Más allá de este mundo (Libro...

By ZahiKing

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-------------------------------- Si algo tiene claro Maine Samuels en esta vida es que quiere morirse. Lo anh... More

Prólogo
• Antes de leer •
REPARTO
1. Inside
2. Next to me
3. Hello!
4. Smart Boy
5. Night
6. Secret
7. Run
8. Relief
9. Look
10. Movie
11. Fight
12. Friends
13. Party
14. Tomorrow
15. House
16. YES!
17. Kiss
18. What happened?
19. Broken
20. Nickname
21. Love
22. Sing, Bitch
23. Destruction
24. Revenge
25. Side Effects
26. Family
27. Make me yours
28. Cry
29. Birthday Surprise
30. Favino
31. Before
32. Blue Eyes
33. Guilt
34. True Love
❄️
35. Time
37. Myself
38. Goodbye
39. The last letter
Curiosidades+Anuncio
PLAYLIST DE MAINE
PLAYLIST DE EDMUND
¡NOTICIAS!

36. Graduation and Fire

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By ZahiKing

MAINE

Playlist: Zayn-Outside.

Playlist de Edmund: Queen-Show must go on.

《●》


Apenas salí de casa y mis ojos se fijaron en lo que tenía en frente, me cubrí la boca con ambas manos para amortiguar el grito que dejé escapar. Alumbrado por la luz de la luna y las estrellas, Edmund estaba de pie en el jardín, portando un traje azul oscuro sin corbata que prometía esconder debajo unos músculos impresionantes; converse negras envolvían sus pies y su cabello oscuro iba peinado en todas las direcciones. Llevaba anillos en los dedos de la mano izquierda y un reloj en la mano derecha, desde mi distancia podía oler su sabroso perfume mezclado con su aire italiano, las baquetas no podían faltar nunca en sus oufist y por supuesto, su cara, que siendo la atracción principal estaba radiante por esa increíble sonrisa que se gasta, esos dimples no tan bien disimulados, esas líneas de Dios nórdico que le moldean la barbilla y bajan por su cuerpo hasta pintarlo por completo cuál obra de arte...a estas alturas estoy llegando a pensar que se pone más bueno cada día, y si sigue así deberé sacar mi lado más tóxico a la luz, porque si no es mío no es de nadie, bitches. Así están las cosas ahora.

Mi sorpresa no se debía a qué mi novio parecía Edward Cullen en el baile de graduación, sino que justo detrás de él no estaba el típico auto o la típica limusina. Detrás de él estaba el bus. Su bus. Nuestro bus...no lo podía creer. El bus azul pegado con cinta adhesiva de Thomas reposaba  aparcado en el jardín de mi casa, esperando ser encendido para disfrutar de un recorrido poco habitual. Además, Edmund no tenía en sus brazos el típico ramo de flores...¡Tenía dos deliciosas y grasientas hamburguesas y una coca cola de dos litros!

Me casaré con este hombre, lo juro por mi abuelita.

-Chico Listo.

-Meteorito Furioso.

-¿Qué es todo esto?-digo, incrédula e impactada, con la tarjeta madre de mi cerebro dando error.

-Primero que nada, te ves bellísima con ese vestido rosa. Bella como una camella

-No sé si deba decir gracias, pero gracias.

-Segundo, sé que no te gustan las flores como regalos. Sé que prefieres comer toda la comida chatarra que se atraviese en tu camino.

-Insisto en que es un comportamiento bastante normal.

-No, la verdad es que no, mi amor. Tercero, le alquilé el bus a Tomate Podrido por una semana...¡Sorpresa!

Me mordí el labio, calmando las ganas de correr para caerle encima como una gata en celos. Me despedí de mi familia besando a todos en la mejilla, y aceptando las flores/comida de Edmund me subí al bus y nos fuimos.

-Maine...

-Te amo-dije rápidamente-. Espero que nunca lo olvides, porque aunque a veces esté enojada y quiera cortarte en millones de pedazos y declare a todo pulmón que te odio, la verdad es que solo te amo más que en el segundo anterior.

