Maldita dulzura

By entregafas98

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Colin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, p... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75

Capítulo 20

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By entregafas98

GWEN

Cuando era pequeña, fui a un parque de diversiones con mis maestras y compañeros del colegio. A pesar de tener solo siete años, en ese momento era más alta que el resto y alcanzaba la estatura mínima para subirme a la montaña rusa. Me senté junto a una desconocida, me afiancé con fuerza a mi cinturón de seguridad y grité hasta que mis pulmones se quedaron sin aire. Mi estómago bailó en cada curva, mi corazón latió tan fuerte que creí que se me saldría por la boca y al bajar, mi mundo había cambiado.

Besar a Colin es similar a ese momento, siento que estoy rompiendo reglas que no existen y la adrenalina me recorre como fuego. Mis pulsaciones van sobre la media y mis pulmones arden porque el aire que alcanzo a tomar es insignificante, pero no hay manera en que quiera detener este momento. Sus labios están cálidos contra los míos, aunque el resto de su rostro está tan helado como el clima a nuestro alrededor. Su lengua se enreda con la mía, sus manos me sostienen con fuerza y me acarician sobre las capas de ropa. Es gentil, es apasionado y se siente como bajar de la montaña rusa, algo ha cambiado.

Enredo mis brazos alrededor de su cuello y me inclino hacia adelante al sentir que me caigo; no obstante, sus brazos me aferran con fuerza, acercándome más a él y eliminando cualquier espacio que exista entre nuestros cuerpos. Sus labios abandonan los míos por un momento, solo para tomar aire y luego vuelven a besarme con la misma seguridad que antes. Colin no es tímido cuando nuestras bocas se encuentran, no mete la pata ni dice algo indebido; me gusta que pueda ser el muchacho amigable y a la misma vez el que me deja sin cordura cuando estamos compartiendo algo más que una risa.

—Gwen —susurra.

—¿Mmm?

—No hagas eso.

—¿Hacer qué? —suelto con desentendimiento, mi boca a centímetros de la suya.

—Mecerte.

Me detengo de pronto al escucharlo y siento que las mejillas me arden al comprender que tiene razón, estoy meciéndome sobre sus piernas a la vez que compartimos un beso y no tengo ni idea de cómo inició.

—Lo lamento.

—No.

—¿No?

—No lo lamentes, puedes seguir haciéndolo tanto como quieras, pero si lo haces, no puedes decirme luego que tenemos que dejarlo estar.

—Yo...

—Soné muy brusco, perdón. —Cierra sus ojos con fuerza y cuando los abre, sigo notando la ternura en ellos, solo que se ha derretido por el fuego en su interior—. No quiero presionarte, puede quedar como un beso increíble y lo entenderé.

—¿Y si no lo quiero?

—Entonces podemos fingir que nunca pasó y seguir siendo solo amigos.

—No. —Niego con la cabeza—. ¿Y si no quiero que quede como un beso? ¿Y si quiero que se repita lo que sucedió entre nosotros y quizás más?

Sus labios se separan con sorpresa y puede que sea el frío que me está matando o lo que siento entre mis piernas y bajo mi trasero, no lo sé, solo sé que vuelvo a balancearme lentamente sobre él. Lo hago lento, con cuidado porque seguimos en un columpio inestable, y sin dejar de mirarlo un segundo a los ojos. No quiero que tenga dudas, que me aleje para protegerme. Quiero esto.

—Gwen, dijiste que querías esperar.

—Hablé sin saber. ¿A qué esperaré? ¿A que tu paciencia se agote y me quede con un idiota como Niles porque no supe tomar las decisiones correctas a tiempo?

—No me cansaré de esperarte.

—No lo sabes.

—Sí lo sé.

—Yo sé que no quiero esperar.

Sus manos abandonan mi espalda y bajan poco a poco hasta encontrarse con mi trasero. No tengo idea de qué hará, si detendrá mis torpes movimientos o si por el contrario él quiere esto tanto como yo. Por el momento no hace nada, solo se mantiene ahí y el calor de su piel atraviesa la tela de mis pantalones como brasas ardientes.

—Te pedí esperar porque quería estar segura de que lo que sucedió no fue por enojo —admito con algo de vergüenza—. No quería repetirlo sin tener la cabeza clara, sin asegurarme que no te lastimaría.

—¿Ahora tu mente está clara?

Asiento.

—Sé lo que quiero.

—¿Y qué es eso?

—No quiero a Peter, es probable que nunca lo haya querido. Quiero esto. A ti. Ahora.

