Omega [Moon Fighters 5.1]

By JaquelineS97

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Harry es un monstruo... El amor y la felicidad son añoranzas ajenas... Harry tiene el alma hecha pedazos y... More

Antes De Leer
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17.1
Capítulo 17.2
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30

Capítulo 14

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By JaquelineS97



Sage siente cosquillas en el estómago, mientras pasa los dedos por el delicado pétalo de una flor color violeta. Ella se encuentra en uno de sus sitios favoritos en el clan, sitios de recreación para sumisos. Espacios dedicados plenamente para satisfacer las necesidades emocionales de cada uno y ayudarlos a conectarse mejor. Estos espacios estaban dispersos en el área central del territorio, fuertemente protegido por los dominantes en sus rutas de patrullaje pero tan ocultos y bien posicionados entre los bosques como para ofrecer privacidad.

Los espacios estaban excavados bajo tierra, con las paredes y bases revestidas en concreto, cada uno estaba asignado a un par o más de lobos sumisos con las mismas inclinaciones emocionales. Los de jardinería son los favoritos de Sage, pero este en particular siempre ha sido su preferido, porque aquí ha cultivado cientos de flores en múltiples ciclos desde que era muy joven.

El espacio tiene un estrecho círculo pavimentado con piedras mientras que la mayor parte está cubierta con tierra para las plantas y flores, cuatro caminos de grava llevan a una fuente de agua en el centro, en las paredes, también cubiertas por concreto, hay canteros y macetas con flores, la luz se desliza suavemente por la cúpula hecha de vidrio refractor, un tipo especial de material que deja entrar la luz pero no permite ver el interior cuando se está desde arriba. De esa forma los espacios están resguardados de la vista aérea.

Este sitio es un estallido de color y vida, un canto para su alma. Cuidar de las flores, estos pequeños y frágiles seres vivos, le permite seguir en estrecha relación con sus instintos y le recuerda que ella puede proteger de una forma tan feroz como cualquier dominante.

—Tus campanillas han crecido bien —comenta otra joven, acercándose por detrás para agacharse junto a ella—. Son hermosas.

Sage sonríe y gira para ver a su compañera de clan sumisa, la podría haber reconocido sin siquiera haberla visto, porque su huella emocional era demasiado vibrante como para que sus sentidos la ignorasen. Gia gira también, y se encuentra con sus ojos oscuros, expresivos y pequeños, un anillo de color dorado aparece para rodear sus pupilas, el destello fugaz es una señal más de su emparejamiento. Una punzada aprieta el pecho de Sage pero ella solo le regala una sonrisa, que es correspondida con otra, la misma amabilidad brilla en los ojos de la mujer. Gia está llena de vitalidad, irradia luz a donde quiera que vaya, y ahora que su corazón esta protegido y envuelto por la energía vital de un fuerte lobo beta de ojos más oscuros y cabellera negra, ella quiere compartir esa felicidad con todo aquel con el que se encuentre.

Para la gran mayoría, puede ser un poco molesto, pero entre los omegas con la capacidad de sentir emociones a flor de piel, no compartir un poco se convertía en algo tortuoso y nocivo. Por suerte, Gia no alardeaba sobre su emparejamiento, solo se preocupaba por ver al menos una vez por día a sus compañeros sumisos, y al parecer, era el turno de Sage. Si pudiera ser honesta, le diría que no necesitaba que los emparejados le transmitieran la sensación de bienestar y alegría, ella podía buscarla por sí misma. De hecho, ya lo estaba haciendo. Así que Sage solo regresa su atención a las campanillas violetas que han crecido grandes, fuertes y hermosas.

—Escuché por ahí que encontraste un compañero.

La frágil timidez en la voz de Gia le llama la atención, su loba levanta las orejas, se mueve dentro de su mente. Sage es mucho más fuerte que Gia, no solo por la diferencia de edad; dado que la mujer a su lado es dos años menor que Jessie, sino porque algunas omegas crecían con tendencias a ser simples y delicados y otras se inclinaban por buscar la fortaleza física y mental. Sage se encuentra en el segundo grupo, pero su camino de fortaleza fue mucho más difícil que el de Gia. Por eso, algunos de los sumisos siempre están con la idea de que podría convertirse en líder de los Cuidadores algún día, tal es el respeto hacia ella, que Sage no es capaz de derribar esa creencia.

