Mentiras Negras ✓

By Gimenabazante

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Raven Anderson no sabía muchas cosas de la vida, lo que si sabía era hacer un buen pan, atender su panadería... More

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Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo extra

Capitulo 31

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By Gimenabazante

La noche llegó más rápido de lo que ella anticipó. Después de pasarse un par de horas en la cocina, Raven llegó con el tiempo justo para darse un baño y vestirse. Indecisa miro sus vestidos sin saber qué ponerse. Christopher eligió un vestido rojo, para coincidir con la celebración, argumento, pero ella no estaba muy segura. Finalmente se enfundó en un vestido celeste simple, las mangas cortas y el escote redondo. Se trenzo el cabello y el le puso una peineta pequeña con una suave ristra de perlas colgantes que descansaban sobre su peinado. Chris insistió en que lleve una simple cadena de oro con un granate colgando en una suave lágrima. Ambos listos, se dirigieron a la casa de sus padres. Él no permitió que ella lleve las tartas, lo hizo lo mismo.

— Es la primera y última vez que lo haces Pajarita.

Ella lo miró confusa y el levanto las tartas.

— No tienes que hacerlo.

— No llevamos nada de regalo para ellos.

— Yo soy el regalo. — dijo él y ella arrugó la nariz.

— ¿Dónde está tu lazo?

Él se miró la entrepierna y ella se carcajeó.

— Eres incorregible.

— Este lazo es solo para mí Pajarita.

Al llegar a la casa no hubo tiempo para prepararse ni hablar. La puerta se abrió y salió corriendo una joven, Raven solo tuvo tiempo de quitarle las cosas de la mano de él antes de que el borrón de blanco se estrellara contra su pecho. Un suave sollozo femenino se escuchó y Christopher apretó más contra su cuerpo a la mujer. Raven observó como un hombre más joven que incluso su marido se acercaba.

Christopher abrazo a su hermana y trato de alejarla, necesitaba ver a quien estaba abrazando, necesitaba ver el rostro de esa niña que él recordaba. Pero los suaves brazos lo tenían aprisionado del cuello y pasó una mano consolador por su espada. Miro hacía arriba y se encontró con unos ojos oscuros y estiró una mano tratando de tocar a su hermano que lo miraba con la emoción en su semblante.

— Esme. — Dijo Daniel tomándola de la cintura y alejandola.

Ella se dejó arrastrar, pero los brazos de Christopher no estuvieron vacíos mucho tiempo, Daniel lo apretó en un sofocante abrazo.

— ¡Maldito bastardo! — Exclamó su hermano dándole unas palmadas en la espalda. Se alejó un paso y lo miro. — ¿Dónde carajo te metiste?

— Estuve ocupado. — Respondió con una sonrisa, medio abrazado con su hermano estiró la mano y entrelazo su mano libre con la de Raven. — Déjenme presentarles a mí esposa, Raven.

Daniel lo soltó y se acercó a ella.

— Un placer conocerte. — Le dio un suave abrazo.

Entre sus manos ocupadas lo único que pudo hacer fue aceptar el abrazo poniéndose de puntas de pie.

— El placer es mío.

Cuando ambos se separaron vieron a Chris acunando el rostro de su hermana y mirándola en silencio. Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro y luego plantó un sonoro beso en la mejilla de la joven con la que compartía el mismo color de ojos.

— Estás buenísima. Sabía que ibas a ser hermosa. — volvió a plantar otro beso en su mejilla y se alejó. — Mira Pajarita, si hubiera nacido mujer estaría así de buena.

Su hermana se sonrojo violentamente y Raven río suavemente.

— Estarías para comerte. — Coincidió ella y se acercó. — Es un placer conocerte a ti también, soy Raven.

— Un gusto. — Dijo la joven dándole la mano — ¡Estás casado! Mis amigas se morirán de la decepción.

Cuando entraron la mirada de Edmund brilló cuando vio a la doncella llevarse las tartas.

— Espero que eso sea lo que creo que es.
Christopher vio como su padre tomaba las manos de Raven y depositaba un suave beso en su mejilla, como solía hacer con su hermana, recordó. Al parecer su padre tenían debilidad por el sexo femenino, pensó perplejo.

— No sé vaya a emocionar mucho. — advirtió ella con una sonrisa. — No vaya a ser que le dé un telele y me culpen a mí.

Las caras perplejas de sus hermanos lo hicieron reír. Cuando Samuel se acercó Raven se alejó de su padre para saludarlo.

— Ansío probar una de tus creaciones, me llegó el rumor de que tu tarta de ruibarbo ganó el primer premio.

— No sabía que estaba en una competencia. — Ella lo miro y levanto el brazo triunfante. — ¡Soy una ganadora Chris!

Él sonrió y la tomó de la mano para saludar a su madre.

— Señora Theodore, está espléndida.

