No te emociones tanto

By PaulStonem

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Una chica normal y corriente con una obsesión: Un cantante de rock los 90 en plena crisis de los cuarenta. Él... More

Sinopsis
PRÓLOGO
1. No te enfades tanto
2. No te enfades tanto
3. No te agobies tanto
4. No te agobies tanto
5. No te muevas tanto
6. No te muevas tanto
7. No te obsesiones tanto
8. No te obsesiones tanto
9. No te emborraches tanto
10. No te emborraches tanto
11. No te líes tanto
12. No te líes tanto
13. No me llames tanto
14. No me llames tanto
15. No te rías tanto
16. No te rías tanto
17. No me esperaba tanto
18. No me esperaba tanto
19. No me beses tanto
20. No me beses tanto
21. No me subestimes tanto
22. No me subestimes tanto
0o0o Spoileati-me o0o0
24. No te emociones tanto
Epílogo

23. No te emociones Tanto

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By PaulStonem

23. No te emociones tanto



No debía de haber nadie en la oficina que no supiera que Vega y Vio irían al concierto de Deneb Murphy, más que nada porque se habían pasado la semana diciendo que todo lo dejarían listo el viernes diez de abril. Había sido una semana intensa de curro, tanto que las escuetas conversaciones con Alan eran lo que menos preocupaba a la morena. También era cierto que la cosa parecía haberse aflojado un poco después del fin de semana anterior. Vega intuía que Rico le habría comentado algo a Jenn en aquel showroom y después ella a su hermano. Las conversaciones entre Vega y el chico de las cejas espesas no eran muy largas porque el trabajo les estaba pisando los talones a ambos. Vega sabía que después del concierto, que las cosas andarían más relajadas, tenía que hacer algo para reflotar la relación con ese chico. No es que sintiese un dolor profundo pero le daba algo de rabia que la cosa se hubiera quedado sólo en un principio sin final o, mejor dicho, sin continuación.

En cuanto al tema D sobre el día D, todos estaban más que enterados y el ambiente en el trabajo se columpiaba ente el histerismo general en torno a una entrega y el fanatismo en torno a un concierto. Era por eso que Vega se estaba riendo muchísimo aquellos días porque sus compañeros hacían demasiadas bromas sobre el asunto. Las arquitectas más jóvenes metían prisa a toda la planilla porque Deneb Murphy tenía que dar el visto bueno. Vio se sumó a esa excusa inventada y no paraba de repetirlo todo el tiempo. Ni siquiera se acordaron de que Cob no había vuelto por allí. Bueno, un día sí que hablaron sobre él porque había sacado en su programa una entrevista-reportaje sobre Den en la que estaba en su casa viendo al fútbol con sus niños y con sus amigos. Vega lo había podido ver entre papeles y le había hecho mucha risa cómo el cantante hacía que su amigo se riera. Al ver cómo se trataban el uno al otro en aquel reportaje, Vega había tenido que admitir que era cierto lo que Cob le había dicho. Se veía a la legua que eran grandes amigos.

Vega se lamentaba de no dormir demasiado porque mientras dormía era el único momento del día que el que podía fantasear con miles de encuentros con su adorado artista. Por ejemplo que se cruzaban en la entrada y él la miraba como si no hubiera nadie más alrededor; o que ella pasaba delante de la puerta trasera, totalmente despreocupada, y se lo encontraba fumando; o que él la miraba entre el público mientras tocaba una de sus antiguas canciones de amor... Era capaz de imaginarse miles de encuentros y todos le parecían igualmente emocionantes, pero casi imposibles. Según se iba acercando el fin de semana, más nerviosa se iba poniendo. ¡Es que lo iba a ver al natural! Iban a compartir el mismo espacio y a respirar el mismo aire. ¡Qué pasada, joder!

