GATO: Deséalo y perderás [+18...

By thebabypes

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... More

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EPÍLOGO
E X T R A

V E I N T I U N O | D E T E C T I V E

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By thebabypes

«Necesitaba salir de aquí. Pero yo solo no podía y lo que me estaba matando era el saber que mis padres estarían sufriendo»

Clarlie.

BLAIR

Observé el letrero, donde ponía mi nombre, en la misma entrada. Cerré el despacho y solo esperé que fuese otro día tranquilo, como últimamente acostumbraba.

Hacía tiempo que no tenía demasiado trabajo para ser detective privado y no paraba de replantearme en buscarme otro trabajo. No había tantos trabajos interesantes como antes, ahora solo solían venir hombres y mujeres para que investigase a sus parejas por si eran infieles, o empresas que querían saber si su trabajador realmente tenía una dolencia y estaba de baja o tomándose unas vacaciones.

Aunque lo cierto, estar una época así solamente, no estaba nada mal. No había que hacer mucho, solo seguir el rastro.

Me senté en mi silla y encendí el ordenador mientras miraba la lista de citas que tenía previstas para ese día. Ahí fue cuando vi el nombre de los O'Neill, los padres de aquel chico que había desaparecido en extrañas circunstancias. No paraba de salir en las noticias y me hacía preguntarme que es lo que había ocurrido.

Dudaba que fuese porque se hubiese marchado él mismo o un secuestro. Si hubiese sido un secuestro, ya los padres hubiesen tenido noticias de ese chico... Había algo más y saber que sus padres iban a venir a pedirme ayuda para ese caso, significaba que habían cosas que la policía no podía hacer y supe que debía decirle adiós a mi tranquilidad.

Respiré hondo en cuanto escuché unas voces que provenían de la parte de fuera de mi despacho y mi secretaria hablaba con un matrimonio.

Me miré al espejo, para ver si estaba bien peinada y traté de mirar si el maquillaje que tenía estaba perfecto antes de recibir a unos clientes.

Tocaron en la puerta y dije "adelante", viendo a un matrimonio, la cual la mujer se veía completamente destrozada y el hombre se veía más entero. Aunque por mi experiencia, los que peor lo llevaban eran las personas que se veían así de enteras, porque todo lo que sentían se lo guardaban para sí mismos.

Me levanté de mi asiento, saludando a aquellos padres y les invité a sentarse.

—¿Son los O'Neill? —pregunté, aunque ya sabía que eran ellos.

Siempre era mejor preguntar.

—Si.

—Por favor, siéntense. Soy la detective Blair Evenson. Cuéntenme —dejé que fuesen ellos los que iniciaran la conversación y me explicasen todo desde el principio.

—Sabrá que nuestro hijo ha desaparecido. Necesitamos encontrarlo, saber donde está y si está bien. —Habló el hombre y yo asentí mientras lo escuchaba—. Me han recomendado a usted, que es buena detective y que ha resuelto casos muy difíciles que la policía no ha sido capaz.

Asentí, antes de empezar a hablar;

—La diferencia entre la policía y yo, es que yo suelo entrar en sitios donde la policía no tiene jurisdicción —expliqué y saqué todo el aire que tenía en mis pulmones para comenzar con la investigación—. Necesito fotos de su hijo, donde estudia, sus amigos, sus antiguas parejas, toda su familia. Todo lo que me diga con quien se juntaba.

Ahí fue cuando la mujer, que estaba callada y bastante destrozada, dijo;

—Esa es otra... La policía nos dijo que nuestro hijo ha podido ser secuestrado por una mafia.

Arrugué la frente y me quedé callada, tratando de tragar aquella información.

De ser así, todo esto era mucho más gordo de lo que me esperaba. Si encontraba pistas de que así fuera, implicaba algo más que un secuestro. No iban a pedir dinero por él a sus padres para lucrarse, le utilizarían para lucrarse por los servicios que daría.

Me quedé asombrada por aquello y pregunté;

—Espera... ¿La mafia de Londres? ¿La del boxeo clandestino?

—¿La conoce? —cuestionó el hombre.

Asentí.

—Cualquiera que investigue sobre todo lo que ocurre en esta ciudad, la conoce. ¿Están seguros?

Ambos se miraron mutuamente y asintieron, algo dudosos.

—Eso es lo que queremos saber.