Recibo entonces la respuesta a mi duda, sus manos me sostienen con fuerza por el trasero y de pronto ya no soy la única moviéndose. Nuestras entrepiernas se rozan a un ritmo silencioso, nuestros labios se acarician sin unirse y me cuesta pensar en algo que no sea el palpitar que avanza hacia mi vientre.

Muerdo mi labio inferior para no emitir ningún sonido que nos delate y cierro mis ojos al sentir el cosquilleo que me produce el leve encuentro de nuestros sexos. No nos hemos tocado aún, ni siquiera nos hemos quitado una capa de ropa, aun así, puedo sentirlo todo y quiero más de esto. Quiero más de sus labios sobre los míos, de su miembro erecto entre mis piernas y del incendio en su mirada cuando nuestros ojos se encuentran.

—Espera —murmuro con agitación—. No podemos hacerlo aquí.

—Tienes razón, tu familia está a unos metros.

—No, no me refiero a eso. Este columpio se caerá en cualquier momento.

El entendimiento se transforma en una sonrisa en su rostro y sus labios vuelven a encontrarse con los míos. Me besa con una energía distinta, con pasión y con la misma necesidad que estoy experimentando en este momento. No duda ponerse de pie conmigo en brazos y eso es algo que me asombra, aunque hace mucho más que eso. Me enciende.

—No puedes subir a la casa del árbol conmigo a cuestas.

—Tienes razón, no soy Edward.

Besa fugazmente la sonrisa en mis labios y me deposita con cuidado en el suelo. No quiero estar lejos de él, me gusta la sensación de nuestros cuerpos pegados, pero es necesario para que el momento continúe. Soy la encargada de liderar la subida al árbol usando los escalones que mi padre instaló hace tantos años. Puedo sentir su mirada en mi trasero y de cierta manera eso me hace sentir bien, me hace sentir deseada.

Tanteo en la oscuridad el suelo de la casita y gateo hacia el interior buscando la pequeña lámpara a baterías que alguna vez guardé allí. La tenue luz ilumina el lugar y Colin me sonríe al llegar. No hay mucho que ver aquí arriba, los castillos de princesa y los cofres de tesoro desaparecieron hace mucho. Hay algunas colchonetas y un pequeño mueble en donde encuentro unos mantas. Me ayuda a acomodar el lugar y nos sentamos frente a frente sin saber cómo retomar el momento.

—Estás muerta de frío —comenta sin elevar la voz—. Tus mejillas están sonrojadas.

—No es por el frío.

—¿Segura?

—Muy.

Me hago valiente sin despegar mi atención de él y me quito el tapado que me mantiene abrigada para luego dejarlo a un lado. Acorto la distancia hacia él con lentitud, tomo el cierre de su chaqueta y lo bajo. Colin se desprende de él sin dudarlo y nuestros ojos se encuentran una vez más antes de que su boca busque la mía. Ya no hay timideces y titubeos, estamos solos aquí arriba y lo que sea que esté sucediendo en casa les tomará mucho tiempo. No me importa, aparto el sentimiento de culpa y me concentro en el ahora. En la manera en la que las manos de Col me recorren y se encuentran contra mi piel al introducirse bajo mi ropa. En la forma en la que nuestras lenguas se provocan y nuestros pulsos se enloquecen. En lo bien que se siente sentarse sobre él y mecerme sabiendo que no estamos al borde de un accidente.

Sus labios abandonan los míos para encontrarse con mi cuello y lo sostiene cuando echo la cabeza para atrás para darle acceso. Mordisquea sin fuerza mi piel y se me escapa un jadeo silencioso al sentir su mano encontrarse con mi sostén. Me muevo sobre él, sobre su miembro que se roza conmigo bajo sus pantalones y lo oigo ahogar un gemido contra mi mandíbula. Ese sonido tan varonil y particular es todo lo que necesito para alejarme lo suficiente y quitarme el sweater y la camiseta. Sus ojos se encienden al verme solo en corpiño y es él quien se deshace de la prenda y la tira a un rincón.

Volvemos a besarnos a medida que nos acostamos sobre las colchonetas y la piel se me eriza al sentir la caricia de su pulgar contra mi pezón. No sé lo que es el frío en este momento, me he olvidado de las temperaturas bajo cero y siento calor, un calor que nace en mi entrepierna y se expande por todo mi cuerpo.

Lo observo en silencio quitarse su propio sweater y camiseta y no puedo contener la necesidad de acariciar su vientre plano. Él odia hacer ejercicio, lo sé, pero no puedo evitar considerar atractivos los músculos que se marcan en su pecho y brazos. Sonríe con diversión al descubrir dónde se concentra mi atención, aunque solo me dura un momento porque al bajar la mirada noto el bulto en sus pantalones.

