El Juego de Hades

By SabrinaMiicaela

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Aaron siempre fue el centro de las miradas y no por los mejores motivos. Entre otras cosas, tiene fama de ser... More

El Juego de Hades
〘Capítulo I〙
〘Capítulo 2〙
〘Capítulo 3〙
〘Capítulo 4〙
〘Capítulo 5〙
〘Capítulo 6〙
〘Capítulo 7〙
〘Capítulo 8〙
〘Capítulo 9〙
〘Capítulo 10〙
〘Capítulo 11〙
〘Capítulo 12〙
〘Capítulo 13〙
〘Capítulo 14〙
〘Capítulo 15〙
〘Capítulo 16〙
〘Capítulo 17〙
〘Capítulo 18〙
〘Capítulo 19〙
〘Capítulo 20〙
〘Capítulo 21〙
〘Capítulo 22〙
〘Capítulo 23〙
〘Capítulo 24〙
〘Capítulo 25〙
〘Capítulo 26〙
〘Capítulo 27〙
〘Capítulo 28〙
〘Capítulo 29〙
〘Capítulo 30〙
〘Capítulo 31〙
〘Capítulo 33〙
〘Capítulo 34〙
〘Capítulo 35〙
〘Capítulo 36〙
〘Capítulo 37〙
〘Capítulo 38〙
〘Capítulo 39〙
〘Capítulo 40〙
AVISO
〘Capítulo 41〙
〘Capítulo 42〙
〘Capítulo 43〙
☾Capítulo 44☽
〘Capítulo 45〙
〘Capítulo 46〙
〘Capítulo 47〙
〘Capítulo 48〙
〘Capítulo 49〙
〘Capítulo 50〙
AGRADECIMIENTOS
Epílogo
CONTINUACIÓN: El Infierno de Hades

〘Capítulo 32〙

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By SabrinaMiicaela

El respirar se siente rasposo, como si hubiera bebido agua hirviendo sin filtros o como si hubiera tragado piedras. Y el pecho me arde cuando mi cara torácica se eleva en cada inhalación. Siento algo parecido a alivio cuando el aire abandona mis pulmones pero la tortura se repite segundos después cuando vuelvo a respirar.

La nariz también me arde por el agua que expulsé por allí y me siento extrañamente cansada. Es decir, parece que casi morir ahogada es agotador, tanto que apenas percibo cuando Aaron me deja en la camilla de la enfermería.

Tal vez hubiera sido útil que hubiera estado el enfermero, pero mientras tanto como nosotros dos, y mis dos amigas las cuales se encargan de ayudarme.

—Yo voy por ropa seca —dice Alex asustada y me observa desde la puerta. Yo le enseño el dedo pulgar mientras esbozo una mueca similar a una sonrisa.

—Ay Dios, ¿Cómo te sientes? Ay que me muero, me muero, me muero —hiperventila Mag caminando hacia los lados. Algo en mí le llama la atención y me quita mis zapatillas.

—Mag, puedo quitarme las zapatillas yo —le digo con la voz rasposa y con cierto dolor al hablar, que me obliga a pasar saliva con fuerza. Ella posa sus ojos celestes en mí y me observa asustada tomándose de la cabeza.

—Es que tú no te viste, no te viste en absoluto. Estabas inconsciente y yo sentí que me iba a morir contigo —veo que sus ojos se llenan de lágrimas y exhala con fuerza. Luego observa a Aaron quien está de espaldas a nosotras sacando un par de cosas de sus bolsillos. Entre eso puedo identificar un móvil, que no tengo dudas de que está roto al igual que el mío. También saca una billetera empapada y nada más.

La ropa está pegada a su cuerpo, y su cabello aún escurre algunas gotas de agua. Puedo ver su espalda fuerte y marcada, pero me distraigo cuando oigo a Mag.

—Oye, gracias por salvarla —le dice a Aaron. El chico de ojos oscuros y expresión de fastidio la observa de reojo y asiente con la cabeza. Ella vuelve a verme a mí—. Voy a llamar a tu abuelo, tienes que ir al hospital.

—¿Para qué? Si estoy bien.

—Para que vean tus pulmones, Dios, casi te mueres Gigi. No seas cabezota ahora porque sino te voy a tener que golpear hasta que entres en razón —amenaza apuntándome con su dedo índice.

