Eran sobre las seis de la tarde. Hacía mucho sol y un viento cálido. Carlos, Jorge, Rubén, Cristina y Andrea habían quedado en la cafetería de la plaza de su pueblo para tomar algo y charlar un rato.
Primero llegó Andrea y se sentó en una mesa para guardarle sitio a los demás, ya que a esa hora la cafetería se llenaba de gente porque hacían unos cafés y unas limonadas buenísimas.
Mientras que los demás llegaban, Andrea aprovechó para echar un vistazo a su teléfono y revisar las redes sociales.
El camarero se acercó:
Camarero: ¡Hola, Andrea! ¿Qué tal?
Andrea: ¡Hola! Muy bien, aquí estoy esperando a que vengan los demás... ya sabes que siempre tardan un poco. - se ríe.
Camarero: Entonces me espero a que lleguen, ¿no?
Andrea: Sí, por favor.
El camarero volvió a la barra y Andrea seguía con su teléfono.
Ya eran las seis y diez. Los demás estaban llegando.
Saludaron a Andrea y se sentaron con ella. Querían tomar una limonada fresca porque hacía un calor tremenda así que llamaron al camarero para decírselo.
Durante la charla y mientras bebían, algo atrajo sus miradas...