Lobo Perdido Libro 2

By AlexKiaw

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Ranshaw Lennox, Mike Denner, Amatis Stevenson y Kris Larsson están dispuestos a dejarlo todo para vivir la vi... More

Notas
Las manadas
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Parte 1 | DENNER
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Parte 2 | Dankala
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Parte 3 | Müller
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Parte 4 | Dankala
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Parte 5 | Lennander
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By AlexKiaw

No tenía tiempo para ir por los otros. Solo aulló, antes de interceptar el paso de esos tres, gruñendo.

Miden retrocedió al ver el tamaño del lobo negro que les mostraba los colmillos y gruñía horriblemente. Ninguna de sus anteriores experiencias con Alfas agresivos lo preparó para encarar a un lobo adulto de ese tamaño, listo para atacar.

Los renegados reaccionaron un poco tarde. Se transformaron a medias, dispuestos a defender al chico, aunque no del todo en ello.

El gigantesco lobo negro bajó la cabeza, echó el cuerpo para atrás, a punto de saltar cuando uno de los lobos a medias cayó al suelo, alcanzado por un tiro certero. Alguien disparó con una escopeta de dardos desde varias decenas de metros entre los árboles.

El segundo renegado no tuvo tiempo para preguntarse qué le había pasado a su compañero antes de caer a tierra, de espaldas.

Hadrien llegó. En la mano sostenía un rifle para sedar grandes animales de acuerdo con la recomendación de un veterinario de Jansen, amigo de Müller. Echó una ojeada al lobo de Konrad, a los renegados abatidos y tan pronto como descubrió a su chico aterrorizado, que miraba los colmillos de Konrad completamente alucinado, dejó caer el rifle al suelo. Corrió hacía él, lo atrapó al vuelo y lo levantó a pesar de que Miden era bastante alto. Dio más de una vuelta de pura felicidad.

El chico no reaccionó. Armó apenas una tensa sonrisa antes de aferrarse al cuello de Hadrien, ocultando el rostro, tratando de no ver más al lobo negro de pesadilla.

—¡No puedo creer que te encontramos caminando por el bosque!

—¿Estás bien, chico? —preguntó un viejo que por fin llegó al sitio en donde se hallaban los cuerpos tirados. Burkhart no se acercó a Hadrien y no se molestó por la falta de respuesta. Contento al ver que sus compañeros y el Omega estaban bien, se acercó a revisar el pulso en los cuellos de los hombres sedados que ya habían perdido sus características lobunas. Al mirar de cerca al que tenía el pelo ralo y gris y el rostro lleno de arrugas, jadeó.

—¡Esto es imposible! ¡Es Wulfran! Fue uno de mis ejecutores. ¡Era tan joven cuando se lo llevaron! ¿Qué han hecho contigo, muchacho?

—¿Te lastimaron? —preguntó Hadrien una vez que pudo pausar el interminable beso, aunque no dejó de tocarlo, buscando daños o heridas. Miden parecía conmocionado. Se dejaba hacer, incapaz de responder o de cerrar los ojos. Hadrien, un tanto desesperado, le apartó la ropa que cubría su hombro y lo mordió. Tenía que reclamar a su Omega. Simplemente su instinto le dominó.

Miden chilló; fue tanto el dolor que por un momento se le oscureció la vista, pero el sentimiento que le acompañó fue poderoso. Y bueno. Esa mordida lo sacó de la estupefacción. Estaba con su propio Alfa. Lo habían rescatado quien sabe cómo. Y ahí estaban otros dos, Konrad, recuperando entre chasquidos su forma humana, aún desnudo e insultando al frío y a todos sus ascendientes

Para dar a Hadrien privacidad, dado lo evidente que era su ímpetu de su inminente reclamo, Konrad se encargó de arrastrar a uno de los renegados. Burkhart hizo lo propio con el otro y de paso, recuperó el rifle abandonado de Hadrien.

Por fin solos. Miden fue besado como nunca, apoyado contra el tronco del árbol más cercano. Con amor, con desesperación. Sentía las manos de Hadrien en todas partes. Quería preguntar qué estaban haciendo en ese bosque desolado, pero el gusto de ver a su Alfa era tan grande y el apremio que ambos sentían, que no interrumpió los esfuerzos de Hadrien que ya le bajaba los pantalones.

—Perdona cariño, pero esto me supera. Debo reclamarte, ahora.

Se encontró de cara al árbol y sintió a Hadrien empujar entre sus nalgas.

Antes de aceptarlo, buscó su mirada.

—¿No vas a detenerte esta vez?

La mirada del Alfa se dulcificó. Deseo tener cordura suficiente para explicarse, pero en las garras y en los colmillos sentía el cosquilleo precursor del crecimiento. No había tiempo para explicar o pedir perdón. Los hechos hablarían.

