Los trastornos de la inocenci...

By TomokoKuragari

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«Hasta la flor más bella, puede tener espinas» Park JiMin, un chico de 19 años, es contratado como niñero par... More

⚠¡ADVERTENCIA!⚠
˗ˏˋ❛❛Introducción❜❜ˎˊ˗
˗ˏˋ❛❛Primera parte❜❜ˎˊ˗
Capítulo 1: La familia Jeon
Capítulo 2: Un besito de buenas noches...
Capítulo 3: Una conversación incómoda
Capítulo 4: La tentación en persona
Capítulo 6: Revelación

Capítulo 5: Descontrol

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By TomokoKuragari

Pasaron tres días en donde JiMin intentó guardar distancias, lo intentó, de verdad que lo intentó. Era JungKook quien lo arruinaba todo; por ejemplo: En algunas ocasiones su menor corría de improvisto hacia él y se colgaba de su cuello, al mismo tiempo le robaba un beso de la mejilla. Sorprendiendo así al mayor, por la actitud tan inesperadamente cariñosa de su pequeño Dongsaeng. O la otra ocasión en que venía y le rogaba al oído: "Kookie tiene sed, Kookie quiere mimir, Kookie tiene frío, Kookie tiene hambre, Kookie quiere su lechita de plátano favorito, etcétera, etcétera y etcétera".

Era JungKook el que empezaba con las confianzas, y él, quien solo trataba de alejarse, manteniéndose firme ante sus pensamientos de no caer en malos hábitos.

Sin embargo, la tentación era muy grande, el pelinaranja siempre se preguntaba: ¿Hasta cuándo resistiría ese glamour que emanaba el pequeño JungKook?

Y su respuesta, no tardaría en llegar.

[. . .]

La noche cayó de sopetón, mostrando un oscuro cielo sin estrellas, la luna era llena, pero era cubierto por un extenso manto de nubes esporádicas de colores grises. Las temperaturas eran bajas por lo que el frío no se hizo de esperar. La gente que salía de sus trabajos pasaba por las aceras o los peatones de tránsito, caminando rápido para no congelarse. Entre esas personas muchos universitarios salían hacia las paradas para retirarse a sus casas, o para encontrarse con amistades, y en cambio otros...

Se quedaban horas extras cuidando de niños mimados.

El joven de diecinueve años estaba agotado, frustrado y con un enorme sueño que lo torturaba, él necesitaba descansar, porque pasar todo el día cuidando de un jovencito que no podía hacerse las cosas por sí mismo, combinado con su carácter dependiente y emocional, era ciertamente, frustrante, es decir, JiMin no tenía paciencia, pero todo lo hacía por el dinero.

Desde que salió del colegio a sus 18 años, se la pasó trabajando y ahorrando un monto de dinero exacto, todo ello para invertirlo en un instituto que lo ayude a ingresar a la universidad. Porque sí, JiMin había reprobado los exámenes de admisión, el hecho de haberse preparado correctamente y no haber aprobado ―pese haberse esforzado todos los días por la tarde y noche―, y que no rindieran los frutos de su esfuerzo, lo dejaron con depresión, ansiedad y frustración. Acabando así con su estabilidad metal y emocional. Se sentía un fracasado de la sociedad.

A pesar de que él estudió, los exámenes eran muy difíciles, sobre todo las materias de física, química y matemáticas avanzada. Sumándole el hecho de que varios estudiantes de todo el país postulaban para ingresar a una de la prestigiosas universidades: Seoul National University / 서울대학교.

¿Y por qué no ingresó si él, sí estudió? Fácil. JiMin había separado su tiempo en dos partes:

La primera: Todas las mañanas ayudaba a su madre en su pequeña cafetería de repostería, JiMin ayudaba de mesero, cobrador y lava platos; su mamá en cambio, horneaba las galletas y los pastelillos, en ocasiones se turnaba con su hijo de cobrador y mesera. Hacía falta mano de obra. JiMin, como único hijo, tenía que ayudarla sin reproches, ya que contratar a un ayudante era mucho, prácticamente se invertiría la mitad de toda la capital de su madre, cada mes.

La segunda: JiMin necesitaba más tiempo, más preparación de agentes externos para ingresar a la U. Prácticamente todo el día. Cosa que no tenía.

Por eso, después de reprobar en sus parciales, JiMin fue a trabajar todas las tardes de niñero en varias ocasiones, llegando así, hasta los señores Jeon, quienes le ofrecieron un buen pago, a cambio de cuidar a su adorable e inocente hijo: "Jeon JungKook".

