I love you too

By BilingualDesastre

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En donde Yachi encuentra un tweet de un seguidor, le da me gusta y se encuentra con su música. Le muestra los... More

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By BilingualDesastre

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Todo empezó desde la primera vez que lo vio. Ni siquiera habían hablado, las únicas palabras que el rubio había dedicado en su dirección habían sido: "Pfft, patético" pero eso fue suficiente para que la imagen del más alto se quedara en la mente de Yamaguchi. Quería hablarle, quería agradecerle apropiadamente por ayudarle, pero no sabía cómo. El chico no estaba en su salón y, si bien lo veía por los pasillos, iba a ser muy raro si un desconocido se le acercara para hablarle, sobre todo tratándose de alguien tan estúpido como Tadashi.

No ayudaba que el chico en cuestión era muy... misterioso, podíamos llamarle. No hablaba con nadie, no le veía rodeado de personas, no comía en la cafetería, nada. Era muy solitario, haciéndolo más intimidante. Y Tadashi no sabía todo esto porque lo ha estado siguiendo por los pasillos tratando de decirle hola pero no siendo capaz. Y definitivamente no ha estado haciendo eso por casi un mes. 

Yamaguchi estaba en su escritorio, tratando de resolver el problema de matemáticas que estaba en frente de él, pero no siendo capaz de concentrarse lo suficiente, pensando en la conversación que tuvo con su padre hace unos minutos (que por conversación, se refería a su padre gritándole) en donde le demandaba que tenía que comenzar a practicar un deporte para no hacerse, y cito, "uno de esos gays".

Adivina qué, perra.

Tadashi siempre buscaba la manera de no hacer lo que su padre le dijera, sin embargo, él ya estaba considerando la idea de unirse a un club de deportes. Siempre le ha gustado practicar actividades físicas, pero lo que lo detenía de hacerlo era el hecho de que las mismas personas que le hacían la vida imposible eran los capitanes de dichos equipos, y no quería ponerse en bandeja de plata para más golpes, por favor. 

Fue ahí donde la bombilla en su cerebro se encendió. Si no recordaba mal, nadie de sus bullys formaba parte del equipo de voleibol, ya que ese club era bastante nuevo. 

Y también estaba el tema de el chico, Tsukishima Kei, descubrió que era su nombre. Sabía que el uniforme que estaba usando en ese momento era de volley, pero no fue hasta hace poco tiempo que se dio cuenta que ese era el mismo uniforme en el que entrenaba el equipo de la escuela. Mataría dos pájaros de un tiro...

Tadashi dejó su tarea sin terminar en el escritorio y fue hacia la sala donde estaba sentada su madre. 

—Mamá, ¿me puedo unir al club de voleibol?

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Tadashi caminó hacia el gimnasio. Había media hora antes de que las prácticas empezaran, pero ya había gastado veinte minutos decidiendo en si entrar o no. Vio por el rabillo del ojo que un chico rubio alto pasó por delante de él. Agitó su cabeza y fue por detrás de él.

—¡E-ey! —Llamó en voz alta, aunque temblorosa. El chico, extrañado, miró a su alrededor buscando la fuente del sonido, mirando para abajo al darse cuenta de la presencia del pecoso.

—¿Te puedo ayudar?

—Uh, ¡s-sí! uhm, v-vine por las pruebas ¡p-pero! también quería decir que, uh, g-gracias por lo del otro día, de verdad e ayudaste y nunca te pude agradecer —Logró soltar Tadashi. Sí, tartamudeó mucho y no fue capaz de mantener contacto visual, pero igual estaba orgulloso de poder haber dicho lo que ha estado practicando por la semana pasada delante del espejo.

Hubo un silencio entre los dos, siendo roto por el rubio. 

—Perdón, ¿Quién eras? —Preguntó seriamente. Tadashi casi se cae. ¿Se ha estado preocupando por un mes para que el rubio ni siquiera le recuerde? Buena, Tadashi. Buena.