A pesar del frío y de la inminente follada de pie contra el tronco rasposo de un árbol, para Miden era un momento hermoso, lejos de la sordidez que envolvió su primer encuentro. Sin testigos, lejos incluso de Sax. Hadrien se esforzaba por entrar en su cuerpo, pero no iba a ser fácil.

—Esto tendrá que doler, ¿cierto? —preguntó con resignación, tratando de aceptar su destino.

Hadrien se detuvo. No era y nunca sería una bestia. O lo era, tal vez un poco. Y esa bestia frustrada elevó el rostro para rugirle al cielo. Parecía más grande, más cercano a lobo que a hombre, tan parecido al Madow que lo rescató de aquella sala de marcaje, que Miden no pudo evitar temblar. La cosa imponía. Asustaría a veinte más valientes que él.

Sin subir esos pantalones que parecían confeccionados en el paleolítico, Hadrien se lo echó al hombro y corrió hasta el improvisado campamento. Miden se estaba cansando de ser llevado como paquete por aquellos enormes sujetos, pero al parecer, para ellos era lo más práctico.

Llegaron a los pies de una elevación rocosa y vieron una pequeña cueva. Los renegados estaban amarrados a un árbol y seguían durmiendo. Hadrien, amenazante, gruñó a sus compañeros.

Miden, con el trasero al aire, preguntó con un tono ligero.

—¿De casualidad tienen lubricante?

Konrad no pudo contener la risa, aunque para que nadie se sintiera ofendido, se tapó el rostro con la mano y solo el movimiento de sus hombros delataba su diversión. El viejo, con una sonrisa más discreta y la mirada en el piso, sacó algo de una maleta a su lado y lo lanzó a Hadrien.

Este se giró para no ser golpeado, luego le gruñó aún más.

—Hadrien —dijo Miden—, eso lo necesitamos. Levántalo, por favor.

—Vayan ahí, hemos acondicionado... —Konrad dejó de hablar al sentir la atención de mirada amarilla; una advertencia para no hablar con su Omega, no verlo desnudo, no hacer ningún movimiento.

Hadrien levantó la botella y entró en la cueva, que tal vez así a la pequeña oquedad de roca era exagerar demasiado; apenas tres o cuatro metros de profundidad, parecía más bien un tejado. Carecía de dos paredes. Pero el suelo estaba seco y sobre la roca colocaron mullidos sacos de dormir. Al fondo, bien protegido del viento, había fuego que daba bendito calor y el humo se disipaba bien.

En cuanto Miden tocó tierra no perdió tiempo. Se ocupó de su propia dilatación mientras acariciaba a Hadrien y lo besaba, tratando de darse unos minutos para prepararse. Su Alfa se contuvo hasta que Miden estuvo listo, aunque parecía chisporrotear de puro deseo. Aún con toda la preparación del mundo, aceptar al hombre era condenadamente difícil. No hablaron hasta acoplarse.

Y después tampoco. Hadrien se volvió loco por primera vez con Miden. Completamente entregado, tan diferente a aquella primera vez en la que solo lo usó para su propia satisfacción, sin tomarlo en cuenta. Había una necesidad de posesión por parte de Hadrien que Miden no había sentido antes. La atención del hombre —un tanto lobuno todavía— era total en el acto que compartían.

Mientras el apareamiento avanzaba, Hadrien se volvió muy cariñoso; acariciaba el cuerpo delgado por debajo de las ropas que no le quitó, susurraba palabras de posesión y devoción en su oído y todo mientras crecía en su interior, tan demoledor como siempre, saturándolo de placer y más, rebasando, excediendo, poniendo en riesgo su razón, haciendo que Miden al cerrar los ojos viera blanco y gritara sin pudor alguno; un pulso continuado de innegable dolor y una corriente fuerte y constante de éxtasis, sobreponiéndose a todo.

Miden, apoyado sobre sus rodillas, no podía besar a su Alfa. Era sacudido con tanto poder que prefirió mantener las manos cerca de su rostro para evitar estrellarse sobre el suelo de roca. Sintió el momento justo, el paso anterior al umbral que jamás habían traspasado juntos. No tuvo tiempo de temer de nuevo al abandono o prepararse más. Hadrien gritó y el nudo, el famoso nudo, los atrapó. Y fue para Miden la culminación del viaje al paraíso que había sospechado desde la primera vez.

Por desgracia Hadrien lo tomó por atrás, de tal manera que estarían un buen rato así, sobre sus rodillas. Hizo un esfuerzo para levantar el torso. Lo difícil era no caer abatido por el orgasmo que le recorría si se movía, aunque fuera un poco. Logró recuperar parcialmente la vertical y apoyar la espalda en el pecho de Hadrien. Besarse era complicado. Pero el abrazo de su Alfa era justo lo que necesitaba.

—No puedo creer que estés en mis brazos —susurró, besando la mordida en el cuello de Miden. Aunque nada más respirar les provocaba gemir y retorcerse, Hadrien siguió tratando de mover las caderas como si estuviera demente, corriéndose y sintiendo el movimiento ventral de celo en su hermoso Omega.

