Las cuatro lunas de Júpiter

By Larena_Aquifolia

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El primer retoque genético es legal porque al gobierno no le quedó más huevos que legalizarlo. El segundo es... More

Nota de la autora
Capítulo 1: Rosa neón
Capítulo 2 (Parte I): Enzo
Capítulo 3 Parte I: Planta 3, celda 305.

Capítulo 2 (Parte II): Enzo

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By Larena_Aquifolia

Los dedos de Sona sostenían con desgana la boquilla de su cigarro. Se había sentado sobre la plataforma de baile y sus pies, aún vestidos con los tacones, no paraban de moverse de manera inconsciente, poniendo a Europa más nerviosa de lo que ya estaba. Los ojos de la chica se mantenían perdidos en el infinito, sumergidos en algún mundo que solo ella conocía.

—Soni. —Europa hizo un amago de entablar conversación. Era la primera vez que veía a Sona tan fuera de sí misma. Era como estar contemplando al espíritu de la chica abandonar su cuerpo—. No deberías fumar en tu estado.

—Qué más dará. —La voz de la joven sonaba rota, abatida. Europa tuvo la certeza de que, por más que lo intentase, no llegaría al lugar donde fuera que estuviese su amiga.

—No digas eso. Vamos. —Europa se acercó a ella y con delicadeza le quitó lo poco que quedaba de cigarrillo. Sona no pareció inmutarse—. Hemos perdido una batalla, pero no la guerra.

—Basta —cortó tajante Sona. Sus ojos volvieron a la realidad y enfocaron la cara de Europa—. Pareces tonta.

—Sona...

Orión, que hasta entonces se había mantenido al margen a petición de Europa, hizo amago de avanzar hacia ellas, pero se detuvo en el acto cuando Sona se incorporó de la plataforma de baile y se plantó ante ellos con gesto enfurecido. Con un movimiento brusco recuperó el cigarrillo que Europa aún mantenía entre sus dedos y le dio una calada profunda hasta agotarlo por completo.

—Está tía parece que vive en otro mundo —rugió a la par que tiraba la colilla al suelo y la aplastaba con la suela de su tacón—. ¡No tiene sangre! ¡No tiene opinión! ¡Todo le parece bien! ¡Es como estar hablando con una puta muñeca programable! ¡Con razón Enzo la quiere con ella!

Europa retrocedió un par de pasos de manera involuntaria. Nunca había discutido con Sona; en realidad rara vez discutía con alguien. Solía llevarse bien con todo el mundo porque le gustaba ayudar a la gente, hacerla sentir bien y evitar los enfrentamientos directos. Y sin embargo allí estaba, protagonizando uno de ellos, nada más y nada menos que con su mejor amiga. Las palabras recién pronunciadas por la joven consiguieron hacerla tambalearse con violencia.

—Alto, Sona —atajó Orión—. No querías decir eso.

—A ti lo que te pasa es que llevas años detrás de ella y todo lo que has conseguido son caídas de párpados y un par de besos en la mejilla. Estamos hundidos en la mierda y vosotros parece que viváis en mundos paralelos. —Sona me mantenía de pie, las piernas firmes sobre el suelo y los brazos en jarras—. La gente se muere en Eden por culpa de gente como él y vosotros estáis jugando a los papás y a las mamás.

—Cada uno puede plantearse la vida como le dé la gana. —Orión elevó el tono de voz y se adelantó hasta quedar a escasos metros de Sona—. Tú dices que luchas por nuestros derechos y te cabrea que el resto no hagamos lo mismo con la misma intensidad con que lo haces tú, y sin embargo aquí estás, embarazada de seis semanas y fumándote un cigarrillo. Aquí cada uno tiene sus prioridades.

Sona echó la cabeza hacia atrás para alzar la barbilla. Agarró uno de sus azulados mechones y tiró con nerviosismo de él.

—No desvíes el tema —contraatacó—. No estamos hablando de mí ahora mismo, estamos hablando del hecho de que el capullo ese ha venido aquí a quitarnos lo poco que tenemos.

—Espero que no te estés refiriendo así a Europa, en serio. Creo que se merece mucho más que ese trato de mierda que estás dándole ahora mismo.