—Está bien, está bien —pongo los ojos en blanco con gracia y luego la veo negar con la cabeza.

—Vuelvo en un segundo —me dice y luego me da una última mirada antes de salir del cuarto de enfermería. Entonces observo el techo blanco, con un foco y giro la cabeza cuando siento un movimiento. En ese momento veo que Aaron mira la puerta y lleva una de sus manos a su espalda, para buscar en la cintura de su pantalón y sacar un arma, plateada y muy parecida a la de Hades, para luego envolverla en una venda que acaba de sacar de los cajones del escritorio y que parezca un paquete.

—¿Traes armas al instituto? —inquiero y él se gira para observarme de perfil. No dice nada, y solo deja el arma sobre la camilla a mi lado mientras yo me siento con dificultad. Necesito dormir una siesta.

Él ahora está de frente a mí, pero no me mira, solo se concentra en quitarse la remera negra que traía puesta y la escurre dejando que el agua salpique el suelo. Veo la tensión en su cuerpo marcado, musculoso y lleno de tatuajes en su piel tersa y firme. Paso saliva al ver de cerca la cantidad de tatuajes en él, que lo hace ver como una pintura. Luego se la vuelve a poner, y esta vez no se le pega al cuerpo.

—¿No has pensado en hacer una masacre? —inquiero con curiosidad y él levanta la vista para verme.

—Parece buena idea si empiezo por tí —murmura con maldad y yo sonrío con pesadez.

—Gracias, es lo más tierno que me dijiste alguna vez jamás —ironizo y luego toso con pesadez, sintiendo mi garganta rasposa. Llevo mi mano a mi cuello, sintiendo un dolor que me hace cerrar los ojos un momento.

Luego él y yo nos observamos un segundo, cuando él deja sus manos apoyadas en la camilla y mis piernas cuelgan. Está a mi derecha y me observa en silencio, con el ceño fruncido y veo mucha indecisión en su rostro. Creo que quiere hablarme pero aún así no lo hace.

—¿Por qué me salvaste? —quiero saber, con la curiosidad aflorando en mí.

—¿Querías que te deje morir?

—Bueno, en realidad no —sonrío con pesadez y él observa mis labios por un momento y luego vuelve a hacer contacto visual. Debo decir que ese movimiento involuntario suyo me generó un cosquilleo en el estómago que rápidamente se disipan—. Aaron...

—Por favor, no le digas a tu abuelo lo que hizo Leía —murmura con pesadez y con cierto sentimiento en su expresión que me cuesta descifrar.

—Quiso matarme —respondo de forma esquiva frunciendo el ceño y observándolo como si no escuchara lo que acabara de decirme. Aaron cierra los ojos con frustración y yo mis puños a los lados de mi cuerpo.

—No es lo que crees...

—¿Qué es lo que no creo? ¿Que me tiró a la piscina y se fue aunque sabía que yo no sé nadar? ¿En serio Aaron? —ironizo, empezando a molestarme y él parece estar al segundo de perder la paciencia. No es bueno para estas cosas y se le nota, pero yo no voy a dar el brazo a torcer.

Siento que mi cuerpo se estremece ligeramente por un escalofrío que recorre mi ser, ramificándose en la espalda y culminando en mi nuca. Mojo mis labios cuando noto que estoy temblando ligeramente por el frío de estar empapada y por la rabia que me da lo que acabo de oir.

—Gianna ella no está bien.

—No me digas, creo que descubriste el mundo —intento ponerme de pie, pero él me retiene, poniendo uno de sus brazos frente a mí. Lo oigo dejar escapar el aire de su cuerpo con resignación, exhalando con pesadez.

—No puedes decirlo —repite y yo levanto la mirada, para verlo con el ceño fruncido. No había notado lo cerca que estábamos hasta que fue tarde. Su rostro está a centímetros del mío y me mira con enojo. Yo lo observo de la misma forma, analizando la oscuridad en su mirada y la maldad que en él habita. Aaron es como un animal enjaulado, rabioso y destructor.

Me consta que no es nada parecido a un santo, y a veces me aterra, pero no me dejo amedrentar. Veo su mandíbula marcada por la presión que está ejerciendo, y la profunda oscuridad que se crea cuando frunce el ceño, visiblemente enojado, y respira con pesadez.

