BICOLOR [En proceso]

By Mare_Garrido

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No todos percibimos el mundo en una sola tonalidad, y Kela Class es la prueba andante de ello. La heterocromí... More

Sinopsis
Prólogo
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NOTAS DE KELA
NOTAS DE KELA
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Lewis Foster
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By Mare_Garrido

NIAM

Nueve días.

Nueve días sin ella.

Nueve días sin mirarla.

Nueve días sin escucharla.

Y ya llegué a mi punto límite.

—Niam, cariño, tranquilízate. —me pide mamá mientras meto todo en la mochila como si los cuadernos tuvieran la culpa de este problema.

Mi habitación es un puto desastre, y en mi mente ya digo palabrotas, así que...

Creo que voy a enloquecer si no veo a Kela pronto.

No solo verla, necesito saber si está bien, porque la última imagen que tengo de ella en mi cabeza es sus ojos oscuros y aterrados, y el cuerpo tenso de pies a cabeza.

—Mamá, esto es... —busco las palabras correctas, no quiero pagar mis frustraciones con ella—, no sabes lo mucho que adoras la voz de alguien hasta que dejas de escucharla y el silencio es insoportable.

—Lo sé, sé cómo te sientes, pero necesitas respirar hondo, y pensar antes de actuar.

Pensar, claro, como si pudiera hacerlo.

—Justo ahora no puedo pensar, no creo tener la capacidad de pensar. —Volteo a mirarla, ella luce tan serena que me da envidia—. Imagina que la persona que quieres de un momento a otro se encierre sin dar una explicación. La incertidumbre aumenta la impotencia, la frustración, la preocupación, lo que empeora todo. ¿Y sabes cuál es el problema? Ella es tan testaruda, terca, siempre quiere hacer todo sola, y... me tiene loco. Loco, mamá. ¿Cómo voy a ayudarla si...?

—Esa es la cuestión, cariño, no siempre se trata de ayudarla o empujarla hacia el frente cada vez que su semblante decaiga. —dice con suavidad.

—¿No? ¿Entonces qué hago? ¿Quedarme esperando a que «se le pase» y ya? No creo que eso sea muy sano, si me lo preguntas.

Se deja caer sobre el colchón, palmea el lugar a su lado y suspirando me siento junto a ella.

—Mamá, no creo poder escuchar charlas psicológicas justo ahora.

—No te pregunté si podías o querías, cierra el pico y escúchame.

—Es que...

—¿Quieres que te meta la cara en la ropa que no has lavado? Porque créeme que estoy tentada a hacerlo desde la semana pasada.

La miro mal.

—De acuerdo, tienes toda mi atención, madrecita querida.

—Voy a ignorar tu sarcasmo solo porque no quiero perder el hilo de lo que voy a decir. —rueda los ojos.

La vuelvo a mirar mal, pero ella finge no notarlo.

—Niam, querer a una persona significa estar con ella aun cuando todo esté oscuro. En ocasiones las personas no necesitan ser salvadas o ayudadas, sino acompañadas. —Explica poniéndome la mano en la mejilla.

—¿Cómo sabré qué le sucede si no...?

—Incluso cuando su rostro demuestre que no están bien, es mejor abstenernos las preguntas y solo estar allí.

Trago grueso, y bajo la mirada.

—Pero ¿qué pasa si no me gusta verla en la oscuridad?

—Niam, el mundo no es solo luz, y eso no tiene por qué ser algo malo. Piénsalo, sin oscuridad no se pueden ver los cometas, y sin luz no se puede admirar bien el paisaje. Ambas son necesarias, nuestra vida es...

—Bicolor. —mascullo con una sonrisa triste.

—Exacto.

Recuesto la cabeza en su hombro, ella me rodea los hombros con un brazo.

—La echo de menos, mamá.

—Ella debe echarte de menos también, te lo aseguro.

—No lo parece. —me río sin ganas.

—Cariño, podemos extrañar a alguien y a la vez no querer verlo. Suena triste, lo sé, pero para la otra persona llega a ser incluso razonable, porque dime ¿tu querrías que los que te importan te vean en ese estado?

