GATO: Deséalo y perderás [+18...

By thebabypes

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... More

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EPÍLOGO
E X T R A

Q U I N C E | M A N O S L A R G A S

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By thebabypes

«Si la tocaban a ella, es que estaban buscando su propio final»

Gato.

Había pedido un taxi para ir a mi lugar de trabajo. Hoy Gato no iba a luchar, pero quería verle y asegurarme que no se había metido en ningún lío después de lo que me habían hecho.

Después de varios días, tras nuestro último y tórrido encuentro, todavía mis piernas se encontraban temblorosas después de lo que habíamos hecho.

Observé al conductor mientras me llevaba a aquel edificio y luego cambié mi mirada hacia la ventana y las vistas que esta me brindaba. Agarré con fuerza la falda que llevaba puesta mientras trataba de mantener mi control, recordando lo que habíamos hecho y en la de posturas que habíamos estado en tan solo una noche. Tragué saliva, apretando mis piernas pensando en aquello y en lo que me ponía aquel idiota de Gato.

La radio era lo único que se escuchaba, mientras el presentador hablaba sobre el tiempo que habría en este fin de semana. Y yo seguía en mi ensoñación, notando aquel latido que sentía entre mis piernas.

Entonces, fue ahí cuando el presentador de noticias, tras acabar de decir el tiempo de este fin de semana, dijo algo que nos dejó a todos mirando la radio como si fuésemos a ver algo.

Arrugué mi frente y lo escuché, pensando en el caso en el cual estaba infiltrada.

—Tenemos una noticia de última hora. El hijo del famoso político Teodoro O'Neill, Charlie O'Neill, ha desaparecido esta mañana en extrañas circunstancias mientras se dirigía a la universidad como hacía cada día —comenzó a decir, dejándonos al conductor y a mí extrañados.

Londres se estaba convirtiendo un lugar muy poco seguro por culpa de esta mafia, el cual atrapaba a jóvenes para convertirlos en luchadores. Si no era por esto por lo que había desaparecido, posiblemente eran por motivos que desconoceríamos. Pero estaba muy segura que todo debía ser por el caso Londres.

Y de esto lo teníamos que hablar con nuestro capitán.

—Joder... No sé que coño está pasando, pero cada vez hay más desaparecidos en Londres —inició el taxista.

Y yo solo asentí, sin decirle nada relevante.

—Si...

El presentador continuó hablando sobre esta extraña desaparición.

—Como han comentado diferentes fuentes, el vicepresidente se encuentra en estos momentos con el opositor político Teodoro para apoyarlos en estos momentos tan difíciles —dijo el hombre mientras empezaba a pensar que esto cada día se estaba poniendo mucho más feo—. La policía está revisando cada rincón de la ciudad en busca de pistas de su paradero. Todo apunta a un posible secuestro, pero la policía no ha querido decirnos nada más —continuó. —Charlie, un joven de 22 años, llevaba una camisa blanca, unos pantalones negros y unos zapatos oscuros. Si saben algo o lo han visto, no duden en llamar a la policía. Hasta aquí la noticia de última hora.

El taxista apagó la radio y negó con la cabeza, todavía asombrado por lo que acababa de escuchar.

—Madre mía... Hay una oleada de desapariciones, casi todos ellos, hombres veinteañeros. —Negó con la cabeza mientras miraba la carretera—. Pobres familias...

—Si... —susurré, no pudiendo evitar pensar en Serpiente, Afrodita y Gato. Todos ellos víctimas de aquella mafia.

Apreté la mandíbula, sintiéndome incapaz por no poder hacer algo más que solo investigar.

Mis puños se apretaron, notando el dolor de mis uñas sobre mi piel y no me importó ese dolor que me estaba haciendo. Quería ayudar a aquellas personas, a que no hubiesen más desapariciones y poder hacer algo más de lo que la policía me pedía. Pero solo era una agente novata. ¿Qué más podía hacer?

