Boda por escándalo

By EasyCuteWat

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La cama equivocada, un escándalo y una esposa poco convencida. Camila no esperaba despertar junto a Lauren J... More

Capítulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo

Capítulo 7

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By EasyCuteWat

Un nuevo rayo seguido de un trueno sacudieron la casa, pero Camila no les prestó atención porque estaba perdida en la tormenta que había estallado en su interior en cuanto la lengua de Lauren entró en su boca.

Fue arrastrada por la ola de deseo que palpitaba entre ellas, un deseo que le hacía actuar de una manera que no reconocía, como si la dominaran fuerzas incontrolables. Sus manos buscaron el cabello de Lauren, sus gemidos llenaron el silencio de la habitación a medida que Lauren dejaba un rastro de besos sobre su cuello. Sabía que iba camino de la perdición, pero no quería evitarlo. Oyó el sonido de la cremallera de su vestido y lo sintió caer a sus pies. Los ojos de Lauren la quemaban incluso en la oscuridad.

—Voy a encender el fuego—Habló Lauren, en un susurro.

Camila estuvo a punto de decirle que ya lo había hecho, que todo su cuerpo ardía. Pero guardó silencio y le observó buscar una caja de cerillas sobre la repisa de la chimenea.

La llama de la cerilla iluminó levemente el rostro femenino de Lauren. Se agachó y la aplicó al montón de madera con una destreza que Camila pensó se debía a haber hecho aquel mismo gesto en cientos de ocasiones con cientos de personas.

Lauren se acercó a ella, pero Camila interpuso el sofá entre ambas. El fuego la iluminaba desde detrás y le hacía parecer aún más alta de lo que era. Sus ojos abrasadores la recorrieron de la cabeza a los pies.

—¿Has cambiado de idea?—Preguntó con sorna. Camila alzó la barbilla.

—No tomo la píldora.

—Tengo un preservativo.

—¿Sólo uno?—Habló Camila, sarcástica—Hubiera imaginado que tendrías de todos los gustos y colores.

—Me gusta agradar —Murmuró intentando acercarse.

Camila apartó la mirada y rodeó el sofá para evitar que la alcanzara.

—¿Quieres dejar de seguirme?, déjame en paz o grito.

Lauren arqueó una ceja con expresión divertida.

—¿Quién crees que va a oírte? ¿Dios?—Se estaba burlando de ella.

—Te aseguro que si gritara, me oirían.

—Así que te gusta gritar—Sonrió insinuante, recorriéndola una vez más con la mirada.

Camila se ruborizó. Hubiera dado cualquier cosa por poder vestirse. Como si tuviera telepatía, Lauren se inclinó y al incorporarse, sostenía su vestido entre los dedos.

—¿Buscas esto?

Camila apretó los labios.

—Tengo frío.

—Aquí hay un fuego magnífico—Señaló con la barbilla por encima de su hombro.

Camila pasó por alto el comentario—Dámelo—Ordenó.

—Ven por el—Respondió Lauren.

Camila contuvo el aliento al ver su mirada retadora y, de un rápido movimiento, le quitó el vestido de las manos. Tras volverse de espaldas, se lo puso y se giró de nuevo hacia ella con gesto desafiante.

—Si crees que vas a seducirme, estás muy equivocada. No pienso ser el juguete de ninguna persona.

—No se me había pasado por la cabeza—Lauren se agachó para atizar el fuego—No temas que vaya a saltar sobre ti y a forzarte. No es mi estilo.

—No —Camila apretó los puños—Tu estilo es como el de una serpiente, que busca el momento en que su víctima baja la guardia.

—¿Quieres decir que te has sentido tentada?—Lauren la miró por encima del hombro.

—¡No!—Protestó Camila. Por cómo la miraba, era evidente que Lauren no la creía. Ella añadió— No me interesan las relaciones de un día.

—Nuestra relación no entra en esa categoría—Alegó con sorna—Después de todo ya hemos dormido juntas y estamos casadas.

—¿Estás disfrutando, verdad?—Interrogó Camila—Te divierte hacer que me sienta incómoda.

—No puedo negar que me parece un tanto cómico.

—¿Cómico?—Casi gritó Camila—¿De verdad crees que tiene gracia encerrarme contigo en este mausoleo durante un fin de semana?

