El castigo llegó unas semanas después. Draco y él estaban identificando las lunas de Saturno cuando Snape entró en la Sala Común de Slytherin. No solía entrar en la Sala Común, por lo que algunos que no pudieron mantener su discreción a raya recibieron bastantes miradas fulminantes.
-Draco, Harry...- Los llamó, degustando la extrañeza de portar el nombre de Potter sobre sus delgados labios; sin embargo, Severus llamaba a la mayoría de los de su Casa por el nombre mientras no hubiera personas indeseadas alrededor, por lo que a nadie se sorprendió al escucharlo.
-Profesor- Dijo Harry solemne -¿Nos necesita?- Fingió demencia; por supuesto que sabía que no se saldrían con la suya.
-Acompáñenme-
Así hicieron todo el recorrido hasta el despacho de Severus: en silencio; comunicación tan solo con pocas miradas.
—Les tengo listo su castigo- Tajó apenas entraron —Debo agregar de que tienen suerte, Weasley hará un trabajo junto al guardabosques y tendrá castigos todas las noches; sin contar su perdida de puntos...- Harry se sonrió a sí mismo.
Ronald Weasley había perdido veinte importantes puntos para su Casa y estaba sufriendo de ser el paria-llama-atención con lo que tanto mojaba sus sueños antes; Slytherin solo había perdido cinco puntos en total.
—Tendrán castigos todas las tardes de cinco a siete, limpiando calderos y algunas que otras tareas desagradables para las clases de los mayores- El azabache evitó con dificultad hacer una mueca al recordar la extracción de cerebros de rata que Snape le había obligado a hacer en uno de sus castigos; francamente apestosos y horribles.
Ambos asintieron sin protestas de por medio.
-¿Preguntas?-
-No, profesor- Dijeron al unísono.
-Muy bien...retírense- Ordenó; no esperaron al siguiente llamado.
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-Ugh, solo...ugh- Comentó Draco luego de uno de sus castigos donde Severus les había dicho que debían de destripar Grindylows.
-En cierto punto, me sorprendió que nos diera Grindylows- Contestó un satisfecho Harry, para él, todo era mejor que los cerebros.
Habían estado paseando por los corredores por un rato, Snape había extendido el castigo para que al día siguiente Potter pudiera ir a práctica de Quidditch, haciéndoles perder la cena, hasta que Harry cayó al piso, retorciéndose en jadeos; su cicatriz...Su cicatriz había comenzado a doler como el mismo infierno.
Draco le tomó de los hombros llamándole por su nombre, y de la nada, todo paró, dejando a un exhausto Harry Potter en el suelo.
Había vuelto.
-¿Harry? ¿¡Harry, estás bien?!- Estaba todo menos bien, pero incluso así asintió, sabiendo que Draco no se tragaría ese cuento de todas formas.
Él estaba activo de nuevo, y a Harry ya se le estaba acabando el tiempo.
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Harry estaba contento de haber terminado sus castigos con Snape, sin embargo, seguía exhausto. Las pesadillas eran mucho mayores, las noches eran incomodas aún cuando Draco había compartido cama con él en cada una de ellas para asegurarse de su estado y los exámenes habían llegado con mayor rapidez de la esperada.
Hermione y Theo le dirían lo orgullosos que se encontraban de él, si no fuera por su inmersión en el estudio; sus notas eran excelentes. Había convertido a un ratón en tabaquera para el examen de Transformaciones, hecho bailar una piña para Encantamientos e incluso hizo su poción para Snape maravillosamente, si se contaba que estaba bastante cerca de sufrir un caso de insomnio grave por las pesadillas y las extenuantes prácticas de Quidditch para no perder el hábito.
El examen de Historia de la Magia fue su último y Harry festejó junto con Blaise y Pansy el momento cuando el profesor Binns les hizo entregar sus pergaminos.
Tendrían toda una semana libre antes de que entregaran los resultados; en ese momento, viendo cómo Blaise le ganaba a Theo en el Ajedrez Mágico, en lo único que Nott no era realmente brillante, Harry se acordó de algo realmente importante.
-¡Hey, Blaisie, ven aquí un segundo!- Le gritó con apodo y todo al chico.
-Metete el Blaisie por donde te quepa; ¿qué sucede?-
-Necesito tu ayuda en algo-
-Condiciones antes, Potter- Jugueteó, Harry le sonrió enigmáticamente.