Estaba enfadada con mis propios compañeros que no podían encerrar al cabrón de Magnus para así poder sacar a todas aquellas personas. Pero no era así de sencillo como lo estaba pensando. Era mucho más complejo de lo que nadie podría imaginarse.

El conductor llegó a la calle donde se encontraba aquel edificio y observé el lugar desde dentro del coche, sabiendo que quizás ese chico desaparecido se encontraría ahí dentro o en otro lugar de Londres, o incluso fuera de la ciudad. Pero no estábamos seguros de si esa desaparición era referente a este caso u otro. Pero así fuera, investigaría cualquier desaparición para que esas familias no sufrieran.

El taxista aparcó y se giró para mirarme.

—Es un sitio complicado...

Recordé lo que me dijo aquel taxista hacía ya un mes, cuando pisé este sitio por primera vez. Y asentí ante lo que me decía aquel hombre que se veía preocupado por mi.

—Si, lo sé. Pero no se preocupe, estaré bien —susurré, entregándole el dinero y bajándome del coche para llegar a la puerta de aquel edificio.

El taxista se quedó unos minutos ahí, esperando a que entrase en aquel lugar, realmente preocupado por mí y, cuando vio que alguien me abría la puerta, se despidió de mí y se marchó para seguir con su turno de noche.

Saludé a Venecia, quien seguía igual de serio que siempre y entré al lugar, encontrándome con los mismos temas de siempre. Con aquella música rock, los borrachos de siempre, las parejas que se besaban y estaban a punto de hacerlo delante de todos y juraría que lo harían sin importarles que los viesen. Preferí no presenciarlo y subí las escaleras hasta llegar a la puerta de Gato, abriéndola sin llamar y encontrándome con una imagen que me dejó petrificada en la puerta.

Gato se encontraba sin camisa, solo unos pantalones y pegando al pobre saco de boxeo que estaba bastante destrozado, quizás por los años que debía tener aquel saco. Arrugué mi entrecejo al ver los golpes que tenía en la espalda, recientes y todavía la sangre caía por su espalda, como si alguien le hubiese dado latigazos. Apreté la mandíbula al imaginarme que debía haber pasado y caminé hacia él con enfado.

Durante el corto trayecto, vi como sus puños estaban igual de destrozados, y no sabía si era por pegarle al saco de boxeo sin protección o por alguna pelea que se habría metido. Y debía de ser fuera del ring.

—Gato... Pero, ¿qué te ha pasado? —pregunté.

Gato paró unos segundos, mirándome sorprendido de verme y luego volvió a darme la espalda para pegarle al saco, completamente sudado y rabioso por algo que desconocía.

Al ver que no me respondía y seguía en sus trece, volví a llamarlo.

—Gato.

Él seguía con su tema, pegándole fuertemente al saco, haciéndose daño.

Apreté la mandíbula, odiando ver como se hacía daño, llegué a la altura del saco y lo moví con fuerza a un lado para molestarlo.

Él se giró, con aquella altura prominente y con su pecho duro desnudo, sudado y tatuado, brillando la tinta que tenía sobre su piel. Sus ojos, enfadados, parecían advertirme que no le molestase... Pero como de costumbre, no le hice ni caso.

—Hoy no peleo, Felina. No deberías estar aquí, sino disfrutando de la noche.

Observé sus manos unos segundos y negué con la cabeza al verlo tan destrozado, sangrando y con los puños hinchados.

—Serpiente me dijo que luchaba esta noche y quise apoyarle... —Y añadí. —Y verte también.

Gato suspiró con mucha fuerza, sacando todo el aire que tenía dentro y sus ojos parecían completamente desorbitados. Sin duda, sea lo que fuese que hubiese pasado y que me estaba imaginando, debía haber pasado hacía pocos minutos y solo esperaba no tener que estamparle mi puño en su cara como fuese lo que me imaginaba.

