Tormenta de Arena (Parte 2 de...

By FrancineZapater

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Estela Preston por fin ha logrado lo que quería. Tiene una relación estable con Erik, comparte piso con su me... More

Capítulo 2: Extrañas coincidencias
Beth nos miraba desde...
Llegamos a Chemainus...
Erik se removió inquieto...
Capítulo 3: Luke
Capítulo 4: Mentiras
Capítulo 5: La cena

Capítulo 1: El Mensajero

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By FrancineZapater

El Mensajero


"Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa."

León Daudí


Media hora después de estar mirando fijamente a través del empañado cristal Luke seguía sin ver nada más allá de su propio reflejo, pero tampoco le importaba. Su mente estaba trabajando a un ritmo desenfrenado, intentando comprender lo que acababa de descubrir. Sacudió la cabeza, notando el cosquilleo del largo flequillo sobre su frente. Era una locura. Era imposible. Él mismo llevaba años haciendo lo mismo que Carl hiciera en su día y nunca, nunca había ocurrido algo semejante. Pero las pruebas eran claras y los datos no dejaban lugar a dudas.

Luke se alejó del ventanal con desgana, arrastrando sus pies hasta el gran sofá. ¿Cómo iba a explicarle eso a su hermano? ¿Cómo encajaría Estela la verdad?

"Ya basta" se amonestó a si mismo exasperado. ¿Acaso el problema era suyo?

No.

¿Acaso les preocupaba a la feliz pareja como le afectaba a él todo esto?

No.

Entonces a él tampoco le importaban las consecuencias que sus investigaciones pudieran tener en la relación de ambos. Si el perfecto de su hermano y Estela no eran capaces de superar la verdad, a él ni le iba ni le venía. Todo lo contrarío, le daba exactamente igual. Él se iba a limitar a cumplir con su papel. Pero ¿y si esta era la oportunidad que estaba esperando? ¿Y si por fin había llegado su momento?

El timbre de la puerta sonó arrancándolo de sus negras cavilaciones.

-¿El señor Luke Wallace?

-¿Quién lo busca? -respondió el pelirrojo sin confirmar su identidad mientras su interlocutor lo perforaba con una fría mirada.

-Traigo un importante mensaje para el señor Wallace. ¿Es usted?

Luke se detuvo unos instantes a examinar la apariencia del extraño visitante que osaba molestarlo a estas horas de la noche. Era un hombre corpulento, no más alto que él, de calva reluciente y ojos fieros. Por su aspecto podría deducirse que quién fuera que enviaba a este tipo tenía el deseo de intimidarle. Pero no lo había conseguido.

Miró a los ojos al desconocido antes de contestar afirmativamente.

-Sí, soy yo.

Todo sucedió demasiado deprisa para el pelirrojo. De un empujón el mensajero tiró a Luke contra el suelo y empezó a propinarle patadas en el costado. Luke intentó inútilmente escapar para poder defenderse del aluvión de golpes que le estaba reventando. Dejó que su mente fría y racional dominase el dolor y enseguida supo que hacer. De un movimiento rápido agarró el pie de su contrincante cuando estaba a punto de embestirle de nuevo.

El hombre soltó un gruñido de asombro cuando con un giro diestro el pelirrojo alzó su tobillo y lo derribó contra el suelo. Había ganado algo de ventaja, estaba magullado y dolorido, pero también enfadado. Muy, muy enfadado. Se alzó sobre el desconocido, pisándole el cuello con su pesada bota, mientras empezaba a poseer la mente y la voluntad del calvo fortachón con una calma aterradora. A pesar de la pinta de tipo duro que tenía el mensajero su cerebro era bastante simple, fácilmente manipulable. Como el de un niño. Lo miró fijamente a los ojos, viendo su feroz reflejo en las asustadas pupilas del matón.

-No deberías entrar en una casa donde no te han invitado a pasar y ni mucho menos agredir al anfitrión. ¿Así es como te educaron tus padres? -Le soltó el pelirrojo amenazante y cínico mientras el otro se retorcía de dolor bajo esa mirada destructora.

Si Luke era capaz de destrozar la compleja mente de un kaeliano, dejar a este simple humano como un trozo de carne babeante no iba a serle una tarea en exceso complicada.

El rostro de Estela apareció en su mente justo en ese momento, deteniendo su ataque. Desconcertándolo por completo. Luke era consciente de que se había granjeado muchos enemigos. No había jugado limpio para obtener la información que deseaba y eso podía estar pasándole factura, pero ¿a Estela? ¿Qué hacía ella en la mente de este orangután?

