Odio Profundo |BL| ©

נכתב על ידי Mila_Darkness

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Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... עוד

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 51

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נכתב על ידי Mila_Darkness

Conozco aquella furia desmedida que no puede disimular, es consecuencia del odio reprimido durante años.

Se refleja en sus ojos, arde como un bosque siendo consumido por llamas intensas, prometiendo muerte. Pero también hay cierta angustia oculta con minucioso cuidado, nublada intencionalmente. Ella decía la verdad: esconde su dolor, lo transforma. Y tal vez, si no me lo hubiese dicho, nunca sería consciente de ello.

—¿Mi padre genera tanto desagrado en ti? —logro hablar, perplejo. Ignoro cómo el escozor en mis pies parece aumentar—. ¿Él arruinó a tu familia?

Es la única explicación.

—Sí —afirma.

La observo con incredulidad y confusión, intentando procesarlo. Esperaba esa respuesta, pero solo consigue llenarme de más preguntas. ¿Cómo pudo hacerlo? Patrick es inhumano, a veces dudo si en algún momento sintió algo que no fuese odio hacia cualquier ser vivo, sin embargo cuesta entender qué hizo para enfurecerla así. Ellos no llevan ni un año en pareja, con suerte nueve o diez meses, cinco conviviendo juntos: su familia llevaba mucho tiempo rota antes de conocerlo.

—Occidere fue el principio —prosigue al notar mi silencio, fingiendo calma—. Su empresa es altamente reconocida, pero antes lo era aún más. Cada ciudadano anhelaba trabajar allí, prometía buenas ganancias y estabilidad. —Se pasa una mano por la frente—. Ianis, luego de varias entrevistas, obtuvo un puesto en ella. Si bien su sueldo era bueno considerando que solo trabajaba como guardia de seguridad, el dinero nunca alcanzaba. —Traga saliva—. Demasiadas cuentas, muchos trámites pendientes, y aunque el colegio Alpha nos brindó una beca, no pagaba gastos extras como libros, uniformes, útiles escolares y transporte público. —Su mirada triste me congela el corazón—. Apenas podíamos costear nuestras necesidades básicas.

Un amargo sentimiento recorre mi pecho, rodeándolo de espinas venenosas. Las palabras "gastos extras" se repiten incontables veces, clavándose profundamente entre pensamientos borrosos. Rasguño el suelo con los pies descalzos, deseando que aquel ardor me tranquilice.

—¿Tu mamá te había lavado el uniforme? —Aplasto al niño con la suela de mi zapato, manteniéndolo inmóvil contra el pasto húmedo y terroso—. Es una pena que las mascotas se ensucien tanto.

—S-Se está descosiendo —murmura sin mover ningún músculo, con su cabello pulgoso embarrado—. Si quieres golpéame, p-pero detente.

—¿El pobre Miller no puede comprarse otro? —Suelto varias carcajadas.

Rebeca debía lavar cada día su uniforme, incluso comprar nuevos cuando los dañaba demasiado. Eran gastos innecesarios, provocados deliberadamente por mí.

—¡Qué mochila tan infantil! —Camino hasta Miller, quitándosela—. ¿Te crees superhéroe? —pregunto sonriendo, sacando mi navaja del bolsillo—. Ellos no existen, nadie vendrá a salvarte. —Comienzo a destrozar la figura de Batman, rayando una y otra vez su rostro.

Rebeca se veía obligada a comprar otra mochila, usando el dinero que necesitaba para otras cosas.

—Mi cocinero hizo verduras con carne al horno, hechas como me gustan. —Sostengo una vianda desgastada, mirándola asqueado. Trae fideos que parecen rancios, huelen muy mal. Miller se queda callado, haciéndome enojar—. ¿Y a ti te dan esta basura? Tu madre definitivamente te odia. —La tiro contra el suelo del salón vacío, esparciendo todo su repugnante almuerzo.

Aaron no comía porque yo se lo prohibía, quitándole la vianda a diario, logrando que Rebeca deje de almorzar para que su hijo tuviese el alimento necesario.

—¿Estás bien? —pregunta trayéndome a la realidad que deseo evitar, pero no puedo permitirme ser cobarde: debo enfrentar el pasado una vez más. Directa o indirectamente le hice daño a esta mujer, a su familia.

Soy como él.

