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CAPÍTULO 3
❝ CAZANDO ORCOS ❞
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Habían estado montando durante un par de días cuando se encontraron con su primer grupo de orcos. Juntos, los cuatro habían cabalgado hacia el enemigo sin temor. Luïa disparó flecha tras flecha, y antes de que una de esas criaturas cayera al suelo, la arquera ya estaba sacando otra flecha y apuntando a otro orco. Elladan y Elrohir también dispararon algunas flechas, pero usaron principalmente sus espadas cuando estaban cerca, al igual que Aragorn.
En cuestión de minutos, habían matado a un grupo de treinta orcos o más y se habían reunido para mirar los oscuros cadáveres sobre la hierba verde. La joven respiró rápidamente con emoción. No había perdido un solo objetivo, y una sonrisa curvó sus labios ante la vista. Se sintió muy bien al saber que estaba ayudando a proteger la Tierra Media contra la oscuridad que representaban los orcos.
― ¿Te divertiste, Luïa? ―Elrohir se echó a reír mientras miraba a la princesa.
―Más de lo que debería, supongo ―bromeó Aragorn.
―Es mucho más emocionante que disparar troncos de árboles, lo admito ―confesó la hermana menor de Legolas y todos se rieron.
Cabalgaron juntos por unos cuantos kilómetros más, y vieron a dos hombres en la distancia, sentados junto al fuego.
―Poco saben que los acabamos de salvar ―dijo Elrohir casualmente.
―Probablemente tienen un campamento cerca. Sin embargo, deberían tener cuidado. Pronto vendrán más orcos ―Observó el Dúnedain.
― ¿No deberíamos ir y advertirles sobre eso? ―Frunció el ceño la rubia.
―Puedo ver que tienen armas. Podrán defenderse ―Elladan desestimó la preocupación de la elfa.
― ¿Y si no pueden? ―dijo preocupada.
―No es nuestro problema ―contesto Elrohir―. La raza del hombre debería poder valerse por sí misma, a pesar de que son un grupo frágil. Sin ofender, Estel.
―No te preocupes.
― ¿Cómo son los hombres? ―Luïa se volteo curiosa―. Cuéntanos más. Solo he estado cerca tuyo.
―Los hombres son... ―Aragorn pensó en sus siguientes palabras y negó con la cabeza―. Complejos. Podemos ser fuertes pero débiles, valientes pero temerosos, gentiles pero mezquinos.
La muchacha frunció el ceño.
―Eso suena interesante.
―No, no es así. Créenos ―Elladan negó con la cabeza y siguieron cabalgando.
[...]
Una semana después de que se fueron de Rivendell, Aragorn se despidió de los elfos y se separó, yendo a algún lugar que ni siquiera él sabía todavía. Elladan, Elrohir y Luïa montaron juntos, y después de unas pocas millas de tierra, se encontraron con otro grupo de orcos que derrotaron con éxito.
―Puedo ver por qué dicen que eres muy hábil ―Elrohir elogió a la elfa de Mirkwood.
―Gracias. Es importante pasar por una confrontación real, para saber si se puede ser valiente.
―Por supuesto que sí. Mi padre se convirtió en un gran guerrero debido a las muchas batallas que ha peleado ―comento el otro gemelo.
La joven sonrió imperceptiblemente. Había escuchado los cuentos sobre la valentía de Elrond luchando junto a hombres y elfos a lo largo de los años. Estaba perdida en el ensueño, imaginando al poderoso Señor con una espada en la mano, al mando de un ejército contra las fuerzas del mal, cuando todos escucharon gritos en la distancia.
― ¡Ayuda!
― ¡Ayúdennos!
Los tres se miraron y luego a los dos hombres corriendo en la distancia.
― ¿Son esos los hombres que vimos sentados junto al fuego, hace quince días? ―preguntó la ojiazul.
―Creo que sí ―Elladan entrecerró los ojos y luego vio de qué estaban huyendo los hombres―. Están siendo perseguidos por un orco.
―Supongo que no los hemos matado a todos. Uno debe haberse escapado. Debemos ayudarlos ―Luïa miró a sus compañeros y había urgencia en su voz.