Con The show most go on sonando de fondo, Edmund me regaló una sensible pero sensual sonrisa.

-Ese es el problema de salir con una escritora, ¿Cómo voy a superar eso?

-Dime que me amas y ya estará hecho.

-Maine, te amo, ¿Ok? También te amo.

En silencio, nos comimos las hamburguesas camino al baile. Una vez llegamos, observamos las incontables limusinas y los brillantes atuendos, los nada sutiles peinados y la increíble decoración...Edmund y yo éramos los únicos con un bus desteñido y las bocas llenas de salsa de tomate. Edmund estacionó el bus, cosa que le tomó unos cinco minutos, y después, tomados de la mano, entramos al salón de baile con las miradas persiguiendo cada paso que dábamos como cazadores.

Haciendo caso omiso a las miradas, me retracto sobre mi comentario anterior referente a la decoración. Por dentro el estilo era idéntico a aquel de la película Carrie, lo que me dió un mal presagio. Enseguida visualizamos a los chicos, y al instante nos juntamos como imanes.

-¡Maine!-Vivien, que lucía un vestido de caramelos, me abraza muy fuerte-¡Te ves tan hermosa!

-Hermosa me veo yo, Maine se ve linda-Bella, robando miradas con un vestido blanco escotado, me besa la mejilla ruidosamente.

-Tienes salsa en las comisuras-Cassie limpia las orillas de mis labios. Su vestido era verde agua, tan largo que escondía sus tacones. Luce increíble y pequeña, increíblemente pequeña, como siempre.

Los chicos también se veían bastante guapos. Will con su chaqueta de cuero lucía como un chico del que te dejarías hacer de todo menos cosas buenas; Brad portando su pinta de profesor de literatura cortaba el oxígeno, y Tai dejaba apreciar su atributo de la perfecta belleza masculina con ese traje blanco...insisto, a pesar de toda la energía sexual que los chicos transmiten, mi Chico Listo va en el top.

-Taekwondo, luces como el amor de mi vida-Edmund le da una potente nalgada.

Tai pega un brinco y mira a Edmund como si quisiera cortarle la garganta.

-¡Aquí no!-amenaza Tai entre dientes.

-Ok, ok. Lo dejaré para la casa entonces.

Tai le mete un empujón a Edmund. Nos reímos a carcajadas.

-Bueno, gente-Brad nos guiña el ojo-. Disfrutemos nuestra última fiesta en esta escuela de mierda.

Dicho eso, nos fuimos al centro de la pista a bailar y a beber. Como dijo Shakespeare: bebe hasta perder la cordura.

Si lo dijo, ¿Cierto? Aunque, cuando digo beber me refiero a un ponche asqueroso que preparó el profesor de mates con ayuda de su madre. El sabor deja mucho que desear, y sumándole a eso las canciones carentes de descontrol, nos aburrimos una hora después.

-Tomemos un par de fotos más y vámonos-dice Vivien en tono autoritario.

-No podemos, escuché que van a nombrar a Edmund y a Maine como reyes del baile-responde Bella.

Observé a mi corazón corriendo lejos de mí pecho.

-¡No! ¡Sufro de pánico escénico! ¿Qué hay de James y Penny?-digo, nerviosa.

-Maine, James tiene un cerdo mal dibujado en la frente, ¿Cómo crees que votarán por él?-pregunta Will.

-¡Oh, Dios mío!-empecé a entrar en crisis-¡Debemos irnos! ¡Debemos irnos ahora mismo! No puedo respirar, no respiro...

-Tengo una casa en una montaña, no es muy lejos de aquí, hasta tiene piscina-gritó Tai sobre la música-¿Les parece si nos largamos y así Maine deja de sufrir un ataque de asma?

-Vámonos en mi bus-ofrece Edmund-. Después de todo, quedarnos en nuestro baile de graduación sería muy cliché de nuestra parte.