—No es más que una casa a la que le falta hacerla agradable—Farfulló Lauren—Pero para cuando la redecoremos, habremos ahuyentado a los fantasmas.

En lugar de contestar, Camila se dio media vuelta y posó sus ojos en el primer objeto que vio. Se trataba de un escritorio delicadamente tallado y en perfecto estado de conservación, que no parecía pertenecer a la casa.

—Es un mueble muy bonito—Le llegó la voz de Lauren—Lo compré la semana pasada en una subasta.

Camila no quiso alabarle el gusto.

—He comprado algunos muebles más. Los traerán el martes.

Camilase volvió hacia ella.

—¿Vamos a quedarnos hasta el martes?

—Ya sé que es una luna de miel muy corta, pero espero que nos sirva para conocernos mejor.

—Para eso necesitaríamos un siglo—Camila pasó a su lado con brusquedad para aproximarse al fuego—Además, no tengo el menor interés en conocerte.

—Antes de que nos marchemos, me conocerás muy bien.

—No me interesa conocerte. No me gustas.

—A ti no te gusta nadie porque no te gustas a ti misma—Replicó Lauren haciendo que Camila pusiera los ojos en blanco.

—En lugar de jugar a doctor Freud, deberías pensar en cómo sacarnos del lío en que nos has metido.

—Fuiste tú quien entró en mi dormitorio—Le recordó.

—¿Y voy a tener que pagar toda mi vida por un pequeño error?

Lauren se encogió de hombros.

—Tú sabrás. Yo preferiría convertirlo en un lío divertido.

—Y yo prefiero morirme a pasarlo bien contigo.

Lauren arqueó las cejas.

—Ten cuidado. Una mentira como ésa puede atraer la tormenta.

Justo en aquel instante se oyó un trueno en la distancia. Lauren le guiñó un ojo y Camila se volvió bruscamente hacia el fuego.

—¿Te apetece comer algo?—Ofreció con calma la ojiverde.

—¿Cómo vamos a cocinar sin electricidad?

Las luces parpadearon un par de veces antes de quedarse encendidas, y Camila llegó a preguntarse si Lauren no habría planeado toda la escena. Ella leyó en su rostro lo que pensaba y sonrió.

—Vamos a ver qué hay en la cocina.

Camila la siguió a cierta distancia.

—¿Quieres una copa de vino? —Lauren sacó una botella de la nevera y se la mostró.

Camila no acostumbraba a beber, pero pensó que un poco de alcohol le sentaría bien.

—Sí, gracias.

Lauren sirvió dos copas y, pasándole una, brindó:

—Por un feliz matrimonio—Y dio un generoso sorbo. En lugar de beber, Camila se quedó mirando su copa—La idea es que lo bebas, no que se evapore—Bromeó.

Camila, irritada, bebió la copa de un trago y la dejó sobre la mesa mientras miraba a Lauren con expresión retadora.

—¿Otra?—Preguntó.

—¿Por qué no?—Camila le acercó la copa.

Tras llenar las dos, Lauren se apoyó en la nevera y miró a Camila detenidamente.

—No es bueno beber con el estómago vacío—Comentó.

—No me va a pasar nada—Camila vacío la copa de tres tragos.

Lauren apretó los labios y giró la suya entre los dedos.

—Por la mañana te arrepentirás.

—¿Y qué? —dijo Camila, con los ojos brillantes—Prefiero esto a dejarme seducir por ti.

—No tengo intención de seducirte. Sólo haremos el amor cuando lo desees tanto que no puedas resistirlo.

—Uno siempre puede resistirse.

—Ese tono tan moralista es más propio de tu padre. Creía que eras la oveja negra de la familia.

Camila se sirvió otra copa antes de responder.

—No te confundas. Aunque no comparta sus creencias, mis padres me importan mucho. No me hagas decir lo que no quiero.

—No lo olvidaré.

—Más te vale.

A Camila le alivió que Lauren se entretuviera sacando algo de comer para las dos. Sabía que había bebido demasiado y que debía tener cuidado con sus palabras.

—¿Qué te parece un poco de salmón y una ensalada?—Ofreció.

—Muy bien.

Lauren llevó la comida a una mesa que ocupaba el centro de la habitación. Camila tomó asiento y Lauren se sentó frente a ella.

—¿Quieres más vino?—Interrogó la mujer alta, mirándola fijamente.

