La Dama y el Grial I : El mis...

By katiealone

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Un caballero debe volver a su antiguo hogar para descubrir la peligrosa verdad que oculta una orden secreta:... More

► Antes de empezar◄
✚ Sinopsis ✚
☛ Mapas ☚
✯ Guía de personajes ✯
📖 Conceptos y definiciones
🎵 Playlist
Dedicatoria
Epígrafe
Introducción
Capítulo 1: El paje y la doncella
Capítulo 2: La víspera
Capítulo 3: Malas nuevas
Capítulo 4: Tres destinos
Capítulo 5: Traiciones
Capítulo 6: El legado y el mal
Capítulo 7: Llegadas
Capítulo 8: La hora prima
Capítulo 9: Pérdida
Capítulo 10: El destino de la orden
Capítulo 11: Días que se van
Capítulo 12: Saissac
Capítulo 13: Entre los árboles
Capítulo 14: Cabaret
Capítulo 15: Bienvenido
Capítulo 16: Al caer la noche
Capítulo 17: Incendiarios
Capítulo 18: Nuestra fe
Capítulo 19: Ofensa
Capítulo 20: Manuscritos
Capítulo 21: Baile
Capítulo 22: Los jardines de Cabaret
Capítulo 23: Culpables
Capítulo 24: La loba de Cabaret
Capítulo 25: Mensajes
Capítulo 26: Compromiso
Capítulo 27: Libro prohibido
Capítulo 28: Ellas y nosotras
Capítulo 29: Juramento
Capítulo 30: Sentimientos e ilusiones
Capítulo 31: Confusión
Capítulo 32: Tentación
Capítulo 33: Errores
Capítulo 34: Confrontación
Capítulo 35: Revelaciones
Capítulo 36: El trovador
Capítulo 37: El poder
Capítulo 38: Cercanos
Capítulo 39: Pagana
Capítulo 40: Rosatesse
Capítulo 41: Expuesta
Capítulo 42: Promesa
Especial de Halloween 2021
Capítulo 43: Armas de terror
Capítulo 44: Temores
Capítulo 45: Caballeros
Capítulo 46: Inocencia
Especial de Navidad 2021 [Parte 2]
Especial de Navidad 2021 [Parte 3]
Capítulo 47: Engaños
Capítulo 48: Deshonor
Capítulo 49: Compasión
Capítulo 50: Verdades a medias
Capítulo 51: Para el amor imposible
Capítulo 52: Íntimo
Capítulo 53: Escogidos
Capítulo 54: Humilde amor
Capítulo 55: Una oportunidad tentadora
Capítulo 56: Assaig
Capítulo 57: Encuentro
Capítulo 58: Presagio
Capítulo 59: Futuro incierto
Capítulo 60: Noticias
Capítulo 61: Banquete
Capítulo 62: Grial
Capítulo 63: Asuntos pendientes
Capítulo 64: Voces [Final]
Notas finales
Epílogo
Extra: Este cuerpo no es mío
👑 Orden de lectura 👑
Dos historias: Novela corta de LDYEG
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Especial de Navidad 2021 [Parte 1]

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By katiealone

I.- Un viaje casi inesperado

Esa mañana Guillaume despertó con ganas de morirse. De morirse de la maldita resaca que sentía por beber como pez en el río en la fiesta de la empresa, cosa que tal vez no debió hacer considerando que en teoría era algo así como el director de la compañía. "Algo así", se dijo con gracia mientras se ponía de pie. Porque en realidad vivía en la agitada ciudad de Nueva York desde hacía años, pero su padre lo obligó a tomar la dirección de la sede local de la multinacional que dirigía. En realidad ni capacidad de decisión tenía, era Bernard de Saissac quien como siempre tomaba todas las decisiones de "El Grial", la empresa familiar que tenía más de un siglo de existencia.

Él se sentía un mero adorno a veces, solo dando órdenes que papá aprobaba y que sus subordinados se encargaban de seguir al pie de la letra. No se sentía dueño de ese imperio, ni quería serlo. Extrañaba sus primeros años en París, pero tenía que reconocer que ser un francés rico en Nueva York le dio muchos beneficios, algunos de los cuales llegaron a aburrirlo con el tiempo. Guillaume suspiró, y a paso lento caminó hacia el baño. Se mojó la cara y decidió que tenía que bañarse pronto.