Sage no quiere el poder ni el liderazgo, solo quiere tener una vida normal junto al hombre que ha elegido, y es un suspiro soñador constantemente. Sage no puede evitar que una sonrisa se le escape al pensar en Harry, pero su loba sacude la espesa cola en señal de que todavía no lo tiene por completo, la confesión nocturna solo es una parte de confianza que decidió entregarle.

—Sí, es verdad.

Sage es renuente a dar más detalles, solo Primrose sabe un poco más de Harry, pero no ha permitido que nada acerca de él se le escapase, su necesidad de proteger sus secretos era una llama caliente en su interior, no quería a nadie escudriñando detrás de su compañero. Sabía que eso no era posible, pero con menos detalles le dificultaría la tarea a los lobos, no es como si pudiesen separarla del hombre al que ha elegido.

—Hay varios lobos con ese nombre en el clan —murmura, un aire pensativo en su mirada, Gia se lleva una mano al cabello negro y liso, recortado con cuidado—. ¿Cuál de todos?

—No es del clan.

Sage atiende las hojas pequeñas de las flores, las limpia con los dedos para eliminar el polvo y los diminutos insectos que puedan estar alojándose ahí, mientras Gia ladea la cabeza y le observa. Su piel pica, los vellos de su nunca se levantan.

—Espero que puedas conservarlo —dice, Gia, deja una mano sobre el hombro de Sage y lo aprieta con un agarre ligero, luego se levanta y abandona el sitio.

La ha dejado con una sensación agridulce en el pecho, sus pensamientos descolocados. Sage sabe que Gia no ha tenido malas intenciones al decir eso, pero las personas nunca aprenden que las palabras tienen un peso más grande del que creen.

Conservarlo.

Esa ha sido una palabra realmente difícil para Sage, una palabra cuyo significado jamás había podido lograr, y sufrió mucho por eso. Ella creció maravillada con la idea de llegar a adulta y encontrar una pareja con la cual formar un vínculo, o mucho mejor, su propio compañero, uno para ella sola, uno que la quisiera a ella y nadie más que a ella. Un sueño bastante infantil que se mantuvo hasta los veintitrés, donde comenzó su declive.

Sage tuvo parejas, pero ninguna le dio un vínculo real, ni una conexión lo bastante fuerte como para ser duradera. Durante mucho tiempo creyó que había algo mal con ella. Un chillido breve de su loba interrumpe su línea de pensamiento, Sage agradece la distracción, de nada le sirve retroceder a los momentos en donde sus complejos casi le cuestan la vida.

Ahora ha cambiado y tiene una oportunidad, está dispuesta a tomarla y aferrarse a ella con fuerza. Respira, el dulce olor de las flores le envuelve, la tranquilidad del ambiente la tranquiliza, en un momento, levanta la mirada a la cúpula de vidrio, no hay nubes en el cielo azul y se puede escuchar el murmullo de los árboles alrededor al ser movidos por el viento. Sage agradece una vez más en el silencio, luego se levanta, echa un último vistazo a sus flores y se aleja para subir por las escaleras al final del pasillo que conecta el sitio con la salida a la superficie. Arriba todo se encuentra tranquilo, pero una sensación extraña a la que no puede darle un nombre le invade, se siente observada, sacudiendo la cabeza con esa idea rara, Sage decide ir a la casa de Jessie.

Tal vez, hoy será el día en que no la encuentre vacía, tal vez hoy su pequeña hermana regrese a casa. Sage muere por darle un abrazo, por decirle tantas cosas y preguntarle muchas más, la extraña demasiado, ya no puede dormir por la preocupación. Mientras camina por el terreno agreste vuelve a sentirse observada, la sensación no es la de lobos en la cercanía, es..., extraña, jamás la ha tenido antes, apura el paso.

Cuando encuentra la casa en medio del bosque se detiene de golpe al sentir la huella emocional, da un traspié, se lleva una mano al centro del pecho.

—Jessie —murmura—. Jessie.

Se apresura pero un nuevo golpe le quita el aliento, es otra huella diferente de emoción, más oscura y vieja, con un tipo de rabia que ya ha probado antes. Sage va hacia la puerta trasera de la casa, ingresa y encuentra el cuarto de lectura vacío, escucha voces y va hacia el pasillo, los olores, los sonidos, se hacen más nítidos y entonces ella sale a la sala principal.

—¡¿Cómo que no lo sabes?! —Grita una voz profunda y rasposa, tan masculina que hace temblar su cuerpo entero—. Se supone que ustedes dos estaban juntos, ¿lo abandonaste?