—¿Por qué no?

Lauren le sirvió una copa y dejó la suya vacía.

Camila se puso a comer con desgana. Tenía un nudo en el estómago desde la mañana y no sentía el menor apetito. Sólo al firmar el certificado de matrimonio se había dado cuenta realmente de lo que estaba haciendo y de que aquel papel no era más que la prueba tangible de que sus deseos nunca llegarían a cumplirse.

—No pareces hambrienta—Observó Lauren.

—Lo siento, es que he desayunado mucho.

Lauren la observó con la cabeza ladeada. Su cabello estaba alborotado y Camila sintió un cosquilleó en los dedos al tratar de imaginar qué sentiría si se lo acariciaba. Para controlarse, apretó los puños sobre el regazo.

—¿Puedo llamar por teléfono? Tengo que avisar a la clínica de que voy a faltar.

—Ya he llamado yo.

Camila apretó los dientes.

—No tenías ningún derecho a hacerlo—Gruñó en tono irritado.

Lauren la clavó en el asiento con la mirada.

—Tengo todo el derecho a conseguir que tengas la luna de miel que te mereces.

Camila se puso en pie de un salto.

—¿Acaso te crees que puedes decidir por mí?—Exclamó, agitada.

—Camila... —Habló Lauren en un tono conciliador que la sacó de sus casillas.

—Camila... —Repitió ella, imitando su tono de voz. Al ver que Lauren sonreía dio un puntapié al suelo—No te rías de mí.

Lauren se puso en pie sin apartar la mirada de ella.

—Será mejor que te vayas a la cama—Dijo con la severidad que usaría un padre con un niño cansado—Pareces un poco alterada.

—¿Alterada? ¿Por qué iba a alterarme que me trajeras a una mansión destartalada con la velada intención de quitarme la ropa interior?

Lauren arqueó las cejas con asombro.

—Está claro que el alcohol te desinhibe.

Camila ya no podía dar marcha atrás. Se levantó de la silla bruscamente, sin preocuparle que, al hacerlo, las dos copas rodaran por la mesa y derramaran el vino. La de Lauren cayó al suelo y se hizo añicos a sus pies.

El silencio que siguió al ruido del cristal y la manera en la que Lauren miró a Camila no dejó lugar a dobles interpretaciones.

—No tenías por qué hacer eso—Suspiró Lauren tras una interminable pausa, con expresión sombría.

—Me da lo mismo—Chistó ella, retadora—Te lo mereces. Ojalá hubiera sido vino tinto y te hubiera machado los pantalones.

—De haber sido vino tinto, ahora mismo estarías en el suelo y yo sobre ti, reclamando el derecho que me corresponde como esposa.

Camila abrió los ojos ante la crudeza de aquel comentario y se vio asaltada por una sucesión de imágenes: el cuerpo de Lauren sobre ella, iluminado por la hoguera, prendiendo una en su interior. Sus cuerpos rozandoze, sus senos contra los suyos como había estado imaginado. Ella reclamando que la invadiera, que sus fluidos estallaran en lo más íntimo de su ser...

—Tengo que recordar que no debo beber nunca contigo—Se quejó en un intento de relajar la atmósfera.

Lauren no parecía dispuesta a ceder.

—Cuando limpies y recojas te enseñaré dónde vamos a dormir —Y antes de que Camila pudiera reaccionar, salió de la habitación y cerró la puerta.

Camila se quedó mirando el desastre que había causado, pero no estaba dispuesta a sentirse avergonzada. Lauren se lo tenía merecido. ¡Ella iba a enseñarle unas cuantas cosas!

Tomó un escobón y barrió. Después aclaró los platos y los dejó en el fregadero. No pensaba convertirse en su esclava.

Cuando acabó, salió de la cocina con paso firme, decidida a dejarle muy claro que no pensaba dormir en la misma cama que ella ni aunque fuera la única del planeta.

Lauren estaba en el dormitorio principal, una habitación acogedora, con grandes ventanales que daban a la bahía. Una enorme cama ocupaba casi todo el espacio.

Lauren se volvió al oírla entrar.

—No pienso dormir contigo—Anunció ella, con un dramático gesto de la mano.

—Muy bien.

Camila no consiguió averiguar qué se ocultaba tras la inescrutable expresión de su rostro.