Durante unos instantes solo se escuchó la respiración agitada de Sona y la siempre inoportuna música de ambiente que sonaba de fondo. Europa sentía una presión inaguantable en el pecho y no se veía capaz de mantener el equilibrio de pie. A tientas buscó un sitio donde apoyarse y se mantuvo allí, incapaz de alzar los ojos para encontrarse con la furibunda mirada de su amiga. Miró hacia su pecho buscando la cremallera para aflojarse el vestido, pero para su sorpresa, no tenía nada puesto; recordó entonces que Enzo se lo había hecho quitar horas antes.

—Mírala, Orión —acabó diciendo Sona a la par que señalaba con la cabeza en dirección a Europa—. No está hecha para este mundo.

—No hables como si no estuviese aquí —respondió el chico—. Te está oyendo perfectamente.

Sona negó con la cabeza para acto seguido inspirar con fuerza y echar la cabeza hacia detrás. Una débil y triste sonrisa se dibujó en sus labios.

—Oye, pero no escucha. Solo sabe dar la razón para complacer a la gente —suspiró—. Me voy, necesito darme una ducha después de haber follado con esa rata. Si veis a Cassy y pregunta por mí, decidle que no quiero saber nada de ningún cliente hasta mañana por lo menos. Ese tío me ha drenado todas las energías.

La mujer se sacudió el cabello y con paso firme se dirigió hacia la salida. Pareció dudar unos instantes antes de abrir la puerta, pero finalmente acabó abandonando la sala vip sin decir una sola palabra más.

Europa y Orión se quedaron solos, uno frente al otro. Europa se veía incapaz de levantar la mirada del suelo, y menos aún de seguir dando el servicio que se esperaba de ella al dueño de Electric Love durante el resto de su jornada; solo de pensar en aquella idea se le cerraba aún más la boca del estómago.

—Habla con Cassy y dile que te tomas el día libre, seguro que no pone pegas —dijo Orión para romper el silencio mientras se ponía a su lado—. Nunca has faltado ni te has cogido una baja, lo tienes más que merecido.

Ella no dijo nada. Su cabeza era incapaz de pensar con claridad; solo se repetía a sí misma una y otra vez que quería recoger sus cosas e irse a casa para quedarse allí lo que quedaba de noche. Orión le acarició un brazo, pero ella no reaccionó. El recuerdo de Enzo agarrando su cuello con violencia se mezclaba con la mirada cargada de reproches de Sona, con la música de la sala que nunca paraba, el ardiente cóctel de Orión, el olor de la recepción del Cherry Kisses, el ruido de sus tacones por los pasillos, por las calles; la mujer detenida en el suburbano, los gritos de sus vecinos, la alarma de las ocho de la noche para ir al trabajo. La vida de Europa pasó ante sus ojos como una exhalación y todo lo que pudo sentir fue vértigo ante un enorme vacío que se asentaba a pasos agigantados en su interior.

—Sona tiene razón —acabó susurrando.

—¿En qué?

—Solo sé complacer a la gente, nunca pienso en mí misma.

Orión le acarició la mejilla y Europa por fin alzó la mirada, una mirada desesperada por encontrar algo a lo que aferrarse. El chico leyó en los ojos de su amiga todo lo que su voz no podía decir por la conmoción, y se apresuró a dejar que ella se apoyase en su pecho y comenzase a llorar en silencio.

—Se le pasará, ya lo verás —dijo en su oído tras unos minutos. Europa no había dejado de sollozar—. Está frustrada, pero acabará comprendiendo la situación. No sabe vivir sin ti. Y sí, te gusta complacer a la gente, pero eso no es malo y tampoco es lo único que sabes hacer.

—Os voy a joder a todos —acabó diciendo ella sin despegar la cara del pecho de Orión—. No sé que hacer, de verdad, no sé qu...

—¿Ves? Ahora sí que estás pensando en complacernos a nosotros y no estás pensando en ti. Harás lo que sea mejor para ti, Euri. Tienes que pensar en ti.

—Si me voy, os jodo. Si me quedo, os jodo. No quiero ninguna de las dos opciones. Y tampoco creo que sea capaz de aguantar más de dos días a su lado...Es... —los ojos de Enzo se le aparecieron como los de un depredador acechando en la oscuridad—. ¡Es horrible!

—Europa. —Orión cogió a la chica de los hombros y la obligó a mirarle a los ojos—. Necesitas el dinero. Tienes toda una vida por delante de la que disfrutar, aunque subnormales como Enzo piensen que tenemos el mismo valor que una silla o un jarrón. Una vez tengas el dinero para la modificación, podrás mandarlo a la mierda.

