Arde, mi bella estrella

By -TheDarkSwan-

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"Si ellos intentan asfixiarte, grita, el dolor te dará alas nuevas y el vuelo retomarás. Arde, mi bella estre... More

Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Me plagiaron (1) :)
Me plagiaron (2)
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 34

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By -TheDarkSwan-

Música de este capítulo:

La respuesta encontrarás/Mil memorias (Mashup)

~~~~

Todo era tranquilo, el único sonido que podía escucharse era el fluir de un río, que atraía paz a su alma.

Caminó por un sendero con sus pies descalzos, sintiendo la hierba suave bajo sus pies. Una suave brisa corría, chocando con su rostro y sintiéndolo como suaves caricias.

Tranquilamente caminó y caminó, no sabía cuál era su objetivo o a dónde debía llegar, pero no tenía ninguna preocupación por eso.

A unos metros pudo divisar una figura masculina dándole la espalda, su cabeza inclinada para mirar fijamente al cielo.

Algo tiró de ella, jalando para que ella llegara a esa persona. No parecía conocido, pero el sentimiento de pertenencia, de reconocimiento y familiaridad la incitaron a continuar para alcanzar a esa persona.

Solo faltaban unos cuantos pasos, pero se detuvo para observar al hombre que le daba la espalda, mientras, el cielo cambiaba de un hermoso cielo celeste a un cielo marino con muchas estrellas. El día volviéndose noche con rapidez y facilidad.

"La noche siempre fue mi momento favorito, puedes contemplar muchas cosas en ella, entre ellas, las constelaciones y la luna". Dice el hombre con voz suave. Ella no puede evitar sonreír ante lo que ha dicho. Entonces, el hombre se giró lentamente hacia ella, y no pudo evitar jadear sorprendida cuando la vista del abuelo que solo conocía por medio de un retrato la recibió con una dulce sonrisa. "Hola, mi querida nieta, Mirabel". Le saluda él con gran cariño.

Mirabel no puede evitar sonreírle suavemente al hombre, quizás nunca lo conoció, pero gracias a él, ella y su familia vivía y existía.

"Hay algo que quisiera que veas antes de avanzar, ¿quieres observar?" Su abuelo le pregunta, dando dos pasos hacia la derecha para abrirle camino a Mirabel.

Ella asiente, caminando para seguir el sendero formado. Mirabel sabe que su abuelo no la sigue, pero ella continúa para descubrir que es lo que quiere que descubra. Camina y camina hasta que una arboleda está a la vista.

~Dónde el viento halla al mar, por un río, la memoria va~

Mirabel no pudo evitar caminar por la arboleda desconocida, debería ser difícil poder ubicarse debido a la oscuridad de la noche, pero además de las hermosas estrellas que parecían brillar con intensidad para iluminar el camino, luces a la distancia la guiaban a esa dirección que parecía la correcta a seguir.

~Duerman ya, que en calma estén, pues el conserva lo que fue~

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la quinceañera, el canto de su mamá fluía como una brisa de aire, haciendo eco en el bosque. Aquella canción de cuna la había cantado Pepa para cada uno de sus hijos, primero con Dolores, luego con Camilo y Mirabel y al final, tanto Pepa como Mirabel le cantaban la canción de cuna a Antonio (y ella también se la cantaba a Annie). Pepa les contó que era una nana que la abuela les cantaba a Pepa y sus hermanos hasta que cumplieron siete años. Pepa había amado tanto la canción que había escrito la letra por sí misma, fragmento por fragmento a escondidas de su madre y guardó la canción en una caja de recuerdos, solo para ser la primera canción que le cantó a Dolores para llevarla a dormir.

~En sus aguas hallarás las respuestas, siempre al caminar~

Mirabel se acercó demasiado hasta que se encontró en un claro abierto, más adelante un río reflejaba a la luna que se alzaba brillante en la oscuridad.

