GATO: Deséalo y perderás [+18...

By thebabypes

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... More

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T R E I N T A Y S I E T E | J U I C I O
EPÍLOGO
E X T R A

D I E C I S É I S | A F R O D I T A

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By thebabypes

«Me escondía muchas cosas y era difícil poder conocerla realmente. Pero yo no era de los que se rendían»

Gato.

Ambos entramos en el ascensor que nos llevará al sótano, donde se celebraban las peleas ilegales que organizaba Magnus.

Esa noche le tocaba luchar Serpiente. Jamás lo había visto peleando, ya que mi trabajo era solo ayudar a Gato, pero mi compañero Cronos me recomendó que no solo fuera los días en los que solo peleaba Gato. Donde más información tendría sería también otros días de la semana y eso era también parte de lo que hacía esa noche. Pero mi preocupación por Gato aumentaba sabiendo que cosas podría llegar a hacer si lo dejaba solo.

Como fue en este caso.

Así que lo miré por unos segundos fugases y vi como la camisa que se había puesto él le quedaba apretada en su duro y musculoso cuerpo. Me preocupé al ver algunas de sus heridas que se encontraban en su frente, pero lo que ya había pasado ya estaba. No podía obligarle a nada, lejos de que no me gustase lo que hiciera. Era peligroso para él y yo estaba ahí para protegerlo, para proteger a las víctimas. Y Gato era una víctima más con la que empezaba a sentir algunas cosas.

Cambié mi mirada para observar como los números del ascensor cambiaban. Me estaba empezando a poner nerviosa en ese ascensor, quizás por como me sentía cada vez que estaba al lado de este hombre, pero había algo más que no comprendía.

Muchas veces, algunas personas me decían que tenía un sentido para captar la mala suerte, las malas vibras de los lugares. Este lugar siempre, desde la primera vez que lo pisé, sentí un mal sentimiento por mi cuerpo, pero hoy... Solo esperaba que fuese unas simples ideas paranoicas de las mías. Quizás al ver hoy a Gato tan mal herido me hizo sentir de esa manera.

Entonces, cuando volví a mirar a Gato, le pillé mirándome algo angustiado. Me estaba observando la frente, donde todavía podía verse un poco la herida de la segunda prueba, pero apenas era visible por el maquillaje.

Al verlo así, quise tranquilizarlo.

—Estoy bien —susurré con dulzura y él asintió, pero sin contestarme.

Las puertas del ascensor se abrieron y él no se movió, esperando a que saliera del ascensor y él me siguió a mi lado, como si fuese mi escolta. Pero lo cierto es que, si Gato supiese quien era yo realmente, quizás ni me miraría a los ojos. Y eso era lo que más temía.

Traté de visualizar a Serpiente, pero no lo vi y a quien si me encontré fue a una asustada Afrodita, la cual tenía el ojo morado e hinchado por una reciente paliza que había recibido.

Abrí mis ojos por completo y me alejé de Gato al verla, para acercarme y saber que es lo que había pasado.

Al pasar a su lado, ella me miró, sorprendida de verme y yo coloqué una de mis manos sobre su mejilla, en el lado amoratado y Afrodita trató de aguantar las lágrimas frente a mí. Y en ningún momento la vi llorar.

—Afrodita... ¿Qué pasó? —cuestioné, lo cual ella negó con la cabeza, mirando hacia el suelo para evitar mirarme.

Parecía completamente avergonzada y yo acaricié con dulzura su mejilla, para que no se sintiera de esa manera. Pero la comprendía y sabía que, por mucho que intentase tranquilizarla, ese sentimiento después de que alguien te pegase, no se iba así sin más.

Gato se acercó a nosotras, mirando a su amiga con la misma preocupación que yo y se quedó allí, buscando al culpable.

Al ver que ella me devolvió la mirada, tomé las manos de ella para susurrarle;

—Si necesitas hablar, aquí me tienes.

No hacía falta estar ahí para saber que la paliza que había recibido aquella mujer, había sido de Magnus, quien creía que ella era de su propiedad. Y no había nada en esta vida que más me enfadase que ver como seguían existiendo personas que se creían dueñas de otras.

En la policía se veían muchas cosas, pero no todo te acostumbrabas y muchas veces saldrías del trabajo con un enfado monumental. En este momento, deseé tomar el primer arma que encontrase, buscar a Magnus y pegarle un tiro entre ceja y ceja. Pero era una policía, y si hacía eso, terminaría siendo como él. Habían otras formas de hacer justicia y yo me encargaría personalmente de que ese hombre pagara todas las maldades que le había hecho a todas las personas.