Lastimosamente para JiMin, nunca pensó en encontrarse con un jovencito que descontrolara sus hormonas, un jovencito que acarreaba sus pensamientos más morbosos, llegando a tal grado de imaginarse escenarios nada inocentes. El mayor trataba de controlar esos pensamientos, más su cerebro no se lo permitía. En muchas ocasiones, él se auto-reprendió, pero al final desistió, desistió, porque, observar al hermoso castañito, le hacía de alguna manera sentirse bien, JungKook le gustaba, aunque no quería admitirlo; pero, algo que sí quería confesar a sus padres ―cuando sea el tiempo adecuado―, era que:

JiMin es homosexual, pero para su mala fortuna, un gay de clóset.

Todos esos pensamientos le llenaban la cabeza, día tras día, siempre se la pasaba pensativo. Y con ello, nunca prestaba atención a su alrededor, ni mucho menos cuando JungKook llegó y se sentó en su regazo esa noche mientras miraban televisión.

―Abrázame, Hyung ―pidió, el adorable menor, desconcertando nuevamente a su mayor―. Tengo frío.

―Bueno... ―JiMin de mala gana lo hizo, se odiaba por caer así ante el nene.

Pasado 20 minutos, descubrió que el menor se había dormido sobre él.

«JungKook tienes muy poco aguante», pensó divertido. «De seguro en el sexo te cansarías muy rápido», dicho eso se rio levemente, pero al poco tiempo se dio cuenta de sus palabras, por lo que rápidamente se dio un zape directo en la cara, golpeando después su boca, como si esta hubiese pronunciado las palabras de su hormonal y morbosa mente.

Negó con la cabeza, reprimiendo así sus pensamientos, y se levantó cogiendo a JungKook estilo princesa, llevándolo hasta su habitación para acurrucarlo en su cama.

Esa noche tendría que quedarse a dormir, pues los padres de Kook no llegarían hasta después de mañana, por eso hacía horas extras.

Con un bostezo, se alejó ya terminando de arropar a Kookie y procedió a retirarse al cuarto de invitados. Los señores Jeon le habían dado permiso para hacerlo.

―Hyung... ―Se escuchó la dulce voz del menor. A su llamado, su mayor volteó de regreso para asegurarse de que efectivamente, JungKook lo llamaba―. Mhm... Hyung...

―Dime, pequeño... ―susurró muy bajito acercándose a la cama. Observó como el castaño se retorcía de una manera obscena. JiMin abrió sus ojos incrédulo ante lo que veía. Nunca creyó presenciar aquel acto tan indecente.

Mientras que JungKook hablaba casi seductor, el tono de voz era dulce y suave, un poco ronquita, porque estaba dormido.

―Hyung, más... Más... ―JiMin tragó grueso, sentándose al borde de la cama y viendo atento a la enredadera de susurros provenientes de un excitado JungKook, quien no dejaba de moverse inquieto, y de quien ahora su voz sólo soltaba incesantes jadeos, y pronto, gemidos constantes.

―Kookie... ―pronunció en un murmuro, llamando al pequeño, quien desde su perspectiva, ahora sudaba y llenaba de líneas de expresión su frente―. Despierta, bebé ―Lo sacudió suavemente.

JungKook gemía más alto y rápido. Asustando al niñero, este no sabía qué hacer en esa situación, miraba a todos lados. «Quizá sería mejor traer un vaso de agua fría», razonó JiMin. Pero antes de ir a la cocina, JungKook lo volvió a llamar en un gemido agudo. El pelinaranja pudo sentir la dureza que por tercera vez, nacía entre sus piernas. Ese niño era la perdición.

Ya se estaba cansando de la putas erecciones, que en una semana iban contando como cuatro.

Acarició el brazo del castaño, tratando que se tranquilice, esta vez sin ánimos de despertarlo, sino para estabilizarlo... Y lo logró, porque Kook ahora gemía lento, ya no como en un principio.

JiMin, con la otra mano que no acariciaba al menor, sobó lento en su bulto, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza para atrás. Todo empezó a nublarse ante su campo visual, solo las olas de satisfacción recorrían en su cuerpo, hasta los gemidos de JungKook se escuchaban lejanos a lo que él era capaz de percibir. Apretó sus dientes y no precisó el tiempo de cuanto se había tocado, pues cuando volteó encontró a un JungKook estupefacto. El mayor no pudo reaccionar y quedó examinando la cara de su menor, JungKook respiraba apurado, desesperado, sus ojos brillaban y se notaba el fastidio. Había despertado y probablemente le había observado todo este tiempo. JiMin se culpó por completo.

