Omega [Moon Fighters 5.1]

Door JaquelineS97

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Harry es un monstruo... El amor y la felicidad son añoranzas ajenas... Harry tiene el alma hecha pedazos y... Meer

Antes De Leer
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17.1
Capítulo 17.2
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30

Capítulo 26

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Door JaquelineS97



Su incomodidad no ha hecho más que crecer desde que comenzó el día. Los últimos tres meses han sido tan largos, Harry no está seguro de haber podido atravesar todo este tiempo solo. El único rayo de luz, la menos para él, fue el progreso positivo en el estado de Sage.

Las vacunas no fueron el milagro que esperaba en un principio, de hecho, los contagios dentro del clan subieron abruptamente entre los lobos de la ciudad, para la mayoría de los pacientes críticos fue demasiado tarde. Se dieron cuenta, entonces, que las vacunas no eran una solución definitiva sino un método de protección. Los lobos continuarían enfermándose pero sin llegar a la etapa más peligrosa de la enfermedad.

Medicamentos nuevos llegaron para lidiar ayudar a los pacientes de nivel medio, la meta de los médicos era evitar esa terrible última etapa donde había transformaciones anormales, agresividad, fiebre y el riesgo de ataque cardíaco.

Día tras día, alguien del clan caía enfermo, otro no sobrevivía y otros iban saliendo de una crisis para pasar a rehabilitación. Sage estaba dentro de ese último grupo. Los últimos tres meses ella y sus compañeros afortunados se sometieron a un arduo tratamiento para rehabilitarse después de haber eliminado el virus en su sistema.

Quien fuera que hubiera creado algo tan devastador como eso, debería estar ardiendo en el infierno.

Porque, de estar vivo y de saber su nombre, Harry lo cazará hasta el fin del mundo. No importa su nombre, edad o raza, su creación monstruosa ha matado a miles desde que fue liberada. Hirió a Sage, su Omega, y al clan al que ella ama con su vida.

Harry siente un pequeño pellizco en su interior, abre los puños que cerró ante el pensamiento oscuro. La sombra de la loba todavía sigue con él, pero cada día se hace más débil, menos presente, como si lentamente estuviera volviendo con su dueña. Y aunque se acostumbró a tenerla junto a él, en el fondo siente alivio. Los últimos meses han sido duros, pero ella ha estado junto a él en este largo y doloroso viaje en el que ha conocido más de sí mismo que en toda su vida.

Si la sombra está desapareciendo, significa que Sage está mejorando cada vez más, el debe quedarse con eso. Aunque allá afuera todo esté tan tenso y triste entre los lobos, tan envuelto por muerte y llanto, Harry tiene una luz brillando en su interior, una loba que lo ha reclamado a pesar de estar tan dañado.

Una mujer que está luchando con todas sus fuerzas.

Y hoy se supone que está lista para continuar su tratamiento en casa. Un murmullo de ansiedad en su sangre, su corazón dando saltos entre un latido y otro. Harry sólo ha podido ver a Sage durante quince minutos cada día, el resto del tiempo ha estado viviendo en la casa del bosque, custodiándola, rodeado de lobos en un territorio ajeno, se ha esforzado por llevar una vida normal.

Ha llenado su agenda de cosas diarias solo para mantenerse ocupado y dejar de tocar el vínculo de manera obsesiva solo para confirmar que está ahí, que no desaparecerá.

La mayor parte de su trabajo la ha hecho desde esta casa, delegando el resto a sus asistentes y gerentes. La actividad de los talleres no ha parado a pesar del cambio en el comportamiento de sus jefes. Tanto Harry como Sawyer se han distanciado un poco de los negocios, es gracias a los contratos con los lobos y los leopardos de las nieves que pueden solventar los gastos durante otros tres meses más, pero deberán buscar nuevos clientes pronto.

Harry no tiene idea de que hacer sobre eso, todo lo que ha hecho esta última es preparar la casa de Sage, dejarla impecable. Las plantas que cuelgan del techo y descansan en el piso sólo es una fracción, ha peleado duro para mantenerlas con vida, pero al parecer es un trabajo más duro de lo que pensó en un principio, o tal vez no le agrada a estas plantas.

—Hmm... Sus hojas están amarillas en los bordes —murmura, tomando entre sus dedos una pequeña hoja con forma de corazón, la maceta roja con pequeñas flores amarillas cuelga de un armazón de hilo atado al techo. Cae a su altura—. ¿Necesitas más agua? —Arruga el entrecejo—. No, lo hice ayer.