Es Harry.

—¡No! —El grito de Jessie resuena por las paredes de la casa.

—¿Lo entregaste a los Cazadores?

La voz de Harry adopta un tono acusatorio, un gruñido retumba, entonces Sage se mantiene junto a la pared acercándose en silencio hasta la apertura que da a la zona de cocina y comedor compartido.

—¡No! —Responde Jessie, su grito es tembloroso.

La loba de Sage muestra los dientes. Cuando gira para ver qué es lo que sucede, Harry tiene acorralada a Jessie contra la pared de madera, pero a una distancia considerable. Jessie tiene una vía de escape, pero su atención está en el hombre que la mira furioso a los ojos, Harry está tan tenso que los tendones de su cuello sobresalen contra la piel, los músculos apretados al igual que sus labios y mandíbulas.

Jessie gruñe, sus manos se transforman en puños, adopta una pose defensiva al poner una pierna adelante y la otra atrás, los hombros están inclinados hacia él.

—¡Yo sabía que no debía meterse con una loba de clan! —Exclama Harry entre dientes apretados.

Y entonces Sage reacciona por impulso e instinto que gritan una sola orden en su cabeza, loba y mujer se abalanzan y apartan a Jessie empujándola hacia atrás cuando Harry levanta el puño en el aire. Ella carga con todo el peso de su mirada verde, que adopta chispas grises que se funden con la emoción rabiosa que tensiona su cuerpo, consciente del estado casi ido del hombre, Sage detiene el puño al atrapar su antebrazo. Y se encuentran en medio de una pelea sin movimientos ni palabras, ni golpes.

Un debate de silencio y poder, pero hay cosas que Harry no entiende a pesar de haber pasado toda su vida cazando lobas omegas, y eso le mostraba a Sage cuán poco le habían dejado vivir que ni siquiera le permitieron conocer a sus presas.

La rabia dolorosa por el niño cautivo que alguna vez fue choca de manera violenta con la furia protectora que se cierne sobre todas las personas que ama.

Este hombre, aunque fuese su compañero, no podía tocar a su hermana menor, no importaba que fuese la mitad de su alma perdida, cuando se trataba de su familia Sage no hacía excepciones por nadie.

—No te atrevas a levantarle la mano otra vez —ordena, entre gruñidos, entre dientes apretados que se raspan.

Jessie se queda atrás, pero Sage puede escuchar los latidos acelerados de su corazón, sentir la adrenalina que carga sus músculos, sus puños, garras y dientes. Ella podría haber enfrentado a Harry sin problemas, era una loba Gamma dominante más fuerte de lo que creía, pero si se había contenido era porque Harry era el compañero de Sage, y a pesar de que se odiaban mutuamente, Jessie no le haría daño, porque hacerlo significaba lastimar a Sage. Por eso es que se mantiene detrás, alerta y preparada para intervenir, aunque está demasiado inestable para pensar de forma racional. Sage sabe que apenas puede prestar atención a lo que sucede en su entorno.

Harry gruñe más fuerte esta vez, pero su loba no retrocede, Sage siente el pelaje bajo la piel, la tensión nerviosa del momento.

—El pleito no es contigo Sage —su voz sale ronca como si se hubiera desgarrado la garganta a gritos.

Sage no desiste, con el pulgar busca las venas de su brazo y traza círculos sobre la piel expuesta, no necesita mostrar en palabras lo que siente, suaviza la mirada sobre él, es un ruego del que el leopardo de las nieves no puede escapar. Harry respira, aliviando su propia tensión, comprendiendo el mensaje entre líneas.

—Lo es si Jessie está implicada —responde Sage, su voz sigue siendo dura pero luego inclina la cabeza hacia un costado—. Ahora..., ¿por qué no regresas a la ciudad? Un leopardo como tú no debería andar por aquí sin permiso, y Dios sabe que no me gusta enfrentarme a esos lobos metiches.

Lentamente, Harry baja el brazo, pero Sage no lo suelta, no lo deja sin su contacto.

—No me iré de aquí sin información —afirma, su voz suena más ronca, profundamente irresistible como su apariencia, una camisa ajustada de color negro y botones grises, pantalones del mismo color y zapatos de trabajo, todo abraza su figura demasiado bien—. Necesito saber donde está Sawyer.

