En el momento en el cual llegue a mi casa, me bañe, me cambié de ropa y salí a la carrera. Mis tíos no estaban en casa y pude hacer todo sin dar explicaciones. Pedí un taxi y baje corriendo por las escaleras mientras me hacía una cola y tenía una barrita de cereales en la boca, atrincada por mis dientes.
Abrí la puerta y me subí.
—Al aeropuerto, por favor —le dije y la chica asintió con la cabeza a través del espejo retrovisor.
—¿Eras la novia de Pablo Gavi? Es que te pareces un montón.
—Sí —dije.
—Eres superguapa. Por las fotos se ve que eres guapa, pero en persona lo eres aún más.
—Gracias —le dije.
Durante todo el camino nos la pasamos hablando e incluso riéndonos como si nos conociéramos de toda la vida.
Al llegar al aeropuerto, salí corriendo después de entregarle un billete de cincuenta euros y decirle que se quedará con el cambio.
Me metí en el aeropuerto y miré para todos lados, pero la gente comenzó a agobiarme. Corrí como una loca de un lado para otro y vi en el panel que el vuelo en el cual venía Gavi, ya estaba aterrizando.
Después de preguntar, correr y demás, llegué al sitio por el cual iba a salir Gavi. En el momento en el cual las puertas se abrieron y salió él, me fui contra él y salté, hasta rodear su cintura con mis piernas y aferrarme a él con ambas manos.
—¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que deje de sentir esto, Gala? —dijo sin ganas y enterré mi cabeza en su cuello —. Ojalá la vida hubiera firmado un contrato invisible, el cual nos condena a estar juntos por toda una eternidad.
—Pero es que amar no siempre es suficiente, Gavi —le dije y sus brazos rodearon mi cuerpo —. Somos muy distintos...
—Gala...
—..., pero yo te quiero. Pero te quiero demasiado que soy incapaz de atarte a mí. Porque si te ato a mí, sería de persona egoísta y no me considero una persona así —le dije mientras lo miraba directamente a los ojos.
—Átame, Gala. Átame, por favor —me dijo y lo besé, fundiéndome con él en un beso lleno de lágrimas mientras me sostenía por el culo.
—Tengo... que... contarte... una... cosa... —le dije entre beso y beso.
—¿Vas a mandarme a la mierda otra vez?
—Jamás... podría... mandarte... a... la... mierda —le dije entre beso y beso, pero en el último se nos escapó una sonrisa.
—¿Y a dónde me vas a llevar? —me pregunto mientras salíamos del aeropuerto.
—A un sitio muy importante para mí —le dije y nos subimos a un taxi.
—¿Ah, si? —me preguntó —. ¿A la pista de patinaje? Porque no sabía que patinabas.
—Bueno...
—Si no es porque tu mejor amiga sube eso a la historia e inmediatamente se hace viral en las demás redes sociales, no me entero de que patinas.
—Estoy muy oxidada.
—No. Yo hago eso y me abro la cabeza.
—Y yo tomo un balón y soy incapaz de meterla en la portería.
—A mí me gustaría que me metieras un gol.
—Idiota —le dije y comenzamos a reírnos.
Llegamos al hospital, saqué de mi cartera la tarjeta de acceso al quirófano que está cerrado y que solo yo y Fernando tenemos acceso y nos sentamos en la galería, mirando para abajo.
—¿Un quirófano es tu lugar favorito?
—No es cualquiera quirófano —le dije y me senté entre sus piernas, apoyando mi cabeza en su hombro.
—¿Qué tiene de especial?
—Aquí murió el amor de mi vida y el de Fernando. En este quirófano murieron mi madre y mi hermano o hermana, nunca se supo que era. Desde ese día, Fernando lo mandó a cerrar y se replanteó si seguir en la medicina, pero...
—¿Pero?
Respiro hondo.
—Pero por mí no lo hizo. Gavi, yo no me quise deshacer de ti. Por Dios, cada día estaba más contenta, pero..., pero Gavi, yo me voy a morir.
—Gala, por favor, no...
—Tengo una enfermedad cardíaca —dije mientras las lágrimas que brotaban por mis mejillas, comenzaron a arderme —. Yo me voy a morir en cualquier momento.