— Tu también, Raven. — Murmuró su madre mirando su collar.

Fueron conducidos a la sala y cuando estuvieron sentados, Esme atacó.

— Dinos Chris ¿Dónde estuviste todos estos años?

— Estuve aquí y allá, en ningún lado en particular.

— Te busqué durante dos años. — Dijo Daniel. — Fue como si la tierra te hubiera tragado.

— Quizá perdiste tus dotes.

Christopher hizo caso omiso de la mirada de su padre.

— Llegué a pensar que te habías cambiado el nombre.

— Cuando alguien no quiere ser encontrado suele tener éxito. — Dijo suavemente.

Raven se desentendió de ellos y se levantó, se acercó despacio al enorme árbol de navidad y lo observó absorta durante varios minutos.

— ¿Nunca has tenido un árbol de navidad? — La suave pregunta la sacó de sus pensamientos. Miro los perspicaces ojos de Edmund.

— Siempre quisimos tener uno con mí padre, pero no teníamos dinero para comprarlo. — Ella sonrió melancólica al recordar. — Christopher trajo uno en nuestra primera Navidad y era tan horrible y pelado que no pudimos dejar de reírnos durante horas. Intentamos decorarlo con galletas y otras cosas pero no hubo caso. Al final papá dijo que dejáramos de ponerle galletas, ni siquiera con las galletitas de una semana entera quedaría lleno.

— Lo llenaste demasiado de un lado. — Dijo
Christopher dándole un suave abrazo y ella se apoyó en él.

— Y se terminó cayendo. — Terminó con una risa ahogada. El acompaño sus risas.

— David nos obligó a comernos las galletitas que habías horneado para decorarlo.

— Recuerdo que yo si me las comí.

— No mientas. — Él le dio un ligero empujón. — Tuviste una idea perversa.

Ella miró a su padre y confesó.

— Las tiramos en mitad de la noche. Caminamos hasta la casa de Rachel, nuestra vecina y se las arrojamos a su ventana.

Ambos se miraron y rieron recordando. Edmond observó a su hijo reír libremente, mirándola como si ella fuera lo único en el mundo. Podía entender esa emoción que veía en su rostro, ella brillaba y prodigaba su encanto tan generosamente que incluso él disfrutaba de sus risas. Era su faro, su incorregible hijo había logrado encontrar ternura y un ancla en esa inocente mujer, aunque él dudaba que sea tan inocente como aparentaba. Su atención se desvió a sus otros hijos, Daniel estaba enfrascado en una tensa conversación con su madre, Samuel y Esme los miraban con ambos semblantes aburridos.

— ¿Qué pasó? — Le pregunto a Christopher.

— Daniel se puso un poco insistente sobre donde estuve estos años.

Ella lo vio susurrar una disculpa y se marchó dejándolos solos.

— ¿Problemas? — Preguntó ella cautelosa.

— Mí historia no concuerda con sus investigaciones.

— ¿Y qué investigó?

— Nada. — Le dijo él simplemente levantando los hombros.

—  ¿Estamos en problemas?

— Nos iremos mañana. — Aseguró él. — Essex nos espera.

— Espero que nos guste.

Fueron interrumpidos por Daniel que se acercó.

— Discúlpame Christopher, solo es que desapareciese y luego estás aquí como si nada hubiera pasado.

— No me gusta dar explicaciones de mí vida Daniel, me fui hace años por la misma razón. No importa dónde estuve porque saberlo no te va a reportar ningún beneficio.

— Te fuiste tan repentinamente. — Señaló los sillones y ambos se sentaron. — Supe de ti los primeros dos años.

— Lo sé. — Le contestó Christopher. — Tenías la mala costumbre de saber cuando el barco en el que viajaba llegaba a puerto inglés.

— Nunca dijiste nada. — Comentó Theodore mirándolos.

Christopher miró la mano de Raven apoyada en su falda, la tomó y jugueteó con sus dedos y habló.

— Daniel me ayudó mucho esos años, bajaba del Spell sin un solo penique y muchas veces… — Él levantó la mirada y miró a su hermano menor. — Muchas veces me salvaste del hambre. Por eso es que decidí no volver porque… no quería…

Suspiró y recordó que ese año nació su propia embarcación Black lies (mentiras negras), cambió su nombre en algún lugar en el caribe entre México y las islas a su alrededor y no volvió a Inglaterra hasta dos años después. Incluso después de desaparecer dos años, él sabía que su hermano lo esperaba en el puerto. Cuando volvía alguna que otra vez lo veía de lejos.

— En fin. — Él se desprendió de los recuerdos y sonrió. — Me gusto mucho América y me aventure por esos lados.

Los tres hermanos comenzaron con sus preguntas sobre el otro continente y Raven escuchó tan maravillada como ellos con sus descripciones. Cuando se sentaron en la mesa, mientras comían, ninguno podía dejar de preguntar, ella guardó silencio a pesar de que se moría por saber cuál había sido su lugar favorito, a cuales le gustaba volver.