El viernes por la noche y gran parte del sábado estuvo en casa de Vio para finiquitar los presupuestos. Ella estaba ayudando a su compañera porque había conseguido tener todas las licencias en orden. El sábado por la tarde llegaba a casa molida y le propuso una peli a Alan como plan relax pero, no vio lo que el chico respondía porque se conoce que debió de cerrar los ojos un momento y se quedó dormida profundamente en el sofá. A las horas se desveló porque tenía algo de frío y vio que pasaban de las doce. Vio que el chico le había contestado: «¿Cuál? Oye, peque, creo que se ha hecho un poco tarde. Nos vemos mañana ;)». Vega bostezó y se sintió una idiota por haberse dormido. Le iba a contestar que ya si eso el lunes, aunque simplemente le informó de su narcolepsia momentánea y mejor se fue a la cama.

Domingo doce de abril. Si no hubiese estado tan cansada por el trabajo, no habría podido dormir. Se despertó más temprano de lo que debería, desayunó con ganas, se duchó desgañitándose con canciones de los Rolling Stones bajo el agua, se puso cómoda pero coqueta, se puso sexy, se volvió a cambiar, probó con un look rockero y desenfadado pero no, al final optó por el cómoda pero coqueta y peinado despreocupado, se pintó los labios de rojo y salió de casa para buscar a Vio. La invitaría a comer por el centro y luego harían cola un par de horas antes de entrar. Tenía pensado que quizá pudieran entonarse mientras tanto con un par de litros de sangría, así su amiga no se quejaría de esperar durante demasiado rato. Estaba como una moto, todo el día. No podía parar de pensar en lo genial que sería todo. Estaba nerviosa, se notaba desde lejos. Es más, la gente se daba cuenta de eso cuando la veían caminando a su lado por la calle. Eso pensaba.

Los planes fueron surgiendo de forma más espontánea de lo que ella imaginaba, pero ya estaban en la cola esperando para entrar y, efectivamente, bebían de un vaso de litro de sangría cada una. No habían parado de gritarse emocionadas durante todo el día y parte de la tarde. Estar en la cola donde todo el mundo estaba igual de nervioso era, en parte, tranquilizador. Cuando veían a alguien demasiado emocionado se daban cuenta de lo ridículo que podía llegar a ser, por eso se cortaban un poco de chillar otra vez. Lo malo de la sangría, y si has dormido poco más, es que sube una alegría al cuerpo de manera muy rápida. Las chicas ya no paraban de tontear y bromear, de vacilar a los que estaban a su lado y esas cosas. Incluso animaron y corearon a una chica que rogaba a un portero que la dejara entrar sin entrada. Ella que le haría lo que le pidiese, como si tenía que enseñarle «las peras», literalmente; él que no, que no podía; a ellas les faltaban los pompones, porque el cántico de «¡Dé-ja-la-pa-sar!» lo tenían ya muy ensayado. Aquella noche todo estaba permitido. Decidieron no ponerse ningún límite, ¿quién sabía qué podría pasar?

Cuando le daba sus entradas al hombre que se las pedía en la puerta no podía creerse que ya hubiera llegado el momento de verles de verdad. Inspiró aire y lo soltó de forma entrecortada mirando a Vio que tenía una enorme sonrisa en la cara. Se agarraron de la mano y pasaron a la sala. Eran como si fueran amias desde la infancia. Así se sentía Vega, como una niñita de diez años que no sabía lo que le esperaba. Estaba emocionadísima. Tanto que no se enteró de lo que le decía un tipo con cara de pocos amigos hasta que la paró en seco tirando de su brazo. La chica lo observó con el ceño fruncido.

-¡El bolso! -le dijo el tío. Vega arqueó una ceja con reprobación-. Que me enseñes el puto bolso.

¡Joder! Vaya humitos que se gastaba el colega. ¡Qué impaciencia y qué descarado! Se lo abrió para que lo mirara, preguntándose si eso sería legal. Porque... ¿quién ha dicho que un desconocido te pueda mirar el bolso sólo porque él lo dice? Vega rodó los ojos y se acercó a ella Vio, sonriéndole al gorila y haciéndole un chistecito que casi, casi, hizo que el tipo sonriera levemente. Vega miró a su amiga y se alegró de que tuviera ese efecto en los hombres. Y también la envidió. Las dos cosas. Se sonrieron y entraron cogidas de la mano.