~Su voz honda buscarás, si lejos vas, será el final~

Estaba en el río, observando hipnotizada el agua fluir, y de pronto, como si fuera una escena de cuento de hadas, figuras comenzaron a aparecer como sombras traslúcidas que la pasaban de largo. La multitud corría atravesando el río y yendo más atrás de ella.

Mirabel escuchó las voces mezcladas e inentendibles junto al relinchar de caballos y gritos de voces amenazadoras. Ella observó como parecían huir de hombres armados y a caballo, amenazando con alcanzarlos y Dios sólo sabía que les harían.

~Le cantará al que escuche bien y en su canción la magia fluirá~

Observó como una mujer de trenzas y tres bebés en sus brazos miraba con ojos vidriosos a su abuelo Pedro... Su abuela Alma miraba a Pedro con muchas emociones entrelazadas, miedo, incertidumbre, confusión, todo mezclado. Alma parecía no saber que hacer, casi acorralada, solo aferrándose a sus pequeños bebés mientras su mirada oscilaba entre los hombres armados que se acercaban y Pedro.

Los ojos de la quinceañera se llenaron de lágrimas al observar la mirada de su abuelo, llena de aceptación, resolución y amor cargado de melancolía. Observó cómo él rápidamente besó la cabeza de cada pequeño bebé, solo para tomar la mejilla de Alma con ternura y darle un beso fugaz. Alma parpadeó, sus ojos llenándose de lágrimas mientras Pedro se alejaba de ella, era como si Alma comenzara a intuir que se iría lejos y no podría alcanzarlo, que ese sería su último beso.

~Más di si puedes soportar y enfrentar que ha de revelar~

Entonces, el abuelo Pedro se alejó, adentrándose de inmediato al río y alzando los brazos hacia arriba en señal de rendición, los hombres armados frenaron frente a él, y Mirabel derramó lágrimas mientras todo transcurría tan lento. El hombre del caballo sacó un machete, apuntando justo a Pedro, y Mirabel apartó la mirada para dirigirla con angustia a Alma.

Fue solo en unos cuantos segundos en los que transcurrió todo, pero Mirabel supuso que para su abuela se había tratado de toda una eternidad.

Los ojos de Alma se abrieron con horror, su brazo sostuvo como pudo a tres pequeños bebés, su otro brazo se estiró en dirección a Pedro como si quisiera alcanzarlo y su rostro comenzó a arrugarse en un ceño lleno de angustia y dolor, entonces... Alma gritó.

La joven de quince años sollozó, viendo cómo su abuela se desplomaba al suelo gritando, golpeando su brazo libre contra el suelo para esconder su rostro en la tierra cuando su frente tocó el piso.

Al mismo tiempo, la vela colocada en el suelo a solo unos centímetros lejos de Alma estalló en brillante luz, expulsando motas doradas que arrasaron con los hombres armados haciéndolos desaparecer.

Cuando el río quedó limpio sin presencia alguna, las montañas se alzaron con lentitud.

Con las lágrimas aún escurriendo por sus mejillas, Mirabel volvió la mirada a Alma, viendo cómo ella levantaba su rostro lleno de lágrimas y totalmente destrozada, percatándose de lo que había pasado en el río, solo para que sus ojos se dirigieran a la vela llena de grabados brillantes. Alma aún sollozando, estiró su brazo para tomar la vela, girándose hacia el resto de personas que estaban detrás de ella y que volvían lentamente.

Después fue un cambio de escena repentino, porque ahora estaba en una habitación, observando como Alma estaba sentada en el piso al pie de una cama, sus tres bebés en el regazo mientras en el alféizar de una ventana estaba la vela. La mirada de Alma era distante, totalmente perdida en la nada y sin lágrimas que se derramaran. Uno de los bebés arrulló, así que la mirada de la viuda bajó a sus hijos, observándolos durante unos segundos solo para que algo cambiara. La escena fue una transición, y pronto estaba viendo a la joven Alma poner una firme miraba, tomando un chal negro (ese familiar chal que Mirabel ha visto toda su vida en la mujer) y colocándoselo en los hombros, solo para recorrer un pasillo con la vela en las manos. De la joven Alma se pasó a la adulta mayor, caminando puerta por puerta, su postura cada vez cayendo más. Pasando a Bruno, pasando a Luisa, pasando a Julieta, pasando a Isabela, pasando a Pepa... Todos con expresiones forzadas en sus rostros, intentando mostrar una sonrisa.