Por el rabillo del ojo pude ver como Serpiente caminaba hacia nosotros sin ninguna camisa, con los guantes puestos y con un rostro lleno de odio, seguramente al ver lo dañada que estaba Afrodita. Se acercó a ella y ahí pude ver la ansiedad de ese hombre por aquella mujer prohibida.

—¿Fue Poeta verdad? —cuestionó Serpiente, acercándose al rostro triste de ella y, al ver que no le contestaba, continuó. —Afrodita, dímelo —suplicó, viendo como la vena de su cuello se hinchaba.

Afrodita estaba en un estado de shock y apenas hablaba, ni siquiera me había respondido a mí y la estaba hablando con dulzura porque sabía que era vivir una paliza. Serpiente no la estaba ayudando, a pesar de que se veía que se preocupaba por ella, solo con su tono de voz la angustiaba más.

Y ella necesitaba que la alejaran de ese sitio, que nadie la agobiase ni le prestasen tanta atención.

Serpiente no se alejó de ella y Afrodita estaba paralizada, sin saber que hacer, sin saber que decir.

Coloqué mi mano sobre el pecho de Serpiente y lo alejé con poca sutileza, mirándolo con enfado para advertirle;

—Serpiente, para.

No sabía que gestos hacía Gato, ya que estaba a mis espaldas, pero podía imaginarme que tendría la misma sensación que nosotros al ver a Afrodita tras una paliza que había recibido de Poeta.

Pero mis ojos solo podían mirar a Serpiente que estaba perdiendo el control antes del combate.

—Voy a matarlo.

Gato apareció en mi campo de visión y agarró el mentón de Serpiente con fuerza, pegando su rostro con el de él a modo de advertencia, con un rostro aterrador que hasta a mí me hizo temblar.

Sabía que Gato era famoso por su rostro aterrador y su manera de ser tan fría, tan seria y con tanto odio. Pero conmigo apenas la había visto. Me sobraban dedos de las manos para poder contar las veces que lo había visto de aquella manera.

Y esa vez fue una de esas veces.

En un principio, creí que Gato pegaría a Serpiente, pero no lo hizo y solo le avisó;

—Tú más que nadie sabe que si vas a por Poeta, no solucionarás nada y Afrodita no es una ayudante a la que puedas defender si le hacen algo... —Calló, sin dejar de mirarlo y continuó. —Poeta cree que es de su propiedad. Así de cabrón es y si vas a por él, la que saldrá dañada es Afrodita. Y nadie quiere que le hagan daño —concluyó.

Serpiente tragó saliva, temeroso de verlo perder la compostura con él. Quizás se había puesto de aquella manera al ver a su amiga Afrodita de aquella manera y el miedo a que un día no la volviésemos a ver. Pero en el fondo sabía porque estaba así, y ya era desde antes por mi.

Si estaba así para frenar a Serpiente, no me quería ni imaginar como debió ser la pelea con Magnus y porque estaba tan ido cuando llegué yo a su cuarto. No me quería ni imaginar como debía ser aquello. Pero seguramente Magnus habría recibido una buena paliza de Gato, aunque lo más probable es que sus escoltas le hubiesen salvado de una buena pelea con Gato.

Miré a Afrodita, acercándome a ella y colocando mi mano sobre su espalda, notando como ella dejaba de temblar poco a poco al ver que yo no la agobiaba para saber que es lo que había ocurrido.

Ella me sonrió y soltó todo el aire que tenía. Pero su mirada no dejaba de mirar hacia todos lados, en busca de su agresor.

—No quiero que le sigan haciendo daño —contestó Serpiente, aún notando la presión de la mano de Gato en su mentón.

—No está en tu mano, Serpiente —dijo. —Ojalá pudiésemos ayudarla... Pero si la ayudamos, es peor para ella y para su hija.

Me sorprendí al escuchar como Gato decía "hija". Miré a Afrodita y luego cambié la mirada para observar a Gato nuevamente. Desconocía aquello de Afrodita y ahora todo encajaba. Como le había dicho a Cronos anteriormente, Afrodita debía tener a alguien que la necesitase para que aceptase ese trabajo, inconscientemente, que le había ofrecido Poeta.

Ella me miró y susurró;

—Felina, apenas te conozco... Pero me das mucha paz.

