Estoy teniendo un sueño muy bonico en el que aparecen James y Charlotte, mi bebé está a punto de dar sus primeros pasos pero es interrumpida por mis amigas.
Las escucho trastear en algún lugar de la casa y me muevo en el colchón de un lado a otro, incomoda. Han interrumpido mi sueño, pero eso no es lo que más me molesta, la verdad quería dormir un poco más. Me incorporo, aparto las sábanas de mi cuerpo y las fulmino con la mirada aunque sé que no pueden verme.
El salón está completamente a oscuras a excepción de la luz que sale de la cocina, así que me imagino que mis amigas estarán allí. Me pongo las zapatillas de estar por casa, recorro el pasillo y me detengo en la puerta. Entro en el interior y me encuentro con la encimera llena de cosas. El desayuno, ya preparado, está mezclado con los utensilios y los restos de la cena de la noche anterior.
¿Qué destrozo están haciendo en mi cocina?
—¿Se puede saber que estáis haciendo? —Les pregunto y mi mirada va hacia el reloj que hay colgado en la pared. Al ver que no son ni las ocho de la mañana me enfado con ellas—. ¡No son horas de hacer ruido!
—Hemos preparado el desayuno —me responde Erika, señalando las tortitas, la fruta recién cortada y los cereales que hay encima de la encimera. También han colocado tres platos y han preparado chocolate, el cual se encuentra perfectamente servido en tres tazas.
—Ya veo, pero... ¿por qué tan pronto?
—Tenemos mesa reservada para comer las tres a las doce, tenemos que coger energías y arreglarnos para irnos.
—Madison, no vamos a comer hasta dentro de cuanto, ¿cuatro horas? ¿Por qué tenéis tanta prisa?
—Harper —Erika coloca sus manos en mis hombros y me empuja hasta uno de los taburetes—. Cierra el pico y come.
—Pero... —Madison introduce un trozo de fruta en mi boca, haciéndome callar inmediatamente.
Aunque no me comencé la manera de cómo están haciendo las cosas, decido dejar que ellas organicen nuestro día. Me sirvo fruta en un bol y echo cereales por encima. Mientras devoro el desayuno, me fijo en que Madison lleva el pelo recogido y bien arreglado, al igual que Erika, que se ha recogido el pelo en una trenza.
—¿Por qué os habéis arreglado el pelo? —les pregunto con curiosidad.
—La pregunta no es esa, la pregunta correcta es, ¿cuándo no lo hemos hecho? —dice Erika, sin responderme.
Terminamos de desayunar y recogemos la cocina, lavamos los platos entre Madison y yo y Erika se encarga de limpiar la encimera y de colocar los taburetes en su sitio. Recogemos el salón y llevamos el colchón de vuelta a su sitio.
—¿Te apetece que te arregle el pelo? —me pregunta Madison, mostrándome su bolsa de complementos para el cabello. Veo una diadema con pequeñas flores blancas, que me encanta y de la que me enamoro al instante, y la señalo con la mano—. La diadema me quedaría genial con un vestido veraniego que tengo.
—¿Qué vestido? —interviene Erika, señalando mi armario y abriéndolo. Le señalo el vestido blanco que utilicé en el baby shower de Charlotte—. No has podido hacer una mejor elección, póntelo —dice y lo tira sobre la cama.
Mientras Madison prepara lo necesario para arreglarme el pelo, me quito el pijama, dejándolo caer en el suelo, y me pongo el vestido con la atenta mirada de Erika sobre mí. Cuando se da cuenta de que no me ha quitado el ojo de encima, aparta rápidamente la mirada y se acerca a Madison para ver si necesita ayuda.
Me siento en la cama y Madison se coloca detrás de mí, con las planchas del pelo en la mano. Cuando mi pelo ya está completamente rizado, Madison me pone la diadema de flores y la sujeta con varias horquillas.
—Ya estás lista y perfecta para nuestra cita de chicas.
—¿No os vais a cambiar?
—Claro que sí —comenta Madison, cerrando su bolsa de complementos y abriendo la maleta. Saca su vestido y el de Erika y abro los ojos sorprendida al ver que van a ir mucho más arregladas que yo.
Erika es la primera en arreglarse, ya que tarda poco en deslizar el vestido violeta por su cuerpo y como ya está maquillada, no tiene que hacer nada más.
Madison le indica a Erika algo con la cabeza y mi amiga rodea mi brazo sin avisarme y me saca de la habitación. Nos dirigimos a la puerta principal y salimos de casa. Enfrente, hay un taxi esperándonos.