Mirabel dejó de ver toda esa escena, esfumándose por completo para dejarla sola en el río de nuevo. De inmediato se limpió las mejillas de cualquier rastro de lágrimas.

"Tu abuela nunca tuvo ni se dió la oportunidad de atravesar el duelo de mi muerte", dice su abuelo a su lado, mirando el río con tranquilidad. Mirabel miró al hombre a su lado, observando la expresión triste en su rostro. "Ella se volvió una persona complicada, el razonamiento al que llegó para darle sentido de porque la vela les había otorgado dones mágicos fue que era para retribuir que los hubiera salvado prestando sus servicios al pueblo, trabajando diligentemente. Después de eso, fue para asegurar que la vela supiera que estaban agradecidos y que no dejara de protegerlos con la magia, pero cada vez fue más complicado..." Su abuelo suspiró, volviendo la mirada a ella con tristeza. "Ella cometió errores, su razonamiento fue enraizado a la perdida que sufrió y el miedo a que volvieran a estar bajo la amenaza que nos hizo huir de nuestro hogar simplemente la aterrorizó y la llevó a cometer los errores que cometió ante la idea de que eso mantendría fuerte al milagro".

Mirabel frunció el ceño, entendía buena parte de eso, pero eso aún no respondía el razonamiento detrás de las demás acciones de su abuela (específicamente, el sacarla del lado de la familia de Julieta).

"Eso es algo que debes cuestionarle a ella". Le dice su abuelo con una suave sonrisa, como si supiera lo que pensaba. "Mereces respuestas, mereces una disculpa y mereces ser valorada". Su abuelo se acerca a ella, tomando en sus manos el rostro de Mirabel. "Querida nieta, estoy orgulloso de ti, porque has crecido de manera maravillosa a pesar de lo difícil que fue todo, te volviste una jovencita bondadosa y llena de amor". Mirabel no pudo evitar derramar lágrimas ante las palabras de su abuelo. "Pero recuerda, es válido si quieres o no perdonar a alguien, es válido que te enojes y estés molesta, así que no te sientas mal por expresar tus emociones". Pedro depositó un beso en su frente. "Dile a Pepa que estoy orgulloso de ella, ha sido fuerte y valiente, me enorgullece tanto que ella te haya protegido". Mirabel emitió una suave risa. Pedro se alejó de ella, apartándose de su camino para que ella mirara en dirección al río, notando cómo parecía brillar con motas de luz doradas que flotaban y comenzaban a ir al cielo estrellado. "Nuestra familia viene de una antigua descendencia que tenían conexión con la magia, la cual disminuyó y se olvidó a lo largo de las generaciones, pero despertó ante la desesperación y dolor de tu abuela, los espíritus que estaban dormidos en el río reaccionaron, concentrándose en la vela". Mirabel no pudo evitar mirar con asombro el río. "En las estrellas que ves en el cielo, están nuestros antepasados que nos miran con amor y nos bendicen, ellos también jugaron un papel importante, los restos de su magia que vagó por la naturaleza concentrándose para proteger a tu abuela y nuestros hijos. Y no solo despertaron la magia impregnada en la naturaleza y el río, también despertó esa chispa de tu abuela, la cual logró estabilizar la magia cruda de la naturaleza y el río". Pedro le sonrió con ternura a Mirabel. "Y tú, querida, también tienes esa chispa de magia armoniosa y pura, no solo de tus antepasados, sino también de la naturaleza y éste río". Mirabel miró a su abuelo en shock, sin poder formular correctamente una pregunta o cualquier cosa acerca de eso. "Todos ustedes tienen al menos una chispa de magia. Mis hijos, tus hermanos y primas tienen una pequeña porción, la cual pudo florecer debido a que la magia de la vela les hizo despertar a modo que se presentó en forma de un don". Pedro volvió la mirada al río. "Tú chispa es igual a la de Alma, más resplandeciente, armoniosa y pura, y cuando tocaste la vela...". Pedro dejó las palabras al aire. Mirabel frunció el entrecejo, quería saber que era lo que iba a decir con respecto a su ceremonia fallida, porque por lo que decía, entonces había una respuesta para su falta de don. Pedro volvió a mirarla y le sonrió. "Tienes que descubrir por ti misma el resto, y te aseguro que pronto lo harás. Además, eres tú quien salvó a Annie, eso te ayudará a entender lo que quiero decirte". Le dice con cariño, provocando que Mirabel arrugue el entrecejo y haga un puchero.

