Lobo Perdido Libro 2

By AlexKiaw

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Ranshaw Lennox, Mike Denner, Amatis Stevenson y Kris Larsson están dispuestos a dejarlo todo para vivir la vi... More

Notas
Las manadas
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Parte 1 | DENNER
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Parte 2 | Dankala
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Parte 3 | Müller
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Parte 4 | Dankala
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Parte 5 | Lennander
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By AlexKiaw

Sax apretó los dientes cuando el peor maldito dolor de su vida se manifestó, apoderándose de su cuerpo. Por inaudito que le hubiera parecido, cuando sintió que ya no podía soportar más, fue el verdadero comienzo del parto.

Estaba de rodillas y cuando el dolor llegaba y se iba, acababa acuclillado o a gatas. Además, en unas cuantas ocasiones, unos gruñidos extraños emergieron de su garganta. Toleraba el toque de Sebastián y con bastante esfuerzo el de Evan, aunque le hacía mostrar los dientes, pero a Bull le gruñó, como un perro amarrado si lo sentía en la proximidad. Por consideración, ambos Alfas se mantuvieron a una distancia segura.

El iris se tornó amarillento en sus ojos. De eso no se enteró hasta después, pero lo que sí pudo ver fue que sus uñas se volvieron garras y su piel se volvió más oscura de lo que normalmente era.

-¿Me voy a transformar? ¿Justo ahora? ¡Sebastián, dime que me estoy haciendo una maldita broma a mí mismo!

El rubio negó, tan desconcertado como él. Permanecía arrodillado sobre la hierba a su lado, acariciando su espalda cuando lo peor del dolor lo acometía y secando su frente de sudor y de la tierra que lograba llegar a su rostro.

-No. No te preocupes -respondió, tranquilo y amable-. Hay una o dos historias de Omegas que podían transformarse. Pero no podemos. O yo no sé de ninguno. Por supuesto, de haber un Omega que pueda hacerlo, ese serías tú.

-¿Yo por qué?

Sebastián rio por el tono abrumado del otro chico.

-Por tu carácter. No eres un Omega normal.

-¡Ah, diablos! No puedo insultarte ahora como lo mereces.

No había nadie en el mundo en que confiara para salir con bien de ese lío, pero Sebastián tenía algo de experiencia y esa era la única cuerda salvavidas a su alcance. Lo demás estaba en sus propias manos. Por fortuna, su cuerpo sabía lo que hacía.

-¿Si me transformo me dolería menos?

Sebastián, que tenía una sonrisa cálida de oreja a oreja, se mordió los labios sin perder el brillo en la mirada. Levantó el rostro para buscar al Alfa. Evan conversaba con Bull, recargado en la camioneta, pero se mantenía pendiente de los chicos, lo mismo que Bull, que cuidaba que nada se acercara del otro lado. Por eso percibió el gesto, algo que los Omegas solían hacer con frecuencia, como si necesitaran apoyo cuando las cosas se ponían difíciles.

Corrió los metros que le separaban de los chicos.

-¿Qué pasa? ¿Cómo van las cosas?

Sax volvió a gruñir. Su garganta había cambiado, evidentemente la transformación había comenzado en ese sitio, ya que los sonidos eran mucho más graves de los que emitió en la camioneta.

-Eso -señaló las garras de Sax enterradas en la hierba y después le hizo levantar el rostro. El color amarillo era brillante y sus colmillos eran más largos, lo mismo que su piel más oscura. El chico solo llevaba una camiseta, el pantalón había salido volando desde un rato antes. Y cuando Evan pasó la mano por su espalda, de un momento a otro sintió pelo nuevo.

-¿Te estás transformando?

Si en algún momento Evan estuvo a punto de perder los papeles, fue ese. Porque justo se sintió igual que Sax. No había nadie a quien pedir ayuda o que supiera lo que se tenía que hacer.

Pero no se es Alfa Mayor porque a las primeras de cambio tiemblen las rodillas. Sax no respondió, el dolor lo acometió como si un rayo cayera sobre él y lo hizo gemir, sacudirse y caer sobre el suelo. De esa, ya no se movió. Parecía haber perdido el sentido.

-Sebastián, ¿habías visto un Omega que se transforme para dar a luz?

-Alfa Lennox, eso no existe. Solo hay leyendas.

-Nunca he tenido un Omega en esta circunstancias. Por favor, dime que hacemos. No tengo idea, pero no creo que sea sensato que se transforme.

-Sobre todo porque no sé si los lobos macho tienen canal de parto. Use su puño, aprovechando que parece que perdió el sentido. Así no le dolerá tanto.

-¿Tanto? ¡Misericordia para nosotros! -susurró.

Comenzó a tocar la parte de Sax que estaba caliente e inflamada. Introdujo un dedo, pero a pesar de estar inflamada, cedía la presión. Metió los dedos, la mano entera y entonces hizo un puño. Sax se quejó, sin recuperar del todo la conciencia.

