Boda por escándalo

By EasyCuteWat

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La cama equivocada, un escándalo y una esposa poco convencida. Camila no esperaba despertar junto a Lauren J... More

Capítulo 1
Capitulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo

Capitulo 3

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By EasyCuteWat

Camila no sabía dónde localizar a Lauren, pero ella debía estar informada de que había cambiado de opinión pues al día siguiente la estaba esperando delante de su casa cuando volvió de la clínica. Sus ojos la siguieron desde la parada del autobús.

—Hola.

Camila no pudo sostenerle la mirada—¿Qué te trae por aquí?

—¿Tú qué crees?—Camila se encogió de hombros y se obligó a mirarla.

—Supongo que no habrás traído un anillo de compromiso—Habló, en un fingido tono festivo.

—Te equivocas—Lauren dijo, desconcertándola. Metió la mano en el bolsillo de la sudadera y sacó una caja pequeña de terciopelo negro con las esquinas desgastadas—Perteneció a mi abuela—Camila la abrió y contempló el rubí rodeado de pequeños diamantes—Vamos, pruébatelo.

Camila se lo puso nerviosa. Le encajaba a la perfección. Alzó la mirada hacia Lauren —Es precioso, y debe de ser muy valioso—Añadió en voz baja.

—Así es.

Camila no supo qué decir. Le parecía un sacrilegio llevar aquella joya cuando ni el compromiso ni el matrimonio que simbolizaba eran verdaderos.

—¿Quieres subir a tomar algo?—Preguntó, y buscó las llaves en el bolso para ocultar su turbación.

—Claro.

Lauren la siguió por el camino enlosado que llevaba hasta la puerta de la casa en la que Camila tenía alquilado el piso superior. Mientras subía las escaleras, ella no pudo evitar pensar qué opinaría Lauren de la pintura desconchada. Suponía que Lauren tendría una lujosa mansión en una urbanización selecta.

—¡Qué acogedor!—Comentó al entrar en el piso, desconcertándola una vez más. Camila no respondió—¿Llevas aquí mucho tiempo?

—Unos meses. Está cerca de la clínica.

—Ah, la clínica—El tono que Lauren usó para repetir la palabra intranquilizó a Camila—Me han hablado mucho de ella.

—¿Quién? —Camila podía imaginar a sus padres lamentándose de que su hija, de tan buena familia, hubiera acabado haciendo un trabajo tan insignificante.

—Nadie que tú conozcas.

—¿No han sido mis padres?—Cuestionó confundida.

—Mis conversaciones con tus padres son de otra índole—Informó.

Camila podía imaginarlo.

—¿Ha conseguido agotarte mi padre con sus interminables charlas sobre el bien y el mal?—Interrogó con cierto pesimismo.

—Hemos llegado a un callejón sin salida. Él cree tener razón y yo pienso que se equivoca.

—¿Respecto a qué?

—A ti—La miró al rostro—No te conoce en absoluto.

Camila la miró perpleja. No comprendía qué le hacía pensar que ella sí la conocía.

—No sé a qué te refieres—Dijo.

—Da la sensación de que no perteneces a tu familia.

Camila apartó la mirada y encendió una lámpara.

—¿Qué te hace pensar eso?—Preguntó, disimulando la inquietud que sentía.

—Tu cabello, entre otras cosas.

—¿Mi cabello? —Camila se tocó los rizos no tan marcados que caían en cascada alrededor de su rostro.

—Tus hermanas tienen el pelo rubio y liso. Y el tuyo es castaño y rizado. Tus padres son rubios—Añadió como si la misma Camila no supiera.

—Puede que haya heredado esa característica de un antepasado—Lauren la miró fijamente. Camila se tensó. Temía que viera a través de la coraza tras la que se sentía protegida—¿Quieres tomar algo?—Ofreció, para cambiar de tema—Sólo tengo jugo, té o café.

—Un vaso de agua, por favor —Pidió Lauren, sorprendiéndola de nuevo—Ha hecho mucho calor, ¿no crees?

Camila sentía calor, pero se debía más a la forma en la que la ojiverde la miraba que a la temperatura ambiente.

—La verdad es que he estado casi todo el día en la clínica, así que no me he dado cuenta—Fue a la cocina y Lauren la siguió detrás.

—¿Qué haces en la clínica?—Preguntó a sus espaldas.

Camila terminó de llenar los vasos antes de volverse para al instante tenderle uno a Lauren.

—Me ocupo de la rehabilitación de los pacientes, tanto en el aspecto personal como en el social.

—Debe ser muy... gratificador.

—A veces. Pero hay muchos fracasos—Se encogió de hombros con lamento.

—La gente tiene voluntad propia. No puedes ayudarlos si no lo desean de verdad.