~Dónde el viento halla el mar, una madre mil memorias trae~

Mirabel no pudo decirle nada a su abuelo, la voz de su mami cantando y resonando como un eco en todo su alrededor la hizo instintivamente mirar hacia el río con ojos bien abiertos, notando una silueta a lo lejos, parada de pie y traslúcida, dándoles la espalda. La trenza roja familiar cayendo por su espalda aceleró el corazón de Mirabel mientras que la melodía de la canción era tarareada por la mujer.

"Ve a casa, querida, aún no es tu momento de marcharte, la voz de tu madre te guiará". Le susurra su abuelo en el oído mientras sostiene con las manos sus hombros, solo para dejar un beso en su sien y soltarla lentamente.

Mirabel corre sin perder un segundo, metiéndose al río y corriendo a la figura de su madre que está dándole la espalda.

~Ven mi amor hacia tu hogar, es donde está lo que se fue~

Mirabel estiró su mano, alcanzando el hombro de su mami y rozándolo con sus dedos, entonces, hubo un estallido de mariposas doradas, las estrellas brillaron con intensidad al igual que las motas doradas en el río.

Vino la calma dentro de la oscuridad que abordó sus sentidos cuando cerró sus ojos.

[...]

Pepa sintió un cambio. No puede describirte esa sensación, sería algo difícil de decir, pero es como si algo se relajara en su pecho, como si algo calmara su afligido corazón.

Con el rostro manchado en lágrimas, con su hija aún escondida en su pecho, la pelirroja eleva un poco la mirada. Entonces lo ve.

Detrás de Julieta, nota una mariposa dorada volar, dejando un hilo dorado detrás de ella. Avanza con elegancia, y Pepa no puede apartar su mirada de ella, siguiéndola hasta que la pequeña criatura se dirige al pedazo de cera abandonado al lado de Félix, entonces, la cera destella con el más minúsculo brillo en dorado y la mariposa se desintegra solo para dejar un pedazo de cera muerto.

¿Sus ojos le hicieron una mala jugada? ¿Enserio eso había sucedido? Pepa no tenía idea, pero ni siquiera pudo distraerse con eso cuando sintió un cambio diferente.

—Mami... —un murmullo amortiguado de una voz que conocía muy bien la hizo ponerse rígida, sus ojos se abrieron en shock mientras su mirada verde se encontraba con la de su esposo, quien parecía también buscar respuestas en Pepa en total estado de conmoción. Pepa sintió que su corazón se detenía, contuvo la respiración mientras lentamente giraba su cabeza para dirigir la mirada a su hija, un silencio lleno de tensión y miedo asfixiaba a todos. Fue cuando lo sintió.

Una respiración.

Dos respiraciones.

Tres respiraciones.

Pepa separó muy lentamente a la niña en su pecho, buscando ver su rostro mientras sentía que todo su cuerpo temblaba con dolorosa anticipación. Dejó al descubierto el rostro de su hija, notando que el color había vuelto a su piel y la sangre no corría más, incluso parecía haberse comenzado a limpiar. Jadeó con dolor cuando el pecho de su hija comenzó a subir y bajar.

Una respiración.

Dos respiraciones.

Tres respiraciones.