—No puedo hacerlo. No puedo—Dijo, abriendo y cerrando los puños con nerviosismo.

—Lo comprendo

Camila apretó los labios. Temía decir más de lo que quería.

—Yo dormiré en el sofá—Aclaró Lauren con calma

Camila se humedeció los labios—Eres muy amable. Gracias—Balbuceó.

—No hay de qué —Lauren tomó su neceser y su albornoz y salió, dejándola sola en medio de la habitación.

Camila se quedó mirando la puerta con el ceño fruncido. Sabía que no debía sentirse desilusionada, pero lo cierto era que lo estaba.

Se dejó caer sobre la cama y del colchón se elevó una nube de polvo que le hizo estornudar.

—¡Vaya luna de miel!—Masculló. Estornudó de nuevo y sintió un picor en los ojos

No estaba dispuesta a consentir. Se quitó los zapatos y bajó las escaleras. Iba a aclararle a Lauren un par de cosas.

Abrió la puerta del salón y se quedó paralizada. Lauren estaba completamente desnuda delante del sofá.

—¿Necesitas algo? —Preguntó con una indiferencia que Camila supuso había adquirido tras estar desnudo delante de cientos de personas—¿La cama no te resulta cómoda?

Camila tragó saliva.

—No, digo sí. El problema es que soy alérgica.

—¿Alérgica?—Lauren arqueó las cejas.

—He estornudado.

—Eso no significa nada.

—Dos veces—Se apresuró a decir Camila—Y me lloran los ojos.

—Desde aquí no te los veo.

Camila cruzó la habitación y se plantó ante ella.

—Mira—dijo, pestañeando—Los tengo rojos

—A mí no me lo parece—Sacudió la cabeza—Creo que exageras.

—¿Exagerar?—Exclamó Camila—No voy a dormir en toda la noche por tu culpa.

—Por primera vez estamos de acuerdo.

Cuando Camila comprendió la insinuación se ruborizó hasta la raíz del cabello. Se volvió rápidamente, pero al dar un paso tropezó con la alfombra. Lauren la sujetó y su espalda quedó apretada contra sus pechos desnudos.

—Ten cuidado, Camila—Le susurró al oído con una voz aterciopelada que la derritió por dentro—Con todo lo que has bebido puedes hacer cosas de las que luego te arrepientas.

Camila se volvió instintivamente.

—Te equivocas si crees que estoy borracha.

—No he dicho que lo estuvieras.

—Lo has insinuado. Te he dicho miles de veces que no te rías de mí.

—Te aseguro que no me estoy riendo—Prometió, insinuante.

Camila sintió la entrepierna de Lauren apretada contra su vientre y su deseo reflejado en la intensidad de su mirada. Más tarde no recordaría quién hizo el primer movimiento, pero lo cierto fue que sus bocas se encontraron y ella dejó caer todas las barreras en cuanto la lengua de Lauren se abrió camino entre sus labios.

Todo su cuerpo se entregó a aquella sensación. Sintió la humedad de su néctar entre las piernas y supo que ya no podría resistirse. Aceptaría lo inevitable y Lauren perdería el interés por ella en cuanto viera lo poco apasionada que era su respuesta.

Lauren la tumbó en el suelo con una delicadeza que la sorprendió y le quitó lentamente la ropa. Su boca mordisqueó y besó sus pezones hasta hacerla retorcerse de placer. Después se deslizó hacia abajo y le bajó las medias antes de aproximar su boca a su lugar más íntimo. Camila contuvo la respiración y se tensó imperceptiblemente. Lauren posó la palma de la mano sobre su vientre para relajarla, y el calor de su mano la atravesó hasta alcanzar su cueva más profunda.

—Confía en mí, Camila—Susurró contra los delicados pliegues de su piel soltando un profundo suspiro ante el olor exquisito que provenía de aquella fuente de placer que la atraía súbitamente.

Camila cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones mientras Lauren la exploraba con delicadeza, su lengua recorría cada pliegue alimentándose de ella como si Camila fuera la cena de esa noche. Cuando encontró el punto que buscaba, Camila dejó escapar el aire con fuerza y hundió los dedos en su largo cabello oscuro, al tiempo que todo su cuerpo era recorrido por un espasmo mientras sentía la lengua insistente de Lauren buscando más de ella.