Y si, todos pensamos lo mismo, sobretodo yo.

-¡El que llegue último al bus le toca tirarse en ropa interior a la piscina!-exclamó Cassie.

Oh, esa fue la gota que derramó el vaso. Más rápido que volver con tu ex, salimos corriendo cuál caballos de carreras, tropezando gente, empujando, esquivando obstáculos y pegando gritos por todo el salón de fiesta. Me quité los tacones y corrí como Usain Bolt por el brillante piso de la escuela, y créanme cuando digo que di todo de mí para no llegar última a ese bus. A mi lado veía a los chicos igual de agitados que yo, con muecas muy graciosas en los rostros, y en cuestión de segundos todos nos encontramos amontonados en la puerta del bus, compitiendo a ver quién entraba primero.

Al final, Tai llegó último cuando Edmund le metió el pie a mitad de camino. Creo que a Tai ahora le falta un diente...pero ninguno le dirá.

Abandonamos el baile de graduación y condujimos vía a una de las tantas Mansiones de Tai en el bosque.

Tomé este viaje como un after party, donde, con suerte, si habría alcohol de verdad.

《●》

Casi llegando, el bus empezó a hacer un sonido extraño, próximamente expulsó humo cual chimenea, y luego sólo se detuvo en plena carretera en medio de la noche. ¿Esta es la parte donde somos los protagonistas de masacre en Texas y terminamos muerticos?

Nos bajamos del bus mientras Edmund intentaba arreglar el problema con un trozo de cinta adhesiva gigante, y Tai detrás de él le ayudaba usando las quejas que traía preparadas desde el primer fallo que tuvimos en el camino.

-¿Cómo pudiste gastar tus ahorros en esta basura? ¿Ah? ¿Es que no tienes sentido común?

-Este bus es muchas cosas menos una basura. Ya lo verás, cabrón, con un poco de cinta estará como nuevo.

-Los vehículos normales no se arreglan con cinta. Es que este bus está tan tostado como tú.

-Cállate, ni que estuvieramos en el medio de la nada.

-Edmund, ¡Estamos en el medio de la nada!

-Taekwondo, eres muy paranoico. Ya está listo, ve a encenderlo para que veas como suena ese espléndido motor-Edmund sonríe de oreja a oreja.

Tai, a regañadientes, obedeció y encendió el motor...

Entre todos terminamos arrastrando el bus hasta la Mansión de Tai.

Nuestros atuendos se llenaron de aceite, y vaya que Edmund y Tai no dejaron de gritarse mutuamente durante los diez minutos que perdimos empujando el bus de Thomas.

-¡Llegamos!-Cassie señala la Mansión de Tai en lo alto.

Dejamos el bus en la entrada y corremos al interior de la Mansión, que tenía un hermoso camino boscoso y una estructura de cabaña ricachona. La piscina era enorme y se veía calientita, de modo que no pudimos evitar sentir esas ganas de lanzarnos a nadar.

Tai fue el primero, que cumpliendo su reto se quitó el traje hasta quedar vistiendo sólo unos boxers grises. Sus brillantes abdominales me cegaron por completo. Dando un giro en el aire, entró de lleno en la piscina.

-A ver, ¿Quién será el siguiente en quitarse la ropa?

Brad apenas esperó que Tai terminara de hablar. Rápidamente retiró el cabello pelirrojo de su cara, quitándose la ropa para lanzarse con el mismo giro de Tai a la piscina. Will fue después, Edmund le siguió, e incluso las chicas lanzaron sus vestidos para caer en las calientes aguas de la piscina. No me quedó de otra. Tímida pero no lo suficiente, dejé deslizar mi vestido rosa hasta que cayó al piso, y agarrando viaje, caí en la piscina cubriendo mi nariz con los dedos.

Y así terminamos la noche, bebiendo tequila con goodbye de Post Malone sonando de fondo, nadando, riendo, besando los labios de nuestras parejas, admirando las estrellas, jugando cosas de niños hasta que, a eso de las cuatro de la mañana, Brad vomitó la piscina y tuvimos que salir pitando de ahí.