Una vez limpio y con mejor aspecto, el hombre se puso una toalla en la cintura y fue a la cocina. Desde su apartamento podía ver las calles nevadas, y las luces navideñas. Algo que contrastaba con su pequeña realidad en la que la Navidad nunca fue bienvenida. Abrió la refrigeradora y cogió una cerveza, porque era de conocimiento general que no había nada mejor que otra cerveza para cortar la resaca. O eso le dijo alguna vez su amigo Amaury, y él se la creyó.

Mientras bebía, su vista se dirigió al calendario colgado en la pared, con los días marcados, acercándose poco a poco al final. Nada quedaba para decirle adiós al 2021, pero antes tendría que soportar las fiestas y feriados que lo cansaban. Tal vez debió tomar un vuelo al Caribe o algún lugar sin nieve, pero hasta flojera tenía de buscar un vuelo. Quizá su asistente Arnald podría hacerlo, pero...

El sonido irrumpió sus pensamientos. ¿Le extrañaba? Desde luego. ¿Qué clase de persona en pleno 2021 usaba en teléfono fijo para hacer una llamada? Es más, ni se acordaba que tenía uno. Harto del sonido, se dispuesto a desconectarlo y hacerlo a un lado. No sentía deseos de hablar con nadie y menos por esa cosa. Así que eso hizo, y asunto resuelto. O eso creyó, hasta que tocaron el timbre del apartamento.

Eso sí que era extraño. Dejó que el timbre sonara un par de veces más con la esperanza de que quien quiera que fuera terminara aburriéndose, pero no fue así. Bufó, y arrastrando los pasos, llegó a la puerta. La sorpresa era su asistente Arnald con cara de "Te odio, pero me pagas el sueldo". Y además sostenía un teléfono.

—Buenos días. Tiene una llamada, señor.

—Claro —contestó, y tomó el teléfono. ¿Qué rayos era todo eso? ¿Algún asunto urgente del trabajo que tal vez se le olvidó? Era posible, no sería la primera vez—. Diga.

—Hasta que al fin te dignas a responderme.

—Padre —murmuró sin ganas, lo que le faltaba—. ¿No se supone que a esta hora estás durmiendo?

—Son las seis de la tarde, Guillaume.

—Ah... —Entonces era el mediodía en su lado del mundo y ni cuenta se dio—. Como sea, ¿pasó algo?

—Se acerca la Navidad.

—¿Me llamas para eso? Como si no lo supiera —dijo, se le escapó un suspiro sin querer.

—Y no estás donde se supone que debes estar.

—Estoy en casa a salvo y no en un coma etílico, así que yo diría que estoy justo donde debo estar.

Guillaume. —Don Bernard se puso más serio, cosa peligrosa a esas alturas—. Tenemos un acuerdo.

—¿De qué?

—Este año volverías a Provenza a pasar las fiestas. Te dije varias veces lo importante que era, todos nuestros socios franceses estarán. Este año lo celebraremos en Cabaret.

—Vaya nombre, eh —comentó con descuido—. Padre, en verdad no me interesa pasar estos días rodeado de ancianos franceses hablando de lo mismo.

—Eres mi hijo, Guillaume. Esos ancianos franceses que no quieres ver son los que sostienen nuestro imperio, tu herencia. Y todos te tienen en buena estima.

—Lo dudo —contestó, y giró los ojos. Todos esos vejestorios lo conocieron de niño, y en sus mentes seguía siendo un crio al que papi controlaba.

—Como sea, tu presencia aquí no está en discusión. Vas a volver a casa para Navidad y fin de la discusión. Tu vuelo sale en cuatro horas.

—¡¿Qué?! —exclamó. Frente a él, Arnald se esforzó por esconder su risa—. Ni siquiera tengo un maldito boleto aéreo.

Le envié los documentos a tu asistente. —Tal vez estaban hablando alto, pues apenas dijo eso, Arnald sacó unos papeles. Ahí estaba la información de su vuelo, el número 0023 de Air France.

—No he hecho maletas.

—Tu asistente se encargará.

—¿Puedo pasar, señor? —preguntó Arnald—. Tengo ordenes de su padre.