«¿Qué le puede estar pasando?» se pregunta mientras deja la hoja en su lugar.

—Sage sabrá que hacer.

Dentro de él, su leopardo le gruñe. «Cierto, ella sólo tiene que ocuparse de sí misma»

—Pero puedo pedir orientación...

Él está seguro que estas plantas testarudas florecerán cuando ella esté aquí. No puede contener una sonrisa al imaginar su reacción, a ella le gusta lo verde, así que él se ocupó de llenar la casa de verde, de cosas vivas.

Lo hizo a pesar de las críticas de Eloise.

—Ella necesita un lugar tranquilo no un maldito invernadero —le dijo el otro día durante una de sus visitas. Se habían vuelto frecuentes desde que Derek permitió el libre movimiento por la parte forestal del territorio, los contagios se habían frenado en esta parte desde hace dos meses—. Traer tantas plantas solo le dará trabajo.

Harry había terminado de atar el armazón número diez. Tan tranquilo que se desconocía a sí mismo, respondió:

—Señora, si usted supiera cuanto ama Sage a las plantas...

Ahora, Eloise estaba en la cocina, preparando algo ligero para su hija, Primrose acomodaba los últimos detalles en el jardín trasero y Jessie estaba arreglando una nueva cómoda que habían conseguido con Sawyer.

—Mírenlo, el encantador de potus.

El pelaje de Harry se eriza con la burla de Sawyer.

—¿Cómo diablos sabes cómo se llama?

Con las manos en los bolsillos de sus vaqueros gastados, Sawyer se detiene junto a él, la curiosidad de sus ojos grises sobre la planta que apenas consigue cinco o seis hojas normales, el resto se han vuelto amarillas.

—Jessie tiene una en su casa —responde, un ligero encogimiento lo tiene ajustando los hombros, lleva puesta una camiseta verde oscuro jaspeado sin mangas—. Sage se la regaló. Jessie dijo que a veces pierden sus hojas y se vuelven pequeñas y sin gracia, después brotan por todos lados y sin que te des cuenta tienes un montón de ramas colgando.

—No tienen ramas —Harry le corrige.

O al menos eso es lo que leyó. Debió hacer una investigación exhaustiva sobre cada planta que compró para asegurarse de darles las condiciones para sobrevivir hasta que Sage comenzara a cuidarlas.

—Los lobos son como estás plantas —Sawyer continúa, sin brillo en sus ojos, su voz oscureciéndose ligeramente—. Ahora están apagados y cayéndose, pero llegará el tiempo del brote y volverán a crecer.

Harry guarda silencio. Sawyer se ha vuelto tan apegado a este clan que es difícil de asimilarlo, ninguno de los dos podría haber previsto que un día terminarían de este modo. En un sitio donde nada encajaba y sin embargo todo parecía rodar sin alteraciones.

—Harry —dice, cambiando el foco de su mirada hacia él—. Me agrada la forma en que has cambiado.

Frunciendo el ceño mientras removía algunas hojas secas en la maceta, Harry chasquea los dientes.

—No creas que lograrás comprarme con halagos —gruñe bajo—. Todavía estoy enojado contigo.

—Oh, vamos viejo, han pasado tres meses.

—No importa, fue lo más estúpido que alguna vez has hecho.

Harry no admitirá nunca que todavía sigue preocupado por Sawyer, que siempre se sintió así por él. Todos estos años, estuvieron llenos de miedo a perderlo en manos de cazadores, a él, el niño mascota que le enseñó a ser humano, el único amigo que tuvo, el que lo sacó de la jaula. Sin Sawyer, nada de esto habría ocurrido y quien sabe qué clase de monstruo habría continuado asesinando inocentes.

Sawyer rompió la compulsión, destruyó las cadenas.

—Deja de gruñirle a Sawyer —dice Jessie al pasar a la sala de estar secundaria.

Vestida con una camiseta de franela a cuadros azules y negros sobre una remera negra con un dibujo de triángulos blancos, jeans ajustados y botas marrones, la mujer va hacia Sawyer.

Sawyer se mueve hacia ella con naturalidad para colgar un brazo alrededor de sus hombros y acercarla, la loba rodea la cintura de Sawyer y deja su otra mano en su pecho. Un par de ojos cobrizos le disparan una advertencia a Harry.

—No empieces a ladrarme.