La Mansión de Tai tenía un sinfín de habitaciones. Cada quién subió a ocupar una en pareja, y a medida que iban desapareciendo escalera arriba, Edmund me sujetó la muñeca.

-Quédate conmigo frente a la chimenea un rato.

Por supuesto, nunca podía negarme a un tiempo a solas con Edmund. La sala de la mansión era redondeada y acogedora, repleta de ventanas que te permitían apreciar la hermosa vista. La chimenea era lo único que alumbraba el lugar, y el sonido de las llamas combinadas con la respiración entrecortada de Edmund eran dos cosas alucinantes. Lo vi colocar en el suelo frente a dicha chimenea un par de sábanas, y vaya que el corazón escondido en mi pecho supo antes que yo lo que pasaría a continuación. Sus inquietos latidos ansiosos lo pusieron en evidencia.

Apenas Edmund terminó su creativo invento, se quedó de pie, mirándome con las pupilas dilatadas, inspirando súbitamente. Su piel estaba húmeda por el baño en la piscina, las gotas danzaba por su trabajada pero sutil figura compuesta por músculos y tendones y líneas maravillosas. Aparta el cabello negro de su cara. Pensé que lo tenía muy largo. Cuando le conocí presumía un corte militar, ahora oscuros rulos se le forman detrás de las orejas y en la frente de forma muy abundante. Edmund a cambiado mucho estos ocho meses, tanto en personalidad como en lo físico. Es todo un hombre. Mis ojos fueron bajando a la velocidad de las gotas de agua, y cuando llegué a sus bóxers me pasé la lengua por los labios, hambrienta de él, deseando probarlo a besos y luego chuparme los dedos.

-Detente-le digo, acalorada-. Cuando te quedas mirándome así por minutos, haces que me desespere.

Me sonríe, cargado de malas intenciones.

-Estás en ropa interior, derramando agua como una jodida sirena esperando la llegada de su príncipe. Dime, Maine, ¿Quieres ser salvada?

Asiento.

-Si, me gustaría.

-¿Sin importar las consecuencias?-su ronca voz italiana me genera un fuerte escalofrío, el cual se multiplicó apenas tiró de mí hacia él, pegando nuestros cuerpos hasta eliminar todo espacio existente entre nosotros.

Pego mis labios a los suyos, dejando un húmedo camino con mi lengua para contestar sobre su boca:

-Las consecuencias son justo lo que estoy esperando.

Y entonces Edmund me abre la boca y me besa con absoluto frenesí, sujetando mi cara entre sus cálidas manos. Sus besos y caricias nunca son iguales, siempre avanzan y juegan conmigo con mucha crueldad y pasión, enloqueciendo cada parte de lo que me convierte en una persona. Sé de antemano que sólo Edmund es capaz de hacerme algo así, por eso estoy tan obsesionada con mi Chico Listo y con todo lo que incluye su presencia cerca de la mía. Sus manos traviesas empiezan a acariciar mis hombros y van bajando como un cosquilleo hasta mis hinchados pechos. Hecho la cabeza hacia atrás y se me escapa un fuerte gemido que Edmund apaga con una mordida a mi labio inferior para acto seguido meterme la lengua. Gruñe y me mira.

-Maine, tú eres lo único que me hace perder la cabeza-me sujeta el trasero y me aprieta contra él. Siento su erección, y como si fuera poco se restriega contra mí-. Te amo.

Envuelvo mis brazos en su cuello.

-Te amo-respondo, y literalmente me le como la boca.

Edmund me abrazó, y como si no lograra contenerse un minuto más me carga en sus brazos y me deja tendida sobre las sábanas frente a la chimenea. Se deshizo de mi ropa interior y luego de la suya. Enredo mis dedos en su abundante melena y lo dejo tocarme entera, por dónde quiera y cómo quiera. Abandona mis labios para besarme los pechos con brusquedad, chupando, mordiendo, dejando una humedad que se multiplicó entre mis piernas.