Yo lo observo de la misma forma, sin entender porqué pretende que voy a cubrir a su hermanita. Y entonces lo entiendo, Leía tendría consecuencias si yo lo cuento. No sé qué hará mi abuelo, pero no creo que sea algo muy bonito. Así que... necesito información y si esta es la manera de conseguirlo, entonces voy a aprovecharlo.

—¿Qué gano yo con eso? —levanto el mentón, altiva—. ¿Cuánto vale mi silencio Draven?

De segundo a otro parece confundido por mi interrogante, pero segundos después lo veo ladear ligeramente la cabeza y acercar su rostro más al mío, en el mismo momento en el que su mano se acerca a mi rostro y me sujeta, acunando mi rostro. Dejando su pulgar sobre mi pómulo y acariciando ligeramente mi piel que en contraste con la suya está helada.

—Estás jugando con fuego, y te vas a quemar —el tono de su voz es ronco y amenazante. Y sus pupilas se dilatan. Creo que puedo ver dentro de él un ligero vestigio de gozo ante la amenaza. En cualquier otra situación hubiera querido meterme bajo una roca, pero ahora es distinto.

—¿Y si me quiero quemar? —inquiero con arrogancia—. Después de todo, aquí tú eres el que tiene algo que perder.

Siento cierta satisfacción al decirle aquello y ver cómo sus ojos estallan en llamas de furia y rabia. Sabe que tengo razón y me consta.

—No sabes con quién te metes —sisea con malicia, observando mi rostro con dureza y bajando la vista a mis labios en el momento en el que una sonrisa burlona se posa en mis labios—. No dudaría ni un segundo en lastimarte, Gianna, tu eres insignificante.

Segundos después lo veo ponerse más tenso, cuando sujeto el cuello de su remera negra y lo hago un puño, para atraerlo hacia mi rostro, lo suficientemente cerca como para que nuestras respiraciones se mezclan. Debo fingir serenidad, pero todo dentro de mí se vuelve un caos con mil emociones recorriendo mi cuerpo.

Calor y frío. Altivez y miedo. Rencor y curiosidad. Todo dentro de mí se descontrola con las cosas extrañas que Aaron me hace sentir y el misterio detrás de él.

—Deberías empezar por creerte tus palabras Draven —susurro lentamente, bajando mi mirada a sus labios—. Después de todo, no eres más que mi esclavo preferido. Tanto piensas en mí que me confesaste que nos conocíamos, pero te duele que para mí no seas más que un insecto... insignificante.

Él pasa saliva y en el momento en el que esas palabras abandonan mi aliento, él endurece la expresión y la atmósfera a nuestro alrededor se carga con tensión. Lo suelto, dejando que su remera se escurra de mis dedos, pero él no se aparta ni un centímetro de mi cuerpo. De repente mi corazón late más rápido y veo que la vena en el cuello se le marca. Si presto suficiente atención podría notar su corazón latir con fuerza y no hace más que confirmármelo.

Hay algo más detrás de todo esto. Aaron Draven esconde algo, y eso me involucra a mí. Por eso no puede mantener la compostura y no necesito más que unas palabras para hacerlo perder los estribos.

—¿Qué ocultas Draven? —quiero saber, volviendo la mirada a sus ojos oscuros, los cuales me observan con expresión indescifrable pero aterradora.

—Te voy a matar, Gianna, deseo tanto hacerlo —susurra con desidia y puedo sentirlo presionar su mano sobre mi rostro. Veo que baja su mirada lentamente hacia mis labios en el momento en el que los separo ligeramente y mi corazón, latiendo fuerte, delata lo nerviosa que estoy.

Creo que si hacemos silencio, más allá de nuestras respiraciones y el calor de su aliento en mi rostro podría escucharlo, podría escuchar mi corazón desbocado golpear con fuerza mi pecho de forma dulcemente dolorosa.

—¿Qué te detiene? —inquiero tentando mi suerte, levantando mi mano y posandola en su mejilla. Al instante siento el calor de su piel y la textura y suave a la misma vez de su rostro. Puedo sentir que él inhala cuando mi contacto lo toma desprevenido y aprieta la mandíbula, como si rechazara mi contacto pero a la vez, no me aparta. Hago la cabeza hacia atrás, exponiendo mi cuello y mi otra mano se posa sobre la suya, siento la textura de sus anillos y la dureza en sus nudillos, pero no me detengo más que para deslizar su mano hacia abajo y dejarla rodear mi cuello—. Mátame si te atreves.