Le regalé otra sonrisa y algo en mi corazón se rompió al saber que a esas víctimas les estaba ocultando sobre mi yo real. Pero este era mi trabajo y este trabajo era la única oportunidad de ellos para poder ser libres lejos de esa mafia.

Tras varios minutos, Gato consiguió tranquilizar a Serpiente para que pudiese luchar a continuación y todos nos quedamos en el mismo sitio para verlo.

Afrodita no se marchó de mi lado, y cuando el hombre rubio subió a la lona para empezar a luchar, podía notar como ella se tensaba.

Durante la pelea, Serpiente no dejó que le otro le pegase, ya que la rabia de haber visto mal herida a Afrodita le comía por dentro y esas ganas de pegarle a Magnus, lo pagó aquel luchador, quien acabó en la lona antes de tiempo.

Serpiente ganó aquel combate esa noche, pero algo me decía que esa noche iba a ser más larga de lo habitual.

Mientras Serpiente bajaba del ring y Gato y Afrodita iban a por él, Cronos me llamó desde lejos con un gesto de mano que vi desde lejos.

Me alejé de mi grupo y me acerqué a mi compañero, quien a su lado se hallaba su luchador alto y guapo, mirándome, prestando toda su atención por si terminaba por partirle otra vez la nariz a su ayudante. Pero esta vez no iba a hacerle nada y menos después de conectar más con mi compañero de oficio. Pero eso él no lo sabía.

Nos alejamos de su luchador Magno y Cronos, en voz baja, me susurró;

—He hablado con algunas ayudantes. —Miró a su alrededor, esperando que nadie estuviese poniendo toda su atención para saber que decía—. Me han dicho que han pasado por lo mismo... De momento no creo que sospechen, pero debemos tener los ojos bien abiertos.

Asentí ante aquella información y pude ver que Cronos pensaba lo mismo que yo. Su temor a que nos hicieran lo mismo de otra forma.

—Solo esperemos que no haya una tercera prueba —pensé en alto y él asintió.

Volví a mirar a Magnus y me acerqué a él, dispuesta a disculparme por lo que ocurrió el otro día.

—Magno, siento lo del otro día.

Él negó, con seriedad y se acercó a Cronos, colocando su mano sobre la espalda ancha de mi compañero. Se veía que él también sentía lo mismo por Cronos y eso me pareció algo hermoso, pero a la vez jodido por donde se encontraban y lo prisionero que era uno de ellos en ese lugar.

—En este negocio, lo raro sería que no reaccionases así —contestó con una voz grave.

Nos despedimos por esa noche y volví hacia mi grupo, donde me choqué con Gato, quien parecía desesperado por encontrarme y, al verme, se relajó. Arrugué mi frente por esa reacción.

Ambos llegamos hacia donde se encontraban Serpiente y Afrodita y yo le dije;

—Buena pelea.

—Después del desastre de la última vez —contestó, quizás refiriéndose a que la otra pelea la habría perdido—. Bueno, ahora quiero que me utilicen un poco —susurró divertido, con una sonrisa divertida y chulesca, similar a la de Gato, pero con un tono más humorístico.

Me acerqué a Afrodita y le susurré;

—¿Por qué no vamos al baño?

Ella asintió, dudosa y ambas comenzamos a irnos para subir a la planta de arriba, donde estaba el bar, cuando Gato elevó la voz;

—Las esperamos en la barra del bar.

Llegamos, tras subir en el ascensor, al baño, encontrándonos con una mujer pintándose los labios de color carmesí y luego dirigirnos una mirada extraña, antes de irse.

Después de eso, aproveché que no había nadie más en el baño y le dije que se sentase cerca del lavamanos para poder mirarle como tenía el ojo.

Ella me hizo caso y se cruzó de piernas, ya que con la minifalda que tenía, podía verse casi todo.

—Voy a mirarte ese golpe —inicié la conversación.

Afrodita me parecía una mujer un poco más mayor que yo. Quizás 5 o 6 años más de los que yo tenía. Pero parecía ser muy insegura, lejos de su aspecto de diosa y esa mirada tan penetrante, en ese momento me percaté que tenía, y mucho, miedo a Magnus. Quizás la tenía amenazada con su hija, quizás era algo más. No lo sabía, habían tantas posibilidades que podría enumerarlas, pero no estaba ahí para inventarme historias, estaba ahí para investigar y para ayudar a personas como Afrodita, sin que ellos supieran que era una agente infiltrada.