La pelirroja abrió su boca, los sollozos estrangulados saliendo de su garganta mientras observaba como la frente de su hija apenas y se arrugaba un poco mientras sus párpados temblaban.

Una respiración.

Dos respiraciones.

Tres respiraciones.

Pepa observó como los ojos de su hija (hermosos ojos marrones, llenos de vida, amor, esperanza), se abrían lentamente detrás de sus lindos lentes, y la pelirroja contuvo la respiración.

Los ojos de su hija la miraron directamente, largos segundos que parecieron siglos, y entonces, una pequeña sonrisa se formó en los labios de su hija.

—El abuelo dijo que debía volver contigo —susurró su hija con voz rasposa y muy baja.

Pepa soltó un doloroso y feo sollozo, atrayendo a su hija una vez más a su pecho, abrazándola con fuerza mientras volvía a llorar a gritos, pero no de tristeza o desesperación, sino por el alivio.

Su papá... Fue su papá.

Pepa separó a su hija de ella, el brazo que no necesitaba para sostener a su hija lo utilizó para colocar la mano en la mejilla de su hija, mirando desesperada el rostro y la cabeza de su bebé.

—Mi bebé, mi pequeña nubarronita —sollozó Pepa, de inmediato inclinándose sobre Mirabel y repartiendo besos en todo su rostro que hicieron reír suavemente a su hija (su risa que se escucha como la lluvia, fluyendo con gracia, trayendo paz).

El dolor de su corazón se esfumó, oliendo el aroma a flores silvestres y romero de su hija mientras la besaba una y otra vez.

Pepa se separó de Mirabel, volteando de inmediato la mirada a Félix con una gran sonrisa.

Antonio miraba con ojos muy abiertos a Mirabel en los brazos de su papá, Félix tenía una expresión similar hasta que su rostro se relajó y comenzó a derramar lágrimas de alegría.

—Hey, papi —le susurró Mirabel con cariño.

Pepa observó cómo su esposo sollozó, acercándose de inmediato y ella sentó a Mirabel con cuidado para acercarla más a Félix, quien deslizó el brazo libre por la espalda de Mirabel y junto su frente a la de ella como pudo.

—Hey, mi chiquita —susurra Félix. Pepa puedo escuchar su enorme alivio, como los hombros de su esposo se relajan mientras la idea de que su hija está ahí, viva, es suficiente para calmarlo.

—¡Mira! —lloró Antonio, removiéndose del brazo de Félix y estirando sus brazos para aferrarse al cuello de su hermana sin dificultad ya que estaban muy cerca. Mirabel con facilidad deslizó a Antonio a su regazo, el niño quedó entre su hermana y su papá, dejándolo esconder el rostro en el pecho de Mirabel. Félix se separó de su hija y se acomodó más al lado de Pepa, deslizando el brazo por la cintura de la pelirroja para atraerla a él, y dándole espacio a Mirabel.

Pepa observó con cariño como Mirabel dirigió la mirada a Annie, quien miraba temerosa a Mirabel desde los brazos de Agustín.

—¿Annie? —la llamo Mirabel suavemente, soltando un brazo de Antonio para estirarlo en dirección de la niña.

Annie arrugó su rostro y se soltó a llorar en un horrible llanto, separándose de inmediato de su papá para estirar sus brazos a su hermana. Agustín la ayudó, deslizando a Annie al brazo de Mirabel, quien escondió a la pequeña niña contra su costado, abrazando a los niños como si su vida dependiera de ello y susurrando palabras tranquilizadoras para ellos.

—¡Mira! ¡Mira! —lloró Annie con desesperación, casi gritando a la par de Antonio mientras se aferraban con fuerza a Mirabel.

—Lo sé. Lo sé. Lo siento —les dijo Mirabel con los ojos llenos de lágrimas.

Pepa podría absorber más esa vista, pero sus ojos necesitaban encontrar al resto de sus hijos y a sus sobrinas.