Asentí, dando toquecitos sobre la mesa mientras movía los talones de mis pies para que los tacones chocasen contra el piso.

Miré el ordenador encendido, viendo todas las citas que tenía previstas para ese día y luego dije;

—Vale... Investigaré, de ser así y descubro que está metido en esa mafia, no les prometeré nada. —Fui sincera desde el principio—. Puedo involucrarme, fingir estar dentro y tratar de salvarle, pero no será tarea de unas semanas, eso se los aseguro. Puede durar meses, pero les prometo que haré lo que esté en mi mano para mantenerlo a salvo.

El hombre asintió, desesperado y ahí fue cuando empecé a verle el rostro destrozado que seguro que llevaba escondiendo tiempo.

—Vale... Le pagaremos lo que sea necesario. Si necesita más dinero para entrar, pídemelo, no es por falta de dinero.

Sonreí al escuchar aquello. Negué con la cabeza, mirando hacia la ventana, donde podía ver las vistas de Londres y tragué saliva recordando a todos esos familiares que habían perdido a un ser querido. Sobre todo, la incógnita de aquellos a los que sus familiares habían desaparecido y no habían vuelto a saber de ellos. Muchos no tenían los medios para encontrarles, no tenían dinero, pero siempre debía haber alguien que los ayudase. Yo era ese alguien antes de que un fallo hacía un año comenzase a circular una mala reputación en mi entorno.

Un fallo después de tantos años dedicándome a la investigación privada, tantos años haciendo las cosas bien, para que solo te recordasen por un fallo que me hace tener pesadillas casi todas las noches.

Así era el ser humano, siempre se acordaría de todas las cosas malas y nunca de las buenas. Podrías hacer mil cosas bien, que siempre se acordarían de una sola cosa que hubieses hecho mal.

Ojalá no hubiese cometido ese error, y me hizo preguntarme porque le habían llegado buenas críticas de mí a esos padres desesperados, después de que todos me criticasen y empezasen a burlarse por ser una mujer y por el color de mi piel. Negué con la cabeza, miré a aquellos padres y dije;

—Si... Ustedes tienen el poder de poseer dinero, pero hay otros que no e igualmente les ayudo. Solo les pido tiempo, el dinero no me es problema.

La mujer, con los ojos hinchados de tanto llorar, dijo;

—Muchas gracias, inspectora Evenson.

Asentí al ver como la mujer me agarraba con fuerza las manos y me lo agradecía con ese simple gesto. Sonreí para continuar;

—Solo les digo que no contacto a nadie por móvil, solo para algo simple. Vendrán aquí cada 15 días. Si hay alguna información que contar, iré a vuestra casa. —Me levanté, para acompañarlos a la puerta—. Los teléfonos solo son unos chivatos y en un sitio donde existe la mafia como esta, no merece la pena contar las noticias por ese medio.

El hombre asintió.

—Lo comprendemos.

Abrí la puerta y los acompañé a la salida, mientras mi secretaria nos miraba.

—Mientras, sé que es difícil, pero sigan con su vida. No insistan con esa mafia, yo haré todo el trabajo.

Me despedí de ellos y me acerqué a aquella entrañable mujer, la mejor secretaria que podría tener un detective privado y, a pesar de que muchas empresas no la hubiesen contratado por ser considerada una "mujer mayor", para mí no había nadie mejor que ella para hacer ese trabajo. Tan solo tenía 59 años, pero para el trabajo, ya era ser demasiado adulto para trabajar y eso no debía ser así.

—Isa, trata de cambiar todas las citas previstas de toda la semana. Me voy a meter en un caso complejo y puedo estar bastante tiempo así.

Isa asintió tras sus enormes gafas y sonrió con cariño.

—De acuerdo. —Vi duda en su mirada y sabía que tenía dudas sobre el caso.

—Pregúntame, Isa —dije.

—¿Crees que puede estar metido en esa mafia? Ese pobre chico no para de salir su imagen en las noticias.

Respiré hondo, mirando el lugar de mi trabajo vacío, solo con nosotras 2 y asentí.

—No por voluntad propia, pero me lo creo. Solo la semana pasada han desaparecido 23 jóvenes en esta ciudad. No es casualidad. —Negué mientras me iba a mi despacho para recoger mis cosas y empezar a hacer llamadas—. Algunos pueden ser por otros motivos, pero la gran mayoría es por esta mafia. Hay que hacer algo y la policía suele tomarse siempre su tiempo. —Miré a mi secretaria y dije. —Yo no.