Aaron observa mis ojos y luego mi cuello, ahora puede sentir mi vena latir con fuerza y eso delata mi corazón, que no está nada calmado.

—Mátame Aaron, me odias lo suficiente como para hacerme daño así que hazlo —lo tiento con nerviosismo. Estoy asustada por desatar a la bestia en él, pero no puedo flaquear. No ahora, necesito que hable y que pierda el control. No falta mucho para que lo haga, lo estudié lo suficiente para saberlo. Aaron es débil, no es lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Veo la indecisión en su expresión endurecida, y el deseo detrás de sus ojos. Sé que quiere hacerlo, pero necesito saber el porqué. ¿Por qué me odia?

—Hazlo —gruño en su rostro y él entonces, hace una ligera presión acortando mi respiración, y luego todo dentro de él se descontrola y aprieta con violencia, endureciendo su mirada y acortando mi respiración sin problemas.

Y entonces, en el preciso momento en el que intento tragar, no puedo hacerlo. Y lo único que se me ocurre hacer es sonreírle. Él observa mis labios y luego, sin saber porqué me suelta, sin hacer presión pero dejando su mano en mi cuello.

Así que le sonrío al darme cuenta de que le gané. No puede hacerlo. Aunque claro, casi me muero del susto al notarme apresada por él, pero no me dejó morir y él no es lo suficientemente fuerte como para lastimarme.

Lo empujo y me hago a un lado, para luego ponerme de pie pisando el suelo y sintiendo que mi ropa se pega a mi cuerpo de forma incómoda. Mi rostro y el suyo quedan a escasos centímetros y lo observo con desdén, repasandolo de arriba a abajo.

—Eres un cobarde Draven, al igual que tu hermana —siseo con malicia cerca de su oído, posando ligeramente mis labios sobre el lóbulo de su oreja y luego camino hacia la puerta de forma lenta, quisiera hacerlo a paso firme, pero estoy lo suficientemente cansada como para sentirme a punto de desmayarme en cualquier momento.

Me giro a verlo sobre mi hombro, notando que me observa con maldad y yo solo le guiño un ojo antes de abrir la puerta de la enfermería. Doy un paso afuera justo en el preciso momento en el que una presión en mi brazo me impide seguir, dejo escapar un jadeo involuntario cuando Aaron tira de mí y me mete dentro de la enfermería para luego cerrar la puerta y ponerle traba con una mano mientras que con la otra me retiene.

Intento tirar de mi brazo para soltarme de su agarre y en ese instante soy consciente de sus intenciones. Logro safar mi agarre y camino hacia la puerta, pero él me lo impide volviendo a tirar de mí para empujarme hasta el medio de la enfermería.

Yo camino hacia atrás cuando él avanza, con expresión de rabia en su mirada lobuna.

No dice nada, y yo no digo nada cuando el reducido espacio se acorta y mi trasero choca con el borde de la camilla donde segundos antes estuve recostada.

—¿Qué haces? —inquiero con nerviosismo, notando sus músculos tensarse y luego ya es tarde, su cuerpo se detiene frente al mío, con sus manos sujetando cada lado de la camilla mientras su rostro se acerca amenazadoramente—. Aaron apártate.

—¿Qué quieres de mí princesita? —gruñe sobre mi rostro, observando mis labios y no apartando la vista de ese punto. No digo nada cuando noto que su pecho y el mío de repente se tocan, y sus piernas, justo encajan con las mías.

De repente mi corazón deja de latir, para luego arremeter con violencia como si un estallido en mi pecho se hubiera desatado desde el momento en el que fui consciente de que su mano se posó en mi espalda y acaba de colarse bajo mi blusa clara.

Separo los labios en el momento en el que un suspiro escapa de mi cuerpo cuando él clava ligeramente los dedos en mi cintura y su tacto desciende, generando una estela de fuego que va incendiando mi piel.

Paso saliva con fuerza confundida por el radical cambio en esta situación.

La mano de Aaron desciende hasta mi trasero y lo aprieta, abarcando lo más que puede con su mano. Respingo cuando noto su contacto, y que al presionar mi trasero con su mano puedo sentir la dureza de su miembro sobre mi abdomen, presionando la tela de sus jeans y justo debajo de mi obligo.