—Si me voy con él, ¿qué haréis vosotros?

Orión sonrió. Era una sonrisa confiada, pero Europa pudo discernir a la perfección el pesar tras la fachada. Sintió como se le rompía el corazón aún más.

—Nosotros estaremos aquí y conseguiremos que el Cherry Kisses aguante hasta que vuelvas. Daremos lo mejor de nosotros.

—Cassy me dijo que casi el cuarenta por cien...

—Me da igual lo que haya dicho Cassy. Si para que el Cherry Kisses se mantenga en pie tengo que aprender a bailar sensualmente en una barra, lo haré.

El comentario hizo que Europa volviese a sollozar de nuevo para acto seguido hundir su rostro en el pecho de Orión. No aguantaría sin él. No aguantaría sin Sona, ni tampoco aguantaría sin ninguno de los compañeros que tenía en Eden. Irse a Serendia sería como pisar otro planeta sin combustible suficiente para volver a la Tierra.

—No puedo...

Orión la apretó contra su cuerpo para tratar de calmar las convulsiones que habían vuelto a adueñarse de ella, y ella sintió el calor del chico a través de su traje de barman y creyó perder el poco raciocinio que aún tenía. Alzó la cabeza de nuevo para buscar su cara, esta vez buscando una razón por la que decidir quedarse. Se encontró con los azulados ojos de su amigo peligrosamente cerca, con sus labios a escasos centímetros de los suyos. Europa contuvo la respiración mientras notaba las pulsaciones del joven contra su propio pecho.

—No me hagas cambiar de opinión —susurró él.

Pero Europa necesitaba algo a lo que aferrarse; algo que la hiciese reconsiderarse todo de manera estrepitosa. Buscó los labios de Orión y se alzó de puntillas para tratar de alcanzarlos.

—No —insistió el chico, casi sin fuerzas.

—Si me voy a ir, al menos déjame llevarme esto.

—Estás buscando una excusa para quedarte.

El joven la agarró de los antebrazos y la separó de su cuerpo con lentitud, aunque Europa lo sintió como si hubiese sido estrellada con furia contra la pared mientras su piel se hacía jirones. De repente se sintió estúpida. ¿A qué estaba jugando? Había estado incontables veces junto al chico sin hacer nada, ¿y justo ahora decidía que era el mejor momento para envalentonarse y dar un paso más?

Avergonzada se apartó y se dio la vuelta, consciente de su desnudez. Su cabeza volvió a convertirse en un remolino de ideas que no podía ordenar. Se sintió fuera de lugar por encontrarse allí, en la vip de planta seis, desnuda y aterrada ante la idea de trabajar para Enzo, con Orión rechazando su tacto cuando era lo único que tenía la certeza de querer en aquel momento, y con Sona enfadada con ella porque, una vez más, había dejado que los demás mediasen por ella.

—Lo siento —se escuchó decir.

—No te disculpes. —Orión le tendió una fina bata de seda verde pastel que ella aceptó con timidez—. No has hecho nada malo.

Europa sintió el frío roce de la seda sobre su cuerpo, en contraposición con el cálido tacto de su compañero que segundos antes había su piel había podido saborear. Cada vez se sentía más miserable y más vacía por dentro. Cogió el cinturón de la prenda y jugueteó con ambos cabos a la par que respiraba con los ojos cerrados para tratar de aclarar sus ideas.

Necesitaba el dinero con urgencia para su modificación, y sabía que la única manera de obtenerlo en un plazo razonable de tiempo era yéndose con Enzo a Virac. Una vez consiguiese el dinero, podría someterse a la modificación y podría volver a Eden para retomar su vida... como si no hubiese ocurrido nada. Tratar de ahorrar el dinero tal y como lo había estado haciendo hasta ese momento suponía tener que esperar más de diez años para poder modificarse, y no sabía si contaba con ese tiempo. En Eden había lugares clandestinos donde se llevaban a cabo modificaciones genéticas por un precio bastante más bajo que en los centros autorizados, pero existía un alto porcentaje de que algo saliese mal, y Europa había visto demasiados cuerpos sin vida tirados en los callejones del distrito de Serendia con mutaciones difíciles de contemplar durante más de dos segundos. Necesitaba llevar a cabo su modificación en un centro de confianza, y eso suponía pagar un disparate.