Saqué de mi bolso, tras mirarle el golpe, una crema específicamente para bajar la inflamación y se la apliqué con sumo cuidado, notando como se estremecía. Traté de hacer con tanta precaución, que me pregunté si realmente la estaba tocando la piel y ella se quejaba de dolor, pero lo aguantó. Terminé de aplicársela y luego cerré la crema, para guardarla nuevamente en mi bolso para cuando Gato la necesitara.

—Esta crema te vendrá bien para la hinchazón... —susurré, viendo como ella observaba la pequeña ventana que había pegada en la pared de arriba del baño, añorando la libertad—. ¿Qué pasó? —cuestioné, sabiendo que este era un lugar seguro para lo que había de puertas para fuera.

—No se me permite hablar del tema fuera del despacho de Magnus —contestó, notando su voz distante y vi como empezaba a mover su pie con nerviosismo.

La comprendí y no dije nada más.

Después de que recibía alguna paliza de aquel hombre, yo tampoco era nada abierta con nadie. Quizás eso me hizo ser así de cerrada, con mis secretos y mi manera de ser. Por ello le di todo el espacio que ella necesitara.

Quería que confiase en mí y que hablase conmigo, mujer a mujer. Porque me imaginaba que ella no tenía ninguna amiga en ese sitio, solo a Gato y a Serpiente, y habían cosas que una mujer nunca querría decirle a otro amigo hombre.

Y ella me sorprendió cuando comenzó a hablar;

—Fue algo que me dijo de mi hija —susurró, captando toda mi atención en ella y me quedé quieta, para poder escucharla—. Lo hizo para provocarme, pero... Es tan asqueroso... —Se refirió a Magnus y ella hizo un gesto con la cabeza mientras sus manos se apretaban en la encimera, pudiendo hacerse daño—. Tomé la primera cosa que había sobre la mesa y se la tiré en la cabeza. Entonces me tomó del brazo y me pegó, advirtiéndome que era la última vez que le haría eso.

Tragué saliva ante lo que mis oídos estaban escuchando.

Solo una persona tan asquerosa como Poeta era capaz de decir cosas así. Y yo también le hubiese hecho lo mismo a Poeta si se hubiese referido a algún familiar mío.

—¿No puedes salir de esto? —cuestioné.

—Ya es algo tarde para salir, Felina —respondió, mirándome a los ojos y viendo la desesperación en su mirada.

Quise ayudarla. Tomarla de la mano y huir de ahí con ella, lejos, muy lejos de Inglaterra. Pero así no se solucionaba ese problema y seguramente la metería en más problemas antes de que saliéramos de Londres.

—¿Cómo se llama tu hija?

Ella pareció olvidar lo vivido unos segundos, y sonrió, viéndose el amor que le tenía a su hija.

—Paola.

Sonreí por ello y continué;

—Precioso nombre.

—Si... —Asintió. —Seguro que te preguntarás como alguien que tiene una hija, está metida en toda esta mierda.

Apreté la mandíbula. Quizás antes si me lo preguntaba, antes de saber que tenía a una hija, pero ahora lo confirmaba. Y fui sincera cuando respondí;

—No me lo pregunto, porque ya me lo imagino. —Callé unos segundos, ella esperando mi respuesta. —Necesidad.

—Exacto.

—¿Sabes que puedes ir a la policía y ellos te pondrían en protección de testigos? —Le recordé.

Quizás si ella declarase en contra de Magnus, podría ayudar mucho al caso. Pero luego mi mente divagaba en más posibilidades que ella tendría de salir mal parada de todo esto. No iba a ser de gran ayuda que una víctima hiciera esto, cuando aún no habían ni encerrado a esa persona. Debía de hacerse de otra manera y luego si ponerla en protección.

Pero lo que ella me contestó, me dejó claro que, el día que supiera mi secreto, no me hablaría jamás.

—¿La policía? Ellos no hacen nada. Saben que estamos aquí, las víctimas, pero no harán nada. —Vi la rabia en su mirada, la escuché en su voz y era consciente de que no quería ni escuchar la palabra policía—. Muchos de ellos vienen a ver esas peleas. Pagan y contribuyen a que esto continúe. No... no confío en ellos y los últimos que me van a ayudar, son ellos mismos.

Cambié mi mirada hacia el suelo y, en seguida, me sentí mal.