Simplemente niego con la cabeza y así le doy la razón; siempre tiene las palabras correctas para cada momento, y una actitud tan pacífica que no sé cómo logra mantener, aún en el accidente de mi hermana se mostró tan tranquila y calmada que me desesperaba. ¿Cómo lo hace?

—¿Cómo puedes siempre estar tan serena? —cuestiono al cabo de un rato.

Mamá se ríe entre dientes.

—Hijo, he tratado con personas esquizofrénicas, podría decirse que mi profesión va de la mano con la serenidad —se pone de pie—. Venga ya, al instituto.

Le hago una mueca.

—Sobre ello, mamá, seré muy sincero.

Sacude la cabeza conteniendo una sonrisa.

—Sé que te saltarás la mitad de las clases para ir a ver a Kela, pero cállate y finjamos que ambos somos responsables.

—Entendido.

—No el digas a tu padre.

—No pensaba hacerlo, te lo aseguro. —bajo la voz cuando lo escucho por el pasillo.

Mamá me termina de ayudar a recoger mis cosas porque soy un desastre andante y dejé todo tirado, mete el desayuno en mi mochila cuando bajamos a la cocina y me envuelve en un abrazo que logra calmarme un poco más.

—Tanta abrazadera me empalaga. —se burla papá cuando nos ve.

—¿Celoso de que me abraza más a mi que a ti? —lo molesto dándole un codazo en el costado.

—Yo duermo con ella todos los días de mi vida, no tengo nada que envidiarte a ti, escuincle.

—Hace un par de noches creo haberte visto dormir en el sofá de la cocina.

Se rasca la nuca haciéndose el loco.

­—Tenía que vigilar la casa.

—¿La casa que está asegurada hasta con alarmas? —me burlo de él.

—Sí, es que el sistema falló y... —se detiene para mirarme mal—. ¿Y tu por qué me cuestionas? Muévete al auto que te voy a llevar al instituto, y más te vale no abrir la boca en todo el camino.

Mamá simplemente se ríe de él cuando se va murmurando quién sabe qué cosas hasta el coche.

—¿De verdad lo corriste al sofá? —le pregunto a mamá.

—Hay que ver que eres bien cotilla —ríe entre dientes—. No directamente. Tu padre trabaja mucho, demasiado diría yo, no conoce los límites. Así que le dije que si se quedaba en la oficina pasadas las 2am ni se molestara en entrar a la habitación.

—Y efectivamente llegó después de la hora.

—Llegó a las 2:15am, pero valoró su vida y se quedó roncando en el sofá hasta que me apiadé de él un par de horas después y bajé a buscarlo.

—Ya sabía yo que no fue por las fulanas alarmas. —vuelvo a reírme de él.

De pronto la bocina del coche suena como si la está tocando un loco.

—¡Muévete que no tengo todo el día, mocoso! —me grita papá—. ¡Dejen de burlarse de mi como dos viejas chismosas y apúrate o te dejo ir a pie!

Mi madre y yo nos vemos un segundo, antes de reírnos de nuevo; ella rápidamente me pasa un envase con jugo y galletas para Embry. «Siempre le envía dulces cuando los hace, el idiota es técnicamente de la familia».

—Nada de pasar todo el día sin comer ¿de acuerdo?

—¿Y si no tengo hambre?

—¿Y si mágicamente desaparecen de tu Tablet todos los libros electrónicos?

—Eso ha sido jugar sucio, los libros son sagrados. —la miro con ojos entrecerrados.

—Y tú salud es importante, así que más te vale comer bien o lo único que leerás serán libros de nutricionistas. —advierte.

—Mandona.

—Y con orgullo.

En el instituto las clases me aburren hasta el punto en el que termino adormilándome en el asiento, los demás siguen su vida sin percatarse de nada, mis amigos notan la tensión que cargo encima, pero se abstienen de comentar algo al respecto para no crisparme más los nervios.