— Nos enteramos de que varios países se independizaron ¿Participaste en alguna de esas independencias? — Preguntó Esmeralda.

— No. Cuánto más lejos estaba de esos lugares mejor. Aunque los visite muchas veces. Las costas de México son hermosas, Argentina está en el fin del mundo, el océano ahí es más salvaje y cuánto más bajas, más frío hace. Fui un par de veces a las Falkland… estuve ahí solo por la fauna.

— Era tu sueño. — Dijo Samuel. — ¿Dinos qué animales viste?

— Leones marinos, lobos marinos, ballena franca austral, delfines, orcas y pingüinos de diferentes especies, gaviotas, caranchos, petreles, palomas, skuas, cormoranes… podría pasarme toda la cena hablando de ello.

— ¿Las ballenas son tus favoritas verdad? — preguntó Esme.

— Las orcas. Un año alojamos a un biólogo marino y navegamos siguiendo la migración de las orcas. Fue extraordinario, las aguas, su comportamiento hacía nosotros. — Christhopher sonrió emocionado. — Una vez nade tan cerca de ellas que con solo estirar las manos podía tocarlas. Dejamos al hombre en las Falklands y seguimos camino.

Y ese viaje, recordó el, fue el único que hizo sin dudar ni robar durante un año. Y su tripulación aguantó, porque él les pagó para que hicieran silencio y no exigieran saquear los barcos que cruzaban. Y cuando llegaron a destino y se despidieron, su tripulación estalló en algarabía porque volverían a sus fechorías; pero su corazón se rompió al verlo con su grupo de científicos y guías, dispuesto a descubrir y estudiar esas hermosas criaturas.

— ¿Y qué hacía el barco? ¿Era tuyo? Espero que sí. — Dijo Daniel.

— Transporte de mercancía. Pero suficiente de hablar de mí. — Lo corto sabiendo que haría más preguntas. — Dime Esme ¿Estás comprometida?

— No. Aún no he cazado un buen partido. — Dijo mirando a su padre y luego quitando la mirada. — ¿Cómo conociste a tu esposa? Me imagino que la viste en una fiesta y te quitó el aliento al verla. — Dijo la joven soñadora.

— Raven y yo nos conocimos en otras circunstancias.

— ¿Ah sí? ¿Cómo? — La curiosidad de todos era palpable, su padre lo miraba fijamente.

—  Trabaje en su panadería, era su ayudante.

— ¿Tu? — Preguntaron a coro y varios lo miraron abriendo mucho los ojos.

Raven apretó los labios para no reír.

— Y era muy bueno. ¿Verdad? — Él la miró y entrecerró los ojos al verla aguantar la risa.

— Excepto cuando quemabas las cosas.

— Fue solo una vez.

— ¡Mentira! — Ella río fuerte, dejó la servilleta en el lado derecho al lado de la suya, los cubiertos dejados sobre el plato así nomás. — Quemaste varias bandejas de pan, sin contar toda la tanda de tartas.

Christopher miró a su madre y disfruto perversamente al verla mirar reprobadora por el comportamiento de Raven, su madre era fanática de las reglas, educación y normas de etiqueta. En solo dos ademanes ella había roto dos reglas básicas de la mesa, dejando la servilleta del lado equivocado, hablando fuerte, los cubiertos dejados así nomás, sin contar con su forma de hablar. A él le encantaba, su forma libre de ser y su inocente ignorancia de las reglas, después de todo él también las odiaba y no pensaba cambiar nada de su salvaje Pajarita.

— Me perseguiste con esas mismas tartas por todo el patio y me las lanzaste a la cabeza. — Informó apoyándose en el respaldo y pasando un brazo por la silla de ella.

Varias risas se escucharon, incluida la de su padre.

— ¿Calientes? — Preguntó Esme con los ojos como platos.

— Por supuesto que no. — Dijo ella.

— Si hay dos cosas que Raven tiene es paciencia y puntería, acertó cuatro de cinco. Esperó hasta que estén frías, y a que esté afuera para hacerlo.

— Mí padre no podía ni hablar de la risa.

— Incluso varios vecinos hasta te gritaron dándote ánimos.

— ¡Que divertido! — Exclamó su hermana.

— ¿Has pensado en lo que hablamos Christopher? — Preguntó su madre cambiando de tema.

— ¿Sobre qué?

— Sobre quedarte un tiempo aquí.

Christopher suspiró largamente, Raven apoyó una mano en su pierna dándole su sutil apoyo.

¡Feliz día de la madre! Se que en otros países es su día. Así que espero que la pasen muy bien.

Aquí en argentina es el día del trabajador. Asique feliz día también. 🥰🥰🥰

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