—Uh, era el niño que estaba en el parque... ya sabes uh —No quería decir que era el niño a quien le estaban golpeando en el parque, era vergonzoso admitirlo en general, pero mucho más a alguien tan genial como Tsukishima. Afortunadamente no tuvo que explicar mucho más ya que el rubio pudo reconocer la descripción.

—Oh, ese niño. No me agradezcas, literal no hice nada, solo estaba caminando por ahí —Dijo el rubio.

—¿Estás bromeando? ¡Por ti me dejaron de molestar, eso nunca había pasado antes! ¡Estuviste genial! La manera en como se alejaron aunque no les dijiste nada, ¡ojalá pudiera ser tan genial como tú! —Tadashi no pudo evitar exclamar. 

Tsukishima murmuró algo parecido a "no es nada" con un sonrojo en sus mejillas y evadiendo contacto visual. Al ver la expresión de Tsukishima, Tadashi sintió una sensación extraña en el estómago. Lo tachó como ansiedad por los nervios, pero se sentía... diferente. Bueno, no tenía caso pensar en eso justo ahora.

Una vez más, el silencio se hizo presente, ninguno de los dos sabiendo cómo hacer conversación.

—Tus zapatos están cool —Tadashi dijo, mirando los tenis que Tsukishima se había puesto durante la conversación.

—Oh, gracias, son tenis de voleibol. Eran de mi hermano pero me los dejaron porque ya no le quedan —Explicó Tsukishima. Yamaguchi dejó salir un aliento de alivio, parecía que habían entrado una conversación amigable.

—¿Tienes un hermano que juega voleibol? —Preguntó impresionado. Tadashi nunca había tenido un hermano, mucho menos uno que jugara a un deporte.

—Uhm, sí, es parte del equipo de Karasuno, me dijo que es el as del equipo o algo así, pero como sea —Tsukishima explicó, su brazo en su nuca como si no le pareciera importante.

—¡¿El as?! ¡Eso es genial! —Exclamó Tadashi una vez más, esta vez mirando a Tsukishima, sus ojos llenos de brillo. El rubio rompió el contacto visual y trató de, torpemente, cubrir su cuello. Tadashi pudo notar que era de los que se sonrojaban por todo el cuerpo. Heh, lindo. Espera no. Tadashi, no. Tadashi, mal.

—Sí, ajá. —Lo que sea que Tsukishima iba a decir fue interrumpido por el entrenador llamando a todos los niños para comenzar el entrenamiento del día. Kei se giró hacia Tadashi. —¿Cómo te llamabas?

Fue entonces que había recordado que no le había dicho su nombre. También se dio cuenta de que Tsukishima no podría haber sabido que él ya sabía su nombre ya que Tadashi lo averiguó investigando más de lo considerado normal. Oh Dios, por favor díganme que no dije su nombre en la conversación, va a creer que soy un acosador y ya no me va a querer hablar. —Oh, me llamo Yamaguchi Tadashi. Voy en el grupo 2 —Tadashi luchó para que su crisis existencial no fuera obvia. Maldito sea su rostro expresivo.

—Tsukishima Kei. Vamos con el entrenador, ya vamos a empezar. Cámbiate los zapatos —Dijo Tsukishima, dando vuelta y caminando dentro del gimnasio.

Tadashi no había sonreído tan genuinamente en años. —¡Sí!

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—Te terminas acostumbrando, cuando menos te des cuenta ya no va a doler nada —Tsukishima explicó, masajeando su brazo izquierdo que estaba cubierto de heridas hechas por la pelota de vóley. La cara de Tadashi se sentía caliente y no sabía por qué, estaban en pleno invierno, viendo las estrellas en el balcón de Tsukishima. ¿Se había resfriado?

—¿En serio? —Preguntó Tadashi, mirando fijamente un pedazo de hilo que había encontrado un hogar en el cabello de Kei. Tadashi estaba teniendo un debate mental consigo mismo sobre si debería quitárselo o no. 

—Noup —Tsukishima admitió, pasándole a Yamaguchi su taza de chocolate caliente. Yamaguchi refunfuñó con un puchero. —Pero tu cuerpo de verdad se termina acostumbrando, los brazos no se te van a poner tan rojos con una práctica. Pero si tienes que comenzar a estirar y masajear tus músculos regularmente para que no sostengas ninguna herida. 