Tomé las manos de él para mirarlas mejor y dije;

—¿Qué demonios te ha pasado? —Al ver que Gato evitaba mirarme, negué con la cabeza, esperando que no fuese lo que yo creía—. Por favor, dime que no has hecho lo que creo...

Gato alejó sus manos de las mías y me dio la espalda, volviendo a ver las marcas recientes que tenía.

—No deberías meterte en asuntos que no te llaman, Lisa.

Elevé la ceja, incrédula y lo tomé del brazo para que me mirase a los ojos. Y cuando él lo hizo, dije;

—¿Qué no? —Analicé la mirada de Gato y continué. —Tu eres mi luchador y por ende voy a estar a tu lado siempre. Para lo bueno y para lo malo. Así que no me trates como una desconocida.

Él dejó de mirarme, no supe el motivo, pero parecía intimidado por mí.

Me acerqué peligrosamente a él, lo tomé del mentón y con firmeza, volví a que sus ojos me mirasen.

—¿Qué ha pasado? —cuestioné.

Gato apretó sus labios y luego los soltó de una manera tan erótica que podría haberse caído mis bragas en el suelo en ese momento.

—Hablé con Magnus —inició.

Mi enfado comenzó a subir niveles exagerados.

—¿Hablaste o le pegaste?

Se quedó unos segundos callado, como si temiese verme enfadada, antes de responder;

—Ambas.

Tragué saliva antes de responderle y mientras lo miraba, podía notar como mi enfado iba subiendo cada vez más y más.

—¿Qué? Pero, ¿tu estás loco? ¡Podía haberte matado! —grité, alejándome de él.

Pero Gato, en vez de tratar de tranquilizarme diciendo algo, solo vi como su sonrisa aumentaba y su chulería volvía otra vez a las andadas. Elevó la ceja y relamió sus labios antes de seguir hablando mientras me miraba.

—Te pones guapísima cuando te enfadas, ¿lo sabías?

Lo miré cabreada, cruzándome de brazos y viendo como sus ojos caían hacia mis pechos y la línea que hacían cuando se juntaban mucho, como en ese momento. Juré que estaría pensando en la tórrida noche que tuvimos y que podríamos haber estado sin dormir si a él no lo hubiesen llamado, pero no fue así.

—No me hace ni puñetera gracia que hayas ido hacia Magnus por mi culpa —contesté.

—Ni se te ocurra decirte eso. No pienso dejar que nadie te haga nada, ¿vale? Y lo que te hicieron el otro día... —Silenció unos segundos antes de pensar en la siguiente frase que me diría. —Créeme, va a correr sangre.

Negué repetidas veces, observé el destrozo que tenía en sus puños.

—Haciéndote el héroe te van a matar. ¿Y que haré si no tengo luchador?

—Disfrutar de la vida sin mí —contestó como si nada.

Saqué el aire que tenía con fuerza y volví a negar por enésima vez en esa noche. Tomé los puños de Gato y los volví a mirar, sintiendo sus cayos sobre mi piel suave. Lo miré y con un gesto le señalé sus manos.

—No vuelvas a hacer eso, Gato. No quiero que te hagan más daño de lo que ya sufres —murmuré.

Gato, serio, no hizo ningún gesto que desconfiase de él, pero no sabía ni como hacía ese hombre para enfadarme a niveles tan altos como para pegarle un puñetazo en la cara. Y las ganas no eran pocas en esa misma noche.

Ambos nos miramos antes de que él hablase nuevamente;

—Y yo no pienso dejar que te vuelvan a hacer lo que te hicieron.

Solté sus manos y caminé para verle la espalda ancha, como estaba llena de heridas y sangre.

Alargué la mano para poder tocarlo con suavidad, pasando delicadamente por algunas viejas cicatrices que él tenía y, cuando toqué una nueva herida, Gato se quejó y yo alejé mi mano enseguida.

—Tu espalda...

