Mentiras Negras ✓

By Gimenabazante

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Raven Anderson no sabía muchas cosas de la vida, lo que si sabía era hacer un buen pan, atender su panadería... More

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Prólogo
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo extra

Capitulo 1

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By Gimenabazante

La moda inglesa cambiaba como el tiempo de la isla. Claro que la moda y los cambios de vestidos podían permitírselo las mujeres de clase alta. En lo que respectaba a Raven a ella le quedaba usar lo que podía permitirse y lo que le entraba. Hubo un tiempo en que su talla era vista como saludable e incluso bello, ahora solo era una gorda. Inequivocadamente se creía que ella comía hasta hartarse, aunque la realidad es que por más que se matara de hambre no podía bajar de peso. A su modo de ver no era gorda, solo tenía cuerpo grande. Ella no tenía la culpa de medir un metro cincuenta y cinco y más peso del que era supuestamente aceptable.
  Ella pensaba que ser hija de un panadero y posadero del pueblo la ayudaría en la búsqueda de un marido; pero contrariamente ni siquiera era invitada a una fiesta de cumpleaños.
  Al ser criada solo por su padre podía permitirse algo de libertad, eso quería decir que podía aceptar ir a una fiesta en calidad de criada y mínimamente observar otras caras que no eran las de los clientes que iban a la tienda a comprar.
  Trabajaba en la posada y atendía la panadería junto a su padre, estaban un pueblo antes del puerto y Raven creía que eso les perjudicaba bastante porque eran pocos los huéspedes que llegaban al pueblo, pero a veces tenían suerte y algún carruaje se averiaba de camino a Gloucester o Somerset y las habitaciones se llenaban.
Esa mañana estaba especialmente emocionada, no sólo por el hecho de que era domingo sino porque él entraría por la puerta en cualquier momento. 
  Se quitó el delantal y se arregló el cabello enrulado acomodándolo sobre los hombros. Por lo general era liso, pero esa mañana se había esmerado haciéndose unos bucles. Cuando la puerta se abrió ella suspiró encantada y continuó lo que estaba haciendo  sin mirar deliberadamente. 
   Milton Sterling movió las campanas como siempre haciendo ruido Y volvió a moverlas para llamar su atención.  Raven levantó la vista y sonrió al verlo. 
— Hola doctor Milton ¿Cómo está?
— Muy bien ¿Y tú?
— Muy bien. — Dijo sonrojándose.
— Vine por mi pedido de los domingos.
— ¿Día libre? — preguntó ella mientras volvía a su lugar y comenzaba a preparar su pedido.
— Hoy estoy libre en la mañana. ¿Tu padre?
— Está atrás, en el horno. - Dijo ella. — ¿Qué hará hoy? —  preguntó dándole la compra.
— Debo atender a mis pacientes. — Él sonrió y saludando se marchó.
Raven suspiro enamorada. Eran vecinos cercanos y desde que tenía memoria estaba enamorada de él, claro que él no se daba cuenta; pero ella le encantaba verlo siempre

Cuando estuvo más tranquilo después de las compras para el té, se fue a cocinar y mientras cortaba los vegetales cantaba.

