¿Cocida, término medio o tres cuartos?

—Ahhh... No cruda. Ni quemada.

—Término medio —atajó Diana.

Cuando llevaron los pedidos de entrada a la mesa, le pusieron a Sina al frente el Carpaccio. Ella se encontró con un plato que no podía describir de otra forma que como una alfombra blanca con huevos verdes encima.

Frunció el ceño nada más verlo, y en una ojeada se dio cuenta de que Axer seguía mirándola, fijo, esperando quién sabe a qué.

Ella lo probó, y definitivamente no era el sabor que pensaba. Era como una vinagreta viscosa con un ligero regusto a sardina.

Ni siquiera podía decidir si le gustaba. Era como cuando bebes de un vaso y esperas tomar gaseosa y resulta ser agua.

—¿Qué se supone que es lo que estoy comiendo? —preguntó Sina, limpiándose con la servilleta de tela.

Axer extendió su mano hasta alcanzar su plato y, sereno, con su misma expresión indescifrable, intercambió su pedido con el de Sina para sorpresa de todos en la mesa.

Carpaccio es, en términos coloquiales, algo crudo. Eso que tragaste es pescado crudo —explicó Axer sin siquiera mirarla, haciendo la selección del bocado en su cucharilla que luego degustaría.

—Yo... —Sina carraspeó, todavía aturdida por lo que Axer acababa de hacer con tanta tranquilidad—. Yo creí que el Carpaccio era el nombre italiano del carapacho. Ya saben, la parte esa del pollo que creo que son las costillas.

Axer detuvo sus cubiertos en seco y alzó la mirada para escrutar a Sinaí como si acabara de cometer la aberración de confundir teoría con hipótesis.

—Come —le dijo y volvió a su plato.

—¿Y esto que me diste qué es?

Carpaccio de lomito —respondió Veronika al ver que Axer no hablaba, como si ni hubiese escuchado la pregunta.

—¿O sea que la alfombra salmón bajo la salsa y los champiñones es carne cruda? —indagó Sina con el gesto arrugado.

Axer pasó su trago con un sorbo de agua de su copa y luego insistió sin más explicaciones:

—Pruébalo.

Sinaí obedeció. No tenía expectativas así que, mientras llevaba el cubierto a su boca, todo en lo que podía pensar era en el gesto de Axer intercambiando sus platos. Él no solía dirigirse a ella de ninguna manera ya, pero parecía que, al verse forzado a la convivencia, era incapaz de renunciar a ciertas tendencias suyas.

Entonces Sinaí sintió el sabor del bocado al deshacerlo en su boca, y cerró los ojos de placer. Eso estaba muchísimo mejor, en especial por la combinación de las salsas y texturas.

—Entonces, padre —intervino Vero—, ¿a qué se deben estas formalidades?

—Me pareció lo indicado dadas las noticias pendientes. Tenemos que compartir la felicidad de este momento para su hermano.

Sina vio a Axer y torció el gesto con escepticismo.

«Uy, sí, desborda felicidad».

—¿Qué noticias, padre?

—Hoy oficialmente sumamos una pieza al equipo Frey.

Enseguida todos voltearon a ver a Sinaí y fue Diana la que contestó.

—¿Cómo? ¿Se casan?

—¡¿Qué?! —atajó Axer, entre indignado y atacado por el horror—. Por supuesto que no.

—¿Está preñada? —preguntó Vero con una sonrisa insinuante.

Por la manera en que Axer sostuvo su cuchillo podía decirse que tenía intenciones de usarlo.

—Viktoria —regañó el señor Frey—, ese no es un tema de conversación apto para discutir a toda voz en un restaurante.

—Tienes razón, lo corrijo: ¿Está preñada? —preguntó entonces en ruso.

—De ser así —intervino Aleksis en voz baja—, dudo que estuviéramos celebrando.

—¿Tienen que hacer un revuelo de todo? —cuestionó el padre—. Sinaí se mudará con nosotros, no hay boda ni partos programados por el momento.

«Ni nunca», pensó Axer, pues, sentía que si hablaba escupiría fuego.

—Vaya... Debes estar desbordante de felicidad por eso, ¿no? —preguntó Veronika a Sina.

—Desde luego, como una lombriz.

—No existe ningún estudio que patente tal comparación pues nada ha comprobado que las lombrices tengan un estado de «felicidad» —interrumpió Axer con sorna.