Me acerqué a la puerta y me giré para decirle a Isa;

—Cualquier cosa me llamas y vendré corriendo. Pero estaré todo el día fuera de la oficina. Trata de desviar todas las citas para la semana que viene.

Nos despedimos y yo empecé a hacer llamadas para comenzar a investigar sobre aquella extraña desaparición.

GATO

Los labios de ella me traían como loco. Ni siquiera podía dejar de mirarlos y de desear poder volverlos a sentir en mi cuerpo.

Felina era una mujer de lo más hermosa que había visto en mi vida, pero sentía que apenas conocía nada de ella y ese sentimiento de que había algo que escondía y que no me quería decir, era lo que me tenía completamente dudoso.

Ambos nos encontrábamos en mi viejo coche, dispuestos a dirigirnos hacia otro trabajo que Magnus me había pedido, que era ir a amenazar a alguien que no pagaba sus deudas con él y hacerle pagar de una forma u otra.

Odiaba que Felina me viese hacer eso, hacer daño a otras personas, aunque fuesen personas que hicieran daño a otras personas. Pero lo odiaba. No quería que ella me viese así, de esa manera. Quería que ella tuviese una imagen diferente de mí, no del típico chico malo lleno de tatuajes y que solo pensaba en violencia.

No quería eso.

Pero cuando la miraba, sabía que ella merecía alguien mejor que yo.

Sabía que nunca tendríamos nuestro "final feliz", pero alguna esperanza comenzaba a salir en mi pecho. Pero no dejaba que esa esperanza saliera a la luz, sabía que no llegaríamos a ningún lado siendo lo que yo era y a lo que yo me dedicaba.

Jamás saldría de este trabajo, era de esperar.

Pude ver que no se encontraba cómoda y la entendía.

No quería que estuviese metida en todo esto por mi culpa.

—Sé que no te gusta que amenace a gente, pero es mi trabajo, Felina —susurré.

Felina me observó y, en vez de decirme alguna frase normal, me sorprendió al escucharla decir;

—Ojalá pudiese sacarte de este trabajo.

Apreté la mandíbula, enfadado de escucharla decir aquello. No me gustaba por el mismo motivo de que, si ella si quiera lo intentase, le harían daño y yo sufría el resto de mi vida por ello.

Era capaz de cualquier cosa por ella.

Cualquiera por tenerla a salvo.

—Ni se te ocurra sugerirlo.

Felina arrugó su frente mientras la miraba.

—¿Por qué?

Me callé para que no supiera el motivo y no asustarla. No quería asustarla jamás.

—Por Magnus, ¿verdad? —cuestionó, haciendo que la mirase—. Lo sé... A mi me amenazó exactamente igual con hacerme daño si tu dejabas el boxeo.

Apreté mis puños sobre el volante y el corazón comenzó a latirme con mucha fuerza al escucharla decir aquello.

Y saqué al exterior ese enfado tan característico que tenía.

—¿Qué? ¿Eso fue lo que pasó aquel día?

Pero Felina también tenía su mal genio, por lo que me contestó;

—No pienso decirte nada. Porque irás a por él y te hará daño.

Negué con mi cabeza y, aunque en el fondo me gustaba verla como se preocupaba por mi, no quería que acumulase cosas negativas dentro de ella.

Suspiré.

—Si te hace daño a ti, ya puede considerarse hombre muerto.

—Gato... —advirtió con aquella voz tan peculiar.

Negué con la cabeza y continué;

—Dime una cosa... —Me giré para poder mirarla mejor a los ojos—. Dime la verdad del motivo por el que estás aquí, aguantando a personas como yo.

Ella calló unos segundos y vi como en su mirada había algo que me escondía.

—Ya te dije que necesito el dinero.

—No... —Negué. —Ni por todo el dinero del mundo aceptarías un trabajo como este.

Ella no me dijo nada, silenció mientras miraba hacia la ventana, esperando que cambiase de tema y lo dejase estar. Pero no lo iba a dejar hasta que algún día se abriese a mí. Quería que confiase en mí, éramos compañeros y algo más en la intimidad, y yo confiaba en ella y Felina sabía cosas de mí, pero yo de ella no sabía nada y se cerraba en banda cada vez que trataba de hablar con ella.