Realmente hay preocupación en sus ojos verdes, la luz le cae encima, la mezcla entre negro y rojo en su cabello acentúa el color de su piel. Harry es mortal, pero cuando se preocupa por los suyos se convierte en un depredador incontenible. Sage lo entiende, se sentiría de la misma forma si uno de sus amigos desapareciera, pero sabe por experiencia que la violencia impulsiva no es la mejor vía para acelerar las cosas.

Primero debía calmar las cosas.

—Descuida, tendrás información. Lo prometo. Regresa a la ciudad antes de que te vea alguien.

Harry sigue observándole, y por fin, se tranquiliza, sacude la cabeza aceptando su palabra. Pero luego esos ojos felinos se clavan en Jessie.

—Si algo malo le sucede...

—Harry —advierte Sage en medio de un gruñido—. Vete, ya.

«No antes de darme un beso»

Pero murmurando una maldición entre dientes, Harry tira de su agarre y Sage lo deja ir, lo sigue unos cuantos pasos hasta que sale por la puerta principal. Su loba empuja en la dirección contraria y entonces Sage da media vuelta y corre hacia Jessie cuando la ve caer de rodillas.

—Oh, cielos Jessie..., ¿en qué problema te has metido?

Sostiene su rostro entre sus manos, su mirada está perdida, desolada, como la niña abandonada y enojada que una vez fue. Su pulso está acelerado y su respiración es irregular, murmura cosas inentendibles, tiembla.

—Perdí a Sawyer —murmura.

Y por fin parece reconocer a Sage en su mirada.

—¿Qué?

—No recuerdo muy bien. Estábamos..., en el laboratorio..., y encontramos a Camille Anders —dice con apuro, las palabras salen atropelladas—. Y ella tiene un compañero que es idéntico a Arif, y que también es su padre biológico y..., ella está creando nuevos tipos de cambiantes... Y...

Sage levanta su rostro, acaricia su cabello, estrecha la mirada intentando comprender...

—Espera, espera, no estoy entendiendo tus balbuceo, relájate.

Jessie sacude la cabeza.

—No puedo, hay baches en mi memoria que sé que son importantes y me ayudarán a encontrarlo. —Traga saliva—. Necesito... —Vuelve a sacudir la cabeza—. Debo hablar con Reed.

Jessie está al borde de un shock emocional.

—Tengo que ir a verla, me ayudará con esto.

Sage no puede dejarla ir, no en ese estado.

—¿Por qué mejor no descansas? —Sugiere, sosteniéndola por los hombros cuando ve el intento de ella por levantarse.

—No, tengo que ir.

Jessie tropieza, pero Sage la sostiene.

—Estás al borde de un shock emocional.

Los labios de su hermana tiemblan.

—No importa, Sawyer está perdido y yo tengo que encontrarlo.

Sage no podría hacerle cambiar de decisión, ni siquiera a golpes. Porque cuando algo se le metía en la cabeza, Jessie no paraba hasta lograrlo, era una mujer tenaz.

Entonces, Sage debía distraerla.

—¿Qué pasó con la investigación?

Jessie logra mantenerse en pie, Sage se aparta pero sin atreverse a quitarle los ojos de encima. Ella avanza un poco, pero se detiene a mitad de la cocina, recorre el lugar con la mirada nerviosa como si no reconociera que esta es su casa.

—Arif se suicidó —responde, en un hilo de voz, Jessie tiembla con la declaración y Sage siente un dolor profundo, que arde—. Y creo que ya sé por qué —agrega, intentando encontrar su firmeza—. Pero primero... —Levanta la mirada, la dirige a la entrada de la cocina—. Demonios.

Jessie gira y corre a las escaleras, le gruñe a Sage antes de que decida seguirla y después aparece con un maletín abierto, lo deja en la isla de mármol de la cocina y tira de la mano de Sage.

—Quédate aquí, llama a Derek y entrégale esto. Él sabrá que hacer.

Sage observa el maletín, tiene tubos delgados con líquido rojo oscuro, casi negro, además de papeles.

—¿Qué es?

Jessie le mira, con una expresión seria y rotunda en sus ojos color avellana.

—Muestras de sangre para una vacuna.

Y tras decir eso, corre hacia la puerta y la deja con mil preguntas y enormes ganas de abrazarla. Gruñendo bajo, con la amargura apretando su pecho, Sage regresa su atención al maletín. No entiende nada de lo que hay escrito en los papeles, no entiende nada de lo que sucede.