La clase de matemáticas me deja con migraña, no comprendo cómo un montón de ecuaciones me ayudarán a subsistir en el planeta, además de que jamás entenderé por qué usan letras y el resultado son números. «Gente loca».

En la cafetería todo está tan alborotado como de costumbre, Denna, la hermana de Kela, está a un par de mesas de distancia riendo como si hasta el oxígeno fuera un puñetero chiste, y no entiendo, realmente no lo entiendo.

Me cuesta tragar cada bocado porque no tengo apetito, la advertencia de mi madre me hace gruñir mientras me obligo a comer un poco más, me canso a los minutos y termino soltando los cubiertos con más fuerza de la necesaria, percatándome de ello cuando éstos rebotan de la mesa y cae al suelo. Con los dedos me estrujo los ojos, recordando cuando cierta persona me dijo que tenía una mirada pesada.

¿Por qué tiene que ignorarme?

¿Tan difícil es contestar el teléfono o enviar un mensaje?

La preocupación y el enfado son una pésima combinación.

—Niam.

Reacciono cuando Embry me habla, Alina está ocupada rompiendo su dieta devorando un pastel de chocolate con fresas y maní.

—¿Qué pasa, Embry? —sé que lleva parloteando un rato, pero no le he dado atención como de costumbre.

Vuelvo la vista al libro que saqué hace unos minutos para estudiar para el examen de biología, en este pueblo hay demasiada fauna y flora y de todo tipo de cosa que respire, por ende, los profesores se afincan más en dicha materia, aunque nunca he tenido problema con ella, de cierto modo me gusta la naturaleza.

—¿Me puedes pasar la tarea?

—¿Hablas en serio? —lo miro con una ceja enarcada.

—Muy en serio, no tuve tiempo, estaba cocinando con la abuela.

—¿No hiciste la tarea porque estabas ocupado con comida? —Río sacando el cuaderno que le doy— Tú cada día me sorprendes más.

—No sé por qué, ya deberías conocerme. —Ojea las páginas y con cada una va poniendo cara de espanto— ¡¿Es todo esto?!

—Sí, es desde acá hasta...

—¡¿Y tú por qué escribes tanto?! ¿Es una tesis universitaria? —resopla—. Yo resumiré esto y pondré lo más importante, como esta partecita de acá.

Miro donde señala y nuestra amiga se ríe rodando los ojos.

—Eso no es ni la tercera parte de lo que está escrito ahí. —le dice con burla.

—¿Y qué pretendes? ¿Qué lo escriba todo? No, gracias, prefiero dejarle las investigaciones científicas a Niam. —sigue quejándose.

—Cuando investigas tienes que abarcar todo, Embry, no seas quejica y estudia.

—Puedo estudiar de forma resumida —sigue leyendo y va marcando hasta donde escribirá—. Voy a copiar hasta el primer punto que vea, si lo otro es relevante, que no creo, me lo pasas en clases en un papelito.

No tiene remedio.

Me paso los siguientes minutos conversando con ellos y traduciéndole al moreno quejón lo que no entiende, que, de hecho, es casi toda la tarea, se defiende alegando que mi letra parece de médico, pero se queda tranquilo cuando lo amenazo con enviarlo a terminar los deberes en su propia casa.

De un momento a otro Alina resopla mirando a un punto exacto de la cafetería, tiene la mirada tan helada que compadezco a quien sea que esté en su línea visual.

—Alina. —la llama Embry pinchándole el cachete con un dedo.

—Dime ¿qué pasa? —pierde contacto visual volviendo con nosotros—. Comida no tengo y ganas de ayudarte con la tarea tampoco.

Lo hace reír y sacudir la cabeza.

—Pasa que estás aniquilando a Denna con los ojos, disimula un poquito.

—No me apetece disimular nada, no la tolero, pues que se note —zanja, molesta—. Es que mírala, está ahí burlándose no sé de quién, moviendo su manicura perfecta y luciendo como si no le importara nadie más que ella misma, y créanme, me encantan las personas que se aman a sí mismas, pero amor propio no es pisotear a otros para tu sentirte importante.