Dolores estaba de rodillas en el suelo, mirando atónita a Mirabel mientras las lágrimas abundantes aún caían por sus mejillas. Camilo se había quedado muy quieto, tanto que Pepa temía que hubiera dejado de respirar. Luisa lloraba a todo pulmón, cubriéndose el rostro con las manos y la cabeza inclinada para que su rostro estuviera en dirección al cielo. Isabela estaba tendida en el suelo, sus manos unidad se presionaban con fuerza contra su pecho mientras observaba a Mirabel como si no pudiera creer del todo que estaba ahí. Que de verdad estaba viva.

Pepa observó como Bruno caminó hacia Dolores, inclinándose y colocando las manos en los hombros de su hija. Dolores se estremeció, logrando al parecer salir del trance en que estaba, lentamente inclinó la cabeza hacia atrás, encontrándose con los ojos de Bruno. Su hermano le susurró algo a Dolores que no pudo averiguar qué fue, pero sirvió para que su hija tomara bruscamente aire, solo para volver su mirada abruptamente hacia Mirabel.

Pepa volvió a mirar a su hija menor, notando que los niños se estaban cayendo dormidos por el llanto contra ella. Aprovechando eso, le dió un suave codazo a su esposo para que tomara a Antonio, además de una mirada significativa a Agustín para que tomara a Annie, podría habérsela dado a Julieta, pero ella estaba concentrada solo en Mirabel, intentando grabar cada segundo.

Siempre le reprochará muchas cosas a Julieta, no importa el tiempo que pase, pero al final de cuentas, Julieta es quien dio a luz a Mirabel y la amó por cinco años, y después la vio crecer con el título de una tía... Pero Pepa tiene la sospecha de que Julieta siente esto de la misma manera que Pepa. Era como si Mirabel hubiera vuelto a nacer. Recuerda su nacimiento prematuro, su fuerza para aferrarse a la vida, solo para después crecer como una niña dulce y feliz.

Cuando los niños ya no están en el regazo de Mirabel, los ojos de su querida hija van hacia Julieta y Agustín, ambos arrugan sus entrecejos con tristeza y alivio, Julieta parece a punto de desplomarse. Y su querida hija, oh, su hermosa y bondadosa hija, le sonríe suavemente a ambos, estirando su brazo para tomar con su mano la mano de Julieta.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! —lloró Julieta, recogiendo la mano de Mirabel y pegándola a su frente, encorvándose —¡Perdón! ¡Perdón!

—En verdad lo sentimos, chatita —le dice Agustín con voz llorosa, soltando un brazo que tiene alrededor de Annie y estirando su brazo para rodear los hombros de Julieta, quien tiene espasmos por el llanto.

Mirabel solo asintió, guardando silencio solo un momento —. Yo... No puedo aceptar del todo sus disculpas, en realidad, quisiera hablar con ustedes, pero no aquí —les dice con calma. Pepa observa como tanto Julieta, que levantó de nuevo la mirada, y Agustín, asienten comprensivamente, y pronto Julieta suelta la mano de Mirabel —¿Mami? ¿Me ayudan a levantarme? Quiero abrazar a.... —las palabras de su hija flotaron en el aire, sus ojitos marrones se dirigieron a dónde sabía que Dolores y el resto estaban, así que Pepa asintió, enviándole una mirada a Julieta para que la ayudara.

Lograron que Mirabel se pusiera de pie, dejándola dar un par de pasos, pero antes de que se animara a caminar más, Dolores se había levantado apresuradamente del suelo, corriendo hacia ellas y envolviendo sus brazos en Mirabel, atrapándola en un abrazo mientras comenzaba a llorar a gritos.

Pepa volvió a derramar lágrimas, sonriéndole a sus hijas con tristeza mientras liberaba de su agarre a Mirabel al mismo tiempo que Julieta, permitiendo que Dolores la tomara en sus brazos, llevándolas a sentarse en el suelo nuevamente.