—Estoy bien... —Le quitó importancia—. Nada de lo que mi cuerpo no esté acostumbrado.

Sus ojos azules analizaron mi mirada y parecía no arrepentirse de lo que había hecho. Pero al verme, juré que vi un pequeño brillo, como si jamás nadie se hubiese preocupado por él. Y ahora había llegado yo a su vida, demostrándole algunas cosas que él desconocía.

—No quiero que tu cuerpo se acostumbre al dolor.

El silencio se apoderó de nosotros, hasta que él me tomó del brazo y acarició con suavidad mi piel suave, en contraste con la de él dura.

—Pero al placer no me importaría acostumbrarme —bromeó, aunque en el fondo lo decía en serio.

Pero al ver mi rostro serio, cambió de expresión, tragando con violencia.

Lo agarré salvajemente del mentón y dije;

—No vuelvas a hacerme eso. No vuelvas a ponerte en peligro —contesté. —No eres tu solo ahora. Somos un equipo, ¿vale?

El sonido de algunas personas hablando fuera, era lo único que se escuchaba en estos momentos. Hasta que Gato preguntó;

—¿O si no que?

Elevé la ceja, alejándome de Gato.

—¿De verdad quieres saber lo que haría?

—¿La verdad? —Asentí y él continuó. —Me intrigas mucho, Felina.

Arrugué la frente y sin esperar ni un minuto más, señalé la camilla.

—Bájate los pantalones y acuéstate boca abajo en la camilla.

Pareció impactarle un poco mis palabras, pero enseguida me hizo caso, elevando la ceja y sonriendo como si yo tuviese otras intenciones.

Caminó hacia la camilla y, antes de bajarse un poco los pantalones, me miró y me dijo;

—Vaya... Que mandona... Me gusta que las mujeres lleven los pantalones.

Me guiñó el ojo y se acostó sobre la camilla.

Mientras, yo me dirigí hacia las gasas y vendas para poder curar las heridas de Gato. Sabía que debían ser heridas más profundas, pero trataría de curarlo con mis pequeños conocimientos de primeros auxilios.

Lo primero que hice fue limpiarle la sangre con sumo cuidado, tocando toda la espalda ancha de ese hombre y viendo como él me miraba desde su posición en la camilla. Lo miré, dudosa por la mirada que me estaba dedicando y sabiendo que estaba tramando algo, pero no sabía el qué exactamente.

Cuando me giré para tomar algo de la mesa que tenía cerca, su larga mano me tocó el culo, metiéndola bajo mi falda y haciéndome recordar lo de la otra noche. Rápidamente, le di un fuerte manotazo que le dejó una marca en su brazo y lo escuché reír, como si esperase esa reacción mía.

—Las manos donde yo las vea —advertí.

Cuando le curé todas las heridas, no supe cuanto tiempo había pasado, cuando lo miré y vi que sus ojos estaban mirándome atentamente, de una forma bastante dulce por cada gesto que hacía en mi rostro.

Arrugué la frente y pregunté;

—¿Qué pasa?

Gato negó con la cabeza, mientras se acomodaba en la camilla y cerraba los ojos, cómodo en su posición.

Y ahí fue, cuando creía que ya no me iba a decir nada, al girarme para limpiarme la mano con una toalla, él me dijo;

—En otras circunstancias, tu y yo seríamos mucho más que 2 compañeros de trabajo.

Me quedé asombrada, girándome para mirarlo a los ojos y descubriendo que seguía con los ojos cerrados.

Al abrir la boca para contestarle, Venecia abrió la puerta y nos dijo;

—Serpiente va a comenzar la pelea.


***

Sé que el capítulo de hoy ha sido algo más corto de lo que les tengo acostumbrados, pero el de la semana que viene se viene bastante largo ;)

¿Que piensan de las desapariciones? ¿Está enlazado con el caso?

Nos leemos el próximo viernes ;)

Patri García

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