Tiene razón, la tiene completamente, pero no vale la pena empecinarse con personas que no dejarán de ser como son por más que los intentes hacer reaccionar, llevo todo el rato tratando de ignorarla, y casi lo he conseguido.

—Ignórala, no tiene caso perder el tiempo fijándose en ella. —me encojo de hombros, molesto.

—Yo apoyo la opinión del irritado. —se mete Embry, haciéndome fruncir el ceño.

—¿Irritado? No estoy irritado. —zanjo entre dientes.

—Oh, claro que no, eres la viva imagen de la alegría. Hasta brillas.

—Embry, no sigas por allí porque te puedo golpear y no me arrepentiré.

—¿Por qué tienes que recurrir a la violencia? Intento ayudar, estúpido.

—¿Burlándote de mí? —arqueo las cejas, aguantando una pequeña risa.

—Puedes cuestionar mis métodos, pero jamás mis resultados.

—Sigo tentado a lanzarte una silla.

—¡Alina, míralo! Se está volviendo salvaje. —refunfuña y debo aguantarme la risa de nuevo porque realmente no estoy de humor para reírme.

Alina suspira, dándole el resto de pastel al moreno que se lo empieza a comer como si su vida dependiera de ello, y ella centra su atención en mí, tornándose un poco más seria.

—¿Has sabido algo de ella? —pregunta, también se escucha preocupada.

Niego con la cabeza.

—¿Y su padre? ¿Qué te ha dicho?

—Solo que ella no quiere ver a nadie justo ahora, lo que le agradezco es las pequeñas cosas que me dice antes de irme. Por ejemplo, que está comiendo bien y durmiendo lo suficiente.

Todos los días es la misma rutina; Andrés Class me abre la puerta, voy con él a los sofás de la sala, hablamos de lo que sea que veamos en la televisión el rato que estoy allí, pregunto por Kela, él me repite amablemente que ella no quiere ver a ninguna persona, pero que está relativamente bien.

A la que no he visto en estos nueve días es a Della, la madre de Kela.

Eso es inusualmente extraño.

—¿Irás hoy otra vez? —inquiere Embry con la boca llena.

Asiento.

—Puedo acompañarte si quieres, quizás no entre porque... bueno, ella no me tiene esa confianza, pero te espero afuera.

—Gracias, amigo. —le sonrío ligeramente.

No dejaré de ir, no importa que no la vea, solo... quiero que me sienta cerca.

—¿Qué rayos haces, Alina? —inquiere Embry cuando ella saca un envase de chocolate blanco y una taza con lechuga.

Hasta yo me confundo.

—Estoy haciendo un experimento que vi en internet. Voy a averiguar cómo sabe la lechuga con dulce. —sonríe, divertida.

—No creo que eso tenga un buen sabor.

—Niam, no lo sabré si no lo intento. ¿Quieres probar? —me ofrece un poco—. Imagínalo, podríamos terminar inventando una ensalada con chispas de chocolate, tendría una fila de conejos esperando por comprarla. Entonces, ¿vas que probarla?

—No, gracias. —me hace reír con sus ocurrencias.

Le ofrece a Embry, el cual no duda en aceptarlo porque es comestible. Todo lo que sea comestible se lo mete a la boca sin dudarlo.

Él es el primero en hablar después de masticar con los ojos entrecerrados y gesto analítico.

—No sabe tan mal, es como... no sé, pero me gusta. —sigue untando la lechuga en el chocolate.

—¿Qué? ¡Pero si está horrible! Sabe a papel, un muy feo papel. No pensé que el chocolate pudiera saber mal con algo. —Alina se estremece y chasquea la lengua—. Fue una mala idea, que horror. Encima que olvidé que la lechuga tenía vinagre.

—Solo a ti se te ocurren esas locuras. —sacudo la cabeza.

—Niam, no eres el más indicado para hablarme de locuras. ¿Tengo que recordarte cuando se te ocurrió montar a caballo en plena lluvia? Es un milagro que no te mataras. —se ríe.

Oh, sí, recuerdo eso.