—Sí —miento intentando apaciguar mi respiración mientras las extremidades se me entumecen y el dolor aumenta. Ella necesita hablar conmigo, no es momento de compararme con Patrick—. Continúa, por favor.

—Nuestra situación económica iba en decadencia. —Inclina su cabeza hacia delante, dejando que varios mechones rubios le cubran el rostro—. Yo quería buscar un trabajo, mis estudios terciarios pudieron haber servido, pero Ianis se negó.

Aaron dijo que él quería tratarla como reina.

—¿Por qué? —cuestiono deseando saber su versión.

—Mi esposo creció prometiéndose a sí mismo que jamás sería como sus padres, no sentiría desinterés hacia su familia, él la proveería y protegería. —Consigo ver la pequeña sonrisa que se le forma en los labios—. Estaba decidido a llevar el peso solo, prefería dejarse hundir con tal de mantenernos a flote. Nunca entendió que éramos un equipo, que yo necesitaba un compañero, no un mártir —suspira sentándose en el suelo, deslizando su pulcro camisón sobre algunas gotas de sangre—. Pero no tenía el corazón para reprocharle nada, simplemente hice lo que él anhelaba: dejarme cuidar.

La complejidad que presenta Ianis Miller va más allá de mi comprensión.

Es una triste ironía: en su intento de proteger a los demás, termina destruyéndose. Me recuerda a Takara, ella se frustra mucho cuando no puede ayudar a quienes ama.

—Fue mi peor error —agrega apartando la vista, intentando disimular aquellas reacciones corporales que aparecen cuando la desesperación nos controla, pero puedo notar cómo tiembla—. Acepté quedarme en casa mientras él comenzó a trabajar horas extras, desviviéndose para complacernos. —Un sollozo se le escapa—. Mi esposo firmó papeles que no entendía, fue manipulado bajo la ilusión de darnos una mejor vida.

Me tambaleo levemente, los vidrios penetran mi piel con profundidad ante el movimiento, esparciendo más sangre. Contengo cualquier jadeo que desee salir, ahogándolos.

—¿Patrick lo estafó? —consigo preguntar, mareado.

—Sí —susurra observando el escritorio a través de su cabello desaliñado.

Son demasiadas cosas para procesar.

El padre de Aaron trabajaba en la empresa del mío. Patrick, siendo millonario, no tuvo otra idea que estafarlo. ¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad? ¿Qué buscaba? ¿Estaba haciendo algo ilícito y debía eliminar toda evidencia? ¿El señor Miller abandonó a Rebeca después? ¿No pudo soportar más peso, por eso huyó?

—Tus pies... —interrumpe mi desconcierto interno, mirando con atención el pequeño charco de sangre formándose alrededor de ellos—. ¡Dominik Evans, siéntate ahora mismo! —Apunta hacia aquel taburete, alarmada.

Obedezco sin dudarlo, deseando no ser regañado nuevamente. Retrocedo mientras mi cabeza da vueltas hasta que por fin choco contra el pequeño mueble, sentándome. Ella se levanta al instante, yendo directo en dirección a uno de los estantes, abriéndolo. Toma varias gasas, algodones, vendas y frascos con líquidos de dudosa procedencia, apretándolos entre sus brazos.

—¿Cómo ocurrió esto? —pregunta regresando a mí para enseguida arrodillarse, obteniendo mejor acceso—. Permiso. —Le entrego ambos pies con cierto recelo, mirándola. Rebeca los agarra sin mucho cuidado, luciendo decidida—. Seré rápida, dolerá menos... —Saca varios vidrios repentinamente, agarrándome desprevenido. Suelto un jadeo repleto de agonía—. Primero detendré el sangrado. —Toma algunas gasas, presionándolas sobre la zona afectada con fuerza. Aprieto los dientes hasta que, después de eternos segundos, me suelta—. Son demasiado profundas, dejarán cicatrices.

No importa.

—Estoy acostumbrado a las marcas permanentes —murmuro cansado, recordando todas aquellas cicatrices que arruinan mi delgada espalda. Ella sostiene un pequeño frasco, parece contener cierta especie de crema blanca.

—Es relajante, ¿no? —Vierte la extraña sustancia en los cortes, me remuevo con disgusto al percibir lo fría y viscosa que es. Luego coloca una enorme venda, envolviéndola suavemente—. Sentir que te vas desvaneciendo, que el dolor absorbe los vacíos en tu corazón.

