Etéreo [Saga Luces de colores...

By Martiqueta

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🩷🤍FINALISTA EN LOS WATTYS 2023 y 2022🤍🩷 Anna tenía varias preocupaciones: aprobar el curso en la universi... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO 7

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By Martiqueta

Tras esta pequeña pausa, volvemos donde nos quedamos con Anna y Lucille, tres días después del encuentro con el profesor Sanderson.

—¡Menudo susto nos has dado, idiota! —gritó Lucille golpeándolo en los brazos.

—Stu, no vuelvas a hacerlo —dije mientras me agarraba el pecho. El corazón me iba a mil por hora.

Stuart Rogers había compartido la mayor parte de su vida con mi hermano y yo también había formado parte de ello. Con su piel tostada por el sol, sus ojos verdes como esmeraldas, su cuerpo de infarto que vestía en ese momento con unos vaqueros ajustados, una chaqueta de cuero y una camisa azul debajo. En ese momento, estaba corriendo por el paseo huyendo de Lucille, que iba cargada de bolsas, mientras reía. Una risa que era música para mis oídos. Sonreí mientras avanzaba a paso lento, esperando que terminasen con su teatro. 

Sí, Stu Rogers era mi amor platónico, no podía evitarlo.

Aunque siempre me había tratado como una hermana pequeña, en los últimos días notaba un cambio de actitud hacia mí. Hacía comentarios nada bien intencionados sobre mi físico haciendo que me sonrojara. Cuando Rob le llamaba la atención, decía que era por molestarme, que estaba muy mona cuando me avergonzaba. Pero notaba en su mirada que no solo era por eso. Le había pillado varias veces mirándome el escote, sus acercamientos físicos cada vez eran más prolongados y cuando estábamos en el mismo sitio estaba más pendiente de mí que antes.

Lógicamente, cualquier chica en mi situación habría intentado un acercamiento. Pero eso no era para mí, me daba pánico el pensar que me estaba imaginando todo y perder su amistad si me arriesgaba a ir más allá. Podría ser una cobarde, sí. Pero una cobarde con la dignidad intacta. Además, no sabía como reaccionaría Rob y no quería interferir en su relación. 

Al final, me limitaba a disfrutar de sus filtreos e imaginar en mi intimidad como sería estar con él. Aunque nunca lo confesaría ante nadie, era el protagonista de mis sueños húmedos. Pero hasta aquí llegaron mis cavilaciones porque se acercó hacia donde yo estaba, escondiéndose detrás de mí mientras me cogía de los hombros para esconderse de Lucille.

—Anna, dile que pare  —dijo riéndose mientras me utilizaba de escudo.

—Lucille, creo que ya ha aprendido la lección. 

—Eso espero —contestó ella, fingiendo una mueca de enfado y tomándome de la mano—. Vamos, Anna. Será mejor que huyamos de este pervertido.

—A lo mejor Anna prefiere quedarse con este pervertido. Seguro que se lo pasará mejor que contigo —dijo mientras tomaba mi otra mano.

A eso me refería. No sabía si ese tipo de comentarios eran solo para molestarme o con una intención seria. Me puse colorada mientras reía, él se agachó para mirarme a los ojos mientras yo intentaba esconderme.

—Ya te has sonrojado, Anna  —dijo a la vez que sonreía y unas pequeñas arrugas se marcaban en sus ojos.

—Deja de molestarla —contestó Lucille, tirando de mí.

—Ya vale, chicos —dije, parándome en seco—. Me vais a partir por la mitad como sigáis tirando. ¿Podemos seguir como personas normales?

—Sí.

—No. 

—Lucille...

—Vaaaaale —dijo llevándose las manos a la cabeza—. Una tregua, pero no por mucho tiempo.

Continuamos los tres caminando a la residencia. Llevaba a cada uno a un lado. Se metían entre ellos de forma amistosa mientras yo los escuchaba y me reía. Llegamos a la altura de la casa de la fraternidad de Stu, pero él continuó con nosotras.

—¿No vas a la casa? —preguntó Lucille.

—Quiero asegurarme de que Anna llega sana y salva.

—¿Y Lucille? —pregunté inocentemente.

—Ella puede cuidarse sola, ya lo has visto. ¡Pobre del que intente meterse con la señorita Rodríguez!

—Yo también se protegerme —protesté enfurruñada.

—No te enfades —dijo mientras pasaba el brazo por mi espalda, acercándome hacia él—. Tú tienes otras cualidades mucho mejores.

Esto último lo dijo susurrándome al oído, lo que hizo que se me erizase hasta el vello de la nuca. Lo tomé de la cintura, disimulando mi nerviosismo y tratándolo con naturalidad. Y así continuamos el camino, mientras Lucille nos contaba sobre los goles que había marcado en el último partido. 

Llegamos a la puerta de la residencia y Lucille se despidió de Stu sacándole la lengua y corriendo escaleras arriba. Sonreí y me dispuse a seguirla cuando el castaño tomó mi mano.

—Anna, una cosa. ¿Mañana irás a ver el partido?

—No sé —contesté pensativa—. Debería estudiar y ya perderé una noche seguro con la fiesta de medicina. 