Y sí, es un milagro que no me haya matado.

—En mi defensa, pensé que era una yegua mansa, pero menudo carácter el de ese animal.

—Tú tampoco es que sepas cabalgar muy bien.

—¿Vas a seguir fastidiándome? —le espeto, pero inevitablemente me río con ella—. Embry, por amor de Dios, deja de atragantarte con eso.

—¡Es que está bueno! —habla con la boca llena de lechuga y chocolate.

—Acabo de comprobar que no eres muy normalito, ¿eh?

Él se encoje de hombros.

—La normalidad es para gente aburrida. Conmigo no se aburrirán jamás, ¿vale? —Sigue comiendo monte como un loco—. ¿Alguno de ustedes puede ayudarme con la tarea de literatura? En mi vida he leído solo el menú de los restaurantes, así que...

—Embry, es simple, tienes que escribir un cuento. Usa tu imaginación. —le dice Alina.

Él hace una mueca.

—¿Imaginación? ¿Eso se come?

—Dios, ¿puedes dejar de pensar en comida al menos un segundo?

—Por supuesto. —asiente—. Uno. Listo, ¿qué almorzaremos hoy?

—Eres insufrible.

—Pero así me quieres, morenita. ¿Van a ayudarme con el cuento? Podría ser algo así: Las flipantes aventuras entre Dumbo y Peter Pan.

Arrugo las cejas.

—¿Dumbo y Peter Pan? —cuestiono ladeando la cabeza.

—¡Sería genial! Solo imaginen a Peter Pan llegando en el elefantito orejón a salvar a los niños perdidos, y de repente ¡Bum! Aparecen Wendy y las chicas súper poderosas batallando contra King Kong.

Alina suspira pasándose la mano por la cara.

—Gracias a Dios no eres guionista de películas.

—¡Oye! Eso se llama «originalidad». Además, de ser guionista mis películas serían un éxito, ¿no lo crees, Niam?

Yo solo sacudo la cabeza, divertido. Ellos no tienen ni idea de lo mucho que me alegra tenerlos. Alina siempre tan risueña y radiante, y Embry siempre tan activo y ocurrente. Si tuviera que definir la amistad, diría el nombre de estos dos.

Me distraigo ayudando al comelón con unos ejercicios de matemáticas y estructurando bien la idea para su cuento, Alina revisa los que hice yo de química mientras tararea una canción de un comercial de galletas de avena. Conversamos todo el rato, no estoy tranquilo, pero tampoco tan inquieto como para abrirle un hueco al piso con el repiqueteo de mi rodilla.

Creo que tengo la mente un poco más calmada, y...

Escucho otra carcajada proveniente de Denna, y aprieto los puños por debajo de la mesa.

¿Cómo puede hacerlo?

¿Cómo demonios puede estar riéndose cuando su hermana no ha salido de casa en más de una semana?

Estoy por ponerme de pie e irme cuando algo en su mesa capta mi atención, es un cuaderno de pasta negra que me parece familiar.

Se me tensa cada músculo del cuerpo.

Es la libreta de Kela, donde escribe sus poemas.

Y ahí está Denna, leyéndolo frente a todos, y cada vez que pasa una de las hojas la ensucia con comida o la rasga un poco con las uñas. Lee una línea y la muestra a los demás, todos ríen, no, no ríen, se burlan.

—Niam, ¿a dónde vas? Oye, no, no hagas eso, espéranos... mierda. —cuestiona mi amigo, yo ya estoy lejos de ellos.

—...Y llega ese momento, el momento en el que te resignas, y te dejas caer. —Escucho que lee unas líneas, la sangre me hierve más—, qué tontería más dramática. Definitivamente Kela es toda una pena andante.

Denna pega un respingo cuando le arranco la libreta de las manos, me mira como si estuviera demente para luego esbozar una sonrisa más falsa que mi tranquilidad en este momento. «Respira, Niam».

—¡Niam! Hola, ¿qué...?

Ni la dejo terminar.

—¿Por qué? ¿Por qué lo haces? —le espeto, los demás en su mesa guardan silencio.