-Edmund-jadeo, pidiendo sin la necesidad de decirlo su presencia entre mis piernas. Muevo mis caderas contra él, suplicando.

Me mira, muy feroz, muy ansioso, y obedece mis inquietas súplicas. Me abre más las piernas y descansa sus labios en dónde más le necesitaba, perdiéndose por completo en complacerme. Mi espalda se arquea, victoriosa, y exploto en sensaciones que están más allá de mi dominio. Me siento enloquecer, volar y caer, hasta que sin previo aviso su frente choca con la mía y me llena el interior por completo. Mis uñas se marcan en su espalda cuando un gemido de alivio brota de mi garganta. Aprieto los labios con fuerza.

-No-me dice, jadeando-. Gime, Maine. Tan fuerte que no sólo yo pueda escucharte, sino todos en esta casa. Envuelve estas paredes con cada gota del placer que estás sintiendo.

Ya está. Ni siquiera pude pensar en reclamar, pues sus embestidas tomaron un ritmo frenético, un ritmo capaz de dividirme en dos...un ritmo capaz de hacerme gritar, sudar y jurar a los cielos que, de por vida, sólo le pertenezco a Edmund.

Para su sorpresa, me incorporo, de modo que ahora yo estoy arriba de él, y dejando salir mi lado más salvaje tomo las riendas de la situación. Me muevo, apoyando mis manos en su pecho, saltando, dándome cuenta que esta visión desde lo alto es perfecta, que me gusta ver la cara contraída de Edmund, como se muerde el labio inferior con fuerza y sus ojos se cierran en placer mientras apoya sus manos en mis caderas y intenta seguir mis movimientos. Cuando ya no puedo más caigo sobre su pecho, rendida. Los dos respiramos con agite, intentando atrapar un poco de oxígeno.

-Estoy feliz-susurro, abrazando su cuerpo-. Cansada, pero feliz.

Deja un dulce beso en mi frente.

-Me gusta-responde, muy sereno, casi dormido-. Que te sientas así, Meteorito Furioso.

Cierro los ojos.

-Te amo, Chico Listo.

-Te amo.

-Cuando estemos en la universidad, ¿Crees que nos quedará algo de tiempo para escapadas así?

Honestamente, no esperaba una respuesta. Apenas las palabras abandonaron mis labios me acomodé para caer en un sueño profundo, pero el cuerpo de Edmund se puso tenso, tal vez demasiado, como si hubiera presenciado un catastrófico evento. Subo la mirada, buscando sus ojos de venado, y al momento de encontrarlos sólo noto un terrible miedo abrazador.

-Maine-dijo, muy bajo, muy culpable.

-¿Si?-le miro, sonriente, pasando por alto las señales de alerta que brincaban como locas en mi cabeza.

-Hay algo que debo decirte...

-Ok, puedes contarme lo que sea.

Y lo que escuché, de verdad no lo esperaba ni en un millón de años.

-Fuí aceptado en Berklee.

Parpadeo.

-¿En qué?

-Berklee College of Music-dice, sin dirigirme la mirada-. Eso es...

-La universidad de música privada más grande del mundo-me adelanto-. Créeme que lo sé, pero...¿No queda en...?

-Boston-contesta de inmediato-. Así es.

La sonrisa en mi rostro se borra apenas el cuchillo que Edmund me acaba de enterrar en el pecho deja un enorme agujero. Me desangro frente a él, perdiendo el aire y en consecuencia la vida. El color de mi piel se vuelve transparente, percibo como la vejez me lleva en peso, mi cabello se torna gris y las arrugas me destrozan el rostro en fealdad. De repente esa chimenea expulsaba un fuego de los mil infiernos, la Mansión daba tantas vueltas que la jaqueca era insoportable, y mierda, este escalofrío combinado con una gran dosis de desamparo...

