Vísteme con tu Piel.

By itzel_a1

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Khalid Al-Ghurair, un poderoso hombre de negocios, que se siente atrapado entre las tradiciones y el deseo d... More

Nota de Autora
Booktrailer❤️🔥
Capítulo 0. Susurros del desierto.
Capítulo 1. Dos Mundos Colisionaron.
Capítulo 2. ¿El Reino Ha Llegado?
Capítulo 3. Enloquéceme.
Capítulo 4. Ven te necesito.
Capítulo 5. ¿Tenemos un trato?
Capítulo 6. La Pasión es la Voz de la Piel.
Capítulo 7. Encontrándote en la Aurora.
Capítulo 8. Pasos de Cero.
Capítulo 9. Esperando un Sueño.
Capítulo 10. Toma mi Aliento.
Capítulo 11. Sherezade.
Capítulo 12. Revelaciones.
Capítulo 13. Como la lluvia...
Capítulo 14. Delirio.
Capítulo 16. Oscura Danza.
Capítulo 17. Poema de Arena.
Capítulo 18. Ícaro Volando.
Capítulo 19. Hasta la Raíz.
Capítulo 20. La Noche de la Reina.
Capítulo 21. Qué Nivel de Mujer.
Capítulo 22. Amor Que Mata Nunca Muere.
Capítulo 23. Espectro.
Capítulo 24. Que Seas Mi Hogar.
Capítulo 25. Encadenados.
Capítulo 26. Lecciones de una Duquesa.
Capítulo 27. Un Hoyo Negro en el Sol.
Capítulo 28. Canta tu dolor, corazón.
Capítulo 29. Cerrado: Por Derribo.
Capítulo 30. Tu Corazón Es Tu Guía.
Capítulo 31. Sherezade Toma Al Sol.
Capítulo 32. Vestir la Piel del Amor.
Epílogo.
Agradecimientos Finales.

Capítulo 15. Víveme.

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By itzel_a1

..."Desde antes que él se lo pidiera ella había comprometido su cuerpo lleno de luciérnagas con el hombre que se las había puesto en revuelo"... Ángeles Mastreta.

De pie por un lado del salón, con su cabello oscuro recogido en una alta cola de pony y su grácil figura envuelta en un caftán azul verdoso, Cayetana observaba discreta a Yalili y a su prometido Zein.

Formaban una buena pareja, la tierna belleza de la jovencita se equilibraba con la juvenil madurez del apuesto chico, quien parecía por completo encantado con Yalili. Más le valía, pensó Cayetana con humor, ese chico se llevaba una joya.

El convite había sido un éxito. Los invitados lo pasaban bien, los músicos y las bailarinas que se habían contratado les estaban entreteniendo agradablemente, la vasta comida que Nazira había preparado estaba deliciosa y el clima no podría estar mejor.

Cayetana, sin embargo, sintió su corazón encogerse.

La celebración que ocurría esa noche por el compromiso de Yalili y Zein, algún día sería en honor de la joven discreta, amable y virgen que, siguiendo sus costumbres y para honrar a su familia, Khalid desposaría.

Pese a sus sombrías reflexiones, difícilmente ella se derrumbaría. Se forzó a poner una expresión agradable en su rostro y se acercó a un grupo de mujeres con la intención de participar de su conversación. Ellas estaban inmersas en un alegre debate sobre los méritos entre dos tipos de puntadas para realizar el bordado de un ave. Cayetana intentaba escuchar con atención, bordar era algo de mucho valor en la cultura árabe; se le consideraba un patrimonio inmaterial y transmisible de madres a hijas.

—Estas muy sombría, habib —dijo aquella ronca voz tan familiar a su sangre y se volvió buscando sus ojos.

Khalid estaba impresionante en su kandura blanca y sus negros ojos chispeantes de sensualidad.