Había mucha gente y estaba oscuro. Pero consiguieron ir haciéndose hueco hasta la cuarta fila. Más cerca era imposible, pero Vega estaba totalmente fuera de sí porque era capaz de leer el YAMAHA del teclado. Eso quería decir que vería a Den muy, muy cerca. Bueno, eso si el chaval de delante bajaba los brazos, que aún no había salido la banda a escena y él estaba ahí dándolo todo. ¡Bah!

-¡Tíaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

-¡Ya, tía, ya tía! -le contestó Vio.

No había nada más que decir. Bueno, no tenían nada más que añadir. Estaban nerviosas. Aún quedaban unos treinta y cinco minutos. Vega, en ese instante, miró a su alrededor y se quedó un poco paralizada. En silencio pleno. No escuchaba nada a su alrededor. Era increíble que, desde hacía semanas, todo era Deneb Murphy y ahora ya por fin lo iba a ver. Ni si quiera era consciente de que habían estado más cerca de lo que podía imaginarse. Pero de lo que estaba segura, y ese pensamiento le llegaba en ese instante de golpe, es que estaba a minutos de ver a la persona que más brillaba en su vida. Porque, si hablaba de admirar, quizá su madre ocupara ese puesto; si hablaba de querer, a lo mejor era Vio; si hablaba de gustar... igual era un chico de cejas enormes y sonrisa perfecta. A saber, Deneb la deslumbraba demasiado en ese instante. La música volvió a sonar, al tiempo en que se daba cuenta de que su fisiología trabajaba con normalidad. Miró a su amiga y se mordió el labio con preocupación.

-¿Qué pasa?

-¡Necesito ir al baño! -respondió apurada-. La sangría tía, que está pidiéndome a gritos que vacíe mi vejiga.

-Maldita sangría, siempre igual... -soltó Vio haciendo reír a su amiga-. Pues... -observó el percal-. Cada vez habrá más gente así que ve y guardo el sitio de las dos.

-¿En serio? -preguntó para confirmarse, aunque era más un «gracias». La otra la empujó.

Vega salió en dirección al baño, aunque no tenía ni la más remota idea de dónde estaría. No le había costado demasiado pasar entre la gente, pero temía que sí que ocurriera después para volver. ¡Tenía que darse prisa!

No. No podía ser. Se había chocado con un chico por ir mirando a la pared en busca de un letrero que anunciase los aseos. Lo miró frunciendo el ceño con confusión.

-¿Tú? -preguntó. Luego se le escapó una risita. No podía creer lo que veía. ¡No podía ser verdad! Soltó una carcajada y lo abrazó emocionada. Quizá era por el alcohol, o quizá eran los nervios-. ¡Ay! ¡Eres tú!

-Vega, que me ahogás -dijo el chico sonando excesivamente argentino.

-¿Qué haces aquí? ¿Qué favores le has hecho al de la puerta?

-¡Oye! Me ofendes -dijo el chico alzando la barbilla-. Además no era mi tipo para nada -agregó haciendo una mueca de disgusto. Luego relajó el gesto y miró a su amiga creando expectación con las cejas. Ella lo miró sin mucha paciencia-. Me invitó un amigo, no como tú, perra malvada.

-¿Ah sí? ¿Y qué amigo?

Rico miró hacia detrás, donde se veía una barra con algunos atrevidos que pedían en vez de buscar sitio delante del escenario. Vega miró por la barra sin saber qué iba a encontrar hasta que, un chico de cejas espesas se giraba con dos copas en la mano. La morena abrió la boca por la sorpresa y luego miró a Rico. Por un segundo tuvo ganas de matarle, pero le podía la curiosidad.

-¿Por qué?

