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Cuando acordó una relación con el famoso integrante de Stray Kidz Lee Minho, Han Jisung consideró el hipotético escenario de llevar un lazo amoroso con suficiente espacio para poder sentirse cómodos los dos.
Con la premisa de ser autónomos, la libertad de andar con un horario propio que se acoplará con sus deberes como idols era la prioridad.
Es decir, podían distraerse con los amigos, y pasarla bien aunque estuviesen separados.
¿Correcto?
En pocas palabras, una relación abierta.
"... Acordamos eso, ¿y como acabaron las cosas? yo embalando una caja de mudanza y con el corazón montado en el camión"
Terminó de firmar los papeles de traspaso de propiedad; y realizó unas llamadas para el trasteo.
Hoy era el día en que abandonaba el apartamento de Lee Know, de ellos hace unos segundos.
Aún escéptico, observaba abatido como la pareja más bonita del mundo se escondía tras un álbum repleto de instantáneas caseras bajo el empaquetado de innumerables cajas.
Eran ellos dos compartiendo una silla de plástico para uno de los cumpleaños de los chicos del grupo, con los rostros avergonzados pero llenos de ilusión, y ahora...
No había nada para seguir fotografíando.
Al revisar entre sus páginas, Jisung notó como se veían las mismas caras sonrientes brillando en cada una de ellas.
La mayoría de esas fotos habían sido tomadas en citas ocasionales: deambulando en el hogar de cada uno, o trabajando en el estudio de grabación, practicando en el salón de estudios, y en su apartamento compartido.
En la otra parte de los álbumes, las imágenes demostraban la compañía de sus amigos más cercanos; con el grupo, o con sus padres; enseñando muecas chistosas. Un beso perdido o una acaricia indirecta captada por la lente rápida.
Eran bonitas a la vista, reconfortantes, llenas de un candor que su interior aún añora.
Su angustia por un pasado lo estaba pisteando sin disimulo. Al recoger todas las fotos y ordenarlas en la caja, Han rememoró que Minho rescató algunas de las faltantes, y el restante las tenía bajo su poder.
La esperanza brotó en su cabeza con la idea de que algún día el mayor quisiera ver los buenos tiempos, y quizás así...
Podrían volver.
"Incrédulo", se regañó, afectado por sus pensamientos. "No desees lo que ya no puedes tener, es una pérdida de tiempo."
Se obligó a mantener la cabeza fría. No podía seguir trabajando con esa locura de ánimo amargando su trabajo; se cacheteó para reaccionar, no obstante, antes de recuperar su fachada se le escapó un jadeo mal disimulado.
Esto no estaba funcionando.
"Sentirse devastado no cambiaría los acontecimientos pasados para bien", le había aconsejado el terapeuta en una sesión cuando le comentó de su ruptura.
Trató de reflexionarla, y comprendía la idea muy bien. Es decir, la estaba viviendo en carne propia. Sin embargo, la vida seguía siendo detestable y eso no disminuiría su dolor, y a la par que recogía sus cosas, más momentos con su expareja salían a la luz:
Sus ropas combinadas a juego, los cuadernos en dónde anotaba sus canciones favoritas y los poemas dedicados a él, los anillos de aniversario, y el conjunto de platos que habían compartido por la convivencia.
Las llamas de la furia renacieron en su pecho, y los retumbes descalibrados de su pecho comenzaron a sonar otra vez.
El dolor de nuevo le hacía mella de dejarlo incapacitado para volverse en el introvertido descuidado que era, y por un momento, midió la posibilidad de deprimirse rodeado de todas esas cajas selladas, que encerraban cualquier evidencia de su pasado bajo cinta, y dejar filtrar las lágrimas como cascadas.
Quería hacer tantas cosas, pero en vez de dejar ir, suspiró.
Se restregó la cara hasta que la sensación se detuviera a duras penas, y mecanizó su trabajo con mayor velocidad.
No servían sus emociones, de nada servía estar desesperado si el otro no quería volver con él; era un egoísta cruel el solo siquiera imaginarlo, pero no lo podía evitar.
Redirigió su resentimiento y pateó con fuerza uno de los empaques, cayendo al suelo por la torpeza tan propia.
Soltó una carcajada vibrante, airoso de felicidad anómala por merecerse tal calvario, porque claro que sí, era totalmente culpable de todo lo que estaba viviendo.
Distinguió el avance de su esfuerzo con gran rencor luego de estar tumbado en el piso y de ver cómo iba pasando los minutos mirando astraido el techo.
"¿Valió la pena rogar perdón por nunca aclarar cuantas veces quiso decirle "te amo" durante su tiempo juntos?"
"No."
"¿Y qué a pesar de haber terminado tiempo atrás, el deseo continuaba latente en él?"
Parpadió dos veces más, y una lágrima bailó impaciente en su lagrimal.
"Probablemente no".
Condujo sus pensamientos a la misma razón de costumbre. "... Sería injusto para Minho".
"Ya había sufrido demasiado por su mano".
En cuanto a él, su único derecho era vivir bajo el ala de sus demonios internos, quienes siempre aprovechaban de torturarlo en sus momentos más oscuros.
En la visión del frío futuro para Han, desaparecía la compañía que lo cobijaba por las noches, sin conseguir compartir sus sonrisas, ni sus palabras afiladas y traviesas, o recibiendo sus abrazos o cuidados como refugio.
Los momentos en donde sus lloriqueos salían por una película romántica y debía alentarlo con dulces, o cuando se apoyaba en él al subir el ascensor.
Demasiadas cosas, sutiles gestos que significaban un antes y un después de romper.
Jiaung sintió que lo había perdido todo, más todavía así se propuso acostumbrarse al maltrato de la perdida; manteniendo su mirada sin vacilación porque su espíritu portaba la palabra "resiliente" como marca de guerra.
Y aún, sintiéndose derrotado, continuaría con su rutina hasta que la herida fuera lo suficientemente tolerable para ser otra vez él.
Sin creerse completo alguna vez sin Minho, de eso estaba seguro. Por lo que, de su parte, no había motivos para arreglar las cosas entre ellos y su amor roto.
Por el bien de los dos, era la mejor situación. Desafortunadamente, la falta seguía lacerando con la misma intensidad como en el momento en que le dijeron "adiós" a su noviazgo.
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Ya finalizando la mudanza, dejó todo en orden; pegó una nota en la alacena como aviso de que se iba de su antiguo hogar, despidiéndose de lo que fue una vez el pequeño paraíso para ellos.
Rementalizó sus ideas antes de cerrar la puerta del apartamento; llevando una de las instantáneas bien guardada en el bolsillo delantero de su pantalón.
"Un paso a la vez, Jisung"
Asentando la imagen de sus sonrisas en un lindo recuerdo.
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