Ella pasa saliva y se hace la desentendida.

—No sé de qué hablas, solo estaba...

—Empeorándolo todo. Porque eso es lo que haces siempre. Empeorarlo. Cada vez que abres esa maldita boca es para soltar basura —suelto una risa irónica—. ¿Y te digo algo? Sé por qué lo haces.

Me inclino lo suficiente para que sea ella la única que me oiga.

—Lo haces porque no te sientes bien contigo misma, la hundes a ella para tu sentir que respiras un poco más. Eso sí que es una pena.

Ni siquiera me doy cuenta de que mis amigos estaban detrás de mí, me siguen cuando salgo de la cafetería enfurecido y con la impotencia cruzando la estratósfera, la leve llovizna me cala en los huesos, hace frío, recuerdo que Kela me dijo una vez que debería acostumbrarme al clima helado de aquí.

«Kela».

Necesito verla. Realmente lo necesito. Necesito escucharla. Necesito tocarla. Necesito mirarla a los ojos y asegurarme de que esté bien.

Llego al estacionamiento y Alina me hace señas hacia su auto, Embry está justo junto a mí, y creo que los dos están vigilando que yo no haga algo impulsivo. Abro la puerta del copiloto para subirme, pero una mano se enrolla en mi antebrazo, haciéndome dar vuelta de un tirón.

Denna está frente a mí vuelta una furia.

La voy a mandar al carajo, primer aviso.

—¿Cómo te atreves a decirme algo así a mí en frente de todo el mundo? —Cuestiona, molesta, y no sé de dónde saca el coraje para ser tan hipócrita—. No sabes absolutamente nada de nuestras vidas, te entrometes en donde quieres y estoy segura de que es por puro capricho que tienes con ella.

Resoplo rodando los ojos.

—Lo que tengo con ella no es capricho, además, no te metas.

—Es mi hermana, puedo meterme.

—¿Ahora sí es tu hermana? Qué sorpresa, pensé que era tu mascota teniendo en cuenta como la tratas. —ironizo.

—Siempre ha sido mi hermana, pero trato de ignorar ese desagradable detalle.

De reojo veo que Alina se contiene para no lanzarle las llaves en la cara.

Yo me contengo para que no salga a relucir mi lado impulsivo.

—No voy a discutir contigo, tengo cosas más importantes que hacer.

—No, no. ¡¿Por qué tanto empeño en defenderla?! Todos están a su merced, y es justo lo que ella quiere y hace. Que estén a su alrededor. ¿Sabes cómo lo logra? Dando lástima, llorando por los rincones o haciéndose la víctima. ¿Víctima de qué? ¿De ella misma? —Ríe como una loca—. ¡Fue ella la que cogió las hojillas!

Mi paciencia se agota.

—Y fuiste tú la responsable de que pasara toda una jodida noche amarrada a un árbol —es definitivo, ya perdí la paciencia—. ¿En qué carajos estabas pensando cuando hiciste eso? ¿Qué gusanos tenías en la cabeza para hacerle algo tan inhumano?

Ella pasa saliva, trata de disimular, pero se ha puesto pálida.

—No sé de qué hablas.

—Sabes perfectamente de qué hablo. Si no lo hubieras hecho no estarías así de pálida, estrujándote las manos como si te fueras a arrancar los dedos. Tú lo niegas, pero tu cuerpo y mirada lo admiten. ¿Aun así lo seguirás negando? ¿Seguirás negando que la heriste? ¿Que la dañaste?

Hoy es el día en el que he soltado más palabrotas.

—¡No fue para tanto! Era... una broma. Solo eso. Ella volvió a casa, volvió en una pieza, ella...

—¿En una pieza? La quebraste en un millón de trozos cuando hiciste eso, no te atrevas a decir que llegó en una pieza. —me están temblando las manos.

—Sigo sin entender por qué la defiendes tanto.