—Lo sé—dijo Camila con tristeza—Pero al menos debo intentarlo.

—¿Por tu familia?—Consultó con falsa falta de curiosidad.

Camila estuvo a punto de asentir, pero se mordió la lengua. No quería darle más información sobre su vida privada. Hizo ademán de separarse del fregadero.

—Si has acabado el agua, será mejor que te vayas. Tengo trabajo que hacer—Lauren la tomó por el brazo con firmeza.

—Tenemos mucho que hablar. Hay que organizar la boda—Le recordó con seriedad.

—Basta con que firmemos en el registro. No vamos a invitar a nadie.

—¿No quieres fotógrafos? ¿Y qué harás cuando tus hijos quieran ver las fotos de tu boda?—Camila liberó su brazo con rudeza.

—¿Qué hijos?

Lauren la miró con una sonrisa insinuante.

—Los nuestros.

—Si crees que este matrimonio va a consumarse, estás muy equivocada—La señaló completamente molesta.

—No estés tan segura—Dijo Lauren con sorna.

—¡No pienso acostarme contigo!

—Prometo ser muy delicada—La sonrisa pícara estaba haciendo perder las casillas a Camila, quien hubiera querido darle un pisotón.

—¡Deja de tomarme el pelo!

—Me limito a informarte de cuáles son mis intenciones.

—Tu única intención es vengarte de tu padre—Dijo Camila retadora. Lauren entornó los ojos y ella continuó—Tengo mala fama. Todo el mundo lo sabe y los periódicos se han encargado de recordarlo estos días. Casándote conmigo pretendes avergonzar a tu familia.

—Te recuerdo que la idea de que me casara contigo fue de tu padre—Le recordó Lauren con calma. Camila había olvidado aquel pequeño detalle.

—¡Da lo mismo!—Exclamó igualmente—El caso es que tú te has aprovechado de las circunstancias. Lauren dejó escapar una risita que rompió la tensión—¿Qué te hace tanta gracia? —Preguntó ella, desconcertada

—Tú.

—No pretendo ser graciosa.

—Por eso mismo—Lauren le acarició la mejilla—Hay poca gente que me haga reír.

Camila sentía que estaba creciendo entre ellas una complicidad inesperada, como un hilo invisible que las envolvía a ambas, aproximándolas entre sí. Estaban a unos centímetros la una de la otra. Podía sentir el calor del cuerpo de Lauren, y un cosquilleo persistía en la mejilla que ella le había tocado. Lauren recorrió la distancia que las separaba y agachó la cabeza con una lentitud que fue para Camila como una tortura. Sus labios se entreabrieron automáticamente y dejaron escapar su respiración entrecortada. Los labios de Lauren rozaron los de ella con delicadeza una y otra vez, ejerciendo cada vez un poco más de presión, como si probaran su sabor por primera vez.

Camila no pudo contenerse más. Necesitaba que la besara. Tomó su cabeza entre las manos y la besó con la pasión que devoraba su interior. Una pasión, tal y como se dio cuenta en aquel preciso instante, que llevaba consumiéndola desde el momento que ella la miró el día de la boda de su hermana. Sus lenguas se entrelazaron. La mayor la estrechó contra sí, haciéndole sentir la dureza de su erección como prueba de la intensidad de su deseo. Y al percibirlo, Camila perdió el control y la besó con desesperación. Ella respondió con el mismo frenesí y no dejó rincón de su boca sin explorar. Camila la necesitaba, ansiaba que la tocara como si fuera una tierra sedienta que anhelara la lluvia.

Sus pechos estaban tersos, sus pezones endurecidos rozaban su sujetador como si pidieran ser liberados. Lauren pareció leer en su interior y ralentizó su beso hasta que sus labios abandonaron su boca y fueron descendiendo por su cuello. Camila sintió sus cálidos dedos desabrochándole los primeros botones de la camisa antes de que su húmeda boca le acariciara la parte alta de un seno, después del otro. Camila pensó que iba a estallar. No quería que se detuviera, necesitaba que siguiera adelante.

Lauren posó la mano en su mejilla y la obligó a mirarla a los ojos.

—Podría hacer lo que harían la mayoría de las personas en una situación como ésta, pero no es el momento adecuado—Susurró con voz ronca—Te prometo hacerlo en otra ocasión.

Camila no pudo apartar los ojos de su mirada ardiente. Tragó saliva y respiró con dificultad mientras Lauren se separó de ella.

—Tengo que irme—Avisó con una sonrisa pícara—Hasta la próxima.

Camila guardó silencio por temor a rogarle que se quedara. La observó marchar y siguió el sonido de sus pisadas. Estaba paralizada por un súbito descubrimiento. El odio que sentía por ella se había desintegrado y había sido sustituido por un sentimiento que no quería sentir por ninguna persona, y mucho menos por Lauren.