Solo habían sido amigos por unos cuantos meses, pero Tadashi ya podía identificar las cosas que más le gustaban de Kei. Una de ellas era cuando comenzaba a divagar sobre las cosas que le gustaban. Su rostro dejaba la máscara fría que llevaba usualmente y sus ojos se llenaban de brillo, su mirada suave y sus gestos más marcados. Siempre que pasaba, Tadashi se sentía afortunado de ser la única persona a la cual Tsukishima le mostraba esa faceta, aunque fuera por accidente. 

Era consciente de que lo más normal no era pensar sobre su amigo de unos cuantos meses de esa manera, pero no podía evitarlo, ya le tenía mucho cariño al rubio. Después de todo, era el primer amigo que había tenido en su vida, la primera persona además de su madre con la que se sentía a salvo, y la única persona con la que no tenía que sobre-pensar cada detalle. 

Y a cambio recibió lo mismo de parte de Kei: era su único amigo (aunque Tadashi no sabía cómo el rubio no tenía una fila de personas esperando a hablarle todos los días) y la única persona con la que se sentía cómodo mostrando sus debilidades. Eran la única persona en la vida del otro, por accidente, pero así paso, y por eso se encariñaron con el otro rápidamente.

—¿Qué? —Kei preguntó secamente. Tadashi ladeó la cabeza confundido. —Te me quedaste mirando por un rato, ¿Qué pasa? 

Tadashi se puso rojo. —U-uh, yo, uhm, ¡n-nada! —Tsukishima arqueó una ceja. —N-no, de verdad no fue nada, yo solo, uh, me quedé mirando la nada, es en serio, me pasa mucho, es un problema constante, sobre todo en las clases de historia, no termino poniendo atención. Aunque estoy convencido que es culpa de nuestra maestra porque hay veces en las que miro videos de otras personas explicando los temas y les entiendo todo y no me distraigo, entonces-

—Yamaguchi.

—¿S-sí? —Preguntó, su voz un octavo más alto que lo usual.

—Estás  divagando.

Tadashi se sonrojó aún más, tratando de cubrir su rostro con la cobija con la que estaba envuelto, pero no teniendo éxito. —P-perdón, Tsukishima.

Tsukishima no respondió. Justo cuando Tadashi estaba volviendo a entrar en su pánico mental constante, convenciéndose a sí mismo de que ahora Tsukishima lo encontraba raro por quedársele mirando, sintió las manos del rubio jalar su brazo.

—¡Tadashi, mira! —Tsukishima le llamó emocionado, apuntando al cielo.

Muchas cosas pasaron en un momento. La lluvia de estrellas había comenzado. Es cierto, por eso estaba aquí, casi se le había olvidado. Tadashi miró al cielo y su aliento fue atrapado en su garganta. Era una vista hermosa que nunca había experimentado. Docenas de estrellas surcaron el cielo, dejando el plano brillante y único, Tadashi juró que, por un momento, se transportó hacia el espacio, las siluetas de las casas borrándose de su memoria.

—Tadashi, rápido, ¡pide un deseo! —Le recordó Kei. 

Oh Dios, no sabía qué pedir, había tantas cosas que quería. Quería un peluche de tortuga porque las tortugas son de rockstars, quería una guitarra, quería que su padre dejara de joder, quería que le dejaran en paz en la escuela; se estaba tardando mucho en decidir y si no se apresuraba la lluvia iba a acabar y se quedaría sin deseo. Miró de reojo a Kei y su corazón se derritió un poco al ver su rostro: tenía los ojos fuertemente cerrados en concentración, la lengua de fuera y los dedos entrelazados. Tadashi decidió su deseo.

—Por favor, quiero estar siempre con Tsukishima. En la forma que sea, solo por favor, que no me olvide.

La lluvia terminó. Tsukishima abrió uno de sus ojos para confirmar que el espectáculo había acabado. —Eso fue genial —Dijo, hablando durante su bostezo. Era muy tarde ya.