—Sí, bueno... —El chico no esperó más, lo esquivó y entró a su apartamento a hacerle la maleta. Cosa que solo acabó por irritarlo—. ¿Algún día dejarás de meterte en mi vida? Tengo a un centennial haciéndome las maletas, tal vez tocando mis calzoncillos.

—Qué asco, eso hazlo tú. Deja de torturar al pobre muchacho.

—Deja de torturarme tú, ¿en serio crees que mis planes de Navidad eran viajar al otro lado del mundo?

—Pues ahora lo son, así que muévete de una vez y no dejes que Arnald toque tus calzoncillos.

—Oh, cállate —le colgó. Le colgó a su padre, y no se la creyó. Seguro que el viejo iba a darle un sermón a su llegada a Francia. Sus perspectivas navideñas habían empeorado, y solo pensaba que se avecinaba una catástrofe.



II.- La dama de la ruta

Guillaume abrió los ojos de golpe, justo cuando el vuelo privado aterrizó en Béziers. No daba más por culpa del jet lag, ya ni sabía cuánto tiempo había pasado desde que salió de Nueva York ni qué día era. El vuelo a París llegó a la hora, y si por un instante pensó en escabullirse por la ciudad, el sueño se deshizo ni bien vio a los hombres que su padre mandó a recogerlo para volar a Provenza. No le quedó otra que resignarse a pasar las peores fiestas navideñas de su vida.

El hombre miró por la ventana, el cielo estaba cubierto con nubes densas, ¿llovería? ¿Nevaría? Apenas recordaba el clima de Languedoc en esa época del año, odiaba pasar Navidad en casa.

—Oye, Arnald —le dijo a su asistente, quien iba a su lado—. Tú también eres de Occitania, ¿verdad?

—Sí, señor —contestó este sin despegar los ojos de su celular—. De Béziers.

—¿Y por acá nieva en Navidad?

—A veces, tal vez suceda este año. El clima es raro.

—¿Sabes quiénes irán a pasar las fiestas en Cabaret?

—Tengo la lista —dijo Arnald. Cogió la Tablet y buscó la información—. Los socios principales de su padre, Raimon de Foix, Raimon de Tolosa y Froilán de Lanusse. También irá el heredero de la empresa "Trencavel".

—Ah... Qué cagada —respondió al tiempo que se ponía de pie, y su paje lo miraba con curiosidad—. Larga historia, no la entenderías. —En realidad se resumía en que ambos eran algo así como "competencia". Los dos eran herederos de grandes multinacionales francesas, pero Raimon Roger siempre era el más conocido y talentoso, el más aclamado, el favorito de la sección de sociales. Él era como el gemelo malvado y ebrio, algo así. Como sea, se llevaban terrible.

Apenas desembarcaron se dirigió al estacionamiento donde le esperaba un chófer con el auto, cosa que se negó a aceptar. Se puso firme e insistió en que él iba a manejar hasta Cabaret, aunque ni siquiera sabía como llegar. Para eso se suponía que estaba el GPS, ¿no? Y él quería hacer algo por sí mismo sin intervención de papi. No debería ser difícil llegar, solo tenía que tomar un desvío desde Carcasona, justo hacia el lado contrario de Saissac. De casa.

No recordaba haber estado nunca en Lastours, aunque sí que había escuchado hablar de aquel lugar. Sabía que era un pueblo encantador, con una apariencia incluso más medieval que Saissac y otras villas cercanas, como si de alguna forma se hubiera quedado en el pasado. La idea de pasar varios días en un pueblo olvidado en Francia lo aburría hasta límites insospechados. ¿Y si ni siquiera tenían WiFi? ¿O agua caliente? ¿Y si la idea era "desconectarse" de la ciudad? ¡Que él no quería desconectarse de nada! ¡Ni siquiera quería estar allí!

—Señor... —su asistente lo detuvo a tiempo antes de chocar con un auto que estaba delante de ellos. Al parecer tuvieron que detenerse pues ocurrió un accidente más adelante y la calle estaba cerrada. Bufó, ¿por donde se suponía que irían?

—¿Es camino de una sola ruta?

—Si, señor.

—No lo creo, en este lugar hay pueblos por todos lados, de seguro que hay rutas alternas. Recuerdo un camino rumbo a Saissac, ¿lo conoces?

—No. Y si no viene hace años será mejor será que no nos desviemos.