Me dio vergüenza por unos segundos haberme hecho policía, por el simple hecho de ver que habían muchos corruptos dentro de este trabajo. Pero no podíamos sentirnos así lo que nos hicimos policías para ayudar a otras personas.

Y yo estaba ahí para eso, para ayudar a esa mujer que había perdido la fe en los policías, que debían estar para ayudar, no para destruir.

—¿Qué edad tiene Paola? —Cambié de tema.

Ella calló unos segundos y luego continuó;

—7 años... La tuve cuando tenía 31. —Respiró con profundidad, quizás al recordar a alguien más, pero cuando hablaba de su hija, se veía feliz—. Me enamoré de un hombre guapísimo, no le importaba que fuera prostituta, porque antes de estar aquí, lo era por mi cuenta. Pero, cuando le dije que estaba embarazada de él, no lo aceptó, porque creía que estaba embarazada de otro por mi trabajo y me dejó.

Apreté mis dientes al escuchar su historia y negué con la cabeza por conocer que habían hombres así.

Empecé a hacer cálculos, descubriendo que tenía 38 años actualmente y me sorprendí al ver que me llevaba 14 años y ni siquiera los aparentaba.

Volví a hablar para serle completamente sincera;

—Siento todo eso.

Afrodita negó, en contra de lo que estaba diciéndole.

—Yo no... Tengo una hija preciosa e increíble —contestó sonriente.

Y fue ese rostro de felicidad al recordar a su hija que me hizo preguntarme si algún día tendría algo así, alguien a quien cuidase y protegiese y me necesitara. Quizás no era de esas personas que le gustaría ser madre en algún futuro, ni siquiera pienso en ello, pero me gustaría saber si algún día pudiese sentirme, así como cuando Afrodita hablaba de su hija.

Entonces, algo raro vi en ella. La tristeza abundaba en su mirada y arrugué mi frente al imaginarme algo.

—Algo me dice que aceptaste este trabajo con Magnus por algo más.

Ella asintió y, cuando lo dijo, fue peor de lo que me imaginaba.

—Mi hija está enferma... Tiene leucemia y necesito ese dinero —respondió mirando hacia aquella ventana que daba al exterior, hacia la libertad, pero volvió a dejar de mirarla para mirarme a mí—. Haría cualquier cosa por ella. —Dejó de hablar para leer lo que decían mis ojos. Ladeé la cabeza y ella continuó. —Si un día quieres ser madre... Créeme que ese será el mayor amor que conocerás.

Asentí lentamente, pero no sonreí porque lo cierto es que no quería serlo. No podía poner la mano en el fuego de si algún día quisiera serlo, no sabía que es lo que me deparaba el futuro, pero actualmente no pensaba en ello. Era bastante joven también para pensar en serlo y quería seguir creciendo en mi trabajo.

—Afrodita, no me conoces mucho, pero si me pides ayuda, te la daré sin hacer preguntas.

La mujer que tenía frente a mí, tan hermosa como una diosa, sonrió y pude ver agradecimiento en su mirada.

—Gracias... Eres muy diferente a las otras ayudantes.

Se bajó del sitio donde estaba sentada y me dio un fuerte abrazo que acepté sin pensármelo 2 veces.

Ambas salimos del baño y una vez llegamos al bar, nos encontramos a Serpiente y Gato bebiendo alcohol en la barra del bar, esperándonos.

Al acercarnos a ellos, Gato me ofreció una bebida y, a pesar de que estaba de servicio, debía mezclarme con ellos, por lo que lo acepté y comencé a beber alcohol junto con Gato, Afrodita y Serpiente. Quien este último miró a la mujer con la que estuve en el baño algo preocupado.

Miré las heridas visibles de Serpiente.

Arrugué mi frente y le pregunté;

—¿Tu no deberías irte a que te revisen esas heridas?

Mostró todos sus dientes al mirarme, lo cual me hizo sonrojarme un poco y Gato pareció gustarle verme así.

—Yo mismo me curo —inició. —No tengo ayudante... Pero si a Gato no le importa, podrías revisarme tu. —Miró a Gato, provocándolo un poco y este ignoró las palabras de Serpiente.

Lejos de que a ambos les gustase estar con la misma mujer, estaba segura que Gato no quería que estuviese solo con Serpiente, sino que lo aprovechásemos los 3 juntos. ¿Quizás vi algo de celos en su mirada? No lo sabía, tampoco era fácil descifrar a ese hombre y no creía que existiese la palabra "celos" en su vocabulario.