Fuera de juego, ahora mismo el mundo está adquiriendo un color muy negro.

Depresión y Ansiedad volvieron. Ambas me abrazaban después de los meses que incluso olvidé sus nombres. Nos perdonamos, y ahora están aquí de nuevo. Esta vez, no planean dejarme sola, porque resulta que mi novio quiere irse a estudiar en la universidad más lejana de mí que pudo encontrar. Oh, por supuesto, las voces en mi cabeza también volvieron, y parecían furiosas. Ese angustiante desespero hambriento también ha vuelto, nada piadoso. Las visiones nada prometedoras de mi futuro que me perturban en exceso...

Todo lo que creí dejar atrás volvió gracias a un sencillo comentario como "fui aceptado en Berklee"

Abandonando la cama improvisada, me pongo en pie, vistiéndome para escaparme a cualquier lugar súper alejado de la existencia de Edmund Bianchi.

-Maine, ¿Qué haces?

-Me voy-digo, furiosa, apretando los labios para no chillar como niña sin regalo de navidad.

-¿Por qué?-de verdad sonaba confundido-. Intento hablar contigo. Yo no apliqué a Berklee-explica, vistiendo de nuevo para levantarse y seguirme-Emma, ella...lo hizo a mis espaldas, envió un vídeo. Yo...

-¿Querías ir a esa universidad?-pregunto.

Edmund asiente, culpable.

-Nunca creí que fuera a entrar, es prácticamente imposible, por eso no apliqué...

-¿Imposible?-río, pero sin gracia-. No hay nadie vivo que toque la batería como lo haces tú, Edmund...claro que iban a luchar por tenerte en su prestigiosa universidad.

Edmund bajó la cabeza.

-Me ofrecieron un lugar. Quieren...quieren que empiece clases dentro de seis meses.

-¿Cuando te enteraste?

-Esta mañana.

-¿Y me lo dices justo después de cogerme?-ya estoy viendo borroso.

-Sabía que te ibas a enojar.

-¿Enojarme? ¿Por qué me enojaría que te vayas a estudiar a kilómetros y kilómetros de distancia?-grito, perdiendo la batalla contra mis lágrimas. Ya me escurrían por las mejillas-¿Vas a aceptar? ¿Vas a irte?

-Yo...no lo sé.

-Dime de corazón, ¿Quieres irte?

Se tardó al menos un minuto en contestarme, pero cuando lo hizo...fue muy doloroso.

-Si, la verdad es que me gustaría aceptar esta oportunidad.

Ahora lloro más fuerte, mucho más fuerte, como desamparada, como si me hubiera perdido en el supermercado.

-Bueno, ¿Y quién soy yo para pedirte que te quedes y no cumplas tus sueños?

-Maine, no seas exagerada.

-¡¿Estoy siendo exagerada?!-vocifero, mirándole con rencor.

Tenía muchos sentimientos destructivos acumulados. Tristemente para él, los verá todos esta noche.

-Cálmate y no grites. Me refiero a que no he aceptado todavía, mi sueño sobre todas las cosas es estar contigo. Quería que lo habláramos y me dieras tu opinión. No tienes que volverte loca.

-¡¿Me estás llamando loca?!

-No, claro que no, pero...

-¡Acabas de decirlo!

-Maine, por amor a...¿Me dejas terminar? Podemos encontrar una solución.

-¿Qué solución? ¿Cuál jodida solución?-lo empujo con ambas manos.

Edmund no reacciona, sigue actuando como si fuera el adulto en la discusión.

-Puedes venir conmigo, transferirte a una universidad en Boston.

-No pienso dejar la ciudad-dije, cruzada de brazos, más filosa que cualquier navaja.

-Entonces vendré de visita todas las semanas.

-No es lo mismo, ¿Qué no recuerdas lo que tuve que pasar con mi padre? La distancia es una mierda, Edmund. Las relaciones a distancia no existen. Vamos a romper a la semana.