Pero conoce la forma de trabajar de su hermana, Jessie no dice cosas al azar y Sage confía en ella. Si lo que hay en esos tubos es lo que necesitan para elaborar la vacuna contra la Enfermedad L, es un milagro caído del cielo.

Lo primero que se le cruza por la mente es buscar su teléfono celular, pero luego recuerda haberlo dejado sobre su cama antes de salir rumbo al sitio subterráneo en el que cultivaba sus flores. Maldice por lo bajo, subiendo a la habitación en la segunda planta, Sage busca el anotador digital de Jessie, lo encuentra en uno de los cajones de la mesa de noche junto a la cama. Lo desbloquea y busca la función de comunicaciones, marca el código y número de Derek, cuando no obtiene respuesta marca el de su compañera.

Sonríe cuando piensa en eso, es inevitable no hacerlo. La pareja le da tanta ternura, Jeanine y Derek son el uno para el otro.

—Hola Sage —responde la mujer, su voz es amable, sin el tono habitual de lugarteniente—. ¿Cómo estás? ¿Qué necesitas?

—Bien Jeanine, ¿tú? Oye, necesito hablar con Derek... —Se muerde el labio—. Jessie regresó.

Del otro lado se escuchó un suspiro aliviado.

—¿Se encuentra en casa? Iré para allá, Derek está bañándose.

—Eh..., no..., acaba de irse, fue a ver a Reed. Jeanine..., dile a Derek..., no, mejor dile que se quede en donde está, iré a su casa.

—Espera, Sage, ¿qué sucede?

—Iré para allá —dijo, y finalizó la llamada.

Estuvo tentada en marcarle a Harry solo para saber si estaba en casa, pero decidió cumplir con el mandato de Jessie, regresó a la cocina, cerró el maletín y salió de la casa. Media hora después estaba en la guarida de su Alfa, una cabaña pequeña de un solo piso escondida entre un grupo de pinos viejos.

—Sage —saludó Jeanine al abrir la puerta, con un abrazo fuerte que ella correspondió—. Entra.

La última remodelación le dio un toque de calidez a la sala principal, sillones nuevos y una chimenea más grande de piedra, todo en tonos grises que hacían que las decoraciones en las paredes no quedaran perdidas de vista. Y Jeanine resalta en la sala como un pulso de energía, poder y fuerza, que pica contra la piel y vuelve a su loba ansiosa por complacer.

Jeanine cierra la puerta, sostiene a Sage por los hombros y le invita a tomar asiento. Ella viste un suéter rosado de cuello ancho, jeans azules y botas marrón claro. El nuevo dije de metal brilla en su pecho, es una luna en cuarto creciente.

Ella es la luna de un lobo, y Derek es su lobo.

—Siéntate, vamos a hablar, ¿qué es lo que está pasando?

Por supuesto, Jeanine no es solo la mujer y compañera de Derek Miller, Alfa del clan Moon Fighters, ella es la mujer más fuerte del clan, su mano derecha, amiga y confidente, su lugarteniente. Una mujer que ha roto las barreras de las tradiciones antiguas y el reglamento de conducta, pero ha hecho sentirse orgulloso de pertenecer al clan a cada mujer, hombre, niño y anciano.

Porque Jeanine representaba la fuerza y tenacidad, pero también la compasión, la ayuda mutua fue el salvavidas del clan cuando quisieron romperlo.

Despachando los recuerdos donde Sage y su madre tuvieron que pasar un tiempo como refugiadas en el clan White Claws cuando el suyo atravesaba un profundo conflicto interno, Sage decide ordenar sus palabras antes de hablar.

Cuando levanta la mirada y busca la de Jeanine, la encuentra calmada y esperando.

—Jessie está con Reed, pero me ordenó entregarle este maletín a Derek. Dijo que las muestras de sangre que contiene es lo que necesita para producir una vacuna.

La mirada de Jeanine se vuelve más oscura, llena del poder que cruje y se retuerce dentro de ella, la loba se tensa y Sage siente la necesidad instintiva de hacer cualquier cosa para tranquilizarla.

—¿Está segura de eso?

—Yo le creo.

Jeanine extendió una mano hacia el maletín que Sage todavía sostenía por las agarraderas, dudó un segundo pero luego recordó que Jeanine era parte del corazón de Derek y podía confiarle cosas tan delicadas como esta. No se trata solo sobre el vínculo que comparten, ni la intimidad cercana y cómplice que demuestran en público, sino que, Jeanine esperó diecinueve años para poder estar con Derek.