Sinaí soltó su servilleta y enfrentó a Axer con el indicio de una risa satisfecha en su rostro.

—Siempre me ahorro este comentario, pero a la mierda: eso te lo preguntó... ¿quién, Frey?

Él se encogió de hombros sin muestra de que eso le afectara y bebió de su copa que entonces el mesero había llenado de vino.

—Además —añadió ella, irritada de una manera que parecía que discutían sobre la solución de un conflicto político—, el dicho hace una ingeniosa alusión a que las lombrices tienen cinco pares de corazones.

—Tu argumento sigue siendo incongruente, siquiera mencionarlo es una clara carencia de bases sólidas. El hecho de que el corazón sea el órgano escogido para la semiótica de los sentimientos y emociones no implica que realmente estos estén relacionados.

—Las peleas de marido y mujer para después de la cena, ¿okay? —cortó Veronika—. No es que me molesten pero el chisme que contaba mi padre estaba más interesante. —Ella se giró hacia el señor Frey—. Continúa, papá, ¿por qué de pronto nos mudamos con el gato?

—Porque las perras destruyen mucho —susurró Sina, pero todos habían escuchado perfectamente, en especial Veronika, quien parecía sentirse aludida y ofendida.

—Como les decía —siguió Viktor—. Parece que tendremos que retrasar la mudanza un par de semanas más. Nada grave, solo mientras consigo una nueva villa. La anterior tenía un espacio ideal para las vidas independientes de cada uno y la comodidad del servicio, pero ahora tendré que escoger otra dado que no calculé el área de Axer como «para dos».

Axer palideció con ese comentario, sus ojos abiertos de espanto.

—No —cortó—, nada de retrasar la salida. Seguiremos como estábamos, con la villa original. Buscaremos una aparte para Sinaí y su madre.

El señor Frey lo miró con los ojos entornados.

—¿Van a vivir separados?

—Es nuestra relación y nuestra manera de llevarla, padre. Ella quiere su espacio, su independencia, y estar cerca de su madre. Es su decisión. Yo puedo seguir siendo su novio como hasta ahora sin interferir en eso, me basta con tenerla cerca.

«Me basta con conseguirle una villa al otro lado de la isla y, con suerte, no tengamos que cruzarnos nunca más en la vida».

—Villas separadas serán, y ya que ella se irá un año a España tenemos tiempo de sobra para arreglarlo estando ya en la isla —dijo el señor Frey sacando su teléfono ejecutivo para tomar algunas notas, luego levantó la vista hacia su hijo—. Igual nos retrasa la situación con Sophia Shannon, hay que buscarle vivienda y...

—No te preocupes por eso ahora —agregó Axer y de pronto volteó a ver a Sinaí para que leyera cada sílaba en sus ojos de las siguientes palabras—. Sophie se mudará con nosotros en un año, no ahora. Eso ya lo discutimos. Tenemos tiempo para arreglar su beca, su hospedaje y demás pormenores.

Sinaí sintió que los dedos empezaban a temblarle pero no supo identificar si era de rabia, miedo, desespero o todo junto.

—¿Quién...? —Sinaí tragó en seco—. Parece que me falta contexto.

—Yo te ayudo, querida —dijo Veronika amablemente—. Sophie es una íntima compañera de Vik. Frey's empire le dará una beca para que mude su precioso cerebro con nosotros y colabore en los proyectos de mi hermanito.

—Yo... —Ella estaba mareada, sentía el sudor correr por su espalda—. ¿Se mudará con...?

No podía ni terminar de decirlo.

—¿No le habías contado? —inquirió el padre hacia Axer.

—Parece que arruinaste la sorpresa —Axer no solo no mostraba signos de arrepentimiento sino que casi sonreía con la situación.

En ese momento guardaron silencio porque llegó la comida, los platos principales. Primero se dejaron unas tablas de madera gruesa para proteger la mesa, encima se dejó la comida servida en una especie de bandejas de piedra, mismas donde habían sido cocinadas.

Sina vio sus cortes de carne humeando sobre la piedra. Lo tocó y se quemó, así que se volteó hacia el mesero para decir:

—¿Y el plato?

Axer cerró los ojos y se concentró en respirar con calma para no responder a eso. Veronika parecía querer saltarle encima a Sina.