Rápidamente, la música roquera del bar dejó de sonar y todos miraron hacia una dirección, incluidos Gato, Serpiente y Afrodita. Vi alarma en sus ojos, sobre todo en Afrodita y Gato. Miré a mis espaldas para saber quien había ocasionado tal situación y al verlo, me quedé igual que ellos, peor mi rostro comenzó a ser de enfado al ver que se acercaba a nosotros.

Escuché como Gato resoplaba con fuerza y Afrodita vi como daba un paso atrás, esperando que no la llamase a ella.

Cuando estuvo frente a nosotros con sus escoltas, nos saludó a los 4.

—Buenas noches... Afrodita, espero que tengas mejor el ojo —ironizó y ella no le contestó.

Serpiente le iba a decir algo, pero Afrodita lo frenó rápidamente.

—¿Qué quieres, Poeta? —cuestionó Gato, con un rostro lleno de odio al verle.

Magnus me miró, de arriba abajo y dijo;

—Que me prestes a tu ayudante unos minutos.

Sentí como se me iba cualquier rastro de sangre y me quedé quieta por lo que acababa de escuchar. Cualquier cosa podía pasar si me quedaba a solas con ese hombre y pasaron por mi mente muchas imágenes desagradables. Solo esperaba que esta vez el collar si me fuese a salvar y me daba igual si Magnus se enfadaba más, yo iba a luchar por mi supervivencia y por la de aquellos que no podían defenderse. Para eso me había hecho policía.

Gato se levantó rápidamente del taburete y se puso a mi lado, viendo lo tenso que estaba.

—No es un objeto... Y conociéndote, no pienso dejar que estén solos... —objetó con ira—. Lo que le tengas que decir, lo dices delante nuestra.

Respiré profundamente y temí por Gato al ver que se estaba buscando más palizas de las que había recibido por mi antes.

—¿Quieres que saque otra vez el palo de madera? —provocó Poeta.

Gato, callado, tragó saliva, pero noté como su mano se colocaba sobre la mía, amoldando sus dedos con los míos. Y con ese gesto supe que no quería alejarse de mí.

—Lisa, ¿me acompañas? —preguntó Magnus, dirigiéndose hacia mí.

Noté como la mano de Gato se apretaba sobre la mía y me tensé cuando el jefe puso un rostro que no supe como explicar.

—Gato, no tengo tiempo para tus idioteces. Si me la quiero tirar, lo haré sin que tu jamás lo sepas —se burló, mostrando sus dientes y haciendo enojar más a mi luchador, quien no aguantó más tiempo callado.

Se separó de mí y fue a pegarle, pero Serpiente lo frenó rápidamente, junto con los escoltas de Magnus, que sujetaron a un fuerte Gato.

La risa de Magnus se hizo presente, una risa enferma que dio asco escuchar y deseé ser yo quien le pegase por hacerle todo ese daño a Gato y Afrodita.

—No pienso perder más el tiempo. Lisa, vamos.

—Lisa, no vayas... Por favor —suplicó Gato, siendo sujetado todavía por los escoltas de aquel hombre cruel.

Miré a Gato y luego a Poeta.

No sabía que es lo que quería aquel hombre despiadado, pero sea cual fuera sus intenciones, estaba preparada para defenderme. Mi arma estaba bien escondida entre mis piernas, bajo mi falda y el collar estaba listo para ser utilizado. Si él intentaba cualquier cosa, no dudaría ni un solo segundo en arrancarme el collar y luego utilizar mi arma.

Pero debía hacerlo para descubrir más cosas del caso, para poder sacar a esas víctimas de ese lugar.

De lejos vi a Cronos mirándome, a punto de acercarse para intervenir, y negué con la cabeza al ver que trataba de ayudarme. Debía hacer esto, por lo que, volví a mirar a Gato y susurré;

—Estaré bien.

Él negó, viendo como sus ojos estaban llenos de angustia y volvió a repetir;

—No vayas, Lisa.

No le volví a contestar, me giré y caminé con Magnus hacia su despacho junto con otro de sus escoltas, mientras los otros seguían sujetando a un Gato completamente lleno de ira, que gritaba mi nombre a los 4 vientos, temeroso de que ese hombre me hiciera algo.

Volví a mirar a Cronos y este señaló con la mirada el collar, el cual asentí y luego perdimos de vista a todos los que estaban presentes en ese bar para subir en ascensor hasta la última planta del edificio.