-Nunca podría romper contigo-dice y da un paso, el cual retrocedo.

-Pero yo sí contigo, ¿Para qué quiero un novio que apenas podré ver un día a la semana? Y con lo ocupado que de seguro estarás, esa semana se convertirá en un mes y luego en un puñetero año, ¿Qué si te veo una vez cada año? ¿Eh?

-Maine, por favor, ¿Quieres dejar de...?

-¿Y si te enamoras de un compañera de clases?

Edmund abrió mucho los ojos.

-Si que tienes imaginación, eso no te lo voy a negar, pero ya está. Si le vas a poner excusas de mierda a cada cosa que digo me quedaré aquí. No quiero discutir. No hoy.

-¿Quedarte? Eso no te haría feliz. Más adelante me echarás la culpa por perder la oportunidad.

Edmund se pasa las manos por toda la cara, frustrado.

-Ya te dije que no voy a discutir contigo, ¿Te parece si lo hablamos mañana?

-¡Mierda, no! ¡Por supuesto que no! Me dijiste que íbamos a estudiar juntos, me prometiste que siempre estarías a mi lado, y ahora quieres joder todo y hacerme quedar como una lunática.

-No he jodido nada.

-¡Lo has jodido todo! ¡Todo!

-¿En serio te vas a poner así por una maldita universidad? No es la gran cosa.

-Para ti nada es la gran cosa porque eres un despreocupado de mierda, pero esto es algo gordo, Edmund. Date cuenta.

-Me doy cuenta de que contigo no se puede hablar. No es como si me fuera a ir. Lo único que deseaba era compartir esto contigo, pero mírate, pareces Myrtle la llorona.

Se atreve a reírse, lo que me hace volar la cabeza en puro odio.

-Más te vale que te vayas, Edmund Bianchi. Si es lo que quieres, más te vale que te vayas.

-¿Quién te entiende? Estás formando un escándalo porque no quieres que me vaya. Digo que no me voy y me formas otro escándalo porque quieres que me vaya, ¡Dime, Maine! ¿Qué debo hacer para saber que cojones quieres? Estoy a tus pies, soy tuyo, sólo dime qué mierda es lo que quieres de mí.

-Además de ser prestigiosa, ¿Qué tiene esa universidad de especial?

-Es mi sueño-dice con simpleza, como si eso lo explicara todo-. A mis padres, pero más que nada a Enrico le habría gustado que...

-¡Oh, por favor! ¿Crees que tu hermano se enterará de esto? ¿Crees que tiene al menos una idea? ¡Está muerto! ¡Muerto! ¡No lo sabe y probablemente nunca lo sabrá!

Mierda...

¿Qué acabo de decir?

Edmund se tambaleó hacia atrás. La bala que disparé, sin dudas le atravesó.

El silencio que siguió duró al menos una eternidad. El aire se sentía pesado, incómodo y perfectamente ambientado para el inicio de una guerra. Me arrepentí de mis palabras, de verdad que sí, porque esa cara que tiene ahora es la misma de aquella vez dónde me gritó en el medio de la calle...¿Lo hará de nuevo?

Su tono fue frío, cortante, amenazante...

-Maine, no te atrevas a hacerme enojar. Sabes lo destructivo que puedo llegar a ser...detente ahora mismo.

Trago saliva, apretando mis puños a los costados. Lo he decidido, no voy a pedir perdón.

-Sabes que tengo razón.

-No la tienes, Maine.

-La tengo.

-Has dicho algo horrible sobre mi familia, deberías disculparte.

-Ni porque la madre Teresa de Calcuta me lo pida de rodillas.

-Maine, a veces eres una perfecta hija de puta.

-Y tú un perfecto idiota, ¿Cómo vas a pensar que tus muertos van a seguirte a Boston?-ruedo los ojos-. Eres patético.

Me apunta con su dedo. Su cara estaba roja en rencor, roja en odio puro. Cuando habla, se va acercando, sin dejar de apuntarme:

-¡No digas una palabra más sobre mi familia o...!