-¿Te acuerdas que tengo una amiga que se llama Jenn? Es hermana de este chico -explicó Rico antes de reírse. Vega le dio un puñetazo en el brazo-. ¡Au! Bueno. Él compró entradas, se enteró de que tú también tenías y como no tenía con quién venir, le pidió a su hermana mi número y ya ves. ¡Aquí estoy viendo al hombre de mis últimas semanas!

-Primero: ¡es el hombre de mi vida! Y segundo: a ese otro tampoco me lo vas a levantar.

-¿Ah no? Pues ve a por él.

-¡Pues eso voy a hacer!

Pero Vega no tuvo que andar mucho porque justo Alan llegaba hasta ellos. El chico le dio un vaso a Rico y luego miró a Vega disimulando una gran sonrisa que quería salirle. La chica arrugó los labios hacia un lado como si estuviera disconforme con algo. La verdad es que estaba encantada con verle después de tantos días tan raros.

-¿Por qué no me lo habíais contado? ¿Qué es eso de estar de secretitos?

-Bueno... -comenzó el chico en una vaga disculpa-. Como estabas tan liada en el curro, no queríamos darte envidia por si al final no podías ir -soltó. Vega medio sonrió incrédula-. Le he llamado esta tarde, ha sido mi último recurso.

-Eso tiene mucho más sentido -dijo ella sonriendo.

Se dedicaron una intensa mirada. Vega lo sintió. Sabía que había magia entre ellos, lo sabía. Porque le gustaba esa sonrisa, porque le gustaban esos ojos tan oscuros y ese cabello claro. Sabía que él sentía algo así por ella, lo sabía. Sólo tenían que verse de nuevo. Y él se acercó a ella y, sin pedir permiso ni nada, la beso lentamente en los labios. Vega sonrió cuando él se apartaba y se quedaron mirando.

-A lo mejor podríamos vernos... después del concierto -sugirió él como si acabasen de conocerse, como aquella primera vez que se besaban hacía semanas.

-Bueno... -sonrió de forma pícara-. Eso sólo si no me dice lo mismo Den esta noche. ¡No te emociones tanto!

Él se rio y negó con la cabeza. Esa chica no tenía remedio, pero le gustaba mucho. Y le hacía reír un montón. Ella frunció el ceño y le miró con disculpa. A él le dio un vuelco al estómago; otra vez no, no te vuelvas a arrepentir como la otra noche.

-Alan, yo... -empezó. Él frunció el ceño preparándose para lo peor-. Tengo que ir al baño. ¡No me aguanto y Vio me espera!

Uff. Menos mal. El chico sonrió y asintió. Todo iba bien. Todo iba a ir bien. Ella le dio un beso en la mejilla y se fue, no sin antes darle un empujón cariñoso a Rico. Ellos se quedaron mirándola para luego verse el uno al otro y encogerse de hombros. Rico se rio y Alan puso una mueca de resignación.

Vega pasó tras unos altavoces. No sabía si allí estarían los baños, sólo sabía que había ido al fondo a la derecha y los baños siempre están al fondo a la derecha. Un estrecho pasillo pareció darle alguna pista. Los baños siempre están en pasillos estrechos y oscuros. Pasillos con muchas puertas, como ese. Pasillos en los que en una puerta pone un cartel de «Privado». Y en las otras «Ladies & Gentelmen», pero en este caso no lo ponía en ninguna de ellos. Vega se quedó pensando que igual no debería de estar ahí. Miró hacia atrás y no vio a nadie. Se encogió de hombros. Mira, de perdidos al río. Si era una oficina o algo así, pues tendría baño, ¿no? Si lo seguía dudando perdería mucho tiempo. Rodó los ojos y se obligó a abrir la primera puerta.

No. No era el baño. Tampoco eran oficinas o algo así. Era un backstage. Uno puro y duro, de manual. Con sus botellas de agua en una mesa, con un sofá pegado a una pared frente a otra con un espejo con bombillas, con instrumentos desprovistos de sus fundas y con un Deneb Murphy que miraba hacia la puerta con una ceja levantada.

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