Era la prueba de perseverancia más grande de la que había visto y oído.

—¿Entiendes lo que está escrito en los papeles?

Jeanine no era científica, pero debía tener mayor conocimiento sobre ese campo que Sage debido a que le ayuda a Derek con las tareas de supervisión en los laboratorios del clan.

—Parecen notas de investigación —dice, sus dedos revisan los bordes del maletín, se hunden en los extremos revelando el fondo—. Hay algo más.

Jeanine levanta el compartimento de los tubos con cuidado y lo deja sobre la mesa central, en el fondo del maletín hay un anotador digital.

—Esto debe contener todos los detalles.

—¿Por qué pareces escéptica?

Jeanine voltea su mirada hacia Sage.

—Porque es demasiado bueno para ser verdad.

En eso, sus vellos se erizan cuando aparece Derek desde la entrada del pasillo que se encuentra a la derecha de la puerta. Descalzo y vestido con un suéter negro y jeans grises, su cabello que suele ser castaño claro ahora está oscurecido por la humedad, rodea el sillón y revuelve el cabello de Sage.

Ella se levanta y recibe su abrazo, el olor del Alfa es reconfortante a pesar de estar fundido con el de su compañera, Derek también respira contra su cuello y emite un gruñido muy bajo. No dice nada sobre el evidente hecho de que tiene un segundo olor bajo la piel.

—Siempre es bueno verte Sage —dice, segundos después se aparta.

Derek ocupa el lugar en el que antes estuvo ella, rodea el cuerpo de Jeanine con un brazo y besa su cabello plateado mientras frunce el ceño cuando ve el maletín, la sangre y todo lo demás.

—¿Esto es lo que trajo Jessie? —Pregunta directamente.

—Sí —afirma Sage mientras se apoya en el descansa brazos del sillón individual a la izquierda del Alfa—. Tardé media hora en llegar aquí, pero creo que Jessie debió haber llegado al territorio en el mediodía.

—¿Tú que opinas? —Pregunta Jeanine, subiendo una mano para extenderla en el cabello mojado de Derek—. ¿Crees que podamos crear una vacuna con esto?

Derek comienza a leer las notas de investigación, su ceño se frunce una y otra vez a medida que pasa página tras página.

—Lo dudo. Primero quiero averiguar qué sangre es y de qué, no podemos confiarnos de nada demasiado adornado.

—Llamaré al equipo de análisis, enviaremos las muestras de inmediato.

—Bien.

Tocando la mejilla del lobo, Jeanine regresa todo de nuevo al maletín. Derek, con los codos apoyado en las rodillas y los dedos entrelazados sobre los que apoya su barbilla, sostiene una expresión pensativa pero su voz es más suave cuando pregunta:

—¿Dónde está Jessie? Conociéndola me habría entregado esto personalmente junto al reporte de su misión.

Sí, eso es cierto, piensa Sage, pero Jessie está trastornada por Sawyer, sus emociones que siempre estuvieron ocultadas por su sarcasmo y fuerza de voluntad ahora emergieron violentas y feroces, cuando Sage vio a su hermana comprendió lo que estaba sintiendo, amor, necesidad y miedo.

—Está con Reed, tuvieron un problema.

Y con eso fue suficiente para que Derek voltee hacia Sage, sus ojos color miel están alertas.

—¿Qué clase de problema?

—No lo sé, pero parece que involucra a Sawyer. Ella dijo que lo perdió.

—Rayos.

Derek se pone de pie, su mirada busca la de Jeanine cuando ella regresa poniéndose su abrigo verde oscuro.

—Iré a ver a Jessie.

—Yo voy al laboratorio.

—De acuerdo.

—Voy contigo —agrega Sage, Derek acepta con una inclinación.

—¿Tú estás bien? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien, ¿de casualidad tienes un teléfono de sobra?

—Tenemos uno de emergencia —responde Jeanine y vuelve a perderse por el pasillo, luego le entrega el delgado aparato negro—. Está cargado con todos los números de contacto del clan.

—Gracias.

Sage corresponde la sonrisa gentil de Jeanine con otra y luego aparta la mirada cuando Derek arrastra a la mujer lugarteniente en un beso áspero. Su estómago vuelve a picar con un hormigueo intenso, la presencia de Harry, sus ojos, su calor... Regresa a ella, Derek la encuentra ruborizada y le sonríe.

—Vamos.


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