—¿Qué harás, erizar el pelo, levantar la cola y sisear?

Mirando a Sawyer, Harry cuestiona:

—¿Realmente sabe que también eres un felino?

—Uno mucho más agradable que cierto leopardo de las nieves con mal temperamento.

—Un rasgo común... —Se defiende.

—Eh..., no, conozco a Emmy y ella es un encanto.

Rodando los ojos, Sawyer abraza más fuerte a Jessie para distraerla.

—Apreciaría que dejasen de discutir por cada cosa.

—Podrías haber encontrado a una compañera menos loca —Harry se encoge de hombros.

Jessie le lanza una mirada venenosa.

—Te estás ganando un encuentro gratuito con mis puños.

Ajustando las mangas de su camisa gris oscuro, Harry la desafía:

—Cuando quieras.

—No. —Sawyer besa la cabeza de Jessie, la simple acción descarrila sus intenciones vengativas—. Ustedes dos tendrán que aprender a llevarse bien.

—Tan optimista —Jessie murmura—. ¿No lo ves? Es mutuo, yo no le agrado, él tampoco me agrada a mí.

—Pero soy el compañero de Sage —Harry le recuerda, y decirlo enciende chispas de energía cálida sobre su sangre.

Puede sentir las emociones de Sage, un pulso de amor en el vínculo que se ve atenuado por el blindaje que ahora no es más que una capa apenas superficial. Lo que antes eran gotas pequeñas de emoción, ahora se siente como una suave corriente.

Y aunque se siente temerosa, Sage está contenta.

Harry desea mantenerla así, ha pasado por demasiadas cosas.

—Y yo soy la compañera de Sawyer —replica la mujer que sostiene con fuerza a su amigo.

Sawyer dejó escapar una risa breve.

—¿Lo ven? Somos familia.

—Huh..., dile eso a Eloise —murmura muy bajo.

Harry gira hacia la gran ventana de veinticinco cuadros de vidrio y bordes de madera oscura redondeada, afuera ve a Primrose en el columpio que instaló en la rama más fuerte de un olmo grande. La base del columpio es lo suficientemente grande para que quepan dos personas y las cuerdas gruesas para resistir ese peso. Sin embargo, quien la acompaña no representa un peso considerable per sí un enorme enigma para Harry.

—El niño también está mejorando —Sawyer comenta.

—Sí —Harry se acerca a la ventana.

—¿Piensas adoptarlo?

El solo hecho de imaginarse a cargo de algo tan delicado y frágil como Valiant le provoca un escalofrío. Luego siente la necesidad de golpearse por pensar que Valiant es frágil. No, el pequeño ciervo es resistente y duro. Poco tiempo viviendo entre depredadores y ya ha aprendido a dominar sus instintos de presa. Al principio era tan sensible que ante el menor sonido echaba a correr, y siempre terminaba llegando a esta casa.

Harry no sabía cómo reaccionar ante eso, sólo podía alimentarlo.

—No. Solo se siente cómodo conmigo, eso es todo.

Sólo una coincidencia inusual, que un pequeño cambiante ciervo —probablemente el único de su tipo—, se sintiera seguro con un leopardo de las nieves cuyos dientes habían probado el sabor de la sangre en demasiadas ocasiones.

Valiant jamás debía saber eso.

—Será complicado criarlo —Jessie admite, sin veneno en su voz, una sensatez que Harry supo apreciar.

La loba podía tener algo de cordura algunas veces.

—No voy a adoptarlo.

¿Qué sabía él sobre ciervos? Además no sería correcto, el niño podría terminar tomando conductas de depredador, tendría un enorme conflicto de personalidad, ¿qué clase de cosas debía aprender? ¿En qué clase de adulto se convertiría?

—Mala suerte, ese niño ya te eligió —fue la alegre respuesta de Sawyer.

—Cállate.

—Mitch está cerca con Sage —informó Eloise.

—¡Qué emoción! —Chilla Jessie—. Quiero mostrarle como quedó su habitación. Iré por Primrose —le dice a Sawyer.

Minutos después ambas mujeres regresan a la casa.

—Valiant quiere jugar en el columpio —informa Primrose—. He visto a Craig cerca, lo vigila a distancia.

Agradeciendo los cuidados, Harry le hace un gesto a Primrose, ella hace un guiño para él y luego se deja arrastrar por su prima hacia el comedor. Un instinto presiona en su interior, el felino no queriendo apartar su atención de Valiant, pero él le repite que está seguro aquí. No hay cazadores en el territorio, el ciervo no corre peligro entre los lobos.