—¡Venga! Habrá una pequeña reunión después si nos clasificamos para los playoffs. Podemos tomarnos algo y jugar a algunos juegos. Que en la última casi no nos vimos.

Puso un gesto infantil, haciendo pucheros, y no me pude resistir. En realidad, ya me había convencido con solo preguntarme, haría casi cualquier cosa que me pidiese. Tenía que empezar a intentar no ser tan fácil de convencer. La aprobación y la satisfacción de ver a la gente contenta por convencerme eran como droga para mí.

—Vale —respondí mientras empezaba a subir las escaleras—, pero estaré poco rato.

—Perfecto. Entonces tendré que estar pendiente de ti, para que no te vayas sin estar conmigo.

Cuando acabó de hablar hizo algo que me dejo petrificada, fue acercándose poco a poco hasta darme un dulce beso en la mejilla. Creo que era la primera vez que me besaba. Nos habíamos pegado, acariciado inocentemente, abrazado... pero nunca me había dado un beso. Mientras marchaba por el camino hacia la residencia, se dio la vuelta para guiñarme un ojo. Recuperé la compostura y subí las escaleras rápido, pero Lucille apareció de un salto delante de mí, dándome un susto de muerte. 

—¡Lucille! ¿Por qué has hecho eso? dije llevándome la mano al pecho por segunda vez esa noche—. Santo dios, hoy vais a matarme entre todos.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó con voz divertida—. Te ha dado un beso, lo he visto.

—En la mejilla.

—Donde sea. ¿Cuándo te vas a decidir a intentarlo?

—Nunca. No quiero arriesgarme a perderlo o a que Rob me mate.

—Eres adulta, Robert puede meterse en sus asuntos. Además, se nota a la legua que quiere algo contigo desde hace tiempo. Le gustas. Al final se va a cansar —dijo mi amiga mientras abría la puerta de nuestra habitación.

—¿Quién se va a cansar?

Fue Paula la que hizo la pregunta. Estaba sentada en el sofá con un pijama negro y corto. Sus pies estaban encima de la mesa mientras se pintaba las uñas de un color verde oscuro. Sonia también estaba en la habitación. Imaginé que habría cogido un taxi porque cuando nos fuimos ella seguía en el pub. Tenía el móvil en la mano y parecía no prestarnos atención, pero Sonia era capaz de estar en varias conversaciones a la vez sin despeinarse. 

—Nadie —dije rápidamente.

—Stuart Rogers —contestó Lucille.

La miré con expresión enfadada e interrogante. Ella solo encogió los hombros mientras formaba la palabra "¿Qué?" con los labios. Era mi mejor amiga, pero también una bocazas de cuidado. Se sentó en el sofá al lado de Sonia. Yo solo quería irme a la habitación a darme una ducha y dormir, estaba muy cansada. Aunque tendría que estudiar y me dolía la cabeza solo de pensarlo.

—¿Él amigo de tu hermano? —preguntó Sonia, ahora más interesada en nuestra conversación— ¿El cachas de los ojos verdes?

—Es un aburrido —dijo Paula con indiferencia mientras seguía a lo suyo.

—No lo es —replicó Lucille—. Y creo que le gusta Anna, pero ya sabéis el bloqueo que siempre tiene cuando parece que algún chico se interesa por ella.

—¡Yo no tengo ningún bloqueo! Solo que no estoy segura.

—Ya te lo hemos dicho —contestó Sonia—. Si sigues así llegarás virgen a los treinta. Además, seguro que solo quiere echar un polvo. Ya sabes...

—¿Qué sé, Sonia? —dije llevándome las manos a la sien mientras me dirigía a mi habitación.

—Pues que no eres su tipo. Él es guapo, popular y atlético. Y tú, bueno. No te lo tomes a mal, pero eres del montón. No creo que le interese tener nada serio contigo. Deberías centrarte en... ¿cómo se llamaba el chico que te llevó a su habitación tras la fiesta? Ese está más a tu alcance. 

No sabía como siguió la conversación porque mientras Sonia terminaba de hablar entré a mi habitación y cerré con un portazo. Escuché a Lucille interpelar a la rubia mientras me desvestía para meterme en la ducha. Ni siquiera me acordé de probarme el conjunto que había comprado. Mientras el agua caía por mi cuerpo me relajé, sequé mi pelo, me puse el pijama y entré en la cama. Fuera ya no se escuchaba nada y me alegré. No me gustaba que Lucille tuviese que defenderme, pero me daba miedo contestar a Sonia. Ella tenía mucho poder en la Universidad y  aunque la reputación no era nada importante para mí, no quería que me hiciese la vida imposible. 

Odiaba que me hiciese sentir tan insignificante. El mundo estaba lleno de personas que no querían que los demás brillasen y yo lo único que quería era pasar desapercibida. Encima me había recordado a Peter y en mi cabeza apareció la conversación que habíamos tenido. Pensaba que estábamos bien, pero me había equivocado. Y si lo hacía con eso, ¿no sería probable que también lo hiciese con Stu? 

Seguí dándole vueltas a la cabeza hasta que me quedé profundamente dormida. 

Esa noche soñé con luces fucsias y amarillas.

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