―Es solo un orco. Deberían ser capaces de manejarlo.
― ¡Por favor ayuda!
Los gritos una vez más se oyeron. La muchacha tomó una flecha de su carcaj y tiró de la cuerda. Estaba a punto de soltar la flecha cuando los hombres y el orco bajaron las colinas y se perdieron de vista.
―Voy a ir ―anunció.
―Deberíamos permanecer juntos ―dijo Elrohir.
―Es un orco. Estará bien ―Elladan puso los ojos en blanco. La hija de Thranduil ya había demostrado lo increíblemente hábil que era.
―Él tiene razón. Puede que tenga que perseguirlo un poco, pero estaré bien.
―Está bien. Iremos al lago por la montaña, a unas quince millas de aquí. Los caballos necesitan ser limpiados y alimentados. Nos encontraremos allí ―dijo Elrohir.
― ¡Sí! ―contesto la rubia casi como una ocurrencia tardía, porque ya estaba galopando hacia el lugar donde el orco y los humanos acababan de desaparecer.
La princesa cabalgó rápido, su cabello rubio voló hermosamente detrás de ella mientras su caballo avanzaba. No le llevó mucho tiempo ver al orco y los hombres corriendo en la distancia. Tiro de una de sus flechas, apuntó y disparó, y el orco cayó al suelo con un ruido sordo. Los dos hombres dejaron de correr cuando se dieron cuenta de que el orco había sido asesinado. Ambos estaban jadeando cuando Luïa se les acercó en su caballo.
― ¿Estás bien? ―preguntó.
El pelirrojo sonrió y asintió.
―Lo estoy, mi señora. ¡Muchas gracias!
― ¡Acabas de salvar nuestras vidas! ―El otro hombre puso sus manos en sus rodillas y respiró fuerte―. ¡Gracias! Mi nombre es Wenster, por cierto.
―Y yo soy Doven. Encantado de conocerte ―Extendió la mano.
Luïa miró a su alrededor, buscando más orcos. No había ninguno en la distancia, así que desmontó y estrechó la mano del hombre. Los miró a los dos con curiosidad, pensando en las palabras de Estel de que el hombre era una criatura compleja.
― ¿Cómo te llamas?
―Luïa.
―Luïa, gracias por salvarnos. Somos granjeros, estábamos cuidando nuestro propio negocio cuando un grupo de estas criaturas feas y malolientes comenzaron a quemar nuestra aldea. Corrimos tan rápido como pudimos. No somos luchadores ―Wenster dijo una media mentira. Los orcos habían hecho lo que les había dicho a muchas aldeas, pero ni él ni su compañero eran granjeros. Sin embargo, se habían asegurado de esconder sus armas―. Muchas gracias ―Extendió la mano y sintió que un escalofrío lo recorría cuando la elfa la sacudió.
No podía creer lo que veía. De cerca, la muchacha rubia era aún más hermosa. A pesar de que era una guerrera, era tan atractiva, sus rasgos tan delicados y... bonitos. Era difícil apartar la mirada de esos ojos azules.
―Luïa, por favor, déjanos darte las gracias por salvarnos. Hay una posada a unos minutos de la carretera. Únete a nosotros, déjanos comprarte una bebida ―dijo Doven y miró a Wenster rápidamente.
―No hay necesidad de agradecerme ―contesto. Luego miró hacia la colina de la que acababa de salir―. Pero debería irme. Mis amigos me estarán esperando.
―Oh, por favor. Sólo será un momento. Quiero decir... perdónanos por estar agradecidos e impresionados, nunca antes hemos visto a una elfa tan cerca ―comento Wenster―. Nos daría un inmenso placer compartir tu compañía por unos minutos con unos tragos y aprender un poco sobre ti.
La joven lo consideró. Ella, también, tenía curiosidad por los hombres. Miró a su caballo y supo que el lago no estaba lejos. Podía sentarse y hablar con esos hombres por un momento y aún habría tiempo suficiente para estar en el lago antes de que el sol se ponga en el horizonte.
― ¿Está realmente cerca, esta posada que mencionaste?