—Sí... —suspiro humedeciendo mis labios agrietados. Rebeca aprieta con mucha fuerza, enviándome oleadas agónicas por todo el sistema nervioso.

—No, Dominik —espeta disgustada—. Es un placebo, te hace creer que tu sufrimiento desaparece pero solo se está ocultando, busca devorarte cuando menos lo esperes. —Me acaricia el antepié, sus frías manos lo sostienen—. Patrick necesita lastimarte para sentirse vivo, no lo hagas tú también.

Fue un accidente sin importancia,

—¿Cómo supieron de la estafa? —pregunto queriendo cambiar el tema y así evitar más sermones, aunque también siento verdadera curiosidad—. ¿Tu esposo los abandonó después?

—Tardamos años en descubrirla. —Todavía sigue curándome, esta vez acunando mi segundo pie—. Era noviembre cuando dos oficiales tocaron nuestra puerta, reclamando que Ianis había cometido fraude. —Quita otros pequeños trozos de vidrio, jadeo en el acto—. Aseguraron que él poseía una cantidad descomunal de dinero ilícito. —Se muerde el labio inferior, consternada—. Comprobar su inocencia era difícil: su firma estaba en cada documento, todo parecía indicar culpabilidad.

Él fue a la cárcel, no los abandonó.

Una estafa de ese tipo es muy compleja, encontrar pruebas suficientes que determinen inocencia puede ser imposible. Aunque, si hay más víctimas dispuestas a testificar, habría alguna posibilidad.

—¿Aún está en prisión? —indago con delicadeza, temiendo dañarla. Ella agarra la crema extraña, echándola sobre un algodón.

—Nunca lo estuvo. —Pasa la suave y húmeda textura por mis heridas—. Se suicidó.

Abro los ojos, estático. Todo ardor se evapora, mi atención solo está fija en aquella mujer de rostro abatido, cuyas batallas parece haber perdido. Rebeca, como si no hubiese dicho algo sumamente triste, continúa desinfectando los cortes, ensimismada. La comprensión llega de forma cruel, golpeándome sin compasión. Me aparto al instante, impidiendo que termine su objetivo. Ella no emite sonido alguno, apenas mira hacia el suelo polvoriento con aprensión.

Veo tu sufrimiento.

Le mentiste durante años a tu propio hijo, ocultaste un secreto que te ahogaba porque querías protegerlo, cargando con el peso tú sola. Perdiste al hombre que amabas por culpa de alguien monstruoso, cuyo egoísmo siempre ha sido más grande que su humanidad. Y ahora finges amarlo, duermes con él cuando debes odiar fervientemente que toque tu piel.

—Quieres matarlo, ¿no es así? —musito cayendo a su lado, el taburete resuena contra la madera oscura—. Nunca ibas a casarte.

Siempre he deseado que Patrick muera, pero la idea de asesinarlo se me hacía irreal. Ahora es una posibilidad, y no pienso desperdiciarla.

Antes había dicho que no valía la pena arruinar mi vida para acabar con la suya, ahora sé que jamás podré perdonarme si él sigue vivo. Tal vez mamá falleció por un ataque cardíaco, pero su espíritu la abandonó desde el primer golpe que le dio, la primera humillación, el primer grito.

Patrick destruyó su alma.

Y perderla no fue suficiente, quería dañar aún más la memoria de mamá: habló pestes suyas, inventó basura sensacionalista para quedar como un padre ejemplar que siempre cuidó a su familia mientras Elizabeth Evans era una puta. Comenzó a herirme porque ella me amaba, jamás entendió que era hijo de ambos. Arruinó mi autoestima, me volvió una réplica suya durante años, personas inocentes fueron involucradas en nuestro ciclo de violencia: Aaron, Rebeca, Ianis y quién sabe cuántos más.

—¿Matarlo? —Pequeñas arrugas se le forman sobre la frente, mostrando disgusto—. ¿Por qué sería tan piadosa, Dominik? —Una lágrima desciende lentamente por su mejilla—. No, quiero torturarlo: haré que pida misericordia, anhelará el alivio de la muerte.