Llevábamos así 2 meses y eso me hacía pensar que no iba a confiar en mí. La entendía, ¿quién confiaría en alguien como yo que solo buscaba problemas? Pero no por eso no significaba que no tuviese la esperanza de que lo hiciera algún día.

Quería que se abriese a mí emocionalmente y quería saber más de ella, mucho más.

Vi como ella me observaba el torso semidesnudo, gracias a la camisa desabrochada que tenía y que dejaba ver todos mis tatuajes. Me gustaba verme elegante y ver el efecto que causaba en ella. En parte, lo hacía por ella para ver el rostro que ponía y saber que quería follarme en ese mismo sitio.

—Sigo esperando, Felina.

—No —contestó con rotundidad.

Arrugué mi frente y pregunté;

—¿Por qué?

Silenció unos segundos antes de decir;

—Porque dejarías de hablarme.

Aquello me dejó con muchas más dudas y me pregunté que es lo que tenía que esconder como para que dejase de hablarla. Me imaginé cualquier cosa, incluso algún pasado oscuro que ella tuviese para acabar en este sitio y jamás se me ocurriría juzgarla.

Pero había algo que no paraba de darme vueltas a la cabeza sobre mis sospechas, y sonreí.

—Ponme a prueba —contesté con aquella voz grave que solía definirme y Felina sonrió fugazmente, sin llegar su sonrisa a sus hermosos ojos.

Conduje por las calles de Londres hasta que llegamos al local de unos hombres que utilizaban los servicios que ofrecía Magnus y que no habían pagado en ningún momento.

—Ya hemos llegado.

Ambos bajamos, yo preparé mi arma blanca mientras que ella se tensaba.

Entramos al local y yo le susurré a Lisa para que se pusiera tras de mí. Y ahí, fue cuando el dueño salió y dijo;

—¡Gato! ¿Vienes a quitarme el dinero?

Sonreí de aquella manera que parecía temer muchas personas, pero no fue ese el caso de aquel hombre.

Di un paso hacia adelante y me aseguré que Felina siguiera detrás de mí.

—Le debes bastante dinero al jefe. Vengo a por lo que es suyo.

El muy cabrón negó con la cabeza y dijo, tras el mostrador;

—No tengo dinero, Gato. Tú y tu gatita pueden venir en otro momento.

Apreté la mandíbula por como la estaba tratando y advertí;

—Sabes que eso no va a ser posible, Fabio.

Todo sucedió en pocos segundos, cuando varios de sus hombres salieron de su escondite y el hombre escapó sin que pudiéramos hacer nada. Empujé a Felina para que se escondiera tras una columna y Felina, sorprendiéndome nuevamente, sacó su arma y empezó a disparar para defenderme.

Observé como pude y vi como un coche salía del garaje, derrapando para huir de aquella zona, viendo de quien se trataba.

—¡Ese hombre se escapa! —elevé la voz por culpa del ruido de los disparos.

Temí porque Felina resultase herida por mi culpa e hice lo posible por llevármela de allí antes de que todo se pusiera peor.

Huimos como pudimos del lugar, cuando sentí las manos de Felina metiéndolas en mi pantalón.

Observé la tienda, que en cualquier momento saldrían por la puerta de atrás para seguirnos, ya que el mostrador les impedía llegar a nosotros y dije;

—No es momento para follar, Felina.

Ella me dedicó una mirada llena de enfado que me fascinó ver en ese momento de estrés, cuando sacó las llaves de mi coche y arrugué la frente. Ella se subió primero y, no gustándome nada que utilizara mi coche, a regañadientes, tuve que sentarme en el lado del copiloto.

Fue ahí que tomó el control de la situación, arrancó el coche quemando rueda y de la velocidad que tomó, me hizo pegar mi cabeza en el respaldo del asiento.

Comenzó a manejar el coche como si fuese una piloto de carreras, sabiendo esquivar a los coches que veía, como cambiaba de marcha y la forma de apretar el acelerador y el freno.

Me quedé asombrado, descubriendo algo más de ella que desconocía y me hacía pensar muchas cosas sobre esa mujer que estaba a mi lado.

—¡Joder! ¿Dónde mierda has conseguido aprender a conducir así?

Ella hizo un giro tan rápido que tuve que agarrarme como podía en mi propio coche.

—Jamás te lo imaginarías —contestó con algo de chulería.

—Dame tu arma —dije al ver el coche de aquel cabrón.