—Es una fiesta muy linda —sonrió para los demás, nerviosa. Khalid no debía acercarse a ella entre tanta gente, pero estaba visto que le importaba un carajo—. Vete —susurró ella con el corazón en un puño. Él en cambió sonrió malvadamente—. No debes estar aquí conmigo —susurró de nuevo.

—Tienes razón quiero estar contigo, pero en otro lugar. —Khalid tomó su mano y la instó a colocarla sobre el lado izquierdo de su pecho, y luego, inclinó su rostro hacía su sien—. ¿Quieres escapar de acá, conmigo? —murmuró roncamente.

Ella se mordió el labio para evitar sonreír, era imperdonable su arrogancia. Sin embargo, ella no podía resistirse a él.

—Sí.

Él la sostuvo por el codo y la llevó por un lado del salón con rumbo a la flotante escalera principal.

—¿Qué planeas, Al-Ghurair?

—Voy a llevarte a un club a Dubai, ¿te apetece?

Una sonrisa se extendió por el rostro de Cayetana y solo atinó a asentir con la cabeza.

—Ve a tu habitación a cambiarte y nos reuniremos en el garaje en veinte minutos.

—¿Qué debo usar? —inquirió dubitativa, pues no perdía de vista dónde estaban y la importancia del dress code.

—Lo que tú usarías independientemente de mí —afirmó Khalid sin la menor vacilación.

Por un momento , Cayetana fue incapaz de hacer otra cosa excepto mirarlo, empaparse de su atractivo, de su caballerosidad, y luego sonrió ante la insensatez de su reacción, para subir de prisa a su habitación.

En Dubai la vida solía ocurrir en los hoteles, el Palazzo Versace contaba con un importante club. Poseía una atmósfera laxa y predominantemente occidental, por lo cual los ánimos podían fácilmente alborotarse.

Cayetana se sintió como una princesa al desfilar por el abierto vestíbulo de la mano de uno de los solteros más codiciados de la élite emiratie, a pesar de que ella solo era su amante.

No podía dejar de verle a Khalid, tan alto como sofisticado y elegante en aquel traje Armani a medida. Ella iba dentro de un vestido columna sin hombros color blanco que se ajustaba a su figura como un guante y su cuello era adornado por una gargantilla de perlas. Caminaba con un natural contoneo sobre las altas sandalias de finas tiras que ataviaban sus pies.

Ingresaron al ascensor junto a otras parejas quedando ellos al fondo, Khalid deslizó un brazo alrededor de ella y la acercó a su torso.

—¿Ya te dije que estas deliciosa, habib? —murmuró ronco mientras la besaba en la sien.

—Eres tú, quien está guapísimo.

Sus miradas estaba enganchadas una al otro, tanto que tardaron en advertir que se habían quedado solos en el ascensor y debieron bajar a las prisas.

Una vez que atravesaron el umbral del club, Khalid tiró de ella en dirección a los palcos privados, hacía un alegre grupo de parejas que lucían un magnífico aspecto mientras reían y brindaban con champán.

La refinada masculinidad de Kamal se irguió de entre los demás al verles llegar y el atractivo rostro del médico se iluminó de alegría al verla.

Habib, estas sublime, como siempre —la saludó dejándole un beso por mejilla y ella le sonrió cariñosa—. Me alegra ver que tus manos tienen mejor aspecto.

—Ahora que tengo líneas adicionales las gitanas se romperán la cabeza intentando adivinar mi suerte.

—¡Allah! Que supersticiosas son las mujeres —murmuró él riendo—. Yo puedo decirte que tu suerte es haber llenado de luz el corazón de mi hermano.

—Eres un peligro, doctor.

—Por supuesto que lo soy, pero jamás miento —afirmó y le guiñó un ojo.

Enseguida se volvió hacia los demás y les ordenó que les hicieran un sitio. Todos les recibieron con entusiasmo, y Cayetana sospechó que su relación con Khalid los había convertido ya en la comidilla de todos. Al-Ghurair le rodeó los hombros cuando por fin tomaron asiento y ella sonrió para sus adentros, disfrutando de su posesividad.