-¿Cómo se siente?

-¿Cómo se debe de sentir?

-Debe poder entrar el puño sin problemas. Empuje y sáquelo varias veces.

-Espero que no se transforme -susurró. Empujó el brazo que desapareció dentro de cuerpo del Omega hasta la mitad del brazo. Su rostro se iluminó.

-¡Los siento! ¡Puedo tocar pelo con la punta de los dedos!

-¡Están a punto de nacer! -gritó Sebastián, emocionado. Se levantó de un salto y fue corriendo hasta donde se encontraba el otro Alfa. Explicó a grandes manoteos y Bull, que lo miraba con adoración, asintió a todas sus peticiones. Se puso en movimiento; de la cajuela sacó algunas de las maletas hasta llegar a la que estaba hasta el final y emergieron toallas, un paquete de paños húmedos con aloe vera, una bolsa del supermercado llena de botellas y otra con ropa de bebé. Todo comprado antes de salir de San Fernando.

Aunque Evan dijo que llegarían a tiempo y Sax no quería ni escuchar sobre planes sobre su parto, Sebastián consideró que les iba a sorprender en el camino.

Por fortuna, no tuvo que rogar para adquirir lo necesario. Apenas lo sugirió, Evan pidió a Bull que pararan en un centro comercial y compró de buen gusto ropa para Sax, para Sebastián y una gran cantidad de artículos necesarios para ambos Omegas, así como regalos para llevar a casa.

Regresó corriendo, mientras que Bull se quedó atrás, acomodando las cosas para mantenerse ocupado. Estaba nervioso.

Para cuando Sebastián regresó, Sax estaba sobre sus rodillas y manos, con el rostro pegado al suelo, gimiendo como un condenado, estremeciéndose. Evan estaba en cuclillas, con una expresión mezcla de terror, asombro y alegría, mientras sostenía una cabeza llena de pelo y cubierta por una membrana. Sebastián ayudo a sostenerlo con una toalla y a cubrirlo, porque el sol estaba desapareciendo en el horizonte de esa pradera gigantesca y el viento soplaba cada vez más frio.

Lo revisó. Su expresión superó en asombro a la que ya tenía, pero no había tiempo de nada más que de darle una toalla más a Evan, que ya estaba recibiendo la segunda cabeza llena de pelo. Había aprendido el modo de cubrirlo con el anterior, de manera que apenas nació, lo envolvió completamente para que el viento no le tocara. Él mismo tenía el vello en punta por el frío.

Lo sostuvo contra su pecho, más feliz de lo que se había sentido jamás. Al retirar la suave y esponjosa toalla morada del rostro del bebé, lo que vio le dejó helado. Levantó el rostro y supo que Sebastián se había llevado la misma sorpresa.

-¡Alfa! ¡Macho!

-¡Este también! Definitivamente Alfas macho los dos.

Sax se dejó caer de lado.

-¿Ya salieron todos los perritos?

Sebastián dejó su bulto en brazos de Evan, tomó la manta y cubrió el cuerpo semidesnudo de Sax. Llamó a Bull a gritos; el joven Alfa llegó corriendo para ayudar a Evan con uno de los bultitos, el de la toalla amarilla.

-Alfa Lennox, será mejor que los lleven al auto para limpiarlos. Aquí hace mucho viento y se pueden enfriar muy rápidamente. Voy a limpiar a Sax y les aviso para que lo levanten, cuando esté listo.

Por debajo de la manta, palpó el vientre con cuidado. Sax gimoteaba, pero se veía tremendamente aliviado.

-No siento más movimiento, ni bultos. ¿Me permites tocarte? ¿Por dentro?

-Camarada, no serás ni el primero ni el último en conocer mis entrañas con el puño. Tú dale. No creo que sea peor que el paso de los perritos o el puto puño de Evan Lennox.

El toque de Sebastián fue casi imperceptible en la zona pulsante y dolorida.

-Ya casi has terminado. Solo eran dos cachorros, pero enormes. Había pensado que eran por lo menos tres. Expulsarás lo que falta y estarás listo para moverte de aquí, ya casi terminas.

-Gracias, tío. Has sido grande conmigo. Nunca voy a olvidar lo bien que te has portado.

Sebastián lo miró sorprendido.

-Es lo que tu hubieras hecho por mí. Es lo que hacemos unos por otros. Si no estamos juntos y nos ayudamos, ellos -y señaló con el mentón al par de Alfas que parecían arrobados sosteniendo sus bultitos y metiendo el dedo en ellos para hacerles cariñitos-, se desentienden. Antes, durante y después.

-No te creas, tío -. Se quejó. Una vez, mientras trabajaba para Jaak, tuvo que atender a una despedida de soltero. Al amanecer, después de atender a veintidós invitados, se sentía exactamente igual que en ese momento; agotado, dolorido, ultrasensible-. Yo en la vida había visto a alguien con un embarazo. Seguramente te hubiera insultado por involucrarme en tus problemas.