Tendrían hijos de ese encuentro.

Y por eso luchaba por ir más lejos, por imposible que fuera esa tarea. Quería poblar la tierra con sus descendientes, llenar a Miden de su aroma, marcarlo de tal forma que nadie nunca se atreviera ni siquiera a mirarlo.

Su perfecto chico parecía superado, corriéndose también, gimiendo sin fuerzas, colgando del abrazo protector como muñeco de trapo.

***

Había pasado más de una hora cuando el nudo los dejó libres. Fueron muchos días de abstinencia para Hadrien. Y algo había sucedido en él después de la pelea con Bruno. Su lobo estaba mejor asentado, sus necesidades y expresiones eran más intensas.

En ese momento, el lobo que era estaba absolutamente satisfecho. Pero el hombre se resistió a salir del cuerpo del chico. Tendidos sobre los mullidos sacos. Lo besaba sin tregua y no paraba de acariciarlo.

Miden estaba completamente conquistado. Y sonriendo como un tonto. Diría destruido, pero aquello nada tenía que ver con la destrucción. Sin embargo, para efectos de moverse y caminar, estaba en la peor forma posible.

—Hadrien, detente un segundo, por favor.

—No quiero. Estoy acumulando fuerzas para tomarte otra vez.

Miden rio al darse cuenta de que lo decía en serio.

—De acuerdo con eso, aunque voy a necesitar silla de ruedas después. pero busquemos un hotel antes, ¿vale? Vámonos del bosque. Ellos no pueden salir de día, al menos la mayoría. Pero si cae la noche, no estamos seguros.

"Ellos" fue la palabra mágica para hacer que ese hombre caliente que no pensaba dejar de follarle se hiciera a un lado. Por fin salió de su cuerpo para dejarle saber cuán dolorido estaba.

—No es que me queje, pero ¿de verdad no podías esperar hasta ponernos a salvo?

—No. Lamento mi completa falta de juicio, pero la necesidad me ha dominado. Perdóname si te lastimé.

—No te disculpes. Yo quería saber qué se sentía —susurró. Le avergonzaba un poco admitirlo.

—Perdóname también por eso —dijo Hadrien, mirándolo a los ojos, besando con dulzura sus labios hinchados—. Nunca te pregunté qué querías de mí, ni cómo te sentías. O si querías este enlace. Me apena porque me doy cuenta de que aún no lo hago.

Miden bajó la mirada.

—Yo no quería sentir envidia de Sax...

—Pero te obligamos a ello. ¿cierto? Yo pensé que, es decir, no pensé, evidentemente. Creí que cuando Sax tuviera sus cachorros, tú y yo...

Miden sonrió. Nunca consideró que Hadrien no lo tomara en cuenta. Era que toda la situación los había rebasado a todos y seguía haciéndolo.

—Ahora podría haberte preñado y tampoco te pregunté si lo querías.

—Eres un poco tonto, ¿sabes? —. Sonrió—. ¿No crees que, de no haber querido, te lo hubiera dicho? Hadrien, lo deseaba.
El punto es que ahora mismo podríamos estar en peligro. ¿Y si nos alejamos rápido? Luego, si quieres, me sigues diciendo que soy muy especial. Y podemos hablar de niños y hacerlo tantas veces como quieras.

Miden tenía mucho más miedo del que Hadrien notó en un principio, solo que lo disimulaba bien. Lo abrazó con fuerza. Y lo soltó porque su chico tenía razón.

—La camioneta está un poco retirada de aquí. No pararemos hasta llegar a Jansen.

—¿Y a qué vamos a Jansen? —dijo Miden mientras recogía los sacos de dormir.

—Podemos descansar un día o dos antes de decidir lo que vamos a hacer —. Hadrien apagó el fuego—. Además, no pienses que bromeo al decir que estoy reuniendo fuerzas. Vas a tener que tomar a tu Alfa, varias veces, por algún tiempo.

Miden sonrió. El olor del apareamiento en su piel le daba una clase de seguridad, después de tanto miedo e incertidumbre. Al salir, fueron recibidos por las socarronas risas de Konrad.

—Mientras se ocupaban de lo suyo, fui como lobo a la camioneta a ver si encontraba forma de acercarla más. ¿Y adivina qué? Hay un sendero natural pero bastante ancho, en esa dirección —señaló hacia el poniente—. Por donde cupo perfecto. Hemos llevado a los invitados y ahora descansan en la cajuela. Doc. dice que dormirán por lo menos cuatro horas más y entonces les dará más sedante. Está allá, vigilando. Más vale que nos apresuremos.

Emprendió la marcha.

Miden le siguió, tratando de no evidenciar el dolor que sentía con cada paso.

—¿Quieres que te cargue?

—¡No, por favor! Basta de ser cargado. No pasa nada, de verdad.

No sería la primera vez que tenía que volver a casa con el culo doliendo, aunque sí la primera que la alegría y el alivio lo compensaba.

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