—Aaron —susurro abrumada y él separa sus labios para dejar escapar un ligero aliento que calienta mi rostro y me corta la respiración, cuando su nariz roza la mía. Mi corazón late con fuerza, y mi rostro se enrojece por la situación.

Siento que mis piernas flaquean ligeramente, y ya me cuesta respirar cuando de repente mi mano siente la tela de la venda, y en ese momento me hago hacia atrás, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. Me siento sobre la camilla, lo cual le permite a Aaron el ponerse entre mis piernas.

Veo el deseo en sus ojos y yo me siento extrañamente a gusto cuando sus manos se posan en mis piernas y sube, hasta posarse en mi trasero y tirar de mí hacia él. Mi sexo late con una punzada dulce, dolorosa pero deseosa.

Los dedos de una de mis manos sienten la textura de su cabello cuando se enredan en su cabello, y la otra se enreda en la tela. Pero no tardo más que unos segundos en sentir como frota su polla justo sobre la abertura entre mis piernas. Hay tela que separa nuestro contacto, y quiero evitarla pero solo cierro los ojos y gimo por lo bajo al sentir la fricción en aquel punto sensible de mi ser. De repente no hace frío y todo es calor.

—¿Por qué me salvaste Aaron? —inquiero sobre sus labios, rozando los míos sobre los suyos. Puedo notar un cosquilleo y me hago para atrás cuando él intenta besarme, tentándolo y negándole el contacto.

—No podía dejarte morir.

—Pero me odias —digo en un jadeo acercándome a él, intentando volver a rozar mis labios con los suyos. Aaron acuna mi trasero y separa los labios cuando mis piernas se abrazan a su cintura, para luego frotarme con su polla dura.

—Si, pero no puedo lastimarte aunque lo deseo desde hace tanto tiempo —sus labios acarician los míos mientras me dice aquello y yo entonces suelto la tela y llevo las cosas más lejos, sujetando el bajo de su remera empapada y levantándola, para dejar al desnudo su abdomen. Él me permite desnudar su torso, y sin siquiera besarnos jugamos a un juego cruel y erótico, donde solo nos rozamos aunque mi cuerpo pide a gritos que su polla se meta dentro mío.

Es tan extraño, y tan devastador a la misma vez.

—¿Por qué me odias, Aaron? —quiero saber mientras mis manos se posan en su pecho y muerdo mi labio inferior al sentir su piel, sedosa y con un ligero bronceado pero con cada centímetro de su ser bañado en tinta. Observo sus tatuajes y paso mis uñas por su piel, justo sobre su abdomen marcado, provocando que se estremezca en el momento en el que su rostro se acerca al mío, e intenta besarme, pero yo giro la cabeza así que termina por mordisquear mi cuello con molestia.

—Porque yo fui quien tuvo que salir a mendigar y a robar, yo sé lo que es vivir en la calle y pasar hambre y ver a mi hermana llorar por tener el estómago vacío mientras tú tenías todo, tú siempre tuviste todo —murmura con violencia y posa su mano en mi cuello.

Abro los ojos cuando siento la presión sobre mi cuello nuevamente, y el dolor que me provoca.

—Yo no tengo la culpa de que tus padres hayan sido unos capullos y los hayan dejado pasar hambre Aaron —siseo contra sus labios, sintiendo fuego en el interior.

Entonces, mi piel se pone de gallina cuando el pecho de Aaron vibra ligeramente por una risa, una tétrica y satírica risa. Como si se burlara de mí y disfrutara con eso.

—¿No lo entiendes verdad? —inquiere y yo lo observo extrañada, hasta que él se muerde el labio inferior y sonríe con maldad—. No puedo imaginarme lo difícil que fue para mi hermana ser una niña que tenía que verte vivir el cuento de hadas y tú ni siquiera la conocías, pero no puedo disfrutar más al saber de que pronto todo esto se va a convertir en tu infierno personal, princesita.

—¿A- a qué te refieres Aaron? —susurro con el aire dejando de correr por mis pulmones y sintiendo mi rostro enrojecer.

—Te odio porque eres todas y cada una de las lágrimas de mi hermanita, y no mereces la vida que tienes. No te lo mereces en absoluto, eres una niña caprichosa, tonta e ignorante a la que la vida le va a dar su merecido, Gianna Morrigan.

—Cállate —siseo.