—¿Qué estás diciendo, Gala?
—Yo no te quiero atar a mí, Gavi, porque —me levanté —..., esto que está aquí dentro, en el pecho no funciona.
Sus lágrimas abandonaron sus ojos y me miro sin dar crédito a lo que estaba diciéndole.
—Gavi...
—No lo entiendo. Espérate que piense. Déjame pensar, Gala, porque siento que me estoy volviendo loco.
Se levantó y caminó de allá para acá una, dos, tres veces o incluso más.
—¿Me estás diciendo que necesita un corazón nuevo?
—Sí.
—¿Y qué querías que rompiera el contrato porque te quieres alejar de...?
—Porque me voy a morir incluso antes de cumplir los dieciocho años. No hay un corazón compatible conmigo.
—Gala...
—Hace una semana tuve un infarto, lo que me pasó en la universidad, si era un preinfarto como tú dijiste. El mismo día que regresé a Madrid, por la tarde, tuve un infarto, porque colapse. Porque sí, porque me enteré de que mi compañera en la lista de espera, recibió un corazón y yo no tengo esa posibilidad.
—¿Cómo que no hay un corazón para ti? Por Dios, hay millones de personas que mueren al día.
—Pero ninguna tiene un corazón compatible conmigo —le grité entre lágrimas —. Sé que me voy a morir, pero tengo miedo. Gavi, estoy muerta de miedo —le dije y me abrazó.
—Tenemos que encontrar un corazón para ti. No te vas a morir, Gala. ¿Me oyes? No te vas a morir.
—Gavi, entiéndelo. —Me abrazó más fuerte.
—No, nunca lo voy a entender.
—Sí. Yo quiero que tú entiendas que me derrito por ti, pero yo ya no tengo tiempo —le dije —. Después del primer infarto, el segundo, en mi condición, es mortal. Tengo unos veintiocho días, como mucho, un mes. Y, claro, eso si no se me repite. Gavi...
—Cállate, Gala. Cállate por Dios —me dijo y me estrechó con fuerza contra su pecho.
—¿Quién sabe esto? —me pregunto.
—Fernando, mi ex entrenador de patinaje, tú y por supuesto, yo.
—Gala...
—Quiero, que después de mi muerte, te vuelvas a enamorar, seas el mejor futbolista y seas feliz con una persona que te quiera muchísimo.
—Gala, por favor, no me hables así.
—Por favor, promételo.
—Lo haré, pero prométeme tú a mí una cosa.
—¿El que?
—Si te llegas a..., bueno, a eso, me vas a esperar en la otra vida.
Lo abracé y comencé a llorar en alto junto a él.
—Promételo.
—Te lo prometo —le dije entre sollozos.
—No te puedes morir —dijo mientras seguíamos llorando, abrazados.
No sé cuánto tiempo pasó. Quizás pasaron horas o simplemente pasaron unos pocos minutos, pero se sentía como si hubiera pasado toda una vida y el corazón, al palpitar, se alineaba con el de él. Y es que, aunque no lo queramos, la vida se vuelve muchas veces complicada.
—Si algún día de estos, la vida me termina por soltar, Gavi, quiero que sepas que allá sé que encontraré la paz que solo conseguí entre tus brazos de una forma efímera.
—Te quiero muchísimo, Gala —dijo y acaricié su pelo con mis manos.
—Y yo a ti, Gavi. Y yo a ti.
—Joder, Gala —dijo entre lágrimas.
—Gavi, vive por mí, ¿okey? Vive como si, por respirar, tuvieras la suerte de devolverme la vida. Vive, Gavi.
—No te vayas, Gala. No puedes dejarme. Te necesito más de lo que puedes llegar a imaginar.
—Perdóname —le dije entre lágrimas y vi a Fernando en la puerta. Mirándome. Mirándonos. Y entonces vi como una gruesa lágrima se deslizaba por su mejilla.
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Nota de autora
Fernando, estoy segura de que Kaden Duperly y Danna Paola Palmer, estarán encantados de estar en tu clase en Todo es inestable a fuego.
Si fueran los Duperly, ya sabemos que hubieran secuestrado a una persona compatible y le hubieran arrancado el corazón. Es que los narcos Duperly. 😭❤️