-¿O qué? ¿Vas a golpearme?

Se detiene en seco.

-Nunca haría eso-responde con la voz rota-¿Crees que soy capaz?

Me encogí de hombros.

-Vete a la mierda. Por lo que veo, tus sueños no me incluyen. Eres un mentiroso. Eres...

-Cállate, mierda, en serio cierra la boca. Acabas de hacerte toda una película en la cabeza...¿En serio confías tan poco en mí? ¿Tan difícil era hablar sobre esto sin iniciar un escándalo? ¿Sin meterte con las personas que amo?

-Ve a Boston, y que te vaya excelente.

-¡Maine!-intenta sujetarme por la muñeca, pero un adormilado Tai aparece bajando las escaleras.

-Chicos, ¿Pueden bajar la voz? Vivien necesita dormir al menos dos horas más antes de irnos...¿Está todo bien?

-Tai, ¿Puedes llevarme a casa?-digo, desesperada.

Tai frunce el ceño.

-¿Ahora mismo?

-Por favor.

Tai mira a Edmund.

-Edmund, ¿Por qué no llevas a Maine a...?

-¿Quieres irte? Como gustes, ¿Pero sabes algo, Maine? ¡Hablar contigo es como hablar con la maldita pared!

-¡Entonces ve y encuentra una novia mejor que yo!

-¡Lo haré! ¡Y no será tan difícil porque cualquiera, literalmente cualquiera, será mejor que tú!

Arrugo toda la cara.

-¡Mucha suerte, hijo de puta!-le saco el dedo medio.

Se pierde escalera arriba, pisando con tanta fuerza que pudo destruir el piso.

Tai, petrificado, dice:

-Buscaré las llaves del auto.

Y se va. Caigo de rodillas en el piso y lloro, también lloro cuando Tai vuelve y caminamos hasta el auto, lloro cuando le pasamos por el lado al bus de Thomas y sigo llorando hasta que llegamos a casa.

-Gracias por traerme, Tai-digo entre sollozos. No puedo parar de llorar a todo pulmón.

-Maine, ¿Por qué lloras como una Magdalena?

Lloro más fuerte, tres mil veces más fuerte.

-¿Puedo ayudarte en algo? Si es por lo que dijo Edmund ya sabes que no es cierto. A veces, solo a veces, es un ser humano despreciable, pero así lo queremos, ¿No?

-Berklee-dije-. Le aceptaron.

-Eso es estupendo-Tai sonríe, pero rápidamente deja de hacerlo al ver mi mueca de dolor-. Maine, ¿Puedo decirte algo importante?

Asiento, con la mano sosteniendo la manilla de la puerta.

-Eres más que un todo para Edmund.

No dije nada, le dí un beso en la mejilla y corrí a mi casa. Por suerte, Jonah y mi papá no estaban, pero mamá debía estar en su habitación viendo su telenovela.

Me comí las uñas de la mano derecha mientras me agitaba el cabello con la izquierda y daba vueltas en círculos por mi casa. Tengo un ataque de Ansiedad, me cuesta respirar, mi alrededor es tan borroso...necesito detener esto, necesito que pare...que el mundo pare sólo un momento.

Un jodido momento.

Subo a mi habitación, buscando en mi mesa de noche la navaja de mi padre que sostuve por tantas horas que siempre perdía la cuenta. Nunca terminaba lo empezado, pero hoy, precisamente hoy...no me siento exactamente como yo. Me siento muy mal, pesada, no puedo cargar este peso, quiero...quiero...

Mi mamá entró justo cuando pasé la navaja por mi brazo, siguiendo una línea recta que me habría ayudado mucho de haberla hecho en los exámenes en la escuela.

Después de eso, los recuerdos están un tanto borrosos.

Veo sangre...

Escucho gritos...

Forcejeos...

Llantos...

Y oscuridad.

《●》

Si llegaste hasta acá, tienes mi eterno agradecimiento.

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