No quería amarla. Y haría lo que hiciera falta para evitarlo.

Camila eludió todas las llamadas de Lauren. Dejó el teléfono descolgado y no abrió la puerta cuando llamaron. Trabajó todos los turnos, incluidos los de la noche. Estaba decidida a no verla mientras sintiera un vacío en sus entrañas y un deseo físico casi doloroso cada vez que pensara en ella. El siguiente viernes, Lauren se presentó en la clínica cuando Camila salía, a las doce de la noche. Estaba en la puerta, apoyada en su coche y la miraba con expresión sombría. En cuanto la vio se incorporó y sin darle tiempo a reaccionar, le tomó la mano izquierda y la observó.

—¿Dónde está el anillo?

A Camila la irritó su tono autoritario y decidió no contestar. Pasó de largo hacia la parada del autobús pero apenas había dado unos pasos cuando Lauren la tiró de la camisa. Camila se soltó de un manotazo.

—¡Es mi mejor camisa!—Exclamó con indignación.

—Es demasiado grande y el color no te favorece.

Camila se sintió ofendida.

—A mí me gusta—Dijo y siguió andando.

—¿Por qué no has respondido a mis llamadas?—Exigió saber Lauren

—He estado ocupada.

—¿Por qué no llevas mi anillo?

—¿No era mío?—Interrogó con gracia.

—No te hagas la graciosa.

—Es demasiado caro—Respondió brusca.

—Te compraré uno más barato.

—No quiero que me compres nada.

—Entonces, ¿qué quieres?—Su voz casi sonaba exasperada.

Camila tuvo que apretar los labios para no decirle que quería sentirla por todo su cuerpo.

—Quiero irme a casa. Ha sido un día muy largo—Dijo, en cambio.

Lauren suspiró y, tomándola del brazo, la llevó hacia el coche.

—Ha sido una semana larga. Y ni siquiera ha terminado —Habló, a su vez.

Camila se subió a regañadientes y se abrochó el cinturón mecánicamente mientras Lauren se sentaba tras el volante y le dirigía una mirada iracunda.

—No vuelvas a tratarme así.

—No eres mi dueña—Escupió Camila con frialdad.

—Todavía no—Añadió la ojiverde y arrancó el coche con una violencia que hizo estremecer a Camila.

—¿Te has levantado con el pie izquierdo?—Preguntó, cruzándose de brazos como para protegerse.

—Algo así —Lauren recordó la soledad de su cama vacía aquella mañana y añadió—En la cama equivocada, desde luego.

A Camila se le encogió el corazón y en su interior estalló una mezcla de rabia y de celos.

—Deberías ser más cuidadosa con la compañía que eliges—Advirtió, con aparente indiferencia.

—En el futuro pienso serlo.

Camila no supo qué decir.

—¿Viste la entrevista a la esposa de Holden ayer por la noche?—Lauren al cabo de un rato rompió el silencio que reinaba.

Camila mantuvo la mirada baja.

—No.

—¿Por qué no? Deberías enterarte de lo que está contando—La miró de reojo antes de volver la mirada hacia enfrente.

Camila se encogió de hombros sin importarle.

—¿Para qué? No puedo defenderme—Contestó con pesar.

—Podrías responderle en otra entrevista.

—¡Ni hablar!—Exclamó abruptamente levantando la cabeza.

—¿No te tienta el dinero?

Camila miró a Lauren. Fruncía el ceño confundida.

—No me tienta en absoluto.

Lauren se adentró entre el tráfico. Sabía que Camila sólo tenía información a medias. En cambio ella sabía demasiado y el peso de lo que conocía era como una losa sobre su pecho. Aun así, no se arriesgaría a contarle una verdad con la que podía destrozarla. Era mejor que empezara a sospechar por sí misma. Entonces la ayudaría a comprender. Sentía un intenso deseo de protegerla que la desconcertaba. La dulzura no era una de sus características, pero algo en Camila despertaba sus mejores instintos. No lograba comprender qué era, sólo sabía que quería hacerla suya. Y el ultimátum de sus padres le había facilitado mucho las cosas.

—Ayer me llamó tu padre—Comunicó, tras una larga pausa.

Camila emitió un sonido de desaprobación al instante en que Lauren detuvo el coche delante de su casa.

—¿Qué quería?

—Parece que ha cambiado de opinión respecto a nuestra boda—Camila se tensó—Piensa que puedes encontrar un candidato mejor.

—¿Qué le has dicho?—Camila no se atrevió a mirarla pero Lauren rió.

—No estaría bien que se lo repita a la hija de un obispo—Miró a Camila con ojos brillantes—Tampoco fue muy adecuado para sus oídos.