—¡Porque el dolor de una persona no es cuestionable! —le grito haciéndola cerrar la boca de golpe—. No se discute ni se debate porque es algo que desconoces, no sabes lo que siente, mucho menos lo que le está costando manejarlo, y no se trata solo de Kela, se trata de que no puedes pisar a alguien que está tendido en suelo.

» Tienes dos opciones: la dejas donde está o le das la mano para que se levante, pero no la pisas más ¿entiendes? Porque las personas sienten, y esos sentimientos tienen un valor, y ninguno de nosotros es quién para escupirles en la cara que dicho valor es "insignificante".

Me le quedo viendo un instante, no sabe qué decir, así que continúo.

—Dime una cosa, y sé completamente sincera ¿alguna vez has pensado en preguntarle por qué es cómo es? ¿Por qué se siente de esa manera? ¿Por qué no come? ¿Por qué no sale? ¿Por qué no se defiende sino que baja la cara la mayoría de las veces dándote la razón?

Sigue sin responder, creo ver un atisbo de confusión en su mirada.

—Ya entiendo, no lo habías notado, —suspiro alzando ambas cejas, esto es sorprendente—, ¿quieres saber por qué no lo habías notado? Porque estás tan convencida de que solo lo hace para molestarte que no le das cavidad a otro pensamiento que no sea ese, pero créeme, Denna, no se trata de ti, nunca se trató de ti, y puedo asegurarte que lo menos que Kela desea es hacerte daño, porque te quiere.

Arruga las cejas y aparta la vista, espero que vuelva a mirarme, y cuando lo hace ya no está tan fría como antes, luce consternada.

—¿Y sabes por qué su intención no es lastimarte? Porque sabe lo que se siente ser herido por alguien que quieres.

Hay un momento de silencio absoluto, estoy tratando de ordenar mis ideas, escogiendo las palabras sabiamente para no igualarme a ella, entonces suelta una seca risa sin nada de diversión en ella. Es más una risa sarcástica que me hace burbujear la sangre. «En mi vida me había sentido tan enfadado como hoy».

—Ya veo lo que pasa, estás enamorado de una suicida que estuvo internada en un psiquiátrico, qué locura, no pensé que pasaría algo parecido.

Ella tiene que tener algún problema en la cabeza que no le permite entender lo que le digo.

¿Está sorda o qué?

—Cierra la boca. —le advierto, se supone que Embry y Alina no sabían lo del psiquiátrico.

—¿Para qué me voy a callar? Estoy diciendo la verdad, si se atrevió a hacer semejante estupidez entonces que tenga la misma valentía para afrontarlo.

—¿Estupidez? —repite Alina como si la palabra le asqueara, cierra su puerta con fuerza y se posa a mi lado.

Luzco tan desconcertado como Embry.

Denna se cruza de brazos.

—Otra defensora más. En fin. Sí, estupidez. Si cada persona que estuviera triste se suicidara, no quedaría gente en el planeta.

—Siempre tuve la duda de qué tenías en el cerebro, hoy acabo de comprobar que no tienes nada.

La morena da un paso al frente, enfrentándola.

—¿Cómo te atreves a...?

—Tú no sabes lo que es ese tipo de tristeza. Ni siquiera creo que pueda definirse como simple tristeza. —Alina la interrumpe, mirándola significativamente—. Imagina que te ahogas mientras el oxígeno sigue en tus pulmones. Imagina que te asfixias sin necesidad de estar bajo el agua. Imagina que te colocan una cadena en el cuello cada vez que tratas de dormir, pero no puedes quitarla porque no la ves. Imagina que cada día al despertar tu cuerpo te pesa hasta el punto en el que no puedes caminar. Imagina voces gritándote al oído que eres inservible, que eres un puto problema, que no eres nada más que una escoria, y no puedes callarlas porque esa voz está en tu propia cabeza.

Toma aire para continuar y arrugo las cejas cuando se le quiebra la voz ligeramente.

—Imagina que tu propia mente te repite una y otra vez que nadie, absolutamente nadie va a quererte o amarte por ser cómo eres. Imagina que esa misma voz te culpa de todo. Ahora imagina que mientras todo eso pasa dentro de ti el mundo sigue girando, y tienes que mezclarte con ese mundo para no acabar sintiéndote completamente inútil y fuera de sitio.