Tu falda de sendle blanco. Con bordado de oro magníficamente; Tu falda de seda y blanco. Y estos que compré con mucho gusto...
— Mi bella hija con voz de ángel. — Murmuró su padre entrando por la puerta
— Dudo que sea eso verdad. — Respondió con una sonrisa mientras revolvía la comida. — Hoy comeremos pescado con guisantes.
— Mi favorito. — Le dijo su padre mientras se sentaba en la mesa. — Estuve haciendo cuentas anoche.
— ¿Estamos bien? — Le pregunto sirviéndole.
— Si; pero no creo que este mes pueda darte para que te compres vestidos.
— Está bien papá.  — Le dijo sentándose. — Hoy vino la señora Vivian y me dijo que necesitaba una doncella para su fiesta de cumpleaños, me ofrecí para ayudarla y con lo que me pague podré comprarme algunas telas.
— Lo siento Rae. — Dijo su padre tomándole la mano con cariño.
— No pasa nada papá. George me dijo que se marchaba la otra semana. — Recordó mientras cortaba su pescado.
— Consiguió algo en el puerto. — Su padre negó suavemente. — Claramente es más de lo que puedo pagarle. Resentiremos un par de manos menos.
— Nos arreglaremos bien hasta encontrar a alguien que necesite trabajo.
— Esperemos que sí. Esta semana tenemos un gran pedido en la panadería. — Si. La señora Vivian nos hizo un gran pedido.
Repasaron juntos el pedido y luego de arreglar los horarios para no desatender el negocio ambos se retiraron a dormir.
  Mientras tomaba un té sola en su habitación, comenzó a coser y remendar algunos vestidos. Le hacía falta comprarse tela nueva para confeccionarse algunos vestidos nuevos, los que tenía ya estaban viejos o desgastados.  El dinero no le alcanzaba para ir a una modista así que ella misma hacía sus vestidos. Era más barato y más trabajoso; pero no había otra opción. Dejó de lado su costura y mientras arreglaba la cama pensó en lo gallardo que se veía Milton. Siempre había soñado con ser el doctor del pueblo y ella estaba segura de que lo conseguiría, sólo debía tener paciencia y perseverar para hacerse un nombre.

Raven comenzó su día antes de que salga el sol. Mientras su padre prendía el horno ella ya estaba amasando, cuando la primera tanda de pan estaba enfriándose ella arreglaba la panadería, también preparó el pastel de frutos secos para la fiesta de cumpleaños. Faltaba un día para el evento y esa noche trabajaría horas extras en la cocina. Había aprendido el oficio de hacer pan de su padre. También debía prepararse para servir, ella estaría en la mesa de ponches y serviría para los medio ricachones del pueblo. Los vecinos más pudientes estarían ahí y algún que otro viajero ocasional. Solía disfrutar de esas fiestas, siempre habría alguna anécdota divertida que compartir con su padre. Los dos días siguientes se le pasaron volando, para cuando se quiso dar cuenta estaba sirviendo ponche y vino en hermosas copas de vidrio. La fiesta estaba demasiado aburrida y sus ojos se cerraban inevitablemente.
—¿Qué estás haciendo aquí? — La voz la sobresaltó y sonrió al ver a Milton.
— La señora Vivian me preguntó si quería trabajar y le dije que sí.
— Tú no lo necesitas. — Murmuró él mirándola confuso.
—Lo sé. — Ella le entregó el vaso lleno. — Pero me entretengo.
— Deberías estar bailando entonces.
— Mi buen pasar económico no alcanza para ser invitada
— Baila conmigo. — Le dijo él dejando el vaso y rodeando la mesa, apoyó la mano en su espalda.
— Me pondrá en un aprieto Milton. — Ella tomó el vaso y se lo dio nuevamente.
La mirada divertida de Raven se trabó en la mujer que cruzaba la pista.
— Estamos de cacería. — Murmuró mirándola fijamente.
— No hables así. — Milton se alejó y miró a la mujer embelesado.
— Sabes tan bien como yo que es cierto.
— Quizá me cace a mi.
Ella levantó las cejas en un mudo gesto. Él se fue y ella negó suavemente. A menos que él tenga la billetera muy gorda ella podría siquiera prestarle la atención debida;pero como era tan pobre como cualquier lacayo ella no le prestaba atención. Bertha era la flor del pueblo, pensó al verla bailar con el hijo del boticario. Estaba en edad de casarse y su belleza delicada era la atracción del lugar, siendo deseada por cada hombre. Vio a Milton esperar sobre la pista de baile alguna oportunidad de que ella lo mire siquiera; pero ella sabía que Bertha jamás le prestaría la atención debida, excepto sólo para divertirse. Aunque era un buen hombre no tenía la suficiente capacidad financiera como para que ella o sus padres la dejaran casarse con él.
— ¡Oye Buitre! - Raven miró con mala cara a Rachel que le estiraba la copa. —  Sirve la copa de vino y deja de distraerte.
— Deberías buscar otro nombre si quieres insultar. — Le dijo tomando la copa de mala gana.
— Que mal gusto el de tus padres de ponerte el nombre de un pájaro tan horrendo.
— Raven es un nombre. —  Murmuró dejando la copa llena en la mesa.
— Es el nombre de un pajarraco desagradable… como tú. — Dijo con una risita despectiva.
— Vete a incordiar a otra. — Susurró demasiado bajo para que la escuche.
La noche se le hizo eterna hasta que finalmente terminó. Soporto ver la cara de felicidad de Milton al bailar con Bertha y después se acercó a ella.
— Le dije a tu padre que te acompañaría a casa.
Ella sonrió encantada.
— Iré a decirle a la señora Vivían que ya terminé.