-Claro-
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Potter le había contado a Blaise alguna de sus cosillas: que sabía que robarían la piedra en muy poco tiempo, pero que Dumbledore no estaría para ayudarles; que una de las pruebas era un tablero gigante de ajedrez y que necesitaría su ayuda. Zabini, a pesar de su gran entusiasmo ante la aventura, titubeó diciendo:
-Creo que un caso como este estaría mejor controlado en manos más aptas, realmente, ¿qué vamos a poder hacer solo unos niños?-
-No podemos ir con nadie-
-Severus- Harry frunció el ceño, no quería causarle problemas a Snape tan rápido.
-No podemos- Repitió amenazante; Blaise levantó ambas manos en son de paz.
-Tranquilo, amigo, solo decía. Adelante- Sonrió.
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Harry se volvía cada vez más inquieto mientras pasaba el tiempo, por eso, el mismo día que sabía a lo que tendría que enfrentarse de nuevo, no pudo evitar dar un salto hacia atrás con la varita apuntando directo a aquel que le había tocado el brazo; mejor dicho, aquellos.
-¡Hey, Harry!- Exclamaron los gemelos al unísono.
-Tranquilo, hermano...- Dijo Fred, después de la guerra podía diferenciarlos perfectamente sin necesidad de echar ojeada.
-...baja la varita- Completó George.
-Venimos a preguntarte algo- Dijeron ambos nuevamente. Harry suspiró, bajando su brazo y revolviéndose los cabellos con cierto alivio.
-¿Qué pasa, chicos?
-Hmm, quizás...-
-... ¿qué pasó con Charlie?-
-Lo vimos hace un tiempo revoloteando por aquí, pero...-
-...solo se fue a tu lado, ¿algo que el público no sepa?- Elevó George las cejas con diversión.
Harry le quito importancia a la situación con una sacudida de parte de su mano.
-Vamos, Harry...- Rogó Fred.
-No le contaremos a nadie- Canturrearon.
Harry lo pensó bien. Charlie era el hermano mayor de los gemelos, a parte, George le había revelado en otros tiempos que, después de Fred, Charlie seguía en su lista de favoritos; al igual que en la de Fred, cuando aún no estaba muerto. Alegaba que era el único que comprendía todas sus bromas sin reclamarles nada; ellos no irían con nadie a contarles esto de su hermanito. A parte, Harry estaba en búsqueda de algo que ellos tenían.
-Solo por un favor suyo- Ambos se vieron mutuamente, preguntándose qué querría Harry Potter de ellos.
-Claro- Asintieron con fervor y ojos brillantes.
-Charlie solo vino para llevarse un dragón- Dijo haciendo caso omiso a sus, ahora, enormes ojos —Y si disculpan mi abrupto arranque, quiero mi favor: el Mapa, lo necesito-
-¿¡Quién te habló del..?!-
-Nadie. Siempre lo supe, lo necesito- Los pelirrojos le observaron con cierto recelo antes de que George asienta y Fred sacara de su bolsillo el Mapa, seguramente habían planeado alguna escapada a Hogsmeade y por ello lo tenían a mano.
Harry sonrió lánguidamente al sentir el tan familiar papel nuevamente en sus manos, casi suelta la carcajada al pensar en todas sus horas perdidas mirando fijamente aquel objeto.
-Gracias- Susurró para dar media vuelta, murmurando la clave del Mapa del Merodeador, viendo la instalación de aquellos pequeños pies:
'Quirinus Quirrel'.
-Hijo de perra-
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Esa misma noche, luego de la cena y ya tarde en la Sala Común, Blaise y Harry se encontraron, este último trayendo su capa de invisibilidad y la flauta que Hagrid le había regalado en navidad junto a él; no tenía ganas de cantarle a el perro de tres cabezas por su vida. Hace un rato que había visto a Quirrel hacer el primer movimiento.
-¿Listo?- Preguntó el azabache.
-Listo- Contestó Zabini.
-¿A dónde rayos creen que van solos?- Preguntó aquella voz tan familiar, ambos se sintieron nerviosos de inmediato al verse descubiertos por...
-Draco... ¿no dormías?- Dijo un nervioso Harry Potter.
-Dormía, Potter, dormía-