—-¿Sabéis que estáis actuando muy raro?
Erika no dice nada al respecto y me abre la puerta trasera para que me suba. Lo hago y cierra la puerta tras de mí, rodea el taxi y se sienta a mi lado ocupando el asiento del medio. Madison sale poco después de casa, se sienta en el único hueco que queda libre y Erika se asoma por el hueco de los asientos para darle unas indicaciones al conductor.
—No te asustes, pero vamos a taparte los ojos.
—¿Qué? ¡No! ¿Para qué?
—Es una sorpresa, deja de ser tan terca y date la vuelta —Le obedezco y giro mi cuerpo.
Tardo unos segundos en sentir la tela del pañuelo tapando mis ojos, Erika le hace un nudo y me pongo el cinturón a ciegas, nerviosa por saber a dónde vamos e impaciente por descubrir el porqué de este misterio. Encima mis amigas no ayudan nada, ya que permanecen en silencio durante el trayecto.
Sé que se encuentran a mi lado porque Erika no para de apretar mi mano con la suya.
El taxi se detiene y escucho a mis amigas hablar con el taxista, aunque no veo nada de lo que está pasando supongo que le han dado el dinero del viaje. De pronto, alguien abre la puerta, que hay a mi lado, y tira de mi brazo haciéndome bajar apresuradamente del taxi. Tropiezo al hacerlo y menos mal que esa persona todavía está sujetando mi mano, si no me habría caído al suelo.
—¿Por qué estáis haciendo esto? Me estoy poniendo nerviosa.
Nos detenemos y la persona que me estaba guiando deja de hacerlo.
¿Me he quedado sola?
—¿Chicas?
Llevo mis manos hasta el pañuelo y me lo quito. Cierro los ojos inmediatamente en cuanto el sol me deslumbra, tardo un poco en acostumbrarme a la luz pero en cuanto lo hago, veo a James delante de mí.
Miro a mi alrededor, los dos nos encontramos en el altar de una pequeña iglesia de barrio. El lugar no es tan grande como la iglesia a la que solía ir con mis padres cuando era pequeña, pero es un sitio bastante acogedor.
—No puede ser... ¿qué hacemos aquí? —Mi pregunta es tan obvia que hasta James se ríe.
—¿Tú que crees?
—¿Por qué no me has dicho nada? —le pregunto, dándole pequeños golpecitos en el pecho.
James ha planeado todo esto a mis espaldas y me encanta. Estoy bastante sorprendida, porque entre los invitados están la gente que más nos importa.
En primera fila saludo a mi padre, el cual me devuelve el saludo. Charlotte está con él y no puedo evitar emocionarme al verla con ese vestidito, el cual ha robado James de su armario sin que yo me diera cuenta. Junto a mi padre está Benjamín incluso me sorprende ver a la madre de James y a su esposa, Christine, entre los invitados.
En la fila de atrás están mis amigas y los amigos de James. En las demás están Camila, Jorge y Ethan, además de mis amigos de Boston. Lía y Darren me devuelven el saludo con una sonrisa y, a su lado, Kalie y Tony no separan sus manos ni un segundo.
Me alegro de que al final todo haya acabado bien entre ellos.
—¿Estás contenta? —me pregunta James, tomando mis manos entre las suyas.
—Mucho, no me esperaba nada de esto. ¿Cómo lo has podido preparar todo sin que yo me enterara?
—He tenido ayuda —dice, y su mirada va hasta el banco donde están nuestros amigos.
—Créeme, ha sido difícil, porque sabíamos que ibas a hacer muchas preguntas —dice Madison, alzando la voz—. Se me da mal guardar secretos pero este lo he guardado bastante bien, ¿no crees?
—Lo has hecho bastante bien —comenta Erika a su lado—, pero no del todo —Madison la fulmina con la mirada y todos los invitados se ríen con el par de dos. Si es cierto que había notado que actuaban muy raro, pero no pensaba que era por esto.
—¿Estás preparada? —Asiento rápidamente con la cabeza y James le indica al sacerdote que puede comenzar.
El hombre comienza a hablar, pero desconecto por completo cuando James y yo nos miramos. Y es así como paso el resto de la ceremonia, completamente pérdida en su mirada. Ambos decimos sí quiero y nos ponemos el anillo de compromiso el uno al otro. James no espera a que el sacerdote termine, rodea mi cuerpo con sus brazos y me atrae a él para darme un beso en los labios haciendo oficial la unión.