Cuando llegó a su casa entró sin querer hacer mucho ruido, ya era tarde y estaba todo oscuro. Sí padre estaría durmiendo y ella se quitó el corsé rápidamente para acostarse. No había dejado prendida la estufa y hacía mucho frío en su habitación, se arrepintió amargamente de no haberlo hecho mientras se ponía el camisón. Un tremendo golpe la sobresaltó y se puso el camisón rápidamente y arriba la bata. Al abrir la puerta se encontró de lleno con su padre que también se había levantado.
Bajaron las escaleras despacio, miraron la puerta abierta de par en par y un par de hombres estaban parados en medio del salón. Cuando su padre prendió la lámpara Raven levantó las cejas sorprendida por sus ropas negras y abrigadoras.  Raven diría con seguridad que solo una de ellos estaba consciente y parado, el otro colgaba de su compañero desmayado y aunque ella trataba de verlo tenía la cara hacía el piso.
En medio del silencio solo se oía un suave goteo que ella no podía identificar de dónde procedía.
— ¿Qué es lo que hacen? — preguntó su padre rompiendo la barrera del silencio inspecciondor.
— Traigo a alguien que necesita ayuda.
— Eso ya lo puedo notar. — Murmuró ella.
Se dio cuenta de que el goteo incesante que se oía era la ropa del hombre desvanecido, debajo suyo había una mezcla de agua y sangre.
El extraño y joven hombre sacó cómo pudo una bolsa de terciopelo y se la mostró a su padre.
— Tengo mucho dinero para pagarle, solo necesito que me diga dónde acostarlo, necesita ayuda urgente.
Su padre asintió, le pasó el brazo por sus hombros y ambos lo subieron por las escaleras.
— Iré a llamar al médico. — Dijo agitado su padre.
Raven se acercó y le quitó las botas al desmayado, el otro hombre le quitó la capa que tenía y ella contuvo el aliento y se tapó la boca azorada con lo que veía. Una enorme mancha de sangre tenía en el costado.
Miro la cara de ese pobre hombre y se compadeció, ese sentimiento solo fue fugaz, se acercó rápidamente y tocó la almohada llena de sangre, sin pensarlo se fue corriendo a buscar vendas para parar la sangre que salía de su cabeza.
  Cuando volvió miró al que lo acompañaba mientras envolvía la cabeza el hombre escribía y nada más.  
— Cuando despierte, si es que lo hace, entregale esto, es importante. — Ella lo tomó dubitativa. — Dile que jamás se atreva a acercarse al puerto siquiera. ¿Entiende?
Ella asintió sorprendida.  El misterioso hombre miró al postrado en la cama.
— De verdad espero que sobreviva. En esa bolsa hay lo suficiente como para un mes y más.
Tomó su capa y se fue. Ella dejó lo que estaba haciendo y se fue a perseguirlo.
— ¿A dónde va?
— Tengo que irme, nadie puede saber que yo estuve aquí. 
Raven lo vio bajar las escaleras y volvió a la habitación. Tomó la carta que había dejado en la cama y la guardó en la bata. Miró al hombre postrado negando suavemente. No podía saber si era apuesto o no pues tenía la barba demasiado larga y su cabello estaba igual de largo y enredado.

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