—¿Qué fue lo que te dijo Kamal?

—Nada importante —replicó sosteniendo su mirada mientras sentía crecer en su interior la esperanza de que el médico tuviera razón y ella fuera crucial para Khalid.

—Pues ese nada provocó mucha intriga —declaró arqueando una ceja al señalar con su cabeza casi imperceptiblemente al resto del grupo.

—Pues que chismosos, te lo repito no fue importante. Pero si te preocupa podrías preguntarle directamente a tu hermano.

Khalid sonrió de un modo que la hizo apretar el vientre.

—¿Y qué me respondería mi hermanito? —murmuró al poner en la mano de Cayetana una copa del dorado y frío champán que todos compartían.

—Que te metieras en tus asuntos, por supuesto —replicó ella con ligereza y dio un pequeño sorbo a su bebida.

Khalid se rió en voz baja y asintió. Luego la rozó suavemente en la mejilla y Cayetana logró percibir en esa caricia que sí era valiosa para él, pero ninguno reconocería en voz alta cuán absurda y precipitadamente se habían enamorado. Así dolería menos cuando debieran separarse.

Un nuevo coro de saludos se elevó alrededor de ellos cuando se integró al grupo un apuesto pelirrojo. Su alegre sonrisa era contagiosa y su edad parecía estibar entre la de Khalid y Kamal, ambos hermanos le recibieron con evidente aprecio.

—Cayetana Salas, te presento a Oliver Reid, es un amigo nuestro y uno de mis colaboradores más cercanos —los presentó Khalid.

—Encantado de conocerte —expresó educado al tomar su mano en un apretón cuidadoso—. Gracias a ti, Khalid se ha dado cuenta que las jornadas de trabajo no son de quince horas.

—Ni que lo digas —intervino Kamal con irreverencia—. Ya estaba yo temiendo por la salud de mi hermano.

Cayetana quiso meterle un puntapié, pero en su lugar se colgó del cuello de Khalid y sonrió enamorada.

—Es muy saludable —declaró con doble intención y buscó los oscuros ojos de Khalid.

Él le dedicó una sonrisa cálida, íntima. Ella se sintió por completo cautivada, y sin saber quién de los dos se acercó primero, sus labios se encontraron en un beso lento y profundo. Todo pensamiento se desvaneció de la mente de la joven mientras se entregaba al rítmico placer de los sensuales labios de Al-Ghurair.

Los aplausos y las risas del grupo los orillaron a separarse. Cayetana refugió su abochornado rostro en el cuello de Khalid, mientras ambos reían por su arrebato.

Un rato después Khalid la invitó a bailar y ella aceptó encantada.

Cayetana tendría que haber estado ciega para no reparar en las incontables mujeres e incluso hombres que la miraron con desdén cuando la pareja se introdujo en la pista.

En México, no eran pocos los niños bien que pensaban que ella les pertenecía, del mismo modo que la élite emiratie consideraba a Khalid de su exclusiva propiedad y por lo tanto reservado para alguna de ellas. Esa actitud engreída la aguijoneó y sintió un maligno deseo de burlarse de toda esa rancia gente. I Can't Be By Hakam Akkus extendía sus notas de Deep House y Cayetana desplegó su más osada sonrisa al bailar para Khalid.

Sus cuerpos se comunicaban con un lenguaje único, se mecían sincronizados al ritmo de su propia sangre y a pesar de la ropa que los cubría, era innegable la emoción del contacto.

Cayetana reunió en su mente cada segundo que duró aquella pieza, la apasionada mirada de Khalid, el calor de su cuerpo, el embriagante aroma de su piel estarían grabados para siempre en su memoria y en un futuro ella lo recordaría todo con solo cerrar los ojos.

A esa canción le siguió otra y luego una más. De pronto fue Ya Ghayeb la que se elevó con una reinterpretación de un sensual raks báladi. Danza que solían bailar solo las mujeres y ella había practicado la coreografía con Yalili. Lanzó un beso a Khalid y comenzó a seguir a las demás chicas.