—Sí —Confirmó Tadashi. Estaba mirando a Kei fijamente de nuevo. ¿Alguna vez han estado con una persona, no importa lo que estaban haciendo, hablando, caminando, o solo existiendo en el mismo lugar, y su corazón les da un puñetazo en la cara porque se dieron cuenta en ese instante que quieren a esa persona demasiado? ¿Y luego tienen que contener las ganas de llorar porque les hace darse cuenta de lo miserables que eran antes comparado a la felicidad que tienen ahora? Sí, eso le estaba pasando a Tadashi en este momento.

Kei se fijó en su mirada de nuevo. —Tadashi, ¿Qué tienes? ¿Qué tengo en la cara o por qué te me quedas viendo?

Sin pensar en lo que estaba haciendo, Tadashi se acercó lentamente al rostro de su amigo.

—T-tadashi, ¿Qué estás haciendo? E-estás muy cerca... —Aunque Tsukishima jamás se alejó. 

Tadashi siguió y siguió hasta estar unos cuantos centímetros de el rostro de Kei. La respiración de Tsukishima estaba pesada y sus párpados estaban en proceso de cerrarse de poco a poco. Cuando Tsukishima cerró los ojos, Tadashi hizo lo que vino a hacer. 

Le quitó el hilo de la cabeza a Tsukishima. 

—Tenías esto —Anunció, mostrándole el hijo morado entre sus dedos para dejarlo caer al suelo. 

Tsukishima se quedó callado por unos cuantos segundos. —Te odio —Acabó por decir. 

—¿Ahora qué hice? —Preguntó el castaño, cuestionándose por qué Tsukishima había escondido su rostro con ayuda del gorro de su sudadera. 

—Cállate, Yamaguchi.

Yamaguchi suspiró suavemente y sonrió. —Perdón Tsukki.

Ambos niños se congelaron. 

—¡No, espera-!

—Tadashi, ¿Cómo me llamaste? —Preguntó Kei, quitándose el gorro una vez más. Tadashi hubiera preferido que se lo dejara puesto.

—¡Nada, es en serio! ¡Me mordí la lengua pero quería llamarte Tsukishima, no estoy mintiendo! ¡Perdón, eso fue mucho, yo-! —Tadashi estaba a punto de arrodillarse para implorar su perdón cuando escuchó la risa de Kei. No una de sus risas sarcásticas o burlonas, una risa genuina. 

—Está bien, idiota... de hecho, uhm, puedes... llamarme así si quieres —Soltó, dejando a Tadashi sin aire en los pulmones. 

—¿Qué el para qué cosa de quién?

Tsukishima le dio un ligero empujón. —Si quieres puedes seguir llamándome así, no me importa. 

—Pero a ti no te gustan los apodos —Tadashi le recordó.

Kei se encogió de hombros. —Está bien, considerando que antes te dije Tadashi me parece justo.

Tadashi ni siquiera se había dado cuenta que eso pasó. Comenzó a idear un plan en su cabecita. —Bien, si yo te llamo Tsukki, tú me tienes que llamar Tadashi. ¿Trato? —Yamaguchi extendió su mano hacia el rubio, como si fueran a sellar un trato de negocios. Kei miró su mano y luego al rostro de Yamaguchi, buscando por una señal que indicara que estaba bromeando. No había ninguna. Lo pensó un poco más y dirigió la mirada a la mano del pecoso una vez más, estrechándola.

—Trato.

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Tadashi odiaba el día de San Valentín. Nunca había tenido pensamientos tan violentos hacia una festividad como ahora, pero es que esto era ridículo. No podía dar ni un maldito paso sin que alguna chica se le acercara.

Pero Tadashi, te preguntarás, ¿por qué te molesta que varias chicas te hablen en San Valentín? Bueno, es porque ninguna de ellas le preguntaba por él, todas querían pedirle favores que tenían que ver con su amigo. 