-¿De qué conoces a la chica? -preguntó Luke desconfiado después de atar fuertemente al extraño en una silla.

-¿Qué chica? -masculló el desconocido a la vez que hacía una mueca de dolor por el labio partido.

-La que he visto en tu mente. La que iba a ser tu siguiente objetivo si hubieras conseguido acabar conmigo. -Explicó Luke con la rabia hirviendo en sus venas.

- Pero ¿cómo demonios has visto lo que pienso? ¿Qué tipo de bicho raro eres tú?

-Uno muy venenoso. Y ahora ¡responde! -bramó propinándole un puñetazo que hizo saltar un par de dientes al mensajero, dejándole un rastro de sangre y babas en la mandíbula. -¿De qué conoces a la chica?

-No sé nada de ella, ni la conozco. Lo juro. Solo sé que si no la llevo a quien me paga, antes de que se cumpla el plazo, él me matará. -Confesó a la desesperada el desconocido.

-Eso también lo haré yo si te atreves tan solo a volver a pensar en ella. -Le amenazó iracundo antes de propinarle otro puñetazo en el mentón.

Un chorro de sangre salió disparado de la boca del desconocido ensuciando la camiseta del pelirrojo.

-¿De qué plazo hablas? ¿Cuándo tienes que entregarla?

-Eso depende de si esta viva o muerta. -Contestó el otro con un deje de satisfacción sabiendo que con sus palabras le asestaba un golpe más fuerte al pelirrojo que el que él acababa de recibir de su puño.

Luke lanzó una certera y violenta patada contra la rodilla del desconocido, doblándole la pierna de un modo inhumano. Se oyó el desagradable chasquido de los huesos al romperse y atravesar la carne.

Un alarido de dolor brotó de la garganta del mensajero.

-Te lo volveré a preguntar. ¿Qué plazo tienes para entregar a la chica?

-Seis meses, ese es el límite de tiempo antes de que me maten. -Respondió jadeante entre lágrimas y sangre.

-No tendrás la suerte de vivir tanto tiempo maldito cabrón. -Apostilló el pelirrojo apretando los puños con fuerza. -¿Quién te paga? ¡Dímelo desgraciado! ¿Para quién trabajas?

-No lo sé, no le conozco. Recibo los encargos por teléfono y cobro mediante una transferencia bancaria, nunca trato con mis clientes. -Contestó entre sollozos.

Luke notó ese sentimiento de furia cegadora, del que tan poco sabía y que apenas estaba empezaba a controlar, poseyéndolo por completo. Su parte racional se había esfumado, para bien y para mal, desde que despertaron sus sentimientos hacía Estela y ahora esas emociones, tan primarias y tan humanas, habían infectado la mente del kaeliano como un virus.

Con un bramido descargó su puño contra el pecho del mensajero, presionando la caja torácica de este hasta que sus huesos cedieron bajo la fuerza del kaeliano arrancándole la vida brutalmente enana última exhalación.

Luke apartó su brazo del cuerpo que yacía inerte sobre la silla, con la cabeza ladeada y los ojos abiertos en una expresión de dolor y pánico. Le cerró los parpados en un acto reflejo por no seguir viendo esa mirada aterrada. Los sentimientos de culpa, que acababa de descubrir, eran los menos agradables, comparándolos con el resto de sensaciones humanas que estaba experimentando últimamente.

Era un monstruo. Se había convertido en un monstruo. Dejar que su amor por Estela aflorase en su corazón había sido el mayor error de su vida. Había abierto la caja de Pandora. Un tumulto de emociones había irrumpido en él brutalmente, poseyéndolo, dominándolo, dejándolo sin control. Miedo, dolor, ira, pasión, rabia, venganza... todos ellos fruto de su debilidad desde que estaba aquí en la tierra.

Pero de poco le valía lamentarse. El mal ya estaba hecho y Estela corría peligro, un peligro real. No era el momento de arrepentimientos ni florituras, tenía que hablar con Erik, contarle todo lo que había descubierto sobre Estela, sobre su padre y la misión que este estuvo llevando a cabo en la tierra y, sobre todo, tenía que ayudar a Erik a proteger a Estela de la amenaza que se cernía sobre ella.

Fue al lavabo y de un solo tirón se arrancó la camiseta manchada de sangre y los pantalones, notando una punzada de dolor en el costado donde el mensajero se había ensañado a patadas con él.

Quince minutos más tarde salía del ático que había alquilado en Munich y con más prisas que pausas, robó una moto que allí había aparcada y se encaminó hacia el aeropuerto con destino a Vancouver y con un futuro incierto pisándole los talones.

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