En todo momento fue consciente de la ardiente mirada de Al-Ghurair sobre ella al mover ondulada y sensualmente su figura para él. Lo hechizó en cada giro y desplazamiento elevando entre ellos la energía que los conectaba.

La pieza terminó y Cayetana inclinó la cabeza hacia Khalid deseosa de adorarle como el dios sexual que era.

De pronto sintió que alguien, un hombre, miraba fijamente en su dirección. Dio un breve vistazo por encima de su hombro y descubrió una quieta figura en medio de una multitud que bailaba y reía.

Una chica que sostenía un velo entre sus manos y estaba pálida del susto. No la conocía de nada, pero asumió que la oscura energía que emitía ese siniestro sujeto las afectaba igual. La chica giró en sus talones y caminó presurosa rumbo al poco iluminado pasillo que conducía al servicio de damas. El hombre comenzó a moverse por un extremo, muy lentamente.

—¿Habib? —murmuró Khalid y volvió su rostro hacia él que la miraba con preocupación—. ¿Qué te sucede?

—Me quedé sin aire —atinó a decir—. D-debió ser el esfuerzo.

—Necesitas sentarte.

—No.

El hombre casi alcanzaba el solitario pasillo.

—Debo ir al tocador...—dijo moviendo la cabeza ciegamente y se precipitó en dirección a los lavabos.

Con la única intención de frenar el amenazante avance de aquel hombre, empujó a un camarero que pasaba por ahí. «Perdóname, Diosito, fue por una buena causa» rogó en su mente. Empujaba la puerta del servicio cuando alcanzó a escuchar el airado reclamo del sujeto al mesero.

La mirada temerosa de una joven morena chocó con la suya, Cayetana hizo un ademán con la mano pidiéndole calma y puso el pestillo a la puerta.

—¿Te encuentras bien? ¿Hablas inglés?

La chica asintió.

—¿Por qué has puesto el seguro?

—He pensado que te vendría bien un momento tranquila. A mí me ayuda mojar mi mano con agua y colocarla tras mi cuello, ¿quieres intentar?

La chica no respondió, pero soltó el velo sobre un sillón cercano. Dejó correr el agua sobre su mano y apartándose el largo cabello oscuro se colocó la mano detrás del cuello.

Cayetana la escuchó soltar un leve suspiro poco después.

Se acercó a la chica y se quedó muy quieta junto a ella durante un rato, una eternidad.

—Estoy mejor —dijo la extraña al cabo de un momento. La miró fijamente con los profundos ojos castaños de largas pestañas—. Gracias.

Cayetana apreció la belleza de la chica. Tendría un par de años menos que ella y era por completo encantadora, con un abundante cabello castaño, redondeadas mejillas y una luminosa piel. La viva imagen de una inocencia dulce y virginal.

—Soy Cayetana —se presentó extendiendo su mano.

—Halima —correspondió la chica.

—¿Viniste con amigas? ¿Quieres que las busque?

La chica bajó el rostro y sus hombros se contrajeron.

—Vine sola. Me reuniría con alguien, solo que no esperaba encontrar aquí a mi prometido ¡Allah! Si mi padre se entera seré sacrificada como un carnero.

—Tranquila, calma —murmuró Cayetana sosteniéndola por los hombros—. Entiendo que el chico por quien te arriesgas no es tu prometido.

Ella asintió.

—¿Tu prometido te vio?

—No. No me ha visto desde hace años y no debe verme.

Cayetana quedó un poco sorprendida, a pesar de lo que se esforzaba algunas costumbres le seguían pareciendo alucinantes.

—¿Tu prometido es de carácter desagradable o poco atractivo?

—No, ni lo uno ni lo otro. Mi padre no me entregaría a nadie que no fuera honorable. ¡Allah! Parece que estoy tirando piedras sobre mi suerte, ¿cierto? Pero esto es más fuerte que yo.