Parecía que lo único que veían en él era "El secretario de Tsukishima Kei" y estaba harto. Lo único que quería hacer era desconectarse del mundo en paz, pero cada cinco minutos una nueva persona se le acercaba para pedir el número de Tsukishima (Oh, disculpa, no tiene celular por el momento. Ni redes.), pedirle que le entregue una carta o un regalo (Sí, por supuesto, se lo entrego en cuanto termine de hablar con la fila de admiradoras que tiene, déjame meterlo en mi mochila que arrojo por las escaleras diariamente. Seguro no se maltratará.), preguntarle si tenía pareja (La última vez que revisé no, pero cerca de quince personas se le han declarado ahora entonces nunca se sabe) o cuándo tenía un tiempo libre (Nunca. Está ocupado peleando en el ejército, trabajando como chef profesional, jugando vóley e investigando la cura contra el cáncer).

Afortunadamente, su pesadilla estaba apunto de acabar (al menos hasta el White Day). La última clase acababa de terminar, solo le quedaba ir a casa con Tsukishima y desfallecer dramáticamente en su cama. 

Había terminado de guardar sus cosas, solo estaba esperando por Tsukishima quien seguía metiendo sus cartas a su mochila descuidadamente, sin ninguna intención de leerlas. Una parte de Tadashi se sentía mal por las chicas, pero la parte que estaba sumamente cansada ni siquiera estaba afectada. Suponía que Tsukishima ya estaba completamente acostumbrado a las confesiones y ya no sentía tantas emociones como antes. 

Estaban muy cerca del éxito, solo unos cuantos minutos y-

—Tsukishima, ¿puedo hablar contigo un momento? 

Tadashi iba a cometer un crimen de odio. 

Tsukishima parpadeó lentamente, como si no supiera que estaba por venir. —¿Para?

La chica se sonrojó, jugando con sus dedos nerviosamente. —S-solo... ¿puedes venir? Serán unos cuantos minutos.

Conociendo a Tsukishima, dudaba que iba a pasar de un minuto.

Kei suspiró. —Vengo en un momento —Le dijo al castaño. 

Yamaguchi sonrió forzadamente y se volvió a sentar. —Okay. 

Y por tercera vez en el día, Tadashi vio a Tsukishima salir del salón con otra chica más. Estaba tentado a poner un cronómetro para ver cuánto iba a durar el rubio en rechazarla pero su parte moral le detuvo. No Tadashi, mal Tadashi. Es una persona con sentimientos.

Trató de distraerse con su celular, pero una pequeña voz en su cabeza le seguía molestando y molestando. Ni siquiera entendía lo que le estaba diciendo, pero el imbécil tenía garras; Tadashi no podía estar quieto en su asiento, estaba incómodo todo el rato, tenía la urgencia de hacer algo, de decir algo, pero no sabía para qué.

Por distraerse, trató de recordar San Valentines pasados, tratando de encontrar cuándo Tsukishima se había vuelto tan popular. Digo, estaba seguro que antes no le molestaba tanto que las personas le preguntaran por Tsukishima, seguramente era porque no eran tantos.

Y si bien, era cierto a un nivel...

Haciendo introspección, en sí mucha gente siempre se ha fijado en Tsukishima, y estaba feliz por su amigo, entendía a las chicas, era el modelo casi perfecto de las cosas más atractivas.

Y lo decía como bro. De bro a bro. De hombre a hombre. Platónicamente. Obvio.

Pero no fue hasta recientemente que todas las confesiones le molestaban tanto. Pensaba que era porque se sentía inseguro de que nadie jamás se iba a fijar en él cuando tiene a Tsukishima de su lado, pero cuando menos se dio cuenta esa molestia y ansiedad cambió a... ¿rabia? ¿miedo? Algo así... ¿Se estaba convirtiendo en una mala persona? Porque solo una mala persona estaría esperando que su amigo rechazara cualquier declaración que venía en su camino.

Revisó su celular otra vez y se fijó que habían pasado ya más de diez minutos y Tsukishima no regresaba. Cuando dijo que usualmente tardaba uno en rechazar a alguien no era una exageración, entonces...