Felina me miró unos segundos antes de volver a mirar hacia la carretera.

—Mi arma principal no. —Bajó la mano hacia sus tobillos que estaban escondidos tras aquellos pantalones y sacó otra arma más pequeña para entregármela—. Toma.

Arrugué mi frente, mirándola.

—¿Pero cuantas armas tienes?

—¿Te crees que es momento de charlar? ¿Quieres un maldito café o algo? —contestó con furia mientras manejaba con rapidez.

—De acuerdo, pero tenemos una conversación pendiente —respondí, abriendo la ventana del coche y sacando la mano para empezar a disparar.

Me aseguré de que no hubiese nadie en la calle en ese momento para no dispararle a nadie inocente. Pero lo peor vino cuando escuchamos sirenas policiales y, por el espejo retrovisor, vi una patrulla siguiéndonos.

Maldije en alto.

—¡Joder! La policía, Felina —advertí. —Esos idiotas siempre aparecen cuando menos se les necesita.

Felina dio un giro innecesario que hizo darme un golpe en una esquina de la ventana, lo que me hizo pensar que lo hizo adrede.

—Perdón —respondió sin más.

Negué con la cabeza y Felina se dirigió hacia un callejón, me bajé rápidamente, advirtiéndole a Felina de que se quedase dentro del coche y caminé rápido, llegando hacia el coche y viendo como él salía para dispararme, pero yo fui mucho más rápido, matándolo al instante.

Cayó al suelo y ahí empecé a notar un fuerte dolor en una zona del estómago.

Al mirar, vi que tenía un disparo que me había rozado la bala, pero no era tan grave, pero lo suficiente para que me doliera a más no poder.

Vi a Felina bajar del coche con su arma entre sus manos y buscó a más personas para defenderme, asustado por creer que nos seguirían, grité;

—¡Felina, vete!

—Eso ni hablar.

—Te lo digo en serio, Felina —contesté con enfado—. Pueden matarte y la policía está aquí, puedes acabar en la cárcel por mi culpa —confesé, temeroso de verla entre rejas por mi.

Ella negó con la cabeza, ayudándome a caminar y dijo;

—No te preocupes por eso.

Ambos subimos al coche y ella dio marcha atrás, cuando el maldito coche policial nos hizo parar.

Apreté la mandíbula, y solo deseé que no le pasara nada a Felina y que no se pusieran a indagar en el fondo del callejón.

—Espérame aquí, trataré de quitármelos de encima —dijo Felina—. Aguanta, por favor.

Ella se bajó, sorprendiéndome por su valentía y caminó hacia la policía.

Mientras, apreté la herida con mis manos y luego miré el espejo retrovisor, asustado y preocupado por Felina. Quise bajarme del coche, abrir la puerta y entregarme para que ella no le pasara nada, pero vi algo que me extrañó por completo y me quedé quieto, mirando la escena desde el asiento del copiloto.

Ella sacó algo de su bolsillo y se lo entregó a la policía, estos miraron aquello y luego asintieron, mirando el espejo retrovisor donde yo los miraba y luego se marcharon como si nada.

Aquel simple gesto me dio mucho que pensar y arrugué la frente, callado por lo que empezaba a sospechar.

Felina caminó con elegancia hacia el coche y se sentó a mi lado, cerrando la puerta y mirándome, preocupada por la herida que tenía.

—Voy a llevarte al edificio a curarte esa herida. Pero creo que la bala solo te rozó, aunque hay que mirártelo por si tienes más daños.

Me quitó las manos con suavidad y empezó a mirar la herida con cuidado. Vi el rostro lleno de preocupación de ella, pero la duda de lo que acababa de ver no abandonaba mi mente.

Por lo que le pregunté;

—¿Qué les enseñaste? —cuestioné.

—Les soborné con dinero.

Por su tono de voz supe que mentía.

Arrancó el coche, pero las dudas sobre ella y su vida empezaron a caer como naipes por las sospechas que tenía desde hacía semanas sobre esa chica que estaba a mi lado.


***

Aquí tienen un nuevo capítulo de "Gato". Espero que les haya gustado.

¿Qué les ha parecido?

¿Que piensan sobre este nuevo personaje? ¿Conseguirá encontrar a Charlie?

¿Y Gato? ¿Creen que sospecha de que Felina es un agente de policía?

Mucho más el viernes ;)

Nos leemos :3

Patri García

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