—No tenemos protección —recuerdo—. Y no estoy tomando la píldora.

—No te preocupes.

—¿Que no me preocupe?

Sus mejillas se tiñen de rojo antes de contestar.

—Tengo condones.

—Pero...

—No lo planeé, digamos que fue un regalo.

—¿De quién? —pregunto alarmada.

—De Harley.

La respuesta me tranquiliza porque de saber que fue mi hermana, me habría enojado con ella, aunque se lo habría agradecido en partes iguales. Ahora se lo agradezco a Harley porque su regalo es lo que nos permite continuar. Es lo que impulsa a Colin a quitarme mis zapatos y pantalones. Es lo que hace que yo le quite también los suyos. Y, por último, es ese regalo el que lleva a que nos desnudemos frente al otro.

Él me ha visto semidesnuda; sin embargo, esta situación no se parece en nada a lo que sucedió en su habitación. La intimidad, la adrenalina y lo que encontramos en el otro no se parece. Me gusta lo que veo, pero más me gusta que no deje de besarme y de hacerme sentir deseada con su mirada café.

Me quedo sin palabras cuando se recuesta sobre las colchonetas y con delicadeza y en silencio me indica que me siente, no sobre sus caderas, sino sobre su rostro. Ninguna de las películas, series o libros de romance que devoré me prepararon para este momento, para experimentar y sentir hasta la última terminación de mi cuerpo. El jadeo que suelto es tan alto que temo que alguien me haya escuchado, solo que no puedo contenerlo. Su lengua roza mi entrada de una manera que nunca había imaginado y sus manos sostienen mis piernas con firmeza, manteniéndome contra él pese a que mi cuerpo entero está enloqueciéndose.

Me acaricia por dentro, me besa y no hay nada que ocupe mi mente. Los pensamientos se desvanecen, se me corta la respiración y estoy pidiendo más y más casi sin aire ni voz. Sus manos pasan a sostenerme por la cadera y me mueve sobre él, sobre su lengua y la sensación es tan abrazadora que tengo que reposar mis manos sobre el suelo para dejar de temblar. Acabo en su boca y creyendo que nada de lo que pueda venir después puede ser tan maravilloso.

Me equivoco porque cuando logro recuperarme, no hay más que placer esperando por mí. Soy yo la que se encuentra contra las mantas y colchonetas ahora y la imagen de Colin colocándose el condón es tan sensual que quiero memorizarla para siempre. Es absurdo, lo sé, pero no puedo evitarme preguntarme cómo podré querer estar con alguien después de él. La confianza, la seguridad y el deseo que siento no tienen comparación.

—Podemos detenernos si cambias de parecer —susurra contra mis labios.

—No querré detenerme.

Nuestras bocas se unen en un beso para acallar los gemidos cuando se desliza dentro de mí y no demora en comenzar a mecer sus caderas contra las mías. Sus ojos chocolates no se apartan de mi rostro, me analizan buscando cada expresión como si pudiera leerme. Empiezo a pensar que lo hace porque sabe cuándo aumentar la velocidad y cómo moverse para tenerme susurrando su nombre.

Colin. El muchacho que entró a mi tienda y exigió verme. El que no me llamó por una semana y quien juré que era solo un amigo. Ese mismo Colin está haciéndome ver estrellas, deseando más y más y pidiéndoselo en silencio.

Llego al orgasmo antes que él y es entonces cuando se deja ir también, alcanzando su clímax después de hacerme alcanzar el mío. Y no es el sexo que acabamos de tener lo que hace latir mi corazón con fuerza, sino la manera en la que me mira y lo mucho que me encuentro en sus ojos. No quiero buscar más por el momento: no quiero buscar más excusas, más razones para convencerme de que Colin es solo mi amigo. Quiero disfrutar esto, lo mucho que nos entendemos y lo mucho que me atrae. Quiero intentarlo, quemarme en el intento o disfrutarlo hasta que el corazón me reclame que pare.

¡Hola, mis personitas! ¿Cómo están? Manos arriba, eh 😂

Escribir este capítulo fue sencillo, la química fluía entre los dos desde el principio y me gustó mucho el resultado. ¿A ustedes les ha gustado el capítulo?

Ahora que estos dos ya pasaron sus propios límites, ¿qué creen que va a suceder?

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Gracias por su apoyo y cariño.

Les deseo una hermosa semana y un precioso fin de semana. Nos leemos el lunes.

MUAK!

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