Su corazón comenzó a acelerarse, su garganta a cerrarse y sus unas a clavarse en las palmas de su mano. No, no, no, no, no ahora. ¿Por qué ahora? Todo estaba tan bien, ¿Por qué?

Reposó su cabeza en el escritorio y trató de controlar su respiración. No supo por cuánto tiempo estuvo ahí y en verdad no quería saber.

Estaba tan encerrado en su cabeza que no notó la puerta abrirse.

—Tadashi, ¿estás bien? —Escuchó una voz preguntar, probablemente viniendo de la misma persona que estaba trazando patrones circulares en su espalda.

—Sí, Tsukki, solo no me siento bien, migraña, se me va a pasar —Mintió. Miró a los ojos de Tsukishima y pudo ver perfectamente que no le creía ni un poco pero por alguna razón no le dijo nada.

Ah, por eso.

La chica estaba en la puerta de el salón. No estaba llorando, no estaba triste, y no se había ido. La respiración de Tadashi se aceleró de nuevo, pero trató de controlarse, golpeándose en el muslo una y otra y otra vez. Desde donde estaba, la chica no podría mirar lo que estaba haciendo, siendo escondido por su mochila, pero Tsukki sí. Y no le importaba, solo quería dejar de sentir algo por una vez en su puta vida.

—Uh, ¿te molesta si me voy? —Tsukishima le preguntó a la chica. ¿Por qué le estaba preguntando? Tadashi no recordaba que hubieran hablando antes de ahora, entonces por qué...

—No, no importa, nos vemos el fin de semana —Dijo la chica, lanzándole una mirada preocupada a Tadashi. No por favor, no seas dulce, me va a costar odiarte, por favor, por favor, por favor. —¿Hay algo que pueda hacer? ¿Traigo agua? ¿Necesitan un auto? —Por favor, deja de hablar, no me hagas esto, por dios, ya para. 

Tadashi alcanzó a negar, sonriendo a la chica, aunque no supo como pudo hacerlo. —No, no te preocupes, tengo migrañas muy frecuentemente y vivo cerca, se me pasará en unas horas, pero gracias. Me voy a ir ya, con permiso. —Tadashi se paró, su mirada directamente al piso. 

—Voy contigo —Dijo Tsukishima. No le estaba preguntando, y el agarre firme en su brazo siendo prueba de ello, pero eso no paró a Tadashi de negarse.

—No es necesario, puedo ir solo-

—Tadashi, no.

Tsukishima era muy testarudo cuando se lo proponía, a pesar de todas las quejas que tenía sobre las personas testarudas. Yamaguchi sabía que no iba a ganar la discusión hoy, así que se dejó llevar. Tsukishima se despidió incómodamente de la chica y comenzaron a caminar a su casa.

No era raro que sus caminatas estuvieran rodeadas de silencio, pero de esos cómodos, ese que solo lo pueden compartir personas que se conocen a la perfección. El que estaba presente ahora, en cambio, era todo lo contrario: incómodo y lleno de secretos.

Tsukishima seguía tomando a Yamaguchi del brazo y su agarre le estaba quemando la piel. Quería desaparecer. Se sentía horrible, pensó tantas cosas malas de los demás por su propio egoísmo, por que estaba celoso. Celoso de que todas aquellas chicas se habían dado cuenta de sus sentimientos y habían sido valientes, no como él, un maldito idiota, cobarde, asqueroso acosador, perdedor, que no se merece el cariño de alguien como Tsukishima-

—¡Tadashi! —Llamó Tsukishima. Tadashi parpadeó, anclándose a la realidad. Sintió un ardor en la palma de su mano y, cuando giró su palma para ver de qué se trataba, vio marcas de uñas y sangre en cada una de ellas.  Vio como el aliento de Tsukishima se paró y, con el toque tan gentil que casi le hace llorar, tomó su mano y la acercó para examinarla. —Voy por las vendas—Dijo, caminando hacia el baño de su casa.

¿Cuándo habían entrado en su casa? No estaba seguro. Tampoco estaba seguro de cuándo Tsukishima lo había recostado en la cama, ni como estaba fuera de camiseta del uniforme, pero no era la primera vez que le pasaba.