—Déjame probar... —Guillaume buscó en el GPS, y haciendo caso omiso a las advertencias de Arnald, puso el auto en reversa y buscó ese camino que recordaba de niño. Ahí estaba.

La ruta no estaba en mejor estado, pero según el mapa y sus recuerdos, si seguía en línea recta y luego a la derecha llegaría a Cabaret. Sonrió satisfecho de que no hubiese nadie en el camino, podría andar tranquilo y sin tráfico. Confiado, puso algo de música e intentó relajarse. Fue al mirar de lado que notó que le estaba entrando una llamada de WhatsApp. Era Amaury pidiendo una video llamada.

—¿Dónde carajos se supone que estás? —preguntó su amigo mientras lo veía conducir.

—Camino a Cabaret.

—¿A qué Cabaret?

—¡No! Idiota, a Cabaret en Lastours. Provenza, ya sabes.

—¿Y qué mierda haces tú allí? —rieron, a juzgar por el paisaje de fondo, diría que Amaury estaba en el palacete familiar de París.

—El viejo insistió, ya sabes. Sus mierdas de volver al hogar para fiestas, estarán todos los vejestorios socios de la empresa y eso.

—Ah, qué aburrimiento. Oye, ¿no quieres venir a París? Estoy con Alix y las chicas, volaremos a Londres.

—Me tientas, me tientas —dijo llevándose un dedo al mentón—. Mira, llegaré con mi padre, saludaré a todos, cenaré alguna mierda Provenzal, y mañana finjo alguna emergencia y me largo, ¿qué opinas?

—¡Perfecto! Te esperamos. Oye, no sabes la última...

—¿Qué? ¿Qué...? —La imagen de Amaury se congeló—. ¡Oye! ¡No me dejes sin chisme! —cogió el celular, y la llamada se cortó. No había ni una maldita línea de señal—. Con un demonio...

—¡Señor! —gritó Arnald, y por la urgencia en su voz supo que la cosa era grave. Ni le dio tiempo para averiguar la razón, pues pronto su auto se desvió de la ruta y cayó a un hoyo. Ni siquiera lo vio, para cuando reaccionó ya se había estrellado.

—¿Estás bien? —le preguntó a su asistente.

—Estoy vivo —respondió de mala gana—. Le dije que lo de la ruta era mala idea.

—Cálmate, estamos bien. Voy a llamar al seguro, una grúa se encargará y listo.

—Como si fuera tan sencillo.

—Ya sé, Arnald. Estoy intentando no desesperarme, ¿quieres callarte un momento? —respondió, irritado—. Voy a arreglar esto, no sé cómo, pero lo arreglaré.

Con esfuerzo, Guillaume bajó del auto. No era un mal choque, pero sí estaba atascado y de allí no saldría con facilidad. Tembló, la temperatura con mucha probabilidad estaba bajo cero, y sin la calefacción del auto todo empeoró muy rápido. Levantó el celular, no tenía nada de señal.

—Tal vez es por los árboles —le dijo a Arnald en voz alta—. Voy a salir un poco de la ruta, no te muevas de aquí.

—No es como si pudiera ir a otro lado —respondió el chico. Si antes lo odiaba, en ese momento seguro que hasta quería matarlo.

"Así empiezan las películas de terror", se dijo mientras intentaba conseguir señal. Caminó hacia una curva en el camino, ya ni podía ver el auto. Maldita sea, eso sí que era una desgracia. No tenía a quien llamar, estaba seguro de que caminando en ese frío iba a demorar una eternidad, si es que no moría de hipotermia. Eso empezó a desesperarlo, así que aceleró en paso. Vamos, que tenía que cruzarse con alguien al menos, era imposible que nadie pasara por allí. A lo lejos creyó ver las luces de un auto, y esperó no estar alucinándolo.

—¡Hey! ¡Aquí! ¡Por aquí! —corrió un poco más allá, con la vista en el supuesto auto. Tan emocionado estaba por el avistamiento que ni cuenta se dio que había una rama de un árbol frente a él. Rama con la que se dio directo un golpe en la cara. Cayó de espaldas, mareado. ¿O se desmayó?

Intentó abrir los ojos. Pestañeó lento, y le pareció ver una silueta. Luego fue más claro, no era una silueta. Era una persona. Un ángel. Brillaba, o eso creyó. Tan bella y etérea, tan linda, tan...

