Viernes.
Liam se miraba en el espejo de la casa de Louis atentamente. Se sentía tan bien vestirse así después de un año completo. Se dio la vuelta mirando a su amigo quien terminaba de colocarse el piercing en el labio.
–Parece como que si hubiera sido ayer que me veía así –Louis dijo.
Liam tenía una musculosa blanca junto con unos pantalones negros y unas botas marrones estilo militar. Su cabello estaba perfectamente acomodado hacia arriba y tenía una bandana roja.
Se había colocado su piercing del labio y el de la ceja. Sin importar colocarse una chaqueta, había dejado sus pocos tatuajes expuestos.
–Ni me lo digas –el ojimiel sonrió–. Se siente tan bien.
Louis asintió de acuerdo.
El castaño se había colocado también una musculosa pero de color negro dejando todos sus tatuajes de los brazos al aire, unos pantalones negros que se ajustaban perfectamente a su cuerpo y unas vans blancas.
Se había puesto todos sus piercings. El de la ceja. El aro en la nariz, y los dos del labio inferior.
–Pero usar de nuevo los piercing después de tanto tiempo dolió –hizo una mueca.
Ambos se quedaron mirando. Sin esa ropa grande y holgada que tapaba todo su cuerpo. Louis ya no tenía los lentes, este los había remplazado por unos lentes de contactos.
–Hey, Louis –Liam llamo su atención–. ¿Te colocaras el expansor?
Louis lo miro con una mueca.
–¿Tú dices?
El ojimiel asintió.
–Entonces tendré que arreglarme el cabello de otra manera.
Agarro suficiente fijador de cabello y comenzó a peinarse de nuevo. Ahora su cabello estaba levantado en un copete y no tapaba sus orejas.
–¿Listo para la fiesta de disfraces? –Liam pregunto emocionado.
Ahora sí, eran aquellos chicos de antes.