Da un paso hacia ella, y no sé en qué momento a Alina se le humedecieron los ojos, pero Embry se acerca para ponerle una mano suavemente en la espalda a modo de apoyo.

—No, Denna, no tienes ni idea de lo que es sentirte muerto por dentro, y hasta que no te sientas así no lograras comprender la arrolladora desesperación que atormenta a una persona para que decida acabar con su vida —se limpia una lágrima que se le ha escapado—. Y aunque para mí eres un ser despreciable e insensible, realmente espero que jamás tengas que vivir algo así.

Embry le lanza una mala mirada a Denna y luego pasa uno de sus brazos sobre los hombros de Alina.

Yo me he quedado mudo.

Sigo enfadado, pero estoy mudo después de escuchar la sinceridad plasmada en la voz de mi amiga.

—Es triste ¿sabes? —le dice Embry a Denna cuando estamos a punto de abordar el auto—, es triste que la persona que está diseñada para quererte, no lo haga. No sé qué es lo que te sucede con Kela, pero te aseguro que "llamar la atención" no está en su lista de prioridades. Ella te necesita, y me atrevo a decir que tú también la necesitas a ella.

—No sabes lo que dices. —masculla ella, el temblor en su voz me hace arrugar el entrecejo.

Pocas veces he visto a Embry con la expresión seria que tiene cuando le habla a ella otra vez.

—Sí sé lo que digo, no me conoces mucho, pero yo a ustedes sí, soy observador. Antes de que todo esto ocurriera, muchos meses atrás, tú y Kela eran inseparables. La echas de menos, ¿cierto?

—No. No lo hago.

—Es una pena que no puedas ni admitirlo.

Alina interviene de nuevo, y esboza una sonrisa... ¿triste?

—No sé qué te ha hecho Kela, sé que algo debió haber ocurrido para que tú la apartaras así, y sea lo que sea que haya pasado... Realmente deseo que cuando aceptes que la extrañas, no sea demasiado tarde.

Abordamos el auto dejándola parada en medio del estacionamiento, suelto un suspiro cuando nos adentramos en la carretera, lo dicho por Alina me tiene con un nudo en la garganta, y no soy el único, Embry está en el puesto de atrás, y desde ahí la observa conducir con los ojos decaídos.

Ella suspira, aún tiene rastros de lágrimas en los ojos, pero está más tranquila; extiendo mi mano para agarrar la suya dedicándole una pequeña sonrisa que me regresa al instante. «No me puedo creer que se haya sentido así y nosotros ni enterados».

—Estoy asistiendo a terapia, chicos. No se los comenté porque quería tomarme ese tiempo conmigo misma. Pero estoy bien. Se los aseguro. Yo... no podía simplemente dejar que mi propia vida se escapara de mis manos, tenía que hacer algo, y lo estoy haciendo —sonríe un poco—. Además, ir a terapia es genial, la psicóloga dice unas cosas que a veces me voltean las neuronas, pero en el buen sentido. Incluso he filosofado algunas veces, y véase que no soy una chica muy profunda ¿eh?

—Te quiero muchísimo, Alina. —le dice Embry asomándose entre los dos asientos delanteros.

—Y yo a ti, morenazo —le revuelve el pelo—. ¿Quieres galletas? Detrás de mi asiento hay.

—Ahora te quiero mucho más.

Yo no... no sé qué decir.

—Eres tan fuerte, te admiro mucho. —es lo que logro susurrar.

—Gracias, cariño, no siempre lo fui, pero aprendí que aún en medio de la debilidad podemos resurgir.

Ella me da un ligero apretón en el hombro, yo le correspondo la sonrisa solamente.

Aún me impresiona cuánto daño pueden causarnos nuestras propias emociones.

Es como luchar contra ti mismo. «Da hasta miedo».

—Te llevaré a casa de Kela. —me dice ella.

—Gracias.

«Deseo con todas misfuerzas poder verla hoy».

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