Ellos protegen a los cachorros, sean suyos o no.

Un sesgo de incertidumbre ajena lo hace moverse, sabiendo que ella se acerca cada vez más, camina hacia el otro lado de la casa. Eloise se ha quedado cerca de la puerta, detrás de ella está Primrose con las manos juntas y los ojos azules brillando, del otro lado está Jessie apoyando su espalda contra el pecho de Sawyer.

Harry toca el vínculo por inercia, por costumbre y necesidad, escucha los pasos afuera, su cuerpo resuma expectación y nervios. La puerta se abre, su corazón se aprieta.

—Omega... —Murmura.

Y ella le sonríe.

◈ ◈ ◈ ◈ ◈

Sage había tenido dificultad para moverse durante largos periodos de tiempo, una de las secuelas de la enfermedad era la pérdida de resistencia, pero eso era algo minúsculo comparado con la incapacidad de transformarse.

Le dijeron que sería temporal, que el virus no había dañado su capacidad. Sage extrañaba el cambio, su loba. Tenía la voluntad de resistir, pero era difícil teniendo en cuenta lo que sucedía alrededor. No esperaba que el clan estuviera tan mal.

Fueron tiempos difíciles.

—Estaré cerca si me necesitan —dice Mitchel, uno de los enfermeros a cargo de ella.

Dando un medio giro hacia el puma de piel morena, ojos oscuros y cabello marrón, Sage da un suave asentimiento.

—Gracias Mitch.

El puma sonríe, el cansancio es evidente en su rostro.

—Descansa Sage.

Cuando Mitchel se aleja entre los árboles, Sage toma un respiro, luego suelta el aire.

—Omega —escucha el murmullo suave de Harry al abrir la puerta de su casa.

Huele a tierra fresca, húmeda y a verde, todos están aquí, Jessie, su madre, Sawyer y Primrose, quienes se acercan con cuidado para abrazarla. Eloise es la primera.

—Mi niña tan fuerte —dice en su oído, luego besa su mejilla—. Bienvenida a casa.

—Gracias mamá —responde, aplicando toda la fuerza que tiene en el abrazo, aunque no es tanta como quisiera.

No puede creer que esté teniendo otra oportunidad, ciertamente, había pensado que no sobreviviría, muchas veces deseó poder abandonar la batalla porque el dolor era demasiado para soportar. Pero luego Harry se acercaba más y más a ella a través del vínculo y entonces la necesidad de encontrarlo otra vez le daba fuerzas. Se sintió egoísta por eso, ya que tenía una larga lista de personas que amaba con el alma, su madre, Jessie y Primrose en los primeros puestos.

Pero ninguna de ellas estaba tan entrelazada entre sus fibras como el hombre que esperaba pacientemente para acercarse.

—Te extrañé —Primrose solloza bajito, no se contiene al estrecharla contra ella. Duele, pero Sage jamás la rechazaría—. Mucho, mucho —tiembla.

—Yo también.

Y se sentía tan aliviada al saber que la enfermedad había pasado por alto a gran parte de la familia Smith...

«¿Cómo puedes pensar en eso?» se reprendió a sí misma, afuera hay tantas familias que han perdido a los suyos, tantos lobos que no volverían a regalar su aullido tan libremente.

El vínculo vibró, la luz glacial de Harry derramando cariño para reconfortarla.

«Puedo sentirlo. Puedo sentirte»

Iba a abrazar a Jessie siguiendo el orden, pero su pequeña hermana le sonrió apoyándose contra el pecho de Sawyer, en sus ojos vio claridad y una paz que no veía en mucho tiempo en ella. Con el pecho apretado al saber que Jessie había recuperado su estabilidad, Sage se mueve lentamente hacia Harry.

El cansancio pesa en sus huesos, la agitación haciendo sus pulmones doler, pero sus brazos son gentiles alrededor de ella, protectores y cuidadosos. Él huele a tierra, sudor y tanto verde, debajo su esencia masculina tensada con otra capa subyacente, la reconoce como suya.

—Te tengo —él dice en un hilo de voz, enterrando su nariz en el cuello de Sage—. Estás en casa.

Pocas palabras, pero sus emociones son tan crudas, tan reales, ya no gotean lentamente, fluyen hacia ella para encontrarla. Parte de su energía regresa a ella pero Sage no siente a su loba, no puede. Con el corazón temblando en su interior, Sage se aparta para mirarlo a los ojos.