Él abrió la puerta del despacho y yo entré, escuchando como la cerraba a mis espaldas y luego se dirigía hacia su mesa llena de alcohol para servirse algo de bebida.

Yo, mientras, observé cada rincón de su despacho, sobre todo a un gran ventanal que daba unas vistas de lejos del Big Ben.

Me quedé a una distancia prudente de su mesa de despacho y coloqué mi mano sobre el collar, acariciándolo lentamente, teniendo todos mis sentidos puestos en ese hombre.

Magnus me señaló a un whisky bastante caro y preguntó;

—¿Quieres? Es el mejor.

Me negué y Magnus tomó su vaso para acercarse a su mesa.

Seguía habiendo bastante distancia entre él y yo, pero no iba a relajarme.

Al verme, rio y dijo;

—Chica, relájate, solo quiero hablar.

Seguí sin decirle nada y pude ver claramente como el rostro de él estaba destrozado, seguramente por la paliza que habría recibido de Gato. Se le veía algo enfadado a medida que más minutos pasaba y sabía que me estaba provocando por lo que le había hecho mi luchador.

—¿Qué tal la experiencia del ahogo simulado? —hurgó.

Entonces, preferí seguirle la corriente.

—Desagradable es quedarse corta.

Tomó un gran sorbo de su vaso y luego lo colocó sobre la mesa de roble.

—Ese es el objetivo. —Me miró, con mucho enfado y apreté el collar con bastante fuerza—. No fue idea mía, la idea es del jefe mayor, pero hay que vigilar que ninguno de las personas que estén aquí sean unos policías. ¿Verdad, Lisa?

—Cierto.

—Su luchador, el mejor que tengo, vino a darme una buena paliza por estar "preocupado" por ti... Espero que lo vigile mejor la próxima vez. No quiero otra escena como esas.

Seguí sin responderle y miré cada gesto que hacía él con sus ojos. Pero era difícil saber que es lo que pensaba, porque apenas hacía algún gesto.

—Tengo ciertas dudas sobre tu vida pasada, Lisa. Y me gustaría que me las respondieras.

Mi corazón empezó a latir con demasiada fuerza y respondí;

—Adelante.

—¿Dónde estudiaste? —lanzó rápidamente.

Y agradecí que hubiese memorizado a mi personaje.

—En Irlanda, en un pequeño pueblo de...

—No me interesa el pueblo. —Me interrumpió y se sentó en su silla, recostándose en ella para luego preguntar. —¿Cómo te enteraste de este sitio?

Moví los hombros con desgana y continué;

—Lo escuché hablar en el bar que trabajaba. Necesitaba dinero y de camarera no llegaba a fin de mes.

—¿Y tus padres?

Volví a mentir.

—No hablo con ellos desde hace años.

Hay un gran minuto de silencio en el que pensé que ya estaba todo perdido, y cuando se levantó para acercarse a mí, agarré con más fuerza el collar y estuve a escasos segundos de arrancarlo, cuando él volvió a hablar.

—¿Sabes la de barbaridades que se le puede hacer al cuerpo humano? —Arrugué mi frente al escuchar aquella pregunta tan macabra de él—. La de torturas que existen y que el mismo ser humano a inventado. —Tenía una forma tan pasiva y tranquila de hablar que daba escalofríos—. Hay tantas cosas que es difícil elegir una perfecta... —Miró mi cuerpo de un lado al otro y continuó. —Lisa, si me entero que me has estado mintiendo, elegiré la tortura más desagradable y horrible para ti mientras tu querido Gatito mira.

—No le estoy mintiendo —aseguré, a pesar de que era todo mentira.

Pero Magnus asintió y continuó;

—No, pero en el caso que me entere yo de cualquier mentira, créeme que no acabarás muy bien. Y será mejor que no intentes ayudar a salir a Gato de este sitio... porque entonces sí que va a ser lo peor que harás en la vida.

Magnus me miró la mano donde tenía sujeta el collar y susurró;

—Quiero que retires tu mano de ahí...

Me quedé callada unos segundos y luego lo hice, solo por unos segundos.

Tomó el collar con su mano y lo miró, extrañado por tan raro objeto, pero luego lo volvió a soltar para tomarme de las manos con fuerza y tomarme con la guarda baja.

Maldije en mi mente y solo pedí que no descubriese el arma que tenía escondida bajo mi falda. Mi corazón empezó a latir con fuerza y seguí maldiciéndome por no romper el collar antes de que él me pidiera nada. Debí haberlo visto venir, debí haberlo hecho antes.