Hay determinación poseyendo cada palabra, asegurando su cumplimiento. Los vellos se me erizan al entender que ya no podemos retroceder, hicimos un pacto sin decirlo.

—Entonces vivirá, pero deseará no hacerlo —sentencio.

Rebeca asiente aún con la mirada perdida, acto que estruja mi corazón. Envuelvo los brazos en ella sin poder contenerme, abrazándola. Permanece quieta durante unos segundos hasta que, sintiéndose más cómoda, decide corresponderme. Nuestras respiraciones agitadas inundan la extraña habitación, los sollozos hacen eco entre aquellas paredes oscuras. Ambos temblamos, presos de una enorme ira. Entonces varias dudas surgen, acechándome:

¿Cómo Patrick no la descubrió todavía?

Sigue teniendo el apellido Miller, sería absurdo que él no la relacionara con Ianis. ¿Y por qué nadie habló del suicidio? Sí, Rebeca pudo ocultárselo a Aaron cuando tenía catorce años, pero no por siempre: eventualmente encontraría el certificado de defunción, o alguna otra evidencia. Es imposible mantener en secreto un suceso así.

—E-Es extraño que Patrick no sospeche nada —comento sorbiendo mi nariz, alejándome. Ella se pone de pie con avidez mientras acomoda su ropa, notando las manchas carmesí.

—Tu sangre arruinó mi camisón favorito —bromea limpiándose el rostro con su palma.

—Lo siento. —Sonrío levantándome, haciendo una mueca cuando el dolor me atraviesa.

—Déjame terminar con eso. —Apunta hacia los algodones que se mantienen sobre las heridas sin vendar—. Vuelve al taburete.

Camino hasta él, agarrándolo del suelo y poniéndolo en su posición. Enseguida me siento, entumecido; algunos rechinidos se escuchan, siendo provocados por el antiguo mueble. Rebeca comienza a recoger cada elemento de tortura, acercándose.

—Gracias —murmuro avergonzado.

Antes no le agradecí, qué descortés.

—Eres familia, Dominik. —Toma las vendas, ignorando cómo una sensación cálida, acogedora y embriagante me envuelve—. La familia se cuida entre sí.

Cuando era niño había anhelado escuchar eso más veces de las que quisiera admitir. Esperaba, bajo crédula inocencia, un cambio en Patrick. Como una persona que, acostumbrada al maltrato, lo minimiza para conseguir sobrellevarlo. Deseaba amor, protección.

Necesitaba un padre.

Aunque mi memoria falle, todavía siento aquella presión en la garganta cuando recuerdo a otros niños recibiendo afecto: algún abrazo, una sonrisa, el simple beso sobre la frente. Ese dolor al preguntarme por qué no podía tenerlo, qué estaba mal conmigo. Y aquí se encuentra ella, dispuesta a curarme mientras ofrece algo que Patrick, ni con todo su dinero, podría comprar.

—Si realmente quieres saber cómo logré que Patrick no sospechara nada, te lo diré —Rebeca interrumpe mis pensamientos, regresándome al presente—. Pero Aaron jamás debe enterarse, me odiaría y no sería capaz de soportarlo.

Parpadeo varias veces, todavía conmovido. Mi vista se despeja con lentitud, provocando el descenso de algunas pocas y vergonzosas lágrimas que son removidas al instante.

—Adoro a tu hijo, pero estoy de acuerdo contigo: hay verdades que necesitan permanecer ocultas. —Estiro la espalda, mis huesos crujen ante el movimiento.

Prefiero protegerlo del pasado aunque signifique que seré el único en enfrentarlo.

—Tanto para Patrick, así como para el mundo, Ianis no murió. —Se arrodilla una vez más, agarrando mi pie entre sus manos—. La venganza sería evidente si él supiera que se suicidó, nunca hubiese confiado en mis intenciones. —Envuelve una venda sobre la zona herida, cerrándola—. Necesitaba deshacerme del cuerpo.

No es posible.

Casi me resbalo del asiento, anonadado. Intento comprender su tétrica confesión pero no lo consigo, ni siquiera puedo imaginar cómo llevó a cabo tal plan. Ella sosteniendo un cadáver perteneciente a nada menos que su esposo, ocultándolo en algún sitio lúgubre. El olor, los gusanos, ver al ser que ama siendo arrastrado por la muerte.

—¿Q-qué hiciste? —tartamudeo.