Sebastián, que había estado limpiando a Sax con toallitas húmedas, terminó y lo cubrió.

-Eres como un Alfa, Sax. Tienes el espíritu de uno, también el poder. Has dado a luz a dos Alfas que harán leyenda por su fuerza. Debe ser muy frustrante para ti ser tratado como Omega.

-No tienes una maldita idea...

Una nueva contracción acabó con la conversación.

-Tranquilo, esto no va a doler tanto. Es lo último.

***

Sax dormía en el asiento trasero de la camioneta. A su lado, Evan sostenía a uno de los cachorros dormidos. Era lo más hermoso que había visto.

-No se ha dado cuenta, ¿verdad?

-No creo -susurró Sebastián, en el asiento de adelante, mientras cargaba al otro cachorro-. No creo que haya habido un nacimiento así en muchos años, al menos en las manadas de las que tengo noticia. En Waldweisheit, solo hay una historia, pero yo pensé que era una leyenda.

-Paul Lennox es muy fuerte -comentó Bull.

-Y lo es Hadrien, también -susurró el Alfa Mayor con respeto.

-Sax tiene corazón de Alfa. No puede ser tratado como un Omega cualquiera. Alfa Lennox, ¿me permites hacer un comentario con todo respeto? Por favor, perdóname si crees que no es de mi incumbencia.

-Habla, con toda confianza. Créeme, Sebastián, no hay nada que nadie me puede decir que sea peor que la cosa más inocua que me dice Sax. Él ha sido una prueba de control y de paciencia, pero también un maestro que me ha permitido desarrollar la humildad y la paciencia.

-Es la leyenda que cuentan en Waldweisheit. Habla sobre un Omega que se fugó de la manada. No toleró ser tratado como lo somos todos. A los Omegas... a la mayoría no nos importa demasiado. Es decir, un Alfa cruel nos causa sufrimiento, por supuesto. Pero en mayor o menor medida, algunos queremos o necesitamos cierto...

-Protección -dijo Evan. No había sido una pregunta y Sebastián lo pensó un momento antes de hablar.

-Perdóname por contradecirte, Alfa Lennox. No necesitamos protección ni cuidado. Tampoco que decidan por nosotros, ni que nos sometan. No necesitamos que piensen por nosotros, ni que nos tengan encerrados en las casas.

Evan parpadeó.

-¿Entonces qué necesita un Omega?

-¿Qué crees que necesite Sax?

Evan lo pensó.

-Mi propio Omega, los primeros días, parecía un conejito. Temblaba de verme. Gracias a algunas cosas que aprendí de Hadrien, de Sax y de Miden, otro Omega muy especial que espero puedas conocer, me di cuenta de que lo único que Alwin quería era que lo dejara en paz y que contuviera mi fuerza cuando estaba con él. Prefiere estar en casa. Le gusta leer y ama cocinar. Incluso me pasó por la cabeza proponerle que pusiera una pastelería, porque de verdad, lo que puede lograr en el horno es supremo.

Sebastián lo miró con una sonrisa llena de admiración.

-Así que, supongo que la respuesta en el caso de Sax es la misma, necesita que lo dejen en paz. Pero, le guste o no, sí necesita protección. Y cuidados, sobre todo lo ha necesitado durante su embarazo y ahora mismo, con sus pequeños. Aunque no quiera, va a tener la ayuda de la manada.

-Todos podemos ser débiles, sin importar si somos hembras o machos, Alfas u Omegas. Pero él es quien menos nos necesita, de todos cuantos he conocido. Cuando estamos preñados hay que hacer concesiones, es cierto. Se debe tomar en cuenta que hay necesidades especiales. Pero no estamos preñados siempre.

-Creo que te entiendo. No es así como nos dijeron que eran las cosas.

-Yo crecí entre muchos Omegas. A algunos no les gusta decidir o participar en sus propios destinos. A otros sí. Yo mismo siempre fui un poco problemático para mi padre. Supongo que no me echa en falta por eso. Para saber si es un Omega sumiso o no tanto, hay que hablar con él y conocerlo. ¿Pero Sax? Él es amo de su propio destino. Su Alfa debe ser muy fuerte y seguro de sí mismo, de lo contrario, se sentiría insultado a cada momento.

Evan rio. Hadrien no era seguro de sí mismo, sino que había renunciado a la importancia personal de un Alfa, pero no aclaró a Sebastián ese punto y el rubio perdió el interés en la conversación.

Evan sabía ahora que lo que hacía único a Hadrien, era que, convencido de una imaginaria indignidad, había encontrado una gran humildad interior. Y con ella era capaz de tratar a ese Omega único y al otro, que tampoco era sencillo y a todos cuanto le rodeaban. Hadrien era capaz de entenderlos a todos.

Parecía que las cosas, después de todo, pasaban por algo.

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