—¿Puedes verme? —preguntó ella en francés. Ah, esa voz tan suave y melodiosa. Sonrió como un idiota, creyéndose en un sueño. ¿O se murió al fin y llegó al cielo? —. Estás sangrando...

—¿Eh? —se llevó una mano a la nariz, y miró sus dedos cubiertos de sangre. Que ángel ni nada, se había dado tremendo golpe asesino y acabó desmayado en la ruta con una bella chica frente a él.

—¿Cuántos dedos ves? —preguntó ella, mostrándole tres, ¿o seis?

—¿Tres? —dijo, y ella asintió.

—No parece ser tan grave, por suerte. Ven, te ayudo. —La mujer le tendió una mano enguantada en cuero, y él se apresuró en tomarla. Se sentó y aclaro la vista. Un auto estaba estacionado allí, conducido por un chófer que miraba todo con atención—. Toma —dijo la chica, y le alcanzó un pañuelo. Lo ayudó a cubrirse la nariz, y mientras lo hacía, la observó con atención. Le seguía pareciendo un ángel hermoso.

—Gracias —le dijo, ella le sonrió de lado.

—¿Estás bien? ¿Qué haces aquí?

—Tuve un accidente con mi auto más adelante, estaba buscando ayuda.

—Estás de suerte, esta ruta no la usa nadie, es larga y a muchos no les gusta.

—¿A ti si? —ella asintió.

—Es linda, siempre me gusta tomar el camino largo. ¿Para dónde ibas?

—Lastours.

—Qué coincidencia, es mi destino también. Soy Bruna, por cierto.

—Guillaume —le dio la mano, ella lo aceptó.

—¿Qué te trae a Provenza estas fiestas?

—Reunión familiar o algo así.

—¿Eres de aquí? Nunca te había visto.

—Viví de niño en Saissac.

—Ah, qué encantador. Está haciendo frío, Guillaume, ¿subes al auto? Llegando al pueblo enviaremos una grúa.

—Sí, perfecto. Tampoco tenemos de otra. Y gracias, en serio. Te debo una.

El chófer les abrió la puerta a ambos, entraron y se sentaron uno al lado del otro. Ella parecía algo tímida, pero de rato en rato mostraba una sonrisa preciosa. Al llegar a la altura de su auto chocado fue que encontraron a Arnald intentando abrigarse. Este al verlos abrió los ojos con sorpresa, más aún al verlo bajar con Bruna.

—¡Mademoiselle Bruna! —exclamó él.

—Hace tiempo que no te veía Arnald —dijo ella. Los miró a ambos, ¿era una broma o qué?

—¿Se conocen?

—Sí, somos de Béziers. Arnald es amigo de la infancia de mi primo —respondió la joven.

—Ella es... Bueno, es hija de Bernard de Béziers, el gobernador.

—Y descendemos de una antigua línea de senescales y señores, dice él —aclaró Bruna con cierto orgullo.

—Entonces, ¿eres Bruna de Béziers o algo así?

—Sí, exacto. Aunque mi apellido completo es algo más complicado que eso.

—Ah, bueno. Te entiendo eso del "de". Soy Guillaume de Saissac.

—¿El hijo del dueño de "El Grial"? —él asintió, y Bruna lo miró con asombro—. Nuestros padres son socios.

—Supongo que sí, he pasado años en Nueva York, no conozco bien a sus socios.

—¡Ah! Con razón tu francés suena tan oxidado y tienes ese horrendo acento americano —bromeó ella, pero Arnald también acabó riendo.

—Muy graciosa, no se juega así con un hombre accidentado.

—¡Oh! Lo siento —se disculpó ella, pero en serio. Tanto que hasta le dio culpa haber dicho eso.

—No, tranquila, no es nada, solo bromeaba. ¿Nos vamos ya? Muero por algo caliente.

—Sí, claro. En marcha.

Entre él y Arnald subieron el equipaje al auto de Bruna, y al fin partieron a Lastours. Solo veinte minutos después logró ver la montaña negra, con sus casas por toda la base y la pendiente. En la cima, los cuatro castillos de Lastours, y el más grande de ellos era Cabaret. Suspiró, ahí iba, rumbo al aburrimiento. Lo bueno era que solo se quedaría una noche antes de fugarse con Amaury.