Apretó los labios para controlar los gemidos que escapaban de su garganta, pero no lo consiguió. Ya no tenía poder sobre su cuerpo.

Lauren apoyó los codos a ambos lados de ella y se deslizó hacia arriba una vez Camila pudo tranquilizarse ante el orgasmo que la ojiverde la llevó. Ella sintió su sexo erecto y deseó tocárselo, pero cuando alargó la mano, Lauren la detuvo.

—Tengo que protegerte—Murmuró y, separándose de ella, sacó del neceser un pequeño cuadrado de papel metálico, lo abrió con destreza y se puso el preservativo con una sensualidad que hizo olvidar a Camila las personas que le habían visto hacer aquel gesto con anterioridad. Todo le daba lo mismo. Sólo quería sentirla en su interior.

Lauren se colocó sobre ella y con un movimiento, la penetró suavemente, a la vez que suspiraba de placer, todas aquellos nervios placenteros fueron activados mientras se daba paso haciéndola temblar de excitación. Sus cuerpos se rozaban, los pezones de ambas apenas se tocaban dando un recorrido escalofriante a sus cuerpos, sus partes íntimas únicas en una sola.

—¿Te hago daño?—Musitó contra sus labios incapaz de mantenerse quieta.

—No—Replicó ella, absorbiendo su aliento.

Lauren se meció dentro de ella con lentitud, adentrándose cada vez un poco más, acelerando sus movimientos imperceptiblemente hasta el punto de que el único ruido del lugar fueran sus jadeos y el sonido de sus embestidas profundas. Camila no daba crédito a lo que su cuerpo estaba experimentando. No tenía nada que ver con su primera vez, cuando apenas había conseguido excitarse ni excitar al chico que tenía fama de ser el conquistador del colegio. Lauren estaba consiguiendo que su cuerpo respondiera como nunca había imaginado que llegaría, espasmos de placer y cosquillas internas la dominaban con cada embestida de Lauren. Una oleada tras otra la sacudían por dentro, cada una con mayor intensidad que la anterior. Se oyó a sí misma gritar al alcanzar de nuevo el punto álgido del placer, y se dejó arrastrar por las sensaciones, abandonándose deliciosamente, hasta quedar extenuada mientras Lauren buscaba su propio placer al haber cumplido su meta de complacer a Camila.

Aún no había recuperado el sentido cuando la respiración jadeante de Lauren se convirtió en un profundo y prolongado gemido, al tiempo que su cuerpo se tensaba primero para acabar completamente relajada, y casi colapsar sobre ella.

Ninguna de las dos parecía poder moverse. Camila apenas se atrevió a respirar por miedo a que su inexperiencia rompiera la magia del momento. De pronto se sintió asaltada por la duda y Lauren se dio cuenta de que algo iba mal. Rodó sobre un costado y la observó atentamente mientras deslizaba un dedo por sus senos. Camila contuvo el aliento cuando alcanzó un pezón.

—¿Te gusta? —Preguntó Lauren.

Ella no dijo nada, pero su cuerpo respondió por ella y Lauren le acarició el otro pezón.

Camila le intrigaba. Ninguna otra persona le había excitado tanto como ella. La había deseado en cuanto la vio por primera vez y sus miradas despectivas sólo habían contribuido a aumentar su deseo. Y una vez que la había poseído, se dio cuenta de que quería que fuera suya para siempre. ¿Quién reconocería a la playgirl que se jactaba de ser? Una sonrisa bailó en sus labios.

—Tengo que ir al cuarto de baño—Dijo Camila con una frialdad desconcertante dada la intimidad que acababan de compartir, pero que no sorprendió a Lauren.

La dejó ir. Ella suspiró profundamente y se incorporó. Tomó el vestido y se lo llevó al pecho sin saber qué decir. Darle las gracias por aquella lección de sensualidad resultaba ridículo. Se mordió el labio.

Lauren se puso en pie y le pasó su albornoz.

—Toma—Murmuró—Hará frío en el baño.

Camila le dio las gracias y se lo puso. No comprendía qué le pasaba y por qué no era capaz de disfrutar de lo que acababa de pasar sin darle mayor importancia. Era una estupidez pretender que Lauren quisiera algo más que una apasionada relación física.

Con un suspiro de resignación, dejó la habitación sin volverse. Pero sintió la mirada de Lauren clavada en su espalda.

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