—Nunca voy a entender por qué te eligieron a tí, si ni siquiera te pareces a él. Solo te pareces a la prostituta que tienes por madre en cambio ella es igual, es igual al hijo de puta que nos abandonó —ríe y yo abro los ojos como platos. Mi madre está muerta, murió a los diecinueve a darme a luz y entonces mi padre, Luca Morrigan y yo vivimos juntos, hasta que a los meses fuimos a vivir con mis abuelos.

No puede ser. No es cierto lo que dice.

No puede ser lo que estoy pensando. No puede serlo.

—No sabes lo que dices Aaron.

Intento convencerme a mí misma de que no es así, que solo es un sueño y que no logré llevarlo hasta el límite de la cordura solo por la verdad. Y ahora que la tengo, sé que no miente pero no sé qué hacer con eso.

—Claro que lo sé Gianna, tú eres la que no sabe nada —susurra y luego deposita un casto beso en mis labios. Un beso que me repugna—. Espero que ahora te sientas bien con la verdad, ¿Era lo que querías no? Querías saberlo así que vive con eso, princesa —su voz es más tosca y entonces, veo unos ligeros destellos y siento el impulso que hacen mis pulmones por tomar aire, pero no puedo hacerlo, así que lo siguiente que hago es sujetar el metal con mi mano y dejar el dedo en el gatillo, justo a la misma vez que el metal se presiona contra la sien de Aaron.

—Suéltame o te vuelo los cesos.

—¿Y quieres saber lo peor princesa? —me sonríe aunque tiene el arma presionada a su cien—. Te odio, pero tienes razón, aquel niño que conociste hace años se enamoró de tí.

Y entonces, se aparta de mí, quitándome el arma y saliendo por la puerta, justo en el momento en el que Alex ingresa con la ropa y Mag me tiende el móvil con mi abuelo del otro lado de la línea.

Horas después salí del hospital luego de unos controles para ver el estado de mis pulmones y me acosté en mi cama para dormir, con Mag a mi lado. Pero no descansé, pasé toda la noche despierta sabiendo que al otro día era día de arreglar las motocicletas, y en la tarde teníamos la misa de los domingos.

Y no quería ver a nadie.

Porque mi cerebro no dejaba de pensar de más y no podía creer en lo que Aaron me dijo. Lo odio, sí. Pero no puedo creerle, porque no es verdad. Mi padre jamás... él era un buen hombre.

Todo mundo que lo conociera sabía que Luca Morrigan era un buen hombre, él se encargaba de los negocios, iba a la misa los domingos, era un hombre trabajador y fiel a sus convicciones. Le gustaba leer libros y me enviaba muchos por correo.

No tenía mucho tiempo para visitarme, pero no era mal padre. Solo no tuvo suerte y mis abuelos suplieron eso. Así que hizo lo mejor para mí, porque me amaba y solo era un niño cuando se convirtió en padre, así que no puedo culparlo.

Pero es mentira.

Leia y Aaron Draven no son mis hermanos.

No pueden serlo...



Advertencias para el público sensible: El Juego de Hades es una novela +21 que contiene temas delicados como sexo explícito, lenguaje vulgar, ilícitos, violencia, etc.

Es una novela ficticia en la cual NO se GLORIFICAN, ENALTECEN, MINIMIZAN o INCITAN a cometer ilícitos. Todo ilícito que se encuentre en esta novela debe ser penado como tal.}

Recuerden en todo momento que esto es FICCIÓN, por favor, sepan separarla de la REALIDAD.

Capítulo dedicado a Vanessa_Acevedo ¡Se te ama bbcita!

¡HOOOOOLAAAAA!

¿QUÉ OPINAMOS?

¿Qué opinamos de todo esto? Por favor, necesito opiniones.

De:

Hades

El abuelo Andrés

Aira

Bruno

Nika

Leia

Alex

Gigi

Aaron ¿Piensan que lo que dijo es verdad?

¡¿Lo queremos o no lo queremos?|

Magnolia

Y la abuela.

De mi? jaja

¿Tienen alguna teoría?

¿Algo que quieren que pase?

Por lo pronto nos leemos el lunes que viene mis cielos. Amaría que recomienden la novela si les gusta (y que voten y comenten o sino yo lloro).

Un beso desde el infierno de Hades,

La autora,

Sabrina Micaela

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