Camila no pudo contener una carcajada que trató de disimular rematándola con una tos, pero la sonrisa satisfecha de Lauren le indicó que no lo había conseguido.

—Entonces, ¿se ha cancelado la boda?—Curioseó ella.

—No—Una extraña sensación recorrió la entrepierna de Camila al oír el énfasis que Lauren puso en la negación—Lo cierto es que tu padre cambió de opinión en seguida—Continuó.

Camila la miró con cautela, preguntándose qué ocultaba tras la sonrisa que le bailaba en los labios.

—¿Lo has sobornado para que te concediera mi mano?

Lauren lanzó una profunda carcajada que hizo remover a Camila, podría decir que la risa fue "gruesa" como Lauren quería parecer pero era una tierna como la de una pequeña bebé.

—No sé si sabes que tu padre está muy orgulloso de su órgano—Aludió con risa.

Camila se ruborizó ante la doble intención que Lauren insinuó—Sí, pero está estropeado.

—¿Por falta de uso?—Preguntó Lauren con mirada risueña. Camila no respondió, pero la miró de tal manera que la hizo reír—Desde que le he entregado un cheque para restaurar el órgano piensa que soy la esposa ideal.

—Creía que no tenías dinero—Señaló Camila—¿No querías casarte para poder acceder a la herencia de tu madre?

Lauren tardó en responder.

—No necesito dinero, pero el único que tiene para mí verdadero valor es el que me dejó mi madre. Y nadie va a impedir que lo consiga.

Algo en la forma que habló hizo pensar a Camila, una vez más, que existía cierta animadversión entre Lauren y sus padrastros. Le hubiera gustado saber más cosas de su infancia, del dolor que había sentido al perder a su madre y encontrarse rodeada de personas con las que no le unía un vínculo de sangre. Pero no dio voz a su curiosidad. No quería que Lauren supiera que le importaba mucho más de lo que imaginaba.

—Estás cometiendo un gran error al unirte a mí—Rechistó en tono de advertencia.

—Ya veremos—Susurró Lauren, mirándola a los ojos.

Camila apartó la mirada porque temía que adivinara lo que sentía.

—Gracias por traerme—Agradeció. Y alargó la mano para abrir la puerta.

Lauren se inclinó hacia su lado y se la abrió. Camila contuvo la respiración al sentir el roce de su brazo contra su pecho. Lauren notó su reacción y volviendo a su asiento, la observó atentamente.

—Camila, contéstame una pregunta—Pidió alterando a la morena.

—¿Qué?

Lauren tardó en hablar.

—¿Has accedido a casarte conmigo por las amenazas de tus padres o para que pueda exigir el dinero de mi madre?

Camila no supo qué contestar. No estaba dispuesta a confesarle que ni siquiera estaba segura. Que la irritaba y la confundía, pero que algo en ella ejercía el poder de un imán sobre ella, como si sólo Lauren tuviera la llave de su felicidad. Su risa tierna la alteraba, el roce de sus dedos la volvía loca y el brillo de sus ojos le hablaba de pasiones desconocidas que anhelaba descubrir. Pero no podía decirle nada de eso.

Debía ser su secreto.

—No tengo nada mejor que hacer—Respondió con las palabras de Lauren, quien sonrió.

—Camila Cabello, no sé qué voy a hacer contigo.

—Yo tampoco—Aceptó ella, con voz quebradiza.

—Pero sí sé lo que deseo hacer —Lauren le rodeó los hombros con el brazo y la atrajo hacia sí.

Camila alzó la cara hacia ella, ofreciéndole la boca.

—¿Qué?—Interrogó en un susurro.

—Lo sabes perfectamente—Murmuró antes de besarla.

Camila estaba pensando cómo invitarla a subir cuando Lauren se separó de ella y la miró con tristeza.

—Te llamaré mañana—Formuló en voz baja. Camila abrió la puerta con dedos temblorosos y se bajó del coche. Se sentía como una adolescente después de su primera cita—Esperaré a que abras la puerta de casa—Anunció Lauren.

Camila fue hacia la entrada, controlándose para no volver al coche y suplicarle a Lauren que subiera con ella.

—¡Camila!—Ella se volvió con la esperanza de que fuera ella quien sugiriera el cambio de planes, pero vio que sujetaba algo en el aire—¡Tu bolso!

Camila deshizo el camino fingiendo una dignidad que estaba muy lejos de sentir.

—Gracias—Dijo con frialdad.

Lauren no respondió.

Camila llegó a la puerta y, tras abrirla torpemente, entró sin ni siquiera volver la mirada. Cuando escuchó el coche alejarse, se imaginó la risa de Lauren resonando en el aire y la maldijo.

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