La misma dureza en el color verde, su cabello ha crecido tanto..., ya no tiene las puntas teñidas de rojo, solo un negro puro que casi le alcanza los hombros y cae hasta sus ojos.

Pero algo inesperado hace que su maltratado corazón brinque en su pecho.

Él besa su frente, una ternura corre por el cuerpo de Sage, sus ojos pican, su pecho se aprieta. Incapaz de contener lo que siente, deja salir un suspiro tembloroso.

—Gracias.

La tarde pasa rápido, esta falsa tranquilidad la sumerge hasta el fondo, un pedazo de luz brillando en medio de la penumbra. Después de comer Jessie le muestra su nueva habitación, su alegría es tan grande..., ella ha colocado un cordel delgado con pequeñas luces en todas las paredes, frente a la cama hay una nueva cómoda con seis cajones y un espejo grande decorado con...

—Grullas —murmura asombrada.

Jessie sostiene sus hombros, besa su sien.

—Cortesía de un par de cachorros que aprendieron nuevas habilidades. A mí me regalaron un collar de cuentas brillantes, te lo mostraré después, es tan hermoso.

Sage limpia sus lágrimas, continúa maravillada por la nueva capa de barniz que combina con el color de la cómoda y el armario más grande. Varios tipos de plantas cuelgan del techo junto a la ventana grande detrás de la cama. Un par de helechos pequeños, lazos de amor, rosarios con largas hileras de pequeñas hojas cayendo con gracia.

Hay mucho más que eso, hay vida en cada sitio de la casa.

—Fue idea de Harry —Dice su hermana—. Creo que enloqueció un poco luego de encontrar mi jardín.

Abriendo los ojos, Sage da media vuelta.

—¿Mi jardín?

Había olvidado su pequeño espacio multicolor, ¿alguien lo habría cuidado por ella?

—Él se encargó del mantenimiento, luego decidió crear una selva en tu casa. A mamá no le agradó la idea. —Un ligero inconveniente—. Todavía está desconcertada por no haber podido controlarlo.

Sage ríe, el sonido bajo y agrietado. Luego Sage toma su mano y tira de ella suavemente.

—Ven, tienes que ver jardín trasero. Primrose ha trabajado allí.

Salieron de la habitación hacia una pequeña sala secundaria que no medía más de tres metros de ancho, había un sillón largo color añil junto a la pared frente a la ventana grande, a cada lado de este había una palmera de salón de tamaño mediano con largas y delicadas hojas, más helechos y rosarios colgando junto a la ventana.

Jessie la llevó afuera, una explosión de color. Delimitadas por un sendero de grava en forma de cruz, hay cuatro parcelas rectangulares con hermosos tulipanes, gardenias, dahlias y crisantemos, Sage no puede dar un paso sin agacharse para tocar los delicados pétalos de una flor o sentir su dulce perfume. Sin embargo, hay más que esto, y Jessie le da un pequeño empujón hacia adelante, hacia la pérgola blanca al final del sendero.

—Sawyer dijo que necesitabas una de estas, bueno, en realidad él siempre quiso una pero dijo que podía compartirla contigo —palabras suaves con un borde divertido, Jessie rodea los hombros de Sage.

—Es hermosa —ella responde, sintiéndose tan frágil por no poder contener las lágrimas—. Todo esto es tan hermoso.

—Sage —Primrose le llama—. ¡Ven aquí!

Apoyándose en la reconfortante calidez de su hermana, Sage descubre el columpio grande que cuelga de una fuerte rama del olmo en un extremo alejado del patio. Ella no puede evitar reír mientras limpia sus lágrimas, Primrose da una palmada en el espacio libre del columpio.

Jessie la ayuda a sentarse.

—Mira, hay lugar para las tres —la sonrisa de Prim es radiante—. ¿Qué esperas Jess?

Riendo bajo, Jessie ocupa el último tramo de espacio en el columpio. Primrose apoya su cabeza contra el hombro de Sage, Jessie hace lo mismo del otro lado.

—Empezaremos de nuevo —dice su prima—. Todos.

Abrigada por el afecto incondicional de su familia, la protección de un leopardo de las nieves rodeando su corazón, Sage asiente en silencio. Y el resto de la tarde se va así, dulce y cálida.

«Soy afortunada»






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