—Fui hasta el lago de Bittersweet y junté piedras durante media hora, luego las metí en una gran bolsa negra. —Su mirada se oscurece, volviéndose intensa—. Seguramente ya sabes qué continúa.

—El acantilado... —susurro.

Aquel lago, rodeado de árboles inmensos, posee acantilados enormes. Pese a su peligro, muchas personas adoran ir en las tardes calurosas debido a la belleza que muestra.

Ahora no me parece tan hermoso.

—Lo hice el mismo día que encontré a Ianis en nuestra sala de estar. —Los dedos le tiemblan mientras me presiona con brusquedad—. Aaron estaba durmiendo, podía despertar en cualquier momento —murmura consternada—. Reuní toda la fuerza que tenía y lo llevé hasta su auto.

Ella se está desmoronando, ha soportado demasiado.

—Me cuesta asimilar cuán horrible debió ser para ti —admito notando cómo disminuye su agarre, soltándome. Las heridas ya fueron curadas—. No sigas, por favor.

Revivir tantos recuerdos dolorosos no es bueno, prefiero quedarme con la intriga antes que verla así.

—Gracias. —Se sorbe la nariz, sus mejillas están un poco hinchadas—. En cuanto a Patrick, reconozco que las autoridades, por una vez, fueron útiles al no hacer su trabajo correctamente: cuando investigaron su desaparición, descubrieron las acusaciones hacia Ianis y, como si ello resolviera todo, cerraron el caso.

Todos creyeron los engaños de Rebeca.

Ianis Miller se vio marcado como alguien cuya moral era tan baja que decidió abandonar a su familia, mientras Patrick era aclamado por muchos como el mejor padre del año.

—Es triste que un buen padre y esposo sea recordado así —suspiro, ella asiente.

—Lo sé, me hubiese gustado evitarlo. —Comienza a juntar todos los frascos, algodones y vendas. Se incorpora con cuidado, yendo hacia aquellos estantes—. Sin embargo era imposible, no solo porque necesitaba obtener justicia, sino por Aaron. Creer que su padre lo abandonó estando vivo es mejor que la realidad donde también lo abandonó, pero sin posibilidad de regresar.

No voy a juzgarla, tuvo motivos válidos para actuar así, mas no vio el resentimiento que Aaron tiene atrapado en su corazón. Mi novio terminará odiando a Ianis, si es que todavía no lo hace, y me parece terrible.

—¿Cómo conociste a Patrick? —vuelvo al tema principal, evadiendo este.

—Hace cuatro años le envié un mensaje, Ianis tenía su número. —¿Cuatro años? Rebeca ignora mi asombro, colocando todo sobre los estantes—. Allí me disculpé por las acciones de mi esposo, le confesé que nos había abandonado. —Se apoya en el mueble—. Incluso me ofrecí a pagar la deuda.

—¿Pero con qué dinero? —pregunto aturdido—. ¿Y por qué?

—Porque él debía verme como una mujer honorable, determinada, fuerte... —Hay agudeza resplandeciendo sobre aquella mirada gris—. Alguien con moral superior, dispuesta a vender su propia casa para recuperar el honor familiar. Él se impresionó, analizó la situación y me dijo que debíamos resolverlo en persona.

—¿Entonces empezaron a salir? —cuestiono.

Es extraño, Patrick seguía viéndose con otras mujeres durante esos años. Bueno, supongo que le hacía lo mismo a mamá, los hombres como él no son fieles.

—No, primero necesitaba crear un vínculo afectivo, inquebrantable. —Sonríe con malicia—. Teníamos que ser amigos antes.

—Es una estrategia brillante —murmuro—. ¿Qué sucedió cuando lo viste?

—Aquel día Patrick no me permitió pagar la deuda, argumentaba que era culpa de Ianis y no debía involucrarme. —Cruza los brazos, encogiéndose de hombros—. Los meses siguientes fueron coqueteos discretos, miradas atontadas, y mi autocontrol constante para evitar asesinarlo. Él estaba enamorándose poco a poco, yo anhelaba clavarle un cuchillo.

—Comparto el sentimiento —admito.