Tsukishima regresó al cuarto, empujando a Tadashi de vuelta a la cama. Tomó su mano y desinfectó las heridas para después poner vendas de manera que pareciera que fue causa del vóley. 

—Tadashi, ¿Qué te pasó? Y no me digas que nada, no soy estúpido —Demandó Tsukishima.

Este es. Este es el momento perfecto para decir lo que estaba pensando, para admitir lo que tenía en su corazón desde hace tiempo pero no había procesado, podía hacerlo, tenía qué, no había otra opción, Tsukishima no se iría hasta conocer la verdad y no se podía inventar nada ni aunque quisiera, le iba a decir, le iba a decir-

Tadashi rompió en llanto, dignidad a la mierda. 

—Me voy a ir, Tsukki. 

Tsukishima lo miró con confusión absoluta. —¿Qué?

Le dolía. Sentía que su corazón se estaba apuñalando a sí mismo, pero sentía que tenía que mirarle a los ojos. —Me voy a ir a Tokio, Tsukki. A vivir. No voy a volver.

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Tadashi se levantó de su sueño desconcertado. Ni siquiera sabía qué día era, honestamente. Desde la pelea con Tsukishima había entrado en un estado de piloto automático y las pocas veces que estaba consiente, su cerebro le insultaba una y otra vez, haciéndole recordar lo horrible que fue con su novio. 

Pudo finalmente conciliar el sueño después de horas y horas de intentar, pero fue interrumpido por su celular. En cualquier otra situación estaría entrando en guerra con la persona que le estuviera llamando, pero considerando la casi-pesadilla que tuvo, estaba agradecido.

Tomó el celular sin ver el contacto y contestó la llamada sin pensar, su mente una vez más siendo dependientes del piloto automático.

—¿Bueno? —Dijo en una voz rasposa, secándose las lágrimas con las que había despertado. 

—¿Tadashi? —Tadashi casi grita como colegiala. 

—¿Tsukki? —Todo el sueño que tenía su sistema se desvaneció en cuanto escuchó su voz. 

—Uhm... ¿Tadashi? —Volvió a llamar el rubio. Fue ahí cuando se dio cuenta de la voz de Tsukishima. Sonaba a que estaba...  lastimado. Muy muy lastimado. Oh no, no, no, no, no, por favor no. Por favor que Tsukki esté bien. 

Estaba rogando por que fuera su imaginación, tal vez esta llamada a las tres de la mañana sea una parecida a la de cuando empezaron su relación, solo se iban a reconciliar, él iba a ir a su casa y se iban a dar unos besitos, eso es todo.

—¿Sí? Tsukki, ¿Qué pasó?

—Yo, uh... la cagué. La cagué en plan de por favor ven a mi casa rápido y llévame a un hospital —Tsukishima explicó, tratando de mantener su voz tranquila.

Esa fue la señal para que el mejor amigo de Yamaguchi se apoderara de su cuerpo: pánico.

Pero es que no podía tener nada bonito en su vida, joder.


Buenas noticias: mi ladrillo dejó de funcionar y justo el siguiente día me compraron otro, entonces ahora puedo escribir sin que me saque de la aplicación cincuenta veces y no voy a tener que borrar todas las aplicaciones del celular para guardar capturas (si es que se guardaban). Malas noticias: ahora tengo que volver a hacer todas las cuENTAS EN LA APLICACIÓN DE TWITTER, LAS DE ESTE CAPÍTULO LAS TERMINÉ ANTES DE QUE YA NO PRENDIERA EL CELULAR.

SABEN CUANTO ME TARDE EN ELEGIR LAS IMÁGENES DE LOS PERFILES?! APARTE YA NO ME ACUERDO DE LOS NOMBRES EXACTOS, VOY A TENER QUE LEER LA HISTORIA COMPLETA PARA AGARRAR LOS USERS, ESTO NO PUEDE SER POSIBLE, SEÑORITA LAURA.

si alguien tiene una foto de perfil diferente, miren para el otro lado.

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