Entonces, su boca se pegó a mi cuello y me empujó a la puerta.

Empecé a temblar por ello al notar el asqueroso aliento a alcohol que tenía Magnus sobre mi piel y, con agilidad y fuerza, me agarró con una sola mano las mías y luego empezó a bajar su mano libre por mi pecho, sin tocar demasiado. Su mano bajó, haciendo la curva de mi cintura y bajando cada vez más hasta mi pierna.

Recé porque no fuese a más, porque no descubriese esa arma. Porque desde que la descubriera, entonces sí que estaba perdida y lo que me esperaba iba a ser peor de lo que me había imaginado antes abajo.

Sus labios se pegaron en mi oreja y susurró;

—Es una pena que una obra de arte como tu, se destruya.

Se alejó de mí, dándome la espalda y volviendo a su escritorio, respirando nuevamente al ver que no descubrió la verdad y no fue a más. Agradecí que no me arrancase el collar, porque entonces sí que iba a ser peor como tuviésemos a la policía aquí y terminaría siendo descubierta por Magnus.

Volvió a mirarme y me preguntó;

—¿Queda claro?

Asentí.

—Bastante claro.

—Márchate —cortó, dándome la espalda para volver a tomar su bebida y, sin dudarlo, abrí la puerta y me marché de allí con paso muy ligero.

Al llegar al cuarto de Gato, me encontré a Serpiente y Afrodita hablando con él, tratando de calmarlo. Y cuando él me miró, se levantó de su sillón rojo y caminó hacia mí, mientras Afrodita y Serpiente también le seguían.

En menos de un segundo, tenía a 3 personas frente a mí, preocupados por mi estado y me sentí extraña de ver como si quiera una persona se mostraba preocupado por alguien como yo.

—¿Qué ha pasado? ¿Te ha tocado? —cuestionó Gato y sabía que había entrado a ese cuarto completamente con el rostro descompuesto.

No le dije nada, pero mi silencio corroboró cualquier cosa que se imaginaba.

Entonces, él apretó sus puños y dijo;

—Voy a por él.

Lo tomé de la mano y lo frené.

—Para... No me ha hecho nada —mentí, para evitar que esa noche fuese más larga de lo que debía ser.

Pero Gato, al analizar mi mirada, contestó;

—Me estás mintiendo.

Negué y continué;

—Estoy bien, Gato. No insistas.

Gato miró a Afrodita y a Serpiente, quienes trataban de hablar conmigo también, pero él les pidió amablemente que nos dejasen solos. Y, tras un largo rato, ellos se marcharon y nos quedamos solos los 2.

Él me tomó de las mejillas, volvió a analizar mis ojos y la inquietud salió a la luz.

—Dime que ha pasado. —Su voz sonaba tan dulce en ese instante, que me pregunté si era algo de mi imaginación por lo que había vivido hacía unos minutos o realmente me lo había dicho con ese tono.

No quería decirle nada de lo que había pasado en ese despacho, porque sabía que, desde que se lo dijese, iría corriendo allí y no quería que esta vez Gato terminase mal, peor de como me estaba imaginando.

—Nada relevante —falsifiqué.

—Por favor, habla conmigo —suplicó.

Yo sonreí, negando con la cabeza y coloqué mis manos sobre las mejillas de mi luchador para contestarle;

—Solo me dijo lo que pasó hace unos días. Que había pasado la prueba y que esperaba que no mintiese. —En parte era cierto lo que acababa de decirle, pero no iba a continuar por esa línea.

No por su bienestar.

—Te dijo algo más. Lo sé.

Negué nuevamente y ambos nos quedamos callados antes de que me marchase de su cuarto. Porque no quería que Gato descubriese que había pasado de verdad y era lo mejor para los 2. Nos estábamos protegiéndonos.

Si se lo decía, era ponernos una diana en la espalda a ambos y mi misión era salir de aquí viva y salvándolos a ellos... Salvando a Gato de esta horrible agonía.


***

Les prometí un capítulo largo y aquí lo tienen :3

¿Que piensan sobre Afrodita?

¿Creen que Gato hizo bien en provocar a Magnus después de lo que el jefe de Magnus le hizo a Felina?

¿Puede que Poeta sospeche de Felina?

¿Les ha gustado este capítulo?

Pronto conoceremos mucho más de todo esto, y estoy segura que el capítulo de la semana que viene se viene muy ardiente.

Patri García

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