—No te mentiré, aquellos años estuvieron repletos de regalos costosos, viajes excéntricos y comidas exóticas. —Aprieta los dientes, rígida—. Pero en cada encuentro solo podía imaginar que estaba con Ianis, mostrándole ese mundo del que nunca pudimos ser parte. —Su rostro se suaviza—. Cuando regresaba a casa, viendo nuestra cama vacía, deseaba abandonar todo e irme con mi esposo.

—Por eso el incendio... —hablo en voz alta sin querer, enseguida siento cómo mi rostro arde—. Disculpa, no tuve que entrometerme.

—¿Aaron te lo contó? —pregunta con inquietud.

—Sí —respondo avergonzado.

Es un asunto sumamente personal, debe sentirse invadida.

—Nuestra casa fue construída con tanto esfuerzo y amor. —Cierra ambos puños—. Incendiarla me costó bastante, pero necesitaba parecer vulnerable ante él. Patrick, como el depredador que es, siente atracción por las mujeres indefensas. —Frunce el ceño, molesta—. Lo aprendí conforme fui conociéndolo mejor, le atrajo la fuerza en mí pero lo que terminó de enamorarlo fue mi vulnerabilidad.

¿Qué?

—¿No intentaste suicidarte? —La miro recalculando, sorprendido.

—Eso es lo que Aaron cree. —Revela una sonrisa vacía que no llega a sus ojos—. La idea pasó varias veces por mi mente, pero jamás lo haría, no mientras ustedes me necesiten.

Ustedes.

—¿Cuál es el plan? —pregunto con determinación, levantándome—. Patrick Evans pagará, seremos su karma.

—Tengo dos planes, el primero consiste en la tortura psicológica, pero no sé cómo encontrar su debilidad más profunda. —Ella avanza hasta mí, luciendo un poco animada y menos tensa.

—Aquí es cuando entro yo, ¿no? —Me paso las manos por el cabello, pensativo—. Tal vez podríamos atacar mediáticamente, arruinando la imagen perfecta que busca transmitir.

—Tenía mis dudas contigo pero definitivamente serás de utilidad, llegamos a la misma conclusión —habla con cierto orgullo, sorprendiéndome—. Debemos aprovechar la obsesión que tiene con su imagen pública, pero seguimos sin saber qué usar contra él. Necesitamos pruebas contundentes de algo extremadamente imperdonable, cruel y sucio que haya hecho.

—Entonces estamos jodidos: Patrick no muestra emociones reales, mucho menos debilidades —alego descontento—. ¿Y el plan dos?

—Matarlo. —Se humedece los labios con la lengua, satisfecha.

Tiene sentido, sería ilógico torturarlo para luego dejar que se vaya. Encontrará alguna forma de eliminarnos, seremos una amenaza.

Su muerte es inevitable.

—¿Pero ya sabes cómo lo haremos? —Arqueo las cejas, expectante.

—Esa parte me pertenece, cariño. —Me guiña un ojo, entretenida—. Yo lo mataré.

—Es injusto —refunfuño bromeando, aunque hay algo de verdad en aquel comentario.

Tantos años conteniendo este impulso.

—Lo injusto sería que cargues con el peso de haber arrebatado una vida. —Estira el brazo hasta tocar mi rostro—. Patrick merece morir, pero tú no mereces ser un asesino.

Por él estaría más que dispuesto.

—Bien, ¿qué harás? —indago.

—Ambos planes se conectan entre sí, no podemos llegar a uno sin tener resuelto el otro. —Retrocede con pesadez, acomodándose el cabello detrás de las orejas—. Desde que me mudé aquí, sin importar los riesgos, estuve dosificando al bastardo con mis antidepresivos.

Ahora todo tiene sentido.

Cada vez que él actuaba extraño, indiferente y distante, se lo atribuía a Rebeca en un sentido romántico. Como si su amor pudiera, de alguna forma retorcida, calmarlo. Acepté ese peligroso ideal, fui engañado por las creencias populares, cuando ningún maltratador cambiará sin ayuda profesional. A veces ni así mejoran, Patrick es el claro ejemplo: solo disminuyó la agresividad cuando estaba drogado contra su voluntad.

Y aun así le hizo daño.

—¿Tu objetivo es volverlo más dócil? —indago evitando observar los moretones que posee, no quiero recordar la piel magullada de mamá.

—Mi objetivo es convertirlo, ante el ojo público, en una persona depresiva. —Se mantiene firme, decidida—. Creerán ciegamente que, debido a la terrible enfermedad, decidió suicidarse.