Enzo parecía ser la única solución.

Exhaló todo el aire que tenía en sus pulmones y se anudó la bata con lentitud. No sabía cuánto tiempo más podría disfrutar en compañía de Orión; tal vez Enzo quisiese llevársela esa misma noche, o tal vez la dejase ir a su piso para recoger las pocas pertenencias que tenía y más adelante se trasladaría a Virac. Alzó la vista de nuevo e intentó transmitir una confianza en sí misma que desde luego no sentía.

—Entonces, está decidido —dijo. Orión se limitó a asentir con media sonrisa dibujada en su boca. Le dolió el alma de pensar lo mucho que echaría de menos aquel gesto—. Debería ir a hablar con Sona antes de irme —añadió para tratar de pensar en otra cosa.

—Más le vale dejarte pasar, o no pienso dirigirle más la palabra hasta que regreses.

—Me iría más tranquila si supiese que os vais a ayudar y a estar juntos.

Orión refunfuñó algo que Europa no pudo escuchar, pero acabó asintiendo con la cabeza, a lo que ella contestó con una sonrisa. A continuación se giró en dirección a la puerta mientras su cabeza trataba de discernir cuál era la mejor manera de abordar a su amiga en el estado en el que se encontraba.

—Al final me va a tocar a mí hacerme cargo de Enzo.

—¡Es verdad!

Europa se detuvo en el acto y volvió hacia el centro de la sala, a sabiendas que no debía abandonar la habitación hasta que Enzo diese señales de vida. El cliente no podía quedar desatendido en ningún momento.

—Era coña, vete a ver a Sona —rió Orión—. Si viene Enzo ya me encargo de entretenerlo un rato. Es más importante ir a ver a Sona.

—¡Gracias!

Salió de la sala vip y avanzó por el pasillo alfombrado todo lo rápido que le permitieron los tacones. No sabía con seguridad dónde se encontraría Sona, pero había dicho que se iba a duchar, así que lo más seguro es que se encontrase en la planta uno, en las habitaciones disponibles para los empleados del Cherry Kisses.

Apretó el botón del ascensor varias veces, impaciente. Por fin un leve sonido avisó de que ya se encontraba en su planta, y acto seguido las puertas se abrieron ante ella, demasiado lentas a su parecer. Una vez dentro pulsó el uno en la pantalla táctil y trató de calmarse. Había subido horas antes hecha un manojo de nervios, y ahora bajaba con la misma sensación incómoda en el estómago.

La pantalla táctil indicó el número tres. Un poco más y estaría en la planta uno en pos de Sona. Aún no tenía claro qué es lo que le diría, pero necesitaba arreglar las cosas con ella. No se perdonaría el irse a Virac sin haberse reconciliado.

El ascensor se paró con brusquedad, lo cual pilló a Europa desprevenida e hizo que trastabillase. Las luces titilaron un par de veces hasta acabar apagándose por completo, dejando el interior del ascensor con la luz roja de emergencia como única iluminación. Buscó el botón de ayuda en algún lugar cerca de la pantalla táctil y lo pulsó repetidas veces hasta que escuchó el estruendo de la alarma a través de las puertas, aún cerradas. Quería poder calmarse, pero todo lo que notó fue su corazón a punto de reventar contra sus costillas, las palmas de las manos sudorosas y una angustia que no recordaba haber experimentado desde la última vez que un hombre consiguió acorralarla al fondo de un callejón sin salida.

—¡A-Ayuda! —consiguió balbucear, pero el sonido de la alarma acalló su voz—. ¡AYUDA! —chilló con más fuerza.

Aporreó las puertas y volvió a pulsar el botón de alarma tres, cuatro veces. ¿Acaso nadie escuchaba el estruendo? ¿Cuánto más iban a tardar en venir a por ella?

—¡AYUDA!

Europa se disponía a seguir golpeando las puertas del ascensor cuando escuchó algo que la hizo parar de inmediato. Agudizó el oído, deseando que todo hubiese sido producto de sus nervios.

Pero esta vez no fue producto de su imaginación. Pudo escucharlo con total nitidez.

Se llevó las manos a la boca para tratar de ahogar el grito que salió de su garganta, pegó su espalda contra la pared más alejada de las puertas y se agachó, paralizada.

Al otro lado de las puertas se escuchó un tercer disparo.

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