—Señorita —contestó el mesero, paciente—, los platos los servimos así para que mantengan el calor. Además de por cuestiones de presentación, pues es más vistoso de este modo.

—Oh, claro, claro. Muchas gracias.

«Trágame, tierra, y escúpeme en Pizza Top».

—Ya quiero ver cómo se pone Federico cuando escuche las nuevas noticias —comentó Diana sonriendo.

—¿Por qué? —saltó Sinaí—. ¿Por qué importa cómo se ponga? ¿Por qué tendría que ponerse de algún modo?

Todos intercambiaron miradas significativas y en un consenso silencioso decidieron dejar a Sinaí en su ignorancia.

En ese momento ella recibió un mensaje y lo abrió cuidando de dejar su teléfono bajo la altura de la mesa.

Aaron Jesper:
Si necesitas rescate, avísame. Estoy preparado para llamarte y decir que tu casa se incendia.

Sinaí sonrió a tal punto con ese mensaje que tuvo que poner su mano sobre su boca para disimular. Aaron era la persona más impredecible que había conocido jamás.

Axer notó esa sonrisa, pero si tenía una opinión al respecto su rostro no daba indicios de ello.

—¿Sabe dónde está el baño? —preguntó Sina en voz baja a Diana.

—Yo no, es primera vez que vengo, pero pregunta en recepción.

—Claro, gracias.

Así hizo Sinaí para guiarse en dirección al baño.

La puerta estaba cerrada pero no tenía el pestillo puesto así que pudo entrar con solo mover la manilla.

Casi se cayó por el respingo que le provocó verlo a él adentro.

—Hace un segundo estabas...

—Yo sí sabía dónde encontrar el baño —cortó Axer con indiferencia.

Sus manos estaban hacia atrás, agarradas al mesón de los lavamanos, su espalda reflejada por el enorme espejo. A Sinaí la escena le provocó impuros recuerdos sobre otros baños, en lo que parecía toda una vida pasada.

—Cierra, por favor —le pidió Axer. Y dlla, tan enajenada, todavía con el corazón desbocado por el susto, ni siquiera pensó en cuestionarse.

Se echó hacia atrás hasta cerrar la puerta, sin dejar de mirar hacia él, tal vez con cautela, tal vez con un insano deseo, lo único claro era que no podía voltear.

—¿Te puede acercar? —le preguntó él, y ella sintió que su pulso se descontrolaba y sus piernas se hacían débiles bajo su peso.

«¿Qué mierda quieres, Frey?», pero no lo dijo en voz alta. Avanzó, lento, una casilla a la vez en el piso de recuadros blancos y otros negro, como un tablero más. Siguió hasta quedar frente al rey, a solo una cerámica de distancia: un irónico jaque.

Él extendió la mano en su dirección. Ella había pensado que nunca más la tocaría, y en parte así fue. Axer solo tocó la cinta azul en su muñeca, deslizando sus dedos por esta, acunando el lazo en su palma.

—¿Es el mismo? —indagó él.

Ella sabía a lo que se refería, porque tenía razón. Era el lazo en que venía envuelta aquella caja negra, el primer regalo que le hizo Axer como casi novios.

—¿Qué es lo que haces aquí? —espetó ella. Cruzó los brazos en su pecho para que él no pudiera seguir jugando con la cinta.

—Arreglando los últimos detalles —contestó él.

—¿De tu juego?

—Pareces molesta —señaló él.

Había en su voz un ligero matiz en su rostro que revelaba su disfrute con la situación.

—Siempre me sorprendes —respondió ella—. Lo de Sophie fue una movida muy sucia, pero eficaz. El problema es que creí que habías dejado de jugar.

—Todas las posibles variables en un partido de ajedrez exceden el número de átomos del universo, Borges —dijo él, llamándola por el apellido que ahora usaba, el de su madre—. Estadísticamente, es muy remota la posibilidad de que una misma partida se repita dos veces. Lo que deja a tus probabilidades de repetir el jaque... —Él sonrió de una manera inquietante—. Yo siempre estoy jugando.

—Probablemente eso le decían a José Raúl Capablanca, y jamás le hicieron Jaque mate.

Axer sonrió.

—Nos vemos en un año.


Nota:
Esa es la camisa que imagino a Sina usando en este capítulo.

Cuéntenme qué tal lo que acaban de leer

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