«Park JiMin, ¡eres un repugnante asqueroso!», se juzgó.

―T-tengo sed, Hyung... ―En cambio, el menor sólo atinó a pronunciar aquello, ignorando el hecho de que JiMin se estaba tocando ante sus ojos. Más importante era su problema, sentía algo incómodo entre sus piernas... debía aliviarlo. JungKook pidió algo de beber porque estaba sediento, muy sediento. Había tenido un extraño sueño. Necesitaba a su Hyung fuera de su habitación, no podía verlo a los ojos.

Cuando JiMin oyó eso de los labios del castañito, su mente ya no halló nada de inocencia en ello.

¿JungKook tenía sed? Pues JiMin iba a darle de beber algo delicioso.

―¿Kookie, quiere biberón? ―preguntó con un tono lujurioso.

―¡Sí, Kookie quiere lechita! ―respondió soñoliento y emocionado.

Los ojos de JiMin se oscurecieron. Ya tenía suficiente con ese niñito de cara bonita.

―¿Quién soy yo para negarle eso a mí bebé? ―Se acomodó mejor en la cama, alargando su mano para acariciar los cabellos castaños de Kookie, quien parecía intranquilo, también al borde de un colapso. JungKook tenía el mismo problema que él, y entonces el niñero actuó.

JiMin empezó por sus pantalones propios. JungKook suspiró profundo, ¿por qué su Hyung no iba a la cocina por su leche de plátano favorita? El menor tenía sed, y un vaso de leche lo calmaría todo. Se sentiría más tranquilo si se lo bebiera, había soñado muy extraño. El maknae observó las acciones de JiMin, ya que este último no se retiraba y no le traía la bendita leche, solo procedía a despojarse del cinto de sus pantalones.

―Entiendo, pero... Hyung. ¿Por qué te estás quitando el cinturón? ―señalódesconcertado―. Ahm... ¿Hyung? ―preguntó el castañito, pero fue interrumpido.

―¿El pequeño Kookie, tiene sed? ―preguntó bajándose los pantalones, a lo que su Dongsaeng asintió suspicaz―. Bueno, Hyung, puede darte de beber ―propuso JiMin, mirándolo a los ojos―. Pero tienes que obedecer a todo lo que te diga Hyung.

―... ―El menor no dijo nada. De hecho, el pequeño JungKook, sospechaba que su mayor tenía malas intenciones hacia él. Por lo que prefería guardar un poco de cautela a las acciones de su niñero.

―Lo tomaré como un sí. ―JiMin tomó la mano derecha de JungKook y lo dirigió directo a su bóxer gris, posando la manita de Kookie sobre su palpitante miembro.

El niñero observó la reacción del castañito, si lo estaba asustando, se detendría. Sin embargo, fue testigo de un sonido armonioso y angelical. JungKook se reía y emitía una sonrisa tímida y gutural, una que hacía cosquillas a los oídos del pelinaranja, una sonrisa que le indicaba que lo que JiMin estaba haciendo, no le molestaba en lo absoluto. La actitud del castaño lo desconcertó. El mayor no se esperó esa reacción, ni mucho menos la expresión de su rostro que tenía frente suyo: Un JungKook con las mejillas rosáceas, unos ojos brillosos y oscuros, unos labios rojitos, que dentro de ellos salían unos dientes de conejito que apresaban el labio inferior.

Está bien, a JungKook sí le estaba gustando lo que hacía. Sonrió de satisfacción, no imaginó que pasaría tan rápido, pero he ahí, lográndolo antes de tiempo.

JungKook bajó su mirada y se lamió los labios.

La sorpresa de JiMin fue grande al notar que JungKook se alzaba y se colocaba sobre él, empezando a moverse sobre su pene.

―La otra vez, Hyung me dijo que esto calmaba de su dolor de ahí abajo ―susurró Kook, cabalgando lentamente a su mayor.

JiMin se estremeció aún sin creérselo. ¿Esto estaba pasando?

¿Acaso JungKook no era lo que él había pensado todo este tiempo?

Se sintió confundido, pero eso no impidió que lanzara una grosería cuando JungKook provocó una sensación profunda en su pene. Lo abrazó de la cintura y dejó que Kook le siguiera cabalgando por sobre la tela.

―Mmm... Hyung... Sí, está muy dura...

JiMin maldijo.

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