—Qué bueno que te encontré, no me hubiera gustado llegar sola a Cabaret —comentó ella.

—¿Bueno? Mi nariz dice lo contrario —volvió a bromear, pero a ella le cambió el gesto.

—¡Ah! Lo siento, soy tan tonta a veces.

—No, no. Nada de eso, el idiota que se dio de cara a un tronco soy yo. Tú eres el ángel que me ayudó —la hizo sonrojar. Una oleada de ternura lo invadió, sentía el impuso de acariciar sus mejillas, o aun mejor, de besar esos labios rosados y pequeños.

—Qué ocurrente, señor —dijo Arnald de mala gana. Ese asistente que le mandó su padre estaba cada día más atrevido.

—¿No tienes nada mejor que hacer? —preguntó él.

—No hasta que encuentre WiFi —respondió este, y hasta le sonrió con burla.

A pesar de la mirada juzgona de Arnald, se la pasó bien con Bruna en el camino. Tenía dieciocho años y estudiaba historia en la universidad de la Sorbona, aunque de vez en cuando ayudaba a papá en sus negocios. Él le contó que dirigía la empresa en Nueva York, aunque no quiso entrar en detalles de lo marioneta que se sentía allí. Bruna era un encanto, y solo pensar que la tendría que dejar atrás al día siguiente no le gustaba para nada. ¿Por qué no se la podía llevar a París?

Llegaron al fin a Lastours. Se estacionaron, y desde allí al fin Guillaume pudo llamar al seguro y decirles dónde dejó el auto estrellado. Un problema menos, se dijo. Había llegado el momento de subir, el camino solo era a pie, aunque algunos iban a caballo. Les pagaron a unos muchachos para que llevaran su equipaje, y luego subieron tranquilos y conversando. Eso lo hizo entrar en calor al fin.

La entrada de Cabaret estaba más poblada de lo que esperó. No sabía si todos esos eran socios o altos ejecutivos de la empresa, pero sin duda ahí estaba la crema y nata de Provenza, el tipo de gente con la que se solía codear su padre. Ambos pasaron tranquilos hacia el salón, Bruna era la única que se detenía a saludar pues parecía conocer a medio mundo allí. A él solo lo miraban con curiosidad, y él se limitaba a saludar a medias.

Cuando estuvieron a punto de entrar sucedió algo. Bruna se detuvo en seco, retrocedió y se escondió tras un muro. Él, sin entender bien, la imitó.

—¿Sucede algo?

—Está mi padre hablando con mi ex.

—¿Tu ex? ¿Quién es tu ex? —Guillaume dio una ojeada rápida. Reconoció a algunos de los presentes, como los socios más antiguos de su padre. A su padre mismo, y a Raimon Trencavel. Su figura resaltaba en el medio del salón.

—No sé si lo conoces, es el heredero de Trencavel.

—Pero... —Solo suspiró. ¿Ese tipo siempre estaría rondando en su vida o qué? ¿Y cómo que ex de Bruna?

—No puedo entrar allí.

—¿Por qué no?

—Larga historia, pero papá quiere que me case con él. Y yo no me quiero casar a los dieciocho.

— No, claro que no —miró otra vez. La cosa al final resultaría siendo complicada para ambos.

—Si tan solo hubiera venido con alguien, no sé. Un mejor amigo gay que fingiera ser mi novio —se le encendió el foco. Bruna hablaba en broma como si eso fuera el típico cliché navideño, ¿y por qué no? Después de todo él también quería evadir las estúpidas preguntas del estilo "¿Y dónde está la novia?"

—Bueno, yo puedo ser tu mejor amigo gay.

—¿Eh?

—Te dije que te debía una —le guiñó el ojo y la tomó de la mano. Bruna, confundida al inicio, no tardó en entender su plan. Entrelazó los dedos con los suyos, se irguió, y camino junto a él. Ambos se miraron y se rieron, ya sabían lo que iban a hacer y les causaba gracia. Fingir ser novios por una noche para salir de apuros, ¿por qué no?


***************

Hello, hello, hello!!!!

¡Y feliz Navidad! Tenía ganas de escribir un cliché navideño, así que acá voy con la primera parte. Espero que les guste, y sobre todo, que la pasen lindo hoy.




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