—Yo no te juzgo, tranquila. Te ayudaré a cambiarte el peinado y me quedaré con tu velo. Así te serviré de pantalla mientras tu escapas.

—¿Crees que eso funcione?

—Funcionará.

Después de ayudarla a cambiar su aspecto, se cubrió a sí misma con el velo.

—Cayetana, gracias —murmuró la chica tomando sus manos entre las suyas—. Que Allah cumpla todos tus deseos por ser tan buena.

—Suerte, Halima.

Inspiró profundamente y salió al pasillo para descubrir que mientras ella armaba estrategias de escape para aquella joven, algo había hecho estallar el genio de Al-Ghurair.

Khalid y Kamal se les veía crispados desde el borde de la pista de baile. El siniestro hombre que ella había visto momentos antes intercambiaba palabras con Khalid. La feroz postura de su amante la previno de que una bronca grande estaba por caer.

Se apresuró a llegar hasta Al-Ghurair.

Oliver Reid llegó al lugar al mismo instante que Cayetana.

—Mide tus palabras, Omar —advirtió el mayor de los Al-Ghurair al otro hombre.

—¡Khalid! —le llamó ella con voz sofocada y lo tocó en el hombro para contenerlo. El velo se le descorrió y el desconocido clavó sus ojos en ella con lascivia.

—Que bonito juguete tienes Khalid —murmuró grosero.

—¡Oliver, ocúpate de Cayetana! —rugió Al-Ghurair y enseguida se volvió para mirarla por encima de la multitud—. ¡Vete con Oliver!

—Qué tierno, deseas evitarle un sobresalto a tu acompañante —.Rio burlón el otro hombre. —Las perras como ella disfrutan de esto.

Khalid cogió al hombre de las solapas de su chaqueta y lo levantó del suelo. Cayetana se llevó las manos a la boca consternada. Al-Ghurair le asestó un duro puñetazo en plena cara al desagradable hombre. Y este cayó rodando hacía atrás como sí hubiera sido expulsado por un cañón.

—Ven, Cayetana. —Oliver tiró de ella y la obligó a volver al palco. Donde la puso a salvo con las demás chicas. Para enseguida correr al ojo del huracán que se desarrollaba en la pista.

—Querida, ¿qué ha pasado? —preguntó una de las jóvenes que minutos antes le habían presentado.

—No lo sé —musitó ella contemplando asombrada como Khalid, Kamal y un nutrido grupo de hombres avanzaban hacia la salida.

—Ya lo sabremos —afirmó otra de las jóvenes y le tendió una copa de champán—. Bébelo, te hará bien.

Mientras pasaba un sorbo de la fría bebida, reparó en que su mano se apretaba alrededor del precioso velo de seda que había tomado de Halima. Con el estallido de la bronca se había olvidado de ella, pero se consoló pensando que aquel disturbio le habría venido bien para escapar.


«Quiero ser obediente, pero esto es más fuerte» las palabras de aquella chica se repitieron en su cabeza. Si alguien podía comprenderla esa era Cayetana, que aún sabiendo que no tenía futuro con Khalid le era imposible privarse de la pasión que compartían.

«Diosito, ayuda a Halima para que pueda ser feliz con el hombre que ama» rogó en su corazón. Si el destino de esa chica podía cambiar, quizá también el de ella.

..."Porque el mundo se derrumba, pero nosotros nos enamoramos"... Elvira Sastre.


¿Qué les pareció este episodio? Bastante movido, ¿cierto? Kamal, Oliver y Omar reaparecieron. Y, ¿qué me dicen de la chica a la cual Cayetana ayudó? Halima, cuyo significado es: gentil, generosa. La que soporta el sufrimiento. ¿Creen que el destino vuelva a reunirlas?

Gracias infinitas y totales por brindarme tu lectura. Si te gustó este capítulo la forma más linda de apoyar mi proyecto es: votando la historia, recomendar mi trabajo, y por supuesto, comentar.

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¡Nos leemos! ❤️❤️❤️

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