—¡Nunca vuelvas a hacer una estupidez así! —Dolores rompió el abrazo, colocando las manos en las mejillas de su hermanita y mirándola con desesperación —¡Por el amor de Dios! ¡Nunca lo vuelvas a hacer! —rápidamente, su hija mayor repartió besos en el rostro de Mirabel, quien emitió suaves sollozos, sus manos se colocaron sobre las de Dolores, acariciando con los pulgares el dorso de las manos de la mayor.

—Lo siento, Lolo. Lo siento —lloró Mirabel, completamente aferrada a las manos de su hermana mayor.

Félix se acercó a Pepa, deslizando un brazo por su cadera, atrayéndola a un abrazo lateral mientras Toñito dormía contra su hombro.

Pepa observó a los demás niños, notando cómo Bruno ahora estaba con Isabela, quien estaba aferrado a él, llorando en su pecho totalmente desconsolada. Bruno le decía algo, Pepa estaba segura, porque Isabela parecía recuperar el control. Camilo estaba pálido, respirando muy superficialmente, y Pepa estaba a punto de llamar a su hijo, pero no fue necesario cuando él mismo comenzó a caminar (rígidamente, casi como si no pudiera moverse), acercándose a sus hermanas.

Ambas se dieron cuenta, Dolores dejó ir a su hermanita, mirando por sobre el hombro a su hermano. Camilo y Mirabel se miraron a los ojos unos instantes, largos segundos que parecieron una eternidad. Dolores sonrió con tristeza, deslizándose para quedar al lado de Mirabel y darle pase a Camilo, quien de inmediato se lanzó de rodillas al suelo, tirando los brazos alrededor de Mirabel, quien lo recibió de inmediato.

—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! —le gritó Camilo a su hermana en medio de su llanto, apretándola con fuerza.

Mirabel hundió su rostro en el cuello de su hermano, agarrando con fuerza la tela de su ruana por la espalda, sus manos temblando mientras lloraba —. Lo siento tanto —le dice a su hermano con remordimiento. Pronto Dolores los envuelve a los dos, abrazándolos con fuerza y meciendo sus cuerpos.

Pepa respira una vez más, observando como sus hijos están ahí, están bien. Cuatro, siempre cuatro. Son sus cuatro niños y están bien.

La pelirroja se permite suspirar, sólo para que sus ojos se dirijan a su hermanito, quien ayuda a Isabela a levantarse del suelo, y con una sonrisa reconfortante, llama a Luisa y las empuja a ambas con el resto de los niños. Sus sobrinas se dirigen de inmediato a los hijos de Pepa, y pronto se unen al desastre lleno de abrazos y llantos. Isabela besa la cabeza de Mirabel muchas veces, Dolores le ha brindado espacio para que lo haga, ya que Camilo parece reacio a dejar a Mirabel por un rato, Luisa los rodea a todos con sus brazos, recargando su frente en el hombro de Mirabel, llorando tanto que encoge el corazón de Pepa.

La pelirroja vuelve una vez más a buscar a su hermano, quien ahora observa a los niños, mirándolo ahora, nota que respira superficialmente, los rastros de lágrimas aún no se han secado de sus mejilla, y una pizca de miedo aún yace ahí. Pepa sonríe con dolorosa tristeza, separándose del agarre de su esposo y dirigiéndose a su hermanito. Él voltea a verla de inmediato, y parece que quiere decir algo, pero Pepa no se lo permite, ella estira sus brazos, y después de diez dolorosos años, lo atrae en un fuerte abrazo, hundiéndose en su pecho solo para comenzar a llorar. Primero es un llanto controlado, y después ya no lo es, porque comienza a casi gritar, aferrándose a él...

«Dios, papá, trajeron a mi hija y a mi hermano... Gracias de todo corazón»

[...]

N/A: Tampoco soy tan mala jsjsjsj

Oigan, les juro que terminé con un dolor de cabeza infernal cuando publiqué los capítulos hace rato en la madrugada. Es que tenía varios hechos, pero los que no los escribí y pues eso me llevo a desvelarme. Me desperté y seguía con el dolor de cabeza, pero me tomé una pastilla y me puse a terminar este capítulo que me faltaba por terminar de escribir, así que aquí está jsjsjsj.

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