Magnífico.

Si bien es un método bastante usado para eliminar a alguien, continúa siendo impactante. Es posible que funcione, depende con cuántas pruebas y minuciosidad se haga.

—Necesitaras testigos, personas que afirmen haberlo visto extraño. —analizo con rapidez—. Los antidepresivos servirán en la autopsia, quedarán residuos considerables. —Camino para despejar mi mente, pensando—. ¿Tus medicamentos son recetados?

—Por supuesto —responde.

—¿Entonces dirás que él te los robaba? —Me detengo al sentir nuevamente ardor en los pies, ella no se da cuenta.

—Fingiré no saberlo, pero sí comentaré que notaba una disminución considerable de estos —alega ensimismada.

Es excelente, no quedan muchos cabos sueltos.

—Me parece un plan bastante completo, Rebeca —le digo con seguridad.

—Falta lo más importante. —Observa el gran y oscuro escritorio. Enseguida avanza en su dirección, dejándome expectante.

—¿Qué? —Alzo las cejas, impaciente. Pasé años esperando esta oportunidad, anhelando aquel karma tan irreal, no quiero perder más tiempo.

—El motivo. —Toma diversos papeles, esparciéndolos sobre la polvorienta superficie—. Si queremos que sea un suicidio realista, Patrick debe tener razones creíbles para hacerlo. Por ello es vital hallar su debilidad —murmura entre dientes—. Lo demás está cubierto: mi testigo más fiable es Wilson Dellant.

—¿Wilson? —cuestiono boquiabierto—. ¿Nuestro Wilson?

Es una buena persona pero trabaja para mi padre, no sé si sea conveniente involucrarlo.

—El mismo. —Me entrega varios documentos, estiro el brazo para agarrarlos. Al instante reviso su contenido, notando con extrañeza la cantidad de mujeres que aparecen en ellos—. Era imprescindible cualquier ayuda externa que pudiese obtener, y él estaba dispuesto a colaborar cuando se lo pregunté.

—¿Quiénes son? —Continúo analizando cada imagen, mi cabeza empieza a palpitar dolorosamente—. Me parecen familiares.

—Eran empleadas domésticas de Patrick. —Cierra los ojos, percibo cómo sus labios tiemblan. Luce perturbada, siendo la imagen personificada del terror puro—. Una desapareció hace doce años. 

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«Nota de la autora»

✿ ¡Hola! ¿Cómo están?

✿ ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Se esperaban algo así o tenían otras teorías sobre las intenciones de Rebeca? 

❦ Fue un capítulo difícil para mí, era complejo expresar lo que ella tenía que decir. Tal vez muchos esperaban ver más de Aaron, pero indirectamente esto le afecta e incluye. Además sirve para mostrar que esta novela no es un romance: si bien hay cierto desarrollo "amoroso" entre los protagonistas, el género principal es el thriller psicológico/suspenso. 

Yo adoro a mis personajes, Dominik y Aaron tienen un pedacito de mi corazón, pero no quiero que nadie desee estar en una relación como la suya. Ellos no están aquí para contarles su "historia de amor", buscan mostrar el daño que la violencia, el bullying, el maltrato y el odio pueden ocasionar. 

La trama seguirá enfocada en ambos, no se preocupen, solo quería aclarar esto porque cuidarlos es mi responsabilidad como escritora. 

❦ En otras noticias más bonitas: 

¡Odio Profundo llegó a los tres millones! 

No tuve la oportunidad de festejarlo como se debe porque estaba un poco deprimida, pero luego me sentí más animada e hice un filtro de instagram para que lo utilicen, este les dirá qué personaje de OP son. Pueden encontrarlo en mi cuenta @mila_darkness_  (al lado de donde irían los reels), y si quieren etiquétenme así los comparto en mis historias. No es mucho, lo sé, pero es una manera que encontré para agradecerles todo su apoyo. 

❦ Como útlima cosita que voy a comentarles, les dejo mi explicación del porqué puse una canción de FNAF: queda excelente con Rebeca si pensamos que habla sobre Ianis (e incluso Aaron), además soy fan del videojuego. Me quedé en el 2015, pido perdón.  

❦ Eso sería todo, gente bella. 

¡Muchísimas gracias por leerme! 






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